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El velo del destino

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Examinemos, pues, el pasado para que conociendo lo que hemos sido, alcancemos<br />

un vislumbre de lo que llegaremos a ser.<br />

Según dice la Biblia, el género humano fue hermafrodita antes de ser separado en<br />

los dos sexos distintos como hombre y mujer. Todavía se dan casos entre nosotros<br />

de aquel estado, que según nuestra opinión se trata de una anormalidad, para<br />

probar la verdad de este aserto bíblico, y fisiológicamente hablando, el órgano<br />

contrario de cualquier sexo se halla latente en todos nosotros. Durante el período en<br />

el que el hombre estuvo así constituido la fecundación debía ocurrir dentro de sí<br />

mismo, y esto no es más extraño que lo que sucede en muchas plantas hoy en día,<br />

las cuales se fertilizan de esa manera.<br />

Ahora veamos, según nos dice también la Biblia, cuál fue el efecto de la propia<br />

fecundación en los días primitivos. Hay dos hechos principales que son muy<br />

significativos: Uno es el de que "Había gigantes en la Tierra en aquellos días", y el<br />

otro dice que "los patriarcas vivían centenares de años" y estas dos características,<br />

gran desarrollo y longevidad, las poseen muchas plantas actuales. <strong>El</strong> gran tamaño<br />

de los árboles y la duración de su vida son maravillosos ya que algunos existen<br />

durante siglos mientras que el hombre vive un reducido número de lustros. Entonces<br />

se nos ocurre preguntar: ¿Cuál es la razón de la vida efímera <strong>del</strong> hombre y cuál es<br />

el remedio? Examinemos primero el por qué de esta razón el remedio se nos<br />

aparecerá claro después.<br />

Es un hecho bien conocido de los horticultores que las plantas detienen su<br />

crecimiento cuando florecen muy prolíficamente. Una rosa puede florecer tan<br />

intensamente que le produzca la muerte: por esto el jardinero cuidadoso poda los<br />

brotes de la planta para que la fuerza pueda manifestarse parcialmente en<br />

crecimiento en vez de flores solamente. De este modo conservando la semilla dentro<br />

de sí misma logra la fuerza necesaria para el crecimiento y la longevidad.<br />

Este es el secreto <strong>del</strong> gran desarrollo y larga vida de las razas primitivas, como lo es<br />

<strong>del</strong> tamaño y longevidad de las plantas de nuestros días.<br />

Que la esencia creadora de la semilla es una substancia espiritual resulta evidente<br />

cuando comparamos la intrepidez e impetuosidad <strong>del</strong> toro o el caballo semental con<br />

la docilidad <strong>del</strong> buey y de los animales castrados en general. Además, sabemos que<br />

los libertinos empedernidos y los degenerados se convierten en estériles e<br />

impotentes. Cuando estos hechos se hayan aferrado a nuestra conciencia no nos<br />

será difícil concebir la exactitud de la Biblia cuando dice que el fruto de la carne, que<br />

nos pone bajo la ley <strong>del</strong> pecado y de la muerte, es primero y principalmente,<br />

fornicación, a la vez que los frutos <strong>del</strong> espíritu que inducen a la inmortalidad, como<br />

está demostrado en el mismo libro, se dice que son especialmente la continencia y<br />

la castidad. Consideremos también el niño y veamos cómo la fuerza creadora<br />

empleada internamente y por el mismo ser causa un enorme desarrollo durante los<br />

primeros años, pero a la edad de la pubertad el nacimiento de la pasión comienza a<br />

dominar el crecimiento y la fuerza vital produce entonces la simiente con objeto de<br />

alcanzar desarrollo y expresión en cualquiera otra parte, y desde aquel momento el<br />

crecimiento queda detenido. Si continuáramos creciendo durante toda la vida como<br />

lo hacemos en la infancia, seríamos gigantes como lo fueron los hermafroditas<br />

divinos <strong>del</strong> pasado. La fuerza espiritual generada durante toda nuestra vida<br />

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