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El velo del destino

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cambiar o influenciar; pero una vez que un cambio se ha operado y adquirido un<br />

hábito por la repetición, su manifestación se convierte en automática hasta cierto<br />

punto.<br />

Esta característica es buena y mala con respecto a la oración, porque la impresión<br />

registrada en los éteres de ese vehículo impulsarán al aspirante al fiel cumplimiento<br />

de sus devociones en los momentos convenidos o fijos, aun cuando pueda haber<br />

perdido interés en el ejercicio y sus plegarias sean sólo meras fórmulas. Si no fuera<br />

por esta tendencia <strong>del</strong> cuerpo vital a formar los hábitos, los aspirantes no se harían<br />

conscientes <strong>del</strong> peligro en el momento mismo en que el verdadero amor empezase a<br />

desvanecerse y les sería difícil conquistar lo perdido y permanecer en el sendero.<br />

Por lo tanto, el aspirante debe examinarse a sí mismo cuidadosamente de vez en<br />

cuando para ver si todavía posee las alas y fuerza por la cual pueda elevarse rápida<br />

y seguramente a nuestro Padre en el Cielo.<br />

Las alas son dos en número: Amor y Aspiración son sus nombres y la fuerza<br />

irresistible que los impulsa es un anhelo intenso. Sin éstos y una comprensión<br />

inteligente para dirigir la invocación, la plegaria es sólo una palabrería, mientras que<br />

bien realizado es el método más poderoso conocido de crecimiento <strong>del</strong> alma.<br />

LA POSICIÓN DEL CUERPO<br />

La posición <strong>del</strong> cuerpo importa poco para la "oración individual"; la mejor es la que<br />

nos proporcione la concentración mas completa, pero en la "oración colectiva" se ha<br />

hecho práctica de ocultistas experimentados el estar de pie con la cabeza inclinada y<br />

las manos plegadas en forma peculiar. De este modo se forma un circuito magnético<br />

que les une espiritualmente desde el mismo principio de los ejercicios. En<br />

comunidades no tan avanzadas el canto de un himno, de pie, se ha observado que<br />

produce un gran beneficio, a condición de que todos tomen parte en él.<br />

LA INVOCACIÓN<br />

Rezar, es una palabra de la cual se ha abusado tanto que no expresa ya, realmente,<br />

el ejercicio espiritual al que nos estamos refiriendo. Como ya hemos dicho cuando<br />

vamos a un santuario, debemos ir como el enamorado que va en busca de su<br />

amada; nuestro espíritu debe volar hacia <strong>del</strong>ante como si pretendiera arrastrar a<br />

nuestro lento cuerpo y sentir anticipadamente las <strong>del</strong>icias que se nos tienen<br />

reservadas, y debemos olvidar todo lo demás para sólo dejar lugar a los<br />

pensamientos reverentes que debemos mantener durante el camino. Esto es<br />

literalmente exacto y el sentimiento necesario para alcanzar buenos resultados es<br />

sólo comparable únicamente a aquello que impulsa al amante hacia su ser querido y<br />

quizá es aún más ardiente e intenso. "Como la gacela anhela el agua <strong>del</strong> arroyo, así<br />

está sedienta mi alma de Ti", es una experiencia real <strong>del</strong> que ama verdaderamente a<br />

Dios. Si no tenemos este espíritu lo podemos cultivar y conseguir por medio de la<br />

oración y una de las legítimas para nosotros que debiéramos constantemente<br />

emplear es: "¡Oh Dios! Aumentad mi amor por Vos para que pueda serviros mejor de<br />

día en día. Permitid que las palabras de mi boca y las meditaciones de mi corazón<br />

sean dignas de Vos, ¡Oh Señor!, mi fortaleza y mi Redentor".<br />

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