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El velo del destino

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cualquiera que lo desee y sea lo suficientemente tenaz puede alcanzar lo mismo y<br />

gozar de una mente pura y limpia en muy poco tiempo.<br />

Pero mientras que nuestros puros pensamientos nos hacen avanzar<br />

considerablemente en el sendero de la perfección, las emociones y anhelos de<br />

nuestro cuerpo de deseos no son dominados tan fácilmente, puesto que este<br />

vehículo está considerablemente más afirmado que la mente. Mientras que la mente<br />

regenerada acepta enseguida la idea de que debemos amar a nuestros enemigos, el<br />

cuerpo de deseos, la naturaleza emocional y de pasiones, anhela con todas las<br />

fibras de su ser la venganza; se aferra a la ley de "ojo por ojo y diente por diente".<br />

Algunas veces, después de años y más años transcurridos pensando que la<br />

serpiente dormida ha quedado dominada, que por fin hemos conquistado el dominio<br />

sobre ella y que no puede trastornar ni alterar nuestra paz espiritual, puede elevarse<br />

inopinadamente y desvanecer nuestras esperanzas; puede mordernos, puede<br />

dejarse arrebatar por un acceso de ira y clamar venganza por cualquier agravio<br />

verdadero o supuesto. Entonces será necesario emplear toda la fuerza de la<br />

naturaleza superior para dominar esta parte rebelde de nuestro ser. Esto cree el<br />

autor, es el aguijón de la carne respecto al cual aludía San Pablo cuando elevó al<br />

cielo sus preces recibiendo esta contestación: "Mi gracia es suficiente para ti".<br />

Ciertamente es necesario toda la gracia que uno pueda concebir para vencer y como<br />

una vigilancia eterna es el precio de la seguridad, la garantía de nuestra salvación,<br />

debemos "vigilar y rogar".<br />

<strong>El</strong> cuerpo de deseos es el responsable de todas nuestras acciones ya sean estas<br />

buenas, malas o indiferentes y los filósofos orientales, por lo tanto, han enseñado<br />

algunas instrucciones a sus discípulos para "matar el deseo" y para abstenerse de<br />

obrar, bien o mal, tanto como les sea posible, con objeto de que de este modo<br />

puedan liberarse de la ley <strong>del</strong> nacimiento y muerte. Pero esos arrebatos que<br />

constituyen tan gran amenaza cuando nos dominan, pueden ser eficaces para el<br />

servicio, bajo nuestra propia guía y dirección.<br />

Nosotros no pensaríamos ni por un momento el embotar o quitar el temple <strong>del</strong> filo de<br />

un cuchillo, pues si así lo hiciéramos no podríamos cortar nada con él. De igual<br />

modo el temple de nuestro cuerpo de deseos debe ser dominado, pero por ninguna<br />

razón destruido, pues la fuerza dinámica para el movimiento y la acción <strong>del</strong> mundo<br />

invisible está almacenada en este cuerpo de deseos y a menos que permanezca<br />

intacto, nosotros no podemos esperar el equilibrarnos en él, <strong>del</strong> mismo modo que un<br />

trasatlántico cuyas máquinas estuvieran funcionando mal no podría hace frente a los<br />

embates <strong>del</strong> oleaje de una tempestad.<br />

Hay algunas sociedades que enseñan métodos negativos de desarrollo y una de sus<br />

primeras instrucciones a sus discípulos es la de encogerse de hombros y hacerse<br />

perfectamente negativos. Cualquiera que se dirigiera desde el mundo físico al<br />

mundo espiritual equipado con tales armas, se encontraría como un madero en<br />

medio <strong>del</strong> océano, traído y llevado por las olas, siendo presa y juguete de toda clase<br />

de corrientes. Y como quiera que en los mundos internos, al igual como aquí, hay<br />

seres que tienen de todo menos el ser bondadoso; seres que están dispuestos para<br />

aprovecharse de cualquiera que se aventura en su mundo sin estar debidamente<br />

instruido para protegerse contra ellos.<br />

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