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LOS EFECTOS OCULTOS DE NUESTRAS EMOCIONES<br />
PRIMERA PARTE<br />
LA FUNCIÓN DEL DESEO<br />
Aquellos que están familiarizados con el estudio de este asunto conocen los<br />
desastrosos efectos que produce sobre el cuerpo físico un agudo ataque de miedo o<br />
de ansiedad. Sabemos cómo estas emociones alteran la digestión, interfieren los<br />
cambios metabólicos y la eliminación de los detritus y, en resumen, trastornan todo<br />
el sistema, con el Resultado de que en algunos casos la persona se ve forzada a<br />
guardar cama durante un tiempo más o menos largo, que depende de la importancia<br />
<strong>del</strong> ataque y de la fuerza resistiva de su constitución. Pero hay un efecto oculto que<br />
es igualmente serio o más aún y que generalmente no es comprendido y puede, por<br />
lo tanto, ser de un beneficio considerable el examinar este efecto oculto de equilibrio<br />
y pasión, ira y amor, pesimismo y optimismo.<br />
Por el estudio <strong>del</strong> Concepto Rosacruz <strong>del</strong> Cosmos sabemos que nuestro cuerpo de<br />
deseos fue generado en el Período Lunar. Si el lector desea obtener una imagen<br />
mental de la forma que entonces tenían las cosas, no tiene sino estudiar la<br />
configuración <strong>del</strong> feto que encontrará ilustrado en cualquier libro de anatomía. En él<br />
hay tres partes principales: la "placenta", que está llena de sangre de la madre; el<br />
"cordón umbilical", que lleva este torrente vital, y el "feto" que está nutrido desde el<br />
estado embrionario hasta la madurez por aquella corriente.<br />
Imagínese ahora en tal lejano período al firmamento como una inmensa placenta de<br />
la cual pendían millares de millones de cordones umbilicales, cada uno con su<br />
apéndice fetal. Por todo el conjunto de la familia humana, entonces en formación,<br />
circulaba la sola esencia universal <strong>del</strong> deseo y emoción, generando en todos los<br />
impulsos necesarios para la acción que ahora se manifiestan en las múltiples fases<br />
<strong>del</strong> trabajo humano, aquellos cordones umbilicales y apéndices fetales estaban<br />
formados de una materia de deseos húmeda por las emociones de los "Ángeles<br />
lunares", mientras que las ígneas corrientes de deseos que se esforzaban en imbuir<br />
la vida latente en la humanidad, entonces formándose, eran generadas por los<br />
ígneos "Espíritus marcianos" de Lucifer. <strong>El</strong> color de la lenta vibración primera que<br />
éstos pusieron en movimiento en aquella materia de deseos emocional fue el rojo.<br />
A la vez que aquella tintura de disturbio (pues eso es realmente esta corriente<br />
constante, esta eterna intranquilidad que es la que nos impulsa a los hombres sin<br />
pausa ni reposo) se hallaba circulando en nuestro interior, el planeta sobre el cual<br />
nos hallábamos también circunda al Sol, que no hay que confundirle con el actual<br />
dador de luz, sino una pasada encarnación de la sustancia que compone nuestro<br />
actual sistema solar, y nosotros en cambio circundábamos al planeta sobre el cual<br />
morábamos desde la luz a las tinieblas, y desde el calor al frío.<br />
De este modo se nos manipulaba desde fuera y desde dentro en un esfuerzo para<br />
excitar nuestra durmiente conciencia.<br />
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