La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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www.elaleph.com Mauricio Mæterlinck donde los libros son gratis dos hasta el delirio por un geómetra inflexible. Sobre toda la extensión de esas paredes perpendiculares, claustro de un mundo que crece, se transforma, vuelve sobre sí mismo, cambia cuatro o cinco veces de vestido y teje su mortaja en la sombra, baten las alas y danzan centenares de obreras para mantener el calor necesario y también para un objeto más obscuro, porque su danza tiene sacudidas extraordinarias y metódicas que deben responder a algún fin que ningún observador ha determinado todavía, según creo. Al cabo de varios días, las tapas de esos millares de urnas (en una colmena grande se cuentan de sesenta a ochenta mil), se agrietan, y dos grandes ojos negros y graves aparecen bajo dos antenas que palpan ya la existencia en torno suyo, mientras un par de activas mandíbulas acaban de ensanchar la abertura. Las nodrizas acuden al punto y ayudan a la joven abeja a salir de su cárcel, la sostienen, la acepillan, la limpian y le ofrecen en la punta de la lengua la primer miel de su nueva vida. La abeja, que llega de otro mundo está aún aturdida, algo pálida, vacilante. Tiene el aspecto débil de un viejecillo escapado de la tumba. Diríase que es un viajero cubierto por el polvo algodonoso de los ignotos caminos que conducen a la existencia. Por lo demás, es perfecta de pies a cabeza, inmediatamente sabe cuanto necesita saber, y semejante a los hijos del pueblo, que, desde que nacen, por decirlo así, comprenden que no tendrán tiempo de jugar ni de reír, se dirige a las celdas cerradas y comienza a batir las alas y a moverse cadenciosamente para calentar a su vez a sus amortajadas hermanas, sin detenerse a descifrar el sorprendente enigma de su destino y de su raza. Sin embargo, en un principio se lo ahorran las tareas más fatigosas. No sale de la Colmena hasta ocho días después, de su nacimiento para realizar su primer «vuelo de aseo» para llenar de aire las bolsas de las tráqueas, que se hinchan, desarrollan todo su cuerpo y la convierten desde ese instante en la esposa del espacio. Vuelve en seguida, aguarda una semana más, y entonces se organiza en compañía de las hermanas 96 II

www.elaleph.com La vida de las abejas donde los libros son gratis de la misma edad, su primera salida de recolectora, en medio de una conmoción muy especial, que los apicultores llaman el «fuego de artificio.» Debería, más bien, decirse, el «fuego de inquietud.» Se ve, en efecto, que, tienen miedo; hijas de la sombra estrecha y de la muchedumbre, se ve que tienen miedo del abismo azul y de la soledad infinita de la luz, y su júbilo vacilante está tejido de terrores. Se pasean en el umbral, vacilan, parten y retornan veinte veces. Se balancean en el aire, con la cabeza obstinadamente vuelta hacia la casa natal, describen grandes círculos que se elevan Y que, de pronto, caen como bajo el peso de una pena, y sus trece. mil ojos interrogan, reflejan y conservan a la vez la imagen de todos los árboles, de la fuente, de la reja, de la espaldera, de los techos y las ventanas de los alrededores, hasta que el camino aéreo por donde se deslizarán al regreso, quede tan inflexiblemente trazado en su memoria como si dos hilos de acero lo señalaran en la atmósfera. He aquí un nuevo misterio. Interroguémoslo como los demás y si calla como ellos, su silencio ensanchará a lo menos con unas cuantas fanegas nebulosas pero sembradas de buena voluntad, el campo de nuestra ignorancia consciente, el más fértil de los que posee nuestra actividad. ¿ Cómo hallan las abejas su morada que a veces, es imposible que vean, que a menudo está oculta bajo los árboles, y cuya entrada no es, en todo caso, más que un imperceptible punto en la extensión sin límites? ¿Cómo es que, transportadas en una caja a dos o tres kilómetros de la colmena, rara vez se extravían? ¿La distinguen a través de los obstáculos? , oriéntanse con la ayuda de puntos de referencia o poseen ese sentido especial y poco conocido que atribuimos a ciertos animales, a las golondrinas y a las palomas, por ejemplo, y que se llama el sentido de la dirección? Los experimentos de J. H. Fabre, -de Lubbock: y especialmente los do M. Romanos (Nature, 29 de, octubre de 1886), parecen establecer que no son guiadas por ese instinto extraño. Por otra parte, he comprobado más de una vez que no prestan atención alguna a la forma o al color de la colmena. Parecen detenerse más sobre el aspecto acostumbrado del plato en que descansa la casa, sobre la disposición de la entrada y de la 97

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

dos hasta el <strong>de</strong>lirio por un geómetra inflexible.<br />

Sobre toda la extensión <strong>de</strong> esas pare<strong>de</strong>s perpendiculares, claustro<br />

<strong>de</strong> un mundo que crece, se transforma, vuelve sobre sí mismo, cambia<br />

cuatro o cinco veces <strong>de</strong> vestido y teje su mortaja en la sombra, baten<br />

<strong>las</strong> a<strong>las</strong> y danzan centenares <strong>de</strong> obreras para mantener el calor necesario<br />

y también para un objeto más obscuro, porque su danza tiene sacudidas<br />

extraordinarias y metódicas que <strong>de</strong>ben respon<strong>de</strong>r a algún fin que<br />

ningún observador ha <strong>de</strong>terminado todavía, según creo.<br />

Al cabo <strong>de</strong> varios días, <strong>las</strong> tapas <strong>de</strong> esos millares <strong>de</strong> urnas (en una<br />

colmena gran<strong>de</strong> se cuentan <strong>de</strong> sesenta a ochenta mil), se agrietan, y dos<br />

gran<strong>de</strong>s ojos negros y graves aparecen bajo dos antenas que palpan ya<br />

la existencia en torno suyo, mientras un par <strong>de</strong> activas mandíbu<strong>las</strong><br />

acaban <strong>de</strong> ensanchar la abertura. <strong>La</strong>s nodrizas acu<strong>de</strong>n al punto y ayudan<br />

a la joven abeja a salir <strong>de</strong> su cárcel, la sostienen, la acepillan, la<br />

limpian y le ofrecen en la punta <strong>de</strong> la lengua la primer miel <strong>de</strong> su nueva<br />

<strong>vida</strong>. <strong>La</strong> abeja, que llega <strong>de</strong> otro mundo está aún aturdida, algo pálida,<br />

vacilante. Tiene el aspecto débil <strong>de</strong> un viejecillo escapado <strong>de</strong> la tumba.<br />

Diríase que es un viajero cubierto por el polvo algodonoso <strong>de</strong> los ignotos<br />

caminos que conducen a la existencia. Por lo <strong>de</strong>más, es perfecta<br />

<strong>de</strong> pies a cabeza, inmediatamente sabe cuanto necesita saber, y semejante<br />

a los hijos <strong>de</strong>l pueblo, que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nacen, por <strong>de</strong>cirlo así, compren<strong>de</strong>n<br />

que no tendrán tiempo <strong>de</strong> jugar ni <strong>de</strong> reír, se dirige a <strong>las</strong> celdas<br />

cerradas y comienza a batir <strong>las</strong> a<strong>las</strong> y a moverse ca<strong>de</strong>nciosamente para<br />

calentar a su vez a sus amortajadas hermanas, sin <strong>de</strong>tenerse a <strong>de</strong>scifrar<br />

el sorpren<strong>de</strong>nte enigma <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino y <strong>de</strong> su raza.<br />

Sin embargo, en un principio se lo ahorran <strong>las</strong> tareas más fatigosas.<br />

No sale <strong>de</strong> la Colmena hasta ocho días <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong> su nacimiento<br />

para realizar su primer «vuelo <strong>de</strong> aseo» para llenar <strong>de</strong> aire <strong>las</strong> bolsas <strong>de</strong><br />

<strong>las</strong> tráqueas, que se hinchan, <strong>de</strong>sarrollan todo su cuerpo y la convierten<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese instante en la esposa <strong>de</strong>l espacio. Vuelve en seguida, aguarda<br />

una semana más, y entonces se organiza en compañía <strong>de</strong> <strong>las</strong> hermanas<br />

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