La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
Naturaleza, y mejor se sabe que siempre hay, un hecho pronto a surgir<br />
<strong>de</strong>l seno <strong>de</strong> una ola repentinamente transparente, para <strong>de</strong>struir en un<br />
instante lo <strong>de</strong> cuanto se creía saber, confesaré, sin embargo, que me<br />
inclino a la segunda. En primer lugar los experimentos <strong>de</strong> un apicultor<br />
bordalés, M. Drory, <strong>de</strong>muestran que si se quitan todas <strong>las</strong> celdas gran<strong>de</strong>s<br />
<strong>de</strong> una colmena, llegado el momento <strong>de</strong> poner huevos <strong>de</strong> machos,<br />
la madre no vacila en <strong>de</strong>positarlos en <strong>las</strong> celdas <strong>de</strong> obreras, y a la inversa,<br />
pondrá huevos <strong>de</strong> obreras en celdas <strong>de</strong> machos, si no se han<br />
<strong>de</strong>jado otras a su disposición.<br />
En seguida, <strong>las</strong> hermosas observaciones <strong>de</strong> M. Fabre sobre <strong>las</strong><br />
Osmias, <strong>abejas</strong> silvestres y solitarias <strong>de</strong> la familia <strong>de</strong> <strong>las</strong> Gastrilégidas,<br />
prueban hasta la evi<strong>de</strong>ncia que no solamente la Osmia conoce <strong>de</strong> antemano<br />
el sexo <strong>de</strong>l huevo que va a poner, sino que ese sexo es facultativo<br />
para la madre, que lo <strong>de</strong>termina según el espacio <strong>de</strong> que dispone, «espacio<br />
muchas veces fortuito y no modificable» que, establece aquí un<br />
macho, allá una hembra. No entraré en el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> los experimentos<br />
<strong>de</strong>l gran entomólogo francés. Son extremadamente minuciosos, y nos<br />
llevarían <strong>de</strong>masiado lejos. Pero, cualquiera que sea la hipótesis aceptada,<br />
una ú otra explicarían muy bien, fuera <strong>de</strong> toda inteligencia <strong>de</strong>l porvenir,<br />
la propensión <strong>de</strong> la reina a poner en <strong>las</strong> celdas <strong>de</strong> obreras.<br />
Es probable que esa madre, esclava, que nos inclinamos a compa<strong>de</strong>cer,<br />
pero que quizá sea una gran enamorada, una gran voluptuosa,<br />
experimente con la unión <strong>de</strong>l principio macho y hembra que, se opera<br />
en su ser, cierto <strong>de</strong>leite y como una renovación <strong>de</strong> la embriaguez <strong>de</strong>l<br />
vuelo nupcial, único en su <strong>vida</strong>. Aquí también <strong>de</strong>bemos admirar la<br />
Naturaleza que nunca es tan ingeniosa ni tan disimuladamente previsora<br />
como cuando trata, con los lazos que tien<strong>de</strong> el amor, <strong>de</strong> asegurar con<br />
un placer el interés <strong>de</strong> la especie. Pero entendámonos y no nos engañemos<br />
con nuestra propia explicación. Atribuir <strong>de</strong> ese modo una i<strong>de</strong>a a<br />
la Naturaleza y creer que con ello basta, es arrojar una piedra en uno <strong>de</strong><br />
esos abismos inexplorables que se hallan en el fondo <strong>de</strong> ciertas grutas,<br />
e imaginarse que el ruido que producirá al caer en él contestará a todas<br />
<strong>las</strong> preguntas, cuando no nos revelará otra cosa que la inmensidad <strong>de</strong>l<br />
abismo.<br />
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