La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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www.elaleph.com Mauricio Mæterlinck donde los libros son gratis en las plantas, para cosechar el mejor líquido azucarado en el menor tiempo posible. Puede decirse que la colonia de las abejas, tanto en sus trabajos de cosecha como en el entorno de la colmena, sabe establecer una distribución racional del número de las obreras, aplicando a ella el principio de la división del trabajo. » 74 XI. Pero, se dirá, ¿ qué nos importa que las abe-jas sean más o menos inteligentes? ¿Por qué pesar de ese modo, con tanto cuidado, una pequeña huella de materia casi invisible, corno si se tratara de un fluido de que dependieran los destinos del hombre? Creo, sin exagerar, que el interés que en ello tenemos, es de los más apreciables. Al hallar fuera de nosotros una huella, real de inteligencia, experimentamos algo como la emoción de Robinson al descubrir la señal de un pie humano en la playa de su isla. Parece, que estamos menos solos de lo que creíamos. Cuando tratamos de darnos cuenta de la inteligencia de las abejas, estudiarnos en ellas, en definitiva, lo más precioso de nuestra substancia, un átomo de esa materia extraordinaria que, donde quiera que se fije, tiene la, propiedad magnífica de transfigurar las ciegas necesidades, organizar, embellecer y multiplicar la vida, mantener en suspenso, de un modo más sorprendente, la fuerza obstinada de la muerte y la gran ola inconsiderada, que arrastra casi todo cuanto existe en una inconsciencia eterna. Si fuéramos los únicos que poseyéramos y mantuviéramos una partícula de materia en ese estado particular de florescencia o de incandescencia que llamamos la inteligencia, tendríamos algún derecho a creernos privilegiados e imaginarnos que la Naturaleza arriba, en nosotros a una especie de meta ; pero, he ahí toda una categoría de seres, los himenópteros, en que arriba a una meta poco más o menos idéntica. Esto no resuelve nada, si se quiere, pero el hecho no deja por eso de ocupar un puesto honroso entre la multitud de pequeños hechos que contribuyen a aclarar nuestra posición sobre la tierra. Se halla en esto, desde cierto punto de vista, una contraprueba de la parte más indesci-

www.elaleph.com La vida de las abejas donde los libros son gratis frable de nuestro ser ; superposiciones de destino que dominamos desde un lugar más elevado que ninguno de los que alcanzaremos para contemplar los destinos del hombre. Vese aquí, en pequeño, grandes y sencillas líneas que nunca hemos tenido oportunidad de desenredar ni de seguir hasta el fin en nuestra, esfera desmesurada. Obsérvase el espíritu y la materia, la especie y el individuo, la evolución y la permanencia, el pasado y el porvenir, la vida y la muerte, acumuladas en una chocilla que nuestra mano levantaría y que abarcamos de una mirada y uno puede preguntarse si la potencia de los cuerpos y el lugar que ocupan en el tiempo y el espacio, modifican tanto como creemos la idea secreta de la Naturaleza, que, nos esforzamos por sorprender en la pequeña historia de la colmena secular en pocos días, como en la gran historia de, los hombres, tres de cuyas generaciones desbordan de un largo siglo. 75 XII Reanudemos, pues, donde la habíamos dejado la historia de nuestra colmena, para apartar cuanto sea posible, uno de los pliegues de la cortina de guirnaldas en cuyo centro comienza el enjambre a sufrir ese extraño sudor casi tan blanco como la nieve y más ligero que el plumón de un ala. Porque la cera que nace no se parece a la que conocemos : es inmaculada, imponderable, parece realmente el alma de la miel que es a su vez el espíritu de las flores, evocada en un encantamiento inmóvil, para convertirse más tarde, en nuestras manos, sin duda como recuerdo de su origen en que hay tanto azur, perfume, espacio cristalizado, rayos sublimados de luz, de pureza, de magnificencia, la perfumada iluminación de nuestros postreros altares. XIII Muy difícil es seguir las diversas faces de la secreción y el empleo de la cera en un enjambre que comienza a edificar. Todo pasa en el fondo de la muchedumbre, cuya aglomeración cada vez más densa

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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

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un lugar más elevado que ninguno <strong>de</strong> los que alcanzaremos para<br />

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<strong>de</strong> seguir hasta el fin en nuestra, esfera <strong>de</strong>smesurada. Obsérvase el<br />

espíritu y la materia, la especie y el individuo, la evolución y la permanencia,<br />

el pasado y el porvenir, la <strong>vida</strong> y la muerte, acumuladas en una<br />

chocilla que nuestra mano levantaría y que abarcamos <strong>de</strong> una mirada y<br />

uno pue<strong>de</strong> preguntarse si la potencia <strong>de</strong> los cuerpos y el lugar que<br />

ocupan en el tiempo y el espacio, modifican tanto como creemos la<br />

i<strong>de</strong>a secreta <strong>de</strong> la Naturaleza, que, nos esforzamos por sorpren<strong>de</strong>r en la<br />

pequeña historia <strong>de</strong> la colmena secular en pocos días, como en la gran<br />

historia <strong>de</strong>, los hombres, tres <strong>de</strong> cuyas generaciones <strong>de</strong>sbordan <strong>de</strong> un<br />

largo siglo.<br />

75<br />

XII<br />

Reanu<strong>de</strong>mos, pues, don<strong>de</strong> la habíamos <strong>de</strong>jado la historia <strong>de</strong> nuestra<br />

colmena, para apartar cuanto sea posible, uno <strong>de</strong> los pliegues <strong>de</strong> la<br />

cortina <strong>de</strong> guirnaldas en cuyo centro comienza el enjambre a sufrir ese<br />

extraño sudor casi tan blanco como la nieve y más ligero que el plumón<br />

<strong>de</strong> un ala. Porque la cera que nace no se parece a la que conocemos<br />

: es inmaculada, impon<strong>de</strong>rable, parece realmente el alma <strong>de</strong> la<br />

miel que es a su vez el espíritu <strong>de</strong> <strong>las</strong> flores, evocada en un encantamiento<br />

inmóvil, para convertirse más tar<strong>de</strong>, en nuestras manos, sin<br />

duda como recuerdo <strong>de</strong> su origen en que hay tanto azur, perfume, espacio<br />

cristalizado, rayos sublimados <strong>de</strong> luz, <strong>de</strong> pureza, <strong>de</strong> magnificencia,<br />

la perfumada iluminación <strong>de</strong> nuestros postreros altares.<br />

XIII<br />

Muy difícil es seguir <strong>las</strong> diversas faces <strong>de</strong> la secreción y el empleo<br />

<strong>de</strong> la cera en un enjambre que comienza a edificar. Todo pasa en el<br />

fondo <strong>de</strong> la muchedumbre, cuya aglomeración cada vez más <strong>de</strong>nsa

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