La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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www.elaleph.com Mauricio Mæterlinck donde los libros son gratis cuanto hay un progreso en alguna parte, éste sólo resulta del sacrificio cada vez más completo del interés personal al general. En primer término es menester que cada, cual renuncie a vicios que son actos de independencia. Así, en el penúltimo grado de la civilización ápica, se encuentran los abejorros que son todavía semejantes a nuestros antropófagos. Las obreras adultas merodean sin cesar en torno de los huevos para devorarlos, y la madre, se ve obligada a defenderlos encarnizadamente. Es menester, en seguida, que cada cual, después de haberse desembarazado de los vicios más peligrosos, adquiera cierto número de virtudes cada vez más penosas. Las obreras de los abejorros, por ejemplo, no piensan en renunciar al amor, mientras que nuestra abeja doméstica viva en perpetua castidad. Por otra parte, pronto veremos todo lo que abandona en cambio del bienestar, la seguridad, la perfección arquitectónica, económica y política de la colmena, y volveremos sobre la asombrosa evolución de los himenópteros, en el capítulo consagrado al progreso de la especie. 20

www.elaleph.com La vida de las abejas donde los libros son gratis LIBRO SEGUNDO El enjambre. Las abejas del enjambre que elegimos, han sacudido, pues, el entorpecimiento del invierno. La reina ha vuelto a poner desde los primeros días de febrero. Las obreras han visitado las anémonas, las aliagas, las pulmonarias, las violetas, los sauces, los avellanos. Luego, la primavera ha invadido la tierra; los graneros y las cuevas rebosan de miel y de polen, millares de abejas nacen cada día. Los machos, gruesos y pesados, salen de sus vastas celdas, recorren los panales, y el hacinamiento de la ciudad demasiado próspera llega a ser tal que, por la tarde, a su regreso de las flores, centenares de trabajadoras retrasadas no encuentran dónde alojarse y se ven en la necesidad de pasar la noche a la puerta, donde las diezma el frío. Una inquietud conmueve a todo el pueblo, Y la viejo, reina se agita. Comprende que se prepara un nuevo destino. Ha cumplido religiosamente su deber de buena creadora, Y del deber cumplido surgen la tristeza y la tribulación. Una fuerza invencible amenaza su reposo; pronto tendrá que, abandonar la ciudad en que reina. Y, sin embargo, esa ciudad es su obra y es ella entera. No es su reina en el sentido que le daríamos entre los hombres. No da orden alguna y se encuentra sometida, como el último de sus vasallos, al poder oculto y soberanamente sabio que llamaremos, mientras no tratemos de descubrir dónde reside, «el espíritu de la colmena». Pero ella es allí la madre y el órgano único del amor. La ha fundado en la incertidumbre y la pobreza. La ha repoblado sin cesar con su substancia, y todos cuantos la miman, obreras, machos, larvas, ninfas, y las jóvenes princesas cuyo próximo nacimiento va a precipitar su partida, y una de las cuales la sucede ya en el pensamiento inmortal de la especie, han salido de su vientre. 21 I

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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

LIBRO SEGUNDO<br />

El enjambre.<br />

<strong>La</strong>s <strong>abejas</strong> <strong>de</strong>l enjambre que elegimos, han sacudido, pues, el entorpecimiento<br />

<strong>de</strong>l invierno. <strong>La</strong> reina ha vuelto a poner <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros<br />

días <strong>de</strong> febrero. <strong>La</strong>s obreras han visitado <strong>las</strong> anémonas, <strong>las</strong> aliagas,<br />

<strong>las</strong> pulmonarias, <strong>las</strong> violetas, los sauces, los avellanos. Luego, la primavera<br />

ha invadido la tierra; los graneros y <strong>las</strong> cuevas rebosan <strong>de</strong> miel<br />

y <strong>de</strong> polen, millares <strong>de</strong> <strong>abejas</strong> nacen cada día. Los machos, gruesos y<br />

pesados, salen <strong>de</strong> sus vastas celdas, recorren los panales, y el hacinamiento<br />

<strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong>masiado próspera llega a ser tal que, por la tar<strong>de</strong>,<br />

a su regreso <strong>de</strong> <strong>las</strong> flores, centenares <strong>de</strong> trabajadoras retrasadas no<br />

encuentran dón<strong>de</strong> alojarse y se ven en la necesidad <strong>de</strong> pasar la noche a<br />

la puerta, don<strong>de</strong> <strong>las</strong> diezma el frío.<br />

Una inquietud conmueve a todo el pueblo, Y la viejo, reina se<br />

agita. Compren<strong>de</strong> que se prepara un nuevo <strong>de</strong>stino. Ha cumplido religiosamente<br />

su <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> buena creadora, Y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber cumplido surgen<br />

la tristeza y la tribulación. Una fuerza invencible amenaza su reposo;<br />

pronto tendrá que, abandonar la ciudad en que reina. Y, sin embargo,<br />

esa ciudad es su obra y es ella entera. No es su reina en el sentido que<br />

le daríamos entre los hombres. No da or<strong>de</strong>n alguna y se encuentra<br />

sometida, como el último <strong>de</strong> sus vasallos, al po<strong>de</strong>r oculto y soberanamente<br />

sabio que llamaremos, mientras no tratemos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir dón<strong>de</strong><br />

resi<strong>de</strong>, «el espíritu <strong>de</strong> la colmena». Pero ella es allí la madre y el órgano<br />

único <strong>de</strong>l amor. <strong>La</strong> ha fundado en la incertidumbre y la pobreza. <strong>La</strong><br />

ha repoblado sin cesar con su substancia, y todos cuantos la miman,<br />

obreras, machos, larvas, ninfas, y <strong>las</strong> jóvenes princesas cuyo próximo<br />

nacimiento va a precipitar su partida, y una <strong>de</strong> <strong>las</strong> cuales la suce<strong>de</strong> ya<br />

en el pensamiento inmortal <strong>de</strong> la especie, han salido <strong>de</strong> su vientre.<br />

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