La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
Esas pobres bayas están más muertas que vivas, se trasladan con movimientos<br />
lentos, incoherentes incomprensibles. No reconoce <strong>las</strong> admirables<br />
gotas <strong>de</strong> luz que un momento antes se volcaban y salpicaban sin<br />
tregua en el hálito animado, lleno <strong>de</strong> per<strong>las</strong> y <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> mil abiertos<br />
cálices.<br />
Tiritan en <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong>. 'Se sofocan en una muchedumbre transida;<br />
se diría que son prisioneras enfermas o reinas <strong>de</strong>stronadas que no tuvieron<br />
más que un segundo <strong>de</strong> brillo entre <strong>las</strong>, flores iluminadas <strong>de</strong>l<br />
jardín, para volver en seguida a la miseria vergonzosa <strong>de</strong> su taciturna y<br />
repleta morada.<br />
Suce<strong>de</strong> con el<strong>las</strong> lo que con todas <strong>las</strong> realida<strong>de</strong>s profundas. Hay<br />
que apren<strong>de</strong>r a observar<strong>las</strong>. Un habitante <strong>de</strong>, otro planeta que viera a<br />
los hombres yendo y viniendo casi insensiblemente por <strong>las</strong> calles,<br />
amontonándose en torno <strong>de</strong> ciertos edificios, o en ciertas plazas,<br />
aguardando quién sabe qué, sin movimiento aparente, en el fondo <strong>de</strong><br />
sus habitaciones, <strong>de</strong>duciría también que son inertes y miserables. Sólo<br />
a la larga se <strong>de</strong>slinda la acti<strong>vida</strong>d múltiple <strong>de</strong> esa inercia.<br />
<strong>La</strong> verdad es que cada una <strong>de</strong> esas pequeñas bayas casi inmóviles,<br />
trabaja, sin <strong>de</strong>scanso y ejerce un oficio diferente. Ninguna <strong>de</strong> el<strong>las</strong><br />
conoce el reposo, y <strong>las</strong> que, por ejemplo, parecen más dormidas y<br />
cuelgan contra los vidrios en muertos racimos, tienen la tarea más<br />
misteriosa y abrumadora: forman y secretan cera. Pero pronto hemos<br />
<strong>de</strong> encontrarnos con el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> esta unánime acti<strong>vida</strong>d. Por el momento<br />
basta llamar la atención sobre el rasgo esencial <strong>de</strong> la naturaleza<br />
<strong>de</strong> la abeja, que explica el amontonamiento extraordinario <strong>de</strong> ese trabajo<br />
confuso. <strong>La</strong>, abeja es ante todo, y aún más que la, hormiga, un ser<br />
<strong>de</strong> muchedumbre. Sólo pue<strong>de</strong> vivir en montón. Cuando sale <strong>de</strong> la colmena,<br />
tan atestada que tiene que abrirse, a cabezazos su camino por <strong>las</strong><br />
pare<strong>de</strong>s vivientes que la encierran, sale <strong>de</strong> su elemento propio. Se sumerge<br />
un instante en el espacio lleno <strong>de</strong> flores, como se sumerge el<br />
nadador en el océano lleno <strong>de</strong> per<strong>las</strong>; pero, bajo pena <strong>de</strong> muerte, es<br />
menester que a intervalos regulares vuelva a respirar la multitud, lo<br />
mismo que el nadador sale a respirar el aire. Aislada, provista <strong>de</strong> víveres<br />
abundantes, y en la temperatura más favorable., expira al cabo <strong>de</strong><br />
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