La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
aquel<strong>las</strong> que obe<strong>de</strong>cen mejor a ese <strong>de</strong>ber son <strong>las</strong> que se hallan mejor<br />
preparadas para aprovechar <strong>de</strong> la intervención sobrenatural que eleva<br />
hoy la suerte <strong>de</strong> su especie. Ahora bien, es menos difícil <strong>de</strong> lo que se<br />
cree <strong>de</strong>scubrir el <strong>de</strong>ber invencible <strong>de</strong> un ser. Se lee siempre, en el órgano<br />
que le distingue y al que están subordinados todos los <strong>de</strong>más. Y así<br />
como está inserto en la lengua, la boca y el estómago <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> que<br />
<strong>de</strong>ben producir la miel, en nuestros ojos, en nuestros oídos, en nuestra<br />
médula, en los lóbulos <strong>de</strong> nuestra cabeza, en todo el sistema nervioso<br />
<strong>de</strong> nuestro cuerpo, está escrito que hemos sido creados para transformar<br />
lo que absorbemos <strong>de</strong> <strong>las</strong> cosas <strong>de</strong> la tierra, en una energía particular<br />
y en una cualidad única en el globo. Ningún ser que yo sepa, ha<br />
sido combinado para producir como nosotros ese fluido extraño que<br />
llamamos pensamiento, inteligencia, entendimiento, razón, alma, espíritu,<br />
potencia cerebral, virtud, bondad, justicia, saber; porque posee mil<br />
nombres, aunque no tenga sino una sola esencia. Todo en nosotros le<br />
ha sido sacrificado. Nuestros músculos, nuestra salud, la agilidad <strong>de</strong><br />
nuestros miembros, el equilibrio <strong>de</strong> nuestras funciones animales, la<br />
quietud <strong>de</strong> nuestra <strong>vida</strong> llevan la creciente pena <strong>de</strong> su prepon<strong>de</strong>rancia.<br />
Es el estado más precioso y más difícil a que pueda elevarse la materia.<br />
<strong>La</strong> llama, el calor, la luz, la <strong>vida</strong> misma, luego el instinto más sutil que<br />
la <strong>vida</strong> y la mayor parte <strong>de</strong> <strong>las</strong> fuerzas intangibles que coronaban el<br />
mundo antes <strong>de</strong> nuestra llegada, han pali<strong>de</strong>cido al contacto <strong>de</strong>l efluvio<br />
nuevo. No sabemos dón<strong>de</strong> nos conduce, qué hará <strong>de</strong> nosotros, qué<br />
haremos con él. El mismo nos lo enseñará cuando reine en la plenitud<br />
<strong>de</strong> su fuerza. Entretanto no pensemos sino en darle todo cuanto nos<br />
pida, en sacrificarle todo cuanto pueda retardar su florecimiento. No<br />
cabe duda <strong>de</strong> que ese es, por ahora, el primero y el más claro <strong>de</strong> nuestros<br />
<strong>de</strong>beres. El nos enseñará los otros. Los alimentará y prolongará<br />
según sea alimentado él mismo, con lo el agua <strong>de</strong> <strong>las</strong> alturas alimenta y<br />
prolonga los arroyos <strong>de</strong> la llanura, según el alimento misterioso <strong>de</strong> su<br />
cima. No nos <strong>de</strong>svivamos por saber quién aprovechará la fuerza que va<br />
acumulándose a costa nuestra. <strong>La</strong>s <strong>abejas</strong> ignoran si han <strong>de</strong> comer la<br />
miel que cosechan. También nosotros ignoramos quién se servirá <strong>de</strong> la<br />
potencia espiritual que introducimos en el Universo. Así como andan<br />
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