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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

166<br />

XV<br />

Pero, una inteligencia que adquiriese más clara conciencia <strong>de</strong>l<br />

objeto <strong>de</strong> la <strong>vida</strong> en común, ¿no podría libertarse <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>de</strong>más faltas?<br />

Mucho habría que <strong>de</strong>cir sobre esas faltas que, tan pronto emanan <strong>de</strong> lo<br />

ignoto <strong>de</strong> la colmena, tan pronto no son sino consecuencias <strong>de</strong> la enjambrazón<br />

y <strong>de</strong> sus errores, en los que hemos tomado parte. Pero, por<br />

lo que se ha visto hasta ahora, cada cual pue<strong>de</strong>, según su gusto, acordar<br />

o negar inteligencia a <strong>las</strong> <strong>abejas</strong>. No me empeño en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<strong>las</strong>, me<br />

parece que en más <strong>de</strong> una ocasión muestran discernimiento, pero aunque,<br />

hicieran ciegamente lo que hacen, mi curiosidad no disminuiría.<br />

Es interesante ver que un cerebro encuentra en sí mismo recursos extraordinarios<br />

para luchar contra el frío, el hambre, la muerte, el tiempo,<br />

el espacio, la soledad, todos los enemigos <strong>de</strong> la materia que se anima;<br />

pero que un ser logre mantener su pequeña <strong>vida</strong> complicada y profunda<br />

sin exce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l instinto, sin hacer nada que no sea muy común, es cosa<br />

tan interesante cuanto extraordinaria también. Lo maravilloso se confun<strong>de</strong>n<br />

y equivalen cuando se les coloca en su verda<strong>de</strong>ro lugar en el<br />

seno <strong>de</strong> la Naturaleza. Ya no se trata <strong>de</strong> ellos, que llevan nombres<br />

usurpados, se trata <strong>de</strong> lo incomprensible y lo inexplicado, que <strong>de</strong>ben<br />

<strong>de</strong>tener nuestras miradas, regocijar nuestra acti<strong>vida</strong>d y dar una forma<br />

nueva, y más justa a nuestras i<strong>de</strong>as, nuestros sentimientos y nuestras<br />

palabras. Hay sensatez en no <strong>de</strong>tenerse en otra cosa.<br />

XVI<br />

Sea como sea, no tenemos calidad para juzgar en nombre <strong>de</strong><br />

nuestra inteligencia, <strong>las</strong> faltas <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong>. ¿No vemos acaso, entre<br />

nosotros, que la conciencia y la inteligencia viven largo tiempo en<br />

medio <strong>de</strong> los errores y <strong>las</strong> faltas, sin darse cuenta <strong>de</strong> el<strong>las</strong>, y mucho<br />

mayor tiempo aún sin ponerles remedio? Si existe un ser cuyo <strong>de</strong>stino<br />

lo llame especial, casi orgánicamente, a darse cuenta, a vivir y organizar<br />

la <strong>vida</strong> en común <strong>de</strong> acuerdo con la razón pura, es indudablemente

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