La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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www.elaleph.com Mauricio Mæterlinck donde los libros son gratis fuerza. No pudiendo producir cera, ni taladrar madera, ni cavar el suelo, practica desmañadas galerías en la médula tierna de las zarzas secas, instala allí algunas celdas toscamente acomodadas, las provee de un poco de alimento destinado a los hijos que no verá jamás, y luego, cumplida su pobre misión para un fin que no conoce y que no conocemos tampoco, se va a morir a un rincón, sola en el mundo, como había vivido. Pasaremos por alto muchas especies intermedias en que podríamos ver alargarse poco a poco la lengua, para chupar el néctar en el hueco de mayor número de corolas aparecer y desarrollarse el aparato colector del polen, pelos, penachos, cepillos tibiales, tarsianos o ventrales, fortificarse las patas, y las mandíbulas, formarse secreciones útiles, y al genio que preside la construcción de las moradas, buscar y hallar en todos sentidos mejoras sorprendentes. Semejante estudio exigiría un libro. Sólo quiero esbozar un capítulo, menos que un capítulo, una página que nos muestra a través de las tentativas vacilantes de la voluntad de vivir y de ser más felices, el nacimiento, el desarrollo y la consolidación de la inteligencia social. Hemos visto revolotear a la desdichada Prosopis, que lleva en silencio en este vasto Universo lleno de fuerzas espantables, su pequeño destino solitario. Cierto número de sus hermanas, pertenecientes a razas ya mejor provistas de útiles y más hábiles, por ejemplo, las bien vestidas Coletas o la maravillosa cortadora de las hojas del rosal, el Megaquillo centuncular, viven en el mismo profundo aislamiento, y si alguien se apega a ellas por casualidad, y ya a compartir su morada es, o un enemigo, o más posiblemente un parásito, porque el mundo de las abejas está poblado de fantasías, más extraños que los nuestros, y más de una rama tiene una especie de sombra misteriosa e inactiva, exactamente igual a la víctima que elige, con la única diferencia de que, su pereza inmemorial le ha hecho- perder uno por uno todos los instru- 158 X

www.elaleph.com La vida de las abejas donde los libros son gratis mentos de trabajo, y de que no puedo subsistir sino a costa del tipo laborioso de su raza 19 . Sin embargo, entre las abejas que se han llamado con el nombre, quizá demasiado categórico de Apidos Solitarios, ya se incuba el instinto social, semejante a una llama comprimida bajo el montón de materia que sofoca toda vida primitiva. Aquí y allí, en direcciones inesperadas, coja resplandores tímidos y a veces extraños, como para reconocerlo, llega a perforar la pira que la oprime y que algún día alimentará su triunfo. Si todo es materia en este mundo, en esto se sorprende el movimiento más inmaterial de la materia. Se trata de pasar de la vida egoísta, precaria e incompleta, a la vida fraternal, algo más segura y algo más dichosa. Se trata, de unir idealmente por el espíritu lo que está realmente separado por el cuerpo, de obtener que el individuo se sacrifique a la especie, y de substituir lo que no se ve a las cosas que se ven. ¿Es tan asombroso, entonces, que las abejas no realicen de un solo golpe lo que nosotros, que nos encontramos en el punto privilegiado de donde el instinto irradia por todas partes sobre la conciencia, no hemos puesto en claro todavía? También es curioso, casi conmovedor, ver cómo la nueva idea anda primero a tientas en las tinieblas que envuelven todo cuanto nace sobre esta tierra. Sale de la materia y es todavía completamente material. No es, más que frío, hambre, miedo, transformados en una cosa que, aún no tiene figura alguna. Se arrastra confusamente en torno de los grandes peligros, en torno de las largas noches de la proximidad del invierno, de un sueño equívoco que es casi igual a la muerte. 19 Ejemplos - Los abejorros, que tienen como parásitos a los Psithyros, los Stelidos que viven a espensas de las Anthidias. «Estamos obligados a admitir» dice con mucha razón J. Pérez en Les Abeffles a propósito de la identidad frecuente del parásito y su víctima, -estamos obligados a admitir que los dos géneros no son sino dos formas de un mismo tipo y que están unidos entre sí por la más estrecha afinidad. Para los naturalistas que se adhieren a la doctrina del transformismo, este parentesco no es puramente ideal sino real. El género parásito no sería entonces más que una rama salida del género trabajador, y que ha perdido sus órganos de recolección a consecuencia de su adaptación a la vida parásita. 159

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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

mentos <strong>de</strong> trabajo, y <strong>de</strong> que no puedo subsistir sino a costa <strong>de</strong>l tipo<br />

laborioso <strong>de</strong> su raza 19 .<br />

Sin embargo, entre <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> que se han llamado con el nombre,<br />

quizá <strong>de</strong>masiado categórico <strong>de</strong> Apidos Solitarios, ya se incuba el instinto<br />

social, semejante a una llama comprimida bajo el montón <strong>de</strong><br />

materia que sofoca toda <strong>vida</strong> primitiva. Aquí y allí, en direcciones<br />

inesperadas, coja resplandores tímidos y a veces extraños, como para<br />

reconocerlo, llega a perforar la pira que la oprime y que algún día alimentará<br />

su triunfo.<br />

Si todo es materia en este mundo, en esto se sorpren<strong>de</strong> el movimiento<br />

más inmaterial <strong>de</strong> la materia. Se trata <strong>de</strong> pasar <strong>de</strong> la <strong>vida</strong><br />

egoísta, precaria e incompleta, a la <strong>vida</strong> fraternal, algo más segura y<br />

algo más dichosa. Se trata, <strong>de</strong> unir i<strong>de</strong>almente por el espíritu lo que<br />

está realmente separado por el cuerpo, <strong>de</strong> obtener que el individuo se<br />

sacrifique a la especie, y <strong>de</strong> substituir lo que no se ve a <strong>las</strong> cosas que se<br />

ven. ¿Es tan asombroso, entonces, que <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> no realicen <strong>de</strong> un<br />

solo golpe lo que nosotros, que nos encontramos en el punto privilegiado<br />

<strong>de</strong> don<strong>de</strong> el instinto irradia por todas partes sobre la conciencia,<br />

no hemos puesto en claro todavía? También es curioso, casi conmovedor,<br />

ver cómo la nueva i<strong>de</strong>a anda primero a tientas en <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong> que<br />

envuelven todo cuanto nace sobre esta tierra. Sale <strong>de</strong> la materia y es<br />

todavía completamente material. No es, más que frío, hambre, miedo,<br />

transformados en una cosa que, aún no tiene figura alguna. Se arrastra<br />

confusamente en torno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s peligros, en torno <strong>de</strong> <strong>las</strong> largas<br />

noches <strong>de</strong> la proximidad <strong>de</strong>l invierno, <strong>de</strong> un sueño equívoco que es casi<br />

igual a la muerte.<br />

19 Ejemplos - Los abejorros, que tienen como parásitos a los Psithyros, los<br />

Stelidos que viven a espensas <strong>de</strong> <strong>las</strong> Anthidias. «Estamos obligados a admitir»<br />

dice con mucha razón J. Pérez en Les Abeffles a propósito <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad<br />

frecuente <strong>de</strong>l parásito y su víctima, -estamos obligados a admitir que los dos<br />

géneros no son sino dos formas <strong>de</strong> un mismo tipo y que están unidos entre sí<br />

por la más estrecha afinidad. Para los naturalistas que se adhieren a la doctrina<br />

<strong>de</strong>l transformismo, este parentesco no es puramente i<strong>de</strong>al sino real. El género<br />

parásito no sería entonces más que una rama salida <strong>de</strong>l género trabajador, y<br />

que ha perdido sus órganos <strong>de</strong> recolección a consecuencia <strong>de</strong> su adaptación a la<br />

<strong>vida</strong> parásita.<br />

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