La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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<strong>La</strong> <strong>vida</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
odio reconcentrado y terrible, y apenas tienen criados a su vez, aprovechan<br />
la experiencia <strong>de</strong> la servidumbre para sobrepasar la dureza y la,<br />
avaricia <strong>de</strong> que fueron víctimas.<br />
Podría presentar el <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> <strong>las</strong> mezquinda<strong>de</strong>s, rapacerías, tiranías,<br />
injusticias, rencores que animan este trabajo bañado <strong>de</strong> espacio y<br />
<strong>de</strong> paz. No crea usted que la vista <strong>de</strong> este cielo admirable, <strong>de</strong>l mar que<br />
tien<strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la iglesia otro cielo más sensible que fluye sobre la<br />
tierra como un gran espejo <strong>de</strong> conciencia y <strong>de</strong> sabiduría, no crea usted<br />
que todo eso los ensanche y los eleve. Nunca lo han mirado. Nada<br />
conmueve ni conduce sus pensamientos, fuera <strong>de</strong> tres o cuatro temores<br />
circunscriptos: temor al hambre, temor a la fuerza, a la opinión y la ley,<br />
y en la hora <strong>de</strong> la muerte, el terror <strong>de</strong>l infierno. Para <strong>de</strong>mostrar lo que<br />
son, habría que tomarlos uno por uno. Mire usted ese alto, que está a la<br />
izquierda, ese <strong>de</strong> aire jovial, que lanza tan gruesos haces. El verano<br />
pasado, sus amigos le rompieron el brazo <strong>de</strong>recho en una riña <strong>de</strong> taberna.<br />
Le reduje la fractura, que era peligrosa Y complicada. Le asistí<br />
largo tiempo, le di con que vivir mientras no podía volver al trabajo.<br />
Iba todos los días a casa. Aprovechó la circunstancia para hacer correr<br />
la voz por la al<strong>de</strong>a que me había sorprendido en brazos <strong>de</strong> mi cuñada, y<br />
que mi madre se embriagaba. No es perverso y no me odia; al. contrario,<br />
observe usted que su rostro se ilumina con una buena y sincera<br />
sonrisa en cuanto me ve. Tampoco lo impulsaba el odio social. El<br />
campesino no odia al rico; respeta <strong>de</strong>masiado la riqueza. Pero creo que<br />
mi buen gañán no comprendía por qué lo asistía yo sin sacar provecho<br />
<strong>de</strong> ello. Sospecha alguna mala intención, y no quiere ser víctima <strong>de</strong><br />
ella. Más <strong>de</strong> uno, más rico o más pobre, había hecho antes que, él lo<br />
mismo o peor... No creía mentir al propagar esas invenciones: obe<strong>de</strong>cía<br />
a una or<strong>de</strong>n confusa <strong>de</strong> la moralidad ambiente. Contestaba sin saberlo,<br />
y a pesar suyo, por <strong>de</strong>cirlo así, el <strong>de</strong>seo omnipotente <strong>de</strong> la malevolencia<br />
general... Pero, ¿a qué terminar un cuadro que conocen cuantos han<br />
vivido algunos años en el campo? He ahí la segunda apariencia que la<br />
mayoría llama la verdad. Es la verdad <strong>de</strong> la <strong>vida</strong> necesaria. Es indudable<br />
que <strong>de</strong>scansa sobre los hechos más preciosos, sobre los únicos que<br />
todo hombre pue<strong>de</strong> observar y comprobar.<br />
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