La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />
No seguiremos <strong>las</strong> aventuras <strong>de</strong>, esos enjambres. Son numerosas y<br />
a menudo complicadas. A veces dos enjambres, se mezclan; otras, en<br />
el zafarrancho <strong>de</strong> la partida, dos o tres <strong>de</strong> <strong>las</strong> reinas prisioneras escapan<br />
a la vigilancia <strong>de</strong> <strong>las</strong> guardianas y se unen al racimo que se, forma. A<br />
veces, también, una <strong>de</strong> <strong>las</strong> jóvenes reinas, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> macho, aprovecha<br />
el vuelo <strong>de</strong>l enjambre para, hacerse fecundar, y arrastra entonces a<br />
todo su pueblo a una altura y una distancia extraordinarias. En la práctica<br />
<strong>de</strong> la apicultura, siempre se <strong>de</strong>vuelven a la colmena madre esos<br />
enjambres secundarios y terciarios. <strong>La</strong>s reinas se vuelven a encontrar<br />
en la colmena, <strong>las</strong> obreras forman círculo en torno <strong>de</strong> sus combates, y<br />
cuándo la mejor ha triunfado, enemigas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, á<strong>vida</strong>s <strong>de</strong> trabajo,<br />
arrojan fuera los cadáveres, cierran la puerta a <strong>las</strong> violencias <strong>de</strong>l<br />
porvenir, ol<strong>vida</strong>n el pasado, suben a <strong>las</strong>, celdas y vuelven a tomar el<br />
tranquilo sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> <strong>las</strong> flores que <strong>las</strong> aguardan.<br />
108<br />
XI<br />
XII<br />
Para simplificar nuestro relato reanu<strong>de</strong>mos don<strong>de</strong> habíamos interrumpido<br />
la historia <strong>de</strong> la reina a quien <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> permitieron asesinar<br />
a <strong>las</strong> hermanas en sus cunas. Ya he dicho que a menudo se, oponen a<br />
estas matanzas, aun cuando no parezcan abrigar la intención <strong>de</strong> lanzar<br />
un segundo enjambre. A menudo, también, <strong>las</strong> autorizan, porque el<br />
espíritu político <strong>de</strong> <strong>las</strong> colmenas es tan diverso como el <strong>de</strong> <strong>las</strong> naciones<br />
humanas <strong>de</strong> un mismo continente. Pero lo cierto es que al autorizar<strong>las</strong><br />
cometen una impru<strong>de</strong>ncia. Si la reina perece o se extravía en el vuelo<br />
nupcial, no queda quien la reemplace, y <strong>las</strong> larvas <strong>de</strong> obreras han pasado<br />
ya la edad <strong>de</strong> la regia transformación. Pero, en fin, la impru<strong>de</strong>ncia,<br />
está cometida, y he aquí a la primer nacida, soberana única y reconocida<br />
en el pensamiento <strong>de</strong>l pueblo. Sin embargo, todavía está virgen.<br />
Para que llegue, a ser semejante a la madre a quien reemplaza, es necesario<br />
que se encuentre con el macho <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los veinte, primeros días<br />
que siguen a su nacimiento. Si, por cualquier causa, este encuentro se