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La vida de las abejas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Mauricio Mæterlinck don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

104<br />

VII<br />

Después que la joven soberana ha <strong>de</strong>struido <strong>las</strong> cunas y muerto su<br />

rival, es aceptada, por el pueblo, y ya no le falta, para reinar verda<strong>de</strong>ramente<br />

y verse tratada como lo era su madre, sino realizar el vuelo<br />

nupcial, pues <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> no se ocupan <strong>de</strong> ella, y le rin<strong>de</strong>n pocos homenajes<br />

mientras es infecunda. Pero, su historia suele ser a menudo menos<br />

sencilla, y <strong>las</strong> obreras renuncian rara vez a hacer un segundo<br />

enjambre.<br />

En este caso, como en el otro, y llevada por el mismo objeto, se<br />

acerca a <strong>las</strong> celdas reales, pero en lugar <strong>de</strong> hallarse en el<strong>las</strong> con criadas<br />

sumisas que la animen, tropieza con una guardia numerosa y hostil que<br />

le cierra, el paso. Irritada e impulsada por su i<strong>de</strong>a fija, la reina, trata <strong>de</strong><br />

forzar o burlar el bloqueo pero por todas partes encuentra centine<strong>las</strong><br />

que velan por <strong>las</strong> princesas dormidas. Se obstina, vuelve a la carga, se<br />

la rechaza cada vez más bruscamente, llega a maltratársela, hasta que<br />

compren<strong>de</strong> <strong>de</strong> una manera informe que aquel<strong>las</strong> pequeñas obreras<br />

representan una ley ante la que <strong>de</strong>be ce<strong>de</strong>rla otra qu la anima.<br />

Aléjese, por fin, y su cólera no satisfecha se pasea <strong>de</strong> panal en panal,<br />

haciendo resonar en ellos el canto <strong>de</strong> guerra e el lamento amenaza,<br />

el que todo apicultor conoce, que asemeja el sonido <strong>de</strong> una trompeta<br />

argentina y lejana y que es tan po<strong>de</strong>roso en su <strong>de</strong>bilidad enconada, que<br />

se oye, sobre todo <strong>de</strong> noche, a tres o cuatro metros <strong>de</strong> distancia a través<br />

<strong>de</strong> <strong>las</strong> dobles pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la colmena mejor cerrada.<br />

Ese grito real tiene sobre <strong>las</strong> obreras una influencia mágica. <strong>La</strong>s<br />

sumerge en una especie <strong>de</strong> terror y <strong>de</strong>, estupor respetuoso, y cuando la<br />

reina lo lanza sobre <strong>las</strong> celdas prohibidas, <strong>las</strong> guardias que la ro<strong>de</strong>an y<br />

la tironean se <strong>de</strong>tienen bruscamente, bajan la cabeza, y aguardan inmóviles<br />

a que, haya acabado <strong>de</strong> resonar. Créese también que, gracias al<br />

prestigio <strong>de</strong> ese grito, que imita el Esfinge Atropos, pue<strong>de</strong> penetrar en<br />

<strong>las</strong> celdas en que se, harta <strong>de</strong> miel, sin que <strong>las</strong> <strong>abejas</strong> piensen en atacarla.<br />

Durante dos o tres días, a veces hasta cinco, el ultrajado gemido

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