Enero 2013 - El Barrio Villa Pueyrredón
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<strong>El</strong> 4 de octubre de 1810, Antonio<br />
González Balcarce comienza<br />
su desplazamiento hacia<br />
el norte, luego de concluir<br />
las operaciones militares en Córdoba.<br />
Sigue las órdenes enviadas<br />
desde Buenos Aires por<br />
Mariano Moreno que, en forma<br />
paralela, también moviliza a<br />
Juan José Castelli como delegado<br />
de la Junta, el cual comienza<br />
el largo camino al norte con<br />
instrucciones precisas. Estas<br />
son secretas y en las mismas se<br />
instruye a Castelli para que entable<br />
negociaciones reservadas<br />
con José Manuel Goyeneche,<br />
pero también para que proceda<br />
a “arcabucear a Nieto,<br />
Sáenz, Goyeneche y el obispo<br />
de La Paz, en cualquier lugar<br />
donde sean habidos”.<br />
Nuevas instrucciones a Castelli<br />
le amplían sus poderes para<br />
destituir autoridades, suspenderlas<br />
e imponerles contribuciones<br />
y, en caso necesario,<br />
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Página 18 - <strong>El</strong> <strong>Barrio</strong> <strong>Villa</strong> <strong>Pueyrredón</strong><br />
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Castelli cumplirá en plenitud<br />
estas atribuciones, junto a las<br />
fuerzas revolucionarias, en los<br />
enfrentamientos bélicos en el<br />
Alto Perú.<br />
En Buenos Aires, la Junta<br />
pergeña la primera misión diplomática.<br />
La misma está a cargo<br />
del alférez de navío Matías<br />
Irigoyen – propuesto por Belgrano-<br />
y tenía como motivo oficial<br />
prestar acatamiento a la Corona<br />
española. Pero había otro<br />
objetivo: lograr que el gobierno<br />
inglés reconozca y dé su apoyo<br />
a las autoridades de la Junta<br />
de Buenos Aires. Irigoyen es recibido<br />
en el Foreign Office- en<br />
Londres, el 8 de agosto de 1810por<br />
el marqués Richard Colley<br />
Wellesley, quien recibe los pliegos<br />
enviados por la Junta. Pero<br />
el reconocimiento no se produce:<br />
la alianza de Inglaterra con España<br />
no se los permite. Así se<br />
frustró el primer reconocimiento.<br />
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Por Alejandro Kosciukowicz<br />
Irigoyen se cruza circunstancialmente<br />
en otras reuniones con<br />
otro negociador americano,<br />
quien pretende obtener el mismo<br />
resultado que Irigoyen: Andrés<br />
Bello, que le presenta a su<br />
jefe, Simón Bolívar. Ambas delegaciones<br />
buscan el reconocimiento,<br />
ya que el gobierno de<br />
Caracas ha decidido también<br />
enviar agentes para negociar el<br />
apoyo británico.<br />
Poco tiempo después otra misión,<br />
integrada por Aguirre y<br />
Crompton, llega a Londres con<br />
el mandato de la Junta para negociar<br />
la compra de armas. Está<br />
encabezada por el capitán José<br />
Agustín Aguirre, aunque la realidad<br />
nos muestra que éste es<br />
un mero acompañante del comerciante<br />
inglés Thomas Crompton<br />
quien, en negociaciones<br />
con la Junta de Buenos Aires,<br />
había propuesto el envío de una<br />
importante partida de armas.<br />
Pero este negocio inglés fue<br />
desestimado por Wellesley al<br />
recibir presiones del gobierno,<br />
aliado de España.<br />
Ciertamente, el panorama en<br />
el campo militar era más que<br />
preocupante. Las fuerzas armadas,<br />
comparadas con las del<br />
enemigo, eran pobres. La escasez<br />
de armamento y de otros<br />
útiles de guerra fue suplida por<br />
un entusiasmo excepcional y<br />
una entrega total para la causa<br />
revolucionaria. Moreno, desde<br />
su despacho en Buenos Aires,<br />
monitorea por medio de correos<br />
el avance de la expedición al<br />
norte en la lejana Jujuy.<br />
En las provincias altoperuanas,<br />
los realistas se preocupan<br />
con las noticias alarmantes<br />
del desastre que han sufrido en<br />
Córdoba. <strong>El</strong> Virrey del Perú<br />
(Abascal), ha tomado bajo su<br />
mando a estas provincias y decide<br />
defenderlas ante el avance<br />
de las fuerzas porteñas.<br />
Con el desplazamiento de las<br />
tropas de González Balcarce a<br />
campo traviesa, el gobernador<br />
intendente de Chuquisaca, Vicente<br />
Nieto, se desplaza con<br />
sus tropas a Potosí, donde establece<br />
una plaza fortificada.<br />
Nieto pide urgentes refuerzos<br />
al Virrey del Perú, pero éste debe<br />
retener a todos sus soldados<br />
pues estalló una feroz rebelión<br />
en Quito, que amenaza al propio<br />
Perú.<br />
<strong>El</strong> avance de las fuerzas porteñas<br />
ya es percibido como una<br />
amenaza directa, a lo que Nieto<br />
debe sumar que la provincia de<br />
Cochabamba se ha levantado<br />
en armas.<br />
Al llegar a Buenos Aires las<br />
noticias del alzamiento cochabambino,<br />
Mariano Moreno publica<br />
en La Gazeta: “el Alto Perú<br />
será libre, porque Cochabamba<br />
quiere que lo sea”. <strong>El</strong> jefe revolucionario<br />
es el teniente coronel<br />
Francisco del Rivero, al que<br />
nombra la Junta gobernador intendente<br />
y le ordena defender y<br />
fortificar la plaza, para luego esperar<br />
a que lleguen las tropas de<br />
Antonio González Balcarce.<br />
Nieto comprende al instante el<br />
peligro que se cierne sobre Potosí.<br />
Son acosados por el avance<br />
desde el sur, por González<br />
Balcarce, y desde el norte y<br />
otras direcciones por los revolucionarios<br />
de del Rivero. Nieto<br />
procede sin vacilaciones: le ordena<br />
al general José de Córdoba<br />
y Rojas que instale un dispositivo<br />
de defensa en los cerros<br />
de Santiago de Cotagaita.<br />
Al amanecer del 27 de octubre<br />
de 1810, las tropas de<br />
González Balcarce son avistadas.<br />
Se detiene a un kilómetro<br />
de las tropas realistas. Envía al<br />
coronel Santiago de las Carreras<br />
para intimar la rendición de<br />
Córdoba, que es rechazada. Las<br />
fuerzas revolucionarias, tras la<br />
orden de González Balcarce, se<br />
lanzan a las diez de la mañana<br />
en un furioso ataque contra las<br />
defensas de Córdoba, que se<br />
sorprende pero luego se rehacen<br />
y ofrecen tenaz resistencia.<br />
Tras cuatro horas de lucha,<br />
Balcarce ordena la retirada,<br />
pero debe repetir la orden pues<br />
el fragor de la lucha impide que<br />
ésta llegue a todos. Cuando comienza<br />
la retirada, los españoles<br />
permanecen en sus posiciones,<br />
no atinando perseguir<br />
a los revolucionarios, que retroceden<br />
en forma ordenada,<br />
abandonando el campo.<br />
Nieto le recrimina airadamente<br />
a Córdoba su falta de coraje al<br />
no perseguir a los revolucionarios.<br />
Balcarce comprende que ese<br />
es un lugar donde los españoles<br />
son demasiado fuertes, por lo<br />
que cruza Tupiza y vadea el río<br />
Suipacha, alcanzando la pequeña<br />
localidad de Nazareno, el 6<br />
de noviembre. Providencialmente,<br />
llegan doscientos hombres<br />
y dos cañones como refuerzo<br />
que le envía Castelli, junto<br />
a víveres frescos y la paga para<br />
los soldados acantonados.<br />
Castelli ha aplicado la “psicología”,<br />
obteniendo un éxito rotundo<br />
en el ánimo de las tropas,<br />
que esperan confiadas el combate<br />
con los realistas.<br />
<strong>El</strong> 7 de noviembre, al amanecer,<br />
aparece un extraño “pendón<br />
de andrajos y calaveras” al otro<br />
lado del río. Cuando González<br />
Balcarce logra identificarlo, sonríe.<br />
Es la forma que Córdoba ha<br />
elegido para intimidarlos, al llegar<br />
con su ejército.<br />
Balcarce recoge el guante y<br />
decide jugar también: envía, en<br />
forma subrepticia, a varios indios<br />
para que desinformen a<br />
Córdoba, mezclándolos con el<br />
enemigo. Córdoba así se entera<br />
que en las filas revolucionarias<br />
cunde el caos, pues no se<br />
les ha pagado a los soldados<br />
y, además, ante la falta de armamento,<br />
hay gran descontento.<br />
Córdoba decide incentivar la<br />
deserción ofreciendo dinero<br />
por “los sueldos devengados y<br />
treinta pesos si trae el fusil y quince<br />
si viene sin él”. La victoria está<br />
al alcance de la mano, según el<br />
pensamiento de Nieto y Córdoba,<br />
pues cuentan con unidades<br />
de la “Marina, de Dragones y del<br />
Fijo” que deben enfrentar a<br />
“desarrapados”. A las once de<br />
la mañana, los españoles toman<br />
posiciones sobre el río Suipacha<br />
ganando la playa y algunas posiciones<br />
de altura sobre el flanco<br />
izquierdo de Balcarce.<br />
Este, astutamente, ha ocultado<br />
al grueso de las tropas en los<br />
cerros adyacentes, mostrando<br />
a los españoles sólo una avanzada<br />
de doscientos hombres<br />
y dos cañones.<br />
Un Córdoba exultante cree<br />
que el informe de los indios es<br />
veraz. Rápidamente, manda a<br />
cargar a ochocientos hombres<br />
y cuatro cañones vigorosamente,<br />
alargando sus líneas.<br />
Balcarce, al ver avanzar al<br />
grueso de los españoles, los<br />
espera silenciosamente. Hábilmente,<br />
aquellos doscientos hombres<br />
expuestos retroceden y<br />
son perseguidos profundamente.<br />
En forma sincronizada, ante<br />
la orden de González Balcarce,<br />
las tropas revolucionarias atacan<br />
los flancos españoles, de<br />
forma tan contundente que<br />
vencen totalmente a las tropas<br />
de Córdoba, dispersándolas. <strong>El</strong><br />
propio Córdoba, azorado ante<br />
tamaño desastre, debe huir y<br />
a duras penas logra no ser tomado<br />
prisionero.<br />
Todo el arsenal realista quedó<br />
en el campo. Esto acrecentó notablemente<br />
el poder de los revolucionarios,<br />
pero el mayor logro<br />
de este primer triunfo de las<br />
armas de la Patria en Suipacha,<br />
fue mostrar que, con coraje y<br />
decisión, se podía vencer al<br />
invasor que nos avasalló durante<br />
trescientos años.