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<strong>La</strong> <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong><br />
4 de abril de 2012<br />
Es primavera en Swat.<br />
Roja es mi <strong>pashmina</strong>,<br />
mi amparo, mi refugio, mi prenda;<br />
contra el odio mi guarida,<br />
en invierno primavera.<br />
Esta historia,<br />
aún y cuando basada en hechos reales,<br />
es ficticia de principio a fin.<br />
Con tan solo acercarme a la ventana, puedo ver los húmedos prados extendiéndose hasta los<br />
pies de la montaña cual tapiz de terciopelo. En unos pocos días Mingora se ha llenado de color;<br />
las flores colman los bordes de los caminos: rosas, margaritas, tulipanes, crisantemos… <strong>La</strong><br />
brisa acaricia suavemente las riberas de los ríos, y me gusta la sensación del aire sobre mi piel.<br />
Extender los brazos como ramas de un árbol, correr hasta llegar al barrio. <strong>La</strong> primavera huele<br />
a libertad, tiene la luz de los días que se alargan poco a poco. Aisha y yo recorremos el trayecto<br />
hasta la escuela corriendo, deteniéndonos de vez en cuando para recoger alguna flor. Mingora<br />
parece un vestido lleno de color: nuestra ciudad es hermosa!<br />
Mi hermana y yo nos adentramos en la calle Gunbad Maira. Desde que a nuestra madre la<br />
obligaron a abandonar su puesto de profesora en la universidad, vamos solas a la escuela y<br />
aprovechamos para hacer la compra en el mercado de Abasin. Hoy hemos comprado lentejas,<br />
arroz, panecillos de naan, y carne de cabra. Nos hemos arreglado con el dinero que papa nos<br />
dio la víspera, y Hamid nos ha regalado dulces de gulab jamun. Hamid es un hombre muy<br />
agradable. Hoy nos ha vuelto a decir que si necesitamos algo se lo pidamos a él.<br />
Me gusta acudir a la escuela, pero desde que Maulana Shah Dauran publicó el edicto, las<br />
escuelas femeninas se están cerrando . <strong>La</strong> nuestra sigue abierta, pero, sin embargo, las<br />
asignaturas han cambiado mucho. Ya no nos enseñan Aritmética y Literatura, pasamos la<br />
mañana recitando el Corán.<br />
Después de las lecturas, hemos comido con Komal y Yasmina. Nos han comentado que la<br />
próxima semana se marchan a Islamabad, y no volveremos a vernos. El papa de Yasmina y<br />
Komal ha abierto una tienda de tapices en la capital y se marcha a la vivir a la ciudad.
Me encantan los tapices de su casa: azules, rojos, dorados. Cubren los suelos de las<br />
habitaciones como los prados el valle de Swat, llanos de terciopelo que se arriman a las<br />
ventanas. Hemos despedido a nuestras compañeras y nos hemos deseado suerte<br />
mutuamente.<br />
Yasmina me ha regalado una piedra redonda recogida en la ribera del rio; yo a cambio,<br />
aguantando las lágrimas, le he dado las flores de esta mañana.<br />
En el camino de vuelta a casa hemos evitado pasar por el cruce de caminos de Green Chowk.<br />
Desde que Maulana Shah Dauran prohibió bailar los asesinatos se han disparado en MIngora.<br />
<strong>La</strong> última en morir ha sido Shabana, por hacer caso omiso de la prohibición. Según cuentan, su<br />
cuerpo yace junto a otros en Green Chowk, como en un escaparate.<br />
Al acercarnos a la mezquita de Jamia, hemos visto a un hombre barbudo y delgado que no nos<br />
quitaba ojo. A cada paso levantaba el polvo con sus chancletas, vestido con su kurta oscuro y<br />
su dhoti ciñéndole la cintura. Cuando sus ojos se han posado en los míos, no he podido evitar<br />
que un escalofrío recorriera mi cuerpo.<br />
“Os voy a matar” ha dicho el hombre entre dientes. A Aisha se le ha escapado un grito y me ha<br />
agarrado fuertemente de la mano; “Tranquila, no se refiere a nosotras, está hablando por<br />
teléfono” . Creo que así mi hermana se ha tranquilizado. Aun así, en realidad, diría que ni yo<br />
misma me he creído lo que le he dicho.<br />
Antes de dormirnos, papá nos ha recitado poemas sufís y cuando se ha acercado a darnos un<br />
beso de buenas noches he visto lágrimas en sus ojos. Me duele ver llorar a mi padre.<br />
“Os voy a matar” , “Os voy a matar” , . Esa frase resuena en mis oídos, como un martillo que<br />
no cesa de dar golpes. Una y otra vez veo al hombre que ha pronunciado esas palabras, sus<br />
palabras chocan sin piedad en mi interior. Hoy no he podido conciliar el sueño, y he recordado<br />
despierta los días anteriores a esta interminable oscuridad.<br />
Desde que Talib llego al poder nuestro pueblo ha cambiado mucho.<br />
7 de mayo de 2012<br />
Oigo el ruido de aviones desde mi cama.<br />
El aeropuerto de Saidu Sharif está al otro lado del rio Swat y es habitual oír el estruendo de los<br />
aviones, pero lo de hoy ha sido distinto. Eran aviones de guerra, tres o cuatro uno detrás de<br />
otro. A lo lejos, otro par.<br />
“Papá, ¿estamos en guerra?”<br />
Me ha mirado en silencio y me ha estrechado entre sus brazos. Mamá llora a su lado.
“<strong>La</strong> armada ha llegado a la ciudad, Saima. Vienen a luchar contra Talib. Los unos son tan<br />
crueles como los otros. En adelante, si queremos sobrevivir, debemos andar con mucho<br />
cuidado…”.<br />
Tras el estruendo, el silencio se ha apoderado de la noche.<br />
En completa oscuridad, me he dirigido a mi cama. Aisha sigue dormida y yo también quisiera<br />
navegar en sus sueños. Correr en ese otro mundo en el que no existen aviones de guerra.<br />
21 de junio de 2012<br />
Hoy es mi cumpleaños y papá me ha regalado una <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong>.<br />
“¿Qué es papá? ¿Qué es?” he empezado a gritar después de cenar, cuando papá me ha<br />
enseñado el paquete que ha traído de Peshawar. Después de retirar el envoltorio de papel, he<br />
acariciado una suave tela <strong>roja</strong>, del mismo color del fruto de los cerezos o del color que el cielo<br />
tiene en los atardeceres calurosos sobre el rio Swat. <strong>La</strong> <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong> me ha gustado mucho,<br />
es alegre, huele a verano. De repente, he sentido unas ganas inmensas de ir a la escuela con mi<br />
<strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong>.<br />
“Debéis andar con mucho cuidado en la ciudad, Saima…desde la aparición de los militares, los<br />
tiroteos se suceden en cualquier lugar y a cualquier hora. Cúbrete la melena con tu <strong>pashmina</strong>, y<br />
en la escuela obedece en todo momento a la profesora. Cariño, ya sé que todo esto es muy<br />
duro, pero pasará”.<br />
Mi hermana está llorando y he asido su mano con fuerza.<br />
Me he vestido la <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong> y he observado mi imagen en el espejo. Siento que la<br />
<strong>pashmina</strong> me protege. El rojo me da fuerza.<br />
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20 de agosto de 2012<br />
Mamá me dice que escriba.<br />
Que dibuje con palabras lo que veo a nuestro alrededor.<br />
<strong>La</strong>s palabras son olas en el mar, pasos en la nieve, hojas al viento.<br />
Mamá dice que tengo la habilidad de transmitir lo que siento a través de las palabras. Al igual<br />
que Aisha dibuja con los colores, yo dibujo con las palabras, recojo los acontecimientos. Reflejo<br />
el interminable cielo, el azul del mar, el choque de la tierra. Yo escribo los mundos que están a<br />
punto de nacer en el papel.<br />
Pero, a veces, dejo de escribir. Cuando oigo en la cercanía avionetas, tiros o detonaciones de<br />
explosivos no tengo ganas de escribir. El miedo enmudece mis palabras.
En esas ocasiones, mamá también se empeña en que escriba.<br />
Y yo escribo todo aquello que me duele escribir.<br />
6 de septiembre de 2012<br />
Mingora es una ciudad revestida de oro.<br />
En verano, los amarillos campos de trigo y la tierra seca, que aparecen húmedos después de<br />
las ultimas lluvias. Pronto llegará el otoño y la oscuridad va ganando horas a la luz del día. El<br />
año pasado por estas fechas aún íbamos a los montes Asmar de picnic, pero este año<br />
septiembre es totalmente distinto. Me paso los domingos asomada a la ventana, mirando el<br />
paisaje.<br />
Hoy hemos ido a la escuela.<br />
Hamid ha venido a buscarnos, porque está prohibido que las chicas vayan por la calle sin<br />
compañía. Yo me he vestido la <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong>, y Aisha una de color naranja. Hamid nos ha<br />
acompañado en primer lugar al mercado de Abasin, a hacer la compra; panecilos de naan,<br />
arroz, cordero y dulces gulab jamun. Después, camino de la escuela, no ha parado de<br />
repetirnos que debemos andar con mucho cuidado, porque no está bien visto acudir a la<br />
escuela, y debemos disfrazarlo como si fuéramos solo de compras. Nos hemos despedido de<br />
Hamid en un edificio cercano a la escuela, y hemos echado a correr hasta la escuela.<br />
Hoy hemos asistido seis alumnas. Estos últimos tiempos el resto de las alumnas ha dejado de<br />
venir. <strong>La</strong>s profesoras tampoco asisten con regularidad, y cuando lo hacen, vienen tapadas con<br />
burkas. Fátima nos ha dicho que nosotras deberíamos hacer lo mismo, que en lugar de utilizar<br />
pañuelos de vivos colores deberíamos taparnos la cara y el cuerpo con burkas de colores<br />
oscuros. Igual que ella y Bushra.<br />
Ya no conocemos ni los nombres ni los rostros de nuestras profesoras. A lo largo de la mañana<br />
leemos el Corán, y si se oye algún tiroteo nos mandan al sótano. Pasamos miedo, y cuando<br />
siento temblar a Aisha le tiendo mi mano y la sujeto con fuerza. Igual que hoy.<br />
Camino de casa, en compañía de Hamid, hemos pasado cerca de la mezquita de Jamia.<br />
En la puerta, hemos visto a un grupo de barbudos, con chancletas, kurtas oscuros y dhotis en la<br />
cintura. A Aisha y a mí nos han lanzado severas miradas y las dos nos hemos echado a temblar,<br />
caminando detrás de Hamid.<br />
“Os voy a matar” , “Os voy a matar” , esas palabras aún resuenan en mis oídos con un<br />
martilleo constante.<br />
Hoy tampoco he podido conciliar el sueño.
5 de diciembre de 2012<br />
Blanco es el crisantemo<br />
flor en media llanura,<br />
luz en el camino,<br />
perla en mi palma.<br />
Amarillo es el trigo,<br />
el fuego y el sol;<br />
madre me cosió para el colegio<br />
un bello vestido.<br />
Verde es la esperanza,<br />
el valor para la vida;<br />
la sangre llevará a la ruina,<br />
la paz es victoria.<br />
Azul el cielo de Swat,<br />
dame tu mano ahora;<br />
hagamos nuestro camino,<br />
ha llegado la hora.<br />
Roja es mi <strong>pashmina</strong>,<br />
mi amparo, mi refugio, mi prenda;<br />
contra el odio mi guarida,<br />
en invierno primavera
Mi hermana y yo pasamos mucho tiempo en casa las dos solas. De vez en cuando vamos a la<br />
escuela, cuando Hamid puede acompañarnos a escondidas.<br />
Desde hace ya un tiempo las luchas entre los taliban y la armada se suceden sin cesar, y<br />
nuestros padres temen que nos ataquen en el camino.<br />
Mientras fuera resuenan las bombas y los tiros, Aisha y yo jugamos con los colores.<br />
Extendemos pañuelos rojos, amarillos, azules, verdes, en el suelo del salón y corremos encima<br />
de ellos; nos parece estar corriendo en un prado. Yo escribo poemas y mi hermana les pone<br />
música, danzando. Sentimos libertad al rodearnos de colores. Es como si soñáramos.<br />
Hoy he soñado todo lo que han prohibido en la escuela, y ha sido un sueño bello.<br />
12 de diciembre de 2012<br />
<strong>La</strong> nieve ha cubierto el valle de Swat.<br />
A través de la ventana, he visto la nieve extenderse como una sábana, brillando al sol. Quisiera<br />
poder correr en ese manto blanco, mirar hacia atrás y ver mis pasos cual palabras en un libro.<br />
Pero hace frío, y además, nos han prohibido salir solas a la calle. A veces pienso que pronto<br />
nos van a prohibir hasta sonreír; y, por eso, juego a imaginarme modos diferentes de sonreír,<br />
imagino que aunque el espejo refleja una cara seria, por dentro siento felicidad. Pero me<br />
resulta imposible. Simplemente imagino la felicidad, como si fuera algo de un tiempo pasado.<br />
Hoy Hamid ha venido a buscarnos y ha hecho la compra manteniéndonos a su lado: panecillos<br />
de naam, pollo, frutos secos, y dulces gulab jamun. No es habitual ver en la calle a dos chicas<br />
como nosotras y los hombres nos miran sin disimulo, de arriba abajo. Mi <strong>pashmina</strong> <strong>roja</strong> los<br />
inquieta, al igual que la melena negra de Aisha. Los colores están mal vistos en Mingora, pero<br />
mi hermana y yo nos empeñamos en mantener los colores, como el aire que respiramos. Eso<br />
nos distingue del resto de mujeres.<br />
Hoy ha sido el último día de escuela. <strong>La</strong> profesora nos lo ha dicho a las pocas que hemos<br />
asistido. Nos ha dicho que en adelante nos quedemos en casa y que leamos el Corán, si aún<br />
queremos aprender algo. Aisha se ha echado a llorar y Mahtab, Bushra y yo hemos escuchado<br />
en silencio las palabras de la profesora. Después hemos salido al patio, a cantar por última vez<br />
en la escuela.<br />
Ha sucedido en ese momento.<br />
Han aparecido en grupo y nos han señalado con sus fusiles. Me he agachado, corriendo hacia<br />
la escuela y me he tumbado en el suelo con rapidez. Pero en el patio se han oído disparos y un<br />
grito de Aisha.<br />
Sobre la nieve, poco a poco, se ha extendido una mancha <strong>roja</strong>. De un rojo que se podría<br />
confundir con el de mi <strong>pashmina</strong>. Antes de cerrar los ojos me ha parecido ver las manos de<br />
Hamid recogiendo el cuerpo de mi hermana del suelo, goteando sangre.
4 de mayo de 2013<br />
<strong>La</strong> primavera es lluviosa en Londres.<br />
Puedo verla a través de los cristales del hospital, en contraste con el azul claro de las paredes,<br />
el cielo encapotado y la lluvia. El agua dibuja surcos en la ventana, como si el cielo no dejara de<br />
llorar , y yo lo miro desde la cama. Mirando hasta que deja de llover.<br />
<strong>La</strong> armada nos ha protegido en el viaje desde MIngora hasta Inglaterra. Después de la<br />
intervención, los médicos nos han asegurado que me curaré completamente, que pronto<br />
podré asistir a la escuela. Pero yo quiero regresar a casa. Esta no es mi ciudad, o yo no la siento<br />
así, y nadie sabe cuando va a terminar la guerra en Pakistán.<br />
Todas las noches sueño con MIngora. En sueños, me acerco a la ventana y veo los húmedos<br />
prados extendiéndose como tapices de terciopelo hasta las laderas de los montes. Mingora<br />
plena de colores; en los bordes del camino rosas, tulipanes, crisantemos, margaritas… Aisha y<br />
yo corremos hacia la escuela, y de vez en cuando, nos detenemos pare recoger flores. Tierra<br />
llena de colores: ¡Qué hermosa es nuestra ciudad!<br />
El futuro todavía huele a libertad en la Mingora de mis sueños.<br />
Y yo escribo todo aquello que sueño.