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Untitled - Darkaarûn (la novela)

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—¡Qué bonito es el amor! —murmuró George,<br />

atusándose el bigote y pensando en su esposa, Fabi. Echó un<br />

vistazo al reloj de <strong>la</strong> muñeca, y al que tenía <strong>la</strong> radio del<br />

coche. Los dos coincidían: <strong>la</strong>s 4:46 a.m. Llevaba más de<br />

quince minutos esperando... ¡Maldita sea!<br />

Se disponía a l<strong>la</strong>mar a <strong>la</strong> Central para avisar de que el<br />

cliente no estaba en el punto de encuentro y verificar los<br />

datos. Esperaba que esa bobalicona de Sophie no se hubiera<br />

equivocado al darle <strong>la</strong> dirección, como tantas otras veces. Se<br />

lo había perdonado porque tenía un par de tetas increíbles y<br />

sus escotes eran bien apreciados por el resto de compañeros<br />

en <strong>la</strong> oficina.<br />

No tenía mucho tiempo que perder, y menos a esas<br />

horas de <strong>la</strong> noche. Llovía como si se tratara del interior de un<br />

infierno húmedo. Seguro que un montón de chicas que<br />

volvían de fiesta por el centro estarían bajo <strong>la</strong> lluvia<br />

completamente desvalidas. La aparición del f<strong>la</strong>mante taxi de<br />

George sería, sin lugar a dudas, lo mejor de <strong>la</strong> noche. Llevar<br />

a aquel<strong>la</strong>s preciosidades hasta sus confortables hogares era<br />

una misión importante y él sentía el deber de llevar<strong>la</strong> a cabo.<br />

El portal por el que había desaparecido el bellezón se<br />

iluminó. Con algo de suerte, sería <strong>la</strong> mujer de cabellos<br />

castaños que bajaba <strong>la</strong> basura o buscaba a su chico. Y si no,<br />

debía de tratarse del cliente que requería los servicios de un<br />

taxi.<br />

Sí, debía de serlo.<br />

George arrugó <strong>la</strong> nariz al ver<strong>la</strong>. Comparada con <strong>la</strong><br />

otra...<br />

—El mundo a veces es injusto, ¿verdad, pequeña? —<br />

murmuró, a <strong>la</strong> par que quitaba el seguro de <strong>la</strong>s puertas del<br />

coche y se disponía a salir al exterior bajo aquel aguacero—.<br />

Debería haberme traído el flotador...<br />

La puerta del portal se abrió y una mujer de no muy<br />

elevada estatura y cabellos oscuros surgió arrastrando con<br />

dificultad una pequeña maleta de color negro. Su figura era<br />

menuda, nada comparado con <strong>la</strong> voluptuosidad que mostraba<br />

aquel<strong>la</strong> que había subido al interior del edificio momentos<br />

antes.<br />

—Buenos días... —comenzó a decir George, a <strong>la</strong> vez que<br />

abría el maletero de su Renault Mégane modificado. Le<br />

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