El Alfarero Desvelado -L-ensayos-1964- 571kb - andes
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Era —como Azorin— un mal administrador de su fama. <strong>El</strong> Nóbel rondó por su techo mas<br />
no descendió a su morada.<br />
Sus obras completas no deberían faltar en ninguna biblioteca americana, porque nos<br />
expresó y nos representó con magia fidedigna. Porque fue —sigue siendo— maestro de<br />
claridades, guía sutilísimo y cuanto más se consultan mejor responden sus páginas.<br />
—Yo soy un artesano de las ideas; más que servirme de ellas, las he servido con devoción.<br />
Fue uno cuyo pensamiento ha de viajar de las generaciones actuales a las venideras:<br />
siempre joven!<br />
Se llamaba Alfonso Reyes. Y América no lo olvidará.<br />
DEL HOMBRE CONTINENTAL<br />
En el Palazzo Vecchio de Florencia hay una soberbia escultura de Miguel Ángel. Es un<br />
atleta de torso hercúleo, brazo musculoso, rostro apolíneo. Contrasta la tensión dinámica del<br />
cuerpo con la serenidad de la cara, como si el gran florentino hubiera jugado —una vez más— con<br />
los extremos polares de reposo y movimiento. Ni el desplante agresivo del "David", ni la terrible<br />
majestad del "Moisés", dan la sensación de perfecto equilibrio de esta estatua que el artista<br />
denominó simplemente "La Victoria".<br />
Nada más que un atleta tranquilo. Nada menos que una pausa señoril entre dos formas de<br />
la acción.<br />
<strong>El</strong> gigante miguelangelesco sabe su poderío, mas no lo utiliza. Ha domado la fuerza, sus<br />
poderes destructivos. Prefiere, transitoriamente, el rapto extático de lo inerte. Despertará cuando<br />
sea preciso, pero fue captado en el instante mágico en el cual mundo y vencedor cierran sus<br />
anillos de poder.<br />
Esta criatura marmórea podría ser un símbolo lejano, el ideal inalcanzable del mundo en<br />
discordia y del hombre en confusión. ¡Conocerse, dominarse, regular las tensiones de la fuerza!<br />
¿No es toda la ciencia del transcurrir humano? Si hombre y mundo pueden vencer de sí mismos, el<br />
carro de los triunfos se aproximaría a la meta.<br />
La Victoria. Fuerza en sosiego, fuerza retenida. La energía que descansa después de<br />
haber vencido. Una máscara de quietud bajo la cual se incuban las próximas hazañas. Dominará<br />
quien sepa dominarse.<br />
¿Y cuál será, para nosotros, americanos del Sur, la reflexión constante entre el ideal<br />
arquetípico del varón futuro y la dura realidad del hombre continental que apenas despierta a la<br />
plenitud de un vivir funcional?<br />
No que se desconozca la misión reguladora de las minorías cultas —intelectuales y<br />
técnicos— ni se aminore el peso decisivo de las masas, ambas fuerzas de sostén en toda<br />
edificación colectiva; pero si se trata de fisonomizar al "homo americanus", con rasgo y espíritu<br />
definitorios, habrá que mirar y ahondar en el hombre-medio del hemisferio, aquel que pugna por<br />
personalidad aun en medio de la masa, el que anuncia las élites de comando del porvenir.<br />
¿Qué sabe, el mundo, qué sabemos nosotros mismos, del varón continental?<br />
Los juicios de valor oscilan entre extremos inadmisibles: los hay que pretenden dar<br />
vigencia al supuesto de la "raza cósmica" de Vasconcelos, absolutamente superado; y otros que se<br />
debaten en manifiesto pesimismo y complejos de inferioridad. ¿Por qué no tenemos el dinamismo<br />
del europeo, la eficacia del yanqui, el ímpetu del ruso? ¿Por qué nos faltan el espíritu de<br />
perseverancia, el poder organizador, el sentido de responsabilidad de civilizaciones maduras? ¿Por<br />
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