El Alfarero Desvelado -L-ensayos-1964- 571kb - andes
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No hagas caso del vecino envidioso que se mofa de tus ánforas. Ni te envanezcan los<br />
falsos cumplidos de otro que te quiere mal. Da vueltas al torno sin descanso. No importa que te<br />
roben una pieza: vendrán nuevas. Ni que se quiebre alguna: amorosamente la reconstituirás. Tu<br />
recompensa brota de la acción alegre. Producir, producir…<br />
¡Aprisa, aprisa! No basta el día para colmar tu anhelo. A veces la medianoche te verá<br />
curvado sobre los cántaros tempranos, y el alba sorprenderá tus pensamientos como pájaros<br />
locos. Quieres hacer felices a tantos y tan pocos comprenden tu mensaje.<br />
¿Por qué lamentarse? No es la obra conclusa: es el camino que recorres modelando un<br />
ánfora el que da sentido a tu vigilia.<br />
¡Aprisa, aprisa! Cada nuevo libro es un vaso de ternura y de belleza que te aproxima a tus<br />
hermanos de América.<br />
LA PATRIA DEL SUR<br />
Si de América se trata, va caducando ya la vieja fórmula geográfica: la imagen de las<br />
cuatro Américas, una al norte, otra al centro, las islas del Caribe y la del sur.<br />
En el proceso de aproximación, de simplificación que sacude al mundo, no caben el<br />
divisionismo regional ni los nacionalismos estrechos. Se piensa en términos mayores. Se prepara<br />
la sociedad mundial. <strong>El</strong> hombre de la era atómica pide síntesis, unidad, novedad de visión y<br />
dimensiones, porque se ha de vivir de un otro modo en el modificado asilo terráqueo.<br />
Comencemos por reconocer que en el sentido más simple y general, hay sólo dos<br />
Américas: una al norte de origen sajón, inglés, transeuropeo; otra al sur donde se cruzan el indio y<br />
el hispano, el portugués y el negro, latinos y mestizos.<br />
América la ajena, lejana, desconocida. La de los gringos y los yanquis.<br />
América, la nuestra, la que abarca desde México hasta el Cabo de Hornos.<br />
Una gran patria continental ya bien organizada al norte. Otra no menos grande todavía en<br />
formación al sur.<br />
Los próximos Cien años verán una pugna gigantesca entre la civilización septentrional,<br />
desarrollada ya, y la civilización meridional naciente apenas pero rápida de fuerza y de sentido.<br />
Que esa pugna termine en saludable integración.<br />
No somos, ya, simples micos a la búsqueda del canon europeo. Ni tributarios de otras<br />
naciones por el espíritu. Ni células vasallas del Norte avasallador en la materia. Menos —todavía—<br />
áreas disponibles para el ferrado imperialismo socialista de Moscú.<br />
Estos gobiernos nuestros a veces divorciados de sus pueblos. Estos generales que<br />
disputan a los políticos la rueda del mando. Estas economías paradojales que se asientan sobre<br />
privilegios de tipo feudal, monopolios abiertos y encubiertos, subdesarrollo y bajos niveles de vida.<br />
Estas muchedumbres ansiosas que apelan a la reforma constitucional o a la revolución sangrienta<br />
en demanda de justicia. Este hervor de razas y de clases en pos de personería. Estos pueblos<br />
iguales y disímiles a un tiempo mismo. Estos doscientos veinte millones de seres que salen al<br />
reencuentro de sí mismos, y que no quieren parecerse a nadie porque sólo pretenden ser ellos:<br />
nada más! Esto es verdaderamente nuestra América, el continente que despierta.<br />
No es la circunstancia del África, recién alumbrando. Del Asia inmensa y sapientísima. De<br />
la vieja Europa siempre renovada. Ni Rusia ni Norteamérica nos entienden porque ignoran los<br />
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