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El Alfarero Desvelado -L-ensayos-1964- 571kb - andes

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Finalmente aparece la palabra-puente entre el mito y la prehistoria: Copakawana, que se<br />

traduce por "mirador de la piedra preciosa", porque dicen que en el gran peñón de la Isla del Sol<br />

habitaba un puma espantoso cuyos ojos, en la noche, brillaban como luceros de fuego<br />

inextinguible. Era el tiempo del culto totémico. Y cuando el animal legendario pereció, la peña fue<br />

adorada por los comarcanos porque se refiere que al anochecer irradiaba fosforescencias<br />

misteriosas, como si el espíritu del animal se hubiera transferido a la piedra estática y sombría. Un<br />

investigador más positivo, atribuye al juego de la luz lunar sobre la roca pulida y a sus reflejos en el<br />

agua, la tradición de la "piedra preciosa".<br />

Así la deidad zoológica pasó nuevamente a culto telúrico. Y se veneró el peñón famoso<br />

porque a manera de luminaria portentosa, en los amaneceres el Sol sacaba destellos de su fría<br />

superficie rígida, y en las noches brotaban relámpagos de sus vértices agudos al encuentro de la<br />

Luna con la roca.<br />

Y aunque parezcan fantasías, exageraciones, estos dichos y memorias del pasado no lo<br />

son. Porque el sentido mítico del Ande emerge de las aguas profundas del Titi-kaka sapientísimo.<br />

Y hubieron religiones, imperios, guerras, éxodos, sucesos como estrellas. Y tanto en las islas del<br />

Sol y de la Luna, como en la bahía y en los peñones de Copa-kawana habitaron los dioses<br />

arcaicos y los remotos pobladores del tiempo antiguo.<br />

Copakawana es manantial de las épocas, semillero del pasado. La comarca del origen<br />

primero. Y aunque no concuerden teogonías y filologías, quien con mirar más dilatado retroceda en<br />

el pasar pretérito del paraje maravilloso descubrirá la sucesión innumerable de cosas olvidadas.<br />

Porque Copakawana es, asimismo, el hálito de los antepasados que retorna en el misterio<br />

del mito y de las fábulas.<br />

Si de la especulación mítica se pasa a la investigación prehistórica, las referencias son ya<br />

concretas.<br />

Los Kollas o Aimáras mandaron en la hoya del Titikaka —que por entonces llamaban<br />

Chucuito— comprendiendo la península de Copakawana, sus comarcas adyacentes, las islas<br />

mayores del Sol y de la Luna y otras 14 islas principales. Eran politeístas y sus adoratorios se<br />

alzaron al culto de los astros, del fuego, del agua, del rayo y de la tierra. Llamaban a sus recintos<br />

religiosos Waka-Huyos o casas de ídolos, ubicados en alturas, que atendían los" Apu-Wilumis o<br />

sacerdotes del culto telúrico". Todavía en 1618 —refiere Alberto Diez de Medina— en plena<br />

Colonia, existían 75 templos de origen kolla" en los cuales se rendía culto a deidades naturales<br />

representadas por figurillas de oro, plata y otros metales, provenientes de los 75 "ayllus" o<br />

comunidades familiares de la región.<br />

Otro historiador supone que esta península constituía —en el apogeo aimára, entre 500 a<br />

1.000 antes de J .C.— una verdadera acrópolis de los Kullaguas o gentes del Kollao habitada por<br />

la más alta nobleza del imperio.<br />

<strong>El</strong> adoratorio principal de los aimáras se hallaba en la Isla del Sol, en la peña de Inti-Karka<br />

que según el historiador Camacho es una extensión de Iti-Kaka o piedra sagrada del sol. Para<br />

Camacho éste sería el origen de la religión solar de los Inkas.<br />

Por ese tiempo el culto solar había sustituido a la antigua adoración de Pacha, el díos<br />

telúrico del Ande. Y los kollas veneraban sobre otras deidades menores a Willka, el Sol vivificante,<br />

que los quéchuas, posteriormente sus conquistadores, llamarían luego Inti, el astro rey, padre de<br />

toda vida y toda luz.<br />

Los aimáras soportaron dos invasiones demoledoras que borraron los mayores vestigios<br />

de su cultura: una guerrera, destructora de los Inkas, que los dominaron políticamente y<br />

absorbieron sus instituciones agrarias, civiles, militares y sus técnicas de trabajo y de organización<br />

colectiva; otra conquistadora, igualmente dominante de los españoles que para extirpar las<br />

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