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Pastor

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LA PALABRA DE “EL UNGIDO”<br />

LOS ORANTES AGUSTINIANOS CON LA<br />

LECTIO DIVINA<br />

SON DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE<br />

JESUCRISTO, PARA QUE COLOMBIA,<br />

TENGA VIDA EN ÉL.<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

EL CAMINO DEL DISCÍPULO CON JESÚS EN LA PASCUA (IV)<br />

“Fueron pastores buenos, no sólo porque derramaron su sangre,<br />

sino porque la derramaron por sus ovejas,<br />

pues no la derramaron por arrogancia, sino por la caridad”.<br />

(San Agustín)<br />

IV Domingo de Pascua (B)<br />

29 de Abril de 2012<br />

LA EXCELENCIA DEL PASTOR<br />

(Juan 10,11-18)<br />

DOMINGO DEL BUEN PASTOR<br />

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN<br />

POR LAS VOCACIONES AL SACERDOCIO Y A LA VIDA RELIGIOSA<br />

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/vocations/docum<br />

ents/hf_ben-xvi_mes_20111018_xlix-vocations_sp.html


Oración inicial:<br />

“El Señor es mi <strong>Pastor</strong>, nada me falta:<br />

en verdes praderas me hace recostar;<br />

me conduce hacia fuentes tranquilas<br />

y repara mis fuerzas;<br />

me guía por el sendero justo,<br />

por el honor de su nombre.<br />

Aunque camine por cañadas oscuras,<br />

nada temo, porque tú vas conmigo:<br />

tu vara y tu cayado me sosiegan.<br />

Preparas una mesa ante mí<br />

enfrente de mis enemigos;<br />

me unges la cabeza con perfume,<br />

y mi copa rebosa.<br />

Tu bondad y tu misericordia me acompañan<br />

todos los días de mi vida,<br />

y habitaré en la casa del Señor<br />

por años sin término”<br />

(Salmo 23)<br />

¡FELICITACIONES!<br />

AL PAPA, OBISPO, PÁRROCOS, CAPELLANES,<br />

SACERDOTES, RELIGIOSOS, PADRES DE FAMILIA, EDUCADORES<br />

Y ANIMADORES DE COMUNIDADES<br />

EN ESTE MARAVILLOSO DÍA DEL BUEN PASTOR


CIRIO PASCUAL<br />

La palabra “cirio” viene del latín “cereus”, de cera, el producto de las<br />

abejas. Al hablar de las “candelas”, aludíamos al uso humano y al<br />

sentido simbólico de la luz que produce los cirios, también en la liturgia<br />

cristiana.<br />

El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como<br />

símbolo de Cristo – Luz, y que sitúa sobre una elegante columna o<br />

candelabro adornado.<br />

El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más<br />

expresivos de la Vigilia.<br />

En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y<br />

empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente<br />

preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de<br />

cruz, acompañada de la fecha del año y de las letras Alfa y Omega, la<br />

primera y la última del alfabeto griego, para indicar que la gracia de<br />

Cristo, principio y fin del tiempo y de la eternidad, nos alcanza con<br />

fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos.<br />

Menor importancia tiene los granos de incienso que también se puede<br />

incrustar en la cera, simbolizando las cinco llagas de Cristo en la Cruz.<br />

Este Cirio “para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nuevo cada<br />

año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar<br />

realmente que Cristo es la luz del mundo”.<br />

En la procesión de entrada de Vigilia se canta por tres veces la aclamación al<br />

Cirio: “Luz de Cristo. Demos gracias a Dios”, mientras progresivamente se<br />

van encendiendo los cirios de los presentes y las luces de la iglesia. Luego se<br />

coloca el Cirio en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se proclama<br />

en torno a él, después de insertarlo, el solemne Pregón Pascual.<br />

Además del simbolismo de la luz, tiene también el de la ofrenda, como cera que<br />

se gasta en honor a Dios, espaciando su luz: “acepta, Padre santo, el sacrificio<br />

vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda del<br />

cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,<br />

ardiendo en llama viva para gloria de Dios...Te rogamos que este cirio,<br />

consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta<br />

noche”.<br />

Lo mismo que van anunciando las lecturas, oraciones, cantos, el Cirio lo dice con<br />

el lenguaje diáfano de su llama viva. La iglesia, la esposa, sale al encuentro de<br />

Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con Él en la<br />

noche victoriosa en la que se anuncia – en el momento culminante del evangelio<br />

– la gran noticia de su Resurrección.<br />

El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de<br />

la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta la tarde del domingo de<br />

Pentecostés. Una vez concluido el Tiempo Pascual, conviene que el Cirio se<br />

conserve dignamente en el baptisterio, y no en el presbiterio.<br />

Durante la celebración del Bautismo debe estar encendido, para encender de él el<br />

cirio de los nuevos bautizados. También se enciende el Cirio Pascual, junto al<br />

féretro, en las exequias cristianas, para indicar que la muerte del cristiano es su<br />

propia Pascua. Así se utiliza el simbolismo de este Cirio en el bautizo y en las<br />

exequias, el principio y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de<br />

Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva<br />

incorporación a la luz de la vida eterna.<br />

Aleluya, aleluya, aleluya


Introducción<br />

De las varias imágenes que en el Nuevo testamento intentan describir quién<br />

es Jesús (el Cordero, el Señor, el Rey, la Piedra angular, el Hijo del<br />

Hombre, la Luz, el Siervo, La Verdad, la Vida, …), en este domingo IV<br />

de Pascua, cada año, se nos presenta Jesús como el Buen <strong>Pastor</strong>,<br />

siguiendo el capítulo 10 del evangelio de Juan.<br />

La imagen del Buen <strong>Pastor</strong> indica relacionalidad profunda y por eso puede<br />

ayudarnos a buscar el camino de oración propio de la Biblia.<br />

En la pedagogía bíblico-espiritual de la Iglesia, la alegoría del Buen <strong>Pastor</strong><br />

se proclama el cuarto domingo de Pascua porque quiere ayudarnos a tomar<br />

conciencia de que Jesús es el <strong>Pastor</strong> que dio su propia vida para darnos<br />

vida y ahora está en medio de nosotros conduciéndonos en la historia como<br />

Señor Resucitado.<br />

Esta domínica del Buen <strong>Pastor</strong>, proclama el carisma permanente de la<br />

responsabilidad y de la autoridad de Cristo en la Iglesia, ejercida a través<br />

de los ―signos institucionales‖ de la autoridad o jerarquía intraeclesial,<br />

de condición esencialmente ―pastoral‖ o salvífica.<br />

En los tres ciclos se subraya esta realidad fundamental del ministerio<br />

visiblemente jerarquizado de la Iglesia como comunidad surgida de la<br />

Pascua.<br />

El capítulo 10 del evangelio de san Juan tiene como mensaje litúrgico en<br />

este ciclo la idea de la misión sacrificial y salvífica del Buen <strong>Pastor</strong>.<br />

El Buen <strong>Pastor</strong> sigue siendo el centro real que debe polarizar las vivencias<br />

de todas las almas integradas en la comunidad eclesial.<br />

La autoridad pastoral le ―visibiliza‖. Es su ―signo eclesial‖, responsable<br />

de ser y actuar según el diseño personal de Cristo-<strong>Pastor</strong>-Mesías.<br />

En realidad, semejante autoridad intraeclesial es un signo de la presencia<br />

pastoral del propio Cristo, actualizada responsablemente en la presencia<br />

pastoral del vicario del “<strong>Pastor</strong> y Obispo de todas las almas o Príncipe<br />

de pastores” que siempre es Cristo. (1Pe. 2, 25; 5,4)<br />

Vamos a profundizar en la relación que Jesús tiene con nosotros hoy y<br />

también en el tipo de relaciones que nos invita a establecer con los demás,<br />

siguiendo la pista de Juan 10,11-18:<br />

Victimación del <strong>Pastor</strong><br />

11 Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong>. El buen pastor da su vida por las ovejas.<br />

12 No así el asalariado, que no es el pastor ni las ovejas son suyas. Cuando ve venir al<br />

lobo, huye abandonando las ovejas, y el lobo las agarra y las dispersa.


13 A él sólo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas.<br />

14 Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong> y conozco a los míos como los míos me conocen a mí,<br />

15 lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las<br />

ovejas.<br />

16 Tengo otras ovejas que no son de este corral. A ésas también las llevaré; escucharán<br />

mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.<br />

17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo.<br />

18 Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y el<br />

recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.»<br />

1. Contextualicemos<br />

“<strong>Pastor</strong>” indica relacionalidad<br />

Para que entendamos la importancia que tiene en la Biblia el tema del<br />

<strong>Pastor</strong>, es bueno que refresquemos un poquito el contexto.<br />

Los beduinos del desierto nos dan hoy una idea de los era en otro tiempo la<br />

vida cotidiana en las tribus de Israel:<br />

En esta sociedad, la relación entre pastor y rebaño no es únicamente de<br />

tipo económico, basada en el interés, en el provecho que el pastor le pueda<br />

sacar a sus ovejas para subsistir él y su familia: sacarle la lana, beber su<br />

leche, hacer deliciosos asados con su carne, venderlas cuando necesita<br />

dinero, etc.<br />

En otras palabras no es una relación de “propiedad”.<br />

En el mundo la Biblia, como sucede también hoy con los beduinos del<br />

desierto, entre el pastor y su rebaño se desarrolla una relación casi<br />

personal.<br />

Día tras día se la pasan juntos en lugares solitarios mirándose el uno al<br />

otro, sin nadie más en el entorno. El pastor termina conociendo todo sobre<br />

cada oveja y cada oveja reconoce y distingue, entre todas, la voz de su<br />

pastor, que habla con ella con frecuencia.


En la historia de la revelación aparece con frecuencia esta imagen<br />

Precisamente porque la relación entre el <strong>Pastor</strong> y sus ovejas representaba<br />

una de las relaciones más estrechas que se podían observar en la<br />

cotidianidad de un israelita, se explica por qué Dios utiliza este símbolo para<br />

expresar su relación con su pueblo elegido y con toda la humanidad.<br />

Uno de los Salmos más bellos del salterio describe la seguridad que un<br />

orante tiene de que Dios es su <strong>Pastor</strong>:<br />

“El Señor es mi pastor, nada me falta” (23,1).<br />

Pero esto vale también para las relaciones humanas, de ahí que en la Biblia<br />

el título de pastor también se le de, por extensión, también a todos aquellos<br />

que imitan la premura, la dedicación de Dios por el bienestar de su pueblo.<br />

Por eso a los reyes en los tiempos bíblicos se les llama pastores, igualmente<br />

a los sacerdotes y en general a todos los líderes del pueblo.<br />

En este orden de ideas, cuando un profeta como Ezequiel se refiere a los<br />

líderes del pueblo, los llama pastores, pero ya no para referirse a la imagen<br />

que deberían proyectar, de seguridad, de protección, sino a lo que<br />

realmente son: líderes irresponsables que llegan incluso hasta la<br />

delincuencia para sacar ventaja de su posición mediante la explotación y la<br />

opresión.<br />

Es así cómo al lado de la imagen del buen pastor aparece también la del<br />

mal pastor o del mercenario.<br />

En el profeta Ezequiel, en el capítulo 34, encontramos un juicio tremendo<br />

contra los malos pastores que se apacientan solamente a sí mismos y por<br />

eso vemos que Dios, él mismo, decide ocuparse personalmente de su<br />

rebaño:<br />

“Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él”<br />

(Ezequiel 34,11).<br />

La gran responsabilidad de un pastor: la vida de la oveja<br />

El criterio para distinguir un buen y mal pastor era su sentido de la<br />

responsabilidad.<br />

El <strong>Pastor</strong> en Palestina era totalmente responsable de las ovejas: si algo le<br />

pasaba a cualquiera de ellas, él tenía que demostrar que no había sido por<br />

culpa suya.<br />

Observemos rápidamente algunas citas impresionantes:


Amós 3,12:<br />

“Como salva el pastor de la boca del león dos patas o la punta de<br />

una oreja, así se salvarán los hijos de Israel”.<br />

El pastor debe salvar todo lo que pueda de su oveja, ni que sean las patas<br />

o la punta de la oreja de su oveja.<br />

Éxodo 22,9.13:<br />

“Si un hombre entrega a otro una oveja o cualquier otro animal<br />

para su custodia, y éstos mueren o sufren daño o son robados sin<br />

que nadie lo vea... tendrá que restituir”.<br />

En este caso el pastor tendrá que jurar que no fue por culpa suya (v.10) y<br />

traer una prueba de que la oveja no había muerto por culpa suya y de que<br />

él no había podido evitarlo.<br />

En fin, el pastor se la juega toda por sus ovejas, aún combatiendo<br />

tenazmente contra las fieras salvajes, haciendo gala de todo su vigor e<br />

incluso exponiendo su vida, como vemos que hizo David de manera heroica<br />

con las suyas:<br />

“Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venía<br />

el león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño, salía tras él, le<br />

golpeaba y se la arrancaba de sus fauces, y se revolvía contra mí,<br />

lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba hasta matarlo”<br />

(1 Samuel 17,34-35).<br />

La premura del <strong>Pastor</strong>: un amor que vivifica<br />

Todo lo anteriores lo que Dios hace con los suyos. Los orantes bíblicos,<br />

como lo hace notar el Salmo 23, encontraban en la imagen de Dios-<strong>Pastor</strong><br />

su verdadero rostro: su amor, su premura y su dedicación por ellos.<br />

En Dios encontraron su confianza para las pruebas de la vida. Ellos tenían<br />

en la mente y arraigada en el corazón esta convicción:<br />

"Sí, como un pastor bueno, Dios se la juega toda por mí”.<br />

Ellos tenían la certeza de que Dios siempre estaba cuidando de ellos y<br />

combatiendo por ellos.<br />

Así predicaba el profeta Isaías:<br />

“Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se<br />

convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se


intimida, ni de su tumulto se apoca; tal será el descenso de el<br />

Señor de los ejércitos para guerrear sobre el monte Sión y sobre su<br />

colina” (31,4).<br />

Y en el texto de Ezequiel, que ya mencionamos, vemos que nada se le<br />

escapa al compromiso y al amor de Dios-<strong>Pastor</strong>:<br />

“Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la<br />

herida, confortaré a la enferma” (34,16).<br />

2. El tema central de Jn 10,11-18<br />

Jesús en el evangelio retoma este esquema del Buen y del Mal <strong>Pastor</strong>, pero<br />

con una novedad.<br />

Él dice: “¡Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong>!”.<br />

La promesa de Dios se ha convertido en realidad, superando todas las<br />

expectativas.<br />

Jesús hace lo que ningún pastor haría, lo que ningún pastor por muy bueno<br />

que sea se atrevería a hacer:<br />

“Yo doy mi vida por las ovejas”.<br />

Leamos despacio el texto y subrayemos las insistencias:<br />

- Dos veces dice: “Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong>” (vv.11 y 14).<br />

- Cinco veces se dice que “da la vida (por las ovejas)” (vv.11.15.17<br />

y 18).<br />

- Cuatro veces se dice que el Buen <strong>Pastor</strong> “conoce” y “es conocido”<br />

(vv.14 y 15), conduciendo así a una gran relación de comunión entre<br />

las ovejas, entre ellas con él y de todos juntos con el Padre (v.14-16).<br />

(Podemos también por nuestra propia cuenta hacer un pequeño listado de<br />

las acciones -reflejadas en los verbos- que caracterizan a Jesús)<br />

De esta manera, el discurso de Jesús sobre el Buen <strong>Pastor</strong> se va<br />

desarrollando despacio, haciendo anotaciones precisas sobre el ―hacer‖<br />

característico de Jesús con sus discípulos y conduciendo al lector-oyente<br />

hasta la contemplación de su gran obra por los suyos:<br />

El misterio pascual y su don.<br />

En el desarrollo de esta parte de la catequesis de Jesús, distingamos dos<br />

partes:


a. Los versículos 11-13, que trazan el contraste entre un el Buen y el Mal<br />

<strong>Pastor</strong>, lo que podríamos llamar “el verdadero pastor”.<br />

b. Los versículos 14-18, que describe el rol del Buen <strong>Pastor</strong>, lo que<br />

podríamos llamar: “la excelencia del <strong>Pastor</strong>”.<br />

3. El verdadero <strong>Pastor</strong> (Jn 10,11-13)<br />

11 Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong>. El buen pastor da su vida por las ovejas.<br />

12 No así el asalariado, que no es el pastor ni las ovejas son suyas. Cuando ve venir al<br />

lobo, huye abandonando las ovejas, y el lobo las agarra y las dispersa.<br />

13 A él sólo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas.<br />

Notemos las siguientes afirmaciones de Jesús:<br />

(1) Es “<strong>Pastor</strong> Bueno”<br />

Conviene aquí hacer una anotación sobre el vocabulario utilizado en el<br />

evangelio.<br />

En griego hay dos palabras que se traducen por “bueno”:<br />

(a) el término “agathós”, que describe la cualidad moral de una persona<br />

que buena;<br />

(b) el término “kalós”, que también se traduce como “bello”, el cual le<br />

añade a la bondad una cualidad encantadora que hace a la persona que la<br />

posee atractiva y simpática y que hace que todo mundo quiera ser amigo<br />

de esa persona.<br />

(Como cuando decimos: ―¡Es una bellísima persona!‖, refiriéndonos a sus<br />

cualidades internas como la amabilidad, la paciencia, la disposición para el<br />

servicio, etc.)<br />

Cuando leemos ―Buen <strong>Pastor</strong>‖, vemos que en griego dice “Kalós”, es decir,<br />

el “pastor bello”, indicando así que más que la eficacia (administrativa) lo<br />

que le caracteriza es la belleza integral de su personalidad.<br />

Junto con la fuerza y la eficacia, en Jesús “Buen <strong>Pastor</strong>” se refleja su<br />

amor y su simpatía.<br />

(2) Tiene “sentido de pertenencia”<br />

A él “le pertenecen las ovejas”.<br />

Y por esto mismo es “confiable”, perseverará en sus responsabilidades<br />

cueste lo que cueste.


En tiempos de Jesús el verdadero pastor lo era de nacimiento, podríamos<br />

decir que lo hacían por ―vocación‖.<br />

Un pastor así no se ocupaba de nada más, las ovejas eran el motivo de sus<br />

desvelos y cuando se levantaba por la mañana corría alegre a cumplir con<br />

su deber.<br />

En cambio había personas que no encontraban empleo en el pueblo y, ante<br />

la falta de alternativas, no les quedaba más remedio que ir al campo a<br />

pastorear ovejas, de ahí que no sentían mucho aprecio por la<br />

responsabilidad de su tarea, se volvían simples “asalariados” y por lo<br />

tanto “mercenarios” (este era su ―negocio‖, el valor mayor era su propia<br />

subsistencia).<br />

A diferencia del “asalariado”, el buen pastor considera a sus ovejas como<br />

propias y por lo tanto no espera una paga.<br />

El que trabaja por el provecho que pueda sacar a su servicio, no piensa más<br />

que en el dinero y cuando éste –o cualquier otra gratificación falta- no<br />

persevera. Pero donde hay sentido de pertenencia hay amor y donde hay<br />

amor hay gratuidad.<br />

La motivación fundamental del buen pastor es el amor y quien ama antes<br />

que esperar recibir lo que quiere es dar.<br />

El verdadero amor lleva hasta el don de la propia vida:<br />

“nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”<br />

(Juan 15,13).<br />

(3) Su compromiso no tiene límites<br />

Y este compromiso es por la vida:<br />

“Yo he venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).<br />

Pero Jesús va más allá, no es suficiente decir que ha venido a dar vida, lo<br />

que llama la atención es el “cómo”:<br />

Su manera de trabajar por la vida es dando la propia, “El buen pastor da<br />

la vida por las ovejas”.<br />

El <strong>Pastor</strong> auténtico no vacilaba en arriesgar y en dar su vida para salvar a<br />

sus ovejas ente cualquier peligro que las amenazara.<br />

Es decir: no repara ni siquiera en su propia vida, nos ama más que a su<br />

propia vida y de este amor se desprende todo lo que hace por nosotros.


Esto es lo que se va a profundizar enseguida en los vv.14-18: la<br />

“excelencia del pastor”.<br />

3.1. La excelencia del <strong>Pastor</strong> (Jn 10,14-18)<br />

14 Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong> y conozco a los míos como los míos me conocen a mí,<br />

15 lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las<br />

ovejas.<br />

16 Tengo otras ovejas que no son de este corral. A ésas también las llevaré; escucharán<br />

mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.<br />

17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo.<br />

18 Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y el<br />

recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.»<br />

Esta sección se va mucho más a fondo, considerando ahora únicamente la<br />

figura del “<strong>Pastor</strong> Bueno” (que cumple los tres requisitos anteriores)<br />

delinea la belleza su personalidad, o mejor de su espiritualidad, de su<br />

secreto interno, respondiendo a estas preguntas:<br />

¿Qué significa dar vida ofreciendo la propia?<br />

¿Cuál es el contenido de esa vida?<br />

¿A qué debe conducir?<br />

¿Cuál es la raíz última de toda la entrega del <strong>Pastor</strong>?<br />

En otras palabras, nos encontramos aquí con el contenido de la relación del<br />

buen pastor con sus ovejas.<br />

Esta es:<br />

(1) Una relación ardiente (Jn 10,14-15)<br />

La relación del buen pastor con sus ovejas no es fría, material, impersonal,<br />

sino que está moldeada en la relación más cordial y personal que existe:<br />

La comunión del Padre y del Hijo (ver la introducción y la conclusión del<br />

Prólogo del Evangelio de Juan 1,1-3 y 18):<br />

14 Yo soy el Buen <strong>Pastor</strong> y conozco a los míos como los míos me conocen a mí,<br />

15 lo mismo que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Y yo doy mi vida por las<br />

ovejas.<br />

“Como me conoce el Padre...”.<br />

La actitud de Jesús lleva la impronta de su relación con el Padre. Padre e<br />

Hijo se conocen profundamente, viven en una familiaridad recíproca, se<br />

aprecian mutuamente, se aman intensamente.


“Conozco mis ovejas...”.<br />

Si la relación de Jesús con nosotros es de este tipo, podemos apreciar que<br />

la relación del pastor es una relación ―volcánica‖, apasionada, ardiente de<br />

corazón.<br />

Si él es así con nosotros, también nosotros debemos serlo con él:<br />

“las mías me conocen a mí”.<br />

¿Por qué Juan prefiere aquí el término “conocer”?<br />

Porque el “amor” está basado en el “conocimiento” personal.<br />

Para Jesús-<strong>Pastor</strong> ―Bueno‖, no somos números, él conoce nuestra historia,<br />

nuestras dificultades, nuestros defectos y todas nuestras características.<br />

Porque nos conoce nos ama, es decir, nos acepta tal como somos y nos<br />

sumerge en la comunión con él.<br />

Pero hay que ver también lo contrario:<br />

Es necesario que ―Jesús‖ no sea para nosotros un simple nombre, hay que<br />

aprender a conocerlo cada vez mejor, precisamente como el ―Buen-bello<br />

<strong>Pastor</strong>‖ y tejer una relación profunda y fiel de amor con él.<br />

La relación con Jesús ―Buen <strong>Pastor</strong>‖ es la de una íntima comunión.<br />

El Buen <strong>Pastor</strong> no nos mantiene a distancia, no quiere mantenernos<br />

pequeños e inmaduros.<br />

Debemos madurar cada vez más para llegar a ser capaces de entrar en<br />

comunión personal con él.<br />

(2) Una relación en la que caben todos (Jn 10,16)<br />

La comunión que se construye con Jesús comienza a abarcar, poco a poco,<br />

todas nuestras relaciones y apunta a la unidad de la vida (con todas sus<br />

diversidades y complejidades) en el amor de Jesús.<br />

El amor presupone el ―conocimiento‖ y luego apunta hacia la unidad de las<br />

diversidades porque el amor es ―unificante‖:<br />

16 Tengo otras ovejas que no son de este corral. A ésas también las llevaré; escucharán<br />

mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.<br />

La premura de Jesús pastor no se limita al pueblo de Israel.


Él ha recibido del Padre la tarea de cuidar toda la humanidad, de hacer un<br />

solo rebaño, una comunidad de creyentes en él.<br />

Ésta es, en última instancia, su misión.<br />

Nadie es excluido de su cuidado pastoral, así la presencia del amor de Dios<br />

en él vale para todos los hombres.<br />

Podemos ver en esta gran unidad dos líneas históricas:<br />

(a) una vertical, que unifica pasado, presente y futuro (comunidad de<br />

Israel, comunidad de los Doce, comunidad de todos los futuros creyentes<br />

en Cristo) y<br />

(b) una horizontal, que unifica a los diversos grupos de creyentes en Cristo<br />

y con ellos incluso a los no creyentes.<br />

Por medio de Jesús, que es el único <strong>Pastor</strong>, y por medio de la comunión con<br />

él todos (y todas las comunidades) están llamadas a convertirse en una<br />

gran comunidad.<br />

Esta comunidad, que los hombres nunca podremos obtener por nosotros<br />

mismos (por más coaliciones que hagamos), será obra suya.<br />

Sabremos vivir en comunidad cuando tengamos la mirada puesta en Jesús,<br />

el único <strong>Pastor</strong>.<br />

La excelencia de todo pastor está en saber construir unidad dondequiera<br />

que esté, y no en torno a él sino a Jesús.<br />

(3) La fidelidad: raíz del amor apasionado y unificante del <strong>Pastor</strong> Bueno<br />

(Jn 10,17-18)<br />

La catequesis sobre el Buen <strong>Pastor</strong> termina con una contemplación del<br />

―misterio pascual‖.<br />

El atardecer de la vida del <strong>Pastor</strong>, su gloria, su plenitud es la entrega de su<br />

propia vida en la Cruz: la hora de la fidelidad.<br />

17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo.<br />

18 Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y el<br />

recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.»<br />

Este último criterio de la “excelencia” del <strong>Pastor</strong> está relacionado con el<br />

anterior.<br />

Notemos que en torno al versículo 16 (sobre la unidad a la cual conduce el<br />

<strong>Pastor</strong>) se repite (como enmarcándola) la frase:


“doy mi vida”.<br />

Se entiende entonces que Jesús construye la ―gran unidad‖ en la Cruz;<br />

efectivamente, él murió “no sólo por la nación, sino también para<br />

reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52).<br />

Pero observando internamente esta última parte, notemos que la referencia<br />

a Dios-Padre enmarca los versículos 17 y 18:<br />

“Por eso me ama el Padre...”<br />

y<br />

“esta es la orden que he recibido de mi Padre”.<br />

La relación de Jesús con el Padre explica su fidelidad y esta fidelidad es la<br />

que sustenta su ―excelencia‖:<br />

Se trata de una fidelidad:<br />

- Sostenida por el amor fundante del Padre.<br />

- Vivida desde la libertad.<br />

- Expresada en la obediencia.<br />

Esta fidelidad toma cuerpo:<br />

- En el ―dar‖ y ―recibir‖ (notar la repetición de los términos).<br />

- En la ―autonomía‖ (tengo ―poder‖) y la ―responsabilidad‖ (―para‖ o ―en<br />

función de‖)<br />

- En la escucha del mandato (la ―orden‖) y la respuesta (la obediencia:<br />

―lo he recibido‖).<br />

Notemos finalmente que en el centro se afirma:<br />

Y enseguida se dice:<br />

“Yo la doy (mi vida) voluntariamente”.<br />

“Tengo poder para darla y poder para recibirla de nuevo”.<br />

En última instancia el ―poder‖ de Jesús (término que se repite dos veces) se<br />

ejerce en la responsabilidad del ―darse‖ a sí mismo apoyado en el amor<br />

fundante del Padre, de quien lo recibe todo (la vida siempre es recibida) y<br />

con quien tiene un solo querer (la raíz de su vida es el amor maduro: el que<br />

se hace uno solo con el amado).


Esta es la gran conciencia de Jesús en la Cruz, la que lo acompaña en el<br />

momento sublime de dar ―vida en abundancia‖ a todas sus ovejas.<br />

Todo está basado en este arrojo increíble del amor de Jesús.<br />

4. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia<br />

Domingo 4º de Pascua (B)<br />

Jn 10, 11-18: Homilía de san Agustín (S. 138, 1-2)<br />

«Hemos escuchado al Señor, que nos ha hecho la presentación de la figura<br />

del buen pastor, de lo que podemos colegir que nos da a entender que hay<br />

pastores buenos.<br />

Pero, para que no interpretemos de forma errónea la multitud de pastores,<br />

nos dice: Yo soy el buen pastor.<br />

Y la razón por la que Él se presenta como el buen pastor, la declara a<br />

renglón seguido: El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el<br />

mercenario, y el que no es pastor, tan pronto como ve venir al lobo, huye,<br />

porque no se preocupa de las ovejas, ya que es mercenario (Jn 10, 11-13).<br />

Por tanto, Cristo es el buen <strong>Pastor</strong>. Y Pedro, ¿no es buen pastor? ¿No dio<br />

también la vida por las ovejas? ¿Y Pablo? ¿Y todos los demás apóstoles? ¿Y<br />

los bienaventurados obispos mártires que los siguieron? ¿Qué decir también<br />

de nuestro san Cipriano? ¿Acaso todos estos no fueron pastores buenos, y<br />

no mercenarios, de quienes se dice: En verdad les digo, recibieron su<br />

recompensa? (Mt 6, 2).<br />

Así pues, todos estos fueron pastores buenos, no sólo porque derramaron<br />

su sangre, sino porque la derramaron por sus ovejas, pues no la<br />

derramaron por arrogancia, sino por la caridad.<br />

También entre los herejes encontramos quienes han padecido, por sus<br />

maldades y por sus errores, algunas incomodidades, y se jactan del nombre<br />

de mártires, de manera que, revestidos de blanco bajo este palio, pueden<br />

robar con mayor facilidad, porque son lobos.


Si ustedes quieren saber en qué categoría han de colocarlos, escuchen a un<br />

pastor bueno, el apóstol san Pablo: que no de todos los que entregan su<br />

cuerpo incluso a las llamas, en sacrificio, debe pensarse que entregaron su<br />

vida por las ovejas, sino más bien contra las ovejas.<br />

Afirma: Si yo hablara en las lenguas de los hombres y de los ángeles y no<br />

tuviera caridad sería como bronce que suena o címbalo que retiñe (1Cor 13,<br />

1-3)».<br />

5. Cultivemos la semilla de la Palabra en Lo profundo del<br />

corazón:<br />

5.1. ¿A quién se dirige hoy esta bellísima página del “Buen<br />

<strong>Pastor</strong>”? No olvidemos que la leemos en cuanto discípulos, en<br />

cuanto comunidad, pero también en cuanto “Presbíteros”.<br />

5.2. ¿Qué correlación hay entre los tres momentos de la vida del<br />

<strong>Pastor</strong> en Jn 10,1-18 y las etapas de nuestro ministerio?<br />

5.3. ¿Cuál es la diferencia entre el Buen y el Mal <strong>Pastor</strong>? ¿Qué es lo<br />

que identifica a un “verdadero” pastor? ¿Qué implica<br />

particularmente desde nuestro contexto latinoamericano?<br />

5.5. ¿Cuáles son los valores en los que se verifica que un <strong>Pastor</strong><br />

alcanza un alto grado de “excelencia”? ¿En qué está basada la<br />

“excelencia?<br />

Anexo 1<br />

Pistas sobre las otras lecturas del Domingo<br />

Sumario: En el evangelio de hoy Jesús se presenta como el Buen <strong>Pastor</strong>,<br />

que da su vida por sus ovejas. En cuanto piedra rechazada por los<br />

constructores, se ha convertido en piedra angular de la Iglesia que reúne en<br />

sí a todos los que caminan con el gozo de reconocerse hijos de Dios.<br />

Primera lectura: Hechos 4,8-12<br />

Sin El no hay salvación<br />

8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y Ancianos:<br />

9 Hoy debemos responder por el bien que hemos hecho a un enfermo. ¿A quién se debe<br />

esa sanación?<br />

10 Sépanlo todos ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre que está aquí sano<br />

delante de ustedes ha sido sanado por el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien<br />

ustedes crucificaron, pero a quien Dios ha resucitado de entre los muertos.<br />

11 El es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se ha convertido en<br />

piedra angular.<br />

12 No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres<br />

ningún otro Nombre por el que debamos ser salvados.»<br />

Cuando fueron al Templo a orar, Pedro y Juan curaron a un paralítico.


Después del primer discurso ante el pueblo, del cual ya escuchamos<br />

algunos apartes el domingo pasado, Pedro pronuncia otro ante el Sanedrín,<br />

el mismo Consejo Supremo que condenó a Jesús.<br />

El milagro realizado por los apóstoles en el nombre de Jesús de Nazaret,<br />

pone en evidencia la impotencia del Templo y de sus responsables.<br />

No fueron capaces de hacer caminar a aquel hombre que estaba siempre<br />

acurrucado en la Puerta Hermosa durante cuarenta años.<br />

En cambio, los apóstoles, en nombre de Jesús Nazareno, lo hicieron.<br />

Este milagro es el signo que Dios le da a su pueblo.<br />

Él ha constituido al ―Cristo‖ como el salvador de todos los hombres.<br />

Estremecidos en su fe, los miembros del Sanedrín son invitados a<br />

reflexionar sobre su comportamiento hacia Jesús.<br />

Ellos lo mataron, pero el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de<br />

Moisés y de los profetas, lo resucitó. El Dios de los padres continúa su obra<br />

de salvación y la está llevando a su perfección.<br />

La muerte y resurrección de Jesús es el fundamento de la nueva Alianza.<br />

No se está aboliendo la primera sino llevándola a plenitud.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

Dad gracias al Señor porque es bueno,<br />

porque es eterna su misericordia.<br />

Mejor es refugiarse en el Señor<br />

que fiarse de los hombres,<br />

mejor es refugiarse en el Señor<br />

que fiarse de los jefes.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

Te doy gracias porque me escuchaste<br />

y fuiste mi salvación.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

Es el Señor quien lo hecho,<br />

ha sido un milagro patente.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

Salmo 118 (117)


Tú eres mi Dios, te doy gracias;<br />

Dios mío, yo te ensalzo.<br />

Dad gracias al Señor porque es bueno,<br />

porque es eterna su misericordia.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos<br />

es ahora la piedra angular.<br />

A lo largo del tiempo pascual la Iglesia no deja de cantar el Salmo 118, el<br />

cual expresa muy bien los sentimientos de admiración y de reconocimiento<br />

hacia el Señor.<br />

Quizás fue compuesto para una la liturgia que se realizó después de la<br />

reconstrucción de las murallas de Jerusalén, cuando el pueblo regresó del<br />

exilio.<br />

De hecho, se celebra la maravilla de una ciudad reconstruida. Lo que era<br />

objeto de burla, por la caída y la destrucción de la ciudad, se levanta<br />

majestuosamente sobre la colina de Jerusalén.<br />

Ella se ha convertido en la piedra angular, o más exactamente, en la piedra<br />

clave que le da equilibrio a un arco, el arco de las relaciones entre Dios y<br />

los hombres.<br />

Para nosotros los cristianos, Jesús resucitado es esta piedra clave del nuevo<br />

Templo que es la Iglesia.<br />

Segunda lectura: 1 Juan 3,1-2<br />

Filiación Cristiforme<br />

1 Miren qué amor tan singular nos ha tenido el Padre: que no sólo nos llamamos hijos de<br />

Dios, sino que lo somos. Por eso el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.<br />

2 Amados, a pesar de que ya somos hijos de Dios, no se ha manifestado todavía lo que<br />

seremos; pero sabemos que cuando él aparezca en su gloria, seremos semejantes a él,<br />

porque lo veremos tal como es.<br />

Desde hace algunos domingos venimos meditando sobre la primera carta<br />

de Juan.<br />

Ella nos ha sumergido en la contemplación del amor de Dios, del cual<br />

hemos sido colmados.<br />

“Colmados”, es decir, que después del amor de Dios no podemos recibir<br />

más: por medio de él hemos sido elevados a la dignidad de hijos de Dios,<br />

aún si no lo vemos aún claramente.<br />

Un día, “seremos semejantes a él porque lo veremos tal cual es”.


Pues bien, este inciso de la primera carta de Juan nos coloca ante el tema<br />

de nuestra vocación como hijos de Dios.<br />

Todos los discípulos de Jesús estamos llamados a vivir como hijos ―en el<br />

Hijo‖ por excelencia que es Jesús.<br />

Algunas características de esta filiación divina son:<br />

(1) Esta condición de hijos es un don de Dios.<br />

Resulta del admirable amor del Padre por nosotros en Jesús:<br />

“Él nos dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1,12).<br />

Ser hijo de Dios es pura gracia, implica una capacidad que viene del mismo<br />

Dios, es consecuencia del haber “nacido de Él” (1 Jn 2,29).<br />

Fue el mismo Dios, quien quiso que fuéramos llamados hijos suyos,<br />

liberándonos -en el Hijo- de la muerte que nos esclaviza.<br />

(2) La condición de hijos de Dios implica un conocimiento profundo del<br />

mismo Dios.<br />

La oposición del mundo a la comunidad resulta exactamente de la carencia<br />

de relación con Dios.<br />

El término “mundo” se entiende en el sentido de humanidad que se<br />

organiza en torno al rechazo de Dios (Jn 1,10) en la hostilidad a la<br />

comunidad de sus hijos.<br />

La oposición a los ―hijos‖ es realización eclesial de la hostilidad y del<br />

rechazo del Hijo de Dios.<br />

La comunidad de los ―hijos‖ implica un conocimiento de Dios así como lo<br />

tiene el Hijo.<br />

(3) La condición de los hijos de Dios es fiel a la dinámica escatológica.<br />

Esta realidad todavía no es posesión total y definitiva: aún aguarda la<br />

plenitud.<br />

Así, la identidad actual de los hijos de Dios no se abandona a la pereza ni al<br />

comodismo, tampoco le suprime al creyente el debe de actuar en el mundo.<br />

Se trata de una contemplación que exige una acción. Los hijos de Dios<br />

viven de la certeza del ―lo somos de hecho‖ y de la esperanza operante de<br />

la manifestación definitiva de los ―llegaremos a ser‖.


Anexo 2<br />

Para quienes animan la celebración litúrgica<br />

I<br />

El símbolo dominante de la liturgia de este domingo –la del <strong>Pastor</strong>- nos<br />

lleva a abordar el tema de las ―vocaciones‖, epifanía de la Iglesia en que se<br />

respeten y promuevan los diferentes ministerios, oficios y funciones.<br />

II<br />

La segunda lectura nos recuerda los fundamentos en los que se apoya toda<br />

―vocación de especial consagración‖: el llamado a ser hijos de Dios en<br />

virtud de una común, universal e indeleble ―consagración‖ bautismalcrismal.<br />

A través de nuevos y sucesivos llamados (o vocaciones), nuestra condición<br />

filial debe ser cada vez más consciente y expandirse hasta la plenitud final<br />

que está reservada para el día de la manifestación de nuestra gran Dios y<br />

Señor Jesucristo.<br />

III<br />

El ―Buen <strong>Pastor</strong>‖ está en el origen de toda ―vocación‖:<br />

Es Él quien nos conoce y nos llama.<br />

Esta también el modelo de todos los ―llamados‖ en la generosidad con que<br />

abrazó la misión recibida del Padre: hasta el don supremo y plenamente<br />

libre de la propia vida.<br />

Finalmente, es importante que todas las vocaciones eclesiales se asocien a<br />

la solicitud ―misionera‖ del Buen <strong>Pastor</strong>: para que haya un solo rebaño y un<br />

solo pastor.<br />

IV<br />

Para los lectores.<br />

La primera lectura requiere una voz vigorosa.<br />

Trate de que todos capten la conexión que hay entre ―jefes del pueblo‖,<br />

―ancianos‖, ―y todavía‖, ―en nombre de Jesucristo‖.<br />

No olvide que la puntación escrita no siempre coincide con la puntuación<br />

oral.<br />

En la segunda lectura respete la división impuesta por la palabra<br />

―queridos…‖.


El Señor es mi <strong>Pastor</strong><br />

Jn 10, 11-18<br />

En el Evangelio de hoy Jesús repite dos veces la conocida expresión: ―Yo<br />

soy el buen pastor‖.<br />

Por eso a este IV Domingo de Pascua se le ha dado el nombre de ―Domingo<br />

del Buen <strong>Pastor</strong>‖ y desde hace 49 años se celebra en este domingo la<br />

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.<br />

Observamos, en esa expresión de Jesús, el uso del pronombre personal<br />

enfático ―Yo‖.<br />

Cuando un ser humano usa esta breve palabra se está refiriendo a una<br />

realidad misteriosa, aunque limitada, que es su propia persona humana.<br />

Ningún ser humano puede dar una definición exhaustiva de sí mismo; todo<br />

eso que no puede definir lo expresa con la palabra ―yo‖.<br />

Cuando Jesús dice ―Yo‖, él se está refiriendo también a su propia Persona,<br />

pero en este caso se trata de una Persona divina, la segunda Persona de la<br />

Santísima Trinidad: el Hijo.<br />

El ―Yo‖ de Jesús es infinito, es Dios mismo. Por eso las frases en que Jesús<br />

dice: ―Yo soy...‖ son más bien objeto de contemplación que de<br />

comprensión. ―Yo soy el buen <strong>Pastor</strong>‖ es una de esas frases.<br />

Jesús usa el artículo definido ―el buen <strong>Pastor</strong>‖, indicando que se trata de un<br />

pastor ya ―definido‖, un pastor del cual ya se ha hablado, y, además, el<br />

único que merece el calificativo de ―bueno‖.<br />

Para saber a qué se refiere debemos buscar dónde se ha hablado antes de<br />

ese pastor. Tiene que ser un texto que sus oyentes conozcan bien.<br />

Ellos ciertamente conocían bien la profecía de Ezequiel:<br />

―Así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y<br />

velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño... así velaré yo por mis<br />

ovejas‖ (Ez 34,11-12).<br />

Y se hacían eco de esas palabras con el Salmo 23:<br />

―El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar.<br />

Me conduce a fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por<br />

cañadas seguras haciendo honor a su nombre. Aunque fuese por valle<br />

tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes conmigo; tu vara y tu<br />

cayado me sosiegan‖ (Sal 23,1-4).


Este es ―el buen <strong>Pastor</strong>‖; con éste se identifica Jesús. Él es el único que<br />

aquí en la tierra cumple con esa definición.<br />

Jesús quiso que esta condición suya única se prolongue en la tierra a través<br />

de ciertos hombres elegidos por él a quienes, por medio del Sacramento del<br />

Orden, les concede el poder y la misión de apacentar a sus ovejas.<br />

El primero de ellos fue Pedro que escuchó tres veces de labios de Jesús el<br />

mandato: ―Apacienta mis ovejas‖ (Jn 21,15.16.17).<br />

Dos rasgos esenciales de Jesús deben reproducir esos hombres llamados a<br />

ser pastores del pueblo de Dios.<br />

Las diremos con las palabras del mismo Jesús:<br />

―El buen pastor da su vida por las ovejas... El buen pastor conoce a sus<br />

ovejas y las suyas lo conocen a él‖.<br />

Nadie encarna tan vivamente a Jesucristo en esta tierra como los hombres<br />

que él ha elegido y ha consagrado para ser pastores de sus ovejas.<br />

Por eso, con razón el Papa Juan Pablo II escribía en su Exhortación<br />

Apostólica “<strong>Pastor</strong>es dabo vobis”:<br />

―Ha llegado el tiempo de hablar valientemente de la vida sacerdotal como<br />

de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida<br />

cristiana‖ (N. 39).<br />

A esta forma de vida el Señor llama a muchos jóvenes hoy. En este día<br />

oramos para que ellos escuchen ese llamado de Cristo a dar la vida por las<br />

ovejas y respondan generosamente.<br />

+ Felipe Bacarreza Rodríguez<br />

Obispo de Santa María de Los Ángeles<br />

MEDITATIO<br />

El Señor se presenta a nosotros como el buen pastor, como aquel que<br />

defiende del peligro a sus ovejas y las lleva a los pastos de la vida,<br />

invitándolas a seguirle con confiada seguridad por el camino sobre el que<br />

las precede y las acompaña.<br />

¿Es ésta una imagen demasiado obsoleta para hablar a los hombres de<br />

nuestro tiempo?


En realidad, las dos características que connotan a Jesús como el<br />

verdadero, como el buen pastor, nos ayudan a practicar un discernimiento<br />

entre las múltiples propuestas que la sociedad de hoy nos avanza,<br />

encontrándonos desprevenidos con frecuencia.<br />

Jesús afirma, en primer lugar, que el buen pastor «da la vida por las<br />

ovejas» no sólo de palabra, sino con los hechos. Cuántas doctrinas, cuántos<br />

maestros de sabiduría o de ciencia se asoman al escenario y prometen<br />

llevarnos lejos, hacia una realización plena...<br />

Ahora bien, ¿quién puede liberar al hombre de la más pesada y desconocida<br />

esclavitud, de la que derivan todas las demás, y que es la esclavitud del<br />

pecado?<br />

Jesús ofrece su vida para despertarnos a una vida de horizontes infinitos,<br />

llena de esperanza y de belleza. Más aún, «conoce a sus ovejas», establece<br />

con ellas una relación que es como la que le une a él con el Padre, una<br />

relación de amor tan oblativo y total que personaliza al otro, que lo hace<br />

existir en su verdad y en su alteridad, que lo hace capaz de expresarse en<br />

plenitud a través de la entrega de sí mismo.<br />

Si recibimos la vida que el buen pastor ofrece por nosotros, si queremos<br />

dejarnos conducir por él a una relación de conocimiento-comunión de amor,<br />

podremos descubrir, ya desde ahora, la maravilla de ser realmente hijos del<br />

Padre, y nos encontraremos semejantes a él en la eternidad.<br />

No endurezcamos nuestro corazón, descartando la piedra angular que ha<br />

puesto Dios como fundamento de la nueva humanidad: Cristo es la única<br />

salvación verdadera del hombre; pongamos nuestros pasos en sus huellas<br />

seguras.<br />

ORATIO<br />

Jesús, huésped divino y mendigo de amor a la puerta del corazón humano,<br />

haz que nada nos resulte más dulce, nada más deseable, que caminar<br />

contigo y morar en ti.<br />

Ahora, en las estaciones de la trashumancia, en las inclementes estaciones<br />

de los acontecimientos humanos; después, durante los siglos eternos, en<br />

los soleados pastos del cielo.<br />

Haz todo esto por amor a tu nombre, para manifestar tu gloria en la alegría<br />

de nuestra salvación. «La felicidad y la gracia nos acompañarán» a lo largo<br />

del viaje de la vida presente no para que ya nada penoso nos suceda, sino<br />

porque contigo todo será gracia, si lo vivimos con serenidad y paz.


CONTEMPLATIO<br />

Tú, hombre, debes reconocer qué eras, dónde estabas y a quién estabas<br />

sometido; eras una oveja perdida, estabas en un lugar desierto y árido, te<br />

alimentabas de espinas y de maleza; estabas confiado a un asalariado, que,<br />

al llegar el lobo, no te protegía.<br />

Ahora, en cambio, has sido buscado por el verdadero pastor, que, por su<br />

amor, te ha cargado sobre sus hombros, te ha llevado al redil que es la<br />

casa del Señor, la Iglesia: aquí es Cristo tu pastor y aquí han sido reunidas<br />

las ovejas para morar juntas.<br />

Este pastor no es como el asalariado bajo el que estabas cuando te afligía<br />

tu miseria y debías temer al lobo. La medida del cuidado que tiene de ti el<br />

buen pastor te la proporciona el hecho de que ha dado su vida por ti. Se<br />

ofreció él mismo al lobo que te amenazaba, dejándose matar por ti.<br />

Ahora, por consiguiente, el rebaño está seguro en el redil, sin necesidad de<br />

otros que cierren y abran la puerta del recinto. Cristo es el pastor y es la<br />

puerta, y es también el alimento y el que lo suministra.<br />

Los pastos que el buen pastor ha preparado para ti y donde te ha puesto<br />

para apacentarte no son los prados de hierbas mezcladas, dulces y<br />

amargas, que ahora existen y mañana no, según las estaciones.<br />

Tu pasto es la Palabra de Dios, y sus mandamientos son los dulces campos<br />

donde te apacienta.<br />

(Agustín, Sermón 366, 3)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«No he de temer ningún mal, porque tú estás conmigo»<br />

(Sal 23,4).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Cuando dice Jesús: «Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas», es<br />

preciso atribuir al término conocer todo cuanto hay de más profundo, de<br />

más amoroso en los labios del Señor Jesús.<br />

«Y mis ovejas me conocen», porque así debemos conocerle nosotros, por<br />

nuestra parte, con ese conocimiento vital que supera todo conocimiento.<br />

Un día comprendí de modo existencial lo que es el «conocimiento» del buen<br />

pastor. Estaba sentado a la mesa, a mediodía. Habíamos trabajado durante


toda la mañana, un trabajo sucio, con sacos de azúcar que nos dejaban a<br />

todos embadurnados. Me encontraba en el lugar de presidencia de la mesa,<br />

y por eso, dada la disposición de los sitios, veía de frente a todos mis<br />

compañeros de trabajo.<br />

Me sorprendía el hecho de que sus rostros parecían cubiertos por una<br />

especie de máscara anónima, compuesta de polvo, suciedad, cansancio...<br />

Todos se parecían. Después de la comida, como nos quedaba un poco de<br />

tiempo libre, una media hora, antes de reemprender el trabajo, me fui con<br />

cinco o seis de ellos a un pequeño café, el bar Gaby, como se llamaba la<br />

dueña.<br />

Era una auténtica marsellesa, próspera, vivaz, alegre; y cada vez que iba al<br />

bar Gaby, pensaba yo en la Frase de Jesús: «Yo conozco a mis ovejas y mis<br />

ovejas me conocen».<br />

En efecto, la dueña del bar Gaby conocía a las ovejas que iban a su<br />

abrevadero; conocía el nombre, el apellido y el apodo de cada uno. Y hasta<br />

los nombres que podían resultar injuriosos en boca de otros, dichos por ella<br />

asumían un tono amistoso.<br />

Ella me conocía. Para ella, yo era unas veces Jackie; otras, el «Gafotas».<br />

Cada uno era cada uno. Entonces, en contacto con aquella mujer que<br />

conocía a sus ovejas y que sus ovejas la conocían, vi caer la máscara que<br />

tanto me había sorprendido hace un momento en el comedor: ante aquella<br />

mujer se habían vuelto hombres de nuevo, con su propio nombre y apellido.<br />

Y —de improviso—surgía algo limpio y sencillo en sus miradas, que volvían<br />

a ser como la mirada de un niño.<br />

(J. Loew, Gesú chiamato il Cristo, Brescia 1971, pp. 182s, passim<br />

[trad. esp.: Ese Jesús al que se llama Cristo, Euramérica, Madrid 1973])


Lunes 30 de Abril<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

Hechos de los apóstoles 11, 1-18<br />

También a los que no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida<br />

1 Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron noticias de que también personas no<br />

judías habían acogido la Palabra de Dios. Por eso,<br />

2 cuando Pedro subió a Jerusalén, los creyentes judíos comenzaron a criticar su actitud:<br />

3 «¡Has entrado en la casa de gente no judía y has comido con ellos!»<br />

4 Entonces Pedro se puso a explicarles los hechos punto por punto:<br />

5 «Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Jope cuando en un éxtasis tuve una visión.<br />

Algo bajaba del cielo, algo que se parecía a una gran tienda de campaña, y llegaba hasta<br />

mí, posándose en el suelo sobre sus cuatro puntas.<br />

6 Miré atentamente y vi en ella cuadrúpedos, bestias del campo, reptiles y aves.<br />

7 Oí también una voz que me decía: «Pedro, levántate, mata y come.»<br />

8 Yo contesté: «¡De ninguna manera, Señor! Nunca ha entrado en mi boca nada profano<br />

o impuro.»<br />

9 La voz me habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.»<br />

10 Esto se repitió por tres veces y después fue retirado todo al cielo.<br />

11 En aquel momento, tres hombres que habían sido enviados a mí desde Cesarea,<br />

llegaron a la casa donde nosotros estábamos.<br />

12 El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y<br />

entramos en la casa de aquel hombre.<br />

13 El nos contó cómo había visto a un ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Envía a<br />

alguien a Jope, y que traiga a Simón, llamado Pedro.<br />

14 El te dará un mensaje por el que te salvarás tú y toda tu familia”.<br />

15 Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como<br />

había bajado al principio sobre nosotros.<br />

16 Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: “Juan bautizó con agua, pero<br />

ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.”<br />

17 Si ellos creían en el Señor Jesucristo y Dios les comunicaba el mismo don que a<br />

nosotros, ¿quién era yo para oponerme a Dios?»<br />

18 Cuando oyeron esto se tranquilizaron y alabaron a Dios diciendo: «También a los que<br />

no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»<br />

La acción de Pedro, bautizando a Cornelio, era decisiva en la cuestión de la<br />

apertura del evangelio a los gentiles.<br />

Pero, ¿no había sido precipitada aquella decisión? El capítulo 11 comienza<br />

diciendo: ―Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron<br />

noticias…”.<br />

La frase significa que las autoridades de la Iglesia de Jerusalén (nótese que<br />

toda la comunidad se halla asociada a los apóstoles) tuvieron un<br />

conocimiento oficial de este paso dado por Pedro y, cuando él regresó, le<br />

exigieron una explicación de lo que había hecho.<br />

Pedro era la máximo autoridad de la Iglesia, el primero de los apóstoles.<br />

Pero no obra independiente y caprichosamente. Tuvo que dar cuenta del<br />

paso dado y de las motivaciones que le habían decidido a ello. Más aun, se<br />

lo exigieron.


La máxima oposición a la acción de Pedro (11,2) la ofrecían los que<br />

provenían de la circuncisión. Para ellos las leyes o costumbres judías en<br />

cuanto a la comunión con los gentiles eran sencillamente intangibles<br />

(15,1ss: Gál. 2, 11).<br />

Pedro, naturalmente, se justifica y cuenta cómo ocurrió todo; por qué pasos<br />

se llegó a la concesión del Bautismo a Cornelio y a los suyos.<br />

No cuenta toda la historia –referida en el capítulo anterior- sino que aduce<br />

únicamente aquellos detalles que juzga necesarios para que el lector<br />

comprenda.<br />

Además de su propio testimonio aduce Pedro el de los seis hermanos que lo<br />

acompañaban (v.12). Otro argumento a su favor lo encuentra en las<br />

palabras que Jesús había dicho antes de su Ascensión: ustedes serán<br />

bautizados en el Espíritu Santo (1,5).<br />

Es decir, que la promesa de Jesús sobre la efusión del Espíritu incluía<br />

también a los paganos.<br />

Ante la presentación que ha hecho Pedro de su acción y de las motivaciones<br />

que la determinaron, los oyentes se acallan.<br />

Reconocen la acción de Dios y que la penitencia en orden a la vida ha sido<br />

concedida también a los gentiles sin necesidad de hacerse previamente<br />

judíos, es decir sin que les impusiese la necesidad de observar la Ley y, en<br />

particular, la de la circuncisión.<br />

A lo largo de la narración se hace patente la existencia de dos grupos bien<br />

definidos.<br />

El primero demuestra la resistencia opuesta por parte de los ya cristianos,<br />

que procedían del judaísmo, a admitir dentro de la Iglesia a los paganos<br />

(10, 14.28.47; 11, 2.8.17)<br />

El segundo grupo se encargará de demostrar que fue Dios mismo quien<br />

―impuso‖ a la Iglesia esta apertura del evangelio al mundo pagano<br />

(10,3.11-16.22.30; 11,5-10; 13).<br />

La misión de los gentiles quedaba a sí autorizada oficialmente.<br />

Pero hay más en la intención de Lucas. Fue Pedro quien bautizó el primer<br />

pagano, y la Iglesia de Jerusalén, después de muchas deliberaciones y<br />

discusiones, aprobó esta acción de Pedro y la hizo suya.<br />

Por consiguiente, fue la Iglesia legítima, la Iglesia apostólica, la que<br />

comenzó la misión a los gentiles. De ahí que el bautismo a los paganos sea<br />

absolutamente legítimo.


El primer pagano convertido al cristianismo era oficial romano. Es un rasgo<br />

también importante dentro de nuestra historia.<br />

Juan 10,1-10 (ciclos B y C)<br />

Yo soy la puerta<br />

En una ocasión dijo Jesús:<br />

1 “En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas,<br />

sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador;<br />

2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.<br />

3 A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por<br />

una y las saca fuera.<br />

4 Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque<br />

conocen su voz.<br />

5 Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los<br />

extraños”.<br />

6 Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.<br />

7 Entonces Jesús les dijo de nuevo:<br />

“En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.<br />

8 Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no<br />

les escucharon.<br />

9 Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto.<br />

10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan<br />

vida y la tengan en abundancia”.<br />

1. Algunos puntos sobre el “<strong>Pastor</strong>”<br />

“<strong>Pastor</strong>” indica relacionalidad<br />

Para que entendamos la importancia que tiene en la Biblia el tema del<br />

<strong>Pastor</strong>, es bueno que refresquemos un poquito el contexto.<br />

Los beduinos del desierto nos dan hoy una idea de los era en otro tiempo la<br />

vida cotidiana en las tribus de Israel:<br />

En esta sociedad, la relación entre pastor y rebaño no es únicamente de<br />

tipo económico, basada en el interés, en el provecho que el pastor les<br />

pueda sacar a sus ovejas para subsistir él y su familia:<br />

Sacarla la lana, beber su leche, hacer deliciosos asados con su carne,<br />

venderlas cuando necesita dinero, etc.<br />

En otras palabras no es una relación de ―propiedad‖.<br />

En el mundo la Biblia, como sucede también hoy con los beduinos del<br />

desierto, entre el pastor y su rebaño se desarrolla una relación casi<br />

personal.<br />

Día tras día se la pasan juntos en lugares solitarios mirándose el uno al<br />

otro, sin nadie más en el entorno. El pastor termina conociendo todo sobre


cada oveja y cada oveja reconoce y distingue, entre todas, la voz de su<br />

pastor, que habla con ella con frecuencia.<br />

En la historia de la revelación aparece con frecuencia esta imagen<br />

Precisamente porque la relación entre el <strong>Pastor</strong> y sus ovejas representaba<br />

una de las relaciones más estrechas que se podían observar en la<br />

cotidianidad de un israelita, se explica por qué Dios utiliza este símbolo para<br />

expresar su relación con su pueblo elegido y con toda la humanidad.<br />

Uno de los Salmos más bellos del salterio describe la seguridad que un<br />

orante tiene de que Dios es su <strong>Pastor</strong>:<br />

―El Señor es mi pastor, nada me falta‖ (23,1).<br />

Pero esto vale también para las relaciones humanas, de ahí que en la Biblia<br />

el título de pastor también se le de, por extensión, también a todos aquellos<br />

que imitan la premura, la dedicación de Dios por el bienestar de su pueblo.<br />

Por eso a los reyes en los tiempos bíblicos se les llama pastores, igualmente<br />

a los sacerdotes y en general a todos los líderes del pueblo.<br />

En este orden de ideas, cuando los profetas Jeremías y Ezequiel se refieren<br />

a los líderes del pueblo, los llaman pastores, pero ya no para referirse a la<br />

imagen que deberían proyectar, de seguridad, de protección, sino a lo que<br />

realmente son:<br />

Líderes irresponsables que llegan incluso hasta la delincuencia para sacar<br />

ventaja de su posición mediante la explotación y la opresión (es clara<br />

también la cita de Jeremías 23,1:<br />

“¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las<br />

ovejas de mis pastos!‖).<br />

Al lado de la imagen del buen pastor aparece entonces la del mal pastor o<br />

del mercenario.<br />

En el profeta Ezequiel, en el capítulo 34, encontramos un juicio tremendo<br />

contra los malos pastores que se apacientan solamente a sí mismos, lo cual<br />

lleva a que Dios decida ocuparse personalmente de su rebaño:<br />

―Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él‖<br />

(Ezequiel 34,11).<br />

La gran responsabilidad de un pastor: la vida de la oveja


El criterio para distinguir un buen y mal pastor era su sentido de la<br />

responsabilidad.<br />

El <strong>Pastor</strong> en Palestina era totalmente responsable de las ovejas: si algo le<br />

pasaba a cualquiera de ellas, él tenía que demostrar que no había sido por<br />

culpa suya.<br />

Observemos rápidamente algunas citas impresionantes:<br />

Amós 3,12:<br />

―Como salva el pastor de la boca del león dos patas o la punta de<br />

una oreja, así se salvarán los hijos de Israel‖.<br />

El pastor debe salvar todo lo que pueda de su oveja, ni que sean las patas<br />

o la punta de la oreja de su oveja.<br />

Éxodo 22,9.13:<br />

―Si un hombre entrega a otro una oveja o cualquier otro animal<br />

para su custodia, y éstos mueren o sufren daño o son robados sin<br />

que nadie lo vea... tendrá que restituir‖.<br />

En este caso el pastor tendrá que jurar que no fue por culpa suya (v.10) y<br />

traer una prueba de que la oveja no había muerto por culpa suya y de que<br />

él no había podido evitarlo.<br />

En fin, el pastor se la juega toda por sus ovejas, aún combatiendo<br />

tenazmente contra las fieras salvajes, haciendo gala de todo su vigor e<br />

incluso exponiendo su vida, como vemos que hizo David de manera heroica<br />

con las suyas:<br />

―Cuando tu siervo estaba guardando el rebaño de su padre y venía<br />

el león o el oso y se llevaba una oveja del rebaño, salía tras él, le<br />

golpeaba y se la arrancaba de sus fauces, y se revolvía contra mí,<br />

lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba hasta matarlo‖<br />

(1 Samuel 17,34-35).<br />

La premura del <strong>Pastor</strong>: un amor que vivifica<br />

Todo que vimos anteriormente es lo que Dios hace con los suyos. Los<br />

orantes bíblicos, como lo hace notar el Salmo 23, encontraban en la imagen<br />

de Dios-<strong>Pastor</strong> su verdadero rostro: su amor, su premura y su dedicación<br />

por ellos.<br />

En Dios encontraron su confianza para las pruebas de la vida. Ellos tenían<br />

en la mente y arraigada en el corazón esta convicción: "Sí, como un pastor<br />

bueno, Dios se la juega toda por mí‖.


Ellos tenían la certeza de que Dios siempre estaba cuidando de ellos y<br />

combatiendo por ellos. Así predicaba el profeta Isaías:<br />

―Como ruge el león y el cachorro sobre su presa, y cuando se<br />

convoca contra él a todos los pastores, de sus voces no se<br />

intimida, ni de su tumulto se apoca; tal será el descenso de Yahvé<br />

de los ejércitos para guerrear sobre el monte Sión y sobre su<br />

colina‖ (Isaías 31,4).<br />

Y en el texto de Ezequiel, que ya mencionamos, vemos que nada se le<br />

escapa al compromiso y al amor de Dios-<strong>Pastor</strong>:<br />

―Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la<br />

herida, confortaré a la enferma‖ (Ezequiel 34,16).<br />

2. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia<br />

San Agustín<br />

“Tratado de san Juan.”<br />

45,2-3<br />

―Los fariseos dijeron que no eran ciegos; pero, para ver, tenían que<br />

convertirse en ovejas de Cristo. Y como pretendían tener la luz ellos se<br />

enfurecían contra el Día.<br />

Fue precisamente para responder a su vana, soberbia e incurable<br />

arrogancia, que el Señor pronunció palabras que son para nosotros, si bien<br />

las consideramos una advertencia saludable.<br />

En verdad, hay muchos que, según un cierto ideal de vida, pasan por<br />

hombres de bien y honestos, por mujeres virtuosas e irreprensibles; son<br />

observantes de todo lo que la ley prescribe: respetan a sus padres, no son<br />

adúlteros, no matan, no roban, no dan falso testimonio contra nadie y<br />

parece que observan todos los otros preceptos; todavía no son cristianos.<br />

Y hasta llegan frecuentemente a vanagloriarse como los fariseos: „¿Por<br />

ventura también nosotros somos ciegos?‟ (Juan 9,40).


Teniendo en cuenta, con todo, que todas esas cosas no tienen valor, ya que<br />

ellos las realizan sin referencia al fin último, en la lectura de hoy el Señor<br />

presenta una parábola que se refiere al rebaño y a la puerta por donde<br />

entra en el redil.<br />

Los paganos tiene pues bellos discursos: ¡Nosotros vivimos honestamente!<br />

Pero, si no entran por la puerta, ¿de qué les sirve aquello de que se glorían?<br />

El vivir honesto debe garantizar la posibilidad de vivir siempre; pero si no<br />

sirve para vivir siempre, ¿entonces para qué sirve?<br />

Ni se puede decir que viven honestamente aquellos que por ceguera<br />

ignoran o por orgullo desprecian la finalidad del vivir honestamente.<br />

Y nadie puede tener la esperanza verdadera y cierta de vivir eternamente si<br />

no reconoce la vida que es Cristo y no entra por la puerta en el redil‖<br />

3. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón<br />

3.1 ¿Qué pastores se han hecho cargo de mí? ¿Por qué les debo<br />

gratitud?<br />

3.2 ¿Qué caracteriza los cuidados que Jesús ofrece como “Buen<br />

<strong>Pastor</strong>”?<br />

3.3. ¿Intento ordenarle a Jesús qué es lo que debe darme? ¿Me<br />

dejo guiar por Él?<br />

3.4. ¿Qué quiere decir la frase “Yo soy la Puerta”?<br />

3.5. ¿Cuáles son las lecciones del Evangelio de hoy para mi vida<br />

como responsable de una comunidad o de una familia?<br />

Juan 10,11-18 (ciclo A)<br />

Cristo, el pastor bueno, da su vida por las ovejas<br />

Dice Jesús:<br />

11 Yo soy el buen <strong>Pastor</strong>. El buen <strong>Pastor</strong> da su vida por las ovejas.<br />

12 El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas,<br />

cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.<br />

13 Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.<br />

14 Yo soy el buen <strong>Pastor</strong>: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí<br />

15 –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas.<br />

16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también<br />

conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo <strong>Pastor</strong>.<br />

17 El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.<br />

18 Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de<br />

recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».<br />

Dios utiliza, desde el Antiguo Testamento, la imagen del pastor bueno para<br />

expresar su relación con su pueblo elegido y con la humanidad, pues la<br />

relación entre el pastor y sus ovejas representa una de las relaciones más<br />

estrechas dentro de la cotidianidad de un israelita.


Uno de los Salmos más sentidos del salterio describe la seguridad con la cual<br />

un orante se acoge a Dios como su pastor:<br />

"El Señor es mi pastor, nada me falta" (Sal 23,1).<br />

Yo soy el <strong>Pastor</strong> Excelente<br />

Jesús destaca el contraste entre el pastor malo y el pastor bueno, pero con<br />

una novedad. Él dice: "¡Yo soy el pastor bueno!".<br />

Jesús va más allá del comportamiento de cualquier pastor: "Yo doy mi vida<br />

por las ovejas". Por eso el pasaje insiste en unos datos.<br />

Dos veces Jesús dice: "Yo soy el pastor bueno" (vv. 11.14).<br />

Cinco veces: Él "da la vida (por las ovejas)" (vv. 11.15.17.18).<br />

Cuatro veces el pastor bueno "conoce" y "es conocido" (vv. 14.15).<br />

Estos hechos descubren la estrecha relación de comunión entre las ovejas,<br />

entre ellas con él y de todos con el Padre (vv. 14-16).<br />

Los versículos 11-13 trazan el contraste entre el pastor bueno y el pastor<br />

malo. Los versículos 14-18 describen el rol del pastor excelente.<br />

El <strong>Pastor</strong> compasivo y misericordioso (vv. 11-13)<br />

Jesús se presenta como el pastor bueno.<br />

En griego hay dos palabras para hablar de "bueno":<br />

1) el término "agathós", con el cual se describe la cualidad moral de una<br />

persona buena;<br />

2) el término "kalós", el cual se traduce como bueno, excelente, incluso<br />

"bello", pues le añade a la bondad una cualidad encantadora, por ella la<br />

persona se hace atractiva y simpática, fácil para las cálidas relaciones<br />

interpersonales.<br />

La expresión el "pastor bueno", en griego "kalós", indica no tanto su<br />

efectividad en la atención de los quehaceres de cada día con su rebaño (de<br />

hecho la incluye), sino ante todo su alegría, su integridad, su amor, su<br />

compasión, su misericordia y su simpatía. Abarca también el sentido de<br />

pertenencia.<br />

A él "le pertenecen las ovejas", él atrae y fascina con su sola presencia.


En tiempos de Jesús el verdadero pastor era de nacimiento, se hacía por<br />

"vocación".<br />

Un pastor así no se ocupaba de nada más, las ovejas eran el motivo de sus<br />

desvelos y cuando se levantaba por la mañana corría alegre a cumplir con su<br />

deber.<br />

En cambio, personas sin empleo, ante la falta de alternativas, iban al campo<br />

a pastorear ovejas, pero sentían poco aprecio por la responsabilidad de su<br />

tarea, además algunos poco conocían de esta labor y se volvían simples<br />

"asalariados" o "mercenarios" o tomaban el trabajo como un negocio para<br />

subsistir con la familia.<br />

A diferencia del "asalariado", el pastor bueno considera a sus ovejas como<br />

propias y, por tanto, no espera una paga.<br />

Quien trabaja por el provecho no piensa sino en el dinero y cuando éste -o<br />

cualquiera otra gratificación falta- no persevera. Por eso donde hay sentido<br />

de pertenencia hay amor y donde hay amor hay gratuidad.<br />

La motivación esencial del pastor bueno es el amor y quien ama no espera<br />

tanto recibir sino dar.<br />

El verdadero amor desgasta el don de la vida: "Nadie tiene mayor amor que<br />

quien da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).<br />

El compromiso de Jesús como pastor es la vida:<br />

"Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (v. 10).<br />

"El pastor bueno da la vida por las ovejas".<br />

El pastor auténtico no vacila en arriesgar y en dar su vida para salvar a sus<br />

ovejas ante cualquier peligro. No repara siquiera en su propia vida.<br />

Este dato se profundiza en los vv. 14-18: la "excelencia del pastor" o el<br />

pastor excelente.<br />

La excelencia del <strong>Pastor</strong> (vv. 14-18)<br />

Un primer rasgo del pastor excelente, en esta parte, es la calidad de sus<br />

relaciones.<br />

La relación del pastor bueno con sus ovejas no es fría, material, impersonal,<br />

sino cordial y personal como la comunión del Padre y del Hijo.<br />

"Conozco mis ovejas...".


Si la relación de Jesús con nosotros es de este tipo, entonces el vínculo del<br />

pastor es apasionado, ardiente de corazón.<br />

"Como me conoce el Padre...".<br />

La actitud de Jesús lleva la impronta de su relación con el Padre.<br />

Padre e Hijo se conocen a fondo, viven en familiaridad recíproca, se<br />

aprecian, se aman con intensidad.<br />

El cuarto evangelio usa el verbo "conocer" porque el "amor" está basado en<br />

el "conocimiento" personal.<br />

Para Jesús, pastor "bueno", no somos números o fichas de un juego, él<br />

conoce nuestra historia, dificultades, defectos y cualidades.<br />

Porque nos conoce nos ama, es decir, nos acepta tal como somos y nos<br />

sumerge en la comunión con Él.<br />

En esta relación caben todos los seres humanos (v. 16). La premura de Jesús<br />

pastor no se limita al pueblo de Israel. Él asumió la tarea confiada por el<br />

Padre de cuidar la entera humanidad, reunir un solo rebaño.<br />

Esta es, en última instancia, su misión. Nadie queda excluido de su cuidado<br />

pastoral, así la presencia del amor de Dios en él vale para todos los seres<br />

humanos.<br />

La fidelidad está en la raíz del amor apasionado y de unidad del pastor bueno<br />

(vv. 17-18).<br />

El atardecer de la vida del pastor excelente, su gloria, su plenitud se halla en<br />

la entrega de su vida en la cruz: se trata de la hora de la fidelidad.<br />

Este último criterio de la "excelencia" del pastor se conecta con el anterior.<br />

En torno al versículo 16 (sobre la unidad) se repite la frase: "Doy mi vida".<br />

Jesús construye la "gran unidad" en la cruz; en efecto, Él murió "no sólo por<br />

la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos" (Jn 11, 52).<br />

Pero aquí asoma un marco más amplio y significativo, la referencia a Dios-<br />

Padre enmarca los versos 17-18: "Por eso me ama el Padre..." y "esta es la<br />

orden recibida de mi Padre".<br />

La relación de Jesús con el Padre explica su fidelidad y esta fidelidad sustenta<br />

su "excelencia".


Se trata de una fidelidad sostenida por el amor fundante del Padre; vivida<br />

desde la libertad y visible en la obediencia.<br />

Esta fidelidad toma cuerpo en la capacidad de "dar" y "recibir"; en la<br />

"autonomía" (tengo "poder") y la "responsabilidad" ("para" o "en función<br />

de"); en la escucha del mandato ("orden") y la respuesta ("lo recibí").<br />

Y cuanto recibió del Padre lo entrega con libertad: "Yo la doy (mi vida)<br />

voluntariamente".<br />

Cabe recordar cómo en el lenguaje de la Homilía a los Hebreos (2, 17), la<br />

fidelidad de Jesús es su misericordia.<br />

En definitiva, el modo de proceder de Jesús como pastor excelente, se<br />

encuentra en relación cercana con su manera de ser el sumo y eterno<br />

sacerdote del Nuevo Testamento.<br />

Oremos esta invitación a la fidelidad y a la misericordia.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿Cuál era mi imagen de Jesús pastor antes de conocer el evangelio?<br />

¿Qué significa la frase "Jesús pastor excelente"?<br />

¿Puedo ser para mi comunidad un pastor bueno?<br />

MEDITATIO<br />

Jesús se presenta como el buen pastor, pero hoy son pocos los que desean<br />

asumir el papel de «oveja», y menos aún el de oveja dócil. Menos todavía<br />

pertenecer a un rebaño. Existe en nuestros días una alergia innata a formar<br />

parte de un rebaño conducido por otros.<br />

¿Se deberá al sentido de la dignidad personal? ¿Será la conciencia de los<br />

derechos de la persona? ¿Será la cultura democrática la que nos impide<br />

aceptar de buen grado esta imagen -pastoral, es cierto, aunque también<br />

paternalista-?<br />

Una imagen contaminada además por recuerdos o por relatos de abusos<br />

por parte de pastores que han «esquilado» al rebaño, en vez de<br />

apacentarlo con benevolencia y discreción, por el recuerdo de no lejanos<br />

guías políticos que engañaron a las masas con discursos fascinantes y<br />

trágicos.<br />

Jesús, sin embargo, se presenta como el pastor de los pastos eternos que<br />

conoce senderos que ningún otro conoce, que muestra de un modo<br />

bastante eficaz que es un pastor diferente, que no se limita a decir, sino


que «llega a entregar su vida» para avalar su petición de convertirse en<br />

guía verdadero y bueno hacia las metas definitivas.<br />

No hay por su parte ninguna pretensión de dominio, ninguna petición de<br />

sometimiento, ninguna condición de renuncia a nuestra propia dignidad.<br />

Sólo pide que nos fiemos de él, que nos confiemos a él, para llegar a la<br />

meta. Está tan desprendido de todo poder, tan entregado a su acción de<br />

guía manso y seguro, que da su propia vida por las ovejas.<br />

Por mí, de un modo particular y eficaz desde ahora, en la medida en que<br />

deseo ser guiado por él hacia la vida eterna.<br />

ORATIO<br />

También yo me encuentro, Señor, no pocas veces, entre los que no desean<br />

ser guiados demasiado por ti. Sin embargo, es entonces cuando me dejo<br />

guiar por este mundo.<br />

Queriendo huir de tu rebaño, me agrego al rebaño que camina sin meta y<br />

sin esperanza.<br />

O bien, sin preocuparme por lo que pasará mañana, prefiriendo vivir mi<br />

jornada con mis opiniones, que son después las de la mayoría que vagan<br />

por senderos que no llevan a ninguna parte.<br />

Veo que estoy terriblemente condicionado por el pensamiento de mi<br />

ambiente, que me resulta difícil salir del rebaño de quien vive su propia vida<br />

tranquilamente.<br />

Te pido, Señor, que me ilumines para que pueda comprender que tú eres la<br />

luz, el guía, el camino.<br />

E ilumíname también para que comprenda que entrar en tu rebaño no<br />

supone conducir mi cerebro al montón, sino ponerlo en los senderos de la<br />

vida, unos senderos que sólo tú conoces, porque has bajado del cielo para<br />

indicarnos el camino que lleva al cielo.<br />

Especialmente en los días serenos, cuando las luces de este mundo brillan y<br />

nos atraen, ilumina mi corazón para que no me pierda, sino que te sienta<br />

como pastor dulce y guía digno de confianza.<br />

CONTEMPLATIO<br />

El buen pastor se hace hierba del pasto para quien se convierte en oveja<br />

suya.


Por eso, lo primero que te enseña la Iglesia es que debes hacerte oveja del<br />

buen pastor y dejarte guiar por la catequesis hacia los pastos y las fuentes<br />

de la enseñanza, para ser sepultado con él mediante el bautismo en su<br />

muerte, y sin tener miedo de una muerte semejante.<br />

Y es que no se trata de muerte, sino de «sombra de la muerte», de una<br />

imagen [...].<br />

Después, te apoya con el cayado del Espíritu Santo porque el Espíritu Santo<br />

es el consolador. Prepara con todo lujo para ti la mesa de la Palabra de<br />

Dios, frente a la mesa de tus adversarios, los demonios.<br />

Te perfuma la cabeza con el aceite del Espíritu. Te limpia el cáliz del vino<br />

que alegra el corazón y suscita en tu espíritu esa sobria embriaguez que te<br />

disuade de las cosas pasajeras, sumergiéndote en las eternas.<br />

Quien ha gustado esta ebriedad pasa de esta vida fugaz a la eterna y habita<br />

en la casa del Señor a lo largo de los días.<br />

(Gregorio de Niza)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23,1).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Los guías religiosos -sacerdotes, ministros, rabinos o imanes-pueden ser<br />

admirados y reverenciados, aunque también odiados y despreciados.<br />

Esperamos que nuestros guías religiosos nos lleven más cerca de Dios con<br />

sus oraciones, su enseñanza, su guía. Por eso, vigilamos su<br />

comportamiento con atención y escuchamos de manera crítica sus palabras.<br />

Pero precisamente porque esperamos de ellos, a menudo sin darnos<br />

cuenta, algo más grande que un comportamiento humano, nos sentimos<br />

fácilmente decepcionados o incluso nos sentimos traicionados cuando se<br />

muestran tan humanos como nosotros.<br />

Nuestra admiración absoluta se transforma rápidamente en un odio<br />

ilimitado.<br />

Intentemos amar a nuestros guías religiosos, perdonar sus culpas y verlos<br />

como hermanos y hermanas.


De este modo dejaremos que ellos, a través de su humanidad rota, nos<br />

lleven más cerca del corazón de Dios.<br />

(H. J. M. Nouwen, Pane per il viaggio, Brescia 1997, p. 113<br />

[trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999])


Martes 1 de Mayo<br />

Hechos de los Apóstoles 11,19-26<br />

En Antioquía los llamaron cristianos<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

19 Mientras tanto, los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a<br />

causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra<br />

únicamente a los judíos.<br />

20 Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que,<br />

al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús.<br />

21 La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron.<br />

22 Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía.<br />

23 Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y<br />

exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme.<br />

24 Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran<br />

multitud adhirió al Señor.<br />

25 Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo,<br />

26 y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia<br />

y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos<br />

recibieron el nombre de «cristianos».<br />

Según el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, la conversión del<br />

eunuco y de Cornelio son hechos individuales, aunque significativos para la<br />

comunidad y para el progreso de la fe.<br />

Sin embargo, la fundación y consolidación de la Iglesia de Antioquía significa<br />

una apertura y una irradiación institucional de enorme importancia: la<br />

llegada de los gentiles, sin raíces judías, a la fe.<br />

Antioquía, por esta época, era una de las ciudades más importantes del<br />

imperio después de Roma, Atenas, Alejandría, y constituía, con más de<br />

medio millón de habitantes, un punto de concurrencia de razas y culturas<br />

diferentes.<br />

Las primeras frases del pasaje de hoy se conectan con los sucesos narrados<br />

en Hech 8,1.4, donde se habla de quienes fueron dispersados en la<br />

persecución originada a la muerte de Esteban, en la ciudad de Jerusalén.<br />

Aquí no se mencionan los nombres de los misioneros, pero se habla de<br />

manera global de "algunos chipriotas y cirenenses", es decir, miembros del<br />

grupo de los helenistas.<br />

En el texto surge ahora una gran novedad, la mención de Antioquía, no sólo<br />

por los sucesos en dicha población, sino por el puesto central en el libro de<br />

los Hechos de los Apóstoles a partir de este momento.<br />

En Antioquía, los citados helenistas, llegados hasta aquí por causa de la<br />

persecución, "hablaban a los griegos y les anunciaban el Evangelio de


Jesús" y "un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor" (vv. 20-<br />

21).<br />

Estos datos de la evangelización tienen elementos paralelos en Hech 8, 14<br />

(cuando la novedad de la evangelización entre los samaritanos), también<br />

ahora la noticia llega a "la Iglesia de Jerusalén".<br />

Cuando la Iglesia de Jerusalén, comunidad madre de este movimiento, se<br />

entera de la nueva situación en Antioquía, se informa del asunto y envía a<br />

Bernabé como representante y mediador entre las comunidades.<br />

El autor del relato introduce así dos personajes ya conocidos: Bernabé y<br />

Pablo. El primero es un helenista originario de Chipre, aunque no pertenece<br />

al grupo de Esteban, colaboró ya con los apóstoles en Jerusalén.<br />

Fue uno de los protagonistas de la comunión de bienes dentro de la Iglesia<br />

primera (Hech 4, 36s).<br />

Bernabé primero reconfirma la fe de la comunidad de discípulos, y en vez de<br />

volver a Jerusalén, de inmediato busca colaboradores y se fija en Pablo cuyas<br />

dotes parece conocer o tener al menos información.<br />

Pablo permanecerá un año completo con esta comunidad recién llegada a la<br />

fe; él es testigo de Cristo resucitado delante de ellos. Pablo evangeliza<br />

contando cuanto el Señor Jesús ha hecho en él.<br />

Desde la comunidad de Antioquía comenzarán las misiones hacia lugares<br />

gentiles para propagar el Evangelio en diversas regiones de la cuenca del<br />

Mar Mediterráneo.<br />

En el v. 24 tenemos una alabanza de Bernabé, como "hombre bueno, lleno<br />

de Espíritu Santo y de fe". El éxito en Antioquía fue grande, con el apoyo de<br />

Bernabé y Saulo, y ahí "por primera vez, los discípulos recibieron el nombre<br />

de 'cristianos'" (v. 26).<br />

El autor de Hechos de los Apóstoles no ofrece más detalles sobre la situación<br />

de Antioquía, pero dadas las condiciones de la población y los integrantes de<br />

la comunidad cristiana, es clara la necesidad de diálogos, de puesta en<br />

común, el arribo a consensos, porque allí se encontraban helenistas,<br />

misioneros, gentiles de diversa procedencia y judíos de la diáspora.<br />

En el libro de Hechos de los Apóstoles, el gran protagonista de este avance<br />

del Evangelio es el Espíritu Santo, él garantiza la unidad de los misioneros en<br />

medio de la diversidad.<br />

Cuando oramos con un texto como este, los creyentes sentimos el reto de<br />

conformar hoy comunidades unidas, pero respetuosas de las diferencias y de<br />

la diversidad.


El gran protagonista de este proceso de la expansión del Evangelio es el<br />

Espíritu Santo, y nosotros somos sólo servidores (diáconos) del Señor.<br />

No somos los dueños, somos colaboradores y por eso respetuosos de la<br />

variedad de carismas y de personas dentro de las asambleas.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿Qué sabías de la comunidad de Antioquía?<br />

¿Cuál fue el significado de esta comunidad en los comienzos de la<br />

Iglesia?<br />

¿Estás dispuesto a aceptar hermanos con ideas diferentes de las<br />

suyas?<br />

Juan 10,22-30<br />

“Nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre”<br />

22 Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno,<br />

23 y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón.<br />

24 Los judíos lo rodearon y le preguntaron: « ¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si<br />

eres el Mesías, dilo abiertamente».<br />

25 Jesús les respondió: «Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en<br />

nombre de mi Padre dan testimonio de mí,<br />

26 pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.<br />

27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.<br />

28 Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.<br />

29 Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de<br />

las manos de mi Padre.<br />

30 El Padre y yo somos una sola cosa».<br />

En las manos seguras del <strong>Pastor</strong> Bueno<br />

Veamos primero el contexto del pasaje.<br />

Después de la bellísima catequesis sobre el ―Buen <strong>Pastor</strong>‖ (Juan 10,1-18) y<br />

de las reacciones del auditorio (10,19-21), el evangelista nos sitúa de nuevo<br />

en Jerusalén, en tiempo de invierno, en el marco de la fiesta judía de la<br />

―Dedicación del Templo‖ (ocurre en el mes de diciembre).<br />

Jesús está paseándose por el pórtico de Salomón (10,23). Entonces un<br />

grupo de judíos se coloca alrededor de Jesús y le exige una respuesta clara<br />

y abierta sobre si Él es o no el Mesías (o el ―Cristo‖; 10,24).<br />

Jesús no les da la respuesta que esperan: un sí o un no. De hecho en el<br />

término ―Cristo‖ (=Mesías) pueden encajar muchas ideas y expectativas,<br />

por eso no se puede responder tan fácilmente con monosílabos.


De todas maneras Jesús responde y en su discurso va mucho más allá de lo<br />

que le piden. Jesús aborda una vez más el tema del <strong>Pastor</strong>.<br />

La imagen de pastor habla de la calidad de las relaciones y del contenido de<br />

ellas; habla del qué, del por qué y del para qué de una relación; habla de<br />

todo lo que alguien puede y debe hacer por otro para ofrecerle bienestar y<br />

calidad de vida.<br />

Por eso la imagen es perfecta para hablar de la relación entre Jesús y<br />

nosotros. Quien quiera saber en definitiva quién es Él, cuál es su realidad<br />

más profunda, debe contemplar sus actitudes y acciones de <strong>Pastor</strong>.<br />

1. A Jesús se le conoce mejor contemplando su rostro de<br />

“<strong>Pastor</strong>”: ¿Quién eres Tú en mi vida?<br />

Jesús no se describe a sí mismo con definiciones abstractas sino de forma<br />

concreta, con acciones verificables: ―Las obras que hago en nombre de<br />

mi Padre son las que dan testimonio de mí‖ (10,25).<br />

En la observación atenta de las acciones de Jesús descubrimos el sentido de<br />

su presencia en el mundo y cómo todo lo que hace proviene de una relación<br />

de base, fundante, entre Él y el Padre Dios.<br />

Y Jesús pronuncia enseguida un discurso en el que la lista de los verbos<br />

retoma el contenido más profundo de sus ―obras‖. En los verbos<br />

enunciados por Jesús vemos cómo Aquél que ha venido al mundo como<br />

―Verbo encarnado‖ deja conocer su identidad.<br />

Estos verbos son:<br />

(1) ―conocer‖,<br />

(2) ―dar‖ (vida),<br />

(3) no dejar ―arrebatar‖ de la mano (que en realidad es ―proteger‖,<br />

―ofrecer seguridad‖ en el peligro) y<br />

(4) ―ser uno‖, es decir, atraer hacia la comunión total en la unidad de vida,<br />

de proyecto y de acción.<br />

Todos éstos en realidad son variantes del gran verbo: ―Amar‖ [este verbo<br />

será profundizado en la Lectio del próximo domingo].<br />

En estos verbos se descubre la enorme significación de Jesús para nuestras<br />

vidas, en ellos se dice con claridad de qué forma es el ―Cristo‖ (=Mesías)<br />

para nosotros y qué podemos esperar que suceda en el encuentro con Él.


Jesús es el <strong>Pastor</strong> enamorado de sus ovejas y completamente entregado a<br />

ellas. Su inmenso amor ilumina, rescata, purifica y dilata el nuestro. Al verlo<br />

así, entendemos que nuestra vida necesita de Él.<br />

Poniéndole atención a lo que Jesús ―hace‖ por nosotros, toma impulso<br />

entonces el camino de la fe –la dinámica del ―creer‖-, que es el de la<br />

relación cada vez más profunda, estrecha y amorosa con Jesús, una<br />

relación tan viva y tan diciente como la que se da entre un pastor y su<br />

oveja.<br />

Si invertimos de negativas a positivas la frases que enmarcan los versículos<br />

25 y 26 notaremos que se está diciendo que ―creer‖ es ―hacerse oveja‖ de<br />

Jesús.<br />

El movimiento del ―creer‖ se especifica en los versículos que leemos hoy, en<br />

los siguientes verbos:<br />

(1) ―escuchar‖ la voz de Jesús,<br />

(2) ―seguir‖ la dirección del <strong>Pastor</strong>,<br />

(3) descubrirse a sí mismo como ―don‖ del Padre a Jesús.<br />

Sumamos entonces siete verbos claves de la relación con Jesús, los cuales<br />

pueden ser visualizados y captados, con todos los toques de ternura que<br />

entrañan, mediante la contemplación de la relación de un pastor con sus<br />

ovejas.<br />

No se debe perder de vista la pregunta planteada inicialmente.<br />

A lo largo de la lectura orante de este pasaje también nosotros estamos<br />

invitados a interrogar a Jesús: ¿Quién eres tú para mí? ¿Qué haces por mí?<br />

¿Cuáles son los indicadores de que tú eres mi ―Cristo‖?<br />

Para comprender su respuesta debemos, ante todo, dejarlo hablar y<br />

escuchar atentamente su enseñanza.<br />

En su respuesta nos muestra quién es verdaderamente Él, cómo está<br />

presente en nuestra vida y qué podemos esperar de Él con seguridad.<br />

2. La bellísima dinámica de la relación entre Jesús y “los suyos”<br />

Como se acaba de indicar, las palabras de Jesús en Juan 10,27-30, teniendo<br />

como trasfondo la preciosa imagen del pastoreo de las ovejas, se centran<br />

todas ellas en la descripción de la relación entre Él y todas las personas que<br />

le pertenecen, esto es, todos aquellos que han entrado en el camino de la<br />

fe, confiando en Él sus vidas.


Notemos las tres primeras características de la relación con Jesús:<br />

(1) ―Mis ovejas escuchan mi voz... y ellas me siguen‖ (10,27)<br />

Las dos acciones que caracterizan a un discípulo de Jesús son (a) la<br />

escucha del Maestro y (b) el ejercicio del seguimiento, mediante la<br />

obediencia a la Palabra.<br />

Pero es interesante leer esta misma frase desde la perspectiva de Jesús.<br />

Jesús habla de ―mis‖ ovejas. Los dice en primera persona.<br />

Las ovejas son de Él, el Padre se las ha dado y el las cuida con amor<br />

responsable. Decir que las ovejas son ―suyas‖, implica mucho.<br />

Este ―mis ovejas‖, que luego se vuelve ―me‖ (siguen), es como una<br />

pequeña ventana que nos descubre el amplio panorama del estilo del<br />

<strong>Pastor</strong>:<br />

Jesús, como buen pastor a quien el Padre le ha confiado sus ovejas, vive<br />

toda su misión con una dedicación gratuita e incondicionada, en la<br />

disposición de ofrecer la propia vida, dispuesto a afrontar la muerte,<br />

dispuesto a exponerse en primera persona para salvar a sus ovejitas,<br />

dispuesto a tomar sobre sus hombros el mal y las heridas provocadas por<br />

los lobos para impedir que las ovejas le sean raptadas al Padre.<br />

(2) ―Yo las conozco... Yo les doy vida eterna‖ (10,27-28ª)<br />

Para Jesús no somos números en medio de una gran masa de gente, ¡no!<br />

Jesús, más bien, nos identifica claramente en el cálido ámbito de una gran<br />

familiaridad: conoce nuestra historia, nuestras dificultades, nuestros<br />

defectos y todas las características de nuestra personalidad.<br />

Porque nos conoce nos acepta como somos, nos quiere todavía más (ver<br />

10,14-15), y nos introduce dentro de la relación todavía más profunda que<br />

habita su corazón: la amistad con el Padre. Esta amistad es eterna. En ella<br />

nos ofrece una ―vida eterna‖.<br />

De aquí deriva el sentido de responsabilidad propio del verdadero pastor:<br />

Jesús está cercano a sus ovejas con premura, con atención, con paciencia,<br />

con delicadeza, con una dedicación incansable hasta el don total de sí<br />

mismo sobre la Cruz, para que las ovejas tengan vida.<br />

(3) “(Mis ovejas) no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi<br />

mano‖ (10,28b)


Ninguno de los que entra en este tipo de relación con Jesús irá a la<br />

perdición ni podrá ser arrebatado de la mano de Jesús, porque Él es Buen<br />

<strong>Pastor</strong>.<br />

Cuando hay amor nadie se quiere morir, más bien al contrario: el amor pide<br />

eternidad. La relación con Jesús da vida y seguridad.<br />

3. Hay que corresponder al amor: la necesaria reciprocidad<br />

En la descripción de la relación entre Jesús y los suyos puede verse que<br />

(1) la iniciativa es de Jesús: Él ha hablado y obrado primero;<br />

(2) que Jesús entabla la relación mediante la atracción, mediante el<br />

llamado, no hay una superioridad o dominancia que fuerce a amar o a ir en<br />

contra de la voluntad;<br />

(3) que Jesús busca incluso a quien le cierra las puertas a su amor, como<br />

de hecho sucede en este pasaje con sus enemigos que le interrogan.<br />

El amor de Jesús <strong>Pastor</strong> nos sobrepasa. Pero también es verdad que la<br />

relación no se entabla si las partes interesadas no se reconocen entre sí, si<br />

no se dan la aprobación y se reciben mutuamente.<br />

Por eso es importante nuestra respuesta. A Jesús <strong>Pastor</strong> no se le vive<br />

únicamente recibiendo pasivamente las pruebas de su amor, se requiere<br />

una respuesta activa de parte nuestra.<br />

Nosotros entramos en comunión con el Buen <strong>Pastor</strong> si lo ―escuchamos‖ y<br />

si lo ―seguimos‖, si el abandonarnos en sus manos se convierte en<br />

docilidad para vivir según su querer.<br />

Para que Jesús sea verdaderamente nuestro <strong>Pastor</strong> tenemos que dejarlo<br />

que nos guíe, que nos indique la dirección –el ―camino recto‖ de que<br />

habla el Salmo 23,3- y que este nuevo horizonte purifique todas nuestras<br />

motivaciones y deseos, de manera que el mayor sueño de nuestra vida sea<br />

el alcanzar la plenitud, la realización total de nuestro ser, que proviene de la<br />

comunión eterna con Él.<br />

4. El Buen <strong>Pastor</strong> nos lleva muy dentro de Él. Una honda<br />

comunión: “Nadie las arrebatará de mi mano” (10,29)<br />

Las palabras de Jesús sobre el ―Buen <strong>Pastor</strong>‖ enfocan finamente nuestra<br />

mirada hacia el futuro. De hecho, los verbos de Jesús <strong>Pastor</strong>, en los vv.27-<br />

28 van progresando del presente hacia el futuro.<br />

Jesús ya había dicho:


―Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia‖<br />

(10,10).<br />

Ahora Jesús muestra la contundencia de dicha afirmación:<br />

―Nadie las arrebatará de mi mano...‖<br />

(10,29).<br />

Con esto Jesús nos asegura lo que ningún ser humano, ni siquiera con todo<br />

el cariño que nos tenga ni con todos los cuidados que nos prodigue, podría<br />

prometernos:<br />

(1) la vida eterna,<br />

(2) la defensa de todo mal y<br />

(3) la comunión indestructible.<br />

(1) Primera promesa: el don de una vida para siempre<br />

Para que podamos ayudarnos entre nosotros la condición es que estemos<br />

vivos; de hecho, cuando el ser amado muere ya no se puede hacer nada<br />

por él.<br />

La relación con Jesús es diferente: para Él no existe ese límite cruel de la<br />

muerte que nos deja impotentes para darle la mano a quien amamos.<br />

¿Podrá haber algo mayor que esto? Los cuidados de Jesús <strong>Pastor</strong> rompen<br />

la barrera del tiempo: la finalidad última, el punto culminante de su ser<br />

<strong>Pastor</strong> por nosotros es darnos ―vida eterna‖.<br />

(2) Segunda promesa: un amor que resguarda al amado de todo<br />

peligro<br />

Esto vale también para nuestra relación con Él en el presente. Ya, desde<br />

ahora, nuestra vida está en manos seguras y su protección es más fuerte<br />

que todas las fuerzas del mal que traen la ruina y la destrucción.<br />

Si Jesús nos protege, no podemos perdernos, nada puede vencer su mano<br />

protectora extendida sobre nosotros.<br />

Y hay todavía más: todos los signos de su amor en el presente son una<br />

degustación primera de todo lo que quiere hacer por nosotros sin fin, en la<br />

vida sumergida definitivamente con Él en la eternidad.<br />

Así entendemos su respuesta a la pregunta inicial sobre si Jesús es ―el<br />

Cristo‖. ¡Por supuesto que sí y de qué manera! Su vida entera está en<br />

función de la nuestra.


Jesús no es cualquier persona y por eso no nos puede ser indiferente. Jesús<br />

juega un papel decisivo para el sentido de nuestra vida y para el logro de<br />

nuestra realización personal.<br />

Jesús no es un personaje frío o indiferente, sino uno que nos busca, nos<br />

conoce, nos ama apasionadamente y hace por nosotros lo que ningún otro<br />

podría hacer.<br />

Pero eso sí, tenemos que purificar nuestro concepto de Él: Jesús no es un<br />

Mesías de bienes terrenos -si bien su providencia nunca falta-, ni tampoco<br />

un Mesías de esplendor y poder –aunque su gloria es infinita-, Jesús es el<br />

<strong>Pastor</strong> que nos invita a vivir una relación intensa, profunda y estable con Él.<br />

Si esto es claro, entonces estamos listos para abordar la<br />

(c) Tercera promesa del <strong>Pastor</strong>: la comunión indestructible.<br />

En ella se detienen los versículos 29 y 30, que vamos a considerar<br />

enseguida.<br />

5. Detrás de todo está Dios Padre: “Nadie puede arrebatar nada<br />

de la mano del Padre” (10,29)<br />

Jesús nunca se presenta como una persona solitaria, al contrario: se<br />

muestra siempre como una persona amada que es capaz de amar; Jesús<br />

siempre está generando y animando relaciones.<br />

Si miramos con atención el evangelio notaremos enseguida que Jesús<br />

aparece continuamente inquieto por hablarnos de su relación con el Padre y<br />

por demostrarnos todo el ―hacer‖ eficiente, salvífico y vivificante que<br />

proviene de esta relación. El amor fundante entre el Padre y el Hijo se<br />

concreta en obras vivificantes por la humanidad.<br />

Pues bien, la comunión de Jesús con sus discípulos se deriva de la relación<br />

primera de Jesús Padre y está resguardada –en última instancia- por el<br />

poder del Padre. Examinando los vv.29-30, vemos que allí Jesús dice:<br />

(1) El Padre ―me los ha dado‖ (esta es una forma concreta del amor del<br />

Padre por Él: todo discípulo está involucrado en el amor del Padre por<br />

Jesús)<br />

(2) El Padre es ―más grande que todos‖<br />

(3) Lo que está en manos del Padre está seguro: ―nadie puede<br />

arrebatar nada‖<br />

(4) El Padre y Jesús son ―uno‖


En estas frases se describe el vínculo de amor más fuerte y sólido que<br />

jamás podrá existir.<br />

Nadie es más poderoso que Dios Padre y Jesús <strong>Pastor</strong> está sostenido por el<br />

poder y el amor de este Padre con quien es ―uno‖: ―Yo y el Padre somos<br />

uno‖ (10,30).<br />

Jesús y Dios Padre son ―uno‖ en sus intenciones y en su acción. Por lo<br />

tanto el amor de Jesús y sus discípulos está sustentado por esta<br />

indestructible unidad. Jesús les anuncia esta Buena Nueva a sus discípulos<br />

con el símbolo muy diciente de la ―mano‖ que acoge, sostiene y protege.<br />

Así es la mano potente y tierna del Padre Creador. Nuestra amistad con<br />

Jesús se beneficia del amor poderoso de Jesús con el Padre.<br />

De esta forma el pastoreo de Jesús tiene garantía: podemos confiar en Él<br />

porque bajo su dirección lograremos la meta de nuestra vida. El futuro de<br />

nuestra vida no es distinto del futuro de nuestro amor.<br />

Pero esto no sólo vale para nuestra relación con Jesús. Todo discípulo del<br />

Señor aprenderá a ser pastor de sus hermanos, prolongando esta<br />

identificación de amor y de obra que caracteriza la relación del Padre con<br />

Jesús y de Jesús con los suyos.<br />

Estamos llamados, en todas nuestras relaciones, a inspirar seguridad y<br />

confianza. De esta forma tejeremos la anhelada comunión, la unidad (como<br />

la del Padre y el Hijo), que colma de sentido cada segundo de nuestro<br />

tiempo, que es capaz de vencer el mal que amenaza y acaba con las<br />

relaciones más bellas, que es capaz –incluso- de ―pastorear‖ el amor hasta<br />

traspasar las barreras del muerte y prolongarlo indefinidamente en la<br />

eternidad.<br />

En conclusión...<br />

La voz amorosa del <strong>Pastor</strong> se siente hoy con toda su intensidad en la fuerza<br />

de las palabras que pronuncia en el Evangelio. Su voz quiere seducirnos<br />

profundamente y atraernos hacia Él.<br />

Su voz seguirá resonando durante todo este tiempo pascual, porque el<br />

Resucitado está ahora en medio de nosotros realizando todo lo que su amor<br />

nos promete. Quien ama promete y cumple.<br />

Pero a diferencia de nuestro amor y de nuestras promesas –a veces<br />

deficientes-, el de Jesús tiene un fundamento y una garantía: su amor y su<br />

promesa ya se hicieron realidad en su Misterio Pascual, en su muerte y<br />

resurrección por amor a nosotros.


Lo que tenemos que hacer es tratar de comprender la Cruz Pascual de<br />

Jesús, la Cruz luminosa del Buen <strong>Pastor</strong> que dio su vida por nosotros. Es<br />

así como nuestra esperanza ya muestra signos de realización, como bien<br />

dice el poeta:<br />

―Del monte en la ladera<br />

por mi mano plantado tengo un huerto,<br />

que con la primavera de bella flor cubierto,<br />

ya muestra en esperanza el fruto incierto‖<br />

(Fray Luis de León, Oda a la vida retirada).<br />

El Evangelio quiere impregnar en nosotros una renovada confianza en Dios.<br />

Jesús es el <strong>Pastor</strong> Resucitado que no deja de decirnos:<br />

―Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo<br />

tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo‖<br />

(Juan 16,33).<br />

Por tanto, protegidos por Jesús, nuestro Buen <strong>Pastor</strong>, estamos seguros en<br />

las manos de Dios, quien está por encima de todo.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

El evangelio del Buen <strong>Pastor</strong> no sólo nos da la Buena Noticia de que Jesús<br />

Resucitado está y camina a nuestro lado en todos los instantes de nuestra<br />

vida sino que la profundiza:<br />

Nos invita a descubrir todo lo que su presencia viva está obrando en<br />

nosotros y todo lo que seguirá haciendo de aquí en adelante para que<br />

tengamos ―vida en abundancia‖.<br />

Por eso démonos un tiempo amplio de meditación y oración, ―saboreando‖<br />

con calma y amor todas las palabras del evangelio de hoy, y respondamos:<br />

1. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué me dice la imagen del<br />

“<strong>Pastor</strong>”? ¿Qué sentimientos suscita en mí la imagen de Jesús<br />

<strong>Pastor</strong>?<br />

2. ¿Qué tan grande es mi confianza en Jesús? ¿Me siento seguro<br />

de Él? ¿Soy capaz de abandonarme completamente en sus<br />

manos?<br />

3. ¿Qué espero que haga por mí? ¿Qué es lo que Él me dice que<br />

quiere hacer por mí tanto ahora como en el futuro?<br />

4. ¿Qué me pide Jesús que haga en correspondencia? ¿Qué<br />

significa “seguir” a Jesús <strong>Pastor</strong>? ¿Qué implica para mi estilo<br />

de vida? ¿De qué forma concreta lo voy a hacer?


5. Todo buen pastor debe ser seguridad para los suyos. ¿Me<br />

considero “buen pastor” en mi vida de familia: con mi<br />

cónyuge, con mis hijos, hermanos, padres y todas las personas<br />

que están bajo mi responsabilidad? ¿Me siento seguro del<br />

amor de mis seres amados?<br />

6. El evangelio del Buen <strong>Pastor</strong> habla de estabilidad en las<br />

relaciones, apunta incluso a una dinámica de crecimiento en el<br />

amor hasta la plenitud. ¿Es esto lo que deseo en mis<br />

relaciones familiares y comunitarias? ¿Las relaciones de<br />

pareja, por ejemplo, serían cada vez más bellas, santas y<br />

auténtico camino de realización personal para ambos si se le<br />

pusiera mayor atención a los siete verbos de hoy?<br />

7. ¿Cómo transparento el rostro de Jesús <strong>Pastor</strong> en el liderazgo<br />

dentro de mi comunidad de fe y de amor y en los otros<br />

ámbitos donde ejerzo responsabilidad? ¿En qué aspecto debo<br />

crecer?<br />

MEDITATIO<br />

Nosotros pertenecemos a Jesús porque Jesús pertenece al Padre. Somos<br />

una sola cosa con Jesús porque Jesús es una sola cosa con el Padre.<br />

Creemos en las obras de Jesús porque Jesús realiza las obras del Padre.<br />

Jesús quiere establecer conmigo la misma relación que él tiene con el<br />

Padre. Por eso escucho su voz, que es eco de la voluntad del Padre. Por eso<br />

le sigo, porque él me conduce al Padre.<br />

Por eso me aferro a él, para no perecer nunca, porque sé que me conduce<br />

al Padre.<br />

Las afirmaciones de Jesús son imponentes, en especial para un judío: dice<br />

que es uno con el Padre, con Dios, con el Altísimo, con el creador del cielo y<br />

de la tierra, con el ser que está por encima de todos los otros seres.<br />

Estas y otras afirmaciones, particularmente numerosas en el evangelio de<br />

Juan, sorprenden, aturden, dejan sin aliento, y así debió de ocurrirles a sus<br />

interlocutores.<br />

También hoy le ocurre lo mismo a quien se queda perplejo frente a tamaña<br />

pretensión o presunción o luz deslumbrante.<br />

Pero Juan no atenúa nada, no hace descuentos; procede sobre la cresta de<br />

afirmaciones que dan vértigo, que requieren valor, pero que también<br />

permiten «no perecer para siempre».<br />

Precisamente porque toman su luminosidad de la luz misma de Dios.


ORATIO<br />

Ilumina, Señor, mi corazón, tardo para comprender; abre mi mente a la<br />

comprensión de tu Palabra, tan grande que en ocasiones me desconcierta.<br />

También a mí me viene en algunos momentos la tentación de decirte: «Te<br />

escucharé en otra ocasión».<br />

En medio de la complejidad de nuestra sociedad, en medio de la<br />

presentación de tantas opiniones, incluso religiosas, frente al pulular de<br />

tantas divinidades, viejas o nuevas, desde la incertidumbre que en<br />

ocasiones hace presa en mí, puedo comprender el desconcierto e incluso el<br />

escepticismo de muchos de mis hermanos.<br />

Estos son «ovejas errantes sin pastor», porque es posible que tu voz haya<br />

resonado alguna vez en sus oídos, pero ha sido arrollada por demasiadas<br />

voces, por demasiadas opiniones, por demasiados maestros de vida o de<br />

muerte.<br />

Te suplico, Señor, por mí, que me acerco a tu Palabra: confírmala en mi<br />

corazón con la evidencia que sólo tu Espíritu puede darle.<br />

Te suplico también, Señor, por mis hermanos, inseguros, perdidos,<br />

confusos: háblales al corazón, hazte oír no como un maestro entre tantos,<br />

sino como el Maestro, porque tú eres «uno con el Padre».<br />

CONTEMPLATIO<br />

He aquí, hermanos, un gran misterio que hace pensar.<br />

El sonido de nuestras palabras impacta en nuestros oídos, pero el<br />

verdadero Maestro está dentro de vosotros.<br />

Que nadie piense que puede aprender algo de un hombre.<br />

La enseñanza exterior es sólo una ayuda, un reclamo. El que enseña a los<br />

corazones tiene su cátedra en el cielo.<br />

Que sea, pues, él quien hable dentro de vosotros, allí donde ningún hombre<br />

puede penetrar, puesto que, aunque alguien pueda estar a tu lado, nadie<br />

puede estar en tu corazón.<br />

Y que no haya nadie en tu corazón: que en él esté Cristo, su unción, a fin<br />

de que tu corazón no permanezca sediento en el desierto, sin una fuente<br />

donde calmar su sed.<br />

En consecuencia, es interior el Maestro que enseña.


Es Cristo quien enseña con sus inspiraciones. Cuando nos faltan sus<br />

inspiraciones y su unción, en vano alborotan las palabras de fuera.<br />

(Agustín, Comentario a la Primera carta de Juan, 111,13)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«Esculpe, Señor, la Palabra en mi corazón».<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Leer significa a menudo recoger información, adquirir nuevas perspectivas y<br />

nuevos conocimientos y dominar un nuevo campo del saber.<br />

Puede conducirnos a una licenciatura, a un título, a un certificado.<br />

La lectura espiritual, sin embargo, es diferente.<br />

No significa simplemente leer cosas espirituales; significa también leer las<br />

cosas espirituales de modo espiritual.<br />

Esto requiere disponibilidad no sólo para leer, sino también para ser leídos;<br />

no sólo para dominar las palabras, sino para ser dominados.<br />

Mientras leamos la Biblia o un libro espiritual simplemente para adquirir<br />

conocimiento, nuestra lectura no nos ayudará en nuestra vida espiritual.<br />

Podemos llegar a ser grandes expertos en cuestiones espirituales, sin llegar<br />

a ser de verdad personas espirituales.<br />

Al leer las cosas espirituales de modo espiritual, abrimos el corazón a la voz<br />

de Dios.<br />

Debemos estar dispuestos a dejar aparte el libro que estamos leyendo y<br />

escuchar simplemente lo que Dios nos dice a través de sus palabras.<br />

(H. J. M. Nouwen, Pane per il viaggio, Brescia 1997, p. 118<br />

[trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999])


Miércoles 2 de Mayo<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

Hechos de los Apóstoles 12, 24-13, 5a.<br />

El Espíritu Santo escoge a Bernabé y a Saulo para la misión<br />

24 Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.<br />

25 Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía,<br />

llevando consigo a Juan, llamado Marcos.<br />

1 En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y<br />

Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca<br />

Herodes, y Saulo.<br />

2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo:<br />

«Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado».<br />

3 Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.<br />

4Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se<br />

embarcaron para Chipre.<br />

5 Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y<br />

Juan colaboraba con ellos.<br />

La parte final del capítulo 12 de Hechos de los Apóstoles se presenta como<br />

un sumario con su respectiva conclusión (v. 24-25): "Entretanto la Palabra de<br />

Dios crecía y se multiplicaba".<br />

Una frase similar está en Hech 6, 7; 19, 20. En estos sumarios o resúmenes el<br />

autor expresa bien su intención al escribir este libro: mostrar el crecimiento<br />

y la fuerza de la Palabra de Dios.<br />

Lucas no escribe la historia de la Iglesia, sino la historia de la Palabra de<br />

Dios, del Evangelio en cuanto llena de esperanza a sus destinatarios.<br />

En medio de los conflictos y de las persecuciones, y pesar de ellos, la Palabra<br />

(el Evangelio) crece. En el versículo 25 se narra el retorno de Bernabé y<br />

Saulo a Antioquía trayendo consigo a Juan Marcos.<br />

De esta manera la obra realiza la transición al relato siguiente donde el<br />

Evangelio continuará su fuerte crecimiento.<br />

La presencia de Juan Marcos prepara sus acciones siguientes, hasta cuando<br />

más adelante se separe del grupo misionero para regresar a su casa.<br />

A partir del capítulo 13, entramos en la tercera, última y más larga etapa<br />

del libro.<br />

El anuncio testimonial cristiano llegará hasta los confines del mundo<br />

conocido gracias a la entrega de los misioneros discípulos de Jesús de<br />

Nazaret.


El punto de partida es la Iglesia de Antioquía, presidida por cinco líderes<br />

encabezados por Bernabé; entre ellos está Pablo, de momento el último de<br />

los cinco.<br />

Para el autor de Hechos de los Apóstoles, el movimiento del Espíritu<br />

configura las diferentes Iglesias, hace surgir líderes, animadores con<br />

funciones y nombres diversos según las necesidades de cada una de las<br />

comunidades, y con el aporte de todos cuando de tomar decisiones se trata.<br />

Las primeras comunidades cristianas aparecen aquí como "comunidades<br />

todas ellas ministeriales", es decir, animadas por el Espíritu Santo con<br />

numerosos dones y carismas para la edificación de sus integrantes (ver 1 Co<br />

14, 5.12).<br />

La Iglesia de Antioquía (Hech 13,1-3; 14, 26-28):<br />

En el comienzo y en el final de esta sección aparece la Iglesia de Antioquía<br />

como una comunidad reunida; ella envía al equipo misionero elegido por el<br />

Espíritu Santo y ella misma lo recibe al final de la misión, para escuchar el<br />

respectivo informe.<br />

La Iglesia asoma aquí como la responsable de la misión.<br />

Por otra parte, no se trata del primer viaje misionero de Pablo, sino de la<br />

misión de la Iglesia de Antioquía.<br />

Al comienzo como al final se repite la palabra "obra" (ergon, en griego): El<br />

Espíritu separa a los misioneros "para la obra a la cual los he llamado" (Hech<br />

13, 2) y éstos al llegar relatan "la obra realizada" (Hech 14, 26).<br />

También la palabra "Iglesia" está al comienzo y al final.<br />

En la Iglesia fundada en Antioquía había "profetas y maestros".<br />

No se habla de "presbíteros" como en la Iglesia de Jerusalén (Hech 15, 2).<br />

Los cinco líderes de Antioquía configuran una dirección eclesial bastante<br />

plural:<br />

Bernabé es levita originario de Chipre (Hech 4, 36);<br />

Simeón tiene un nombre arameo, con el sobrenombre latino de Níger, es<br />

decir, como negro;<br />

Lucio, nombre latino, procede del norte de África (Cirenaica);<br />

Menahén es hermano de Herodes y


Saulo de Tarso, un fariseo convertido.<br />

Estamos delante de un equipo multicultural y diversificado.<br />

De acuerdo con la visión entera del libro, tenemos tres grupos dirigentes:<br />

Los "Doce" apóstoles, dirigentes de la comunidad hebrea de Jerusalén;<br />

Los "siete diáconos" helenistas elegidos para hacer de cabeza de esta Iglesia<br />

misionera;<br />

Los ―cinco" profetas y maestros quienes ahora presiden la iglesia cristiana<br />

de Antioquía.<br />

El movimiento misionero del Espíritu Santo y el crecimiento de la Palabra de<br />

Dios da forma a las comunidades.<br />

La comunidad de Antioquía celebra el culto del Señor (leitourgia tou<br />

kyríou) y ayuna.<br />

Tal vez se alude a la Eucaristía celebrada el día domingo.<br />

Durante esta Eucaristía el Espíritu se revela a la comunidad y manda separar<br />

a Bernabé y Saulo para una obra de su elección.<br />

Esta obra es, según el contexto, la conversión a los gentiles.<br />

Esta obra es la encomienda y a ella aluden a su regreso de la misión:<br />

"Cuanto Dios había hecho junto con ellos y cómo había abierto a los<br />

gentiles la puerta de la fe" (Hech 14, 26-27).<br />

La conversión de los gentiles es voluntad expresa del Espíritu Santo.<br />

Bernabé y Saulo constituyen el equipo del Espíritu para la misión a los<br />

gentiles.<br />

Toda la comunidad hace ayuno y oración, luego imponen las manos a los<br />

misioneros y los envían (Hech 13, 3).<br />

Esta ceremonia es interpretada por el autor como un envío del Espíritu<br />

Santo (v. 4). El Espíritu dirige la misión de la Iglesia de los helenistas de<br />

Antioquía.<br />

El narrador no dice cómo organizó la comunidad de Antioquía la primera<br />

salida misionera, por lo menos no en sus detalles particulares, pero sí<br />

afirma la iniciativa del Espíritu Santo y un ambiente de oración y de ayuno.


El Espíritu Santo -y la comunidad- decidieron separar a dos del grupo,<br />

Bernabé y Pablo, para una misión especial después de recibir la imposición<br />

de manos.<br />

Ellos llevaron consigo también a un tal Juan, de sobrenombre Marcos.<br />

Viajaron primero a la isla de Chipre y de allí zarparon hacia el sur de la<br />

actual Turquía (en aquella época, la provincia romana de Asia Menor).<br />

La misión no iba dirigida sólo a los gentiles, sino a los judíos de aquellas<br />

regiones. Era, sin embargo, el primer paso hacia el objetivo señalado por<br />

el Espíritu.<br />

Misión en Chipre (Hech 13, 4-12):<br />

Los misioneros llegan a Salamina y "anuncian la Palabra de Dios en las<br />

sinagogas de los judíos".<br />

El equipo misionero fue elegido para la conversión de los gentiles: ¿Por qué<br />

van, entonces, a las sinagogas? Quizá buscan en las sinagogas a los gentiles<br />

temerosos de Dios, gentiles simpatizantes del judaísmo, a quienes asisten<br />

de ordinario a las sinagogas.<br />

Bernabé y Saulo también miran la conversión de un número significativo de<br />

judíos, para hacer posible la conversión de los gentiles.<br />

O tal vez, el texto nos muestra ese paso gradual del acercamiento a los<br />

gentiles después de insistir sin mayor fruto con los judíos, en un camino<br />

guiado por el Espíritu.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿Cómo valoro la diversidad de ministerios en las comunidades?<br />

¿He aprendido como Pablo a comenzar en el último lugar?<br />

¿Cuáles elementos del texto mueven hoy mi oración?<br />

Juan 12,44-50<br />

“Yo he venido al mundo para que todo el que cree en mí no siga en las tinieblas”<br />

44 Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me<br />

envió.<br />

45 Y el que me ve, ve al que me envió.<br />

46 Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en<br />

las tinieblas.<br />

47 Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar<br />

al mundo, sino a salvarlo.


48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que<br />

yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.<br />

49 Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que<br />

debía decir y anunciar;<br />

50 y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre<br />

me lo ordenó».<br />

Ante Jesús hay que tomar una decisión:<br />

o se le acepta o se le rechaza<br />

Leemos hoy el pasaje conclusivo de la primera parte del Evangelio de Juan<br />

(que abarca los capítulos 1-12: la revelación de Jesús Verbo a través de<br />

signos).<br />

Aquí encontramos, en labios de Jesús, un resumen de los principales temas<br />

expuestos.<br />

Estamos ante un texto solemnísimo.<br />

Llama la atención la manera de hablar de Jesús: grita y lo hace con la<br />

autoridad de quien ya está exaltado en la gloria.<br />

Desde allí, confrontando con su destino personal el destino de todos los<br />

hombres de la tierra.<br />

En el centro de todo está la persona de Jesús, quien ha revelado<br />

ampliamente a través de sus obras y palabras el misterio escondido de Dios<br />

Padre y deseo inmenso de salvar a la humanidad entera.<br />

Su revelación requiere la fe: la única respuesta adecuada ante semejante<br />

revelación es el ―creer‖.<br />

Nadie que se abra a la luminosa revelación de Jesús se quedará sin recibir<br />

un influjo vital.<br />

Sigamos la dinámica del texto:<br />

1. El gran horizonte de la revelación de Jesús: la comunión del<br />

Padre y el Hijo (12,44-45)<br />

La estrecha relación del Padre y del Hijo, su inefable amor, se han hecho<br />

visibles al mundo por medio del Verbo Encarnado.


De nuevo hoy (como ayer) encontramos un paralelo entre ―ver‖ y ―creer‖:<br />

quien ―ve‖-―cree‖ en Jesús en realidad está ―viendo‖-―creyendo‖ en el<br />

Padre, quien subyace en él como Aquel que lo ha ―enviado‖.<br />

2. El misterio se revelado “ilumina” la existencia de quien se<br />

abandona a Jesús mediante la apertura total del “creer”<br />

(12,46)<br />

El creyente es una persona ―iluminada‖ por el fulgor de la gloria del Verbo<br />

(ver 1,14).<br />

Jesús-Luz penetra amablemente en lo más recóndito de la vida humana que<br />

le permite entrar. Entonces las tinieblas se transforman y se camina<br />

(=seguimiento) en el proyecto de vida de Jesús:<br />

―Yo soy la Luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí<br />

no siga en las tinieblas‖ (14,46).<br />

Pero por ahora estamos en la propuesta. Jesús enseguida urge la<br />

respuesta.<br />

3. En el optar por Jesús o el rechazarlo nos jugamos la vida<br />

(12,47-48)<br />

El ―creer‖ tiene que concretarse en la ―escucha‖ de la Palabra y su<br />

consecuente puesta en ―práctica‖. Jesús enuncia esto en positivo (12,47) y<br />

en negativo (12,48) como las únicas dos alternativas posibles.<br />

Cualquier camino que se escoja tiene una consecuencia: el ―creer‖ lleva a la<br />

―salvación‖ y el ―rechazar‖ (a Jesús) lleva al ―ser juzgado‖.<br />

El querer de Jesús es la salvación.<br />

4. La finalidad última de la misión de Jesús es darnos vida, de<br />

calidad y eterna (12,49-50)<br />

El mandato del Padre a Jesús ―es vida eterna‖. Todas las palabras y<br />

acciones de Jesús a favor de la gente es el ejercicio obediente de esta<br />

tarea. Todo el que entre en contacto con Jesús será siempre vivificado.<br />

Jesús insiste en que ha sido fiel a su misión:


―Lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí‖.<br />

Enseguida, en la segunda parte del Evangelio de Juan (capítulos 13-21)<br />

veremos hasta dónde es capaz de ir esta obediencia.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

1. ¿Qué revela Jesús “Palabra encarnada” a través de todas sus<br />

palabras? ¿Qué debe buscar detrás de cada pasaje del Evangelio?<br />

2. El bautismo es una iluminación de la vida. ¿Qué es ser iluminado<br />

por Jesús? ¿Qué relación tiene con el seguimiento del Maestro?<br />

3. ¿Mi opción por Jesús es firme y responsable, esto es, ejerzo mi<br />

fe en el arraigo cotidiano de las palabras de Jesús en el Evangelio?<br />

¿Mi obediencia a la Palabra es similar a la de que Jesús tenía con la<br />

Palabra de su Padre?<br />

MEDITATIO<br />

En el evangelio de hoy encontramos palabras de confianza y palabras de<br />

temor. Palabras de vida y de muerte. Palabras de salvación y de condena.<br />

Es cierto que Jesús no ha venido «para juzgar el mundo». Sin embargo, su<br />

Palabra y su misión realizan automáticamente un juicio y se convierten en el<br />

criterio último de verdad y de praxis.<br />

Mi actitud con Jesús y con su Palabra lleva a cabo hoy el juicio, el presente<br />

y el futuro. En la persona de Cristo está la realidad definitiva. Y he de hacer<br />

frente, aquí y ahora a esta realidad, porque es lo definitivo lo que sopesa lo<br />

que pasa, es lo eterno lo que criba lo transitorio.<br />

Es hoy cuando decido mi destino eterno. Es hoy cuando debo compararme<br />

con Cristo, es hoy cuando debo configurarme con la Palabra.<br />

Es hoy cuando mi vida está suspendida entre la vida y la muerte, entre la<br />

luz y las tinieblas, entre el todo y la nada.<br />

Importancia del momento presente. Importancia decisiva del instante que<br />

estoy viviendo. Valor eterno de este fugacísimo momento.<br />

Valor del hoy para mi destino eterno. Recuperación del sentido de la<br />

dramática ambivalencia del momento presente, tan vivo en muchos santos.


¿Hacia dónde estoy orientado hoy, en este momento, en lo hondo de mi<br />

corazón?<br />

ORATIO<br />

Concédeme, Padre, que me deje empapar por estas palabras tuyas de<br />

salvador y de juez.<br />

Haz que, a pesar de la carga de miseria que soy, no pierda la confianza, no<br />

me aleje de ti entristecido y desalentado, sino que acuda a ti para dejarme<br />

iluminar por tu luz, revigorizar por tu vitalidad, deseoso de recuperar tu<br />

vida.<br />

Concede a mi corazón asustado ver bajo la dureza de tus palabras la<br />

voluntad de recuperarme y salvarme. Concédeme, pues, oírlas como una<br />

ayuda concreta para no perder la vida eterna que has preparado para mí.<br />

Sé que quieres salvarme y que por eso has enviado a tu Hijo, que me ha<br />

transmitido tus palabras.<br />

Te suplico que ninguna de mis culpas me haga perder la confianza en que<br />

tú quieres mi salvación y no mi condena; que quede siempre, por tanto,<br />

una rendija de esperanza para mí, porque eres un Dios benévolo incluso<br />

cuando te muestras severo.<br />

Padre bueno y misericordioso, esculpe en mi corazón las palabras de tu Hijo<br />

para que yo pueda gustar hoy, mañana y siempre tu salvación.<br />

CONTEMPLATIO<br />

Las divinas Lecturas, si bien, por un lado, levantan nuestro ánimo para que<br />

no nos aplaste la desesperación, por otro nos infunden miedo para que no<br />

nos agite el viento de la soberbia.<br />

Seguir el camino de en medio, verdadero, recto, que -como decimos<br />

también-corre entre la izquierda de la desesperación y la diestra de la<br />

presunción, nos resultaría muy difícil si Cristo no nos hubiera dicho: «Yo soy<br />

el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).<br />

Como si hubiera dicho: ¿Por dónde quieres ir? Yo soy el camino. ¿Adónde<br />

quieres ir? Yo soy la verdad. ¿Dónde quieres permanecer? Yo soy la vida.<br />

Caminemos, pues, con seguridad por este camino, pero temamos también<br />

las insidias que nos amenazan.<br />

(Agustín, Sermón 142, 1, passim)


ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«Brille sobre nosotros la luz de tu rostro» (Sal 4,7b).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

El gran misterio de la encarnación es que Dios tomó en Jesús la carne<br />

humana, a fin de que toda carne humana pudiera revestirse de la vida<br />

divina.<br />

Nuestras vidas son frágiles y están destinadas a la muerte; ahora bien,<br />

puesto que Dios, a través de Jesús, ha compartido nuestra vida frágil y<br />

mortal, ya no tiene la muerte la última palabra. La vida ha salido victoriosa.<br />

Escribe el apóstol Pablo: «Cuando este ser corruptible se revista de<br />

incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se<br />

cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido devorada por la victoria.<br />

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?»<br />

(1 Cor 15,54).<br />

Jesús ha suprimido la Fatalidad de nuestra existencia y le ha dado a nuestra<br />

vida un valor eterno.<br />

(H. J. M. Nouwen, Pane per il viaggio, Brescia 1997, p. 113<br />

[trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1991)


Jueves 3 de Mayo<br />

Hechos de los Apóstoles 13,13-25.<br />

Pablo lleva adelante la misión<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

13 Desde Páfos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de<br />

Panfilia. Juan Marcos se separó y volvió a Jerusalén,<br />

14 pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado<br />

entraron en la sinagoga y se sentaron.<br />

15 Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les<br />

mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden<br />

hablar».<br />

16 Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: «Escúchenme,<br />

israelitas y todos los que temen a Dios.<br />

17 El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un<br />

gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de<br />

su brazo, los hizo salir de allí<br />

18 y los cuidó durante cuarenta años en el desierto.<br />

19 Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus<br />

tierras,<br />

20 al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el<br />

profeta Samuel.<br />

21 Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín,<br />

por espacio de cuarenta años.<br />

22 Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este<br />

testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón<br />

que cumplirá siempre mi voluntad.<br />

23 De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un<br />

Salvador, que es Jesús.<br />

24 Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a<br />

todo el pueblo de Israel.<br />

25 Y al final de su carrera, Juan decía: “Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que<br />

después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias”.<br />

Al comienzo el texto nos ofrece una información un tanto extraña: Juan<br />

Marcos, al llegar a Perge "se separó de ellos y volvió a Jerusalén" (v. 13).<br />

Antes se mencionó a Juan Marcos, cuando se juntó con Bernabé y Saulo en<br />

su viaje de Jerusalén a Antioquía (Hech 12, 25).<br />

También en Salamina, después de anunciar la Palabra en las sinagogas, se<br />

cita a Juan quien les ayudaba (Hech 13, 5).<br />

Pero Juan Marcos no se incluye en el equipo misionero seleccionado por el<br />

Espíritu antes de partir de Antioquía.<br />

Juan Marcos, además, es llamado en los versículos 5 y 13 sólo "Juan".<br />

El enigma aquí es por qué Juan rompe con el equipo misionero.


Más tarde (Hech 15, 36-40) Pablo romperá con Bernabé a causa de Juan<br />

Marcos.<br />

El enigma por el momento no encuentra solución.<br />

De acuerdo con Hech 13, 13: "Pablo y sus compañeros (hoiperi Paulan)...",<br />

llevan adelante la misión, pero no se menciona por su nombre a Bernabé,<br />

quien hasta ahora tenía siempre la primacía (Hech 11, 25.30; 12, 25; 13, 1-<br />

2.7).<br />

Desde ahora Pablo pasa al primer plano. Quizás este hecho, un tanto<br />

forzado, tampoco gustó a Juan Marcos.<br />

El pasaje no nos ofrece más detalles sobre los motivos de esta separación de<br />

Juan Marcos, por el contexto queda una sensación: no todos los cristianos<br />

están de acuerdo con este proceder misionero y evangelizador.<br />

Y otro elemento es evidente: dentro de las comunidades no todo era paz y<br />

armonía, con cierta frecuencia aparecían las diferencias y las crisis, incluso de<br />

tipo personal.<br />

En el relato continuo de Hechos de los Apóstoles, el equipo misionero llega a<br />

Antioquía de Pisidia (actual Turquía) y al sábado siguiente van de inmediato a<br />

la sinagoga.<br />

Esta visita es muy semejante, en su forma y contenido, a la de Jesús a la<br />

sinagoga de Nazaret, según la versión de Lucas en su evangelio (cf. Lc 4, 16-<br />

30).<br />

Pero hay una diferencia, Jesús fracasó con su testimonio en Nazaret, mientras<br />

Pablo y Bernabé triunfaron con creces en Antioquía de Pisidia.<br />

El anuncio de Jesús en Nazaret tiene un talante liberador y universalista.<br />

El de Pablo es más bien davídico y nacionalista. A Jesús lo escuchan judíos<br />

sencillos de Galilea; en la sinagoga escuchan a Pablo tanto judíos como<br />

gentiles temerosos de Dios.<br />

Antioquía de Pisidia no se confunde con Antioquía de Siria de donde salieron<br />

los misioneros y donde ya florecía la Iglesia (Hech 11, 26).<br />

Antioquía de Pisidia era el centro de buenos caminos y comercio y tenía una<br />

gran población judía.<br />

Los judíos en la sinagoga revivían su fe en Dios y estudiaban con diligencia<br />

las Escrituras.


Por eso es trágico su rechazo de Jesús como el Mesías prometido, porque<br />

tenían una falsa idea del reino del Mesías.<br />

Él no fue un rey militar capaz de derrocar el control de Roma, sino un rey<br />

"siervo" para derrocar el pecado del corazón de la gente.<br />

Pablo y Bernabé no se apartaron de las sinagogas, más bien trataron de<br />

mostrar con claridad la plenitud de las Escrituras (bastante conocidas para<br />

los judíos) en la persona de Jesús.<br />

¿Qué sucedía en el servicio de culto en la sinagoga?<br />

Primero se recitaba el Shema (Dt 6, 4, el cual los judíos repetían varias veces<br />

al día).<br />

Se elevaban a Dios ciertas oraciones, luego se leían pasajes de la ley y de los<br />

profetas, y había un comentario o sermón.<br />

Era costumbre cuando había recién llegados (sobre todo rabinos visitantes),<br />

invitarlos a hacer el comentario.<br />

Por eso intervienen ante el público creyente, Bernabé y, sobre todo, Pablo.<br />

El anuncio de Pablo a los judíos en Antioquía de Pisidia empieza con un<br />

énfasis en la alianza entre Dios e Israel.<br />

Comenzó con un punto en el cual concordaban; para todos los judíos era<br />

motivo de orgullo ser el pueblo escogido de Dios.<br />

Luego Pablo pasó a explicar cómo el Evangelio cumplió este pacto y algunos<br />

judíos encontraron este mensaje difícil de aceptar.<br />

No es fácil, entonces, para los evangelizadores hacer ese empalme entre el<br />

Antiguo y el Nuevo Testamento en la persona de Jesús.<br />

Una dificultad latente hoy también.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿He participado en divisiones comunitarias y disgustos entre<br />

misioneros?<br />

¿Cómo ilumina la Palabra de Dios las diferencias entre las<br />

personas?<br />

¿Qué motivaciones para la oración me ofrece la presente<br />

meditación?


Juan 13,16-20<br />

“Quien acoja al que yo envíe me acoge a mí”<br />

Dice Jesús:<br />

16 Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande<br />

que el que lo envía.<br />

17 Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.<br />

18 No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que<br />

se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.<br />

19 Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo<br />

Soy.<br />

20 Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe,<br />

recibe al que me envió».<br />

Sentarse en la mesa con Jesús implica identificarse con Él<br />

Comenzamos la lectura de la segunda parte del Evangelio de Juan, la cual<br />

leeremos prácticamente en su totalidad (los pasajes que no aparecerán, ya<br />

fueron leídos en semanas anteriores).<br />

Hoy nos situamos en la mesa de la última cena de Jesús con sus discípulos.<br />

Esta mesa es lenguaje elocuente de ―comunión‖.<br />

En torno a ella Jesús va a hablar de sus relaciones: con el Padre, con los<br />

discípulos, con sus adversarios.<br />

Todos los discursos que vamos a abordar se refieren al cómo tejer la<br />

relación con Jesús, como avanzar en su amor.<br />

El hecho de que en torno a la mesa estén los Doce, es un llamado de<br />

atención para los animadores de las comunidades.<br />

La tarea principal de un pastor es la animación de las relaciones de cada<br />

uno de sus hermanos con Dios (el crecimiento en la fe) y de los hermanos<br />

entre sí (la vida comunitaria mediada por la caridad y el servicio).<br />

Las primeras expresiones de las instrucciones de Jesús a sus discípulos<br />

están en el discurso silencioso pero elocuente del lavatorio de los pies: el<br />

Maestro les dice de qué tipo es la relación que Él entabla con los suyos.<br />

Jesús define su relación a partir del servicio, pero no el servicio frío de que<br />

simplemente cumple funciones, sino el servicio de que ―purifica‖ al otro a<br />

fuerza de amor y lo ―involucra‖ (de forma bautismal: lo sumerge) en su<br />

propia existencia.<br />

A partir de este momento, en las palabras siguientes de Jesús, comienzan a<br />

aparecer los términos de la mutua vinculación de los discípulos con Él y<br />

entre ellos:


(1) El “servicio”. Las relaciones en la comunidad se definen a partir del<br />

lavatorio de los pies (13,16-17; ver desde el v.15).<br />

(2) El “conocimiento”. Jesús ―conoce‖ a quienes ha elegido (13,18a). Las<br />

relaciones se profundizan y se hacen sólidas por la ruta de este<br />

conocimiento.<br />

(3) El ser el uno para el otro “rostro” de Cristo, así como Jesús es<br />

“rostro” del Padre (13,20)<br />

Pero no falta el contraste que hace todavía más luminoso el mensaje. Justo<br />

en medio de la enseñanza se menciona al traidor: aquél que tejió relaciones<br />

mentirosas dentro de la comunidad (por eso la cita del Salmo 41,10).<br />

La sinceridad en la relación es esencial para que ésta sea fuente de<br />

crecimiento y no de dolor.<br />

Al citar el Salmo 41,10 (―El que come mi pan ha alzado contra mí su<br />

talón‖) Jesús se reviste con la figura de un inocente perseguido.<br />

Abrirnos a una relación es hacernos vulnerables.<br />

Será el riesgo que correrá Jesús y que lo llevará finalmente a la muerte.<br />

Pero en su increíble humildad, Jesús no se retrae ante el misterio de la<br />

doblez y de la traición humana (porque se le hace más daño a quien mejor<br />

se conoce); más bien, por el contrario, consigue entrar por esta fractura de<br />

la mezquindad humana en la situación que ha venido a redimir.<br />

Por eso en medio de la traición se revela la grandeza del ―Yo Soy‖ (13,19).<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

Comienza la lectura pascual más profunda: el discurso de despedida de<br />

Jesús (Juan 13-17).<br />

El texto de hoy nos prepara para la escucha de este texto inmenso (en<br />

todos los sentidos).<br />

1. ¿Por qué la Biblia le da tanta importancia a la “mesa” y a la<br />

“cena”? ¿Cuáles son los espacios que hoy privilegiamos para<br />

entablar relaciones?<br />

2. ¿Cuáles son las características de una relación “a la manera de<br />

Jesús”?<br />

3. ¿Por qué se menciona la traición de Judas? ¿Sobre qué me<br />

advierte?


MEDITATIO<br />

El Padre envía al Hijo, el Hijo envía a sus discípulos; y así como el Hijo<br />

repite el comportamiento del Padre, también los fieles de Jesús deben<br />

repetir el comportamiento del Hijo. Ahora bien, los discípulos saben que<br />

Jesús se ha comportado como un siervo que, reconociendo en cada hombre<br />

a su propio señor, se dedica a él, incluso en el más humilde de los servicios,<br />

según el significado simbólico del lavatorio de los pies. Pero como la ley del<br />

servicio es dura, pronto es removida y sustituida o suavizada o manipulada.<br />

Se habla así de servicio, se teoriza sobre él, pero nos mantenemos alejados<br />

del humilde servicio activo.<br />

Por eso proclama Jesús bienaventurados no a los que hablan de servicio,<br />

sino a quienes lo practican. ¿Acaso le traicionó Judas por esto? ¿Pensaba<br />

acaso que aunque Jesús hablara de servicio, entendía de hecho el servicio<br />

del poder? ¿No se marcharía cuando vio que el servicio, para Jesús, era<br />

precisamente el de los auténticos siervos, una realidad dura y no una<br />

palabra para adornarse?<br />

¿Y yo, cómo me sitúo ante el servicio? ¿Conozco la sonoridad y la<br />

popularidad de la Palabra más que su humilde y a menudo humillante<br />

realidad? ¿Medito en el servicio para hablar bien de él o para convencerme<br />

de que debo rebajarme a servir?<br />

ORATIO<br />

Sí, Señor mío, también yo pertenezco a la categoría de los siervos de<br />

nombre y de los servidos de hecho. Me gustaría ser considerado siervo<br />

tuyo, y algo menos ser considerado siervo de los otros. Porque si bien,<br />

teniendo todo en cuenta, ser considerado siervo tuyo es algo que gratifica,<br />

convertirse en siervo de los hombres no parece ni agradable ni honorable. Y<br />

por eso no he gustado aún la bienaventuranza del servicio: demasiadas<br />

palabras y pocos hechos; mucha teoría y poca práctica; mucha exaltación<br />

de los santos que han servido y poco compromiso con el servicio; muchas<br />

palabras hermosas para aquellos que me sirven y muy pocas ganas de<br />

pasar a su bando.<br />

Señor misericordioso, abre mis ojos a las muchas ilusiones que cultivo sobre<br />

mi servicio; refuerza mis rodillas, que se niegan a plegarse para lavar los<br />

pies; da firmeza a mis manos, que se cansan de coger el barreño con el<br />

agua sucia por el polvo pegado a los pies de los viajeros que llaman a mi<br />

puerta. He de confesarte, Señor, que soy muy, muy débil, que ando muy<br />

lejos de tu ejemplo de vida. Concédeme tu Espíritu para ahuyentar mis<br />

miedos y para vencer mis timideces.<br />

Señor, ten piedad de mis hermosas palabras sobre el servicio. Señor, ten<br />

piedad de mis escasas obras. Señor, ten piedad de mi corazón, que no<br />

conoce todavía la bienaventuranza del servicio verdadero y humillante.


CONTEMPLATIO<br />

Lo que tiene de único el lavatorio de los pies es hacernos ver que estamos<br />

perdonados por anticipado y somos dignos de ser honrados.<br />

El ejemplo que deberán imitar siempre los apóstoles es esta actitud de<br />

respeto con cualquiera cuyo verdadero nombre está escrito en los cielos;<br />

una actitud de disponibilidad respecto a los hermanos.<br />

En conclusión, una actitud de misericordia: «Ustedes serán dichosos si lo<br />

ponen en práctica» (Jn 13,17).<br />

Sí, porque todas las bienaventuranzas están incluidas en la misericordia,<br />

que se realiza en las mil formas inspiradas por el amor: también ustedes<br />

deben lavarse los pies los unos a los otros.<br />

«Un siervo no puede ser mayor que su señor» (Jn 13,16)<br />

(P. M. de la Croix, L'Evangile de Jean et son témoignage spirituel, París<br />

19592, p. 397).<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas» (Gal 6,2).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Ha llegado la hora. Y el primer gesto que salta de aquel fatal golpe de<br />

gong, en un rito que parece predispuesto, es ir a coger un barreño. ¿Qué<br />

debe hacer quien sabe que dentro de poco morirá?<br />

Si ama a alguien y tiene algo para dejarle, debe dictar su testamento.<br />

Nosotros nos hacemos traer papel y pluma. Cristo fue a coger un barreño,<br />

una toalla, y derramó agua en un recipiente.<br />

Aquí empieza el testamento; aquí, tras secar el último pie, podría terminar<br />

también...<br />

«Les he dado ejemplo...» Si tuviera que escoger una reliquia de la pasión,<br />

escogería entre los flagelos y las lanzas aquel barreño redondo de agua<br />

sucia.<br />

Dar la vuelta al mundo con ese recipiente bajo el brazo, mirar sólo los<br />

talones de la gente; y ante cada pie ceñirme la toalla, agacharme, no


levantar los ojos más allá de la pantorrilla, para no distinguir a los amigos<br />

de los enemigos.<br />

Lavar los pies al ateo, al adicto a la cocaína, al traficante de armas, al<br />

asesino del muchacho en el cañaveral, al explotador de la prostituta en el<br />

callejón, al suicida, en silencio: hasta que hayan comprendido.<br />

A mí no se me ha dado ya levantarme para transformarme a mí mismo en<br />

pan y en vino, para sudar sangre, para desafiar las espinas y los clavos.<br />

Mi pasión, mi imitación de Jesús a punto de morir, puede quedarse en esto.<br />

(L. Santucci, Una vita di Cristo. Volete andavene anche voi? Cinisello B.<br />

19952, pp. 205-207, passim)


Viernes 4 de Mayo<br />

Hechos de los Apóstoles 13, 26-33.<br />

Pablo repasa la historia de la salvación<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

Dice Pablo:<br />

26 Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de<br />

Abraham y los que temen a Dios.<br />

27 En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni entendieron<br />

las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las cumplieron sin saberlo,<br />

condenando a Jesús.<br />

28 Aunque no encontraron nada en él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo<br />

condenara.<br />

29 Después de cumplir todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del patíbulo y lo<br />

pusieron en el sepulcro.<br />

30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos<br />

31 y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén,<br />

los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo.<br />

32 Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a<br />

nuestros padres,<br />

33 fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús,<br />

como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.<br />

El pasaje de este día es continuación del texto del día anterior.<br />

Como Pablo se dirigía a una audiencia de judíos devotos, comenzó con la<br />

Alianza, Abrahán, David y otros argumentos familiares para los judíos.<br />

Su anuncio se centró en Cristo y enfatizó la resurrección. Este es un buen<br />

punto de partida para nuestros servicios pastorales.<br />

En el versículo 26 Pablo dice a los hijos del linaje de Abrahán y a quienes<br />

entre ellos temen a Dios [prosélitos gentiles] "a ustedes es enviada la<br />

palabra de salvación".<br />

Los dos grupos se consideran aquí como una sola clase, como "los judíos<br />

primeros", a quienes el Evangelio fue testimoniado en la primera instancia.<br />

Porque los habitantes de Jerusalén y sus líderes no lo aceptaron ni lo<br />

quisieron conocer. De esta manera Pablo busca ganarse a los judíos de la<br />

distante Antioquía sin ponerles un sello de culpa.<br />

Los judíos de Jerusalén no sólo buscaron una causa para matar a Jesús,<br />

también lo crucificaron y lo pusieron en el sepulcro.<br />

Los judíos incluso (de acuerdo con la versión de san Mateo), pidieron guardias<br />

para el sepulcro de Jesús.<br />

La enemistad de las autoridades contra Jesús fue siempre manifiesta.


Pero Pablo constata cómo todos estos artificios fueron un fracaso, Dios se<br />

burló de estas insolentes precauciones, "porque Dios levantó (resucitó) a<br />

Jesús de entre los muertos".<br />

Incluso hubo apariciones del Resucitado ante su comunidad para reafirmar<br />

su condición de "viviente"; de estos hechos históricos hay testigos todavía, de<br />

acuerdo con la versión de Pablo, y estos creyentes dan testimonio ante el<br />

pueblo.<br />

Este recurso de Pablo al testimonio de los apóstoles galileos sorprende un<br />

tanto escucharlo en sus labios, porque en sus cartas, el apóstol de los<br />

gentiles no establece diferencia entre su testimonio y el de ellos (ver. 1 Co<br />

15, 3-11).<br />

Tal vez este hecho sea una insistencia del autor de Hechos de los Apóstoles<br />

para mostrar la comunión entre los misioneros y evangelizadores.<br />

Para Pablo estos testigos de la primera hora no están equivocados en<br />

cuanto a la identidad del Señor resucitado, y son, por tanto, testigos<br />

competentes.<br />

El anuncio de Pablo, un compendio de la historia de Israel, puede parecemos<br />

sin gran interés, como el de Pedro (Hech 2) o el de Esteban (Hech 7).<br />

Pero era la manera judía de predicar, y para los judíos de la diáspora, lejos de<br />

su tierra y de sus legítimas raíces, era fundamental (tal vez no había nada<br />

más interesante e importante) revivir de memoria su historia, pues les<br />

alegraba el espíritu y les daba su identidad en medio de los otros pueblos.<br />

Pablo presenta la historia revelada haciendo énfasis a una serie de hechos, los<br />

cuales se releen con mayor sentido desde Jesús el Cristo resucitado.<br />

Con Jesús resucitado, Dios Padre relee por entero todo el Antiguo<br />

Testamento, todas las Escrituras, porque la resurrección de Jesús es la<br />

manifestación de su anterior estado de hijo de Dios (filiación eterna).<br />

Con la resurrección de Cristo Dios le ofrece plenitud de sentido a la historia<br />

del pueblo de Israel. Esta manera de acercarnos al Evangelio no se debe<br />

perder.<br />

La fe judía y luego, la fe cristiana, son "históricas". Es decir, Dios se ha<br />

revelado en la historia (Dei Verbum 2); nuestra fe, por tanto, no es una<br />

doctrina descubierta por pensadores, ni tampoco hace parte del conjunto de<br />

leyendas del mundo antiguo.<br />

Por el contrario, la resurrección de Jesús marca un nuevo punto de partida de<br />

toda la historia humana y, año tras año, la historia está en marcha hacia un


término cuya única salida será el reinado de Dios y la comunión plena con Él<br />

en nuestros hermanos.<br />

No podemos contar el Evangelio como si fuera una doctrina siempre<br />

verdadera, sino mostrar cómo el Evangelio y el Espíritu de Dios están<br />

actuando con fuerza en los acontecimientos.<br />

A quien primero debe revolver el resucitado es al testigo, así su testimonio<br />

no será asunto de gusto o emociones, sino un servicio al Señor, único dueño<br />

del Evangelio.<br />

El Dios de la vida nos regala la gracia de ofrecer una experiencia de Dios,<br />

aquella sentida y vivida antes de mostrarnos a los demás.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿Cómo leo mi historia personal de vida?<br />

¿Encuentro en mi historia las "huellas" de Dios?<br />

¿Cómo impacta el texto de hoy mi oración?<br />

Juan 14,1-6<br />

“Volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes”<br />

Dice Jesús:<br />

1 «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.<br />

2 En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a<br />

ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.<br />

3 Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos<br />

conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.<br />

4 Ya conocen el camino del lugar adonde voy».<br />

5 Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?».<br />

6 Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por<br />

mí.<br />

Jesús Resucitado nos invita a su casa<br />

Comenzamos una nueva etapa en nuestro itinerario bíblico, la última,<br />

nuestro caminar pascual con Cristo resucitado.<br />

Por eso, a partir de hoy, leeremos una de las secciones más bellas del<br />

evangelio de Juan: el “discurso de despedida de Jesús” que se<br />

encuentra en los capítulos 14 al 17 de este evangelio.<br />

Del rostro del pastor enamorado pasamos ahora a la descripción de vida de<br />

su amor por los suyos y a la exposición amplia de la manera como teje una<br />

profunda relación. Estamos ante un discurso de Jesús extenso pero<br />

profundo y emocionante.


El contexto<br />

Para entender mejor el texto reconstruyamos brevemente la situación.<br />

Jesús les ha anunciado a sus discípulos que se irá y que la comunión de<br />

vida, la convivencia, la amistad sostenida durante tres años entre ellos llega<br />

a su fin con la muerte en la cruz, ya no lo verán, y perdonen la<br />

redundancia, visiblemente.<br />

La nostalgia surge entonces como un sentimiento cruel que aprieta la<br />

garganta.<br />

La primera reacción de los discípulos deja entrever que, según ellos, el<br />

seguimiento estrecho del maestro, la amistad sabrosa con él, no habría sido<br />

más que algo pasajero que queda para el recuerdo una vez que la muerte<br />

se interpone en medio del amor y separa para siempre a los que se han<br />

amado intensamente.<br />

Por eso a la hora de la despedida, en medio las lágrimas, tratando de<br />

aprovechar con intensidad los últimos instantes que les quedan juntos, la<br />

palabras de la despedida se van convirtiendo poco a poco en palabras de<br />

consolación.<br />

Jesús les explica a sus amigos que no se separa de ellos para siempre sino<br />

que su separación marca un giro importante en la vida del discipulado.<br />

No se trata del fin sino de un giro importante y decisivo en la manera de<br />

seguir a Jesús.<br />

Dicho giro tiene como finalidad la creación de lazos de amor todavía más<br />

fuertes, profundos e indestructibles que los anteriores.<br />

El pasaje de hoy nos introduce de lleno en este tema.<br />

Detengámonos en los tres puntos principales del texto:<br />

(1) Confiar en el Maestro<br />

Jesús comienza con palabras fuertes:<br />

―No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mi‖<br />

(14,1).<br />

―No se turbe vuestro corazón‖ (14,1ª).<br />

El término ―turbación‖ es elocuente.


Para entenderlo remitámonos al pasaje de la muerte y resurrección de<br />

Lázaro, donde dice que delante de la tumba de su amigo querido, Jesús ―se<br />

conmovió interiormente, se turbó‖ (11,33) y enseguida se puso a llorar<br />

(11,35).<br />

Esta turbación es la sensación previa a las lágrimas, es una conmoción<br />

profunda, por eso dice ―del corazón‖.<br />

Es la sensación de uno a quien todo se le vuelve oscuro: la pérdida de<br />

todas las seguridades.<br />

Es una sensación desagradable. Por eso tememos tanto la partida de los<br />

seres que amamos.<br />

Un místico lo expresaba de una manera bellísima con relación a Dios:<br />

―Que yo sin ti me quedo, que tú sin mi te vas‖.<br />

Seguir viviendo sin el amado es como morir.<br />

Frente a ese sentirse sin apoyo Jesús les ofrece un piso de confianza:<br />

―Ustedes creen en Dios, crean también en mi‖ (14,1b).<br />

Jesús no será visto más físicamente, por eso da una pista importante: así<br />

como Dios no es visible a los ojos mortales, tampoco Él lo será.<br />

En otras palabras, así como uno cree en Dios a quien no ve, Dios es<br />

invisible, así también hay que creer en él en cuanto Señor resucitado.<br />

Jesús y el Padre están al mismo nivel.<br />

El primer paso a dar, entonces, es de la fe como actitud fundamental con la<br />

cual los discípulos deben afrontar la separación: ―¡crean!‖.<br />

A Jesús y al Padre se les debe el mismo tributo de fe, porque el Padre se<br />

deja conocer a través del Hijo y actúa en comunión inseparable con el Hijo.<br />

Al ―no ver‖, los discípulos deberán apoyarse con una confianza ilimitada en<br />

el Padre y el Hijo, construyendo todo sobre ellos, sobre el piso sólido de su<br />

comunión eterna.<br />

Es en esa comunión eterna que los discípulos ahora deben poner la mirada<br />

de fe que le da sentido a sus vidas.<br />

(2) Contemplar el Misterio Pascual


Esta nueva forma de comunión es un don de Jesús.<br />

Por eso Jesús les pide enseguida que contemplen su obra pascual:<br />

―En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así,<br />

¿le habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando haya ido<br />

y les haya preparado el lugar, vendré otra vez para llevarlos<br />

conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes‖<br />

(14,2-3).<br />

No es Jesús arreglando un cuarto sino construyendo una casa, así como lo<br />

que se aman construyen una casa para vivir juntos.<br />

Hay tres pistas importantes:<br />

Para Jesús, la muerte es un retorno a la casa del Padre (ver también<br />

13,1). De esta manera, exaltado y glorificado, él estará para siempre en<br />

la comunión perfecta con el Padre.<br />

Jesús había explicado su muerte y su resurrección desde el comienzo del<br />

Evangelio en la expulsión de los vendedores del tempo diciendo que<br />

destruiría el templo destruido por hombres y lo reconstruiría en tres días,<br />

anota el evangelista: lo decía refiriéndose a su propio cuerpo.<br />

Entonces Jesús resucitado es la nueva construcción, el nuevo Templo en<br />

cual se ―habita‖ en Dios.<br />

Jesús no es un templo vacío: Él viene, toma consigo a aquellos que han<br />

entablado una profunda relación con él y los lleva a la comunión eterna<br />

consigo y con el Padre.<br />

La Pascua de Jesús fue la preparación de la ―morada‖.<br />

(3) Hacer el camino para entrar en la “casa”<br />

Pero el don de Jesús, que se acaba de describir, pide nuestra participación,<br />

nuestro compromiso. Y eso es lo que Jesús quiere decir con la imagen del<br />

―camino‖.<br />

Hay que ponerse en movimiento por el camino que es Él mismo: sus<br />

palabras, sus obras, todo lo que supone la convivencia amiga con él.<br />

Esto es lo que los discípulos ya aprendieron en la convivencia terrena con<br />

él:<br />

―Yo soy el camino, la verdad y la vida‖ (14,6).


Se trata de un camino que conduce a la verdad y a la vida, es decir, al<br />

conocimiento pleno del misterio de Dios y cuyo fondo es su rostro paterno.<br />

El camino conduce no sólo a un conocimiento sino también a una relación<br />

con este Dios descubierto en su tremenda cercanía de Padre, una relación<br />

que genera una unión en la cual se genera una vida eterna.<br />

Dejemos que la Palabra nos lleve a la oración:<br />

―Jesús, ahora sabemos que nada ni nadie nos puede separar de ti. Nada<br />

nos puede separar de ti si acogemos el don de tu casa y si aceptamos el<br />

reto de caminar en ti hacia la verdad y la vida.<br />

Yo sé que sin ti no puedo vivir, pero también sé que gracias a la morada<br />

que me has preparado con tu muerte y resurrección, viviré para siempre<br />

contigo porque tu voluntad es que allí donde tú estés también estén todos<br />

los que tú amas. Y yo sé que tú me amas‖. Amén.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

1. ¿De qué sienten miedo los discípulos? ¿Cuál es la raíz de mis<br />

temores?<br />

2. ¿Qué relación hay entre la Pascua de Jesús y la preparación de<br />

la morada en el cielo? ¿Es Jesús resucitado el “mundo vital” en<br />

el que quiero habitar eternamente?<br />

3. ¿Qué hay que hacer para entrar en la “morada” de Jesús?<br />

“Nada te turbe,<br />

nada te espante,<br />

todo se pasa,<br />

Dios no se muda.<br />

La paciencia<br />

todo lo alcanza.<br />

Quien a Dios tiene<br />

nada le falta.<br />

Sólo Dios basta”.<br />

(Santa Teresa de Jesús)<br />

MEDITATIO<br />

Jesús también me dice a mí hoy: «No te inquietes». Tú sabías, Señor, que<br />

también había de llegar para mí el momento de la inquietud y la turbación.


Para mí y para tantos otros como yo. ¿Cómo es posible que haya tantos<br />

odios y venganzas? ¿Tanta corrupción e indiferencia? ¿Tanta hambre de<br />

dinero y de poder? ¿Tanta violencia y tanta prepotencia? Fíjate cómo<br />

nuestras ciudades se han vuelto semejantes a Sodoma y Gomorra: ¿cómo<br />

es posible no sentirse inquieto?<br />

Jesús responde a mi inquietud asegurándome que «también hay un lugar<br />

para mí» allí donde está él, un lugar preparado para quien, a pesar de la<br />

inquietud, persevera con él en las pruebas y en la tormenta.<br />

Y es que, en definitiva, también en el siglo XXI, sigue siendo él el camino, la<br />

verdad y la vida: con él es como podemos y debemos atravesar los ciclones<br />

de la avidez y de la sensualidad sin límites y los vientos gélidos de la<br />

injusticia y del cinismo.<br />

Todas las fuerzas que nos desvían, todas las tendencias arrolladoras que<br />

nos exigen estar firmemente aferrados a él.<br />

¿Quieren llevarte por otros caminos? Acuérdate de que él es el camino.<br />

¿Quieren indicarte soluciones más adelantadas, más dignas del nuevo<br />

milenio? Acuérdate de que él es la verdad.<br />

¿Quieren enseñarte cómo vivir de un modo más intenso y libre? Acuérdate<br />

de que él es la vida. Acuérdate de que con él puedes iniciar una<br />

reconstrucción no ilusoria, aunque no fácil.<br />

ORATIO<br />

Sostén, Señor, mi corazón vacilante; tú mismo ves lo difícil que es no<br />

quedar preso del asombro en este mundo que parece haber olvidado<br />

incluso que has venido a nosotros.<br />

Tú mismo estás viendo cómo estamos destruyendo, en unos pocos<br />

decenios, un patrimonio espiritual acumulado durante siglos mediante un<br />

tenaz trabajo misionero y pastoral.<br />

Tú mismo estás viendo cómo envejecen tus fieles, sin que lleguen<br />

demasiados refuerzos, cómo disminuye la práctica religiosa y el número de<br />

vocaciones, cómo se disgrega la familia, cómo son considerados tus fieles<br />

con cierta suficiencia.<br />

Sostén, Señor, mi fe vacilante, porque no quiero abandonarte a ti, que eres<br />

todo para mí. Sostén esta débil esperanza mía, que quisiera ver el nuevo<br />

milenio iluminado por tu verdad.


Sostén la cada vez menos vívida llama del amor por mis hermanos, a los<br />

que quisiera hacer el supremo regalo de dar testimonio de ti como el único<br />

que pone en contacto con el Dios vivo y verdadero.<br />

Haz que las palabras que dijiste a Tomás venzan todo mi desánimo y<br />

triunfen sobre mi debilidad. Porque estoy seguro de que eres tú quien tiene<br />

la última palabra: «A ti, Señor, me acojo; no quede yo avergonzado para<br />

siempre» (cf. Sal 71,1).<br />

CONTEMPLATIO<br />

Mediante la continua invocación y el continuo recuerdo de nuestro Señor<br />

Jesucristo, se implanta en nuestra mente una especie de divina<br />

tranquilidad, siempre que no olvidemos la oración continua dirigida a él, la<br />

sobriedad sin tregua y la obra de la vigilancia.<br />

En verdad, intentamos realizar siempre del mismo modo y de una manera<br />

propia la invocación a Jesucristo nuestro Señor, gritando con un corazón<br />

ferviente, de modo que podamos tener parte y gustar el santo nombre de<br />

Jesús.<br />

La continuidad, en efecto, tanto para la virtud como para el vicio, es la<br />

madre de la costumbre, y la costumbre tiene, después, la misma fuerza que<br />

la naturaleza.<br />

La mente que llega a semejante tranquilidad persigue, a continuación, a los<br />

enemigos como el perro que caza las liebres en el bosquecillo. El perro,<br />

para devorarlas; la mente, para aniquilarlos.<br />

(Hesiquio, Discurso sobre la sobriedad y las virtudes unidas a la salvación<br />

del alma, 98)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas,<br />

física, psicológica, mental, espiritualmente.<br />

La pregunta principal no es: « ¿Cómo podemos esconder nuestras<br />

heridas?», a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: « ¿Cómo<br />

podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?».


Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven<br />

fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el<br />

curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo<br />

a nosotros.<br />

El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su<br />

humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor.<br />

Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras<br />

heridas traigan curación a los otros.<br />

(H. J. M. Nouwen, Pane per il viaggio, Brescia 1997, p. 207<br />

[trad. esp.: Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999])


Sábado 5 de Mayo<br />

Hechos de los Apóstoles 13, 44-52.<br />

Los discípulos quedaron llenos de Espíritu Santo<br />

Cuarta Semana de Pascua<br />

44 Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios.<br />

45 Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las<br />

palabras de Pablo.<br />

46 Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar<br />

en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de<br />

la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos.<br />

47 Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las naciones,<br />

para llevar la salvación hasta los confines de la tierra».<br />

48 Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra del Señor, y todos los<br />

que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe.<br />

49 Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.<br />

50 Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y<br />

a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los<br />

echaron de su territorio.<br />

51 Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron<br />

a Iconio.<br />

52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.<br />

A pesar de las frases duras de Pablo en su anuncio a los judíos y gentiles<br />

simpatizantes del judaísmo, en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, los<br />

oyentes invitaron a Pablo y a Bernabé a ofrecer su anuncio-testimonial<br />

también el sábado siguiente.<br />

Pero los evangelizadores no esperaron al sábado siguiente, más bien durante<br />

la semana evangelizaron y la gente estuvo pendiente de los labios de Pablo y<br />

Bernabé.<br />

Como era de esperar, el sábado siguiente se congregó una numerosa<br />

muchedumbre para fascinarse con el testimonio del resucitado de estos<br />

misioneros.<br />

Según el autor toda la población estaba allí. Pero a los dirigentes judíos el<br />

hecho les pareció un exceso de Pablo y Bernabé, se dejaron llevar por la<br />

envidia, comenzaron a insultar y a contradecir a los misioneros.<br />

Según el texto, los jefes de los judíos en la sinagoga de Antioquía de Pisidia<br />

no estuvieron de acuerdo ni con el anuncio, ni con el proceder allí de Pablo y<br />

Bernabé.<br />

Por ello, los líderes judíos presentaron argumentos teológicos en contra de<br />

Pablo y Bernabé, pero según Hechos de los Apóstoles, la verdadera razón<br />

para su denuncia fue "se llenaron de envidia (celos)" (v. 45).<br />

Se trata de una envidia y de una rivalidad por medio de la cual se intenta<br />

detener la obra de Dios.


Esta actitud agrava cada vez más la dureza del corazón de los judíos, sobre<br />

todo los líderes, para aceptar el Evangelio.<br />

Pablo y Bernabé aprovechan la segunda intervención en la sinagoga para<br />

confrontar con valentía a sus opositores.<br />

¿Por qué el Evangelio fue primero a los judíos?<br />

Según los misioneros, porque Dios planeó a través de la nación judía el arribo<br />

de todas las naciones al proyecto del' Dios de Israel (Gn 12, 3).<br />

Pablo, como judío, amó a su pueblo (Rom. 9,1-5) y quiso darle toda<br />

oportunidad para asumir la salvación de Dios desde la resurrección del Señor<br />

Jesús el Cristo.<br />

Es lamentable, pero muchos judíos no reconocieron en Jesús al Mesías, ni<br />

vieron cómo en él Dios ofrecía la salvación a cada uno, judío o gentil, a quien<br />

viniera a él movido por la gracia, por la fe, por la fascinación del testimonio.<br />

Dios esperó de Israel esa transformación en una gran y fuerte luz (Is. 49,<br />

6).<br />

Desde la comprensión del Nuevo Testamento a través de Israel vino Jesús,<br />

la luz de las naciones (Lc 2, 32).<br />

Esta luz se difunde y quiere iluminar también a los gentiles. Pero en lugar<br />

de aceptar la verdad, los líderes judíos echaron a Pablo y Bernabé de<br />

Antioquía.<br />

A menudo los judíos sacudían el polvo de sus pies cuando salían de una<br />

aldea gentil.<br />

Con frecuencia era un símbolo limpiarse de la contaminación de quienes<br />

no adoraban al Dios verdadero, al Dios de la Biblia.<br />

Para Pablo y Bernabé, hacer lo mismo a los judíos les ponía en evidencia<br />

cómo el rechazo del Evangelio los sacaba del verdadero Israel y por eso no<br />

eran mejores comparados con los gentiles.<br />

En Mc 6,11, Jesús había dado una instrucción similar a sus discípulos:<br />

sacudir el polvo de los pies de cualquier pueblo cerrado al anuncio del<br />

Evangelio.<br />

Los discípulos no eran culpables si se rechazaba el testimonio, siempre y<br />

cuando fueran fieles en presentarlo.<br />

De todas maneras, la puerta del Evangelio siempre está abierta para quien<br />

quiera volver a intentarlo.


Sin embargo, este hecho no fue suficiente para los líderes judíos, ellos<br />

llevaron a cabo sus propios planes, se aliaron con señoras de la "alta<br />

sociedad", precisa el narrador, e hicieron intervenir a las autoridades<br />

civiles, entonces Pablo y Bernabé fueron expulsados de la población.<br />

Quizá el anuncio de Pablo en la sinagoga encendió las alarmas entre los<br />

dirigentes judíos.<br />

Hasta ahora en el texto conocíamos los anuncios de Pedro y de Esteban,<br />

hoy estamos frente al primer testimonio comunitario de Pablo.<br />

Según Pablo, el pueblo judío tenía -y tiene- grabada en la memoria<br />

colectiva la necesidad de alcanzar la plenitud de Dios anunciada a lo largo<br />

de su historia a través de sus grandes personajes: los Patriarcas y los<br />

Profetas.<br />

El pueblo judío mira hacia el futuro, escudriña los signos de los tiempos<br />

para vislumbrar la plenitud de Dios en su historia.<br />

Israel espera un Salvador. Pablo identifica ese Salvador en Jesús, muerto y<br />

resucitado.<br />

Para ello, a la manera de Pedro y Esteban, Pablo repasa la historia de<br />

Israel con los ojos iluminados por la fe, y hace converger la plenitud de<br />

Dios en la resurrección de su Hijo Jesús de entre los muertos.<br />

En el Cristo, el perdón y la salvación se ofrece a todos los seres humanos<br />

sin distinción de raza, cultura, pueblo o nación.<br />

El texto finaliza destacando el gozo de los discípulos a pesar de las<br />

dificultades y precisamente por ellas, porque de esa manera se asimilan<br />

más al Maestro.<br />

Y la última frase muestra cómo los misioneros quedan llenos "de" Espíritu<br />

Santo.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

¿He tenido dificultades externas para dar testimonio del<br />

Evangelio?<br />

El texto orado, ¿me ofrece algunas pistas para afrontar estas<br />

dificultades?<br />

¿Cuáles elementos del texto me ayudan en mi oración personal?


Juan 14,7-14<br />

“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”<br />

Dijo Jesús:<br />

7 Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo<br />

han visto».<br />

8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».<br />

9 Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me<br />

conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”?<br />

10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo<br />

no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.<br />

11 Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.<br />

12 Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aun<br />

mayores, porque yo me voy al Padre.<br />

13 Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado<br />

en el Hijo.<br />

14 Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.<br />

Una Escuela de Padres<br />

En el itinerario bíblico para el ejercicio de la Lectio Divina, hasta ahora nos<br />

hemos dedicado a dar ―pistas‖ para que cada lector aborde el evangelio con<br />

buenos elementos.<br />

En esta ocasión vamos a concedernos un reposo sabático y probaremos<br />

otro estilo más aplicativo: haremos una ―Escuela de Padres‖ con la frase<br />

central del pasaje de hoy, es decir, vamos a masticar un poco más el texto<br />

en función de la vivencia familiar según el evangelio.<br />

1. Una súplica intensa: Ver el rostro de un “Padre”<br />

“¡Muéstranos al Padre y nos basta!‖, le dice el discípulo Felipe a Jesús,<br />

justo en el corazón de los discursos de adiós del evangelio de Juan (14,8).<br />

Es como decir: ―ya está bueno de signos, de misterios, no nos aplaces más<br />

el desenlace de tu revelación. Lo que queremos es llegar a la verdad<br />

completa enseguida, llegar a lo definitivo que no deja atrás ninguna duda ni<br />

oscuridad‖.<br />

Aquel Padre que Felipe desea conocer con todo su ser, es lo máximo de la<br />

felicidad, de la protección, de la ternura, del cumplimiento. Eso lo ha<br />

captado en la manera como Jesús se refiere a su Padre: lo llama Abbá en la<br />

oración, con un gran sentimiento de intimidad y de ternura.<br />

Pero infelizmente, muchos hijos –adultos- oran este ―Muéstranos al<br />

Padre‖, pero tratando de pasar por alto cualquier mediación.<br />

Son hijos que cargan con fuertes desilusiones con sus papás y sus mamás<br />

terrenas. Muchos incluso arrastran grandes heridas de sucesos del pasado


en la familia: marcas dolorosas que les han generado inconsistencias y<br />

serios problemas en sus vivencias afectivas ya en la edad adulta.<br />

Es por eso algunas personas incluso tienen dificultad para recitar un ―Padre<br />

Nuestro‖. El término ―Padre‖ les sabe amargo.<br />

A propósito, no olvidemos que la figura de Dios Padre en la Biblia, que es el<br />

generador de vida por excelencia, contiene tanto el aspecto materno como<br />

paterno.<br />

Según la Biblia, Dios ―Padre‖ no es una proyección de las paternidades<br />

terrenas, es al revés: la paternidad de Dios es una revelación que viene de<br />

lo alto y que purifica las malas experiencias terrenas.<br />

Hay una tentación en la vida espiritual: pasar por alto los signos inciertos y<br />

poco descifrables de la carta que Dios Padre nos dirige a través de nuestros<br />

propios padres; nos habría gustado más bien que nos hubiera llegado una<br />

mensaje completo, perfecto, revelación total de la paternidad divina.<br />

2. La respuesta de Jesús<br />

¿Qué responde Jesús frente a este punto?<br />

¿Cómo responde frente al deseo profundo y legítimo de sus discípulos de<br />

verle la cara a ese Padre de quien Jesús habla tanto y a quien le ora con<br />

tanto amor?<br />

Jesús les responde con algo de tristeza:<br />

―¿Tanto tiempo que estoy con ustedes y no me conoces Felipe? El<br />

que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:<br />

„Muéstranos al Padre?‖ (14,9).<br />

Hay que dejarse sorprender: ver a Jesús significa ver al Padre. Es claro, en<br />

el evangelio de Juan, que no es tanto un ver físico sino intuir el misterio de<br />

la persona de Jesús que nos muestra al Padre.<br />

Pero Jesús dice todavía más. Aterriza al discípulo para que no se pierda en<br />

abstracciones:<br />

―El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará<br />

mayores aún, porque yo voy al Padre‖ (14,12).<br />

Jesús acababa de decir:<br />

―Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí‖ (14,11).<br />

Y la prueba eran las obras:


―El Padre que permanece en mí es el que realiza las obras‖ (14,10b).<br />

Pues bien, el mismo esquema vale también para el discípulo: quien ve las<br />

obras de un discípulo de Jesús ve a Jesús que muestra al Padre a través de<br />

la cotidianidad de cualquiera de nosotros.<br />

Todo esto es posible gracias a una ausencia: al hecho de que Jesús ya esté<br />

habitando junto al Padre, que no es sino otro modo de su presencia.<br />

Una presencia que hay que captar aceptando su misterio a través de los<br />

signos.<br />

Así los cristianos tenemos una responsabilidad seria que es la de<br />

mostrarnos unos a los otros el rostro de Dios Padre a través de nuestro<br />

―hacer‖, a través de las obras que realizamos todos los días.<br />

3. Palabras que le da una nueva visión a la vida de familia<br />

El deseo de ver al Padre que manifestó Felipe lo podemos encontrar a<br />

través de nuestros padres terrenos: hay que saber reconocerlo a través de<br />

ellos, no importa que haya alguno que otra sombra que todavía no<br />

hayamos comprendido en la historia de nuestras relaciones familiares.<br />

Es importante que dejemos que nuestros padres sean signo de la<br />

paternidad de Dios, para cual hay verlos por encima de nuestras<br />

expectativas y dejando de lado nuestros juicios.<br />

Antes de juzgar diciendo quizás que no fuimos suficiente amados como<br />

hijos, que no recibimos lo que creíamos merecer, lo primero que hay que<br />

hacer es hacer una aproximación a los papás con un respeto infinito y<br />

valorar más sus esfuerzos.<br />

Para entrar en ése ámbito, primero hay que renunciar a la agresividad y a<br />

los reclamos.<br />

Entonces se verá que a través de ellos se me ha manifestado el Padre.<br />

Es como si se repitieran las palabras de Jesús:<br />

―Quien me ha visto a mí ha visto al Padre‖.<br />

Veremos los destellos, no siempre evidentes, del rostro del Padre en ellos.<br />

¿Qué tal si nos explicamos con una historia?<br />

―Le sucedió a un hijo que hasta los 40 años le había repetido a sus<br />

familiares y amigos, e incluso se la había contado a su primer hijo<br />

pequeñito, la triste historia de su papá con cierto resentimiento.


A todos les hacía sentir que no había sido amado.<br />

Pero un día cayó en cuenta de un recuerdo lejano que se le había quedado<br />

guardado en el corazón.<br />

Su papá, quien paraba poco en casa y que, cuando llegaba, lo hacía<br />

borracho, un día bendito, un día de lluvia, lo cargo y puso sus piecitos sobre<br />

sus propios zapatos -enormes para el niño- para ayudarlo a atravesar el<br />

charco de fango helado y así cruzar la calle.<br />

Y fue el calor de aquella mano que le acariciaba la nuca que se convirtió<br />

para él en signo de la presencia de Dios‖.<br />

Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón<br />

1. ¿Qué provoca en mí la oración de Felipe: “Señor, muéstranos<br />

al Padre y nos basta”?<br />

2. ¿La revisión de las relaciones con Jesús –en el ámbito de la<br />

última cena- qué otras relaciones fundamentales de mi historia<br />

personal me pide también que examine?<br />

3. ¿Cómo se es “Papá” y “Mamá” en la escuela de Jesús?<br />

“Mi espejo ha de ser María.<br />

Puesto que soy su hija, debo parecerme a ella<br />

y así me pareceré a Jesús”<br />

(Santa Teresa de los Andes)<br />

“Reina del cielo, alégrate, aleluya,<br />

porque Cristo,<br />

a quien llevaste en tu seno, aleluya,<br />

ha resucitado, según su palabra, aleluya.<br />

Ruega al Señor por nosotros, aleluya”


MEDITATIO<br />

Felipe quiere ver al Padre, pero no ha sabido verlo en Jesús. Ha visto con<br />

los ojos la realidad externa, pero no ha visto la realidad escondida con los<br />

ojos, mucho más penetrantes, de la fe.<br />

Juan usa de una manera típica el verbo «ver» para indicar dos tipos de<br />

realidades: la del signo visible y la de la gloria del Verbo o realidad<br />

sobrenatural.<br />

¿Y tú qué ves cuando contemplas las obras de Dios? ¿Ves sólo la realidad<br />

sensible, el signo, o la acción de Dios, la realidad significada? Es bueno<br />

plantearse una pregunta como ésta, porque el secularismo invasor no se<br />

preocupa más que de la realidad visible, empírica, palpable.<br />

Aunque está dispuesto, a continuación, a correr detrás de «doctas fábulas»<br />

de tipo astrológico o mágico o pseudorreligioso. El discípulo de Jesús debe<br />

caminar entre el positivismo y la superstición, aceptando lo real de la<br />

realidad y aguzando la mirada de la fe, que nos permite ver la acción –o la<br />

«gloria»– de Dios en los acontecimientos humanos, a menudo intrincados,<br />

siempre misteriosos, nunca absurdos.<br />

El Señor ha prometido a su Iglesia la posibilidad de hacer obras incluso<br />

mayores que las que él ha hecho: la grandeza ha de ser medida en el orden<br />

de los valores proclamados por él mismo, esto es, con el signo por<br />

excelencia que es la cruz.<br />

Se trata del signo del martirio, de la entrega, del amor que se da, de<br />

consumir nuestra propia vida por el prójimo: lo que exige ver y apreciar<br />

otro orden de valores distintos a los apreciados por el mundo, un orden de<br />

valores que, al final, atrae todos a él.<br />

ORATIO<br />

Me doy cuenta, Señor, de que soy un buen compañero de Felipe, es decir,<br />

que soy un poco miope para ver tu acción en el mundo.<br />

Ayer me lamentaba de la debilidad de tu Iglesia, y quizás no consiga<br />

vislumbrar tu posible mensaje.<br />

Me lamentaba asimismo, con acentos de nostalgia, del hundimiento de esta<br />

«cristiandad», sin lograr ver lo nuevo que estás haciendo brotar.<br />

Me lamento de verte ausente de la historia y no consigo verte allí donde<br />

antes no estabas presente y ahora, en cambio, lo estás.<br />

Veo que no sé leer los «signos de los tiempos», dejándome ir unas veces<br />

hacia el pesimismo y otras hacia el optimismo, es decir, leyendo los


acontecimientos humanos o bien mirando exclusivamente las debilidades de<br />

los hombres, o bien abandonándome a un providencialismo milagrero.<br />

Enséñame tú el arte del discernimiento, concédeme el don de verte allí<br />

donde actúas y el modo en que lo haces.<br />

Purifica mi corazón para no sean mis estados de ánimo, sino tu luz la que<br />

me guíe para descubrirte y encontrarte allí donde actúas, para colaborar<br />

contigo, pero, sobre todo, para amarte como tú quieres.<br />

CONTEMPLATIO<br />

En medio de las tinieblas de la vida presente, la Escritura se ha vuelto la luz<br />

para nuestro camino. Por eso dice Pedro: «Ustedes Hacen bien en prestar<br />

[le] atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro» (2 Pe 1,19).<br />

Y, a su vez, dice el salmista: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en<br />

mi sendero» (Sal 118,105).<br />

Sabemos, sin embargo, que esta misma lámpara es oscura para nosotros si<br />

la Verdad no la hace brillar en nuestras almas. Por eso dice aún el salmista:<br />

«Tú, Señor, eres mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas» (Sal<br />

18,29).<br />

¿De qué sirve una luz que arde y no da luz? Pero la luz creada no brilla para<br />

nosotros si no es iluminada por la luz increada.<br />

Ahora bien, el Dios omnipotente, que ha creado las palabras de ambos<br />

Testamentos para nuestra salvación, él mismo es el intérprete.<br />

(Gregorio Magno, Homilías sobre Ezequiel, I,7,17)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:<br />

«Muéstrame, Señor, tus caminos» (Sal 24,4a).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Te revelaste, Señor, como invisible; eres un Dios escondido e inefable. Pero<br />

te haces visible en cada ser: la criatura es la flor de tu mirada. Tu mirada<br />

confiere el ser, Dios mío, tú te haces visible en la criatura.<br />

Soy incapaz de darte un nombre, estás más allá del límite de toda definición<br />

humana. Socorre a los hijos de los hombres: ellos te veneran en figuras<br />

diferentes y eres para ellos causa de guerras religiosas. Sin embargo, ellos<br />

te desean, Bien único, oh Inefable y Sin Nombre.


No sigas oculto aún, manifiesta tu rostro: así seremos salvos. Responde a<br />

nuestra oración: desaparecerán la espada y el odio, encontraremos la<br />

unidad en la diversidad. Aplácate, Señor, tu justicia es misericordia: ten<br />

piedad de nosotros, frágiles criaturas.<br />

(Nicolás de Cusa, cit. en G. Vannucci, 11 libro della preghiera universale,<br />

Florencia, 1985, p. 367).

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