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8<br />
Motivación<br />
Oración inicial<br />
Lectura breve<br />
venid<br />
y veréis<br />
Día Tercero: Domingo Savio<br />
Queridos hermanos, bienvenidos a este tercer día de novena donde se nos presenta la gura de<br />
aquellos que siendo eles siervos de Dios, han podido ser intermediarios para que las personas se<br />
acerquen a Jesucristo, el verdadero Cordero de Dios. Que podamos también nosotros<br />
comprometernos en ser verdaderos acompañantes de quienes nos han sido conados, y así llevarlos<br />
al encuentro con Él.<br />
(Jn 1, 35-39)<br />
“El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí,<br />
dijo: He aquí el Cordero de Dios. Y oyéronle los dos discípulos hablar, y siguieron a Jesús. Y Jesús, y<br />
viéndolos seguirle les dice: ‘¿Qué buscan?’ Y ellos le dijeron: ‘Rabí, (que quiere decir Maestro) ¿dónde<br />
vives?’ Les dice: ‘Vengan y lo verán.’ Vinieron, y vieron donde vivía, y se quedaron con él aquel día; era<br />
como la hora décima.”<br />
Palabra de Dios<br />
Canto a <strong>Don</strong> <strong>Bosco</strong><br />
Lectura salesiana<br />
Un traje para el Señor<br />
El año 1854 - dice <strong>Don</strong> <strong>Bosco</strong> - el Padre Cugliero (profesor de Domingo en 5º de primaria) vino a<br />
visitarme para hablarme de un alumno suyo digno de particular atención por su piedad y su buena<br />
conducta, y me dijo: “Aquí entre sus alumnos podrá tener jóvenes que lo<br />
igualen, pero creo que no tiene ninguno que lo supere en<br />
cualidades, en piedad y en virtud. Quedamos en que me lo<br />
mandaría a mi casa natal cuando fuera yo con mis alumnos<br />
internos a pasar unos días de vacaciones.<br />
El 1º octubre muy temprano - continua diciendo <strong>Don</strong> <strong>Bosco</strong> -<br />
vi que un niño acompañado de su padre, se aproximaba para<br />
hablarme. Su rostro alegre y su porte risueño y respetuoso,<br />
atrajeron mi atención.<br />
- ¿Quién eres - le dije - y de dónde vienes?<br />
- Yo soy Domingo Savio, de quien le habló el Padre<br />
Cugliero, y venimos de Mondonio.<br />
Charlamos un rato y me quedé admirado al darme cuenta<br />
de las maravillas que la gracia de Dios había obrado en un<br />
niño de tan corta edad. Desde el primer momento me habló<br />
con plena conanza, y después de conversar un buen rato<br />
me dijo: - “Padre, me concede un puesto en su colegio de<br />
Turín? Deseo estudiar.