Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V
Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V
Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Convicción y <strong>Convictos</strong>.<br />
<strong>La</strong> <strong>historia</strong> <strong>de</strong> <strong>Enrique</strong><br />
Pérez.<br />
No te da tiempo a elegir…es puro instinto<br />
Teodoro Balmaseda
A mi Sonne, que siempre está dándome fuerzas.<br />
2
CAPITULO I.<br />
Me llamo <strong>Enrique</strong> Pérez, y acabo <strong>de</strong> cumplir 28 años. Todo el mundo me conoce por el<br />
sobrenombre <strong>de</strong> Harvey, por lo visto por el razonable parecido que guardo con el actor Harvey<br />
Keitel. Cuando rodó la <strong>de</strong> Malas Calles con Martin Scorsese, Harvey Keitel <strong>de</strong>bía tener la edad<br />
que tengo yo ahora. No he conocido a nadie que haya visto la película recientemente y no me<br />
diga que soy su viva imagen. En realidad cualquiera que haya visto una peli <strong>de</strong> Harvey Keitel<br />
enseguida saca un “ostia, si sois clavados”, o “¿Seguro que no sois familia?”<br />
¿Has visto “el cabo <strong>de</strong>l miedo “? ¿Y Jackie Brown? También sacan parecido a Robert <strong>de</strong><br />
Niro en esas pelis. Pero, en palabras <strong>de</strong> una vieja amiga: “Es más en la actitud. Reflejáis el aura<br />
<strong>de</strong> un hombre cansado.”<br />
Si, eso es cierto. Estoy muy cansado, y muy triste. Es como si ya estuviese muerto y mi<br />
corazón siguiese latiendo por error, sólo por inercia.<br />
Y es que mi vida no es nada común. Si reuniese a todas las personas que han tenido<br />
experiencias cercanas a la mía a mi edad, en el último siglo no saldrían mil. Con <strong>de</strong>cir que el<br />
último acontecimiento relativamente alegre fue cuando proyectaron “Smoke”. Todo el mundo<br />
se volvió loco al ver salir a Harvey Keitel, y cuando una mujer, vecina <strong>de</strong> la tienda que<br />
regentaba el personaje <strong>de</strong> Keitel, salió enseñando las tetas, la ovación fue tan sentida como si<br />
<strong>de</strong> verdad le hubiese tocado yo las perolas. Aún me gastan bromas con el busto <strong>de</strong> aquella<br />
mujer.<br />
Sí. Acabo <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la cárcel. Entró un niñato que no había cumplido los 25 y no sabía<br />
nada <strong>de</strong> la vida y salió un pedazo <strong>de</strong> mierda <strong>de</strong> 28, medio loco, medio muerto y resabiado por<br />
completo. <strong>La</strong> vida casi nunca es tan bonita como la planeamos.<br />
El sistema penitenciario se basa en el principio <strong>de</strong> que un hombre pue<strong>de</strong> cambiar.<br />
Todo el sistema judicial está pensado <strong>de</strong> manera que se reconoce que has cometido un error,<br />
pagas el precio y sales reformado, listo para continuar tu vida y no mirar atrás. Pero eso no es<br />
así. Es sólo un principio. Un puñado <strong>de</strong> letras en libros polvorientos o en manuscritos<br />
andrajosos. Otra cosa es la realidad, caso por caso, más allá <strong>de</strong>l número, <strong>de</strong>l expediente <strong>de</strong>l<br />
caso. Ahí el sistema toma la forma <strong>de</strong> una apisonadora. Pasa por encima <strong>de</strong> cualquiera sin<br />
percatarse <strong>de</strong> si comenten una injusticia o no.<br />
Pero volvamos al origen. Vamos a explicar las cosas bien. Todo esto comenzó el 4 <strong>de</strong><br />
julio <strong>de</strong> 2009, teniendo yo 24 años y 205 días. Acababa <strong>de</strong> empezar a salir con una chica a la<br />
que había conocido unos meses atrás en un curso <strong>de</strong> lenguaje <strong>de</strong> signos. Aquel día creo que<br />
era nuestra cuarta cita. Después <strong>de</strong> haberla invitado a un café, a un concierto, y a una cena en<br />
el restaurante <strong>de</strong> un viejo amigo, aquel sábado planeé ver la última película <strong>de</strong>l actor favorito<br />
<strong>de</strong> mi chica y luego una copa en el bar <strong>de</strong> unos amigos -los únicos conocidos en común que<br />
teníamos antes <strong>de</strong> conocernos-. Reconozco que aquellas semanas estaba un poco…como<br />
<strong>de</strong>cirlo, distraído. Más que distraído, enamorado. Mi chica era realmente maravillosa. Bueno,<br />
3
no quiero entrar en un carrusel <strong>de</strong> piropos relamidos, así que lo <strong>de</strong>jaremos en que estaba<br />
enamorado.<br />
El caso es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la película, un tostón nauseabundo <strong>de</strong> casi 3 horas sobre<br />
una <strong>historia</strong> <strong>de</strong> amor en una jungla en medio <strong>de</strong> Asia, con mi novia encantada <strong>de</strong> la vida,<br />
contando las alabanzas <strong>de</strong> aquel “actorazo”, cuyos “ojos son realmente expresivos”, entonces<br />
empezaba mi noche. El bar <strong>de</strong> nuestros conocidos estaba en la otra punta <strong>de</strong> la ciudad, así que<br />
tendríamos que dar un paseo <strong>de</strong> unos cuarenta minutos, a las 2 <strong>de</strong> la madrugada <strong>de</strong> una noche<br />
<strong>de</strong> verano. Aquella tar<strong>de</strong> se habían alcanzado las temperaturas mas altas el año, llegado a los<br />
39º C a las 15:40 horas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Por lo tanto, a 10ºC a las 2 <strong>de</strong> la mañana el alivio térmico<br />
animaba a caminar.<br />
Nuestra ruta por la ciudad nos hacia cruzar gran<strong>de</strong>s avenidas y pequeñas calles, barrios<br />
financieros y barrios resi<strong>de</strong>nciales, el centro histórico <strong>de</strong> la ciudad y el extrarradio más reciente<br />
en el tiempo.<br />
Cuando llegamos al barrio que peor fama levaba, pasamos acelerando el paso,<br />
cesamos la conversación inmediatamente y ella me cogió <strong>de</strong> la mano con fuerza.<br />
Y las calles más tenebrosas quedaron atrás. Excusándose en el frío, mi chica se<br />
acurrucó bajo mi brazo y caminamos el resto <strong>de</strong>l camino, abrazados. O así <strong>de</strong>bió haber sido.<br />
Apenas a tres manzanas <strong>de</strong>l bar <strong>de</strong> nuestros amigos, recorríamos una calle<br />
completamente vacía. Es un fenómeno curioso el que se produce en esta ciudad. <strong>La</strong> zona <strong>de</strong><br />
copas esta muy concentrada, tanto que apenas a un par <strong>de</strong> manzanas <strong>de</strong> la mentada zona, la<br />
ciudad parece fantasma, mientras a poca distancia se concentran cientos <strong>de</strong> personas ávidas<br />
<strong>de</strong> divertimento.<br />
Bueno, el caso es que ahí estamos, la noche <strong>de</strong> un sábado ,<strong>de</strong> principios <strong>de</strong> Julio, a una<br />
mas que intempestiva, caminando abrazados, con mi corazón a punto <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> mi pecho,<br />
consciente <strong>de</strong> que era el momento en que más cerca he estado <strong>de</strong>l cielo.<br />
De repente, las luces <strong>de</strong> la calle se apagan. Nuestro entorno se sumerge <strong>de</strong> pronto en<br />
las tinieblas. Mi chica da un pequeño respingo y me abraza con más fuerza. Yo sonrío confiado.<br />
Es la ocasión i<strong>de</strong>al para utilizar mi pequeño mechero -linterna y salir <strong>de</strong> ahí convertido en un<br />
héroe gracias a mi aplomo.<br />
Un par <strong>de</strong> manzanas más a<strong>de</strong>lante la calle está iluminada, e inmersa en el bullicio <strong>de</strong><br />
grupos <strong>de</strong> personas que se ríen a carcajadas o entonan sus canciones favoritas a voz en grito.<br />
-Genial -pienso-. Ni siquiera voy a necesitar la linterna. Con un poco <strong>de</strong> suerte saldré<br />
<strong>de</strong> aquí convertido en un súper héroe que ve en la oscuridad. Como Dare<strong>de</strong>vil…<br />
Mi novia se libera <strong>de</strong>l abrazo y se aleja un poco <strong>de</strong> mí, no obstante sin soltarme la<br />
mano en ningún momento.<br />
-¡Eh, tú! –suena a mi espalda.<br />
-¡Mierda!-pienso-. Si no contesto voy a quedar como un cobar<strong>de</strong> y si contesto es<br />
posible que tengamos problemas. Debo <strong>de</strong>cidir rápido.<br />
Un tío aparece <strong>de</strong> la nada y se planta ante nosotros en una postura muy poco<br />
amistosa.<br />
4
-¿Qué pasa, que no oyes? -dice en un tono chulesco. Mi chica me aprieta la mano con<br />
más fuerza.<br />
-¿Me llamabas a mi? -respondo en un a<strong>de</strong>mán tan farruco como el suyo. Un par <strong>de</strong><br />
apretones dan a enten<strong>de</strong>r que mi chica no está cómoda.<br />
-¿A quién voy a llamar sino? -farfulla ese individuo entre carcajadas-. ¿Ves a alguien<br />
más...?<br />
- No veo nada. Pero la voz que me ha llamado ha salido <strong>de</strong> mi espalda.<br />
-¡Efectivamente! -dice otro tío, que <strong>de</strong> un salto se pone junto al primero.<br />
-¡Vaya! -dice irónicamente el primero-. Eres una chica con suerte, tu novio es todo un<br />
boy scout<br />
Mi chica los sigue mirando entre atemorizada y furiosa. No mueve un sólo músculo <strong>de</strong><br />
su rostro.<br />
-¡Uy, que ricura! -dice el segundo individuo-. ¡Mira cómo la gatita aguarda para<br />
enseñarnos las uñas!<br />
-Venga chavales -intervengo forzado por la situación-. Se acabó la fiesta. Nosotros<br />
seguimos nuestro camino.<br />
-¡Es maravilloso! -se dicen el uno al otro con voz afectada-. ¡Su novio sale a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a<br />
la <strong>de</strong>sprotegida señorita!<br />
-Si, soy un héroe -respondo apáticamente les retiro con un pequeño empujón.<br />
-¡Eh, tío! ¡Tú estás loco! -gritan a coro. Corretean y vuelven a formar una barrera<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Me <strong>de</strong>tengo, pero ya prevenido. Va a haber pelea. Son dos, es difícil que gane, y<br />
prácticamente imposible que salga sin cicatrices o sin algún diente <strong>de</strong> menos. Des<strong>de</strong> luego, la<br />
estrategia está clara. Mi novia sale por pies, yo tumbo a uno y ya veremos qué pasa con el<br />
otro.<br />
Mi chica sabe algo <strong>de</strong> Morse. Mediante signos intento mandarle un mensaje. Pero solo<br />
se <strong>de</strong>cir, SOS, GOL, SMS y poco más. Mientras los dos vacilan entre ellos, trato <strong>de</strong> pasarle algo.<br />
C..O...R...R...No recuerdo la E...¡Mierda! CORRU, Bueno algo es algo. Y... cuando estoy<br />
a punto <strong>de</strong> enviar la A, uno <strong>de</strong> ellos saca una faca. Una siete muelles <strong>de</strong> casi treinta<br />
centímetros abierta. Esto cambia todo por completo. No puedo arriesgarme a que la pinchen.<br />
Es mejor per<strong>de</strong>r la cartera.<br />
-Verás...-dice uno <strong>de</strong> los idiotas-, a mí me caes bien, en serio.<br />
-No queremos problemas -respondo tratando <strong>de</strong> mantener la compostura-. Seguid<br />
vuestro camino, nosotros el nuestro, y aquí no ha pasado nada.<br />
-Por mí lo haría, pero llevo casi veinte horas sin comer, y necesito algo <strong>de</strong> dinero.<br />
-De acuerdo, toma -saco la pasta <strong>de</strong> la cartera-. No tengo más, ni tarjetas ni nada. Sólo<br />
fotos <strong>de</strong> la familia, carnets, papeles, cosas así...<br />
Uno <strong>de</strong> ellos registra el billetero.<br />
5
-¡Un listo! ¡Esto son billetes! -grita. El otro me amenaza con la navaja.<br />
-Espera, son <strong>de</strong> Cuba. ¿No ves al Ché? No valen nada.<br />
-Tu turno, princesa.<br />
Mi chica les da la cartera. Por la tensión quizás no pue<strong>de</strong> reprimir un sollozo. Los dos<br />
imbéciles sonríen. <strong>La</strong> ira me consume.<br />
-Ahora vamos a hacer lo siguiente. Os vais a quedar aquí quietecitos hasta que vuelva<br />
la luz. Luego os largáis y ya veréis como el sol mañana volverá a brillar.<br />
El otro imbécil está a menos <strong>de</strong> un centímetro <strong>de</strong> mí. Su aliento apesta.<br />
-¡Oh! sino... -grita para poner el colofón. Mueve la navaja <strong>de</strong> un lado a otro, como si<br />
fuese a cortarme el cuello.<br />
De pronto, sin yo haberme percatado <strong>de</strong> nada, un géiser <strong>de</strong> sangre me cubre por<br />
completo. Tengo suerte <strong>de</strong> tener los ojos cerrados en el momento preciso o la sangre me<br />
hubiese entrado en los ojos.<br />
Me vuelvo hacia mi chica y ésta yace <strong>de</strong>splomada en el suelo. Sangra profusamente<br />
por el cuello. Pongo las manos en su cuello. No hay pulso. Los dos imbéciles están paralizados.<br />
-¡Soy médico! -grita un hombre que aparece también <strong>de</strong> entre las sombras- llama a<br />
una ambulancia y déjame tu camisa.<br />
Los dos imbéciles siguen frente a mí, sin saber qué <strong>de</strong>cir o hacer. Me pongo en pie,<br />
completamente ciego <strong>de</strong> rabia. Uno <strong>de</strong> ellos suelta la navaja y los dos tratan <strong>de</strong> huir.<br />
Recojo la navaja y salgo corriendo tras ellos. No es fácil correr en la oscuridad, y<br />
continuamente suenan pequeños golpes contra coches aparcados, farolas, papeleras...<strong>La</strong><br />
suerte ha querido que un par <strong>de</strong> piedras <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rable tamaño yacieran junto a la navaja.<br />
<strong>La</strong>s he recogido y las llevo en la otra mano.<br />
Los dos giran en el primer callejón. Mi persecución se dificulta consi<strong>de</strong>rablemente, ya<br />
que ahora me muevo en plenas tinieblas. <strong>La</strong> casualidad -o el <strong>de</strong>stino o alguna divinidad- hacen<br />
que un coche pase por el cruce más próximo. Una combinación irrepetible <strong>de</strong> reflejos en los<br />
cristales <strong>de</strong> los escaparates revela la posición <strong>de</strong> los asesinos. Al sentirse <strong>de</strong>scubiertos, salen a<br />
la carretera y corren tan rápido como se lo permiten las piernas.<br />
Agarro la primera piedra, me encomiendo a la suerte y la lanzo sin mucha fe. El<br />
proyectil traza una parábola e impacta en pleno cogote <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos, que entre lloros y<br />
quejidos cae al suelo. El otro continúa su avance sin <strong>de</strong>tenerse a socorrer a su compañero.<br />
Salgo a la mitad <strong>de</strong> la calle. Mi objetivo corre en línea recta, pero va a doblar la<br />
primera curva. Vuelvo a encomendarme a la suerte. <strong>La</strong>nzo la otra piedra, esa vez en un vuelo<br />
rasante que impacta directamente con su columna vertebral, arrojándole con violencia al<br />
suelo.<br />
Llego don<strong>de</strong> ha caído el primer atracador. Me mira con pavor, no retira las manos <strong>de</strong>l<br />
cogote, por don<strong>de</strong> sangra abundantemente.<br />
-Por favor, no -suplica-. Ha sido un acci<strong>de</strong>nte. Sólo queríamos asustaros.<br />
6
-Mi chica estaba llorando -respondo impertérrito-. Creo que estaba asustada <strong>de</strong> sobra<br />
-¡Por Dios, que tengo mujer!<br />
-Y yo.<br />
Clavo la navaja en el cuello. En un lado, más o menos don<strong>de</strong> tiene la herida mi novia.<br />
Sangra profusamente. Igual que mi novia. Avanzo hasta el siguiente cruce, don<strong>de</strong> el otro se<br />
arrastra entre estertores y ja<strong>de</strong>os.<br />
-¡No siento las piernas! -grita aterrorizado-. ¡No puedo moverme!<br />
Al percatarse <strong>de</strong> que no vengo precisamente a auxiliarle y que esto todavía no ha<br />
terminado, suplica.<br />
-Escucha, yo sólo...<br />
-Querías asustarnos. Ya...<br />
-En serio, se me fue la mano.<br />
-Ya...<br />
Clavo la navaja en el mismo punto. Sangra tan copiosamente como su compañero.<br />
A toda prisa, vuelvo con mi novia.<br />
-Ven, ayú<strong>de</strong>me, presione aquí -dice el hombre.<br />
Como si <strong>de</strong> repente hubiera vuelto a la realidad, mi corazón empieza a latir <strong>de</strong>sbocado,<br />
mis nervios oprimen mi estómago y mis ojos se llenan <strong>de</strong> lágrimas.<br />
-¿No está....? –murmuro compungido.<br />
-No, solo inconsciente. Es posible que te oiga, así que háblale.<br />
<strong>La</strong> ambulancia esta al caer.<br />
-Nena, mi amor, por favor, no te vayas-farfullo al inexpresivo rostro <strong>de</strong> mi chica.<br />
<strong>La</strong>s sirenas <strong>de</strong> la ambulancia irrumpen en las silenciosas calles. Aún suenan lejos.<br />
-Por favor, pelea -el médico corre a orientar a los servicios <strong>de</strong> urgencias, yo sólo<br />
presiono sobre la herida. No puedo ni pensar. Sus ojos siguen cerrados, y cada vez está más<br />
pálida.<br />
-¡Aquí! -grita el médico <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la lejanía-. ¡Por aquí!<br />
-Ya están aquí, mi amor -murmuro entre lágrimas.<br />
Los ATS me apartan <strong>de</strong> un empujón.<br />
-Ya nos encargamos nosotros.<br />
-¡Vamos, esta necesita una transfusión!<br />
-¿Puedo ir con vosotros?<br />
7
-No. ¿Sabes su tipo <strong>de</strong> sangre?<br />
-Si, A positivo, como yo.<br />
El médico está con los dos imbéciles y las ambulancias que han venido a auxiliarles. Un<br />
coche <strong>de</strong> policía aparece con las luces encendidas y da un frenazo propio <strong>de</strong> una película.<br />
-Vamos, quedas <strong>de</strong>tenido.<br />
-¿Yo? ¿Por qué?<br />
-Intento <strong>de</strong> homicidio.<br />
-¿Y mi novia? Llevadme con ella y <strong>de</strong>spués me entregaré voluntariamente.<br />
-¿Has oído? -pregunta uno al otro-. Tenemos al chulo.<br />
-Si, hombre, lo que necesites -me dice el otro-. Si te apetece te traemos el periódico.<br />
- O te arreglamos el bidé.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos se me acerca.<br />
-Hala, majestad, acompáñenos, si tiene la bondad.<br />
-Pero hombre, digo yo que...<br />
-Y yo digo que te vienes a comisaría ya -me respon<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos con un gesto tajante<br />
con el brazo.<br />
Antes <strong>de</strong> que pueda elucubrar una respuesta uno <strong>de</strong> los policías me aborda por la<br />
espalda y, con un solo gesto, me pone el brazo en la espalda, obligándome a reclinarme sobre<br />
el capó <strong>de</strong>l coche, don<strong>de</strong> me esposa y me leen los <strong>de</strong>rechos.<br />
-¿Has entendido tus <strong>de</strong>rechos?<br />
-Sí.<br />
-Pues nada. Vámonos que verás qué bien te lo vas a pasar.<br />
- Y la cantidad <strong>de</strong> amigos que vas a hacer -corrobora su compañero.<br />
<strong>La</strong>s horas en comisaría se me hacen eternas. Estoy tan angustiado por mi chica que el<br />
estómago se me revuelve y estoy a punto <strong>de</strong> vomitar en dos ocasiones. Los compañeros <strong>de</strong><br />
calabozo -sólo dos aquella noche- lo entien<strong>de</strong>n y afortunadamente no tengo problemas con<br />
ellos.<br />
Me paso casi hasta el amanecer llamando al guardia para que me <strong>de</strong>je hacer la<br />
llamada. A las 6:41 a. m. me dan la oportunidad. Marco. El teléfono empieza a dar señal. Una,<br />
dos, tres. Mi corazón late <strong>de</strong>sbocado. A la quinta saltará el contestador y mi oportunidad se<br />
habrá ido por el sumi<strong>de</strong>ro. El cuarto tono me hace ahogar un resoplido con una leve tos. Y, por<br />
fin, justo antes <strong>de</strong> que suene el quinto tono, la voz somnolienta <strong>de</strong> mi madre aparece al otro<br />
lado <strong>de</strong>l auricular.<br />
-Mamá.<br />
8
-¿Qué pasa? Nos has sacado <strong>de</strong> la cama.<br />
-Escucha. Estoy en la comisaría, en la que está al lado <strong>de</strong>l tanatorio.<br />
-¿Qué? ¿Qué ha pasado?<br />
-Da igual ahora. El caso es que ésta está en el hospital. Por favor, baja...<br />
<strong>La</strong> policía que hay <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí cuelga el teléfono con una sonrisa <strong>de</strong> oreja a oreja.<br />
-Lo siento. Sólo un minuto.<br />
Tiro el auricular al suelo. Estoy <strong>de</strong>seando encararme con esa cuadrilla <strong>de</strong> cerdos. Pero<br />
su sonrisa les <strong>de</strong>lata. Están buscando la más mínima confrontación para darme una tunda.<br />
culo.<br />
Me <strong>de</strong>vuelven al calabozo no sin <strong>de</strong>saprovechar la ocasión <strong>de</strong> darme una patada en el<br />
-¿Qué tal te ha ido? -pregunta uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l calabozo, tumbado en lo que era mi<br />
asiento. Hace a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> levantarse.<br />
-No, tranquilo, quédate tumbado. No tengo ganas <strong>de</strong> sentarme.<br />
-Siéntate, relájate y cuéntamelo -aun así se pone en pie.<br />
-Mal. Apenas he dicho nada y...<br />
-Te han cortado.<br />
-Si, ¿Como lo sabes?<br />
-¿Es tu primera vez?<br />
Asiento cabizbajo.<br />
-Los muy cabrones siempre lo hacen. A<strong>de</strong>más es mentira.<br />
-¿Qué?<br />
-Hay que ponerse cara al reloj y contar cada segundo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>scuelgan. Sino, los<br />
cabrones te cuentan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que marcas.<br />
-¿Pero se han enterado <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estás?<br />
-Sí.<br />
-Pues tienes suerte. Yo la primera vez dije: “Hola nena. No te lo vas a creer. Estoy...”Y<br />
me colgaron. Menos mal que estaba conmigo un primo mío y con su llamada aprovechamos<br />
los dos, que sino....<br />
El tiempo pasa angustiosamente lento ahí <strong>de</strong>ntro. Mis padres llegan a los cuarenta<br />
minutos más o menos. Están aterrorizados y no hacen más que preguntarme si estoy bien. Mi<br />
mensaje es claro: cómo está mi niña. El resto me da igual.<br />
9
De una forma tal vez <strong>de</strong>masiado tajante, rozando lo grosero, les digo que sólo se<br />
molesten en llamar al centro <strong>de</strong> protección <strong>de</strong> conductores o, en su <strong>de</strong>fecto, a Amnistía<br />
Internacional-soy socio <strong>de</strong> ambos- para que me consigan representación legal.<br />
-Han dicho que mañana por la mañana pasaré a disposición judicial. Con tener<br />
abogado entonces es suficiente. Ahora id a verla. Si no os <strong>de</strong>jan entrar la ventana <strong>de</strong>l calabozo<br />
da justo al callejón ese con el tanatorio. No puedo veros, pero si oíros.<br />
-Tranquilo. Todo se solucionará.<br />
-Gracias por todo.<br />
-Vamos. Se acabó la visita.<br />
Mi madre me estruja y besa la mano como si me llevasen a Auschwitz. Sonrío con<br />
ternura. Esa imagen me está partiendo el corazón. Levanto la mirada e involuntariamente la<br />
fijo en los ojos <strong>de</strong> mi padre. Están vidriosos y su mentón tiembla. Pero no va a llorar. No allí.<br />
No les dará ese gusto.<br />
-Señores, esto es un favor. No me hagan arrepentirme.<br />
-¿Un favor? -respon<strong>de</strong> mi madre completamente fuera <strong>de</strong> sí-. ¿Cómo pue<strong>de</strong> ser un<br />
favor permitir a una madre que vea a su hijo?<br />
-Pues cuando el hijo es un criminal, señora.<br />
-Presunto -<strong>de</strong>cido intervenir antes <strong>de</strong> que mi madre haga una fregona <strong>de</strong> ese patán<br />
Aún no me han juzgado. Así que <strong>de</strong> momento soy un presunto criminal.<br />
-Exacto. Un presunto doble homicida.<br />
-Aún estoy investigando, pero diría que eres una presunta hija <strong>de</strong> puta-salta mi padre<br />
sin previo aviso.<br />
-¿Quiere pasar el fin <strong>de</strong> semana aquí, señor? -pregunta la policía, sin la reacción<br />
visceral que esperábamos mi padre y yo.<br />
-¿Eso es una amenaza? -contestan mis padres a coro. Estoy tratando <strong>de</strong> poner paz,<br />
pero la verdad es que por <strong>de</strong>ntro me regocijo <strong>de</strong> orgullo.<br />
-¡Por favor, ya está bien! -grito-. ¡Iros, por favor!<br />
<strong>La</strong>s horas pasan. Otro compañero <strong>de</strong>l calabozo es trasladado sin más explicaciones.<br />
Nos quedamos sólo dos, tumbados, viendo pasar el día. Estoy <strong>de</strong>masiado cansado. Según me<br />
tumbo caigo rendido. Tal es así que me <strong>de</strong>spierta el compañero.<br />
-¡Oye! -dice agitándome.<br />
Doy un respingo un poco <strong>de</strong>sorientado.<br />
-¡Que te <strong>de</strong> llaman <strong>de</strong> la calle! -grita en carcajadas.<br />
-¡Quique! ¡Quique! -mi madre se <strong>de</strong>sgañita.<br />
-¡Dime!<br />
10
Un guardia llega corriendo.<br />
-Prohibido gritar -dice golpeando los barrotes con la porra.<br />
-¡Estable! -llega <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle un alarido <strong>de</strong> mi padre.<br />
-¿Cuánto pesas? -le susurro a mi compañero.<br />
-70 kilos, ¿por?<br />
-Apóyate -digo poniendo mis manos en forma <strong>de</strong> estribo-. Saca la mano así (con el<br />
pulgar hacia arriba) para que sepan que lo he oído.<br />
Me ayuda al instante.<br />
-¡Adiós! -gritan-. ¡Volvemos en un par <strong>de</strong> horas!<br />
-¡Se recupera! -vocifera-. ¡De ésta sale!<br />
-Enhorabuena, muchacho -me dice mi compañero. No puedo evitar el llanto. Me<br />
<strong>de</strong>rrumbo mientras me siento en la cama. <strong>La</strong> angustia que se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> mis entrañas<br />
se retira al momento. El fin <strong>de</strong> aquel día horrible parece tener una salida.<br />
Pasamos el resto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> conversando mi compañero y yo. Resulta que es perro<br />
viejo en asuntos judiciales. Me siento afortunado <strong>de</strong> compartir celda con él.<br />
Resulta que es un estraperlista. Se <strong>de</strong>dica al contrabando, a dar sobornos aquí y allá, a<br />
ven<strong>de</strong>r algo <strong>de</strong> costo...<strong>de</strong>litos menores pero numerosos. Es posible que la tensión por mi<br />
situación o mi inexperiencia en esas li<strong>de</strong>s me estuviese jugando una mala pasada pero mi<br />
compañero me inspira confianza enseguida.<br />
Aquel lunes apareció mi madre a las 5:30 <strong>de</strong> la mañana con una bolsa <strong>de</strong> <strong>de</strong>porte<br />
repleta <strong>de</strong> ropa, un neceser con diversos artículos <strong>de</strong> aseo y algo <strong>de</strong> comida. Barritas <strong>de</strong><br />
cereales y esa especie <strong>de</strong> chocolatinas que toman los <strong>de</strong>portistas para recuperar energía.<br />
A las 8:00 un porrazo en los barrotes nos sacó a todos <strong>de</strong> la tierra <strong>de</strong> Morfeo.<br />
-Vamos cenicientos. Hoy es el gran día -berreó uno <strong>de</strong> los guardias.<br />
-Prepárate -dijo mi compañero posando un a mano en mi hombro-. Apostaría a que<br />
vas tú primero.<br />
Después <strong>de</strong> una ducha fría en la que casi me quedo sin aclarar, nos trasladaron a los<br />
dos, justo con otros seis u ocho al juzgado. Eran vistas preliminares. Lo único que se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> es<br />
si pue<strong>de</strong>s irte a casa hasta el juicio rápido o si te espera unas cuantas noches como la que<br />
había pasado yo. Esperábamos los acusados en unos bancos junto a la puerta <strong>de</strong> la sala<br />
número 2. Todos los que pasaban por el pasillo entraban por la misma puerta, menos dos tíos,<br />
un calvo y un viejo -este <strong>de</strong>bía ser el alguacil o algo así- que charlaban amigablemente. Entre<br />
las carcajadas sólo entendí en un farfullo “Se van a enterar”.<br />
Pasó un rato interminable <strong>de</strong> espera, con los dos policías a los lados y otros dos<br />
<strong>de</strong>lante. Uno <strong>de</strong> los acusados, que <strong>de</strong>bía tener al menos sesenta años, susurró que se meaba.<br />
Después <strong>de</strong> discutir irremediablemente con los policías, dos <strong>de</strong> ellos se fueron con él al baño.<br />
-Ni que fuese a fugarse por el váter -le susurré a mi compañero.<br />
11
-Te sorpren<strong>de</strong>ría la gente que lo intenta.<br />
-¿Esposado? ¿Salir <strong>de</strong> un juzgado?<br />
-Cuando sientes que si corres tal vez seas libre, te dan igual las apariencias o<br />
posibilida<strong>de</strong>s. Te lo digo por experiencia.<br />
-¿Lo intentaste?<br />
-Sí-asiente sonriendo-. <strong>La</strong> primera vez.<br />
-Lo siento. No quería ofen<strong>de</strong>rte.<br />
-No pasa nada.<br />
-Espero que ninguno intente alguna tontería -farfulló uno <strong>de</strong> los guardas como si fuese<br />
Wyatt Earp. Ni le miro.<br />
El calvo y el supuesto alguacil se <strong>de</strong>spidieron. El alguacil entra por don<strong>de</strong> todo el<br />
mundo pero el calvo se va al final <strong>de</strong>l pasillo y entra por la otra puerta.<br />
-¿Ese es (no sería es ese? –susurré a mi compañero.<br />
-Sí, el <strong>de</strong> “se van a enterar”. Estamos jodidos.<br />
Nos hacen pasar a la sala. El alguacil berrea mi nombre y la signatura <strong>de</strong>l caso. Hace<br />
tanto que todos me llaman Harvey que casi no respondo a mi nombre. El juicio empieza mal.<br />
Mi abogado tiene muchas ganas, entre otras cosas porque me ha dicho que normalmente no<br />
es en absoluto reprochable lo que hice, y tiene una buena base teórica, pero su inexperiencia<br />
se ha ganado la antipatía <strong>de</strong>l juez, y nos está arrastrando por el suelo. Faltan minutos para que<br />
se pronuncie y no ha aceptado ni un solo argumento en mi favor. Ni la <strong>de</strong>fensa propia, ni los<br />
atenuantes –hay gente que se cabrea al ver a la novia medio muerta por un navajazo-, ni mi<br />
ausencia <strong>de</strong> antece<strong>de</strong>ntes. Todo obviado.<br />
Lo más importante era saber <strong>de</strong> qué se me acusa. Si es <strong>de</strong> agresión, con o sin<br />
atenuantes, a dormir a casa.<br />
“Este tribunal falla que el acusado permanezca en prisión preventiva hasta que se<br />
celebre la vista, don<strong>de</strong> se le juzgará por doble intento <strong>de</strong> homicidio”.<br />
-Por favor –me susurra mi abogado-, no te enfa<strong>de</strong>s. Esto se pue<strong>de</strong> recurrir y si no<br />
montas una escena a lo mejor esta noche duermes en casa.<br />
Mis padres se ponen en pie encolerizados.<br />
-¡Vamos, no me jodas! –grita mi padre.<br />
-¡Este tribunal es un chiste! –vocifera mi madre.<br />
-¡Mantengan la compostura! –exclama el juez. Ante las protestas <strong>de</strong> mis padres, que<br />
se han convertido en un par <strong>de</strong> hooligans furiosos, actúan los alguaciles.<br />
He tratado <strong>de</strong> calmarles, pero los tres acabamos en los calabozos. Mis guardas se<br />
apresuran en mi traslado. Podría haber estado unas horas con ellos, pero… la ley es así.<br />
12
CAPITULO II<br />
Llegamos a la prisión sin que apenas me haya percatado <strong>de</strong>l viaje. Trato <strong>de</strong><br />
concentrarme en las palabras <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> mis padres, o en los recursos que va a presentar mi<br />
abogado, que me sacarán <strong>de</strong> este infierno.<br />
El par <strong>de</strong> imbéciles con placa que me trasladan no paran <strong>de</strong> hacer chistes crueles a mi<br />
costa. “Cuidado con el jabón”. “¿Vas al gimnasio?”. “¿Alguna vez te han hecho una inspección<br />
<strong>de</strong> próstata?”. “¿Qué es lo más gran<strong>de</strong> que te has metido en la boca?”<br />
A cada frase le sigue un carrusel <strong>de</strong> risotadas guturales, más propias <strong>de</strong> una hiena o un<br />
caballo que <strong>de</strong> humanos. Esa es su estrategia. Tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbarme. Que me venga abajo.<br />
Que me sienta culpable. Que me arrepienta. Pero aquí está mi batalla. Éste es mi camino.<br />
Mantenerme firme. Reírme más fuerte que ellos. Emitir carcajadas tan estri<strong>de</strong>ntes como me lo<br />
permita la garganta. Que no sientan cuando me hacen daño o cuando me atenaza el miedo.<br />
Entramos en prisión. Una enorme puerta metálica <strong>de</strong> gran grosor se abre ante<br />
nosotros. Es como la empalizada <strong>de</strong> un castillo medieval. Me sacan <strong>de</strong>l coche agarrado por los<br />
brazos y esposado. <strong>La</strong> puerta hace un terrible sonido metálico al cerrarse. Como si hubiese<br />
caído un rayo, o hubiese habido una explosión cerca. Mis guardias me escoltan hasta la<br />
recepción. No se por qué se empeñan en empujarme <strong>de</strong> los codos. ¿Dón<strong>de</strong> podría ir?<br />
-Aquí te traemos una joyita –dice uno <strong>de</strong> mis guardias con su mejor mirada <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sprecio.<br />
-¿Sí? –respon<strong>de</strong> el otro en un fingido gesto paternal-. ¿Qué has hecho, criatura?<br />
-Nada, un doble homicidio.<br />
Estoy a punto <strong>de</strong> contestar a ese imbécil, o directamente conectarle un cabezazo que<br />
tengan que sacarle el tabique nasal <strong>de</strong>l cerebro con unos alicates. Pero me lo pienso mejor.<br />
Con un doble homicidio ningún idiota me va a buscar las cosquillas. Cuando <strong>de</strong>scubran que se<br />
han quedado en intentos, o en agresiones quizá sí que tendré alguna que otra confrontación. Y<br />
es difícil.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r –exclama al otro lado <strong>de</strong>l mostrador-, con la cara <strong>de</strong> tonto que tiene!<br />
-Pues ya ves –dice el que está a mi lado mirándome con chulería y sintiéndose<br />
superior-. Una joya.<br />
Por fin, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato <strong>de</strong> inútil cháchara, me llevan al pabellón Sur, una especie<br />
<strong>de</strong> cobertizo mal reformado don<strong>de</strong> colocan a los que estamos en prisión preventiva a la espera<br />
<strong>de</strong> juicio. El organigrama <strong>de</strong> la penitenciaria se ha configurado <strong>de</strong> tal manera que los presos <strong>de</strong><br />
un pabellón cualquiera no coinci<strong>de</strong>n nunca con el resto <strong>de</strong> prisioneros.<br />
Bueno, nunca tampoco. Sólo en la hora <strong>de</strong> comer. <strong>La</strong> teoría era que este tipo <strong>de</strong><br />
divisiones, según la experiencia <strong>de</strong> otras cárceles por todo el mundo, resultaba bastante<br />
13
efectiva a la hora <strong>de</strong> atajar problemas como el tráfico <strong>de</strong> drogas o las agresiones entre internos<br />
–los violadores no tenían muy buena prensa por ejemplo, y los novatos suelen (solemos) tener<br />
problemas con los veteranos-. En la práctica era todo lo contrario. <strong>La</strong> incomunicación <strong>de</strong> los<br />
pabellones era el caldo <strong>de</strong> cultivo idóneo para establecer una compleja red <strong>de</strong> tráfico no sólo<br />
<strong>de</strong> sustancias, sino <strong>de</strong> cualquier cosa que pueda uno imaginar. Revistas sucias –cuanto más<br />
hardcore, mejor-, cualquier tipo <strong>de</strong> ropa –la moda eran las camisetas <strong>de</strong> la NBA-, naipes,<br />
dados, e incluso enseres <strong>de</strong> higiene personal. Sólo necesitas saber quién mueve las tetas o a<br />
quién se le da bien conseguir cosas. Paga una parte –normalmente entre el 40% y el 60%- y<br />
espera, que verás cómo en unos pocos días algo aparece <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> tu almohada.<br />
En el fondo es una idiotez, y normalmente ninguno <strong>de</strong> los presos usaría ninguno <strong>de</strong><br />
estos servicios, pero tiene algo encantador, hay que reconocerlo. Ejemplo:<br />
No recuerdo haber comprado una revista porno en años, quizá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los 14. ¿Para<br />
qué? Podría dármelas <strong>de</strong> intelectual, y <strong>de</strong>cir que es alienante para las mujeres, estúpido <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
su concepción o que da una mala imagen y, por lo tanto, una maña influencia para los jóvenes,<br />
lo que es escrupulosamente cierto, pero mi caso es diferente. Nunca he sido alguien muy<br />
fogoso en mis instintos… ¡Qué va! Lo que pasa es que <strong>de</strong>scubrí el porno en Internet. Acceso<br />
inmediato y gratuito <strong>de</strong> todos los salidos <strong>de</strong>l mundo a las mejores tías en pelotas. Lo que te<br />
ahorra no sólo en dinero, sino la eternidad que hay que esperar en el quiosco, buscando el<br />
momento <strong>de</strong> soledad total, soportar la sonrisa irónica <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pendiente, y el viaje a casa con la<br />
revista escondida en la manga <strong>de</strong> la cazadora –no sé cómo se haría en un verano sin cocerte-.<br />
Pero cuando estás <strong>de</strong>ntro –los convictos utilizamos este eufemismo- es diferente. Un precio<br />
algo más caro pero tampoco excesivo, la espera y, a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
cenar, una sorpresa te espera bajo la almohada. Como el Ratoncito Pérez o los Reyes Magos. Y<br />
es esa ilusión, la sorpresa, la primera lectura, la erección incontrolable y la reventa al<br />
compañero a cambio <strong>de</strong> algún postre el proceso que hace que merezca la pena leer la<br />
“Hardcore Magazine”, la “Lobas” o la “X-Zeitschrift” –la última con la mejor selección <strong>de</strong>l<br />
porno alemán.<br />
Creo que divago. El caso es que estaba recién entrado en la cárcel. Aunque que<strong>de</strong> feo<br />
reconocerlo y teniendo la oportunidad <strong>de</strong> quedar como un machote, he <strong>de</strong> confesar que<br />
cuando la puerta <strong>de</strong> la celda se cierra <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi estoy muerto <strong>de</strong> miedo. Mis conocimientos<br />
sobre la vida en prisión. Miento. Conocí a uno, pero no creo haber hablado con él ni cuatro<br />
veces en mi vida.<br />
Un hombre <strong>de</strong> por lo menos la edad <strong>de</strong> mi padre me observa sentado en la litera <strong>de</strong><br />
abajo. Entro con una sábana raída y una manta como las <strong>de</strong>l ejército –es posible que estuviera<br />
en Stalingrado- en una mano, sujetándolas como un libro, con el brazo completamente<br />
estirado y la mano en forma <strong>de</strong> garfio.<br />
-Hola, muchacho –dice mientras se incorpora-. Me llamo Faustino.<br />
-Encantado –respondo con una media sonrisa mientras estrecho su mano. Soy<br />
enrique, pero todo el mundo me llama Harvey.<br />
-¿Por Harvey Keitel?<br />
-Sí –su respuesta me coge <strong>de</strong> sorpresa-. Exacto.<br />
-El parecido es más que razonable. ¡Vaya, un buen apretón, sí señor!<br />
Me quedo un poco parado, expectante.<br />
14
-¡Vamos, instálate! –dice entusiasmado-. Espera, ¿prefieres la litera <strong>de</strong> abajo?<br />
-Nunca he dormido en una cosa <strong>de</strong> esas.<br />
-Es que yo tengo la espalda mal…<br />
-No –me siento aliviado. No parece muy peligroso-, tranquilo, quédate ahí.<br />
Hago la cama <strong>de</strong> una forma inaceptable y me tumbo.<br />
-Aprovecha estos momentos –dice Faustino-. Aquí lo que sobran son horas para<br />
dormir.<br />
-Lo siento –me percato <strong>de</strong> lo maleducado <strong>de</strong> mi actitud-. Es que ha sido una noche<br />
muy larga.<br />
-Lo entiendo, la noche antes <strong>de</strong> venir aquí normalmente suele ser muy larga. Pero si<br />
duermes ahora no podrás esta noche, y no veas lo tontitos que se ponen con que<br />
cuchicheemos a <strong>de</strong>shoras.<br />
Pese a mis esfuerzos por mantenerme <strong>de</strong>spierto, el cansancio va ganando terreno por<br />
momentos.<br />
-¡Vaya! –exclama mi compañero entre carcajadas-. ¡Pues sí que estás cansado!<br />
-Lo siento, <strong>de</strong> verdad, es que no es sólo la noche en vela, sino…<br />
-Los acontecimientos, ¿verdad?<br />
-Exacto.<br />
-¿Tú estás <strong>de</strong> acuerdo en que nos contemos el uno al otro qué ha pasado?<br />
-No entiendo.<br />
-Teóricamente si me cuentas algo comprometedor podría <strong>de</strong>clarar en tu contra y<br />
viceversa.<br />
-¡Oh!<br />
-Pero yo necesito hablar con alguien.<br />
-Y yo. Necesito soltarlo.<br />
-¿Entonces <strong>de</strong> acuerdo?<br />
-Esta conversación no va a tener lugar.<br />
No puedo creerlo. De un cajón saca un termo con café y me acerca una taza.<br />
-Esto te <strong>de</strong>spejará.<br />
-Gracias, Faustino. Pensaba que no se podían tener este tipo <strong>de</strong> cosas.<br />
-No sé <strong>de</strong> qué cosas me hablas, sabiendo los dos lo prohibido que está tener comida o<br />
bebida en la celda –respon<strong>de</strong>. Ambos sonreímos. Consi<strong>de</strong>rando que estoy preparado, Faustino<br />
comienza a relatar.<br />
15
-Yo soy camionero…<br />
-¡Hostias! –interrumpo inmisericor<strong>de</strong>mente-. ¡Yo también!<br />
-¿Qué sí? –me alivia saber que no se ha irritado por mi interrupción-. ¿Dón<strong>de</strong> trabajas?<br />
-En una empresa que hace piezas <strong>de</strong> coches. Yo las llevo <strong>de</strong> aquí para allá. Bueno, las<br />
llevaba.<br />
-El caso –retoma educadamente-, es que trabajaba para una empresa <strong>de</strong> construcción.<br />
Llevaba un tres ejes <strong>de</strong> estos <strong>de</strong> obra, más viejo que Dios.<br />
-¿Aquí trabajabas?<br />
-¡Sí! –dice, como si hubiese preguntado una obviedad-. Seguro que has visto el camión.<br />
Tiene la cabina toda <strong>de</strong> amarillo, la caja azul y una foto <strong>de</strong> Frankenstein en la puerta.<br />
-¡Claro! ¡El camión más famoso <strong>de</strong> la ciudad! Hiciste la excavación <strong>de</strong> mi casa.<br />
-¡No jodas! ¿Cuándo?<br />
-A principios <strong>de</strong>l 96.<br />
-Mmm –queda un instante meditabundo-. ¿Por la zona sur?<br />
-Sí.<br />
-¿Una casa <strong>de</strong> ladrillos color salmón?<br />
-¡Exacto! Yo tendría unos once años y mi padre iba todos los días a ver la obra. Me<br />
acuerdo que flipaba cada vez que te veía tirarte <strong>de</strong> culo rampa abajo, con la imagen esa en la<br />
puerta.<br />
Faustino sonríe.<br />
-¿Por qué la pusiste? –indago-. ¿Te gusta Boris Karloff?<br />
-No, no especialmente. Era nada más por tocarle las narices a la empresa. Yo era <strong>de</strong> los<br />
conductores más veteranos y llevaba el peor pedazo <strong>de</strong> chatarra. Una ironía no muy sutil.<br />
Como a Frankenstein, habían construido ese camión a partir <strong>de</strong> cadáveres <strong>de</strong> otros trastos<br />
viejos.<br />
Me carcajeo a gusto. Parece que no me haya reído en años.<br />
-El caso es que yo era el doctor Frankenstein. El trabajo era bastante cansado: en<br />
invierno te atascabas por el barro, y en verano te achicharrabas, pero era fácil <strong>de</strong> la hostia:<br />
sigue a tu compañero. Y como siempre coincidíamos por lo menos tres en cada obra, tenias<br />
tiempo <strong>de</strong> sobra para hablar, mear o comerte los mocos.<br />
Faustino toma un sorbo <strong>de</strong> café y sigue hablando.<br />
-El caso es que en cinco años la empresa había multiplicado la plantilla por dos y medio<br />
al menos. El margen <strong>de</strong> beneficios tenía que ser terrible.<br />
-Me imagino.<br />
16
-Resulta que no habíamos empezado todavía a hablar <strong>de</strong> crisis y ya nos tocaron el<br />
sueldo. <strong>La</strong>s horas extra a mitad <strong>de</strong> precio. Más o menos un treinta por ciento <strong>de</strong>l sueldo al<br />
carajo.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r! –exclamo sorprendido.<br />
-Como la crisis estaba recién empezada y fuimos <strong>de</strong> los poco que empezamos con<br />
gaitas, mucha gente pidió la cuenta y se fue a buscar por ahí. A mí me daba igual. Seguía<br />
viviendo bien, y a mi edad tampoco me iban a contratar en cualquier lado.<br />
Asiento sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />
Pero la empresa sigue su política. En cuatro meses más <strong>de</strong> media plantilla al paro, y<br />
vendía cualquier camión por el que se le ofreciera algo.<br />
-Todos hacen lo mismo. Siempre el mismo camino.<br />
-Por supuesto, todo fuera. El sueldo rapado al máximo. Ni horas, ni primas, ni nada.<br />
Nos <strong>de</strong>jó diez euros por encima <strong>de</strong>l salario mínimo interprofesional. A mí –dice mirándome a<br />
los ojos- me seguía dando los mismo. Pasaba el mes con menos <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l sueldo, por<br />
más que me lo había <strong>de</strong>jado sin extras, así que yo tan tranquilo. Pero, claro, esto no podía ser<br />
así, tenía que hacernos partícipes <strong>de</strong> su sufrimiento. El que un día no tenía trabajo y se tenía<br />
que quedar en el hangar ya se podía ir preparando. Todo el santo día cambiándole las ruedas a<br />
los pedazos <strong>de</strong> chatarra que andaban <strong>de</strong>sperdigados por la campa <strong>de</strong> fuera. Hubo a uno que lo<br />
tuvo dos semanas arreglando una pared <strong>de</strong>l pabellón y levantando otra.<br />
-Sí –me veo en la obligación <strong>de</strong> intervenir en la conversación-, a<strong>de</strong>más sin po<strong>de</strong>r<br />
negarte, ¿no?<br />
-Exacto. Pues la empresa siguió en la misma línea hasta que un día me llega un burofax<br />
a casa. Que estaba <strong>de</strong>spedido.<br />
-¡No jodas! –espeto perplejo.<br />
-No, espera. Que lo bueno viene ahora. Que el día no sé qué (un par <strong>de</strong> días antes) se<br />
me había visto robando “diversos objetos relacionados con la mecánica: recambios y<br />
componentes” –hace un gesto para dar a enten<strong>de</strong>r las comillas, es <strong>de</strong>cir, que cita<br />
textualmente-, y, por lo tanto, estaba inmediata e irrevocablemente <strong>de</strong>spedido.<br />
-¡No pue<strong>de</strong> ser!<br />
-Por supuesto, el <strong>de</strong>spido disciplinario me <strong>de</strong>jaba sin <strong>de</strong>recho a finiquito ni <strong>de</strong>sempleo.<br />
-Tendrán que <strong>de</strong>mostrarlo, ¿no?<br />
Faustino asiente, expectante para dar una respuesta.<br />
-Aunque claro –continúo argumentando sin <strong>de</strong>jarle respon<strong>de</strong>r-, con un compañero que<br />
sea un samaritano que <strong>de</strong>clare que tú mataste a Kennedy, estás jodido.<br />
-No se dio ese caso. Claro, yo les <strong>de</strong>mando alegando que el <strong>de</strong>spido es improce<strong>de</strong>nte y<br />
que me paguen el finiquito. ¿Para qué seguir ahí?<br />
-Claro.<br />
17
-Llega el juicio <strong>de</strong> conciliación. El abogado <strong>de</strong> la empresa presenta una cinta <strong>de</strong> una<br />
cámara <strong>de</strong> seguridad en la que se me ve hurgando en el motor <strong>de</strong> un camión. Saco un par <strong>de</strong><br />
tornillos, me los meto en el bolsillo y me largo. Por or<strong>de</strong>n mía, que recordaba perfectamente<br />
ese momento, mi abogado solicita que se vea el minuto siguiente en la cámara que hay en la<br />
oficina.<br />
-Me estoy imaginando lo que vas a <strong>de</strong>cir.<br />
-Aparezco yo dándole esos mismos tornillos al jefe. Y el tío sentado a menos <strong>de</strong> dos<br />
metros <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba yo.<br />
-¡Qué huevos!<br />
-Como el jefe había intentado engañar al tribunal, el juez me da dos opciones: o me<br />
in<strong>de</strong>mnizan o me readmiten, corriendo el jefe (<strong>de</strong> su bolsillo por falsear las pruebas) con las<br />
costas <strong>de</strong>l juicio.<br />
-¿Qué elegiste? –pregunto intrigado.<br />
-<strong>La</strong> in<strong>de</strong>mnización sin duda. Sólo quería irme.<br />
-Es lo más lógico –respondo. Como si Faustino necesitase mi aprobación.<br />
-El caso es que me quedo en el paro. Con el finiquito y el paro pedo pasar al menos<br />
tres años antes <strong>de</strong> tocar los ahorrillos. Como la cosa está como está, me <strong>de</strong>dico a pasear, a<br />
gorronear la prensa y los libros <strong>de</strong> la biblioteca, a ir a cursos y conferencias <strong>de</strong> asociaciones<br />
que organizan activida<strong>de</strong>s gratis para los mayores <strong>de</strong> cuarenta.<br />
-¡<strong>La</strong> buena vida! –no puedo reprimir una sonrisa-. Yo estuve así un par <strong>de</strong> años antes<br />
<strong>de</strong> empezar a trabajar.<br />
-Bastante menos me duró a mí la alegría. No llevaría ni tres meses así cuando me<br />
llaman a casa por teléfono. Que vaya a la consulta <strong>de</strong>l ginecólogo <strong>de</strong> mi mujer. Un tumor<br />
maligno.<br />
Me quedo helado.<br />
-Lo siento mucho –es lo único que puedo balbucear.<br />
-En una <strong>de</strong> las… estas don<strong>de</strong> van los óvulos.<br />
-¿Trompas <strong>de</strong> Falopio?<br />
-Sí. Eso. Que hay que ligarlas y sacarlo <strong>de</strong> ahí a todo meter. Que no parece que haya<br />
metáfisis –no tengo valor a corregirle. A medida que lo cuenta, está más y más afectado-.<br />
Vamos, que no se reproduce en otros lados, y que si lo quitamos igual no hay que radiarla<br />
siquiera. Pero claro, con la Seguridad Social hemos topado. Tres años y medio <strong>de</strong> listar <strong>de</strong><br />
espera. Le enseño los papeles a un conocido, que es médico, y me dice que sin la operación,<br />
aunque la radien, lo tiene jodido para sobrevivir (<strong>de</strong> las condiciones ni hablamos)<br />
-¡Vaya situación! ¿Qué pasó entonces?<br />
-A pedir presupuestos como todo hijo <strong>de</strong> vecino. Había un médico en Bilbao, un<br />
oncólogo que <strong>de</strong>bía ser un fuera <strong>de</strong> serie. Cuarenta y cinco mil euros para que hubiese<br />
operación.<br />
18
¿eh?<br />
-¿Tanto te pidió el tío?<br />
-No, entre el hospital, pruebas, post-operatorio… pero la pasta encima <strong>de</strong> la mesa,<br />
-Es una vergüenza.<br />
-El caso es que nos habíamos quitado hace poco la hipoteca <strong>de</strong> encima, y yo andaba <strong>de</strong><br />
sueldo como andaba, mi mujer llevaba más <strong>de</strong> un año sin trabajar…<br />
-No, que esa pasta no la tiene cualquiera.<br />
-Pss… yo tenía unos quince, máximo veinte mil. Así que recurrí a mi familia.<br />
-¿Por qué me imagino lo que me vas a <strong>de</strong>cir?<br />
-Efectivamente –dice Faustino con una sonrisa cínica-. Entre todos (dos padres, una<br />
suegra, dos hermanos con una cuñada y dos hermanas con dos cuñados) juntaron dos mil<br />
euros.<br />
-¿Estás <strong>de</strong> broma? ¿Qué te dieron, lo que les sobraba <strong>de</strong>l pan?<br />
-Mi cuñada (la mujer <strong>de</strong> mi hermano) acababa <strong>de</strong> heredar más <strong>de</strong> sesenta mil euros <strong>de</strong><br />
un tío-abuelo solterón.<br />
-Pero para ti no hay. ¡Qué asco <strong>de</strong> familias! –digo indignado-. <strong>La</strong> mía es igual.<br />
-El caso es que le pido la pasta al banco. Me pi<strong>de</strong>n avales. Como <strong>de</strong> esta familia no se<br />
pue<strong>de</strong> uno fiar, ofrezco el piso. Y me viene el tío con que la inflación, o la <strong>de</strong>flación, el Euribor,<br />
el índice Nikkei o su puta madre… que no me financian.<br />
-¿Cómo? ¿Tienes el primer piso en cien kilómetros a la redonda que vale menos <strong>de</strong><br />
setenta mil?<br />
-No, que como ha caído la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> pisos, ya nos les interesan estos tejemanejes.<br />
¡Ah! Lo mejor, agárrate, que igual te caes <strong>de</strong> culo: que no es una buena inversión lo que les<br />
propongo.<br />
-¿Qué?<br />
-Que no es económicamente viable salvar a mi mujer. Yo le dije: “entonces, ¿qué<br />
hago? ¿Dejo que se muera y monto un bar <strong>de</strong> copas?”<br />
-¡Increíble!<br />
-Aún falta lo mejor. Mi mujer estaba metida en cofradías, grupos <strong>de</strong> oración… yo qué<br />
sé, no creo en esas monsergas.<br />
-Ya, yo casi tampoco.<br />
Me mira un poco intrigado por mi respuesta.<br />
-Bueno, eso, que mi mujer andaba con mierdas en la iglesia <strong>de</strong>l barrio. Qué mejor<br />
ocasión entonces para ir a hablar con el cura <strong>de</strong> la parroquia. De mi mujer era íntimo, pero yo<br />
lo conocía <strong>de</strong> vista. Total, que le cuento la <strong>historia</strong>. Anda que no tuve que tragar yo orgullo ni<br />
nada.<br />
19
-Pero era por ella.<br />
-Por eso fui. Si es por mí, no me molesto ni en acercarme. ¿Qué te crees que me<br />
contesta el tío?<br />
-Ojalá no sea lo que me estoy imaginando.<br />
-Que recemos. Que <strong>de</strong>bía aprovechar la ocasión para congraciarme con Dios. Yo le<br />
contesté dos cosas: lo primero, que no tenía nada en contra <strong>de</strong> Dios ni <strong>de</strong> las personas<br />
religiosas. Simplemente no creía. Nunca había sentido ese impulso. Y la segunda, que esta no<br />
era ocasión <strong>de</strong> rezar, había que poner dinero y operarla. Y, ¿qué te crees que me contesta el<br />
notas?<br />
-Hasta en alguna película ha salido.<br />
-¿Te lo figuras? –indaga <strong>de</strong>sconcertado.<br />
-Dime.<br />
-Me trae cuatro o cinco estampitas, una <strong>de</strong> ellas el <strong>de</strong> los imposibles. ¿Cómo se llama?<br />
-San Judas Ta<strong>de</strong>o.<br />
-¡Ese!<br />
-Me sé la <strong>historia</strong>. Si quieres te la cuento.<br />
-Luego. Me da las estampitas y me dice que precisamente por eso ésta es la ocasión <strong>de</strong><br />
rezar con más fuerzas. Hay que rogarle a Dios un milagro.<br />
-¿Y <strong>de</strong> pasta?<br />
-Ni las monedillas.<br />
Disimulando un par <strong>de</strong> maldiciones entre dientes y farfullando un “¡increíble!”<br />
doloroso, no soy capaz <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />
-Lo jodido –prosigue Faustino- es que lo que le pasaba a mi mujer. Su estado se<br />
<strong>de</strong>terioró la hostia en poco tiempo. Cada semana parecía envejecer varios años. Se empezó a<br />
quedar escuálida a un ritmo cada vez mayor y cada vez permanecía más y más horas en la<br />
cama echada, gruñendo y gimiendo medio dormida. <strong>La</strong> inflaban a calmantes, con eso sí que no<br />
se andaban rácanos, pero por lo <strong>de</strong>más mi mujer se apagaba, atontada a base <strong>de</strong> químicos, y<br />
yo no podía hacer nada.<br />
-¡Vaya experiencia! –me siento en la obligación <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo-. Lo siento, amigo.<br />
-Así que un buen día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasarme toda la santa noche en urgencias, me <strong>de</strong>cidí.<br />
En el hospital me explicaron que es normal tener hemorragias copiosas por la vagina en casos<br />
tan avanzados, y que sin operación… la situación se complicaba. Si no podía conseguir el<br />
dinero legalmente, habría que adaptar la ley.<br />
Estoy completamente fascinado por su relato. Faustino esboza una pequeña sonrisa al<br />
sentirse el centro <strong>de</strong> atención.<br />
20
-Aquel mismo día bajo a comprar algo <strong>de</strong> comer mientras mi chica está en la cama<br />
(atiborrada a pastillas), y veo que en el banco <strong>de</strong> mi barrio (los que me habían mandado al<br />
carajo) un furgón estaba recogiendo la pasta.<br />
-Permanezco atento, absorto al relato, mientras Faustino se toma un respiro,<br />
escrutándome con una sonrisa cómplice.<br />
-¡Tres sacas –continúa un instante <strong>de</strong>spués- llevaban los muy cabrones! Resulta que si<br />
querías sacar dinero <strong>de</strong> tu cuenta, un diez por ciento <strong>de</strong> lo que saques para ellos, mientras hay<br />
cuatro millones <strong>de</strong> imputados en pequeños robos en supermercados, todos sobre objetos <strong>de</strong><br />
primera necesidad.<br />
-Gente que roba para comer porque no pue<strong>de</strong> comprar –interrumpo-. A una tía mía la<br />
pillaron así.<br />
-Bueno, pues la gente jodida para comer y estos cabrones hinchándose.<br />
-Mis viejos sacaron lo que pudieron porque a base <strong>de</strong> comisiones iban a acabar en<br />
números rojos.<br />
-Ellos y todos.<br />
-Bueno, sigue, por favor, que no hago más que interrumpir.<br />
-Pues a partir <strong>de</strong> ese día me daba garbeítos por el banco, a ver cuándo venían, por<br />
dón<strong>de</strong> se iban, cuánto les costaba… en un par <strong>de</strong> semanas con la ayuda <strong>de</strong> una Webcams<br />
oportunamente situada, pu<strong>de</strong> pre<strong>de</strong>cir la próxima visita <strong>de</strong>l furgón.<br />
Faustino toma un sorbo <strong>de</strong> café y se muer<strong>de</strong> los labios. Reconozco que estoy intrigado.<br />
-Le cambio la matrícula a mi coche por unas falsas (las <strong>de</strong> un coche que hace veinte<br />
años que mi padre llevó al <strong>de</strong>sguace), lo <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la sucursal con el motor en marcha y<br />
entro. Me pongo a holgazanear, actualizando la libreta, sacando algo <strong>de</strong> pasta… cuando<br />
aparecen. Llevan por lo menos tres minutos <strong>de</strong> retraso. Han parado un par <strong>de</strong> metros <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong> mi coche. Entran dos tipejos, perdonándonos la vida y andando como en una película <strong>de</strong>l<br />
oeste <strong>de</strong> las malas.<br />
-¡Pero qué idiotas son!<br />
-El caso es que <strong>de</strong>jo caer la funda <strong>de</strong> la cartilla, me agacho, y justo cuando han pasado<br />
por mi lado, les doy una <strong>de</strong>scarga con la porra eléctrica.<br />
-¿Con qué?<br />
-Ese trasto que parece una Y gibosa, lo acercas y cuando te pones entre los sensores, le<br />
das al botón.<br />
-¿De dón<strong>de</strong> sacaste ese chisme? Están penados.<br />
-No puedo <strong>de</strong>círtelo, y no están tan penados, al menos en mi caso. Estando agachado<br />
noqueé a los dos, cogí las sacas y salí disparado al coche. Para cuando el que quedaba en el<br />
furgón se dio cuenta, ya volaba avenida abajo. Pero la mala suerte se interpuso en mi camino.<br />
Por lo visto dieron el aviso entonces mismo, y un par <strong>de</strong> kilómetros <strong>de</strong> autovía más a<strong>de</strong>lante,<br />
empezaron a darme avisos y <strong>de</strong>cidí parar. Lo único que habría conseguido continuando sería<br />
provocar un acci<strong>de</strong>nte o que me hubiesen interceptado por la fuerza.<br />
21
-Jo<strong>de</strong>r, pues sí que estuviste cerca.<br />
-¡Y que lo digas! Durante unos instantes, mientras <strong>de</strong>jaba la avenida y entraba en la<br />
autovía, pensé que era mío.<br />
-¿Qué paso entonces? ¿Te zurraron?<br />
-¡Qué va! Tiré ese trasto, me entregué y acabé aquí. Me tomaron <strong>de</strong>claración y, como<br />
no tenía antece<strong>de</strong>ntes, a casa. En días salió el juicio. Mi abogado era un lince. Hizo una<br />
exposición <strong>de</strong> los hechos en los que culpaba a la empresa por echarme, al banco por no<br />
financiarme y al cáncer <strong>de</strong> mi mujer por mi <strong>de</strong>lito.<br />
-¿Qué salió?<br />
-¡Dos años <strong>de</strong> libertad condicional y cuatro meses <strong>de</strong> servicios a la comunidad! –<br />
exclama entre carcajadas. Sube los brazos en una pobre imitación <strong>de</strong> un danzador <strong>de</strong>jotas y<br />
chasquea frenéticamente los <strong>de</strong>dos-. ¡Los muy tontos <strong>de</strong>l culo me <strong>de</strong>jaron libre! ¡Como si no<br />
supieran lo que iba a pasar!<br />
Sonrío, más por resultar simpático que por empatía. Faustino me produce lástima. Es<br />
un pobre <strong>de</strong>sgraciado.<br />
-¿Lo que iba a ocurrir tiene algo que ver con que estés hoy aquí?<br />
-Eres un lince, chaval –sonríe Faustino-. Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> semanas <strong>de</strong> niño bueno,<br />
me eché un socio y atracamos otro furgón, que curiosamente el conducía. Yo en el coche<br />
esperando, llega, salimos disparados, con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir al punto <strong>de</strong> encuentro, dividir el botín a<br />
partes iguales y separar nuestros caminos. Yo a contratar a un cirujano que te cagas, él a vivir<br />
la vida en un paraíso tropical.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r, Faustino, cómo te las gastas!<br />
-Pero la jodimos. A él lo ligaron según pisó el aeropuerto, y a mí nada más volver a la<br />
ciudad. Y aquí estoy. Sospecho que en esta ocasión no serán tan benevolentes.<br />
-Aún tienes atenuantes.<br />
-Pero soy reinci<strong>de</strong>nte. <strong>La</strong> palabra mágica que multiplica las con<strong>de</strong>nas por dos, y que no<br />
mira por qué, sólo <strong>de</strong>ja caer todo el peso <strong>de</strong> la ley.<br />
-Tú tranquilo, amigo –me veo obligado a <strong>de</strong>cir-. Verás como te vas <strong>de</strong> rositas –trato <strong>de</strong><br />
imitar su pequeño baile.<br />
-Gracias, chico –por un momento parece emocionarse. Me tien<strong>de</strong> la mano-. Cuando<br />
alguien pasa por estos tragos, es muy difícil encontrar a alguien como tú –masculla<br />
compartiendo un buen apretón <strong>de</strong> manos. No sé qué <strong>de</strong>cir. Sólo sonrío como un idiota.<br />
-…<br />
-¡Oye! –interrumpe Faustino antes <strong>de</strong> que haya articulado una palabra-. ¿Tú por qué<br />
estás aquí?<br />
22
Mi <strong>historia</strong> es intensa, pero nada en comparación con la que la ha precedido. Trato <strong>de</strong><br />
resumir al máximo –quiero echar una pequeña siesta, un par <strong>de</strong> horas al menos- los<br />
acontecimientos y respondo con las mínimas palabras posibles a las frecuentes preguntas <strong>de</strong><br />
Faustino.<br />
-¡Qué hijos <strong>de</strong> puta! –concluye mi compañero -. Espera un momento.<br />
-¡Jefe! –berrea al guarda que mero<strong>de</strong>a nuestra zona-. ¡Jefe!<br />
-¡Qué! –grita una cavernosa voz al otro lado <strong>de</strong>l pasillo.<br />
-¡Ven aquí un momento!<br />
-¡Estoy hasta los huevos <strong>de</strong> todos estos novatos! –más allá mientras se coloca al otro<br />
lado <strong>de</strong> los barrotes-. Habéis visto <strong>de</strong>masiadas películas, niñatos. Aquí estáis única y<br />
exclusivamente para esperar. O sea que chitón.<br />
-¿Pero sabéis qué cabronadas le habéis hecho a este chaval? –dice señalándome.<br />
Apoyo la espalda en la pared, y hundo la cara entre las rodillas.<br />
-¡Venga ya, viejo, déjame en paz!<br />
-Escucha. Un minuto sólo.<br />
-Mira, momia…<br />
-Un poquito <strong>de</strong> respeto, ¡macarra! –<strong>de</strong> repente mi cuerpo acaba <strong>de</strong> entrar en reacción.<br />
Siento la adrenalina recorrer mis venas. Quiero pela, qué hostias.<br />
-¡Otro listo! –el tipo saca la porra y golpea los barrotes-. Aquí mando yo, y ponte tonto<br />
que te endiño.<br />
Media docena <strong>de</strong> carceleros se nos quedan mirando como perros <strong>de</strong> caza. Faustino<br />
baja la cabeza.<br />
-No ha pasado nada –digo cogiendo <strong>de</strong>l brazo a Faustino. Nos van a partir la boca-.<br />
Venga, siéntate. Ya está.<br />
23
CAPITULO III<br />
El tiempo vuelve a pasar <strong>de</strong>spacio, y el sueño me vuelve a ganar terreno. Estoy hecho<br />
polvo. <strong>La</strong> carita <strong>de</strong> mi niña aparece bajo mis párpados. Aquel día, nuestro primer día, nuestro<br />
primer beso. Por un instante estamos en mi habitación, con ella tumbada sobre mí,<br />
moviéndose con extrema <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, pensando que igual me hace daño. Casi puedo olerla. Su<br />
piel sedosa entre mis <strong>de</strong>dos…<br />
-¡Chico! –el grito <strong>de</strong> Faustino casi me hace caer <strong>de</strong> la litera-. ¡No te duermas!<br />
En un instante los recuerdos me asaltan. Los atracadores, verla caer, la sangre, las<br />
esposas. <strong>La</strong>s lágrimas se <strong>de</strong>scuelgan por mis mejillas sin que pueda hacer nada por evitarlo.<br />
Faustino me abraza. Es como un padre en este momento. Qué asco ser tan vulnerable.<br />
-Tranquilo, Harvey. Se va a arreglar. Mañana estarás tocándole el culo a tu niña y<br />
riéndote <strong>de</strong> todo esto. Tengo que pedirte un favor.<br />
-¿Qué quieres? –farfullo entre sollozos.<br />
-Tráeme tabaco a la trena, ¿vale? –se ríe-. Es que tendré que mover algo, ¿sabes?<br />
-¡Idiota! –me siento otra vez en la cama.<br />
El silencio pesa más que los ladrillos en una celda. Faustino esta completamente ido,<br />
absorto en sus pensamientos.<br />
-Faustino.<br />
-¿Qué?<br />
-¿Cómo está tu mujer?<br />
-No tengo muchas noticias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estoy aquí <strong>de</strong>ntro. Pero <strong>de</strong> antes <strong>de</strong> ayer te<br />
puedo <strong>de</strong>cir que iba cuesta abajo.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, y… ¿qué piensas hacer?<br />
-Psss –Faustino eleva la mirada, como si viese a través <strong>de</strong>l techo-. No lo sé. Depen<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> lo que pase aquí.<br />
-¿Has hablado con tu abogado?<br />
-Antes <strong>de</strong> venir aquí.<br />
24
gratis.<br />
-¿Y qué panorama tienes?<br />
-Que no hay quien me libre <strong>de</strong> esta.<br />
-¿Cuánto te pue<strong>de</strong> caer?<br />
-Quince años.<br />
-¿Qué? –casi escupo el café.<br />
-Sí –dice con media sonrisa-. Esto es como los camellos, que sólo la primera vez es<br />
Es un chiste pésimo, pero nos carcajeamos a gusto.<br />
-¿Cómo está lo tuyo?<br />
-Según mi abogado, inmejorable, pero es el mismo que dijo que, dado el contexto <strong>de</strong><br />
lo que pasó, no iba a entrar aquí.<br />
-¡Qué lince! –mi compañero se <strong>de</strong>sternilla.<br />
Es un fenómeno curioso, el tiempo en la cárcel. Miras el reloj, o ves el trayecto que le<br />
queda al Sol <strong>de</strong>s<strong>de</strong> primera hora <strong>de</strong> la mañana –mi celda se inunda <strong>de</strong> luz según amanece,<br />
<strong>de</strong>svelándome-, hasta la hora <strong>de</strong> comer, cuando más o menos habría alcanzado la vertical, y<br />
parece que es como la caída <strong>de</strong> granos en un reloj <strong>de</strong> arena. Pero miras atrás y te das cuenta<br />
<strong>de</strong> que el tiempo se te ha escapado como agua entre las manos.<br />
Para cuando he querido darme cuenta, la hora <strong>de</strong> comer, una siesta <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas<br />
que me ha <strong>de</strong>jado como nuevo y ya es media tar<strong>de</strong>. Al menos he encontrado –o eso parece a<br />
primera vista- un pequeño rincón en el penal. He hecho un buen amigo y la mayoría <strong>de</strong> los<br />
presos son bastante más viejos que yo. No creo que nadie venga a tocarme las pelotas.<br />
-¡Qué no, Harvey, convéncete! –respon<strong>de</strong> Faustino cuando lo <strong>de</strong>jo caer-. Aquí los<br />
únicos cabrones que dan problemas son esos –señala con la cabeza a un carcelero, que pasea<br />
como si fuera Charles Bronson-. Mira, si hubieses entrado por algún crimen sexual, por violar,<br />
follar con muertos, o con animales… lo tendrías más jodido. Pero esos cabrones pasan<br />
<strong>de</strong>rechitos a aislamiento, para que el resto no se los coman. Aquí estamos los idiotas, los<br />
pringados.<br />
-Hola, Faustino.<br />
-¡Hombre, Alfredo! –se fun<strong>de</strong>n en un abrazo mientras me hago a un lado.<br />
-Mira, te quiero presentar. Harvey, este es Alfredo. Un gran muchacho.<br />
-Encantado.<br />
-¿Lo <strong>de</strong> Harvey es por el <strong>de</strong> Pulp Fiction? –dice nada más verme.<br />
-Sí, Harvey Keitel.<br />
-No caía en el apellido. ¿Por qué estás aquí, chico?<br />
25
-El juez –Faustino se me anticipa-, que era un hijo <strong>de</strong> puta.<br />
-¡No la líes! –Alfredo coloca su <strong>de</strong>do índice sobre la boca.<br />
-¿Y tú?<br />
-Estafé a un par <strong>de</strong> abogados, me pillaron y ya sabes cómo se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n entre ellos.<br />
-¡Otros cabrones! –dice Faustino en un susurro. Ambos sonreímos.<br />
-Mira, Harvey –Alfredo me coge <strong>de</strong>l hombro y me orienta hacia la multitud dispersa<br />
por el patio-, si quieres sobrevivir aquí no hagas el idiota. ¿Ves a todos esos? Se han hartado <strong>de</strong><br />
ver películas y series <strong>de</strong> cárceles y se piensan que están en San Quintín. Todos haciendo pesas<br />
como locos, o jugando al baloncesto como si fuesen pandilleros <strong>de</strong> Harlem. Eso es hacer el<br />
tonto. Aquí estamos los <strong>de</strong> prisión preventiva y las con<strong>de</strong>nas más cortas. No hay asesinos, ni<br />
violadores, ni guerras <strong>de</strong> mafias ni todas esas gilipolleces.<br />
-¿Ves a ese? –señala a un tío increíblemente obeso, con pelo y bigote pelirrojos. Es<br />
como Obélix sin menhir y sin trenzas-. Es asesor y le hizo un chanchullo a un cliente suyo para<br />
robarle la pasta que acababa <strong>de</strong> pillar con una quiniela. El cliente lo <strong>de</strong>bió pescar en el<br />
aeropuerto, con un billete para brasil en una mano y una mulata buenorra en la otra. Cuando<br />
lo vio su mujer, casi lo mara.<br />
Faustino y yo nos carcajeamos. Alfredo no pue<strong>de</strong> reprimir la risa ante lo que va a<br />
contar.<br />
-Espera, espera –le dice a Faustino, que se seca las lágrimas <strong>de</strong> los ojos. Imagínatelo –<br />
se vuelve hacia mí- con la mulatita, dándole besitos y tocándole el culo, susurrándole la vidorra<br />
que se van a pegar con los cuatro millones <strong>de</strong> euros –silbo sorprendido- que le han tangado a<br />
un pelado, cuando su mujer entra en la zona <strong>de</strong> embarque. Debió recorrer al galope la zona <strong>de</strong><br />
pasillos y se le tiró al cuello. Porque los <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> estaban al loro, que sino lo <strong>de</strong>golla. Pero lo<br />
bueno –yo aún estoy expectante. Faustino se muere <strong>de</strong> risa-, es que dos guardias civiles<br />
luchando por contenerla, la mulata diciendo “¿Quién es ésta vieja, mi amol?” –imita un acento<br />
latino- y éste –con una pobre imitación-: “Cariño, que es un malentendido. Te lo puedo<br />
explicar. Todo tiene su lógica”.<br />
Los tres nos partimos. Una anécdota floja, pero magistralmente relatada. <strong>La</strong> situación<br />
tenía que ser esperpéntica.<br />
-Y la mujer –continúa Alfredo- que no pesaría ni cuarenta kilos, gritando: “¡Soltadme!<br />
¡Cabrón! ¡Te mato! ¡Yo que te mantuve mientras te sacabas la carrera!”<br />
-Para, por Dios –farfulla un Faustino ja<strong>de</strong>ante.<br />
-Y la mulata: “Si no cogemos el avión no hasemo el amol, chico”.<br />
A Faustino le va a dar algo. Todo el patio nos mira. ¡Menudo cachon<strong>de</strong>o!<br />
-En fin –Alfredo parece ponerse más serio-. Moraleja, chico: si vas a hacer algo ilegal –<br />
hace una pausa dramática-… ¡hazlo rápido!<br />
Huelga <strong>de</strong>cir que nuestras carcajadas sumergen el patio en la curiosidad.<br />
Los días –dos, tres a lo sumo- pasan rápidamente en buena compañía. El noventa por<br />
ciento <strong>de</strong> nuestras conversaciones versan en torno a la vida y obra <strong>de</strong> quienes comparten<br />
26
nuestra suerte. Al menos tenemos algo <strong>de</strong> qué hablar. Algo con lo que olvidar lo que nos ha<br />
traído hasta aquí.<br />
Un día unos <strong>de</strong> los carceleros me trae una certificación.<br />
-Esto es para ti, princesa –masculla mientras me lo entrega.<br />
Firmo con una X. Él se queda <strong>de</strong> piedra.<br />
-¿No sabes firmar o qué?<br />
-No. Harvey tonto como carcelero. Harvey no sabe.<br />
Cuando pensaba que me iba a partir la boca, y estaba preparando mi gancho <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>recha para anticiparme, se da media vuelta y se aleja musitando maldiciones.<br />
-¿Qué haces, tío? –pregunta Faustino, irritado.<br />
-Reírme <strong>de</strong> ese canelo.<br />
-No vuelvas a hacerlo. Ése es el único <strong>de</strong> estos gualdrapas que nos respeta un poco.<br />
-¡Anda ya! –exclamo con un gesto <strong>de</strong> indignación-. Estos no respetan ni a su madre.<br />
-No voy a discutir contigo. ¿Qué hay en la carta?<br />
-Una notificación <strong>de</strong>l juzgado. Mañana a las nueve. Juzgado número dos.<br />
-Llama al abogado.<br />
-Me dijo que no me preocupara. Él se encarga.<br />
-¿Te fías <strong>de</strong> estos inútiles?<br />
-No es un abogado <strong>de</strong> oficio. Es <strong>de</strong> Amnistía Internacional. Me <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> porque cree<br />
en mi caso.<br />
-Colega, suerte.<br />
Nos damos un abrazo.<br />
-Oye –una duda asalta mi mente-, ¿tú no tenías que haber recibido una <strong>de</strong> éstas?<br />
-Soy reinci<strong>de</strong>nte. Harvey. Todo eso <strong>de</strong> los juicios rápidos ya no es para mí.<br />
-¿Costará mucho?<br />
-Semanas. Aunque ya llevo tiempo. Así que ya falta menos.<br />
27
CAPITULO IV<br />
Esa es la noche más larga <strong>de</strong> mi vida. En mi mente resuena una y otra vez la canción <strong>de</strong><br />
fondo <strong>de</strong>l último capítulo <strong>de</strong> mi serie favorita. Mi novia y yo nos enganchamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
capítulo piloto. Siempre me han gustado las series y las películas ambientadas en prisiones<br />
don<strong>de</strong> los buenos no son los carceleros. O don<strong>de</strong> al menos presos y carceleros no son tan<br />
buenos o tan malos como se presupone.<br />
En fin. El caso es que mi novia y yo quedamos con el corazón encogido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer<br />
al último episodio. <strong>La</strong> verdad es que el argumento <strong>de</strong> la serie daba para una temporada como<br />
mucho, y le sacaron cuatro, por lo que, como es lógico, perdió intensidad. Pese a ello, supieron<br />
diseñar los capítulos <strong>de</strong> manera casi adictiva para la legión <strong>de</strong> fans que <strong>de</strong>vorábamos con<br />
avi<strong>de</strong>z hasta el último fotograma y que mal<strong>de</strong>cíamos cuando una musiquilla daba paso a los<br />
títulos <strong>de</strong> crédito.<br />
Tres años <strong>de</strong>spués, cuatro temporadas más tar<strong>de</strong>, nos encontramos con una secuencia<br />
<strong>de</strong> imágenes don<strong>de</strong> se veía el fin <strong>de</strong> cada personaje. Los protagonistas –convertidos en héroes-<br />
y los secundarios mostraban en unos segundos un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles significativos <strong>de</strong> su <strong>de</strong>venir<br />
mientras sonidos <strong>de</strong> teclado y una voz quebrada, susurrante, casi afónica, entonaba cada<br />
estrofa pausadamente, con entereza, como si fuesen sus últimas palabras.<br />
Nunca olvidaré el rostro <strong>de</strong> mi niña cuando <strong>de</strong>scubrió que uno <strong>de</strong> los protagonistas<br />
había muerto. Un sinfín <strong>de</strong> viernes quedándonos hasta las tres <strong>de</strong> la mañana, cogiéndonos <strong>de</strong><br />
la mano o abrazándonos cada vez que los protagonistas sufrían algún contratiempo para ver el<br />
nombre <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos esculpido en una lápida que el otro iba a visitar.<br />
-¿Ha muerto? –masculló mi novia reprimiendo el llanto, en un tono que no sabría <strong>de</strong>cir<br />
si era un llanto o una exclamación.<br />
Cuando los títulos <strong>de</strong> crédito dieron por finalizado el capitulo, y con él la serie, volví el<br />
rostro hacia ella y dos enormes lagrimones resbalaban por sus mejillas. Aquel abrazo siempre<br />
estará en mi memoria.<br />
-¡Qué triste! –farfulló entre sollozos.<br />
-No veo por qué. Su vida ha tenido un sentido, y ha <strong>de</strong>jado una huella.<br />
Los actores se dispersaron al poco <strong>de</strong> haber terminado la serie, pero ninguno llegó a<br />
alcanzar ni por asomo el éxito anteriormente cosechado, salvo uno, uno <strong>de</strong> los secundarios,<br />
que interpretaba a un antagonista, era el que más matices ponía a su interpretación, llegó a<br />
ganar un Óscar como mejor actor <strong>de</strong> reparto.<br />
Aquella última canción, aquella sonata que ambientaba las últimas imágenes <strong>de</strong> la<br />
serie, se me quedó grabada. El final <strong>de</strong>l camino. Cada vez que me sentía <strong>de</strong>caído, que<br />
28
necesitaba pensar o que echaba <strong>de</strong> menos a alguien cerraba los ojos y aquella voz ronca<br />
sonaba para mí una vez más.<br />
Esa noche la imagen <strong>de</strong> mi novia llorando con estos acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fondo se dibuja en mi<br />
mente con tal intensidad que me he dormido haciendo lo posible por reprimir el llanto.<br />
Dormido <strong>de</strong> puro agotamiento.<br />
El día empieza con Faustino <strong>de</strong>spertándome con cuidado. Me extraña mucho no haber<br />
tenido noticias <strong>de</strong> mi familia ni <strong>de</strong> mi abogado en todo este tiempo.<br />
-Es normal –dice Faustino-. Lo utilizan como arma. Al que nos cae mal lo puteamos.<br />
No sé cómo lo hace, pero sus palabras siempre me reconfortan. Nos espera un día<br />
igual que el anterior. Es la base <strong>de</strong> la cárcel. Una rutina tan absorbente que no seas capaz <strong>de</strong><br />
distinguir un día <strong>de</strong> otro.<br />
Pasamos la mañana, la mayoría en el patio. Yo no. Prefiero quedarme tumbado en la<br />
cama, contando las manchas y los <strong>de</strong>sconchones que tiene el techo. Entro en una especie <strong>de</strong><br />
duermevela don<strong>de</strong> no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver el rostro <strong>de</strong> mi novia, aquella mueca <strong>de</strong> terror entre<br />
convulsiones. <strong>La</strong>s salpicaduras <strong>de</strong> un líquido tibio que resultó ser sangre…<br />
Sin darme cuenta, los ojos se me anegan en lágrimas. <strong>La</strong> primera vez en mi vida que<br />
una sensación tan <strong>de</strong>sagradable me atora la garganta. Sólo se me ocurre un símil con una<br />
cámara vacía o con estar hueco por <strong>de</strong>ntro. <strong>La</strong>s únicas palabras que me vienen a la mente son<br />
“vacuidad existencial”.<br />
Alfredo y Faustino llegan a la celda y me dan palmadas en los hombros. Ante mis<br />
reticencias empiezan a contarme chistes y a tirar <strong>de</strong> mis manos, con tal vehemencia que a<br />
punto estoy <strong>de</strong> dar con mis huesos en el duro suelo.<br />
Salgo al patio. Vamos a los bancos. Apenas apoyo una pierna, con el otro pie en el<br />
suelo, y una incómoda postura que me hace encogerme como si fuese a adoptar una especie<br />
<strong>de</strong> posición fetal.<br />
Alfredo y Faustino cotorrean como dos porteras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l verano. Al principio me<br />
esfuerzo un poco por seguir la conversación, pero el tema –si mal no recuerdo, motos-, no me<br />
atrae lo más mínimo, así que observo distraídamente el partido <strong>de</strong> baloncesto. <strong>La</strong> mayoría son<br />
unos mantas –hay una abundante presencia <strong>de</strong> barrigas más o menos dotadas, y casi nadie<br />
supera el metro ochenta-, pero hay uno que brilla como un diamante en un cenagal.<br />
-¡Chico! –grita Alfredo empujándome para tirarme <strong>de</strong>l banco, pero sujetándome<br />
inmediatamente-. ¡Estás amodorrado!<br />
-¡Me cago en el copón! –protesto soltando sus manos <strong>de</strong> mi brazo-. ¡Vaya susto!<br />
-Perdona, hombre.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r, si me la sudan las motos, no me toques las pelotas!<br />
-Venga –intermedia Faustino-, no ha pasado nada.<br />
Al mirar alre<strong>de</strong>dor casi todo el patio nos observa. Alfredo me tien<strong>de</strong> la mano. Apretón.<br />
-¡Así me gusta! –grita Faustino pasándome la mano por los hombros-. ¿Qué te <strong>de</strong>cía,<br />
Alfredo?<br />
29
Vuelven a la cháchara, y yo al partido.<br />
Dos minutos <strong>de</strong>spués Faustino se me acerca mientras Alfredo habla con un preso que<br />
ha venido a saludarlo.<br />
-No vuelvas a hacer eso –susurra Faustino.<br />
-¿El qué?<br />
-Recriminar a alguien a gritos, y a<strong>de</strong>más en público.<br />
Me quedo en silencio.<br />
-Verás –prosigue Faustino-, aquí los gritos son casi un <strong>de</strong>safío. Portándose así, Alfredo<br />
pue<strong>de</strong> tener problemas en el futuro.<br />
-¡Oh!<br />
-Aquí hay muchos idiotas que si no te ven plantar cara no tardan en buscarte la boca.<br />
El extraño se marcha y Alfredo se gira hacia nosotros.<br />
-¿Qué cuchicheáis? ¿Os estáis conchabando en mi contra? –dice sonriendo.<br />
-Alfredo –me siento obligado a <strong>de</strong>cir-, lo siento.<br />
-¿Por qué?<br />
-Lo <strong>de</strong> antes, yo…<br />
-¡Bah! No tiene importancia.<br />
-Es que me has asustado, pero aun así no tenia por qué hacer contestado <strong>de</strong> esa<br />
manera.<br />
-Tú tranquilo.<br />
-Si alguno te viene a buscar la boca…<br />
-Soy gitano. Nadie tiene huevos a buscarnos la boca.<br />
Con un gesto con la mano, Alfredo solicita un sitio entre Faustino y yo. Palmea mi<br />
espalda.<br />
-Oye.<br />
-Dime, compañero.<br />
-¿Ves ese tipo, en el partido <strong>de</strong> baloncesto?<br />
-¿Qué tipo?<br />
-El que lleva el balón –me quedo maravillado ante un mate estratosférico-. ¡Madre <strong>de</strong><br />
Dios! ¡Increíble! –tengo que reprimirme para no ponerme en pie y aplaudir.<br />
-¿El negro?<br />
30
-Sí, el <strong>de</strong>l mate.<br />
-Creo que se llama Valdés o Val<strong>de</strong>z, no estoy seguro. Nunca he hablado con él.<br />
-¿Lleva mucho?<br />
-¿A la sombra? Por lo menos un par <strong>de</strong> años.<br />
-¿Y por qué está aquí?<br />
-Si mal no recuerdo es panameño. No <strong>de</strong>l servicio secreto, es más bien un mercenario.<br />
-¡No jodas! –susurra Faustino interesándose.<br />
-Sí –Alfredo baja consi<strong>de</strong>rablemente el tono <strong>de</strong> voz-, y mercenario <strong>de</strong> pura raza.<br />
Bueno, ahora que lo pienso –dice tras permanecer unos instantes en silencio-, es más bien un<br />
sicario, pero sicario con todas las letras.<br />
-¿Sabéis <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> viene lo <strong>de</strong> sicario?<br />
-No, pero nos lo cuentas <strong>de</strong>spués –interrumpe Faustino-. Quiero oír la <strong>historia</strong> <strong>de</strong>l tal<br />
Valdés.<br />
-Si tampoco hay mucho que contar. Algo tuvo que ver con el gobierno, el servicio<br />
secreto o el ejército <strong>de</strong> allá. Se ve que lo capturaron para que le diese matarile a algún objetivo<br />
político. Y se lo dio. Con la única pega <strong>de</strong> que él pensaba que lo iban a sacar con algún<br />
salvoconducto diplomático y resulta que lo <strong>de</strong>jaron tirado.<br />
<strong>de</strong>do.<br />
aplica.<br />
-¿Tirado?<br />
-Jo<strong>de</strong>r, lo entregaron ellos.<br />
-¿A la bofia?<br />
Alfredo asiente.<br />
-¿Y cuánto le cayó?<br />
-Homicidio con premeditación y alevosía, tú me dirás…<br />
-Jo<strong>de</strong>r, homicidio sin antece<strong>de</strong>ntes, seis años.<br />
-Sin antece<strong>de</strong>ntes, ni atenuantes –Alfredo hace hincapié con un leve gesto con el<br />
-¿Cuánto le ha podido caer?<br />
-Veinte años. Tal vez veinticinco.<br />
-¡No jodas! –exclamo sin po<strong>de</strong>r contenerme-. ¿Y la extradición?<br />
-No sé si hay acuerdo con Panamá, pero aunque lo haya, con <strong>de</strong>litos <strong>de</strong> sangre no se<br />
-Salvo que tengas un buen padrino –interviene Faustino.<br />
31
-En este caso, permíteme que lo du<strong>de</strong> –replica Alfredo mesándose la barba-. Ya sabes<br />
qué les pasa a tipos así, ¿no?<br />
-Ilumíname.<br />
-Normalmente hay que esperar a que le que<strong>de</strong> poco para cumplir la con<strong>de</strong>na –aunque<br />
en casos así el tercer grado tampoco es aplicable-. Cuando le falta una semana tendrá una<br />
visita no programada que le explicará educadamente –con disimulo, Alfredo simula una pistola<br />
con sus <strong>de</strong>dos y finge colocarla en su sien- que se plantee si quiere volver o prefiere coger a la<br />
familia más cercana y rehacer su vida en otro país.<br />
-¡Vaya tela! –digo distraídamente-. Aun a riesgo <strong>de</strong> quedar como un idiota, ¿y si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />
volver a cualquier precio?<br />
-Tiene un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico. Normalmente en el viaje <strong>de</strong>l hotel a casa.<br />
-Y nadie vuelve a saber <strong>de</strong> él, ¿no?<br />
-Archivado como acci<strong>de</strong>nte mortal por fallo mecánico, y si te pones chulo el cadáver<br />
incinerado y olvidado.<br />
-¿Qué más querías contar, Harvey?<br />
-¡Ah! Nada, una tontería.<br />
-No, cuenta, estoy <strong>de</strong>seando oírlo –dice Alfredo.<br />
-¿De dón<strong>de</strong> viene la palabra sicario?<br />
-Ni i<strong>de</strong>a –respon<strong>de</strong>mos los dos a coro.<br />
-Ahora significa asesino a sueldo, pero esta acepción es completamente nueva. El<br />
verda<strong>de</strong>ro origen viene <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Cristo. Entonces llamaban sicarii a los que usaban la<br />
sica. En pocas palabras, eran un grupo in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista que luchaba por la expulsión <strong>de</strong> los<br />
romanos <strong>de</strong> Tierra Santa y se caracterizaba porque ejecutaban a sus enemigos únicamente con<br />
la sica, una especie <strong>de</strong> puñal cuya hoja dibujaba una especie <strong>de</strong> C.<br />
-¿Y qué fue <strong>de</strong> ellos?<br />
-¿De los sicarii? Ni puta i<strong>de</strong>a. Supongo que los romanos los aplastarían. Al que pillaban<br />
le cortaban la cabeza, o lo crucificaban si querían sacarle información.<br />
-¡A comer! –grita uno <strong>de</strong> los guardas. <strong>La</strong> muchedumbre va alineándose poco a poco.<br />
Durante la comida, con Alfredo al lado y Faustino enfrente, una pelea estalla mientras<br />
cedo gustosamente –odio el arroz- mi primer plato a Alfredo. Dos tíos –si mal no recuerdo uno<br />
<strong>de</strong> ellos es un hooligan racista y el otro un rapero nacido en Ghana- se están dando la paliza <strong>de</strong><br />
su vida mientras una carcelera –medirá un metro sesenta y pesará sesenta y cinco kilos-<br />
intenta por todos sus limitados medios <strong>de</strong>tenerlos. Alfredo, Faustino y yo adoptamos una<br />
actitud más que nada pasiva, pero no po<strong>de</strong>mos reprimir un aplauso y un carrusel <strong>de</strong> miradas y<br />
sonrisas cómplices cuando el africano se zafa <strong>de</strong> la llave que le había realizado su oponente y<br />
conecta un increíble directo que se estrella contra la nariz <strong>de</strong>l hooligan, <strong>de</strong>strozando su rostro,<br />
partiendo su tabique nasal, y haciéndolo caer completamente noqueado al suelo. Antes <strong>de</strong> que<br />
los carceleros vengan a <strong>de</strong>tenerlos y a recoger los pedazos <strong>de</strong>l otro imbécil, un amigo se acerca<br />
32
a abrazar al ganador y a levantar su brazo como si <strong>de</strong>l ganador <strong>de</strong>l cinturón <strong>de</strong> los pesos<br />
pesados se tratase.<br />
En plena euforia <strong>de</strong> la celebración, otro imbécil –probablemente amigo <strong>de</strong>l que ha<br />
quedado tendido en el suelo-, al grito <strong>de</strong>: “¡Puto negro!” realiza un placaje al ghanés,<br />
arrojándolo sobre la carcelera que andaba tratando <strong>de</strong> mediar en la pelea.<br />
-¡Qué idiotas son, jo<strong>de</strong>r! –se lamenta Alfredo.<br />
-¡Mierda! –exclama Faustino-. ¡Harvey, por Dios, agáchate! –susurra ansioso mientras<br />
se tumba en el suelo entre la mesa y la banqueta cara abajo.<br />
-¿Qué pasa? –pregunto mientras obe<strong>de</strong>zco.<br />
El comedor entero se queda en un silencio que da miedo. Todos han hecho lo mismo<br />
que Faustino en un tiempo récord.<br />
-Tú sólo escucha –dice Alfredo en voz baja.<br />
<strong>La</strong> carcelera, la única que se ha puesto <strong>de</strong> pie, se lleva una mano constantemente a la<br />
nariz. Entre las mesas y reflejada en el mostrador, veo como la aparta. Tiene la nariz rota y un<br />
ojo medio cerrado por la hinchazón.<br />
-¡Bah, cagada total! –susurra Alfredo.<br />
<strong>La</strong> guardia herida comunica algo por radio en un murmullo ininteligible. En un tiempo<br />
peligrosamente corto –diría que no supera los cuarenta y cinco segundos- al menos veinte<br />
tipos vestidos como antidisturbios se presentan en la puerta, amén <strong>de</strong> otros tantos carceleros<br />
pistola en mano. Mesa por mesa, nos van mandando a las celdas. Al menos quince con una<br />
estancia a todo tren con todos los gastos pagados al agujero, y en la pelea que yo sepa había<br />
tres implicados, cinco como mucho.<br />
A los <strong>de</strong>más nos llevan al bloque –nos hacen la gracia <strong>de</strong> que los <strong>de</strong> preventiva y los <strong>de</strong><br />
comunes compartamos espacio, para estrechar lazos- y or<strong>de</strong>nan un encierro hasta primera<br />
hora <strong>de</strong> mañana.<br />
-¿Qué? –digo según oigo el mensaje por megafonía-. ¡Que yo mañana tengo la vista!<br />
-¡Ya pue<strong>de</strong>s rezar!<br />
-Hombre, si no voy por el encierro, se suspen<strong>de</strong>rá el juicio, ¿no?<br />
-Sí, y vas a hacer per<strong>de</strong>r el tiempo a un juez.<br />
-¡Coño, no he ido porque estos no me <strong>de</strong>jan!<br />
-<strong>La</strong> burocracia es como predicaba Jesucristo: “que tu mano <strong>de</strong>recha no sepa lo que<br />
hace tu mano izquierda”.<br />
-¿Y no se pue<strong>de</strong> presentar ningún recurso?<br />
-Sí, pero tu abogado va a tener que ser un lince o estar <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> trabajar para que<br />
no te comas otro mes <strong>de</strong> preventiva.<br />
-¡Mierda, tío! Lo que me faltaba.<br />
33
<strong>La</strong>s horas pasan muy <strong>de</strong>spacio aquella tar<strong>de</strong>. Al contrario <strong>de</strong> lo que podía pensar en un<br />
principio, la mayor parte <strong>de</strong> los presos conversan en pequeños grupos apoyados en las vallas<br />
frente a las celdas, mirando hacia abajo como si estuvieran en un parque, observando<br />
distraídamente a los niños jugar. Todas, incluido yo, que estoy sentado con la espalda apoyada<br />
en una pared <strong>de</strong> la celda y las rejas a mano <strong>de</strong>recha, don<strong>de</strong> apoyo el codo que me sirve para<br />
sujetar el libro, miramos a ratos hacia la entrada <strong>de</strong>l pabellón, don<strong>de</strong>, al otro lado <strong>de</strong> unos<br />
barrotes cinco veces más gordos que los <strong>de</strong> cualquier celda y con una altura <strong>de</strong> al menos seis<br />
metros, aguardan los <strong>de</strong> CM (Control <strong>de</strong> Masas –básicamente como antidisturbios pero con<br />
menos remilgos).<br />
Hasta la hora <strong>de</strong> la cena permanecemos todas –a uno y otro lado <strong>de</strong> los barrotes- en<br />
una situación parecida: fingiendo tranquilidad, relajados, en ocasiones incluso risueñas, pero<br />
sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista al rival, conocedores <strong>de</strong> que un enfrentamiento es la situación más<br />
<strong>de</strong>sagradable posible.<br />
Ante mi agobio –a pesar <strong>de</strong> mis esfuerzos por disimular-, Faustino se siente obligado a<br />
animarme.<br />
-Buena señal.<br />
-¿Qué?<br />
-Aquí teóricamente no hay ley pero la gente está muy tranquila.<br />
-Más que <strong>de</strong> costumbre incluso –afirma Alfredo, que ha venido a hacernos compañía.<br />
-Si la cosa sigue así <strong>de</strong> tranquila –prosigue Faustino-, es posible que a la hora <strong>de</strong> cenar<br />
hagan un intento y mañana volvamos a la normalidad.<br />
-¿Un experimento?<br />
Como si el <strong>de</strong>stino nos estuviese gustando una broma pesada, la alarma vuelve a<br />
tronar en la prisión.<br />
-“¡Atención! –dice una voz a través <strong>de</strong>l altavoz, que la sumerge en un sonido gutural,<br />
parecido al <strong>de</strong> una radio que no sintoniza bien-. Un grupo <strong>de</strong> trabajadores <strong>de</strong> la prisión<br />
a<strong>de</strong>cuadamente respaldado por nuestras fuerzas <strong>de</strong> seguridad, van a entrar al pabellón <strong>de</strong><br />
comunes. Permanecerán en la zona más próxima a la entrada <strong>de</strong> dicha sección, y servirán la<br />
cena <strong>de</strong> los ocupantes <strong>de</strong> las celdas que previamente anunciaremos a través <strong>de</strong> la megafonía.<br />
Al más mínimo indicio <strong>de</strong> motín o <strong>de</strong> violencia, sea con el personal <strong>de</strong> la prisión, sea entre<br />
internos, se proce<strong>de</strong>rá a sofocar la revuelta con todos los efectivos posibles, y la sanción irá <strong>de</strong><br />
la semana <strong>de</strong> encierro a la <strong>de</strong>legación en el ejército para controlar la situación”.<br />
-¿Lo ves? –dice Faustino chocándome las cinco-. Nadie es tan tonto como para liarla<br />
ahora. Todo controlado.<br />
-“Por favor, vuelvan a sus celdas, y esperen su turno para recoger una comida”.<br />
-Bueno, chicos –dice Alfredo, levantándose un poco achacosamente-. Nos vemos<br />
luego, o mañana a más tardar. ¡Suerte mañana, socio! –exclama dándome la mano.<br />
Un par <strong>de</strong> minutos más tar<strong>de</strong> las puertas <strong>de</strong> las celdas se cierran con cada preso en su<br />
lugar. <strong>La</strong> puerta <strong>de</strong> barrotes que bloquea el acceso a nuestra sección se abre, dando paso a un<br />
34
mostrador móvil y a tres trabajadores <strong>de</strong> la cocina, acompañados <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong><br />
“gorilas” –apelativo cariñoso a los CM.<br />
Des<strong>de</strong> cada celda, con la cara y los codos apoyados en los barrotes y las manos<br />
suspendidas fuera <strong>de</strong> ésta, todos y cada uno <strong>de</strong> los presos asistimos a este proceso como si<br />
fuese el mayor espectáculo <strong>de</strong>l mando. <strong>La</strong>s puertas <strong>de</strong> las celdas van abriéndose <strong>de</strong> forma<br />
progresiva, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>jan el paso libre a un grupo <strong>de</strong> unos veinte presos, y hasta que<br />
éstos no están cenando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda con las puertas cerradas, el siguiente grupo no<br />
pue<strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r a comer.<br />
A pesar <strong>de</strong> la buena voluntad <strong>de</strong> la población reclusa –este proceso ocurre en el<br />
silencio más absoluto-, nosotros, unos quince que estamos en preventiva, somos el último<br />
grupo, y para cuando la puerta se cierra a nuestras espaldas y damos el primer bocado, más <strong>de</strong><br />
la mitad <strong>de</strong> la prisión ha cenado.<br />
-“Vamos a proce<strong>de</strong>r a la vuelta a la normalidad –anuncia la megafonía mientras<br />
repudio mi cena-. <strong>La</strong> guardia esta noche será la programada. Como medida <strong>de</strong> precaución,<br />
duplicaremos los efectivos <strong>de</strong> seguridad para sofocar cualquier conato <strong>de</strong> revuelta”.<br />
-¿Ves? –dice Faustino-. Se acabó. Algún recuento nocturno y mañana todos tan felices.<br />
-¿Seguro?<br />
-Lo que yo te diga.<br />
35
CAPITULO V<br />
Cuando pensaba que la noche anterior sería insuperable, llegó ésta. Ni dos horas <strong>de</strong><br />
sueño en toda la noche. Dormir en la litera <strong>de</strong> arriba tiene sus ventajas, sobre todo cuando<br />
estás rendido, ya que la cama se hun<strong>de</strong> y te <strong>de</strong>ja encajado, favoreciendo la somnolencia. Pero<br />
en una noche así, don<strong>de</strong> los latidos <strong>de</strong> tu corazón se hacen tan repetitivos y perturbadores<br />
como odiosos, es un infierno. Quieres moverte, cada tres minutos <strong>de</strong>seas con toda tu alma<br />
ponerte a un lado o a otro, tumbarte boca abajo, meter la cabeza bajo la almohada o cortarme<br />
quince centímetros <strong>de</strong> pierna, porque me veo obligado a dormir con los pies <strong>de</strong>stapados o a<br />
adoptar una especie <strong>de</strong> posición fetal, ridícula con mi metro ochenta y mis ochenta y cinco<br />
kilos.<br />
A las tres <strong>de</strong> la mañana, más o menos, una luz cegadora me <strong>de</strong>slumbra. Una voz<br />
atronadora dice:<br />
-Pérez, <strong>Enrique</strong>.<br />
-¿Qué mierda quieres? –respondo <strong>de</strong> mala gana-. ¡Estaba dormido, anormal!<br />
El carcelero se va, como si no hubiese oído una palabra.<br />
-Es un castigo subliminal –susurra Faustino-. Y no te quejes. Te pue<strong>de</strong>n hacer salir al<br />
pasillo cada hora en cada recuento.<br />
-¿Para formar el motín?<br />
-No, para reafirmar su autoridad. Auto-convencerse <strong>de</strong> que aquí mandan ellos.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, me voy a pegar la noche en blanco.<br />
-Tienes que controlar la tensión, socio.<br />
-Voy a intentarlo.<br />
Bajo al suelo <strong>de</strong> un salto y echo la mejor <strong>de</strong> las meadas. Cojo el colchón y las mantas y<br />
las tiro en el suelo, tan lejos como puedo <strong>de</strong> la taza, aunque cerca, dado lo angosto <strong>de</strong> mi<br />
celda.<br />
-¿Qué haces, loco?<br />
-No hay quien se mueva ahí. Ya noto alivio, y acabo <strong>de</strong> tumbarme.<br />
Un rayo <strong>de</strong> sol asesino me <strong>de</strong>spierta violentamente. He pegado la espalda contra los<br />
barrotes y el amanecer me ha <strong>de</strong>svelado. Faustino está sentado en la cama, con la espalda<br />
apoyada en la almohada para hacer más agradable el contacto con la irregular pared,<br />
afanándose en escribir algo, aunque no sé qué. Cuando me mira, sonríe.<br />
36
-¡Cómo has roncado, hermano!<br />
-¡No jodas! Lo siento mucho.<br />
-Tranquilo, he sacado un rato bueno para or<strong>de</strong>nar mis i<strong>de</strong>as.<br />
-¿Escribes una novela?<br />
-¿Estás loco? ¡Qué va!<br />
-Tu biografía sería genial. Se ven<strong>de</strong>ría como churros.<br />
-No. Le escribo una carta a mi reina.<br />
-Ojalá a mí no me toque tener que hacerlo. Si salgo se acabó, y si no que al menos me<br />
<strong>de</strong>jen visitarla, o que la <strong>de</strong>jen venir.<br />
-¿Sabes? <strong>La</strong> primera vez que pedí lápiz y papel y empecé a redactar fue cuando asimilé<br />
que estaba en el trullo.<br />
-Que tu vida ha cambiado.<br />
-¿Puedo pedirte un favor?<br />
-¡Cómo no!<br />
-¿Quieres escribirle algo? Le hablo sobre ti y me gustaría que le dijeses algo. Tampoco<br />
entres en <strong>de</strong>talles escabrosos y procura ser optimista, y no hables sobre su enfermedad o <strong>de</strong>s<br />
a enten<strong>de</strong>r que te da pena.<br />
-Vale, con una condición.<br />
-¿Cuál?<br />
-Que tú no leas nada, que vaya directo <strong>de</strong> mi mano a sus ojos.<br />
-De acuerdo. Coge.<br />
Me tien<strong>de</strong> una cuartilla y un lápiz.<br />
-Si necesitas más, dilo.<br />
-Intentaré ser breve.<br />
Me coloco <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l papel en blanco. Siempre me ha agobiado comenzar a escribir,<br />
las pocas veces contadas que me he atrevido a escribir algún poema a mi niña y poco más-. <strong>La</strong>s<br />
palabras empiezan a acudir a mi cabeza <strong>de</strong> repente, y yo concentro mis energías en que mi<br />
mano siga a mi mente.<br />
“Hola –ni siquiera me acuerdo <strong>de</strong> su nombre, y me da vergüenza preguntárselo a<br />
Faustino a estas alturas-. Me llamo <strong>Enrique</strong>, pero todo el mundo me llama Harvey, y soy el<br />
compañero <strong>de</strong> celda <strong>de</strong> tu marido. En este sitio te encuentras a mucha gente que ha visto el<br />
lado oscuro <strong>de</strong> la vida –también hay gente que se ha buscado su propia suerte, no te voy a<br />
mentir, pero experiencias así te cambian la perspectiva.<br />
37
No voy a aburrirte con mi <strong>historia</strong>, ni voy a dármelas <strong>de</strong> sabiondo, pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
haber conocido a tu marido puedo <strong>de</strong>cir con absoluta seguridad que eres una mujer<br />
afortunada. Mi vida aquí podría ser un infierno, pero estoy sobreviviendo gracias a Faustino.<br />
Los dos echamos <strong>de</strong> menos a nuestras “reinas” –te llamas así-, pero algún día todo esto no<br />
será más que una pesadilla.<br />
Encantado <strong>de</strong> conocerte.<br />
<strong>Enrique</strong>.”<br />
-Ya he terminado, colega.<br />
-¿Ya? Poco habrás escrito.<br />
-Breve pero intenso.<br />
-No, no, que te lo agra<strong>de</strong>zco. Trae.<br />
Unos minutos <strong>de</strong>spués, que he aprovechado para dormitar, suena la alarma y se abren<br />
las celdas.<br />
-¡Recuento! –Vocifera un guarda que pasea como Wyatt Earp carpeta en mano.<br />
-¡Faustino, sal! –exclamo mientras citan los nombres <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> internos.<br />
-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>!<br />
-¡Yo! –berreo-. ¡Que salgas! –susurro hacia Faustino.<br />
-Cuando el guarda vocea su nombre y la respuesta llega <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> la celda, todos<br />
los guardas quedan en silencio.<br />
-¡Falta al recuento, un día a aislamiento!<br />
-¡Vamos!<br />
-¡Calla! –dice Faustino palmeándome la espalda-. Has <strong>de</strong> venir conmigo por bocas.<br />
Dos carceleros se acercan a Faustino, lo cogen por los antebrazos y se lo llevan.<br />
-Lo siento.<br />
-No pasa nada, hermano –respon<strong>de</strong> a voces-. ¡Suerte!<br />
El recuento acaba y por fin volvemos al comedor a <strong>de</strong>sayunar. Decir que es<br />
nauseabundo es hablar en su favor. El zumo <strong>de</strong> naranja es marrón. ¡Marrón! Como una<br />
mancha <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong>l día anterior.<br />
-¿Has visto? –pregunto a Alfredo, que se ha sentado a mi lado.<br />
-Pues haber pedido leche con cacao –y hace el gesto <strong>de</strong> masturbarse.<br />
-Vale, toma mis galletas.<br />
Nuestras risas son las únicas que suenan en el comedor, ya que el ambiente entre<br />
racistas y antifascistas está tenso a más no po<strong>de</strong>r.<br />
38
-¡Aun va a haber hostias!<br />
-No jodas, que me piro ya. Cuando me marche, os dais.<br />
-Que hoy es el gran día, ¿no?<br />
Asiento.<br />
-¡Buena suerte!<br />
-Espera, toma –me tien<strong>de</strong> un chicle <strong>de</strong> menta-. Lávate la cara un poco, y come algo.<br />
-¿Tan mal estoy?<br />
-Como si no hubieses dormido ni comido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que has entrado.<br />
-¿Y eso es malo?<br />
-Para el juicio posiblemente- a ver, que esto no es Estados Unidos. No hace falta que<br />
aparezcas en el juzgado con traje y corbata como si fueras a casarte, pero ir <strong>de</strong>macrado…<br />
-Jo<strong>de</strong>r, pues no tengo más ropa que ésta –la verdad es que mi vestimenta apesta<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos días sudando.<br />
-¿Y <strong>de</strong> recambio?<br />
-<strong>La</strong> <strong>de</strong>l trullo. Pero esa no pienso ni estrenarla.<br />
-¡Y cómo lo dices ahora! –reprocha Alfredo enojado-. ¡Vamos!<br />
Nos dirigimos casi corriendo a la lavan<strong>de</strong>ría. El vaho casi no <strong>de</strong>ja ver, y el calor es tan<br />
intenso que apenas he entrado en la sala –la lavan<strong>de</strong>ría es enorme- y empiezo a sudar a mares.<br />
Después <strong>de</strong> preguntar a un par <strong>de</strong> tipos, el segundo <strong>de</strong> los cuales se ha convertido en un<br />
museo andante <strong>de</strong> tatuajes, damos con el que parece el jefe.<br />
-¿Cómo estás, amico?<br />
-Tutto bene. Mi può aiutare?<br />
-Necesito algo para éste –Alfredo señala a su espalda sin mirame siquiera.<br />
-¿Algo especial? –indaga clavándome la mirada.<br />
-Tengo un juicio.<br />
-¡Uh! –murmura-. Necesitaré algo elegante –se vuelve hacia Alfredo-. Como siempre,<br />
dos horas.<br />
-Se lo van a llevar <strong>de</strong> un momento a otro, y tiene que ducharse.<br />
-¿Talla?<br />
-XL.<br />
-Señala mis pantalones.<br />
-50.<br />
39
-¡Imposible! –mira indignado a mi compañero.<br />
-Vete a la ducha –se vuelve Alfredo-, que en seguida te llevo algo.<br />
Me ducho en cinco minutos y cuarenta y seis segundos, y me paso una eternidad<br />
esperando, tapando mis vergüenzas con la ropa sucia.<br />
-¡Qué potra! –dice Alfredo nada más entrar-. ¿Ya estás?<br />
-¡Congelado estoy! ¡Dios, qué fría está el agua!<br />
-Un capullo <strong>de</strong>l pabellón <strong>de</strong> vigilancia especial usa tu misma talla.<br />
-¿Vigilancia especial?<br />
-Por la numeración diría que es un violado. O amenazado. Es igual.<br />
-Tampoco quiero putear a un <strong>de</strong>sgraciado.<br />
-Ni se va a enterar.<br />
-A ver qué tal.<br />
-Alfredo, se te ha olvidado algo.<br />
-¿Qué?<br />
-No tengo calzoncillos <strong>de</strong> repuesto.<br />
-¿No? –está visiblemente molesto-. ¡Mierda! Ahora vengo.<br />
-Gracias, colega.<br />
-De nada –sonríe-. Mierda <strong>de</strong> novatos…<br />
Dos minutos más tar<strong>de</strong> aparece con unos gayumbos que podrían tapar Madagascar.<br />
-¿A su gusto, majestad?<br />
Me visto a toda velocidad. Un vaquero azul y una camisa negra que me van como un<br />
guante. Mis botas harán un buen papel si las limpio un poco.<br />
-¿Qué tal?<br />
-Bien, échate un poco.<br />
-No, que yo…<br />
-Vamos, que vas a ser peor que mi hijo –me rocía por la fuerza-. Siempre se lo digo: un<br />
hombre honrado huele bien.<br />
-Escucha –susurro. Él se acerca para po<strong>de</strong>r enterarse bien-. Muchas gracias. Has sido<br />
<strong>de</strong> mucha ayuda.<br />
-Nada, hombre. Cualquier amigo <strong>de</strong> Faustino es amigo mío.<br />
40
-No, déjame compensarte. ¿Hay algo que pueda pedir que me traigan mis padres?<br />
¿Algo <strong>de</strong> fuera que te haga falta?<br />
-No especialmente, pero hay algo que pue<strong>de</strong>s hacer por mí.<br />
-Lo que sea.<br />
-No, céntrate en lo tuyo. Ya te lo diré cuando que<strong>de</strong>s libre y vengas a visitar a los<br />
amigos.<br />
-Gracias por todo.<br />
<strong>La</strong> megafonía retumba.<br />
-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>! Preséntese en el control para traslado.<br />
-¡Ánimo, chico!<br />
-Gracias, amigo.<br />
Salgo corriendo al control- ¡Qué casualidad! El par <strong>de</strong> idiotas que me trajeron son los<br />
mismos que me van a trasladar.<br />
-¡Hombre! –dice irónicamente uno <strong>de</strong> ellos-. ¡Si ha llegado nuestro recluso favorito!<br />
-¿Qué, listo para chuparte seis años? –dice su compañero.<br />
-Si todo lo que chupase fueran años –aña<strong>de</strong> el otro.<br />
Ambos se carcajean.<br />
-No os riáis <strong>de</strong>l pobre chico –sentencia el <strong>de</strong>l control-. Acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle un favor a<br />
<strong>de</strong>ber al gitano.<br />
-¿No me digas?<br />
-Hombre, lo estaban esperando en pelotas en la ducha. ¿De dón<strong>de</strong> te crees que saca<br />
esa ropa tan elegante?<br />
-Si huele bien –dice uno <strong>de</strong> ellos acercándoseme.<br />
-Prepárate, chaval. Para cuando vuelvas, una peluca rubia y una colonia <strong>de</strong> la Barbie te<br />
van a estar esperando.<br />
-¿Nos vamos o no?<br />
-¡Mira que ricura! ¡Si enseña los dientes!<br />
El camino hasta el coche lo hacen tan <strong>de</strong>spacio como pue<strong>de</strong>n. Quieren que me ponga<br />
nervioso. Pero puedo conce<strong>de</strong>rles esa ventaja. Aún ralentizo más la marcha.<br />
-¡Vamos! –exclama uno <strong>de</strong> ellos-. Parece que tuvieses miedo.<br />
-Cuidado al subir –dice su compañero mientras abre la puerta. Me empuja <strong>de</strong>l cogote<br />
hasta que mi ceja <strong>de</strong>recha impacta con la parte superior <strong>de</strong>l marco <strong>de</strong> la puerta trasera.<br />
41
Iniciamos el camino. El compañero se ha sentado a mi izquierda, haciéndome cambiar<br />
<strong>de</strong> sitio una vez que me había subido. Me molesta el ojo <strong>de</strong>recho. No es dolor, es como un<br />
picor molesto. Parpa<strong>de</strong>o frenéticamente, pero no me alivia. Ojalá alguien me soplara un poco,<br />
o me acariciara la zona. Pero no pue<strong>de</strong> ser. Tengo que aguantar. ¡Dios, es insoportable! No,<br />
hay que aguantar.<br />
-¿Qué te pasa? –pregunta el conductor-. ¿Me guiñas un ojo?<br />
-Hombre –aña<strong>de</strong> su compañero mientras tira <strong>de</strong> mí para que le dé la cara-, tiene que ir<br />
haciendo prácticas para cuando sea Margarita la zorrita.<br />
Vencido totalmente por el maldito picor, trato <strong>de</strong> frotar la zona afectada con el<br />
cabecero <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong> al lado. Lo consigo, pero una explosión <strong>de</strong> dolor implosiona <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />
mi ceja. El imbécil sentado a mi lado me propina un puñetazo sorpren<strong>de</strong>ntemente doloroso<br />
para lo poco que ha cargado el puño.<br />
-Cuidadito, recluso –hace énfasis en ésta palabra-. Ni un movimiento en falso.<br />
Sigo notando una molestia en el ojo. Me cuesta más tenerlo abierto que utilizar sólo el<br />
izquierdo. Cuando llegamos a la ciudad –en pocos minutos- y comenzamos a transitar por la<br />
enmarañada red <strong>de</strong> estrechas callejuelas que se entrecruzan por el centro me fijo en mi reflejo<br />
a través <strong>de</strong> los escaparates <strong>de</strong> las tiendas. El ojo se me ha hinchado –más que el ojo, el<br />
párpado superior- y al <strong>de</strong>tenerlo abierto el líquido acumulado forma una pequeña bolsa sobre<br />
las pestañas. Sonrío, pensando en que si se me cruzan los cables igual los <strong>de</strong>nuncio por abuso<br />
<strong>de</strong> autoridad.<br />
-¿Qué te hace gracia, Margarita?<br />
Por supuesto, no contesto, sólo mantengo una sonrisa bobalicona en mi rostro.<br />
-Trae acá –dice el que se sienta a mi lado cogiéndome por la mandíbula y haciéndome<br />
volverme hacia él por la fuerza-. ¡Jo<strong>de</strong>r!<br />
-¿Qué pasa? –pregunta el conductor.<br />
-¿Has visto cómo se le está poniendo el ojo a este mameluco?<br />
-¡No jodas! –al parecer, la imagen <strong>de</strong>l retrovisor le <strong>de</strong>sconcierta.<br />
-Sabes que va a pasar, ¿no? –dice el otro mientras suelta mi barbilla con un a<strong>de</strong>mán<br />
<strong>de</strong>spectivo.<br />
-Pues que tenemos a un idiota que se va a comer un puro por resistencia a la<br />
autoridad.<br />
¡Qué ganas tengo <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r! Decirles que no tienen pruebas, o <strong>de</strong> mandarlos al<br />
carajo. Pero me callo. Tengo que callarme. Me concentro en el nuevo aroma que emana <strong>de</strong> mí,<br />
en que voy a ver a mis padres, quizá a mi novia… la clave es no tener miedo. Fijar la vista en el<br />
infinito y <strong>de</strong>jar que la mente vuele.<br />
El juzgado se yergue majestuoso ante nosotros. Nos ha costado llegar una barbaridad.<br />
-¡Concéntrate! –pienso-. Su juego es ese. Impresionar, acobardar. Pero un hombre<br />
inocente con la mente fría saldrá airoso.<br />
42
-¡No te resistas! –grita el que me ha acompañado durante el viaje-. ¡No hagas el tonto!<br />
El conductor y el tipo que vigila la puerta <strong>de</strong>l juzgado vienen corriendo. ¿Cómo va a<br />
resistirse alguien esposado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la parte trasera <strong>de</strong> un coche <strong>de</strong> policía? Más aún cuando<br />
el que viajaba a mi lado ya se ha apeado. No puedo ni bajarme solo, ¿qué voy a hacer para<br />
resistirme? ¿Mirarlo mal?<br />
El conductor me da un cachete y me coge por las esposas.<br />
-¿Qué has conseguido con esto? –dice dándome palmaditas en el hombro. Mira cómo<br />
se te ha puesto el ojo.<br />
-Des<strong>de</strong> luego –dice el <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l juzgado con una mirada paternalista <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>saprobación-, estos chicos…<br />
-Dínoslo a nosotros. Lleva todo el camino enfurecido.<br />
Por fin, me mandan al calabozo <strong>de</strong>l juzgado. Nunca pensé que “por fin” y “calabozo”<br />
saldrían <strong>de</strong> mi boca en la misma frase. Mi abogado aparece a los pocos minutos. Es poco más<br />
mayor que yo, con un traje que parece haber cogido prestado <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> su padre. Tiene<br />
un semblante serio. Tras un breve apretón <strong>de</strong> manos, sin apartar la vista <strong>de</strong> su carpeta, saca un<br />
Boli y se dispone a preguntarme.<br />
-No hay mucho tiempo –afirma.<br />
-¿Cómo está mi novia?<br />
-En el juicio.<br />
-En el juicio, ¿qué?<br />
-sabrás todo eso. Ahora contesta rápido.<br />
-¿Y mis padres?<br />
-Aquí sólo puedo verte yo. Escucha.<br />
Al levantar la mirada se percata <strong>de</strong> mi ojo.<br />
-¿Qué te ha pasado?<br />
-Oficialmente, que me he resistido. Extraoficialmente, un souvenir contra el coche.<br />
-Habrá que <strong>de</strong>nunciar.<br />
-Acaban <strong>de</strong> ponerse <strong>de</strong> acuerdo con el <strong>de</strong>l control <strong>de</strong> la puerta.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, todos los días con lo mismo… Retomemos, ¿qué pasó?<br />
-Nos atracaron, pincharon a mi novia y yo me <strong>de</strong>fendí.<br />
-¿Llegaron por sorpresa?<br />
-Sí, en un tramo <strong>de</strong> calle sin iluminación. ¿Es normal que el juicio sea tan rápido?<br />
-No. ¿Primero pidieron dinero o sacaron el arma?<br />
43
-Se chulearon al ver que nos daban miedo y se pavonearon aún más. ¿Es bueno o malo<br />
que el juicio sea tan pronto?<br />
-¿No sabes nada?<br />
-¿De qué?<br />
-Es la comidilla. El caso más controvertido en mucho tiempo. Al parecer los que te<br />
atracaron no eran rateros <strong>de</strong> tres al cuarto. Tienen buenos amigos, y se masca que preten<strong>de</strong>n<br />
dar una sanción ejemplar contigo. ¿Qué hiciste cuando la atacaron?<br />
-Apareció un tipo que dijo que era médico y salí tras los atracadores.<br />
-Malo –masculla-. ¿Cómo los heriste?<br />
-Tiraron la navaja.<br />
-¿No habían salido corriendo?<br />
-<strong>La</strong>ncé un par <strong>de</strong> piedras que los tumbó.<br />
-¿Acertaste a la primera?<br />
-Pura suerte.<br />
-Malo.<br />
-Pero las circunstancias…<br />
-<strong>La</strong>s circunstancias son lo único que tenemos a favor. Todo lo <strong>de</strong>más, argumentos para<br />
empapelarnos.<br />
-Después <strong>de</strong> unas cuantas preguntas más o menos comprometidas con respecto a ese<br />
día, el abogado vuelve a estrecharme la mano.<br />
-Ten mucho cuidado –dice mirándome a los ojos mientras se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>-. Cada palabra es<br />
muy importante.<br />
Según el letrado se pier<strong>de</strong> <strong>de</strong> vista, mi madre baja correteando. Pese a los gruesos<br />
barrotes que nos separan, me abraza con todas sus fuerzas.<br />
-¿Qué te ha pasado en el ojo?<br />
-Nada.<br />
-¿Te están pegando?<br />
-Sí, vete a hablar con los profesores.<br />
Me mira con mala cara. Me arrepiento al momento <strong>de</strong> lo que he dicho.<br />
-No merece la pena pensar en eso –trato <strong>de</strong> calmarla un poco-. Es lo que quieren.<br />
¿Cómo estáis?<br />
-No lo sé. Después <strong>de</strong> ir a comisaría a contarte cómo estaba sus padres prohibieron la<br />
entrada a su habitación, y al llamar sólo nos dicen que el pronóstico es reservado.<br />
44
Mi padre aparece entonces y me da un fuerte apretón <strong>de</strong> manos a través <strong>de</strong> los<br />
barrotes. Le sonrío mientras le miro a los ojos. Trata <strong>de</strong> mostrar entereza, pero está a punto <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>rrumbarse. Apostaría a que lleva varios días <strong>de</strong> insomnio. Al ver sus semblantes tan<br />
afectados <strong>de</strong>seo no haber nacido. ¡<strong>La</strong> cantidad <strong>de</strong> dolor que he generado indirectamente en<br />
poco tiempo! Si no hubiese nacido, mi chica mantendría el record <strong>de</strong> cero visitas al hospital y<br />
mis padres planearían un crucero lujoso por el treinta aniversario <strong>de</strong> bodas.<br />
-¿Necesitas algo? –pregunta mi madre sin soltarme la mano.<br />
-No –respondo prolongando la “o” para dar énfasis-. Bueno, sí. En el juicio, tranquilos,<br />
¿vale? Pase lo que pase.<br />
-Se acabó la visita –dice el guarda.<br />
-Un momento, por favor.<br />
-Ni un momento ni nada. Señora, estoy trabajando.<br />
-¿Trabajar tú, pedazo <strong>de</strong>…?<br />
-¡Eh! –intervengo-. ¿Qué acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir?<br />
-Menos mal –dice el guarda- que alguien…<br />
-No hablaba contigo.<br />
Mis padres sonríen y compartimos un abrazo a tres bandas con las rejas <strong>de</strong> por medio.<br />
Cuando vuelvo a quedarme solo intento no pensar. Si el rostro <strong>de</strong> mi novia aparece en mi<br />
mente, me partiré en dos. Tengo que ser fuerte.<br />
Una eternidad- no sabría <strong>de</strong>cir cuánto tiempo- <strong>de</strong>spués uno <strong>de</strong> los alguaciles me<br />
esposa y me saca <strong>de</strong>l calabozo.<br />
-¿No irás a hacer alguna tontería?<br />
Mantengo silencio. “Si quisiera hacer alguna tontería –pienso- ya estarías muerto”.<br />
Llegamos a la puerta <strong>de</strong>l juzgado y el alguacil me indica que me siente y espere.<br />
-Estas cosas llevan su protocolo –son sus palabras.<br />
El padre <strong>de</strong> mi novia se coloca frente a mí. Deberíamos haber presentado a nuestros<br />
padres. Hubiese facilitado mucho esta situación. Ni siquiera habíamos hablado nunca, pero<br />
resulta que nos conocemos. Era vecino <strong>de</strong> la calle en que un excompañero <strong>de</strong> colegio tiene un<br />
bar <strong>de</strong> copas. ¡Claro! No llegué a ver a mi novia en esa calle porque en aquella época estaba<br />
viviendo fuera. El mundo es un pañuelo. Me pongo <strong>de</strong> pie para hablar con él.<br />
El hombre me clava la mirada. Intento <strong>de</strong>cir algo, pero no me viene una sola palabra a<br />
la mente.<br />
-¿Cómo está? –es la única i<strong>de</strong>a clara.<br />
Sin mediar palabra y sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarme directamente a los ojos, conecta un terrible<br />
puñetazo que impacta en el pómulo, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo hinchado. Temporalmente tuerto,<br />
caigo abatido por el golpe.<br />
45
El guarda, haciendo gala <strong>de</strong> unos reflejos felinos, placa a mi agresor y lo esposa. Llama<br />
por radio para pedir ayuda.<br />
-Piense lo que quiera –digo sin tutearlo-, pero su hija y yo nos queremos, y estoy aquí<br />
por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla, no por hacerle nada malo.<br />
El tipo sigue en silencio, emitiendo una especie <strong>de</strong> gruñido gutural, y <strong>de</strong>jando que su<br />
mirada se pierda en el vacío.<br />
Dos compañeros <strong>de</strong>l alguacil se presentan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros en menos <strong>de</strong> un<br />
minuto.<br />
-Lleváoslo <strong>de</strong> aquí. Acaba <strong>de</strong> agredir a un acusado.<br />
Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> preguntas <strong>de</strong> rigor: “¿Está tranquilo, señor?”, y “No va a hacer<br />
ninguna tontería, ¿verdad?” se lo llevan escalinatas abajo.<br />
Mi abogado aparece al instante.<br />
-¿Qué ha pasado?<br />
Giro la cara, don<strong>de</strong> la inflamación <strong>de</strong>l ojo y la <strong>de</strong>l pómulo están a punto <strong>de</strong> fusionarse<br />
en un súper hematoma que ocupa casi una cuarta parte <strong>de</strong> mi rostro.<br />
-¿Quién te ha hecho eso? Es igual. ¿Has entrado al trapo?<br />
-No.<br />
-Soy tu único amigo aquí. Te conviene explayarte más.<br />
-Ha venido, se ha plantado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí frente a frente, me ha soltado un puñetazo y<br />
ése –señalo con la cabeza al alguacil- lo ha <strong>de</strong>tenido. Le he dicho que no sé a qué ha venía su<br />
puñetazo, que he hecho nada malo, ha rugido y dos <strong>de</strong> esos –vuelvo a indicar al alguacil- se lo<br />
han llevado.<br />
-¿Para qué hablas? no vuelvas a hacerlo. Como si te matan a patadas. Tú no digas<br />
nada. Vamos, el juicio va a empezar.<br />
El abogado entra en la sala. El alguacil me hace un gesto con la mano, indicándome<br />
que me <strong>de</strong>tenga.<br />
-Tú entras <strong>de</strong>spués.<br />
Unas treinta personas pasan a la sala. Mis padres han sido <strong>de</strong> los primeros.<br />
Me hacen entrar. Esposado, como un criminal. Por más que trato <strong>de</strong> controlarlo, sudo<br />
a kilotones. Camino con la mayor dignidad posible dadas las circunstancias, entre las miradas<br />
inquisitivas. Casi puedo tocar su odio. Creo que podría mol<strong>de</strong>arlo, como arcilla, y hacer una<br />
escultura al rechazo.<br />
Me siento don<strong>de</strong> me indica el abogado. Me liberan <strong>de</strong> las esposas. Mi abogado<br />
empieza a cuchichear conmigo. Básicamente que no hable sin consultarle antes, que bajo<br />
ningún concepto suba la voz, y que me lo piense dos veces antes <strong>de</strong> utilizar una palabra u otra.<br />
-Te pue<strong>de</strong>n buscar la ruina por una expresión poco acertada.<br />
46
Lo único que percibo es un murmullo general <strong>de</strong> expectación, una especie <strong>de</strong><br />
respiración contenida colectiva, antes <strong>de</strong> recibir un puñetazo terrible por la espalda.<br />
-¡Hijo <strong>de</strong> puta! –una voz femenina fuera <strong>de</strong> sí retumba, mientras el revuelo que se<br />
organiza a mi espalda estalla y yo caigo <strong>de</strong> cara al suelo, <strong>de</strong>teniendo la caída a pocos<br />
centímetros <strong>de</strong> que mi nariz impacte contra el suelo-. ¡Está muerta por tu culpa! ¡Por tu culpa!<br />
<strong>La</strong> sacan <strong>de</strong> la habitación por la fuerza. Recupero mi asiento con ayuda <strong>de</strong> mi abogado.<br />
-¿Es cierto?<br />
-<strong>La</strong> última información que tengo es que sigue estable <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la gravedad.<br />
-Haz el favor…<br />
-Perdón –dice un tipo que acaba <strong>de</strong> entrar en la sala y se apoya en mi hombro-.<br />
Confirmado. Ha muerto. <strong>La</strong> hemorragia provocó un fallo en varios órganos internos.<br />
-Es mi informador –susurra el abogado-. Lo siento, <strong>Enrique</strong>.<br />
<strong>La</strong> noticia es como un mazazo en la cara. Ni siquiera puedo reaccionar. En mi mente<br />
aparece su carita y no puedo asumir que no voy a volver a verla. No es que el juicio sigue su<br />
<strong>de</strong>venir normal, que así ocurre, sino que el tribunal parece examinarme más <strong>de</strong>tenidamente,<br />
parece mirarme con peores ojos. Susurro a mi abogado.<br />
fondo.<br />
-¿Por qué me miran así?<br />
-No lo sé.<br />
-¿No será porque no lloro?<br />
-No creo.<br />
En mi mente esa respuesta se interpreta como un sí. El fiscal se está empleando a<br />
-Jo<strong>de</strong>r –susurra mi abogado-. Viene a por nosotros.<br />
No entiendo muy bien qué ocurre. Es como si mi cociente intelectual se hubiese ido<br />
por el váter. Todo parece ocurrir a una velocidad increíble, no puedo asimilarlo.<br />
Me llaman a <strong>de</strong>clarar. Estoy nervioso. Cuando oigo la voz <strong>de</strong> mi abogado me relajo un<br />
poco. Se centra en qué ocurrió antes, en la cita, el cine, el paseo… me hace ser específico,<br />
tengo que explicar con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles por dón<strong>de</strong> paseamos si la llevaba <strong>de</strong> la mano o<br />
íbamos abrazados… su estrategia es clara: quiere <strong>de</strong>mostrar que la quería, y que lo que pasó<br />
fue por <strong>de</strong>fensa propia o, en el peor <strong>de</strong> los casos, enajenación mental.<br />
veces.<br />
Estoy tan hecho polvo que algunas preguntas tiene que formularlas dos e incluso tres<br />
-“Señoría –dice con un toque <strong>de</strong> indignación en la voz-, el acusado está en estado <strong>de</strong><br />
shock. Acaba <strong>de</strong> ser informado <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su novia. Solicito con la venia <strong>de</strong>l tribunal un<br />
receso”.<br />
47
-“Ningún receso será concedido. Letrado, prosiga”.<br />
Vuelve a hacerme una pregunta, pero es como si no asimilase las palabras. le obligo a<br />
repetir un número abusivo <strong>de</strong> veces.<br />
-¿Qué pasa contigo, iluminado? –grita mi padre <strong>de</strong> repente-. ¿No ves que está para el<br />
arrastre?<br />
-Caballero, mantenga la compostura o será expulsado <strong>de</strong> la sala.<br />
-¡Tongo! ¡Sois unos hijos <strong>de</strong> puta! ¡Fascistas! –mis padres se han vuelto<br />
<strong>de</strong>finitivamente locos.<br />
-Alguacil, proceda –dice el juez con soberbia.<br />
Justo cuando el hombre se dispone a indicar a la pareja el camino <strong>de</strong> salida, mi padre<br />
le conecta un terrible uppercut en pleno mentón, por el que el hombre cae al suelo como si lo<br />
hubiera abatido un francotirador. Ante el estupor general, salvo yo, que creo estar soñando y<br />
lo veo todo como una película, mi padre corre hacia el tribunal, y <strong>de</strong> no ser por la intervención<br />
<strong>de</strong> la pareja <strong>de</strong> policías que me han “escoltado” hasta el tribunal, el juez podía haber dado por<br />
perdidas varias piezas <strong>de</strong>ntales.<br />
-¡Ya lo han conseguido, letrado! –dice el juez entre el jaleo-. ¡Receso <strong>de</strong> una hora!<br />
Todos los que forman el tribunal salen por piernas, correteando y agazapados como si<br />
lo que oyeran fuesen disparos y no gritos.<br />
Me trasladan <strong>de</strong> nuevo a los calabozos, a una celda enfrente <strong>de</strong> los <strong>de</strong> mis padres.<br />
-¡Huy! ¿Cómo estás? –preguntan casi a coro.<br />
Ni contesto. Me siento en el catre y <strong>de</strong>jo que mi visita se pierda en la inmensidad<br />
monocromática que forma el suelo. Mis padres sollozan mientras no me pier<strong>de</strong>n <strong>de</strong> vista. Mi<br />
abogado aparece a los pocos minutos.<br />
-¿Cómo vamos? –pregunta mi madre, visiblemente preocupada.<br />
-¿Todavía preguntáis? ¡El juez se pensaba que cobraba!<br />
-Pero eso es cosa mía, no suya…<br />
-Aquí influye todo –ahora se dirige a mí exclusivamente-. ¿Y tú qué? Tienes que<br />
concentrarte.<br />
-¿Cómo fue?<br />
-¿Cómo fue qué?<br />
-¿Cómo murió?<br />
-¿Para qué quieres saber cómo…?<br />
-¿Cómo murió? –mi voz parece un gruñido, como esos perros que dicen “I love you” en<br />
internet.<br />
48
El letrado trata <strong>de</strong> resultar lo más ligero y menos grafico posible, pero la cascada <strong>de</strong><br />
imágenes que se generan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cerebro me <strong>de</strong>ja fuera <strong>de</strong> combate.<br />
-Vamos, hay que centrarse –dice al terminar-. Posiblemente testificarán. Lo mejor –<br />
señala a mis padres- sería una recogida <strong>de</strong> firmas o reclutar a alguien influyente para que<br />
hablase en su favor.<br />
Pasado un tiempo in<strong>de</strong>terminado, estoy <strong>de</strong> nuevo en la sala.<br />
-Hago una advertencia a todos los presentes en esta sala –dice el juez-. Al próximo<br />
inci<strong>de</strong>nte esta vista se continúa a puerta cerrada con el personal imprescindible.<br />
<strong>La</strong> verdad es que no me entero <strong>de</strong> mucho. Tengo continuamente la sensación <strong>de</strong> que<br />
en mi cerebro hubiera reventado una presa, provocando una riada que asola todo a su paso.<br />
<strong>La</strong> sensación <strong>de</strong> que ir por la calla paralela hubiese ahorrado todo este sufrimiento a tanta<br />
gente me hace sentir culpable y a la vez furioso. No puedo pensar con claridad, sólo tengo<br />
ganas <strong>de</strong> partirle la cara a alguien.<br />
Por lo visto, cada juicio lleva su sistema. Primero presentan los hechos, luego los<br />
sospechosos, a mí, y las pruebas que indican por qué se me ha acusado. Después –en este caso<br />
la pregunta no es si lo hice o no, sino en qué contexto o por qué razón lo hice-, fiscal y abogado<br />
<strong>de</strong>fensor prueban y <strong>de</strong>sacreditan respectivamente mis implicaciones con este caso, punto a<br />
punto, exponen una conclusión y el tribunal se retira a <strong>de</strong>liberar.<br />
Llevo una hora y media sentado junto a mi abogado, clavándole los ojos a la letrada <strong>de</strong><br />
la fiscalía, una pelirroja cincuentona amargada. No hay más que echarle una ojeada para saber<br />
que es un loro reseco, una solterona amargada que odia a los hombres, que nos ve como a un<br />
atajo <strong>de</strong> cavernícolas incapaces <strong>de</strong> existir sin intentar matarse a cada momento.<br />
No he abierto la boca, <strong>de</strong> vez en cuando yo y mi <strong>de</strong>fensor –suena a héroe <strong>de</strong> cómic o a<br />
leyenda <strong>de</strong> la edad media- cuchicheamos, pero siempre dice que no sabe cómo va a terminar<br />
esto, que hay que esperar.<br />
El tribunal se retira a <strong>de</strong>liberar, y yo vuelvo al calabozo. Van a saltar a mis padres.<br />
Estaban nerviosos, y van a <strong>de</strong>jarlo pasar por ser la primera vez.<br />
-¿Cómo ha ido? –pregunta mi madre cogiéndome <strong>de</strong> las manos a través <strong>de</strong> los<br />
barrotes.<br />
-Hay que esperar.<br />
-Señora, pue<strong>de</strong>n irse. Hablen con mi compañero a la salida para recuperar sus efectos<br />
personales.<br />
Pasa un buen rato en el que me relajo un poco. Es como si la riada <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi<br />
cabeza se hubiese encauzado. Me quedo dormido sin mayor problema según me tumbo en el<br />
catre.<br />
Un golpe a la puerta <strong>de</strong> la celda me <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> golpe.<br />
-Levántate, ya hay un veredicto –dice mi abogado.<br />
-¿Tan rápido?<br />
-Esto es malo, muy malo –está histérico, ni que fuese a entrar él en la cárcel.<br />
49
-“Por la presente con<strong>de</strong>namos al acusado a permanecer en un penal estatal durante<br />
un periodo <strong>de</strong> veintiséis meses y un día, no aplicándose el tercer grado sin haber cumplido al<br />
menos un tercio <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>na”.<br />
-¿Qué? –he vuelto a sentir la riada. Una rabia malsana estruja mi estómago y no puedo<br />
contenerme-. ¿Acabo yo en la trena? ¿Matan a mi novia y encima yo pago los platos rotos?<br />
-Señor Pérez, no empeore su situación.<br />
-¡Soberbio! ¡Ser juez no te convierte en inmortal!<br />
-¿Me está usted amenazando?<br />
-¿Eh? –acabo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> que la he liado.<br />
-Señoría, comprenda que mi <strong>de</strong>fendido –mi abogado trata <strong>de</strong> arreglarlo. Me llama<br />
“<strong>de</strong>fendido”, no “cliente”-…<br />
-¡Estoy hasta los huevos! ¿Creéis que podéis hacerme daño? ¿Pensáis que per<strong>de</strong>r la<br />
libertad es peor que per<strong>de</strong>r a mi novia?<br />
-Caballero –susurra el alguacil mientras trata <strong>de</strong> esposarme.<br />
-¡Me dais pena! ¡Os creéis dioses y sois tan miedosos que con<strong>de</strong>náis a quienes os<br />
damos miedo! ¡Sois patéticos!<br />
Me sacan a empellones <strong>de</strong> la sala. A punto estoy <strong>de</strong> partirle la cara al alguacil, pero en<br />
el último segundo me contengo. Mi traslado ya está listo cuando no llevo ni diez minutos en el<br />
calabozo.<br />
-¡Mira, pero si es nuestra princesa! –tenían que ser ellos.<br />
-Me han dicho que en el juicio te has puesto un poco nervioso.<br />
-¡<strong>La</strong> gatita enseña las uñas!<br />
-¿Sois así <strong>de</strong> subnormales <strong>de</strong> forma espontánea o ensayáis por las noches?<br />
Un puñetazo en el abdomen una vez que he sido esposado me hace toser como un<br />
enfermo <strong>de</strong> cáncer <strong>de</strong> pulmón.<br />
-Otro chiste y te <strong>de</strong>jo los ojos iguales, mamón.<br />
Todo el viaje a la penitenciaria transcurre en silencio. Bueno, a <strong>de</strong>cir verdad, yo estoy<br />
en silencio mientras el par <strong>de</strong> imbécil es que me llevan no <strong>de</strong>jan sus chistes ni un momento. Si<br />
tuviese las manos libres, sólo necesitaría recordar a mi novia en el suelo –esa imagen me está<br />
matando- y mandar a este par <strong>de</strong> sacos <strong>de</strong> abono al otro barrio.<br />
50
CAPITULO VI<br />
Otra vez en la cárcel. Entramos. Otra vez el tipo <strong>de</strong>l registro. Otra vez con el tipo que<br />
no hace más que echar cuños en papeles mirándome como si tuviese un alienígena <strong>de</strong>lante.<br />
-Adiós, preciosa. A lo mejor no nos vemos en una temporada.<br />
-Verás que <strong>de</strong> amiguitos haces.<br />
Un par <strong>de</strong> guardas me llevan a comunes. Me indican una celda.<br />
-Es aquí. Quédate aquí quieto en los recuentos y no toques los cojones.<br />
Un tipo enorme está en la pared apoyado, mirándome <strong>de</strong> arriba abajo.<br />
-¡Vaya, eres el <strong>de</strong> la tele!<br />
-Me confun<strong>de</strong>s con otro. ¿Dón<strong>de</strong>…? –señalo las camas.<br />
-Yo prefiero este lado –la estancia está virtualmente partida en dos.<br />
-Vale –comienzo a hacer mi cama. Hacía años que no hacía una.<br />
-¿Tú no eres el que mató a esos dos?<br />
-No.<br />
-El <strong>de</strong> las pedradas. Luego los acuchillaste.<br />
-Habían matado a mi novia.<br />
-¡Sabía que era tú! Bienvenido, me llamo Teodoro.<br />
-<strong>Enrique</strong>, pero me llaman…<br />
-…Harvey. Por Harvey Keitel –ante mi asombro aña<strong>de</strong>-. <strong>La</strong> tele.<br />
-Oye- me arrincona-. ¡Caramba! Es enorme. Medirá más <strong>de</strong> dos metros y es puro<br />
músculo. Lo tengo jodido. Aunque al menos no tiene ninguna cruz gamada tatuada en el<br />
cogote-. ¿Te gustan los chicos?<br />
-Si me violas te <strong>de</strong>spertarás <strong>de</strong>stripado.<br />
-¡Oh! No era… -se aleja a la otra punta <strong>de</strong> la celda-. Verás, me has hecho un poco <strong>de</strong><br />
tilín y pensaba…<br />
-¿Eres gay?<br />
-¿Algún problema?<br />
51
-No, pero ¿fuera también lo eras?<br />
-Esto no es Alcatraz, novato.<br />
-Discúlpame, Teodoro. No quería ofen<strong>de</strong>rte. Es que ha pasado todo tan rápido… no,<br />
me gustan las chicas, pero tú y yo po<strong>de</strong>mos ser colegas.<br />
Se acerca en un salto y vuelve a arrinconarme.<br />
-¿No puedo usar tu culo pero <strong>de</strong>bo protegerlo?<br />
-No te he pedido nada.<br />
-¡Era broma! Claro, instálate, voy a hacer unas pesas. Ven y te presentaré a alguien.<br />
Me quedo en el camastro. Lloro y duermo. Ojalá estuviese muerto. Algo impacta<br />
contra mi cuerpo. Es una bolsa.<br />
-Pérez, tus cosas – dice un carcelero cuando ya me ha golpeado.<br />
En una bolsa <strong>de</strong> basura. Al fin y al cabo, eso es lo que somos para ellos, ¿no? Está mi<br />
ropa y un libro que me ha traído mi madre. No tengo ninguna gana <strong>de</strong> leer, pero ojeo páginas<br />
al azar. Al fin, una sorpresa agradable.<br />
A modo <strong>de</strong> marca páginas, una foto <strong>de</strong> mi chica, <strong>de</strong> un día que me dio por jugar con la<br />
cámara. ¡Qué sonrisa!<br />
El recuento suena un rato <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estar llorando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la flota.<br />
-¿Qué miras…? ¡Vaya! Es preciosa.<br />
-Gracias.<br />
Mientras bajamos en fila hacia el comedor, cuchicheos con mi nuevo compañero.<br />
-Oye, ¿sabes <strong>de</strong> algún tatuador?<br />
-¿Aquí? Olvídate. Vas a acabar sidoso.<br />
-¡Eh! –grita alguien <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos-. ¡Harvey!<br />
Me giro. Es Alfredo. Le saludo. Nuestras filas se acercan.<br />
-¿Qué?<br />
-Veintiséis meses y un día. Revisión para el tercer grado en un tercio.<br />
-¡Mierda! Lo siento, chico.<br />
-Teodoro, Alfredo. Alfredo, Teodoro.<br />
-Siéntate con nosotros. Faustino se va a chupar lo que queda <strong>de</strong> día, por lo menos.<br />
-Vale, ¿quieres venir? –le pregunto a Teodoro.<br />
-Si no os importa…<br />
52
-¿Qué ha pasado con ese tal Faustino? –pregunta Teodoro nada más sentarse.<br />
-Llegó tar<strong>de</strong> a un recuento. Estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda y se <strong>de</strong>spistó.<br />
-Jo<strong>de</strong>r. ¿Qué le ha caído? ¿Un día?<br />
-Sí.<br />
-Alfredo, échame una mano para convencer a éste <strong>de</strong> que no se tatúe.<br />
-¿Estás loco? Has <strong>de</strong> coger algo.<br />
Guardo silencio y finjo centrarme en comer.<br />
-De todas formas –dice Alfredo un instante <strong>de</strong>spués-, si <strong>de</strong> verdad vas a hacerlo,<br />
dímelo y te presento a alguien, ¿vale?<br />
-Vale. Preséntame a alguien.<br />
-Mañana lo mando a tu celda.<br />
Teodoro niega con la cabeza. Después <strong>de</strong> comer volvemos a las celdas. Me siento en el<br />
suelo, con los barrotes clavándoseme en el hombro. Después <strong>de</strong>l recuento abren las celdas y la<br />
gente pasea por el pabellón. Una música que no había oído nunca llega a mis oídos.<br />
Viene <strong>de</strong>l piso <strong>de</strong> abajo. Valdés y un par <strong>de</strong> tíos fuman, conversan y se ríen con esa<br />
canción <strong>de</strong> fondo. Sin pensarlo dos veces, bajo con ellos.<br />
-Buenas tar<strong>de</strong>s –los tres se me quedan mirando <strong>de</strong>safiantes-. Perdonad que os<br />
moleste.<br />
-¿Qué quieres, novato?<br />
-¿Me podéis <strong>de</strong>cir qué estáis escuchando? Me gusta mucho esta canción.<br />
Valdés se me acerca y trata <strong>de</strong> arrinconarme. Los otros dos le guardan las espaldas. Se<br />
me empieza a hacer <strong>de</strong> noche.<br />
-¿Quién te envía?<br />
-Nadie.<br />
-No me hagas enfadar.<br />
-Te juro por lo que más quieras que sólo quiero saber el grupo y el disco para<br />
bajármelo <strong>de</strong> internet.<br />
-Como tengas un as en la manda te machaco, papi.<br />
Se separa y me señala el aparato <strong>de</strong> música. “Calle 13-No hay nadie como tú-Los <strong>de</strong><br />
atrás vienen conmigo-Reproduciendo”.<br />
Una vez leído salgo <strong>de</strong> la celda.<br />
-Gracias. Y perdón por haberos molestado.<br />
53
Los tres se miran con incredulidad mientras vuelvo a la celda. Teodoro y yo nos<br />
pasamos parloteando el resto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />
Valdés y sus compadres se pasean <strong>de</strong> vez en cuando por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestra celda.<br />
Como siempre, me percato <strong>de</strong> mi error <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Estos tres se piensan que Teodoro o<br />
yo hemos venido a enviar algún aviso.<br />
-Mierda, la hemos liado –le digo a Teodoro cuando uno <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> Valdés sube a<br />
nuestra planta y se coloca al otro extremo, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una celda, apoyado en la barandilla, sin<br />
quitarnos la vista <strong>de</strong> encima.<br />
-No, la HAS liado –contesta Teodoro-. A mí no me metas.<br />
-¿Debería hablar con ellos? No, me acabaría <strong>de</strong> enterrar vivo.<br />
-No digo nada. Bueno, sí. Que es cosa tuya.<br />
Gracias al cielo, la hora <strong>de</strong> cenar llega enseguida, y Alfredo con ella.<br />
-Creo que la he cagado –le espeto antes <strong>de</strong> saludar siquiera.<br />
-¿Qué ha pasado?<br />
-Ha ido –interviene Teodoro- a la celda <strong>de</strong> Valdés a que le dijera qué música<br />
escuchaba.<br />
-¿Qué?<br />
Asiento.<br />
-¿Eres idiota o qué? Los putos novatos, siempre cagándola…<br />
-Alfredo, por favor, ayúdame.<br />
-…se lo tengo dicho a Faustino –continúa con su soliloquio-, nada <strong>de</strong> novatos…<br />
Me siento como si tuviese catorce años y hubiese llegado a casa a las tantas oliendo a<br />
tabaco.<br />
-Bueno, igual tienes suerte y todo. Tengo un negociete a medias con uno <strong>de</strong> sus<br />
amigos. Quizás pueda hablar con él y contarle que no eres más que un idiota.<br />
-Gracias, Alfredo, muchas gracias.<br />
-Pero eso implica que tendré que respon<strong>de</strong>r por ti, así que como la vuelvas a liar…<br />
-Ni un problema, palabra.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, y eso que estoy en preventiva.<br />
-Alfredo, estoy en <strong>de</strong>uda contigo.<br />
-Sí, ahora pon cara <strong>de</strong> bueno, idiota.<br />
Cenamos la bazofia que nos ponen en ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> plástico –la mayor parte <strong>de</strong> la mía<br />
se la doy a Teodoro- y nos vamos a dormir.<br />
54
lado.<br />
Nada más sonar la alarma salimos al recuento. Uno <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> Valdés viene a mi<br />
-No vuelvas a pasar por esa celda, ni a mirarnos a la cara, si quieres que tus tripas sigan<br />
<strong>de</strong>ntro, ¿vale?<br />
-De acuerdo, no quiero problemas.<br />
-Pues no los busques.<br />
A media mañana, mientras Teodoro ha bajado a las pesas, a hacer unos ejercicios <strong>de</strong><br />
mantenimiento, yo me quedo leyendo.<br />
En un momento <strong>de</strong> la mañana que no sabría precisar, un tipo entra en mi celda. Me he<br />
quedado dormido. Otra vez.<br />
-Oye, papi –me doy la vuelta <strong>de</strong> un respingo. Es Valdés.<br />
-Hola –mascullo. Me incorporo-. Siéntate.<br />
Se coloca frente a mí, mirándome a los ojos. Muy cerca.<br />
-¿Tú por qué acabaste en este mier<strong>de</strong>ro?<br />
-Un par <strong>de</strong> tipos mataron a mi novia y yo hice ven<strong>de</strong>tta.<br />
-Doble intento <strong>de</strong> homicidio.<br />
-Creo que al final se quedó en dos cargos <strong>de</strong> agresión con agravantes. Es igual. ¿Por<br />
qué me preguntas?<br />
-¿Has estado alguna vez en Panamá?<br />
-No. Ni siquiera tengo pasaporte.<br />
-¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?<br />
-Veintiséis meses, aunque a lo mejor me dan el tercer grado.<br />
-Escúchame, y escúchame muy bien. No has muerto en la ducha porque alguien ha<br />
parlamentado por ti –Alfredo, imagino-. A menos que te dirija la palabra, no quiero ni que<br />
vuelvas a mirarme a la cara.<br />
Asiento sin saber que <strong>de</strong>cir.<br />
Cuando, unas horas <strong>de</strong>spués, bajo al comedor, lo primero que hago es darle la mano a<br />
Alfredo.<br />
-Gracias, tío.<br />
-No es nada, chico.<br />
-Estoy en <strong>de</strong>uda contigo.<br />
-Me conformo con que lo la vuelva a cagar.<br />
-¡Eh!<br />
55
-¡Faustino!<br />
-Siento verte, chico.<br />
-Si sólo fuera estar aquí…<br />
-De eso también me he enterado. Te acompaño en el sentimiento.<br />
-Y yo –dice Alfredo.<br />
-Y yo –Teodoro me da una palmada por la espalda.<br />
Después <strong>de</strong> un rato <strong>de</strong> cola, nos encontramos con un plato <strong>de</strong> bazofia <strong>de</strong>lante.<br />
-Si lo queréis, vuestro –digo quedándome sólo con la naranja.<br />
-¡Ah! Faustino, convéncelo tú –balbucea Alfredo con la boca llena.<br />
-¿De qué?<br />
-De que no se tatúe.<br />
-¿Te vas a tatuar?<br />
-Eso pensaba.<br />
-¿Qué te vas a tatuar?<br />
-<strong>La</strong> foto <strong>de</strong> mi chica.<br />
-¿Dón<strong>de</strong>?<br />
-En el antebrazo –señalo la zona interior <strong>de</strong> mi antebrazo izquierdo.<br />
-No, jo<strong>de</strong>r, que si te lo va a tatuar aquí.<br />
-Cuanto antes mejor. ¿Hay alguien aquí que sea bueno?<br />
-Jazzman –respon<strong>de</strong>n ambos a coro.<br />
-¿Quién?<br />
-Última mesa, el <strong>de</strong> los tatuajes en los brazos.<br />
-¿Y es bueno?<br />
-Todos los <strong>de</strong> sus brazos son diseños suyos –comenta Alfredo.<br />
-Al menos es limpio.<br />
-Me lo tenéis que presentar.<br />
-Da trescientos euros por perdidos.<br />
-Mi novia bien los vale.<br />
-Tú mismo, pero no me parece bien.<br />
56
-Ni caso. Ole tus huevos, chaval –exclama Faustino dando una palmada sobre la mesa.<br />
-¡Estáis todos locos! –masculla Alfredo.<br />
Después <strong>de</strong> comer volvemos a la celda y hacen recuento. Vuelvo a mi libro y a mi foto.<br />
Teodoro se larga a jugar a las cartas con unos amigos suyos. Parecía dispuesto a invitarme,<br />
hasta que juega unas manos conmigo.<br />
Me pongo cara a la pared para que nadie me vea llorar. No puedo dominarme. Pensar<br />
que nos ojos <strong>de</strong> mi niña no están me corta la respiración. Se había cambiado el peinado hace<br />
poco. Ahora lucia un flequillo que le enmarcaba la cara cuando llevaba el pelo suelto y una<br />
melena con las puntas rectas.<br />
-¿Tú eres Harvey?<br />
Me levanto y doy la vuelta <strong>de</strong> un salto, secándome las lágrimas con las palmas <strong>de</strong> las<br />
manos.<br />
-Sí, soy yo.<br />
-Te pillo en mal momento, luego…<br />
-No, habla.<br />
-Me han dicho que querías tatuarte.<br />
-¡Ah! Jazzman, supongo.<br />
-El mismo.<br />
-Encantado <strong>de</strong> conocerte.<br />
-Lo mismo digo… -se queda mirándome pensativo-. Espera… ¡Tú eres el <strong>de</strong> la tele!<br />
-¿Quién?<br />
-Te mataron a la novia.<br />
Asiento incrédulo.<br />
-¿Dos tipejos que te <strong>de</strong>nunciaron por intento <strong>de</strong> homicidio?<br />
-Creo que se quedo en agresión.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r, macho! ¡Qué cabronada! Lo siento mucho.<br />
-Gracias.<br />
-¿Y qué habías pensado hacerte?<br />
-Esto –le enseño la foto <strong>de</strong> mi novia. Está empezando a ajarse.<br />
-Buh, nada más para los colores…<br />
-No, lo quiero sólo dibujado.<br />
-Necesitaré la foto un par <strong>de</strong> días.<br />
57
-Vale, pero ten cuidado.<br />
-¿Algo más?<br />
-¿Para el tatuaje? Sí, que <strong>de</strong>bajo vayan las palabras “Nadie como tú” con forma <strong>de</strong> U,<br />
como enmarcando la imagen.<br />
-Ya.<br />
-No tengo claro qué tipo <strong>de</strong> letra…<br />
-Luego te traigo el libro con los estilos.<br />
-¿Cómo andará esto <strong>de</strong> precio?<br />
-Hasta que no lo tenga diseñado, no te sé <strong>de</strong>cir, igual lo tienes ya en el brazo y no sé<br />
qué <strong>de</strong>cirte –sonríe confiado.<br />
-Te lo digo porque no tengo un presupuesto ilimitado. No me puedo gastar mil euros<br />
en un tatuaje.<br />
Con un semblante <strong>de</strong> asombro que no le cabe en la cara, Jazzman me hace darme la<br />
vuelta y me coge por el hombro.<br />
-¿Tú crees que alguno aquí paga mil euros por un tatuaje? ¿O quinientos? ¿O<br />
trescientos? Pues hay unos cuantos tatuados.<br />
-Vale. Yo era por no tener problemas. Por cierto, ¿hay muchas pegas por tatuarse?<br />
-No, no les importa lo que haga yo, que para eso soy profesional. De todas maneras, si<br />
te ponen algún problema, solicítaselo al alcai<strong>de</strong>. Yo lo hago con guantes, agujas esterilizadas…<br />
si le <strong>de</strong>jan caer que lo harás <strong>de</strong> cualquier forma y riesgo, dará permiso. Imagínate un<br />
seropositivo más por culpa <strong>de</strong> la dirección…<br />
-Claro.<br />
-¿Tienes alguna pregunta más?<br />
-¿Cómo lo vas a diseñar?<br />
-Un programa informático <strong>de</strong> tratamiento <strong>de</strong> imágenes. Luego se imprime en papel<br />
especial, parecido a los tatuajes que salen en los chicles, estos que se van en un día, o al<br />
primer lavado.<br />
-Sí.<br />
-Eso es la guía. Luego sacamos la aguja y a casa.<br />
-Ya. ¿Duele mucho?<br />
-Eso es relativo. Hasta que no lo pruebas no podrás <strong>de</strong>cir si pue<strong>de</strong>s soportarlo o no.<br />
-¿Tiene efectos secundarios?<br />
-Si se hace bien no, aunque es posible que los primeros días tengo fiebre.<br />
58
-Gracias, Jazzman –no quiero molestarle más, y le tiendo la mano.<br />
-De nada, hermano –no sólo me coge la mano, sino que me abraza-. En serio, tío,<br />
simpatizo con tu causa. Tú y yo no vamos a tener ningún problema y si necesitas algo me lo<br />
dices.<br />
casa.<br />
-Agra<strong>de</strong>zco tus palabras. No es fácil adaptarse a este sitio.<br />
-Llevo siete años y aún no me he adaptado.<br />
-¿Por qué estas aquí?<br />
-Mala praxis. Los <strong>de</strong> Sanidad me jodieron sin razón.<br />
-¿Siete años caen por eso?<br />
-Y quince. A mi me han convencido un tercer grado, y <strong>de</strong> vez en cuando paso el día en<br />
-¿Cómo es lo <strong>de</strong>l tercer grado?<br />
-Arbitrario. Ponen en una balanza a la gente que caes bien y a la que caes mal y según<br />
lo que pesa más te lo dan o no.<br />
Jazzman –su nombre real es Jonathan, y su mote se lo <strong>de</strong>be a los cientos <strong>de</strong> horas que<br />
ha pasado escuchando a Marcus Miller- me trae el libro <strong>de</strong> tipografías. Es una especia <strong>de</strong><br />
álbum <strong>de</strong> fotos <strong>de</strong>l grosor <strong>de</strong> una enciclopedia.<br />
-¿Todos estos tatuajes los has hecho tú? –pregunto antes <strong>de</strong> que se vaya, sorprendido<br />
por la ingente cantidad <strong>de</strong> formatos disponibles.<br />
-Ahí están sólo los mejores –respon<strong>de</strong> sin arrogancia-. Muchos años y muchos<br />
tatuajes.<br />
Me paso ojeándolos hasta que apagan la luz. Teodoro no me dirige la palabra. Le pido<br />
su opinión con un par <strong>de</strong> tipografías que me gustan, y respon<strong>de</strong> en pocas palabras que es mi<br />
brazo y que me busque la vida.<br />
Después <strong>de</strong> que apaguen las luces me paso horas divagando y llorando cada vez que<br />
los ojos <strong>de</strong> mi niña se dibujan en mi imaginación. Acabo <strong>de</strong> percatarme <strong>de</strong> lo útil que me ha<br />
resultado el ojear los diseños para mantenerme ocupado.<br />
A la mañana siguiente estoy para el arrastre. No he dormido ni cuatro horas, entrando<br />
en fase REM por puro agotamiento y pese a una sensación <strong>de</strong> angustia que me oprime la boca<br />
<strong>de</strong>l estómago.<br />
Salgo <strong>de</strong> la celda en calzoncillos, dando tumbos con los ojos aún cerrados. El <strong>de</strong>sayuno<br />
es nauseabundo.<br />
-¿No comes nada? –dice Alfredo, que no me quita el ojo <strong>de</strong> encima.<br />
-Mi vaso huele a mierda.<br />
-¡Hala!<br />
-Huele –según acerca un poco la nariz, se retira con un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> repulsión.<br />
59
-¡Su puta madre!<br />
-Me toca <strong>de</strong>sayunar en la taza… <strong>de</strong>l váter.<br />
Los tres nos partimos, pese a que ninguno estamos muy animados. Esa misma mañana<br />
Faustino y Alfredo <strong>de</strong>ben acudir al juzgado, don<strong>de</strong> se celebrarán sendos juicios.<br />
-¿Cómo estáis?<br />
-Jodidos –dice Faustino con voz queda-. No nos libra ni el <strong>de</strong> “Algunos hombres<br />
buenos” –al parecer, una <strong>de</strong> sus películas favoritas.<br />
-<strong>La</strong> verdad es que lo tenemos mal –confirma Alfredo-. A mí porque no hay pena <strong>de</strong><br />
muerte, que si no…<br />
-Es que estafando a un abogado –respon<strong>de</strong> resignado Faustino.<br />
-¡Para cabrones ellos!<br />
-Precisamente por eso lo digo-<br />
-Vosotros –irrumpe un guarda antes <strong>de</strong> volver a las celdas-. Os esperan para el<br />
traslado.<br />
Nos damos un buen apretón <strong>de</strong> manos.<br />
-Mucha suerte, amigos.<br />
-Gracias, chico.<br />
-Que al menos tengáis más suerte que yo.<br />
-Tampoco va a ser difícil.<br />
-¡Calla! –interrumpe Alfredo-. Que llamas a la mala suerte…<br />
60
CAPITULO VII<br />
Mientras termino <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar –me guardo las galletas en un bolsillo y miro el vaso<br />
con repugnancia-, observo a mi alre<strong>de</strong>dor. Teodoro no se ha sentado con nosotros. Venía<br />
<strong>de</strong>trás mío en la cola y no tengo muy claro cuándo <strong>de</strong>sapareció. Está a un par <strong>de</strong> mesas –unos<br />
treinta internos- <strong>de</strong> distancia, en el margen opuesto al mío.<br />
Pese a ser una buena manera <strong>de</strong> meterse en problemas, me quedo observándole. Está<br />
discutiendo con el tipo que hay a su lado. Muy interesante, al parecer. Apenas mueven la boca<br />
o gesticulan, pero hay gestos que los <strong>de</strong>latan: los puños cerrados, murmurar entre dientes, el<br />
aparente intercambio <strong>de</strong> hostilida<strong>de</strong>s…<br />
De repente, cuando vuelvo la vista a mi <strong>de</strong>sayuno y pensaba en las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
que hubiese pelea, Teodoro se ha levantado cogiendo al otro tipo por el cuello mientras éste,<br />
mucho menos corpulento que mi compañero <strong>de</strong> celda, lucha por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse sin mucho éxito.<br />
Una vez <strong>de</strong> pie, Teodoro conecta un <strong>de</strong>moledor uppercut <strong>de</strong> izquierda –su mano mala-<br />
que arroja a su contrincante al suelo. Al momento se forma un corro alre<strong>de</strong>dor. Incluso hay<br />
apuestas. Yo me juego diez euros por Teodoro. No hay ningún especialista para caer en la<br />
cuenta <strong>de</strong> que el otro tipo va a terminar hecho puré.<br />
Un par <strong>de</strong> minutos más tar<strong>de</strong>, cuando han formado un grupo <strong>de</strong> unos ocho, los<br />
agentes intervienen. Se abren paso hasta el centro <strong>de</strong> la acción, don<strong>de</strong> ya no hay nada que ver.<br />
Después <strong>de</strong> un <strong>de</strong>moledor gancho que para Teodoro era tan sólo la carta <strong>de</strong> presentación, su<br />
oponente ha cometido la temeridad <strong>de</strong> levantarse, tambaleándose, pero se ha puesto en pie.<br />
Después <strong>de</strong> unos amagos, Teodoro ha respondido con un leve <strong>de</strong>rechazo, preludio <strong>de</strong><br />
su uppercut asesino –apodado así por los testigos <strong>de</strong> anteriores proezas pugilísticas- que ha<br />
<strong>de</strong>jado a su rival completamente fuera <strong>de</strong> combate, ante la euforia y los vítores <strong>de</strong>l gentío.<br />
Los guardas se lo llevan y mientras camina me dirige una furtiva mirada. Está muy<br />
triste, o al menos esa impresión me da. Esos diez euros me dan otro <strong>de</strong> beneficio.<br />
-¿Cash o tabaco?<br />
-Págame mañana y así me lo pienso.<br />
-Tal vez olvi<strong>de</strong> la apuesta –sonríe.<br />
-Ya te lo recordaré.<br />
<strong>La</strong> megafonía vuelve a retumbar: “Encierro todo el día”.<br />
-¿Qué? –por un segundo todos somos una voz. Miro a uno <strong>de</strong> los guardias, que vigilaba<br />
a menos <strong>de</strong> dos metros <strong>de</strong> mi espalda.<br />
61
-¡Jo<strong>de</strong>r, han sido tres puñetazos! ¿Qué culpa tengo yo?<br />
-¿Quieres ir tú también?<br />
-Putos engreídos –murmuro al darme la vuelta.<br />
Para mí ese día <strong>de</strong> encierro, ahora en soledad, es una buena oportunidad para elegir la<br />
tipografía <strong>de</strong> las letras <strong>de</strong> mi futuro tatuaje.<br />
Es mentira, ahora las letras también me recuerdan a ella. Me paso horas llorando, con<br />
la sábana apelotonada presionándome la cara para que nadie escuche mis sollozos, y vuelto<br />
cara a la pared, para que nadie me vea llorar.<br />
Después <strong>de</strong> una cantidad ingente <strong>de</strong> recuentos –especialmente <strong>de</strong> noche, cada hora-,<br />
llega el <strong>de</strong>sayuno. Veo a Faustino en una celda al otro lado <strong>de</strong>l pasillo. Los saludo con la cabeza<br />
y les sonrío.<br />
Nos encontramos en la celda.<br />
-¿Cómo os ha ido?<br />
-De pena –respon<strong>de</strong> Faustino.<br />
-¿Pero cómo <strong>de</strong> mal? –indago <strong>de</strong> nuevo ante el silencio.<br />
-Doce años <strong>de</strong> mal –sentencia cabizbajo Faustino.<br />
-¡Mierda!<br />
-Yo gano –interviene Alfredo, que sonríe cínicamente-. Veinte años.<br />
-¡Hala!<br />
-Te lo dije, chico. Con<strong>de</strong>na máxima. Se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n entre ellos. Todo un paripé. Mi<br />
abogado estaba lobotomizado.<br />
-Piensa en positivo –afirma Faustino-. Al menos estaremos juntos.<br />
-Quién sabe, quizá nos casemos.<br />
Nos reímos.<br />
-Yo seré el padrino <strong>de</strong> bodas.<br />
Nos partimos.<br />
El <strong>de</strong>sayuno es incomestible. Vamos, como siempre. Es un premio a la regularidad, y<br />
eso que me muero <strong>de</strong> hambre.<br />
-¿Tu compañero? –susurra Alfredo en la mesa.<br />
-¿Teodoro? Es la causa <strong>de</strong>l encierro.<br />
-¿Es el que noqueo a su novio?<br />
-Ni puta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién es, pero Teodoro lo <strong>de</strong>jó para el arrastre en tres viajes.<br />
62
-¡Qué tío!<br />
Salgo al patio con mis amigos. No tengo muchas ganas, pero todos estamos<br />
<strong>de</strong>sanimados, <strong>de</strong>bemos ayudarnos.<br />
<strong>La</strong> megafonía retumba en el patio: “<strong>Enrique</strong> Pérez. A la sala <strong>de</strong> psicología”<br />
-¡Coño! –sonríe Alfredo-. ¡Te llevan con los locos!<br />
-Jo<strong>de</strong>r –me ha irritado bastante-. Verás qué cabronada, y las idioteces que tendré que<br />
aguantar. ¿Os ha tocado…?<br />
-Nunca.<br />
-Quizá –dice Faustino cínico- es una psicóloga-stripper que te va a quitar las penas.<br />
-A golpe <strong>de</strong> látigo –aña<strong>de</strong> Alfredo.<br />
Los <strong>de</strong>jo bromeando mientras un carcelero me lleva a mi <strong>de</strong>stino, que ni siquiera sé<br />
dón<strong>de</strong> está.<br />
-Hola, Hernando.<br />
-<strong>Enrique</strong>.<br />
-¿<strong>Enrique</strong>? A ver… -registra en un archivador-. ¡Oh! Sí, aquí. <strong>Enrique</strong> Pérez. Es que hay<br />
un tal Hernando Pérez… ¿lo conoces?<br />
-¿A quién?<br />
-A Hernando Pérez.<br />
-No, ¿<strong>de</strong>bería?<br />
-No lo sé. Lo <strong>de</strong>cía porque como estáis los dos aquí…<br />
-Sí, como somos veinte nos conocemos entre todos.<br />
Ha notado mi impertinencia y se ha puesto visiblemente tensa. No quiero que se<br />
encuentre cómoda.<br />
-¿En qué piensas, <strong>Enrique</strong>?<br />
-¿Qué?<br />
-Sí, ¿en qué piensas? ¿Cómo te sientes?<br />
-En que ojalá no lleves ropa interior, y me siento triste porque mi boca nunca pasará<br />
por ahí –me muerdo el labio inferior en un gesto amenazante.<br />
-No vas a lograr incomodarme –respon<strong>de</strong>, pero su lenguaje corporal da a enten<strong>de</strong>r<br />
todo lo contrario-. Cualquier ruido extraño y entrará el guarda.<br />
-¿Y la confi<strong>de</strong>ncialidad médico-paciente?<br />
-No implica que esté <strong>de</strong>sprotegida.<br />
63
-Sí, voy a ponerme a llorar para que el tonto <strong>de</strong>l culo que está al otro lado <strong>de</strong> la puerta<br />
como un pasmarote en la puerta fisgue y cuchichee.<br />
-¿Sabes que puedo enviarte a aislamiento?<br />
-¿Me amenazas?<br />
-No, yo…<br />
-Lo primero: mi respuesta a todas tus preguntas es “no tengo nada que <strong>de</strong>clarar”, y lo<br />
segundo: aquí serás una diosa, pero fuera no eres nadie. Cuidado con tus amenazas.<br />
-Espera, siéntate, por favor. Me han asignado para asistir a los que cumplís lustra<br />
primera con<strong>de</strong>na, para ayudaros a adaptaros a la vida en prisión. Pero necesito tu ayuda.<br />
Su entereza es admirable, lo reconozco, pero mi participación aquí ha terminado.<br />
-Háblame <strong>de</strong> tu experiencia aquí.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-Te llamaré todos los días hasta que hables.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-¡Guarda! –alza la voz. El carcelero entra-. Llévatelo, y trae a Hernando Pérez.<br />
En el patio sólo hay caras <strong>de</strong> asombro.<br />
-¿Qué ha pasado? –Alfredo está un poco ansioso-. ¿Qué quería?<br />
-Ayudar. Y lo primero que me suelta es que pue<strong>de</strong> mandarme a aislamiento. Y<br />
teniendo un carcelero <strong>de</strong>trás escuchando.<br />
-¿Y en qué quería ayudarte la tipa esa? –indaga Faustino.<br />
-En mi adaptación a la vida aquí.<br />
-¡Ah! –Alfredo se rasca la cabeza-. Por eso acaban <strong>de</strong> llamar al novato ese.<br />
-Sí.<br />
Jazzman se pasa por mi celda <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, mientras ojeo un libro <strong>de</strong> la<br />
biblioteca <strong>de</strong> la cárcel. Apenas entiendo la primera línea cuando ya he pasado página. Trata<br />
sobre dos londinenses –chico y chica- que se encuentran en Nueva Delhi en un tren y se pasan<br />
todo el trayecto parloteando. Mientras se enamoran, no faltan salves a la reina y <strong>de</strong>sprecios a<br />
las excolonias y a sus gentes. Como por lo visto el autor se había quedado con ganas <strong>de</strong><br />
complacer a todo el mundo, la pareja viaja a Pakistán, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribe a los musulmanes como<br />
una panda <strong>de</strong> Nean<strong>de</strong>rtales iracundos que sólo saben pronunciar alabanzas a Alá y lapidar<br />
mujeres. Era un reto, pero lo ha conseguido. En cincuenta páginas estoy Haro. Cuando estoy<br />
incorporándome para bajar <strong>de</strong> nuevo a la biblioteca y <strong>de</strong>scambiarlo, Jazzman golpea los<br />
barrotes <strong>de</strong> la celda.<br />
-¿Molesto?<br />
-No, pasa.<br />
64
Un breve apretón <strong>de</strong> manos y una oferta para sentarse.<br />
-Te ofrecería algo, pero… -me excuso.<br />
-No pasa nada. A<strong>de</strong>más ú y yo somos presos mo<strong>de</strong>lo que saben que tener comida en la<br />
celda está prohibido.<br />
Compartimos una sonrisa cómplice mientras el carcelero que hace la ronda pasa por<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la celda y nos fulmina con la mirada.<br />
-Llevaba un rato siguiéndome –susurra-. ¿Has visto el catálogo?<br />
-Sí.<br />
-¿Ves algo bueno?<br />
-Sí, estos dos –valiéndome <strong>de</strong> una pequeña chuleta, busco las páginas-. Pero…<br />
¿podrían ser con la letra más redon<strong>de</strong>ada?<br />
-Creo que sé a lo que te refieres. Vamos a la sala <strong>de</strong> informática.<br />
Bajamos. <strong>La</strong> sala <strong>de</strong> informática es un cuartucho <strong>de</strong> unos doce metros cuadrados con<br />
seis or<strong>de</strong>nadores dispuestos en un mueble circular y una papelera. Sin ventanas.<br />
-A ver –dice Jazzman mientras el or<strong>de</strong>nador carga-. Supongo que así puedo <strong>de</strong>jarlo<br />
bien. Si no te flipa el diseño dilo, ¿vale? Una vez que esté hecho no se borra.<br />
Asiento.<br />
-Este es el diseño. Espera –saca una memoria USB y la conecta al or<strong>de</strong>nador-. ¡Ahí va!<br />
Se me olvidaba.<br />
Me extien<strong>de</strong> la foto <strong>de</strong> mi novia. Está doblada, pero no han quedado gran<strong>de</strong>s marcas.<br />
-Si quieres una sin doblez, me avisas, que ha sido culpa mía doblarla.<br />
Abre un archivo <strong>de</strong> la memoria.<br />
-Mira, la foto escaneada. Y aquí, la i<strong>de</strong>a –otro archivo que muestra la misma foto, pero<br />
como si el rostro <strong>de</strong> mi novia hubiese sido dibujado a lápiz.<br />
-¡Qué chulo! Parece que <strong>de</strong> verdad lo hubieses dibujado.<br />
-Gracias. Soy un profesional. ¿Cuál era el mensaje?<br />
-Nadie como tú.<br />
-Mira, el diseño que <strong>de</strong>cías tú –dice tras teclear enfebrecidamente-. ¿Cómo lo quieres?<br />
-Con la letra como más redon<strong>de</strong>ada.<br />
-A ver –abre otro programa. Importa el texto y el formato <strong>de</strong> la tipografía. Empieza a<br />
enredar con el ratón. <strong>La</strong>s letras van cambiando <strong>de</strong> forma, pero no acaban <strong>de</strong> ajustarse a mi<br />
i<strong>de</strong>a. Imprime una <strong>de</strong> las pruebas con el rostro <strong>de</strong> mi novia encima. Con un lápiz indico lo que<br />
quiero.<br />
65
Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas, el diseño perfecto emerge <strong>de</strong> la impresora.<br />
-¡Vaya! Es impresionante.<br />
-Gracias. Mañana conseguiré algo <strong>de</strong> papel especial y te pondré la calcamunía.<br />
Dúchate antes <strong>de</strong> que te la ponga porque si se moja el diseño sin estar acabado se borrará.<br />
-Se pone otro.<br />
-Lo malo es si el tatuaje está a medio hacer.<br />
-Ya.<br />
-¿Mañana por la mañana primera sesión?<br />
-Como quieras.<br />
-Pásate por mi celda.<br />
Lo proximidad <strong>de</strong> la aguja y la tinta me ha puesto nervioso, así que me bajo al patio, a<br />
ver si algún amigo tiene ganas <strong>de</strong> hablar. Sólo veo a Alfredo –el juez ha aprobado un traslado al<br />
hospital para que vea a su mujer.<br />
-<strong>La</strong> verdad es que en eso se han portado –admite Alfredo fijando la vista en la lejanía-.<br />
Tiene visitas, y eso no es fácil ni teniendo a la familia en la puerta.<br />
-¿Puedo hacerte una pregunta?<br />
-Para las tías prefiero el tanga a las bragas.<br />
-¿Tienes familia?<br />
-¡Coño, pues claro! ¿Qué piensas, que estoy recién salido <strong>de</strong>l orfanato?<br />
-No, jo<strong>de</strong>r, que si estás casado o tienes hijos.<br />
-Sí, casado y dos churumbeles.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r!<br />
-Y otros uno en camino.<br />
-¡Vaya! Enhorabuena.<br />
-Tú no tienes, ¿no?<br />
-No. Mi única familia son mis padres prácticamente.<br />
-¿No tienes tíos, abuelos…?<br />
-Sí, pero como si no.<br />
-¡Cómo sois los payos! Cada uno por su lado. Una familia es para estar unidos.<br />
-Si tu padre o tu hermano en vez <strong>de</strong> respaldarte y quererte te odian y hacen lo posible<br />
por hundirte, ya no son familia. Vosotros os apoyáis, en mi familia por parte <strong>de</strong> padre y <strong>de</strong><br />
66
madre, sólo piensan qué po<strong>de</strong>mos hacer por ellos o qué pue<strong>de</strong>n robar. Y el resto <strong>de</strong> tiempo ni<br />
te cogen el teléfono.<br />
-Eso es duro.<br />
-Oye, y ¿cómo ves a tus hijos?<br />
-Mi abogado está solicitando que vengan tar<strong>de</strong> sí tar<strong>de</strong> no para pasar un par <strong>de</strong> horas<br />
conmigo.<br />
-Me alegra saberlo. Uno <strong>de</strong>be tener acceso a su gente.<br />
Jazzman pasa cerca <strong>de</strong> nosotros y me saluda con un gesto con la cabeza. Devuelvo el<br />
saludo.<br />
-¿Sois colegas? –indaga Alfredo.<br />
-Parece que le he caído en gracia, pero sólo hemos tropezado por lo <strong>de</strong>l tatuaje.<br />
-Haz lo que quieras, pero no me parece bien. Es peligroso.<br />
-Agra<strong>de</strong>zco tu preocupación, pero si me hubiesen dado a elegir entre per<strong>de</strong>r el brazo o<br />
a mi novia mi coche estaría adaptado.<br />
-Pero nadie te pone entre la espada y la pared, y pue<strong>de</strong>s pasarlo muy mal –se sube la<br />
camiseta. Un “Estefanía” en forma <strong>de</strong> U invertida se dibuja en su abdomen, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />
costillas-. Me pareció algo genial, tierno con mi mujer y chungo <strong>de</strong> cara a los <strong>de</strong>más. Lo que<br />
nadie me dijo eran los nueve días <strong>de</strong> fiebre que me esperaba. Pensaba que me iba a morir.<br />
Estoy absolutamente estupefacto, incapaz <strong>de</strong> articular palabra.<br />
-No te sirve <strong>de</strong> nada, ¿verdad? Vas a hacértelo <strong>de</strong> todas maneras, ¿a qué sí?<br />
Asiento con una tímida sonrisa. Se vuelve a colocar la camiseta y se sienta a mi lado,<br />
don<strong>de</strong> estaba.<br />
-Pues te digo una cosa, como te pase algo parecido, fiebre o algo así por hacerte el<br />
dichoso tatuaje –su voz ha tomado un cariz <strong>de</strong> reproche, amenazante. Creo que es un<br />
ultimátum- …aquí estoy si necesitas algo. Conozco unas pastillas que te harán la vida más fácil.<br />
-¿Ves? A eso me refiero. Me apostaría el brazo <strong>de</strong>l tatuaje a que más <strong>de</strong> un miembro<br />
<strong>de</strong> mi familia biológica se está riendo pensando que me estás violando en las duchas y voy<br />
paliza tras paliza.<br />
-Los payos sois muy raros.<br />
-No todos los payos somos iguales. Hay payos para todo.<br />
67
CAPITULO VIII<br />
<strong>La</strong> sirena indica la hora <strong>de</strong> cenar. Otra comida insoportable y <strong>de</strong> vuelta a la celda.<br />
Segunda noche que estoy solo. Divago sobre el futuro reciente <strong>de</strong> Teodoro antes <strong>de</strong> quedarme<br />
dormido.<br />
<strong>La</strong>s pesadillas con aquel día me hacen <strong>de</strong>spertarme empapado en sudor, temblando –a<br />
punto <strong>de</strong> convulsionar- con el corazón que parece que me va a estallar y los ojos anegados en<br />
lágrimas.<br />
No he podido dormir mucho, todavía hacen la ronda los guardas <strong>de</strong>l primer turno sin<br />
que hayan cambiado <strong>de</strong> ala, y yo estoy secándome con algo <strong>de</strong> papel higiénico y lavándome la<br />
cara. Me siento en la cama –no tengo valor para tumbarme- y observo la foto <strong>de</strong> mi chica.<br />
¡Qué ojos! Y su flequillo nuevo –andaba bromeando con ella por eso-, y su sonrisa que daba<br />
ganas <strong>de</strong> sonreír y era el preludio para que me dijese que me quería.<br />
Mis recuerdos parecen <strong>de</strong>l siglo pasado, y a la vez me siento como si me hubiesen<br />
cortado una pierna. Incompleto. Incapaz.<br />
Como viene siendo habitual, me duermo tardísimo, <strong>de</strong> puro agotamiento, con la foto<br />
asida con fuerza sobre mi pecho, el lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nunca saldrá mi novia.<br />
Al día siguiente el mismo <strong>de</strong>sayuno vomitivo. Jazzman, al verme <strong>de</strong> lejos, me hace una<br />
seña por si había olvidado nuestra cita. Como si pudiese olvidarme.<br />
-¿Cómo te fue con la mujer? –le pregunto a Faustino.<br />
-Mal.<br />
-Oye –me percato <strong>de</strong> lo erróneo <strong>de</strong> mi actitud-, si no quieres hablar…<br />
Alfredo se ha quedado callado, expectante, mirándome con una expresión<br />
recriminatoria. He hablado lo que no <strong>de</strong>bía, no hay duda.<br />
-No, tranquilo. Está muy serena –prosigue Faustino con voz queda-, pero es por los<br />
calmantes. Se ha extendido a la vejiga, y parece que hay tramos <strong>de</strong> intestino afectados.<br />
-¡Mierda, tío! –mi voz se ha quedado en un susurro-. Lo siento mucho, <strong>de</strong> verdad.<br />
-Gracias, chico –se inclina sobre la mesa, apoyándose en los codos, con la mano<br />
contraria apoyada sobre ellos, y baja la cabeza.<br />
Yo también me quedo un poco tocado. Hoy no va a ser un día muy alegre. Parece<br />
mentira cómo po<strong>de</strong>mos estar recluidos, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> bazofia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo<br />
que ha pasado.<br />
68
-Ahora va a ir a hacerse el tatuaje –dice Alfredo dirigiéndose a Faustino.<br />
-¡Vaya! ¿Estás nervioso?<br />
-Un poco inquieto.<br />
-Creo que haces bien. Si no te va a llegar el dinero o algo, dinos, porque nosotros… -<br />
enmu<strong>de</strong>ce, como si se le hubiese olvidado qué iba a <strong>de</strong>cir.<br />
-Parece que le he caído en gracia a Jazzman –me veo obligado a intervenir-, no creo<br />
que me cobre gran cosa, ni que se ponga quisquilloso con los pagos.<br />
-Cuidado con las <strong>de</strong>udas –anuncia Faustino mirando hacia otra parte, distraído-. Aquí<br />
son la causa número uno <strong>de</strong> conflictos.<br />
-Gracias por el consejo, amigo.<br />
El <strong>de</strong>sayuno termina y hacen el recuento una vez que hemos vuelto a las celdas.<br />
Después bajo a la celda <strong>de</strong> Jazzman.<br />
-Bienvenido a mi humil<strong>de</strong> morada.<br />
-Gracias –respon<strong>de</strong> obnubilado-. No tan humil<strong>de</strong>, y muy bien <strong>de</strong>corada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego –<br />
las pare<strong>de</strong>s están empapeladas con mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong>snudas.<br />
-Hay que escoger bien las compañías. ¿Nos ponemos a ello? –asiento-. Siéntate aquí.<br />
Me pasa una toallita con alcohol por el antebrazo. Saca un par <strong>de</strong> agujas esterilizadas<br />
<strong>de</strong> su funda y las acopla al instrumento <strong>de</strong> tatuaje, una mezcla entre una pluma estilográfica y<br />
un martillo neumático.<br />
Pasa el brazo por aquí –hay unas correas unidas a la silla-. A veces un pinchazo, o el<br />
dolorcillo <strong>de</strong> la piel irritada provocan espasmos que nos pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>strozar el diseño.<br />
-Como quieras.<br />
Lo primero extien<strong>de</strong> sobre el brazo la calcamunía.<br />
-¿Aquí? –la coloca con los ojos cerca <strong>de</strong>l codo y el mensaje cerca <strong>de</strong> la muñeca.<br />
-Del revés.<br />
-¿Así?<br />
-Claro. Lo quiero para po<strong>de</strong>r mirarlo yo, no para lucirlo con los <strong>de</strong>más.<br />
-Tú mandas.<br />
Una vez en la ubicación elegida, Jazzman lo fija y seca la zona, que aún quedaban<br />
restos <strong>de</strong> alcohol.<br />
-Es la hora. Fíjate bien el brazo. ¿Seguro que quieren hacerlo? Si damos marcha atrás<br />
ahora ni siquiera te cobraré.<br />
-No. Estoy seguro.<br />
69
-Quizá te duela.<br />
No. Quizá no. El dolor es intenso. Cada dos minutos o así nos tomamos unos segundos,<br />
él para <strong>de</strong>scansar la mano, yo para recuperar el aliento.<br />
-Tranquilo –me consuela Jazzman <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un buen rato <strong>de</strong> tortura. Hemos acabado<br />
lo primero con la parte <strong>de</strong> aquí, que era la <strong>de</strong>l tendón éste, la más dolorosa. Ahora <strong>de</strong>bería ser<br />
más lleva<strong>de</strong>ro.<br />
<strong>La</strong> sirena <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> comer coge a Jazzman en plena labor, conmigo un poco más<br />
relajado.<br />
-¡Mierda! –exclama entre dientes-. Ojalá pudiésemos faltar.<br />
-Yo no tengo hambre –contesto instintivamente.<br />
-Ya, ni yo, pero, ¿y los recuentos?<br />
-¡Mierda!<br />
-Espera. Ponte esto. Hay que protegerlo.<br />
Me coloca una gasa con esparadrapo empapada con algún ungüento sobre la zona<br />
afectada.<br />
Esto <strong>de</strong>bería aliviar la irritación. Procura no rascarte y que nada toque el vendaje.<br />
En el comedor Jazzman viene <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí, mientras veo a Alfredo muy por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
nosotros, a punto <strong>de</strong> dirigirse a mesa con su ban<strong>de</strong>ja.<br />
-Oye –digo a Jazzman sin acabar <strong>de</strong> mirarme y, por lo tanto, sin mirarle-, ¿te apetece<br />
comer con nosotros?<br />
-¿Por qué no? –balbucea sin mucha convicción.<br />
-No, que era sólo una oferta, si no te apetece.<br />
-No, claro que me apetece. Me vendrá bien cambiar <strong>de</strong> aires. ¿Con quién sueles<br />
comer?<br />
-Con Alfredo y con Faustino. ¿Los conoces?<br />
-A Alfredo <strong>de</strong> vista. Faustino ni i<strong>de</strong>a.<br />
-Te van a caer bien. Conmigo se han portado genial.<br />
-Normalmente los que entráis aquí por alguna paranoia <strong>de</strong>l juez si no os metéis con<br />
nadie no os suelen tocar las pelotas.<br />
Después <strong>de</strong> un buen tato, llegamos a la mesa, don<strong>de</strong> Alfredo parece discutir con la<br />
comida en vez <strong>de</strong> comer.<br />
-¡Puaj! Ni se os ocurra comer carne aquí <strong>de</strong>ntro.<br />
-Demasiado tar<strong>de</strong> –respon<strong>de</strong>mos a coro. A los dos nos ha seducido la presunta ternera<br />
presuntamente estofada.<br />
70
-He traído un invitado, no te importa, ¿no?<br />
-En el caso <strong>de</strong> Jazzman no, pero si me hubiese importado, ¿qué tendría que haber<br />
hecho? ¿Echarlo?<br />
Me quedo un poco cortado.<br />
-¡Que es broma! Yo no tengo enemigos aquí, y si los tuviese te hubiera avisado para<br />
que no la cagaras.<br />
-Que por lo que he oído, no es la primera vez –corrobora Jazzman.<br />
Mi rostro entero se vuelve una interrogante.<br />
-Lo <strong>de</strong> Valdés –explica bajando el tono <strong>de</strong> voz-. Es uno <strong>de</strong> los tíos más peligrosos aquí,<br />
las noticias que tienen que ver con él aún viajan más rápido.<br />
-¿Dón<strong>de</strong> está Faustino?<br />
-En la enfermería.<br />
-¿Y eso?<br />
-Se ha empezado a encontrar mal cuando estábamos en el patio charlando<br />
tranquilamente.<br />
-¡No jodas!<br />
-Que le dolía la tripa. Él dice que el <strong>de</strong>sayuno le ha sentado mal, pero para mí que son<br />
los nervios. Duerme muy mal, lleva días que vomita según llega a la celda. Tiene mucha presión<br />
encima.<br />
-Oye, para ir a verlo…<br />
-Tienes que presentar una solicitud al carcelero…<br />
-Déjalo. Paso. No voy a pedir favores. ¿Tienes previsto ir a verlo?<br />
-Tengo previsto hablar con un amigo que está en la enfermería trabajando.<br />
-¿Le pue<strong>de</strong>s hacer llegar un mensaje?<br />
-Creo.<br />
-Dile que si necesita algo para que me avise.<br />
-Era lo que iba a <strong>de</strong>cirle yo.<br />
-Entonces dile que no está solo. Que otros pasamos por situaciones tan peliagudas, o<br />
más y no tiene por qué pasar por esto sólo.<br />
-Vale.<br />
Alfredo saca un papel y anota algo con un lápiz diminuto y roñoso.<br />
-¿Notas picor? –Jazzman cambia radicalmente <strong>de</strong> tema, señalando los vendajes.<br />
71
-No.<br />
-¿Alguno molestia?<br />
-No, no siento más que alivio <strong>de</strong> que estés con la aguja.<br />
Ambos sonríen.<br />
-¡Es verdad! –dice Alfredo-. ¿Qué tal va?<br />
-Pregúntale al experto.<br />
-Va bien, llevaremos una tercera parte, tal vez algo más, y nos hemos quitado lo más<br />
complicado. Es difícil que terminemos esta tar<strong>de</strong>, pero a lo mejor con un poco <strong>de</strong> suerte para<br />
mañana por la mañana lo finiquitamos.<br />
-¿Duele? –pregunta Alfredo con una sonrisa maliciosa.<br />
-Un poco.<br />
-No –interviene Jazzman-, la verdad es que el tío está ocupado. El tramo <strong>de</strong> esta<br />
mañana era lo más jodido y ha aguantado bien.<br />
-Hombre, que las he pasado putas –tampoco quiero quedar como invulnerable.<br />
-¿Lo enseñarás? –dice Alfredo.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, a la fuerza, ¿has visto dón<strong>de</strong> me lo he hecho? –levanto el brazo, hasta ponerlo<br />
perpendicular al tronco. <strong>La</strong>s gasas y el vendaje no me <strong>de</strong>jan doblar el codo con comodidad.<br />
-No, igual empiezas a usar camisetas <strong>de</strong> manga larga.<br />
-Demasiado calor. Hasta en invierno me molestan.<br />
<strong>La</strong> comida termina y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l recuento volvemos al tatuaje. Jazzman es muy<br />
puntilloso con eso. No <strong>de</strong>ja que me quite las vendas ni las gasas, e incluso me da un carrusel <strong>de</strong><br />
indicaciones para colocar el brazo en las correas <strong>de</strong> la silla, como si no acabase <strong>de</strong> hacerlo.<br />
Tenía razón. No me duele casi nada esta parte <strong>de</strong>l tatuaje. Es más, casi ni siento la aguja, es<br />
como si me rascasen con un palillo.<br />
<strong>La</strong>s horas pasan veloces y el rostro <strong>de</strong> mi chica va tomando forma pese a que el tono<br />
enrojecidísimo <strong>de</strong> mi piel le está <strong>de</strong>jando una expresión un tanto rara.<br />
<strong>La</strong> sirena suena cuando ha acabado <strong>de</strong> esbozar la N. ya sólo queda la leyenda. El rostro<br />
ha sido terminado.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r! –dice Jazzman <strong>de</strong>jando la aguja-. ¿Quieres venir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar o para<br />
mañana?<br />
-Como digas tú.<br />
-Vente entonces.<br />
En la cena Alfredo está muy callado. No pronuncia palabra y apenas prueba la comida.<br />
-¿Te pasa algo, compadre? –murmuro un poco cohibido.<br />
72
-¡Qué esto es una mierda me pasa! –da una palmada en la mesa.<br />
-Dinos algo que no sepamos.<br />
Uno <strong>de</strong> los carceleros se acerca a la espalda <strong>de</strong> Alfredo y se queda ahí, oído avizor.<br />
Hago una señal a Alfredo para que guar<strong>de</strong> silencio, mientras el tipejo se me queda mirando, y<br />
también a Jazzman, <strong>de</strong>safiante.<br />
Cuando por fin <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> largarse, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato más largo <strong>de</strong> lo que esperaba, le<br />
hago otra señal a mi amigo, que retoma su relato.<br />
-Pues que he llamado a casa hace un par <strong>de</strong> horas con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hablar un rato con mi<br />
mujer y tal, y me cuenta que mi hijo pequeño está en la cama llorando.<br />
-¿Pues? –Jazzman y yo volvemos a intervenir a coro.<br />
-En el colegio, que <strong>de</strong>be haber un niñato <strong>de</strong> mierda que se ha reído <strong>de</strong> él.<br />
-¿Y eso? –pregunto. Como si no supiera que para tener problemas en el colegio no<br />
hace falta una razón concreta.<br />
-Es que en el colegio les han preguntado los oficios <strong>de</strong> sus padres, y cuando han<br />
llegado a él, y ha dicho que estoy aquí, algún hijo <strong>de</strong> perra se ha reído <strong>de</strong> él, se han pegado a la<br />
salida y cuando su hermano ha ido a separarlos, un grupo <strong>de</strong> madres han salido en la <strong>de</strong>fensa<br />
<strong>de</strong> esos cabrones.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r!<br />
-¿Le ha pasado algo a tu hijo?<br />
-El pequeño <strong>de</strong>be tener los <strong>de</strong>dos marcados por un bofetón, que por lo visto ha<br />
<strong>de</strong>vuelto con intereses, el otro idiota con un ojo morado y mi hijo mayor se va a comer una<br />
semana <strong>de</strong> expulsión, y todo por salir a la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su hermano.<br />
-¿Tan pronto ha tomado cartas en el colegio? –me extraña ese <strong>de</strong>talle.<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r! le han con<strong>de</strong>nado antes que a ti.<br />
-Dile a tu mujer que baje al Ministerio <strong>de</strong> Educación y presente una queja.<br />
-¿Por qué?<br />
-Porque tu hijo mayor no ha podido ni dar explicaciones.<br />
-Bah, se pasarán todo por el forro.<br />
-Pronuncia la palabra mágica –ante su gesto <strong>de</strong> incredulidad, completo mi explicación-:<br />
racismo.<br />
-El hermano <strong>de</strong> mi novia y su mujer adoptaron a un guineano.<br />
-¿Cómo? –dice Alfredo, y Jazzman tampoco parece muy enterado.<br />
-Si esto es África –hago un dibujo en la natilla-, Guinea está más o menos aquí.<br />
-¡Ah, vale!<br />
73
-Bueno, eso. Adoptaron un niño guineano y el segundo o tercer día que fue al cole le<br />
pegaron, y encima <strong>de</strong> apaleado llamaron a sus padres para expulsarlo… ¡En segundo <strong>de</strong><br />
primaria! Y qué convencidos estaban <strong>de</strong> que lo iban a expulsar… hasta que el hermano <strong>de</strong> mi<br />
novia dijo que recurriría al ministerio y que los iba a meter en el juzgado, porque aquello<br />
sonaba a racismo. ¡Oye, mano <strong>de</strong> santo! Adiós investigación y todo se quedó en “son cosas <strong>de</strong><br />
niños”.<br />
-¿Tú crees que harán caso?<br />
-Mi novia me contaba esta <strong>historia</strong> cada poco. Su sobrino es… era su ojito <strong>de</strong>recho.<br />
-Gracias, Harvey.<br />
-De todas maneras –interviene Jazzman-, hay niños crueles, ¿eh?<br />
-Crueles no –intervengo impulsivamente-, hijos <strong>de</strong> puta.<br />
El carcelero nos perdona la vida con la mirada mientras Alfredo asiente con<br />
vehemencia.<br />
-Hay gente –corrobora- que hace mal por puro placer, aun sabiendo que no van a<br />
obtener ningún beneficio. ¿Qué gana ese chaval que se ha pegado con mi hijo? Pues que con<br />
un poco <strong>de</strong> suerte el par <strong>de</strong> ostias que se merece, y aún así provoca la pelea.<br />
-Hombre, en segundo <strong>de</strong> primaria, con siete u ocho años los niños son muy<br />
impresionables. A lo mejor viene aleccionado <strong>de</strong> casa.<br />
-Jo<strong>de</strong>r, peor me lo pones –intervengo solapando la respuesta <strong>de</strong> Alfredo-. El chaval no<br />
tiene culpa, pero a los padres habría que darles ese par <strong>de</strong> hostias.<br />
Los tres acabamos <strong>de</strong> cenar en silencio –yo sólo como una manzana y una naranja. <strong>La</strong><br />
fruta fresca es lo único comestible en esa cocina.<br />
-De todas maneras –digo tratando <strong>de</strong> consolar a Alfredo-, estate tranquilo. ¿Te digo<br />
cual va a ser el proceso a seguir?<br />
Levanta la vista con curiosidad.<br />
-Algún crío –prosigo- irá con la <strong>historia</strong> a los padres, posiblemente se cagarán <strong>de</strong> miedo<br />
y les llenarán la cabeza <strong>de</strong> mierda. Convertirán a sus hijos en marginados, y cuando se <strong>de</strong>n<br />
cuenta <strong>de</strong> que son hijos <strong>de</strong> “un auténtico presidiario” y que los convictos molamos, serán los<br />
nuevos héroes <strong>de</strong>l colegio, admirados y temidos al mismo tiempo. Si tienen la cabeza bien<br />
amueblada, sobrevivirán.<br />
Después <strong>de</strong>l recuento, volvemos a la celda <strong>de</strong> Jazzman. Cuelga las sábanas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
la celda como si las hubiese <strong>de</strong>jado a secar –una medida <strong>de</strong> precaución para preservar la<br />
intimidad- y vuelve a quitarme las gasas y a colocarme en la silla con cuidado.<br />
-A ver si hay tiempo.<br />
74
CAPITULO IX<br />
Queda una hora y media hasta que la sirena nos man<strong>de</strong> a la cama. El tiempo pasa<br />
rápido, pero la aguja <strong>de</strong> Jazzman aún corre más. Queda el tiempo justo para que me recoloque<br />
las gasas y el vendaje y vaya a mi celda antes <strong>de</strong> que empiece el último recuento antes <strong>de</strong><br />
apagar las luces.<br />
-Procura no echarle peso –me ha aconsejado mientras me vendaba-. Duerme sobre el<br />
otro brazo y procura no rozar la zona.<br />
-Qué rápido, ¿no?<br />
-Sí, la verdad es que se ha dado bien.<br />
-¿Cuánto te <strong>de</strong>bo?<br />
-Ajustamos cuentas mañana.<br />
-Gracias, Jazzman.<br />
-Mañana en el <strong>de</strong>sayuno ven y te quito los vendajes.<br />
Al día siguiente me <strong>de</strong>spierto con la sirena, empapado en sudor. Me duele todo el<br />
cuerpo y casi no puedo ver nada. Mi vista está como nublada. De los vendajes llaman la<br />
atención pequeñas zonas enrojecidas. Ha supurado sangre durante la noche. Un carcelero<br />
entra en la celda.<br />
-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>! –grita a mi lado. Me va a estallar la cabeza-. ¿Qué pasa, que los<br />
recuentos no van contigo?<br />
Al verme da un salto hacia atrás.<br />
-¡Llama a la doctora! –grita volviendo a salir <strong>de</strong> la celda-. ¡Este idiota está que ar<strong>de</strong>!<br />
-¡Este es tu momento, chúpasela! –respon<strong>de</strong> alguien al parecer bastante lejos. <strong>La</strong>s<br />
carcajadas recorren los pasillos.<br />
-¡Ese listo, dos días <strong>de</strong> aislamiento!<br />
-¿Quieres intimidad para chupármela a mí también? –más risas recorriendo el<br />
pabellón.<br />
-¡Una semana a aislamiento, y el que se ría lo sigue!<br />
Se hace un frágil silencio. Hasta yo puedo oír los cuchicheos y las risitas reprimidas. <strong>La</strong><br />
doctora llega y me <strong>de</strong>ja al instante en calzoncillos.<br />
-Hay que llevarlo a una bañera con agua bien fría.<br />
-<strong>La</strong> seguridad –replica el carcelero- no nos permite…<br />
75
-Si su temperatura sigue subiendo se producirá un colapso interno y es posible que su<br />
corazón se pare. ¿Quieres correr ese riesgo?<br />
El hombre guarda silencio.<br />
-daré un informe en el que <strong>de</strong>tallaré cómo lo <strong>de</strong>jaste morir sin ninguna necesidad.<br />
-Hace falta algo más que la opinión <strong>de</strong> una matasanos <strong>de</strong> tres al cuarto para echarme.<br />
-¿Tú crees que con una muerte y un par <strong>de</strong> juicios por negligencia, aunque salgas<br />
limpio, van a ayudarte? ¿Mantendrás el trabajo? ¿Te contratarán en otra parte?<br />
-Bah, estoy hasta los huevos –murmura mientras sale-… ¡Eh! ¡Traed una camilla! ¡Hay<br />
que llevarlo a la enfermería!<br />
solos.<br />
Una vez hemos llegado a la enfermería, los guardas que me han trasladado nos <strong>de</strong>jan<br />
-¿Sabes a qué me viene la fiebre?<br />
Casi no puedo hablar, pero muevo el brazo izquierdo con sus vendajes.<br />
-¿Es un tatuaje?<br />
-Sí –susurro.<br />
-¡Mierda! ¿Por qué no venís antes <strong>de</strong> hacer locuras? –protesta resignada mientras me<br />
quita los vendajes-. Como seas alérgico a la tinta no voy a po<strong>de</strong>r hacer otra cosa que mostrarte<br />
mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> ataúd.<br />
Cuando levanta las grasas y la zona afectada queda al aire, un dolor intenso colapsa mi<br />
cerebro.<br />
-Bueno, no está muy hinchado. ¿Duele?<br />
Asiento con insistencia.<br />
-Parece un poco <strong>de</strong> reacción, sólo eso. Quizá un antibiótico en condiciones…<br />
Una vez que he tomado la pastilla, el alivio es casi inmediato. El sudor cesa, la fiebre<br />
remite y el dolor ce<strong>de</strong>. Al cabo <strong>de</strong> una hora viene.<br />
-¿Cómo estás?<br />
-Recuperado, gracias. Me gustaría volver a mi celda.<br />
-No. Hay que esperar al menos hasta mañana. Déjame ver –señala el tatuaje.<br />
Lo explora y palpa pulgada a pulgada.<br />
-Ha mejorado mucho. ¿Te duele?<br />
-Noto algo <strong>de</strong> irritación.<br />
-Es normal, con la aguja –simula el gesto-… ¿Puedo hacerte una pregunta?<br />
-Dispara.<br />
76
-¿Quién te ha hecho el tatuaje?<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-Te protege la confi<strong>de</strong>ncialidad médico-paciente.<br />
-Tuve esa misma discusión con la psicóloga. Y, como sabrás, no acabó muy bien.<br />
-No me compares con esa frígida.<br />
-No te comparo con nadie, pero mi opinión no ha cambiado.<br />
-Es que va a venir… -en ese momento se abre la puerta y aparece un tipo encorbatado<br />
franqueado por dos carceleros-… el director.<br />
-¿Tú eres el tatuado? –formula la pregunta <strong>de</strong> un modo insolente.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-Es <strong>Enrique</strong> Pérez –aña<strong>de</strong> la doctora.<br />
-Escucha, <strong>Enrique</strong>…<br />
-Lo llaman Harvey –corrige uno <strong>de</strong> los escoltas, sonriente-. Por Harvey Keitel.<br />
-¿Quién? –pregunta asombrado mientras se acerca a mi camilla-. Es igual. Escucha,<br />
llegamos a algunos acuerdos oficiosos ciertos presos y yo para prevenir enfermeda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong><br />
forma que cuando alguien va a tatuarse le proporcionamos los materiales gratis a cambio <strong>de</strong><br />
aprobarlos. Tú y tu tatuador habéis infringido ese acuerdo y quería discutirlo con vosotros. Así<br />
que necesito saber quién te tatuó.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-¿Te arriesgarás a no po<strong>de</strong>r acogerte al tercer grado?<br />
--Nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
-Un listo. Ya verás cuando cojamos a tus amigos y les digamos que has <strong>de</strong>latado a todo<br />
el mundo las ganas que vas a tener <strong>de</strong> volver a la celda.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
El hombre se vuelve hacia la doctora.<br />
-Éste coge el alta para la hora <strong>de</strong> comer.<br />
-No se meta en mi trabajo.<br />
Sonrío.<br />
-Cuando vengas llorando con el culo hecho trizas, ya me reiré.<br />
Sigo sonriendo.<br />
-Te vas a arrepentir.<br />
-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />
77
-No iba a pasar nada –protesta la doctora una vez que nos hemos quedado solos-. Un<br />
aviso como mucho.<br />
-Me es igual.<br />
-Te has enterrado vivo.<br />
-Te propongo un trato –le hago un gesto para que se acerque una vez que se ha<br />
mostrado receptiva-. Tú –susurro –le haces llegar un mensaje a Alfredo y yo te digo quién lo<br />
hizo, siempre que no salga <strong>de</strong> aquí.<br />
-Es justo.<br />
-Dile que no he dicho nada y es todo una estrategia <strong>de</strong>l alcai<strong>de</strong>, y cuando vuelva<br />
tranquilamente a mi celda te lo diré.<br />
-A ver qué puedo hacer.<br />
<strong>La</strong>s horas en la enfermería son insoportables. No hay nada que hacer, sólo dormitar y<br />
esperar las atenciones. Ni siquiera las ventanas <strong>de</strong>jan ver el exterior, el cielo, el patio, lo que<br />
sea. Así que me paso las horas muertas mirando el rostro <strong>de</strong> la mujer más increíble que he<br />
conocido plasmado en el brazo y rememorando los momentos más imborrables a su lado, con<br />
lágrimas en los ojos y un par <strong>de</strong> canciones –que habíamos bautizado como nuestras- en el<br />
corazón.<br />
A primera hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, Alfredo llega a la enfermería.<br />
-Tenéis dos minutos –dice la doctora.<br />
-¿Qué haces aquí?<br />
-Tenía una revisión.<br />
-¡Qué tío! Oye, que no he dicho nada.<br />
-Ya lo sé. El alcai<strong>de</strong> hace siempre lo mismo. ¿Cómo estás?<br />
-Bien. Algo <strong>de</strong> fiebre. Lo típico.<br />
-Tenías razón.<br />
-¿En qué?<br />
-Mi mujer esta mañana con la directora <strong>de</strong>l colegio. Racismo y sanción suspendida. Mi<br />
hijo ha perdido un día <strong>de</strong> clase. Tampoco es para tanto.<br />
-Me alegro, amigo.<br />
-¿Quieres algo?<br />
-No.<br />
-¿Qué tal una revistita? –saca una revista con una morenaza luciendo sus colosales<br />
pechos y la coloca <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi almohada-. En concepto <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento.<br />
78
él.<br />
-Gracias a ti. Oye, dile a Jazzman –susurro el nombre- que no tiene nada que ver con<br />
-Ya lo sabe, aunque en el <strong>de</strong>sayuno se ha quedado preocupado al verte salir en la<br />
camilla. Por cierto… ¿me <strong>de</strong>jas verlo?<br />
-Que tengo que llevar las gasas y la pomada con antibiótico, pero cuando me la quiten<br />
serás el primero.<br />
-Venga, adiós, Alfredo –dice la doctora.<br />
-Nos vemos –me ofrece la mano.<br />
-Hasta luego, colega.<br />
Una sonrisa bobalicona se me queda durante el resto <strong>de</strong>l día en la camilla.<br />
<strong>La</strong> enfermera viene a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, ya vestida <strong>de</strong> calle. Lleva una camiseta <strong>de</strong><br />
los Calle 13.<br />
-¡Eh! –digo sorprendido-. Yo conozco a esos tíos. Casi me cuestan la vida.<br />
-¿Cómo?<br />
-Nada, una larga <strong>historia</strong>.<br />
-¿Qué tal la fiebre?<br />
-Ni sudo ni tengo frío y me encuentro fantástico, así que bien.<br />
Me pone la mano en la frente y no utiliza el termómetro. Los enfermeros que hay a<br />
nuestro alre<strong>de</strong>dor comienzan a hacer comentarios.<br />
-Teníamos un acuerdo.<br />
-Te <strong>de</strong>bo algo, es cierto. Pero esta conversación nunca se produjo, ¿verdad?<br />
-Cierto.<br />
-No te amenazo, sólo te pido por lo que más quieras que esto no salga <strong>de</strong> aquí.<br />
El alboroto que hay alre<strong>de</strong>dor nos ayuda a tener intimidad.<br />
-Tranquilo.<br />
<strong>La</strong> acerco a mí tapo el estrecho espacio que separa su oreja <strong>de</strong> mis labios con ambas<br />
manos y susurra: “Jazzman”<br />
Ella se incorpora sonriente y asiente en señal <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento.<br />
-¿Te lo han mirado?<br />
-Sí, el enfermero hace un rato.<br />
-Mañana te lo miro y, si pasas la noche bien, te mando <strong>de</strong> vuelta.<br />
79
-¡Doctora, estoy malito! –grita alguien al final <strong>de</strong> la sala. Por lo visto ha habido que<br />
operarle <strong>de</strong> una enfermedad bastante seria. Es admirable que saque fuerzas para bromear-.<br />
¡Tengo un calor aquí abajo…!<br />
-Doctora, me ha dado un tirón muscular en la entrepierna que no me llega la sangre<br />
al… eso <strong>de</strong> pensar.<br />
Después <strong>de</strong> cada comentario, don<strong>de</strong> parece hacerse un breve silencio, las carcajadas<br />
presi<strong>de</strong>n el ambiente.<br />
Uno <strong>de</strong> los pacientes más cercanos a mí, que queda casi frente a frente <strong>de</strong> mi camilla,<br />
me señala con gesto <strong>de</strong>sencajado.<br />
-Si haces que enseñe las tetas te incluiré en mi testamento.<br />
Me carcajeo casi instintivamente, mientras la doctora, no tengo muy claro si cohibido<br />
o atemorizado, sale <strong>de</strong> la estancia.<br />
-Si te la tiras lo grabo y vamos a medias.<br />
Después <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> distensión en los que he abandonado el silencio<br />
meditabundo o la auto-exclusión <strong>de</strong> alguna conversación banal, los pacientes volvemos a<br />
ensimismarnos. Mi mente vuelve a vagar por esa senda oscura que hace que se me forme un<br />
nudo en la garganta y no pegue ojo en toda la noche. Necesito una distracción.<br />
Con tan buena suerte que al cambiar <strong>de</strong> posición en el catre la revista cruje.<br />
-¡Anda! –exclamo sin querer. El resto, que están tan asqueados como yo, observan<br />
expectantes-. Mira lo que tengo… -una vez que he llamado la atención, <strong>de</strong> perdidos al río. Al<br />
ver la revista todos alucinan.<br />
-Si te pillan con ella, duermes en aislamiento.<br />
-¡Uh! –exclama el que me prometía su testamento-. No me digas que es la morena <strong>de</strong>l<br />
programa ese <strong>de</strong> los famosos.<br />
-Exacto. ¿<strong>La</strong> conoces? –pregunto sonriente. Es una <strong>de</strong> las mujeres más <strong>de</strong>seadas.<br />
-Sólo <strong>de</strong> vista –los dos nos reímos-. ¿Me la <strong>de</strong>jas cuando acabes?<br />
-Bien.<br />
-No las enseña, ¿no? –dice el tipo a mi lado-. <strong>La</strong>s insinúa como en la portada.<br />
-Seguro –respondo convencido-. Ha salido en un montón <strong>de</strong> revistas y no las ha<br />
enseñado.<br />
-Odio a esas tías –dice mientras paso las páginas con rapi<strong>de</strong>z-. Mucho provocar y poco<br />
enseñar.<br />
-<strong>La</strong> clásica calientabraguetas –aña<strong>de</strong> otro tipo-. Cuando tenía quince años o así tenía<br />
una novia que le encantaba hacerme volver a casa encorvado porque esa cosa no me cabía en<br />
los pantalones.<br />
Todos nos reímos.<br />
80
-Una vez que me enseñó las tetas me puse tan cachondo que me corrí sin sacármela<br />
<strong>de</strong> los pantalones. Y la hija <strong>de</strong> puta rompió conmigo porque dice que la presionaba para hacer<br />
lo que ella no quería. Y la pregunta es: ¿Para qué me enseñas las tetas y me <strong>de</strong>jas meterte<br />
mano?<br />
Mientras los <strong>de</strong>más forman un murmullo amorfo que da la razón al último<br />
participante, paso una página que se ha convertido en las puertas <strong>de</strong>l cierto. <strong>La</strong> muchacha<br />
muestra orgullosa y sonriente un busto cuando menos privilegiado.<br />
-¡<strong>La</strong> madre que me parió!<br />
-¿Qué?<br />
-¿Qué?<br />
-¡No me digas que las enseña!<br />
-Tío, que los puntos <strong>de</strong>l abdomen me están matando. Mi apéndice, que estará en un<br />
frasco, tiene que ser el más triste <strong>de</strong>l mundo.<br />
-¡Agarraos!<br />
Al volver la revista con las fotos, se <strong>de</strong>sata una ovación. Yo apenas ojeo la revista y la<br />
voy pasando, para disfrute <strong>de</strong> mis compañeros <strong>de</strong> infortunio.<br />
Aquella noche por fin duermo bien. En esa enfermería al menos hasta el amanecer,<br />
todos cierran los ojos y sonríen. Al fin hemos recuperado algo que dábamos por hecho: la<br />
libertad. <strong>La</strong> generosa <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> la muchacha y su atractiva sonrisa ha hecho que nos<br />
evadamos <strong>de</strong> ese tugurio. Es más que probable que su carrera caiga en picado y <strong>de</strong>saparezca<br />
en el olvido pero alguien <strong>de</strong>bería contarle el favor que nos ha hecho. A veces las cosas más<br />
increíbles se presentan <strong>de</strong> la forma más inverosímil.<br />
A la mañana siguiente me <strong>de</strong>spierta el <strong>de</strong> la camilla <strong>de</strong> al lado, <strong>de</strong> un zapatillazo.<br />
-¡Mierda, tío! –digo sin casi abrir los ojos.<br />
Oigo al carcelero haciendo recuento a grito pelado.<br />
-¡Si tenéis algún problema, os jodéis! –grita sin casi mirarme-. No haber hecho el idiota<br />
y no estaríais aquí.<br />
El tipo <strong>de</strong> la camilla <strong>de</strong> al lado señala al suelo. <strong>La</strong> revista se me ha <strong>de</strong>bido caer.<br />
-Dile al <strong>de</strong>l fondo que la líe –hago gestos al <strong>de</strong>l testamento para que colabore.<br />
-¡Ah! ¡Ah! ¡Doctora! ¡Ah!<br />
El carcelero se vuelve con cara <strong>de</strong> pocos amigos. Con todos dándome la espalda me<br />
levanto y <strong>de</strong>jo la revista bajo la almohada. Es difícil que cruja el papel y aún más que se caiga,<br />
ya que la afianzo con mi propio peso. Hago señas para indicar que ya vale.<br />
-Muchas gracias, doctora –dice el tipo <strong>de</strong>l apéndice.<br />
-¡Si no te he tocado!<br />
-Pues ya se ha pasado.<br />
81
-Va a haber que hacerte unas pruebas.<br />
-Comience con una colonoscopía a dos manos –dice el carcelero. Nadie se ríe a pesar<br />
<strong>de</strong> que la expresión es graciosa.<br />
El carcelero sigue a lo suyo y pronto se larga –esta enfermería tiene una pésima fama<br />
en lo que a contagios se refiere.<br />
Cuando el tipo <strong>de</strong> apéndice pasa por mi lado –trasladado-, le tiendo la mano y pongo<br />
un gesto muy sentido. Agra<strong>de</strong>zco ese tipo <strong>de</strong> compañerismo.<br />
Vuelven a traerlo un buen rato <strong>de</strong>spués. Antes ha aparecido alguien <strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ría<br />
que se ha extraviado. Le trae algo <strong>de</strong> chocolate –<strong>de</strong> comer- y tabaco a un tipo que aún no ha<br />
abierto la boca, y que tampoco ha hecho la más mínima mueca en el tiempo que lleva ahí. al<br />
salir me guiña un ojo.<br />
-Estarás nervioso, ¿no?<br />
-¿Por qué?<br />
-¡Jo<strong>de</strong>r, el juicio!<br />
-¿Qué juicio?<br />
-¿No eres tú el <strong>de</strong> la novia?<br />
No sé qué respon<strong>de</strong>r, no salgo <strong>de</strong> mi asombro.<br />
-Perdona, tío. Te habré confundido.<br />
<strong>La</strong> doctora aparece acarreando la camilla <strong>de</strong>l tipo con apendicitis. Se ha alisado el pelo.<br />
Sus rizos lo han estado ocultando pero tiene una preciosa melena castaña, a tramos incluso<br />
rojiza, que enmarca su rostro y cae hasta la cintura casi.<br />
-¡Uh! –dice el <strong>de</strong>l testamento-. A estas le gustas, chico. Una mujer que se cambia el<br />
peinado nada más conocer a alguien es que quiere jugar a los médicos.<br />
Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la camilla en su lugar, la doctora se acerca.<br />
-¿Qué tal te has levantado?<br />
-Yo cachondo perdido, doctora –dice el tipo <strong>de</strong> mi izquierda-. ¿Tiene algo para eso?<br />
-¡Que te mires al espejo, ballenato! –respon<strong>de</strong> un tipo un par <strong>de</strong> camillas más allá.<br />
Todos nos reímos.<br />
-Bien. Ya me pue<strong>de</strong>s dar el alta.<br />
-¡Venga ya, chico! –exclama <strong>de</strong>cepcionante el tío <strong>de</strong>l testamento-. Soy <strong>de</strong>masiado viejo<br />
como para no verlo. ¿No ves cómo te acaricia al ver el tatuaje? ¡Hasta se ha cambiado el<br />
peinado!<br />
-Vamos a echar un vistazo –dice la doctora ignorando los últimos comentarios.<br />
82
Me retira los vendajes con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. <strong>La</strong> irritación ha <strong>de</strong>saparecido y el rostro <strong>de</strong> mi<br />
novia se revela angelical sobre mi piel.<br />
-Ya ha curado. ¡Ahí va! –dice acariciando el “nadie como tú”-. ¿Por eso <strong>de</strong>cías que Calle<br />
13 casi te cuesta la vida?<br />
Asiento sonriendo.<br />
-¡Oh! –exclama <strong>de</strong> repente.<br />
-¿Qué?<br />
-¿Ésta es tu novia?<br />
-Sí.<br />
-¿Muerta en un atraco contigo <strong>de</strong>lante?<br />
Asiento.<br />
-¡Claro! Bien, no me hace falta ver más. ¡Guarda! Pue<strong>de</strong>s volver a tu celda.<br />
-¡Idiota! –dice el <strong>de</strong>l testamento-. Me cortaría un brazo por chupar esas tetas, y tú que<br />
las tienes a tiro las <strong>de</strong>sperdicias.<br />
-¡Ha sido un placer! –Exclamo en voz alta al gentío-. ¡Ojalá pudiese <strong>de</strong>jaros algo con lo<br />
que soñar! –señalo la almohada y hago un gesto.<br />
Todos se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n <strong>de</strong> una manera no muy efusiva y el guarda me <strong>de</strong>ja en mi celda no<br />
tengo ganas <strong>de</strong> hacer nada. Bueno, me pondría un rato a escuchar música, pero no tengo un<br />
puñetero disco, ni un dispositivo con el que escucharlo. Ni siquiera unos cascos.<br />
83
CAPITULO X<br />
Un escalofrío me recorre la médula espinal como un relámpago. Acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir<br />
algo importante. Echo <strong>de</strong> menos las horas muertas mirando al infinito o haciendo el holgazán<br />
mientras la mejor música <strong>de</strong>l mundo me bombar<strong>de</strong>a el cerebro. Debo olvidar. Me esperan al<br />
menos ocho meses y medio en este verte<strong>de</strong>ro. Si alguien, en especial los carceleros, <strong>de</strong>scubren<br />
esa <strong>de</strong>bilidad, si se me ocurriera pedirles a mis padres que me enviaran algunos discos o le<br />
dijese a algún amigo que me pasase algo <strong>de</strong> música, no dudarían en <strong>de</strong>strozar mi celda en<br />
algún registro cuando les viniese en gana, o en utilizarlo como arma contra mí. Así que <strong>de</strong>bo<br />
olvidar todo eso. <strong>La</strong> música que no esté en mi cabeza queda <strong>de</strong>scartada. Habrá ratos en que<br />
silbar o tararear me será <strong>de</strong> ayuda, y si no, si lo único que consigo es echarlo más <strong>de</strong> menos,<br />
tendré que <strong>de</strong>jar la música <strong>de</strong> lado por completo, al menos hasta que salga.<br />
Después <strong>de</strong> un rato abstraído, meditando sobre la música, que tantos momentos <strong>de</strong><br />
placer me ha dado, <strong>de</strong>cido escribir una carta. A mis padres. Sé que revisan hasta la última letra<br />
<strong>de</strong> cada envío postal que sale <strong>de</strong> la prisión. Que las cartas que hablan mal <strong>de</strong>l penal o <strong>de</strong> su<br />
plantilla no llegan, o llegan censuradas y mutiladas brutalmente, que con los mails, pese al<br />
espionaje que hay en la red, la comunicación es más segura, pero mis padres son –al menos<br />
eso dicen ellos- muy mayores para apren<strong>de</strong>r todo eso, y prefieren las cartas, si están escritas<br />
en papiro y con una pluma <strong>de</strong> ganso, mejor.<br />
Empiezo a garabatear en un par <strong>de</strong> hojas <strong>de</strong> papel llenas <strong>de</strong> lamparones con la mente<br />
en otra parte. El tatuaje <strong>de</strong> mi brazo –que he visto <strong>de</strong> reojo al colocarme en el escritorio y<br />
buscar las hojas, me ha hecho remontarme a cuando conocí a mi novia.<br />
Ella estudiaba con una ex amiga mía, en la universidad. Yo, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> bien joven tenía<br />
claro que no tenía la fuerza <strong>de</strong> voluntad necesaria para estudiar una carrera, ni la paz interior<br />
precisa para soportar los contratos <strong>de</strong> prácticas y los salarios vergonzosos, me <strong>de</strong>dicaba<br />
entonces a sacarme los carnets –tenía el <strong>de</strong> camión, me faltaba el <strong>de</strong> trailer- pero con<br />
tranquilidad. En la primera semana mi ex amiga fue abandonada por su novio, en pos <strong>de</strong> una<br />
muchachita –el <strong>de</strong>venir <strong>de</strong> la vida hizo que nuestros caminos se cruzaran-, lo que la había<br />
sumido en una <strong>de</strong>presión. Como dos o tres semanas <strong>de</strong> retraso en el carnet <strong>de</strong> trailer no me<br />
iban a suponer problema alguno, <strong>de</strong>cidí aplazar mis estudios en pos <strong>de</strong> una buena amiga que<br />
me necesitaba.<br />
Así que me <strong>de</strong>diqué prácticamente aquel mes a <strong>de</strong>cirle lo especial que era, a animarla,<br />
a comportarme como su novio si era menester. Por lo visto el novio <strong>de</strong> mi ex amiga –por<br />
entonces ya ex novio- había sido más listo <strong>de</strong> lo que podía parecer en un principio. No había<br />
cortado con ella tras quedar absolutamente prendado <strong>de</strong> la encantadora muchachita, sino que<br />
había pasado semanas jugando a dos barajas.<br />
Si la memoria no me traiciona sólo recuerdo haber hablado con ese tío en una ocasión,<br />
cuando mi ex amiga nos lo presentó –en aquella época éramos un grupo <strong>de</strong> ocho o nueve-. <strong>La</strong>s<br />
84
chicas se fueron a preparar una fiesta –celebrábamos algo y no recuerdo qué-. Nuestra misión<br />
era aprovisionar el festejo <strong>de</strong> comida y bebida, mientras que ellas a<strong>de</strong>centarían el lugar y<br />
elegirían la música –la mayor parte pegajosas baladas pop y monsergas electrónicas que me<br />
repateaban.<br />
Mientras dábamos una vuelta por la ciudad en el coche <strong>de</strong> un amigo –el único que en<br />
un momento como éste se ha acordado <strong>de</strong> mí-, el tipo empezó a hablar <strong>de</strong> una manera<br />
compulsiva, a hacer chistes infumables que reíamos por compromiso y a rematar sus bromas<br />
con numerosos e intensos puñetazos en los hombros.<br />
Tomamos algo en un par <strong>de</strong> bares para hacer tiempo. En ambos la presencia femenina<br />
era notable, tanto en cantidad como en calidad, así que, valiéndonos <strong>de</strong> las habilida<strong>de</strong>s con el<br />
sexo opuesto – y el propio- <strong>de</strong> Johny Bragas –apodado así por la colosal colección que poseía,<br />
fruto <strong>de</strong> sus numerosas conquistas, extendimos una caballerosa invitación a algunas<br />
muchachas que nos interesaban. El procedimiento funcionaba como la seda: Johny repartía<br />
unos cuantos teléfonos, estratégicamente elegidos, nos largamos <strong>de</strong>jando en el iré una<br />
incertidumbre que según Johny “nunca fallaba”, y a esperar a que en la fiesta hubiese una<br />
proporción <strong>de</strong> tres y hasta cuatro mujeres por cada hombre –hasta que el recién llegado tomó<br />
parte.<br />
Cuando se percató se percató <strong>de</strong> la bisexualidad <strong>de</strong> Johny, le atizó tres collejas<br />
seguidas al grito <strong>de</strong> “nenaza”, para acabar con un “es broma” y carcajearse a grito pelado. Más<br />
tar<strong>de</strong> en el segundo bar, cuando Johny <strong>de</strong>scartó a cinco muchachas que cuchicheaban,<br />
sonreían y miraban <strong>de</strong> soslayo porque al menos tres tenían novio, el tipo, argumentando:<br />
“¿Qué sabrá un marica <strong>de</strong> pibas?”, se acercó al grupo. No sé cómo lo logró, pero no fue sólo<br />
que las chicas no le hicieron ni caso, si no que, mientras se rascaba la entrepierna a la altura <strong>de</strong><br />
la cara <strong>de</strong> las chicas, le susurró algo al oído a una <strong>de</strong> ellas que <strong>de</strong>sembocó en un bofetón<br />
tremendo. Todo el bar se quedó paralizado. Todo el bar menos tres tipos <strong>de</strong> más <strong>de</strong> dos<br />
metros que salían <strong>de</strong>l baño y fueron junto a las chicas.<br />
-Tres con novio –dijo Johny ante nuestro estupor.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos, el más gran<strong>de</strong>, que parecía el novio <strong>de</strong> la muchacha ofendida, cogió al<br />
no-amigo con el que <strong>de</strong>bíamos cargar por la pechera y lo levantó <strong>de</strong>l suelo. Sus brazos eran<br />
como los <strong>de</strong> una excavadora. Cuando reclamó explicaciones con un escueto: “¿Tú, qué?” y un<br />
ligero zaran<strong>de</strong>o, el otro tipo balbuceó un mensaje inteligible que comenzaba con un “mis<br />
colegas y yo…” y <strong>de</strong>spués me señaló.<br />
Los dos escoltas <strong>de</strong> aquella mole humana vinieron a nuestro sitio. Nuestro amigo<br />
Johny, que siempre sabía como solventar estas situaciones, nos sacó <strong>de</strong>l apuro sin aparente<br />
dificultad, incluso al idiota que se nos había acoplado.<br />
De camino a la fiesta –ninguno teníamos más ganas <strong>de</strong> aventura- culminó su gran<br />
actuación con su pensamiento más profundo:<br />
-Si la fiesta es un muermo nos vamos <strong>de</strong> putas, ¿vale?<br />
Razonar con el era en vano.<br />
Mi ex amiga –lo había contado en más <strong>de</strong> una ocasión- había conocido a una<br />
muchacha muy legal en clase. Aquel mes que tanto tiempo compartimos, también nos sirvió<br />
para que su amiga se incluyese en aquellos cafés y aquellas tar<strong>de</strong>s en casa <strong>de</strong> mi ex amiga <strong>de</strong><br />
relax.<br />
85
Suena cursi, pero nada más verla supe que era para mí. El caso es que, sin tampoco<br />
mostrarme muy interesado, le tiré <strong>de</strong> la lengua a mi ex amiga -¿Quién era?, ¿tenía novio?,<br />
¿Qué aficiones tenía?… cada <strong>de</strong>talle se me grababa en la mente como a fuego. Finalmente,<br />
ante mi insistencia –mi máscara se vino abajo-, me prometió hablarle <strong>de</strong> mí y, si estaba por la<br />
labor, organizarnos una cita.<br />
Pero todo cambió. Un día nos emplazó al café habitual porque “tenía una sorpresa”.<br />
Yo pensaba que era la excusa que había puesto para <strong>de</strong>jarnos solos. Llego cinco minutos más<br />
tar<strong>de</strong> que nosotros y fue directa al baño.<br />
-Ahora os cuento –dijo entusiasmada.<br />
Mientras nos tomábamos algo caliente –aquel día hacía mucho frío en la calle-,<br />
apareció su ex novio.<br />
-¿Cómo te va? –me preguntó sin mirarme siquiera.<br />
-Bien, no me quejo, ¿y a ti?<br />
-¡Vaya, qué tenemos aquí! –exclamó al ver a la que posteriormente sería mi novia.<br />
Tuve que respirar hondo y contar hasta diez para no reventarle la cara contra la mesa.<br />
Se presentó emitiendo una especie <strong>de</strong> ronroneo gutural y el segundo beso se lo dio<br />
prácticamente en la comisura <strong>de</strong> los labios. Hubiese cogido un palo –el billar estaba al alcance<br />
<strong>de</strong> mi mano-, o el billar entero si fuese menester, y se lo hubiese partido en la espalda<br />
riéndome y gritando blasfemias. Aún recuerdo su expresión <strong>de</strong> asombro.<br />
-Perdonad, chicos –dijo mi ex amiga-. Es que he tenido que ir un segundo al servicio.<br />
Al percatarme <strong>de</strong> que según tomó siento, mi ex amiga asió <strong>de</strong> la mano al imbécil ese,<br />
la sorpresa estaba clara. <strong>La</strong> amiga <strong>de</strong> mi ex amiga y yo compartimos una mirada cómplice.<br />
-¿Le has dicho a tu conejito que lo he echado mucho <strong>de</strong> menos? –me pareció enten<strong>de</strong>r<br />
que le susurraba al oído.<br />
-Nena –dije levantándome como un resorte-, os <strong>de</strong>seo lo mejor, pero tengo que irme.<br />
Mi padre quiere cambiarle el aceite al coche.<br />
-¿Ni un café vas a tomar?<br />
-Ya he tomado. Págamelo, preciosa –señalé a la otra chica-. Mañana te lo pago yo.<br />
Automáticamente, volví a mis clases. Mi ex amiga sólo me había enviado algún sms<br />
dando largas para quedar en la últimas semanas, y yo respondía <strong>de</strong> una manera tan apática<br />
como ella. Lo sentía por su amiga. Me gustaba, bastante, y ahora ya no me quedaba ninguna<br />
opción <strong>de</strong> verla siquiera.<br />
Dos meses y medio <strong>de</strong>spués, estando inmerso en los exámenes prácticos <strong>de</strong>l carnet <strong>de</strong><br />
trailer, mi ex amigo me llamó con tono serio, pidiéndome quedar esa misma tar<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />
siempre –lo que era don<strong>de</strong> siempre-, y añadiendo que le llevara sus cosas –libros y música que<br />
habíamos compartido con el tiempo-. Ya lo veía venir, pero aun así traté <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme<br />
sorpren<strong>de</strong>. Cuando entré en el bar ella miraba al infinito con gesto serio mientras apuraba un<br />
cigarro –había vuelto al vicio-. Al observar una bolsa <strong>de</strong> plástico en la silla <strong>de</strong> al lado tuve claro<br />
que a la que hasta entonces había sido amiga estaba a punto <strong>de</strong> convertirse en ex.<br />
86
-Hola, nena.<br />
-No me llames así –llevaba llamándola así <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pocas semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> conocerla.<br />
Vi su taza, ya vacía.<br />
-¿Quieres algo? –pregunté.<br />
-No, me voy a ir ya. Toma –me tendió la bolsa-. Creo que está todo.<br />
Observé el interior. Hasta un par <strong>de</strong> revistas que le había comprado cuando la<br />
operaron yacían en su interior. Una amistad embolsada.<br />
-¿Qué es esto? –pregunté aunque ya sabia la respuesta-. ¿Por qué…?<br />
-Son tus cosas. No quiero ser amiga tuya nunca más.<br />
-¿Puedo preguntar por qué?<br />
-No sé cómo no se te cae la cara <strong>de</strong> vergüenza, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que has hecho.<br />
Mi cara <strong>de</strong> asombro aún la enfureció más.<br />
-Tú y mi novio –prosiguió-… en el coche con éstos… estabais rayados… y no se te<br />
ocurre otra cosa que sugerir que os fueseis <strong>de</strong> putas.<br />
-¿Qué? ¡Eso es mentira!<br />
-Ningún putero lo reconoce.<br />
-Por favor, no me llames eso.<br />
-¿El qué, putero? ¡Si es lo que eres!<br />
-Primero, nosotros no hemos ido nunca a un puticlub. Al menos juntos. Yo ni con estos<br />
ni con nadie.<br />
Sonrío <strong>de</strong> una manera cruel.<br />
-Segundo, fue él quien lo propuso.<br />
-¡Anda ya!<br />
-Pregunta a cualquiera <strong>de</strong> los que fuimos aquel día.<br />
-No pierdas la dignidad.<br />
-Bueno, pues tercero y <strong>de</strong>finitivo: luego nos enteramos <strong>de</strong> que por aquel entonces tu<br />
novio jugaba a dos bandas –era un recurso ruin, un golpe bajo, pero me sentí obligado a<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme.<br />
-¡Eres un miserable! Me dijo que respon<strong>de</strong>rías exactamente lo que has dicho.<br />
-¡Ah, claro! Ya lo entiendo. Vienes aleccionada.<br />
Su rostro mudó.<br />
87
-En fin –concluí-. Has elegido tu camino. Que te vaya bonito. Pero acuérdate que la<br />
próxima vez que necesites algo yo ya no estaré aquí.<br />
Y me fui sin mirar atrás.<br />
El tiempo pasó. De mi ex amiga y su novio las únicas noticias que me llegaron a los<br />
oídos es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla embarazada, se dio a la fuga –Tailandia, parece-. Mi ex amiga<br />
abortó <strong>de</strong> forma natural y se fue a Budapest con su tío, que era dueño <strong>de</strong> una gran compañía<br />
<strong>de</strong> potabilización <strong>de</strong> aguas.<br />
Un día, un cartel interrumpió mi paseo. Informaban <strong>de</strong> unos cursos <strong>de</strong> lengua <strong>de</strong><br />
signos, y anunciaban la apertura <strong>de</strong>l plazo <strong>de</strong> matrículas.<br />
Sin pensarlo dos veces, me apunté.<br />
¡Quién me iba a <strong>de</strong>cir que me encontraría con la amiga <strong>de</strong> mi ex amiga! Mi ex amiga,<br />
unos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverme mis cosas e insultarme, la había sacado <strong>de</strong> clase llamándola<br />
“puta” a gritos, pues, según ella, había tratado <strong>de</strong> seducir a su novio.<br />
<strong>La</strong> escucho sonriendo cínicamente, sin saber qué respon<strong>de</strong>r.<br />
Después <strong>de</strong> clase acostumbramos a tomar café en el bar que había en la misma<br />
manzana <strong>de</strong>l aula don<strong>de</strong> aprendíamos. Poco a poco fue surgiendo algo bonito, hasta que le<br />
pedí una cita. Y aceptó. Y me besó. Y hubo una segunda cita. Y una tercera. Y una cuarta…<br />
¡Vaya una ensoñación! Para cuando me he dado cuenta tengo cuatro páginas<br />
garabateadas, con alguna anécdota infantil, un montón <strong>de</strong> “os quiero” y una foto <strong>de</strong>l tatuaje,<br />
pese a que mi padre no va a aprobarlo.<br />
Pliego las hojas, escribo la dirección y lo <strong>de</strong>jo en envíos, con el sobre abierto para que<br />
alguna mente privilegiada pueda mutilarlo.<br />
mano.<br />
Para cuando llego a la celda, Teodoro me sonríe, tumbado en su cama. Me tien<strong>de</strong> la<br />
-Bienvenido –saluda.<br />
-Gracias, ¿cómo lo llevas?<br />
-Bien, ahí andamos, ¿y tú?<br />
-Deseando venir.<br />
-¿Te acaban <strong>de</strong> sacar <strong>de</strong>l agujero?<br />
-Sí. ¿Y tú, <strong>de</strong> paseo?<br />
-No, <strong>de</strong> escribirle a los viejos, que lo andan pasando mal los pobres…<br />
-¡Ah! –afirma-. Por lo <strong>de</strong>l juicio, ¿no?<br />
-¿Qué juicio? Eres el segundo que me lo comenta hoy.<br />
-¿No te has enterado? ¡Jo<strong>de</strong>r, hoy juzgan a los que mataron a tu novia!<br />
-Primera noticia. Algo ha dicho uno en la enfermería esta mañana…<br />
88
-¿En la enfermería?<br />
-¡Oh! ¡Que tú no estabas! Me ha dado fiebre –le enseño el tatuaje.<br />
-¡Hostias! Para un par <strong>de</strong> días que no estoy, mira lo que me pierdo.<br />
-¿Te gusta?<br />
-Mucho. ¿Lo ha hecho Jazzman?<br />
Miro a los lados y asiento.<br />
-Ni palabra. Por lo visto no tenía permiso y el alcai<strong>de</strong> está que bufa.<br />
-¿Damos una vuelta?<br />
-Bien.<br />
Según aparecemos en el patio Alfredo y Faustino nos silban.<br />
-¡Eh! –dice Alfredo tendiéndome la mano-. ¡El hombre <strong>de</strong>l momento!<br />
-¿Cómo estás, chico? –el tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Faustino es mucho más discreto que el <strong>de</strong><br />
Alfredo.<br />
-Me alegro <strong>de</strong> veros, amigos.<br />
-Voy a hacerme unas pesas antes <strong>de</strong> comer –explica Teodoro. Se larga al instante.<br />
-¡Pensábamos que no volverías! –exclama Alfredo bromeando.<br />
-Eso es lo que tú quisieras. No, sólo era algo <strong>de</strong> fiebre. ¿Y tú? ¿No estabas en la<br />
enfermería? –me dirijo a Faustino.<br />
-Sí estaba. Por lo visto nos cruzamos.<br />
-¿Todo bien?<br />
-Sí. Un componente <strong>de</strong> la bazofia que nos echan en el plato me sienta mal.<br />
-¡Serás el primero! –exclamo.<br />
-¿Has oído lo <strong>de</strong>l juicio? –Alfredo cambia el tercio.<br />
-Me lo acaba <strong>de</strong> contar Teodoro.<br />
-Tú tranquilo, que según se sepa algo, te digo.<br />
-¿Los han llevado a otra cárcel?<br />
-¡Vaya mierda! –espeta Alfredo, resignado-. Han alegado que prefieren quedar en<br />
libertad porque tú estás aquí <strong>de</strong>ntro.<br />
-¿Cómo?<br />
-Sí, que como tú estás aquí y no tienen por garantizada su seguridad, mejor libres.<br />
89
-Jo<strong>de</strong>r, en otro caso los trasladarán a otra trena.<br />
-¿Es que estos son más guapos?<br />
-O sea, que si voy a ver al alcai<strong>de</strong> y le digo que me has amenazado, esta noche duermo<br />
en casa.<br />
-Seguro -dice Faustino entre carcajadas-. O cenas con los <strong>de</strong> <strong>de</strong>litos sexuales o en el<br />
agujero.<br />
<strong>La</strong> sirena nos sorpren<strong>de</strong>. A Faustino le entregan un menú especial que da grima.<br />
-Si no fuese porque te pondrías malo, te daba mi comida.<br />
Por la tar<strong>de</strong> me quedo en la celda, con una replica <strong>de</strong> la foto <strong>de</strong> mi novia que ha<br />
impreso Jazzman y que he puesto cerca <strong>de</strong> la cama. Cada vez que me giro contra la pared, la<br />
veo, con su espectacular sonrisa.<br />
Teodoro no aparece por la celda en toda la tar<strong>de</strong>. A la hora <strong>de</strong> la cena, se presenta al<br />
recuento con un ojo casi cerrado por la hinchazón y un tremendo morado en la mandíbula.<br />
Parece muy enfadado, así que ni siquiera le pregunto qué le ha pasado.<br />
Una vez en el comedor, la misma bazofia en el plato, pero al menos la misma<br />
compañía. Alfredo parece mucho más animado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se solucionó la expulsión <strong>de</strong> su hijo.<br />
Faustino anda disperso. Se esfuerza en participar en la conversación, se ríe con nuestras<br />
bromas, pero su mente no está ahí. No me atrevo a preguntarle por su mujer. Apostaría a que<br />
está empeorando.<br />
-Oye –dice Alfredo bajando la voz-, a ver qué va a pasar con tu compañero.<br />
-¿Qué pasa con él?<br />
-¿No has visto qué cara le han <strong>de</strong>jado?<br />
-¿Cómo ha sido?<br />
-En las pesas –interviene Faustino-. Según lo he visto bajar sabía que iba a haber pelea.<br />
Les ha partido la cara a dos tíos que estaban en los aparatos. Ni éstos –indica a un carcelero- se<br />
han atrevido a meterse. Han hecho como si no pasase nada y el mundo ha seguido girando.<br />
Mientras Alfredo nos <strong>de</strong>leita con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la pelea, un carcelero se<br />
acerca sonriente. Mediante un gesto con las cejas aviso a mis amigos, que guardan silencio al<br />
instante.<br />
-Estarás contento –anuncia sonriente. Miro a Alfredo y a Faustino. Ellos tampoco<br />
saben nada. Odio eso.<br />
-Se acaba <strong>de</strong> confirmar –prosigue con su mejor sonrisa. Tiene los dientes llenos <strong>de</strong><br />
sarro-. Los que casi matas a navajazos, han quedado libres.<br />
Casi puedo pala<strong>de</strong>ar mi propia bilis, más al observar la cara <strong>de</strong>l cretino <strong>de</strong>l carcelero.<br />
-¡Eh! –grita-. ¡A nuestro amigo le han dado una mala noticia, así que tendréis que ser<br />
tan encantadores como podáis con él!<br />
90
-Ni siquiera te odio –la expresión <strong>de</strong> su rostro cambia con mis palabras-. Me das pena.<br />
¿A que esto ha sido lo mejor <strong>de</strong> este mes <strong>de</strong>scontando el polvo <strong>de</strong> cuatro minutos <strong>de</strong> la<br />
semana pasada y el gatillazo <strong>de</strong> la anterior?<br />
-Se acabó –<strong>de</strong>senvaina la porra-. A aislamiento.<br />
-Comeos mi postre –les digo a mis amigos antes <strong>de</strong> irme.<br />
Nunca había estado en aislamiento. Lo pintaban como el reino <strong>de</strong>l terror y la verdad es<br />
que no es para tanto. Es una celda como las <strong>de</strong>más. Miento, bastante más sucia. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s<br />
tienen los ladrillos al aire, y la puerta es un mazacote <strong>de</strong> acero. No hay ni un solo barrote, y la<br />
única luz viene <strong>de</strong> una pequeña bombilla que pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> un cochambroso cable. Cuatro<br />
pare<strong>de</strong>s, un catre, una bombilla y un caga<strong>de</strong>ro inmundo. Y yo en medio <strong>de</strong> todo eso.<br />
<strong>La</strong> puerta tiene dos rendijas. Una a la altura <strong>de</strong> los ojos, para que estos cerdos vean<br />
qué hago y otro a un metro <strong>de</strong>l suelo, me imagino que para que pasen la bazofia cuando sea<br />
menester. Pensaba que la puerta no haría apenas ruido cuando se accionasen las rendijas,<br />
pero el chirrido es terrible, como un camión frenando salvajemente.<br />
-Buenas noches, tesoro –dice una voz femenina-. Que sueñes con los angelitos. Si<br />
quieres que te haga compañía, me lo dices.<br />
-No, aún me gustan las mujeres –murmuro.<br />
-¿Qué has dicho?<br />
Permanezco en absoluto silencio. He <strong>de</strong>bido murmurar a gritos. Mientras nuestras<br />
miradas siguen clavadas trato <strong>de</strong> hacer memoria, reconstruir mentalmente la celda. Mi única<br />
opción si entra es tratar <strong>de</strong> arrojarla contra el váter. Me voy a llevar un repaso en condiciones.<br />
Puedo con ésta, pero no con los cuatro o cinco que entrarán tras ella.<br />
-Bueno –prosigue-, si por la noche tienes frío dímelo y te caliento.<br />
Permanezco inmóvil, <strong>de</strong>safiante. Ser la parte débil no me con<strong>de</strong>na necesariamente a la<br />
servidumbre. Cuando la rendija se cierra le muestro mi <strong>de</strong>do corazón en toda su gloria. Es un<br />
recurso patético, lo sé.<br />
<strong>La</strong> luz se apaga al momento. Tengo que hacer la cama a oscuras. Ahora entiendo por<br />
qué odia todo el mundo tanto el aislamiento. <strong>La</strong> celda es una mierda, apesta a humanidad, y a<br />
váter, tienes que compartirla con alguien que no dudaría en asesinarte mientras duermes, y <strong>de</strong><br />
vez en cuando hay un registro que te arrebata tus mínimas posesiones, pero al menos ves la<br />
luz <strong>de</strong>l sol, hablas con gente, pue<strong>de</strong>s incluso ver la tele a veces…<br />
91
CAPITULO XI<br />
En aislamiento, encima <strong>de</strong> la cama, es como si el tiempo <strong>de</strong> hubiese <strong>de</strong>tenido. <strong>La</strong><br />
oscuridad total, el silencio, que hace lo único presente en tus oídos sea el eco <strong>de</strong> tu propio<br />
corazón… es un <strong>de</strong>scenso al mundo <strong>de</strong> la locura.<br />
<strong>La</strong>s cosas que te imaginas o sobre las que meditas dan la impresión <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>lante.<br />
Mi novia se presenta ante mí, junto a la cama. Vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo siempre ha parecido una<br />
diosa. Me pongo en pie, la abrazo, la beso. <strong>La</strong>s lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Su<br />
piel está fría.<br />
-Lo siento. Prometo no volver a soltarte. Te amo, nena.<br />
Me <strong>de</strong>spierto <strong>de</strong> un respingo. Estoy a todo sudar y tengo los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas –<br />
me doy cuenta al llevarme las manos a los ojos, pues sigo en oscuridad total-. Mi corazón<br />
bombea <strong>de</strong>sbocado y tiemblo <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />
Me pongo <strong>de</strong> pie ja<strong>de</strong>ando. Me mareo un poco. Meo a ojo don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bería estar la taza.<br />
Hace muchísimo calor, así que utilizo la sábana para secarme el sudor y me <strong>de</strong>jo caer sobre el<br />
camastro, que cruje salvajemente.<br />
No tengo muy claro si estoy <strong>de</strong>spierto o dormido. Sólo sé que no veo nada ni oigo<br />
nada. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s –las que estoy tocando con las manos- parecen moverse a medida que<br />
respiro.<br />
Mis padres se personan también en la estancia. Están muy <strong>de</strong>cepcionados, les he<br />
fallado, les he traicionado. Mi madre se tapa la cara para ocultar sus llantos, mi padre me da la<br />
espalda.<br />
-Yo hice… yo… -lucho por encontrar las palabras, pero no consigo pronunciar nada.<br />
-Por favor, mamá, abrázame.<br />
Mi padre da un paso atrás al acercarme, mi madre no pone nada <strong>de</strong> su parte para que<br />
la abrace.<br />
Vuelvo a <strong>de</strong>spertarme en un respingo. Estoy abrazando la almohada con todas mis<br />
fuerzas a todo llorar. Sudando, temblando. El aire es cálido y pegajoso, casi irrespirable.<br />
-¿Cómo está mi tesorito en su primera noche? –pregunta la carcelera con irónico tono<br />
maternal. <strong>La</strong> ráfaga <strong>de</strong> luz da la impresión <strong>de</strong> calcinar mis córneas.<br />
Me pongo <strong>de</strong> pie, pero con la mano en los ojos.<br />
-¡Qué encanto! Si le hace pupa la luz en los ojitos…<br />
92
Me voy al rincón que ella no pue<strong>de</strong> ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la rendija <strong>de</strong> la puerta.<br />
-¿No quieres luz? –ese tono me enerva por momentos. De pronto, la bombilla se<br />
encien<strong>de</strong>.<br />
Es tan intensa que hasta con los ojos cerrados molesta. Con las palmas <strong>de</strong> las manos<br />
hundidas en las cuencas oculares y aún noto el calor –más todavía- en la piel.<br />
Mis ojos necesitan un par <strong>de</strong> minutos para hacerse a la luminiscencia. Me tumbo <strong>de</strong><br />
nuevo en la cama. Arrugo la sábana y la coloco sobre mis ojos a modo <strong>de</strong> antifaz. El mero tacto<br />
<strong>de</strong> la tela fresquita sobre mis párpados ya es un alivio.<br />
Parece que consigo conciliar el sueño <strong>de</strong> nuevo, o que, con los ojos cerrados y<br />
empleando todas mis fuerzas en <strong>de</strong>jar la mente en blanco, pierdo la conciencia o la memoria<br />
en algunos momentos.<br />
De repente, comienzan a oírse golpes en la puerta. El corazón se me <strong>de</strong>sboca<br />
pensando en que la carcelera va a hacerme una visita. Posiblemente, encima <strong>de</strong> estar armada,<br />
habrá avisado a tres o cuatro amigos suyos, y a<strong>de</strong>más, si opto por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme, me<br />
<strong>de</strong>nunciará.<br />
Con una energía proveniente <strong>de</strong> la adrenalina que segrego a raudales, arranco un<br />
muelle <strong>de</strong>l camastro. Si lo uso como navaja me voy a pasar lo que me queda <strong>de</strong> vida en prisión,<br />
y me van a saltar los dientes a puñetazos, pero si lo pongo en mis nudillos y lo envuelvo con<br />
algo <strong>de</strong> tela mis ataques serán terribles y ni siquiera les <strong>de</strong>jaría marcas.<br />
<strong>La</strong> ranura a la altura <strong>de</strong> los ojos se abre mientras aguardo al intruso, preparado para<br />
llevarme una mandíbula por <strong>de</strong>lante. En el momento que se abre, una fuerte discusión<br />
retumba en la celda, proveniente <strong>de</strong>l pasillo.<br />
-No, han cometido una ilegalidad… -la voz suena distorsionada.<br />
-Señorita –ésa es la carcelera-, yo cumplía ór<strong>de</strong>nes.<br />
-Doctora, si no le importa. Usted tiene por qué conocer el expediente <strong>de</strong> los presos<br />
que trasladan a su zona. ¡Abra esta puerta, ya!<br />
Se escucha un tintineo <strong>de</strong> llaves. Encasqueto el muelle en un resquicio que hay <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong>l váter. A lo mejor al que venga <strong>de</strong>spués le es <strong>de</strong> más utilidad que a mí. Tiro la sábana sobre<br />
la cama y aún está en el aire cuando suenan los candados y la puerta se abre.<br />
-¿Cómo estás, Harvey? –la doctora se me acerca y me palmea la espalda.<br />
-¡Así que te llamas Harvey! –dice la carcelera.<br />
-Señor Pérez, para ti.<br />
-Vamos. Vuelves a tu celda. Ponte la camiseta y recoge tus cosas –la doctora mira a la<br />
carcelera-. En cuanto a usted tendrá noticias en la junta.<br />
Vuelvo cuando están en pleno recuento. Paso entre mis compañeros <strong>de</strong> infortunio con<br />
la más amplia <strong>de</strong> mis sonrisas. Ha sido una <strong>de</strong> las victorias más gran<strong>de</strong>s que voy a tener sobre<br />
estos cabrones, hay que disfrutarla.<br />
93
En los meses siguientes el tiempo pasa rutinario, lento cuando miro el reloj pero<br />
rápido si vuelvo la vista atrás. Tengo que hablar muy en serio con mis padres para que coman e<br />
intenten seguir con sus vidas –mi madre ha perdido quince kilos y mi padre ha envejecido<br />
veinte años en pocos meses-. <strong>La</strong> vida en prisión sigue igual. <strong>La</strong> comida sigue siendo una<br />
bazofia, hay que ducharse con botas <strong>de</strong> goma –por lo menos, cuatro pares <strong>de</strong> hongos- y me<br />
sigo durmiendo observando la foto <strong>de</strong> mi chica entre lágrimas. Teodoro sale con el tercer<br />
grado y mi nuevo compañero es familia lejana <strong>de</strong> Alfredo. Con diecisiete años y cuatro meses<br />
tiene ocho cargos por robo <strong>de</strong> vehículo y dos por atraco. Lo han juzgado como adulto y le han<br />
caído once años. Es un muchacho muy humil<strong>de</strong> que me respeta como si fuese su padre. <strong>La</strong><br />
mujer <strong>de</strong> Faustino fallece y éste casi le pone fin a todo. En mis pesadillas aún retumban los<br />
gritos <strong>de</strong> Alfredo al <strong>de</strong>scubrir a nuestro amigo.<br />
Al final, Faustino es trasladado al psiquiátrico <strong>de</strong> Santa Martina, a diez kilómetros <strong>de</strong>l<br />
penal. Se convierte en un tema tabú entre Alfredo, mi compañero <strong>de</strong> celda y yo. Los temas que<br />
nos ponen tristes acaban ignorados. Su nuevo compañero es un macarra cuya coletilla favorita<br />
es: “que saco la siete muelles y te meto”. Un día amanece con tres dientes menos y los ojos<br />
como un sapo con alergia al polen. Deja <strong>de</strong> hablar y se vuelve –ya apuntaba maneras-<br />
toxicómano. Aspirar disolvente le <strong>de</strong>ja las neuronas para el arrastre.<br />
Mis vistas para el tercer grado se convierten en un chiste y acabo cumpliendo la<br />
con<strong>de</strong>na íntegra. Mi último día lo paso con Alfredo y mi compañero <strong>de</strong> celda. A Alfredo le<br />
regalo una foto que nos hicimos en la final <strong>de</strong> la Liga <strong>de</strong> Campeones y a mi compañero una<br />
biografía <strong>de</strong> Man<strong>de</strong>la. El abrazo con ellos, pese a las bromas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, es enternecedor.<br />
-Nos veremos fuera, ¿no? –pregunta Alfredo.<br />
-No lo du<strong>de</strong>s, hermano.<br />
-No hagas el idiota. No quiero verte por aquí.<br />
-Tranquilo, la próxima vez que nos veamos será en una barbacoa, con las dos familias<br />
reunidas.<br />
Mis padres esperan en la puerta. Me abrazan entre sollozos como si acabásemos <strong>de</strong><br />
marcar el gol <strong>de</strong> la victoria. Mi i<strong>de</strong>a era caminar hasta casa, pero en el transcurso <strong>de</strong> mi<br />
con<strong>de</strong>na mis progenitores se han convertido en un par <strong>de</strong> ancianos con achaques.<br />
94
CAPITULO XII<br />
Los primeros días en casa todo es maravilloso. <strong>La</strong> tele es una mierda, pero me harto <strong>de</strong><br />
ver películas. Ni recordaba lo que me gustaba el cine. Un amigo –es casi un <strong>de</strong>sconocido pese a<br />
nuestros esfuerzos por mantener el contacto- me pasa música, y su novia –ni la conocía. Tengo<br />
la impresión <strong>de</strong> que le doy miedo- se ofrece para hacer <strong>de</strong> celestina con alguna amiga suya.<br />
Retomo el mp3. Me doy duchas <strong>de</strong> media hora, aclarándome dos veces. Como<br />
chucherías. Adoro los macarrones <strong>de</strong> mi madre. Mis padres parecen recuperar los años<br />
perdidos. En nuestras primeras navida<strong>de</strong>s juntos, el resto <strong>de</strong> mi familia hacen su aparición. Los<br />
mando a la mierda. A algunos llego a amenazarles –al ser ex convicto, se cagan <strong>de</strong> miedo- para<br />
que <strong>de</strong>sparezcan <strong>de</strong> mi vida.<br />
Al menos en estas fiestas se lo pasan bien. Casi había olvidado lo que era estar en<br />
familia.<br />
Tengo muchísimas pesadillas, duermo poco, casi siempre agotado <strong>de</strong> llorar. Mis padres<br />
lo entien<strong>de</strong>s, y me <strong>de</strong>jan mi espacio. Mis llantos les hacen sufrir, así que trato <strong>de</strong> reprimirlos o<br />
llorar a solas. Me toca un pellizquito en la lotería y les pago un crucero por las islas griegas. En<br />
su treinta aniversario no hicieron nada especial porque yo aún cumplía con<strong>de</strong>na.<br />
El barco tiene un acci<strong>de</strong>nte y fallecen ambos. Se me parte el alma en dos. Un día los<br />
cabrones que mataron a mi novia salen en televisión. Al parecer, son los propietarios <strong>de</strong> un<br />
macro bur<strong>de</strong>l y han sido encausados por trata <strong>de</strong> mujeres y por suministrarles todo tipo <strong>de</strong><br />
sustancias para incrementar su rendimiento. <strong>La</strong> acusación pier<strong>de</strong> las pruebas y los testigos se<br />
retractan. Otra vez salen <strong>de</strong> rositas.<br />
Mi vida está terminada. En mi mano está que sea <strong>de</strong> una forma honorable o no. Mis<br />
padres me han legado un piso, un poco <strong>de</strong> dinero, un coche y unos fondos que me aseguran no<br />
tener que trabajar en años.<br />
<strong>La</strong> mejor i<strong>de</strong>a que se me ocurre es hacerme un cambio <strong>de</strong> imagen. Me tiño <strong>de</strong> rubio y<br />
me <strong>de</strong>jo el pelo corto, <strong>de</strong> punta. Me <strong>de</strong>jo una especie <strong>de</strong> perilla. Mi barba no ha sido nunca<br />
muy <strong>de</strong>nsa, pero, sin embargo, en unas pocas semanas, la zona <strong>de</strong>l mentón se ve <strong>de</strong>nsamente<br />
poblada. Mientras tanto, me <strong>de</strong>dico a investigar. Teodoro me vendió un contacto. Es un<br />
investigador privado muy reputado y que, sobre todo, no hace preguntas.<br />
-¿Tú eres el amigo <strong>de</strong> Teodoro? –me pregunta nada más entrar en su oficina. Hasta el<br />
momento sólo hemos hablado un par <strong>de</strong> veces por teléfono.<br />
-Sí, me llamo <strong>Enrique</strong>.<br />
-Te llaman Harvey, ¿no?<br />
Asiento.<br />
95
-Ya me dijo Teodoro… ¿prefieres <strong>Enrique</strong> o Harvey?<br />
-Me da igual.<br />
-Harvey entonces. Creo que esto te será <strong>de</strong> utilidad.<br />
Me extien<strong>de</strong> unas carpetas. Contienen los informes médicos <strong>de</strong> los dos tipejos que nos<br />
atracaron a mi novia y a mí cuando llegaron a Urgencias. También está toda la convalecencia y<br />
las revisiones que hicieron posteriormente. Contienen toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles, no sólo <strong>de</strong> las<br />
lesiones sino <strong>de</strong> su estado <strong>de</strong> salud en general. Uno <strong>de</strong> ellos es alérgico al polen, y al otro lo<br />
operaron <strong>de</strong> apendicitis a los quince.<br />
Después <strong>de</strong> un pequeño vistazo le entrego un sobre con su paga. Lo mete en un cajón<br />
sin ojear su contenido siquiera.<br />
-¿Necesitas algo más? –pregunta sin quitarme ojo <strong>de</strong> encima.<br />
-Un par <strong>de</strong> direcciones. Sus bares favoritos. Itinerarios.<br />
Asiente receloso. Quiere aconsejarme algo, o preguntar, pero se limita a buscar en su<br />
escritorio una libreta y tomar notas.<br />
-¿Para cuándo lo pue<strong>de</strong>s tener?<br />
-Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sujeto a investigar. Unas dos semanas, un mes…<br />
-Llámame cuando lo tengas.<br />
Pasan los días mientras me sumerjo en los informes. También tengo información sobre<br />
los encausamientos judiciales que han tenido. Memorizo cada palabra. El fallo <strong>de</strong>l juez en el<br />
proceso por lo <strong>de</strong> mi novia. ¿Cómo pue<strong>de</strong> dictarse semejante sentencia? Es obvio que éstos no<br />
con cualquiera. Más allá <strong>de</strong> que el juez pretendiese llamar la atención, a otro en el segundo<br />
juicio le hubiesen buscado las cosquillas por trata <strong>de</strong> mujeres y se habría podrido en la cárcel.<br />
Pasados diez días, salgo a dar un paseo. Tantas horas cerrado a cal y canto en casa me<br />
dan terribles dolores <strong>de</strong> cabeza. Al salir veo un sobre gigante en el buzón.<br />
“Es un regalo”, reza la tarjeta. En unos folios, redactado a mano con excelente<br />
caligrafía, se <strong>de</strong>talla la vida <strong>de</strong> los dos sujetos. Básicamente se pasan el día en el club. No<br />
frecuentan ningún otro bar, ni siquiera un cine o algo así. Tampoco tienen una pandilla <strong>de</strong><br />
amigos ni nada parecido. Sólo viajan una vez por semana –los viernes o sábados según la<br />
semana- al club <strong>de</strong> un colega suyo, al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la N-1, en uno <strong>de</strong> los bur<strong>de</strong>les más conocidos<br />
<strong>de</strong> la zona norte. El <strong>de</strong>l otro club parece ser el que suministra al resto <strong>de</strong> señoritas.<br />
Un mapa trae especificada la ruta a seguir por el tipejo. Siempre, en el camino <strong>de</strong><br />
vuelta, en vez <strong>de</strong> seguir la carretera nacional que lo llevaría <strong>de</strong> un club a otro, da un ro<strong>de</strong>o por<br />
carreteras comarcales. Una leyenda a pie <strong>de</strong> página especifica los tiempos. Son unos<br />
doscientos kilómetros. El viaje <strong>de</strong> ida se hace en unas tres horas –el tramo final <strong>de</strong> la carretera<br />
atraviesa cinco pueblos y la media <strong>de</strong> velocidad baja-, pero el <strong>de</strong> vuelta lleva algo más <strong>de</strong> tres y<br />
media.<br />
¿Por qué per<strong>de</strong>r una hora atravesando carreteras comarcales –en muy mal estado a<br />
juzgar por la <strong>de</strong>mora- pudiendo atajar por una carretera mejor? Tal vez busca privacidad. Si<br />
lleva a las chicas, no querrá que un control <strong>de</strong> carretera o un corte <strong>de</strong> tráfico lo <strong>de</strong>laten.<br />
96
Planeo mentalmente un paseo por esa zona cuando, en la página siguiente, hallo la<br />
explicación. Busca privacidad, y acceso a un <strong>de</strong>scampado “romántico” don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r probar a<br />
las chicas. Ese viaje es imprescindible. Hay una nota unida con un clip al informe. El <strong>de</strong>tective<br />
se <strong>de</strong>fine así mismo como un viudo que no aprueba lo que estoy haciendo, pero que conoce mi<br />
caso y lo respeta. Detalla una dirección don<strong>de</strong> adquirir armas a buen precio y sin preguntas, un<br />
buen sitio don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer prácticas <strong>de</strong> tiro, maneras <strong>de</strong> fingir la propia muerte y un tipo<br />
que pueda conseguir la documentación nueva en poco tiempo.<br />
Me <strong>de</strong>shago <strong>de</strong> todo –no quiero que lo relacionen conmigo- y urdo mi plan. Vendo el<br />
piso <strong>de</strong> mis padres y consigo bastante efectivo. En las notas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>tective veo una pequeña<br />
reseña: una dirección Web con los datos para entrar como usuario registrado.<br />
Adquiero un or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong> gama y precio medio, con un router USB en modo<br />
prepago sin que nadie registre mi nombre por ninguna parte.<br />
Una vez en la tienda <strong>de</strong> electrónica, tengo poco menos que rogar a la <strong>de</strong>pendienta que<br />
no me cosa a preguntas para ver “qué oferta se ajusta más a mi personalidad”<br />
-<strong>La</strong> que me permita –espeto tratando <strong>de</strong> no ser excesivamente bor<strong>de</strong>- largarme <strong>de</strong><br />
aquí con mi or<strong>de</strong>nador. No quiero ser socio <strong>de</strong> Club <strong>de</strong> Clientes Amigos, me da igual el viaje a<br />
<strong>La</strong>s Vegas, no voy a rellenar ningún test sobre las atenciones recibidas… sólo quiero comprar y<br />
largarme, ¿vale?<br />
Después <strong>de</strong> murmurar un “gilipollas” bastante audible, envuelve <strong>de</strong> mala gana el<br />
or<strong>de</strong>nador y me cobra tres euros <strong>de</strong> más. Debe ser la pequeña comisión por cabrear a la<br />
encargada. Le tiendo un billete <strong>de</strong> cinco euros. Lo acepta y me sonríe, aunque estoy<br />
convencido <strong>de</strong> que me está <strong>de</strong>seando una almorrana por <strong>de</strong>ntro.<br />
Llego a casa y estreno el aparato. Entro en la Web. Soy el único usuario registrado y no<br />
permite registrarse a nadie más. No entiendo mucho <strong>de</strong> esas cosas, pero la página parece<br />
segura. Es una buena i<strong>de</strong>a. Una especie <strong>de</strong> foro don<strong>de</strong> publicar algo privado sólo para ojos <strong>de</strong><br />
quien elijas, y si <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> convencerte <strong>de</strong>jas la página en blanco y se acabó.<br />
Leo el único apartado <strong>de</strong>l foro. Hay unas quince páginas. Una contraseña y una<br />
dirección, la <strong>de</strong> un forense que podrá firmar mi <strong>de</strong>función. Debajo hay un inventario con las<br />
cosas que voy a precisar.<br />
El primer paso es ir a hablar con el forense. Me <strong>de</strong>senmaraña un poco más el plan.<br />
Tengo que sacarme medio litro <strong>de</strong> sangre día sí día no hasta reunir cinco litros. Al no estar<br />
seguro <strong>de</strong> si voy a ser capaz <strong>de</strong> practicar las extracciones quedamos en un lugar seguro para<br />
que se encargue él.<br />
Una vez tenga los cinco litros <strong>de</strong> sangre, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>jar el coche abandonado y<br />
<strong>de</strong>sparramar la sangre por su interior. Dado que nadie podría sobrevivir con una hemorragia<br />
que le hiciese per<strong>de</strong>r tal cantidad <strong>de</strong> sangre, el forense que venga a investigar lo sucedido se<br />
vera obligado a <strong>de</strong>clarar mi muerte. Para eso el coche es mío y me habré encargado <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />
mis efectos personales en su interior.<br />
Yo ya <strong>de</strong>bería tener para entonces una nueva documentación. Un pasaporte, DNI,<br />
carnet <strong>de</strong> conducir, <strong>de</strong> la Seguridad Social… cualquier documento que pudiese hacer falta.<br />
97
Un encargado <strong>de</strong> pompas fúnebres me ayudará en mi siguiente etapa. Cogerá las<br />
cenizas <strong>de</strong> alguien sin i<strong>de</strong>ntificar y les pondrá mis datos. El forense lo respaldará en su informe.<br />
Siempre podrá aducir un traspapeleo o un error humano.<br />
Y será oficial. <strong>Enrique</strong> Pérez habrá muerto.<br />
El plan sale a las mil maravillas. Es más, como no se conserva ninguna foto mía con el<br />
nuevo aspecto, tan sólo con mudarme a un pueblo treinta kilómetros <strong>de</strong> la ciudad es<br />
prácticamente imposible que nadie me reconozca.<br />
Ahora me llamo Lucio. Lucio Gómez. Al ver los documentos sonrío y comento que<br />
tengo nombre <strong>de</strong> futbolista. El tipo <strong>de</strong> los documentos me arranca el dinero <strong>de</strong> las manos y me<br />
advierte –amenaza- que si me pillan y se me ocurre <strong>de</strong>latarle ya me puedo <strong>de</strong>spedir. Vuelvo a<br />
mi nuevo hogar <strong>de</strong>cepcionado conmigo mismo por ser tan susceptible a una mala pasada <strong>de</strong><br />
los nervios.<br />
En cuanto al resto <strong>de</strong>l camino, la web sólo me aconseja vehementemente que “no me<br />
a<strong>de</strong>ntre por caminos <strong>de</strong> los que no podré regresar”. Eso sería correcto si quisiera volver, pero<br />
esta vida ya no es para mí.<br />
Comienzo a frecuentar el bur<strong>de</strong>l <strong>de</strong> los dos tipejos. A veces me quedo cerca <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>scampado. Lo observo “probar el género”. Por un momento pienso en acercarme al coche,<br />
sacarlo en volandas y acuchillarlo hay mismo. Pero no es el plan, <strong>de</strong>bo contenerme. Haga lo<br />
que haga tengo que cogerlos a los dos a la vez. Arriesgarme a que uno <strong>de</strong> los dos huya hundiría<br />
el plan por completo.<br />
Me sirvo <strong>de</strong> una cámara que no sólo registra estos encuentros, sino que está provista<br />
<strong>de</strong> un zoom que me permite guardar una distancia pru<strong>de</strong>nte. Normalmente el proceso es el<br />
mismo: él hace un par <strong>de</strong> gestos obscenos, toquetea a fondo a la muchacha en cuestión, ésta<br />
<strong>de</strong>vuelve sonrisas provocadoras y caricias sensuales y comienza el show. Pero hoy es diferente.<br />
<strong>La</strong> acompañante en esta ocasión es una chica rubia, <strong>de</strong>lgada. Da impresión <strong>de</strong> ser una <strong>de</strong>licada<br />
muñeca proveniente <strong>de</strong> Europa <strong>de</strong>l este.<br />
Cuando el tipejo empieza a meterle mano, ella respon<strong>de</strong> con manotazos. Él la coge <strong>de</strong>l<br />
cuello y masculla lo que parece una amenaza. Ella llora <strong>de</strong> terror mientras él comienza su<br />
propio espectáculo. <strong>La</strong> está violado y no puedo hacer nada. Se me pasa por la cabeza<br />
<strong>de</strong>nunciarle a la policía, pero no serviría <strong>de</strong> nada. Seguro que la ha convencido <strong>de</strong> que acabará<br />
en la cárcel por no tener papeles, como en Italia, así que ella no <strong>de</strong>nunciará y el justificará que<br />
era un jueguecito sexual, y yo acabaré en la trena por no intervenir.<br />
Los gritos y sollozos <strong>de</strong> la muchacha llegan hasta mi coche, reprimidos por sus<br />
amenazas entre dientes y sus bofetadas. Me largo <strong>de</strong> ahí sin que él se percate <strong>de</strong>l movimiento<br />
<strong>de</strong> mi recién estrenado coche <strong>de</strong> alquiler y me encierro en casa. No puedo ni respirar <strong>de</strong> pura<br />
rabia.<br />
<strong>La</strong> mejor estrategia es empezar a aparecer por el bur<strong>de</strong>l. Necesito saber si son o no<br />
capaces <strong>de</strong> reconocerme. Así que al día siguiente me presento en el club. Paso por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
ellos en mi camino hacia la barra, y pido una cerveza sin alcohol. Uno <strong>de</strong> ellos me aborda. Me<br />
coge <strong>de</strong>l hombro y le dice a la camarera que saque dos chupitos <strong>de</strong> whisky.<br />
-¡Amigo! –exclama el tipejo-. ¡Que se note que somos hombres! ¡Tómate un chupito!<br />
-Es que tengo que conducir.<br />
98
-Los <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> no te van a <strong>de</strong>cir nada. E invita la casa.<br />
-No, yo…<br />
-¿Vas a <strong>de</strong>spreciarme?<br />
Bebemos un trago. Ese whisky es como beber gasoil. Un ardor emerge <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi<br />
estómago.<br />
-Escucha –dice el dueño <strong>de</strong>l local-. ¿Por qué no pruebas a alguna <strong>de</strong> nuestras chicas a<br />
mitad <strong>de</strong> precio?<br />
Sin darme tiempo a respon<strong>de</strong>r, me coge <strong>de</strong>l hombro –más bien se cuelga por la<br />
diferencia <strong>de</strong> estatura- y me arrastra a la sala contigua.<br />
pose.<br />
Un carrusel <strong>de</strong> muchachas pasan ante mí en fila india. Se <strong>de</strong>tienen y adoptan su mejor<br />
-Te recomiendo a cualquiera <strong>de</strong> nuestras cinco mejores chicas. <strong>La</strong>s que están más a la<br />
izquierda. Son cariñosas y no tienen remilgos a la hora <strong>de</strong> complacer a un hombre –tengo que<br />
compartir una carcajada cómplice.<br />
Me viene a la cabeza uno <strong>de</strong> los informes médicos que me consiguió el investigador.<br />
Decía que habían sufrido amnesia y no podían recordar ningún <strong>de</strong>talle. Sabían que habían<br />
participado en una confrontación, pero no recordaban ni el atraco, ni al médico, ni a mi novia<br />
ni a mí. Pensaba que todo habría sido una estrategia –efectiva- para salirse por la tangente,<br />
pero, mirándonos a los ojos soy consciente <strong>de</strong> que este tipo no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién soy.<br />
-Prefiero ésa –he reconocido a la rubia a la que violó fríamente en el coche.<br />
-No es una buena elección. Acaba <strong>de</strong> llegar y aún está un poco…<br />
-¿Salvaje?<br />
El tipo asiente.<br />
-Mejor.<br />
-Eres un viciosillo… ¡Irina! Habitación cuatro –eleva cuatro <strong>de</strong>dos.<br />
<strong>La</strong> chica me coge la mano y me conduce a la estancia.<br />
-¡Le has gustado!<br />
-Me pasa a menudo –ambos nos carcajeamos.<br />
Entramos en la habitación que nos han asignado y la muchacha me explica mediante<br />
signos que no pue<strong>de</strong> practicar sexo vaginal porque tiene la regla. Que me practicará sexo oral<br />
con la consiguiente rebaja en la tarifa. Apenas ha dicho tres palabras en su explicación.<br />
-¿Hablas mi idioma?<br />
Niega con la cabeza.<br />
-Can you speak English?<br />
99
Misma respuesta.<br />
-Sprechen Sie Deutsch?<br />
Su rostro se ilumina y sonríe.<br />
-¡Claro! –me respon<strong>de</strong> en alemán-. Mis padres son <strong>de</strong> Berlín Este, pero se mudaron a<br />
Moscú cuando tenía dos años.<br />
-Escucha –sentencio-. No quiero follar contigo.<br />
Se queda patidifusa, por lo que prosigo mi explicación.<br />
-Tus jefes no son buenas personas. Yo quiero…<br />
-¿Puedo ayudare? –asiente. De pronto, baja la cabeza y comienza a llorar.<br />
-¿Por qué lloras?<br />
-Uno <strong>de</strong> ellos –creo que se refiere al que me ha invitado a una copa- me violó la<br />
semana pasada –es cierto, yo fui testigo-. Le dije que estaba enferma, pero le dio igual y me<br />
folló.<br />
Decidimos que la mejor <strong>de</strong>cisión es <strong>de</strong>snudarnos y meternos en la cama –dice que<br />
suele vigilar con cámaras por si algo va mas con las chicas. Me cuenta cosas sobre sus padres,<br />
muertos en un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico. Le cuento cómo fallecieron los míos. Me abraza. <strong>La</strong> cali<strong>de</strong>z<br />
<strong>de</strong> su cuerpo y la sorpren<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>licada suavidad <strong>de</strong> su piel me resulta muy agradables. Me<br />
besa en la mejilla. Me pregunta por mi <strong>historia</strong>. Le cuento a gran<strong>de</strong>s rasgos mi experiencia<br />
carcelaria y la muerte <strong>de</strong> mi novia. Se echa a llorar.<br />
daño.<br />
De repente, el tipo entra.<br />
-¿Qué, la estás <strong>de</strong>jando seca? –al verla llorando, se enoja-. ¿Qué está pasando aquí?<br />
-Es culpa mía, perdona. Se me ha ido la olla mientras le daba por <strong>de</strong>trás y le he hecho<br />
-¡Pagarás por horas, y a precio normal!<br />
-No hay problema. Es que tiene un culo…<br />
-Cinco minutos para largarte.<br />
-De acuerdo.<br />
Comienzo a vestirme. Le susurro que me llama Lucio y por qué se supone que llora.<br />
Ella sonríe.<br />
-Nosotros paz –dice en voz alta para el dueño <strong>de</strong>l club-. Paz –me estrecha la mano-.<br />
Sólo uno error.<br />
-¡Mira, si habla! Si vosotros paz, yo feliz.<br />
-Siento el malentendido –digo vistiéndome.<br />
100
-Nada, tranquilo –dice el dueño, sonriente y visiblemente más tranquilo-. Nos pasa<br />
todos los días. Dame treinta euros y en paz.<br />
Le tiendo los billetes mientras me acompaña al coche.<br />
-¿Sabes una cosa? Me caes bien. Me gustaría verte por aquí a menudo.<br />
-Tratándome así, tienes cliente para rato.<br />
-Me alegra oírlo. Nos vemos –ya estamos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi coche.<br />
Voy a días alternos. Me hago amigo <strong>de</strong> Irina. Sonríe cada vez que me ve y me besa<br />
como si <strong>de</strong> verdad me amase. Tiene los mismos ojos y besa igual que mi novia. A veces me<br />
acuerdo tanto <strong>de</strong> ella…<br />
Le pregunto por qué ha terminado en un tugurio así. Sus padres <strong>de</strong> mudaron a<br />
Transnistria teniendo ella doce años, cuando su madre se quedó embarazada <strong>de</strong> su hermano<br />
pequeño. Su hermano nació con un <strong>de</strong>fecto congénito en los pulmones, inoperable y que<br />
supone un dineral en medicinas. Una vez sus padres hubieron fallecido, la herencia unida al<br />
escuálido sueldo <strong>de</strong> Irina como camarera y gogó sufragaron los gastos. Pero la herencia se<br />
acabó y las medicinas seguían siendo imprescindibles.<br />
-Ellos malos, pero mucho euros –se esfuerza por expresarse.<br />
El tiempo pasa y los dueños <strong>de</strong>l club suben cada vez más los precios para tener un rato<br />
<strong>de</strong> intimidad con Irina.<br />
Un día, teniendo el plan más o menos elucubrado, voy a ver a un amigo <strong>de</strong>l<br />
investigador. Ven<strong>de</strong> armas limpias a buen precio y sin preguntas. Le compro una Smith &<br />
Wetson por doscientos euros, que se quedan en ciento ochenta y munición gratis al <strong>de</strong>cir<br />
quién me envía. Me enseña el manejo básico y me recomienda un sitio don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer<br />
prácticas <strong>de</strong> tiro.<br />
-Hoy es el día –digo nada más levantarme. Meto en una especia <strong>de</strong> bandolera la pistola<br />
y una foto <strong>de</strong> mi novia. Hago acopio <strong>de</strong> todo el dinero que me queda. Cincuenta mil cien euros<br />
exactos, menos lo que me cueste llenarle el <strong>de</strong>pósito al coche.<br />
Mi nueva casa ha quedado completamente vacía. Es como si nunca hubiese estado ahí.<br />
Respiro hondo y arranco. En la gasolinera una chica <strong>de</strong> mi edad más o menos me sonríe y me<br />
<strong>de</strong>sea que tenga un buen día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recogerle una libreta que se le había caído al suelo.<br />
Apareció junto a la puerta <strong>de</strong>l club. Pongo la pistola en el bolsillo <strong>de</strong>l jersey. Ocho balas<br />
en el cargador. Deberían sobrarme. Por si acaso, meto en el bolsillo junto a la rodilla izquierda<br />
–llevo unos pantalones anchos y con seis bolsillos, tipo rapero-, unas cuantas balas.<br />
En el club no hay apenas nadie. <strong>La</strong> mayor parte <strong>de</strong> las chicas <strong>de</strong>scansan en el edificio<br />
contiguo, parecido a un barracón. Sólo están los jefes e Irina. Y la camarera.<br />
-¡Hombre! –dice el tipejo-. Nena, ponle un chispazo. He grabado lo <strong>de</strong> ayer <strong>de</strong> la Sexta,<br />
¿quieres verlo?<br />
-Claro.<br />
-¿Tienes prisa?<br />
101
-No.<br />
El programa es un repaso <strong>de</strong> la actualidad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista irónico y divertido.<br />
Hacía una eternidad que no lo veía. Me sorpren<strong>de</strong> que aún permanezca en la parrilla. Aparece<br />
una <strong>de</strong> las colaboradoras, que ha hecho un encuentro a pie <strong>de</strong> calle para saber cuánta gente se<br />
tatúa y por qué. <strong>La</strong> segunda entrevista es la mía.<br />
-¡Si eres tú! –exclama el dueño sorprendido. El otro se muer<strong>de</strong> el labio inferior.<br />
-Me abordó antes <strong>de</strong> ayer por la calle y no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no.<br />
-¿Es tan guapa en persona?<br />
-Sí, y más. Y qué bien huele.<br />
-A mí que me da morbo esa mujer…<br />
-Es que da morbo.<br />
Rebobina hasta don<strong>de</strong> aparezco y sube el volumen.<br />
-¿Tú cuántos tatuajes llevas? –me pregunta la reportera.<br />
-Uno.<br />
-¿Dón<strong>de</strong>?<br />
-En el brazo.<br />
-¿En el brazo? –dice el dueño <strong>de</strong>l local-. No te lo he visto…<br />
-¿Me lo enseñas? –prosigue la entrevista.<br />
-Vale –el cámara coge una toma perfecta <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> mi chica-. ¿Lo ves bien?<br />
-Sí. Nadie como tú… ¿Por qué?<br />
-Por la canción <strong>de</strong> Calle 13, y porque son las palabras que mejor <strong>de</strong>finen mis<br />
sentimientos por ella.<br />
-Tu novia encantada por el <strong>de</strong>talle, imagino.<br />
-No lo vio. Murió. El mundo sin ella es una puta mierda.<br />
-¡Oh! –la reportera se queda muda-. Lo siento mucho.<br />
-No te preocupes. No lo sabías.<br />
Me sorpren<strong>de</strong> que lo hayan emitido íntegramente. El otro dueño <strong>de</strong>l lupanar se<br />
levanta <strong>de</strong> golpe.<br />
-¡Eres tú! ¡Lo sabía! –se dirige a su socio-. Del día <strong>de</strong> esto –se quita su perenne pañuelo<br />
<strong>de</strong>l cuello y muestra la cicatriz-. ¡Nos lo hizo él! Herimos a su novia sin querer e intento<br />
matarnos.<br />
-No la heristeis –me levanto apuntándoles con el arma-. <strong>La</strong> matasteis.<br />
102
<strong>La</strong> camarera sale corriendo.<br />
-¡Irina! –voceo-. Hay bastante dinero y las llaves <strong>de</strong> mi coche. Cógelo y huye ahora –le<br />
explico en alemán.<br />
Me besa en la mejilla y al momento oído el coche salir <strong>de</strong>rrapando.<br />
Cierro la sala principal <strong>de</strong>l bur<strong>de</strong>l a cal y canto, mientras los dueños no se han movido<br />
<strong>de</strong>l sitio. Uno <strong>de</strong> ellos ha <strong>de</strong>cidido tomárselo con calma, mientras que el otro no para <strong>de</strong> llorar<br />
y <strong>de</strong> implorar clemencia.<br />
-¡Cállate! –or<strong>de</strong>no apuntándole con el arma.<br />
-Por favor, no –implora-. Me vas a matar por algo que ni siquiera recuerdo.<br />
Me siento en la mesa <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante. Me <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong>l jersey. Me da un calor incómodo y<br />
no necesito ocultar el tatuaje por más tiempo. Cojo una servilleta y un boli –lo tenía en el<br />
bolsillo-, mientras sigo apuntando a mis rehenes con la otra mano.<br />
En el GPS le he programado a Irina la ruta más rápida a la frontera. He incluido una <strong>de</strong><br />
las herramientas <strong>de</strong>l aparato, por el cual pita cuando estas a punto <strong>de</strong> rebasar la velocidad<br />
máxima permitida. Una nota en el volante: “acelera hasta que pite” le hará mantener una<br />
buena velocidad.<br />
Estamos a unos seiscientos cincuenta kilómetro <strong>de</strong> la frontera. El bur<strong>de</strong>l está en una<br />
salida <strong>de</strong> la autopista, luego toda la carretera hasta la frontera va a transcurrir por vías rápidas<br />
<strong>de</strong> primer nivel. Si Irina mantiene una media <strong>de</strong> velocidad <strong>de</strong> unos noventa kilómetros por<br />
hora, en algo más <strong>de</strong> siete horas <strong>de</strong>bería aparecer por la frontera.<br />
Los dos rehenes han permanecido expectantes, uno frío como el hielo, el otro<br />
conteniéndose como pue<strong>de</strong>.<br />
-¿Cuál es el plan? –pregunta el serio fulminándome con la mirada.<br />
-Esperar hasta que yo diga.<br />
-¿Por qué nos haces esto? –dice el otro, sin parar <strong>de</strong> sollozar-. ¿Qué quieres <strong>de</strong><br />
nosotros?<br />
-Cállate y espera.<br />
Los tres nos miramos en silencio, apenas roto por los sollozos. Miro el reloj. Han<br />
pasado veinte minutos. Itina estará a unos treinta kilómetros. Debo darle más ventaja.<br />
Estoy a punto <strong>de</strong> estallar por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> pura tensión, pero lucho por mantener una<br />
apariencia más o menos estoica. Miro el reloj. Treinta minutos. Cuarenta.<br />
hablo?<br />
El teléfono <strong>de</strong>l bar suena <strong>de</strong> repente. Alborotándonos. Descuelgo.<br />
-¿Sí?<br />
-Hola. Aquí el sargento Hernán<strong>de</strong>z, jefe <strong>de</strong> negociadores <strong>de</strong> la Policía. ¿Con quién<br />
-Llámame Moisés.<br />
103
-Está bien, Moisés. Dime, ¿estáis todos bien ahí <strong>de</strong>ntro?<br />
-Perfectamente.<br />
-¿Cuántos sois?<br />
-Quieres saber <strong>de</strong>masiado, pero como muestra <strong>de</strong> buena fe, te lo voy a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong>cir: dos<br />
rehenes y yo.<br />
Irina.<br />
-Gracias. Déjame mostrar a mí también buena fe. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?<br />
-Una pregunta difícil. ¿Puedo llamarte en unos minutos? No me gustaría equivocarme.<br />
Cuelgo el reloj. Cuarenta y seis minutos. Respiro hondo. <strong>La</strong> ventaja es gran<strong>de</strong> para<br />
El teléfono suena a los tres minutos.<br />
-Moisés, ¿cómo puedo ayudarte?<br />
-Quiero un Hammer aparcado en la puerta <strong>de</strong>l club. Con el <strong>de</strong>pósito lleno y las ruedas<br />
esas que no se pue<strong>de</strong>n pinchar.<br />
-Bueno, eso va a ser difícil <strong>de</strong> conseguir. Va a llevarnos un buen rato.<br />
-No tengo prisa. ¿Cómo <strong>de</strong>bo llamarte?<br />
-Jaime.<br />
-Jaime, te he mostrado mis cartas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Nada <strong>de</strong> golpes bajos, ¿vale?<br />
-¿A qué te refieres?<br />
-Ni entrar a lo bestia, ni gases lacrimógenos ni nada <strong>de</strong> eso. Sólo quiero huir.<br />
-De acuerdo.<br />
-¿Me das tu palabra?<br />
-Sí.<br />
-Somos caballeros, Jaime. Sin palabra no tenemos nada. ¿Estás <strong>de</strong> acuerdo?<br />
-Claro.<br />
Hay un pequeño lapso en silencio.<br />
-Oye Moisés, ¿puedo hacerte una pregunta?<br />
-Claro.<br />
-¿Cómo termina alguien como tú en esta situación?<br />
-¿Alguien como yo?<br />
-Sí. Tienes valores, no pareces un mal tipo. No es el típico caso <strong>de</strong> un yonqui que se ha<br />
puesto hasta arriba, se le tuerce el asalto y acaba en un secuestro.<br />
104
-Creo que entiendo lo que dices. No tengo una respuesta concreta, la verdad. Supongo<br />
que una serie <strong>de</strong> experiencias personales.<br />
club?<br />
-Quiero <strong>de</strong>cir, ¿por qué secuestrar precisamente a esos dos y precisamente en este<br />
-¿Sabes quiénes son?<br />
-No.<br />
-¿No? ¿No sabes sus nombres, sus fotos, sus datos…?<br />
-Sí, pero tampoco es significativo.<br />
-Sabrás que han estado a punto <strong>de</strong> entrar en la cárcel en dos ocasiones, ¿no?<br />
-Sí. Trata <strong>de</strong> mujeres y explotación sexual.<br />
-Sí, las obligaban a tomar hormonas para mejorar su rendimiento. Casi todas están<br />
enfermas por el abuso <strong>de</strong> esas sustancias. ¿Sabes por qué no están en la cárcel? Porque la<br />
acusación perdió la documentación.<br />
-Y claro, eso te ha mosqueado.<br />
-¿Piensas que quiero a alguna <strong>de</strong> las chicas? Te equivocas. ¿Has leído el resto <strong>de</strong> sus<br />
antece<strong>de</strong>ntes?<br />
nada.<br />
-Sí. Homicidio involuntario. También absueltos.<br />
-¿No te resulta extraño? Bueno, repasa los <strong>de</strong>talles a fondo y luego me llamas.<br />
El bar se queda en silencio.<br />
-No sé qué le hice a tu novia. Por favor… -implora uno <strong>de</strong> ellos-. Vas a ejecutarme por<br />
-¿Por nada? –sonrío irónicamente.<br />
-¿Qué he hecho que te ofen<strong>de</strong> tanto?<br />
-No lo sé. Haz examen <strong>de</strong> conciencia.<br />
Tras unos minutos en silencio en los que parece meditar, niega con la cabeza.<br />
-Venga, te doy una pista.<br />
Al lado <strong>de</strong>l reloj en un pequeño espacio que <strong>de</strong>jan las filas <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> los diferentes<br />
licores cuelga un calendario con una foto enorme <strong>de</strong>l club. Pongo el <strong>de</strong>do sobre un día<br />
concreto.<br />
-¿Haz memoria?<br />
-No me viene nada.<br />
-Vale. Otra pista. Estabas en el <strong>de</strong>scampado que usas <strong>de</strong> pica<strong>de</strong>ro, ese que se queda en<br />
la comarcal que cruza a unos quince kilómetros <strong>de</strong> aquí.<br />
105
-¿Lo ves? –interviene el otro rehén-. Nunca <strong>de</strong>jes a un cliente más <strong>de</strong> tres veces con la<br />
misma chica. Hay tontos <strong>de</strong>l culo que vienen a buscar novia.<br />
-¿Es por eso? –dice el otro-. Entién<strong>de</strong>lo, tengo que probarlos para saber qué precio he<br />
<strong>de</strong> pedir por ellas.<br />
violes.<br />
-No, si yo lo entiendo. Lo que no entiendo es que te digo que se encuentra mal y la<br />
-Vamos –se carcajea su compañero-, si cada vez que nos dicen que están malas no<br />
trabajaran… iba a tener que ir yo con los clientes.<br />
-Mira, no te ofendas, comprendo que te guste la rubia –dice el otro rehén, el que ha<br />
estado implorando, ahora algo más tranquilo-, pero tienes que enten<strong>de</strong>r que las putas son así.<br />
-<strong>La</strong> camarera –interviene el serio- lleva follando conmigo menos <strong>de</strong> un mes. Como<br />
trabaja algo menos y servir copas parece que le gusta, se ha imaginado que somos novios, que<br />
la quiero y que la voy a convertir en una especie <strong>de</strong> encargada <strong>de</strong> las chicas.<br />
-¿No has pensado que si tienen tanta imaginación es porque las enterráis en una vida<br />
<strong>de</strong> mierda?<br />
-¡Aquí no obligamos a nadie! –exclama el otro, aún con lágrimas en los ojos.<br />
-¿Cómo calificas entonces lo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scampado? –bramo airado.<br />
-Danos lecciones <strong>de</strong> moral –dice <strong>de</strong>sesperado el otro-, pero bien que te la follabas.<br />
-No es cierto. Sólo hablamos. A lo mejor por eso estaba tan bien visto entre las chicas.<br />
¿Cuántas veces os ha saludado con un beso?<br />
-Sabiendo dón<strong>de</strong> ponen la boca –dice el serio con sorna-, casi mejor así.<br />
-Pero merecéis morir.<br />
-Si vas a hacerlo ten dos huevos y hazlo ahora.<br />
El teléfono retumba <strong>de</strong> repente.<br />
-Hola, Moisés. ¿Sigue todo bien ahí <strong>de</strong>ntro?<br />
-Todo bien. Gracias, Jaime.<br />
-Hemos oído unas voces, no sé si habrá algún problema…<br />
-No, qué va. Todo bien.<br />
-Me alegra saberlo. Escucha, ya tenemos el coche. Un Hammer. Es violeta, pero es<br />
todo lo que hemos podido encontrar con estas prisas.<br />
-No, servirá. Quiero que lo <strong>de</strong>jes mirando a la carretera, con la puerta <strong>de</strong>l conductor<br />
abierta y el motor en marcha. Nada <strong>de</strong> cosas raras. Despejad la entrada <strong>de</strong>l club. Saldré,<br />
liberaré a los rehenes y huiré por carretera. Y <strong>de</strong> aquí a unos años recordaremos esto y nos<br />
reiremos. ¿Estás <strong>de</strong> acuerdo?<br />
106
-Es justo.<br />
-¿Puedo hacerte una pregunta?<br />
-Claro.<br />
-¿Quién os ha dado el aviso?<br />
-<strong>La</strong> camarera.<br />
-¡Ah! –subo la voz consi<strong>de</strong>rablemente para que puedan oírme-, ¡la camarera os ha<br />
avisado! De acuerdo. En un minuto empezamos a salir. Prepara a tu gente.<br />
Me acerco a los rehenes.<br />
-¿Me habéis oído? Fue la camarera quien llamó a la policía.<br />
-¿Y? –respon<strong>de</strong> el serio-. No lo hace por nosotros, lo hace por ella misma. Por ese<br />
trabajo tan espectacular que se supone que vamos a darle.<br />
Miro el reloj. Han pasado algo menos <strong>de</strong> dos horas. Irina <strong>de</strong>bería llegar a la frontera<br />
antes <strong>de</strong> que le <strong>de</strong>n alcance. Descuelgo el teléfono.<br />
-¿Jaime?<br />
-Estoy aquí.<br />
-¿Estás preparado? Vamos a salir.<br />
-Estamos listos.<br />
-Nada <strong>de</strong> tonterías, ¿vale? Ser unos caballeros ha funcionado hasta ahora.<br />
-Sí, está claro.<br />
-Poneos en pie –digo una vez he colgado-. Vamos a salir.<br />
-Gracias, gracias… -balbucea uno <strong>de</strong> ellos.<br />
Cuando se dan la vuelta para caminar hacia la puerta disparo a ambos en plena nuca.<br />
Una muerte rápida e indolora, sin pánico por el <strong>de</strong>sangramiento ni comas profundos.<br />
Dirijo el cañón <strong>de</strong>l arma a mi propia sien, pero se encasquilla. Intento por todos los<br />
medios hacerla funcionar, pero el atasco es total. El arma está inservible, al menos a manos <strong>de</strong><br />
alguien inexperto como yo.<br />
Un pelotazo <strong>de</strong> goma impacta en la boca <strong>de</strong> mi estómago, haciendo que vomite al<br />
instante, cortándome la respiración y haciéndome clavar las rodillas en el suelo.<br />
En un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos otra vez en el juzgado y otra vez en la cárcel, aunque está<br />
vez a un penal <strong>de</strong> máxima seguridad, uno <strong>de</strong> los cuatro <strong>de</strong>l país, a más <strong>de</strong> quinientos<br />
kilómetros <strong>de</strong> mi ciudad. Mejor dicho, <strong>de</strong> la que era mi ciudad o la que aún lo sería si alguien<br />
que me importase siguiera vivo.<br />
Atesoro cientos <strong>de</strong> amenazas –se <strong>de</strong>sveló mi verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad y cayeron el<br />
investigador, el forense y los dueños <strong>de</strong> la funeraria, amén <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> polis y un médico que<br />
107
colaboraron con el <strong>de</strong>tective y el investigador. Ahora todos ellos quieren matarme-, y soy<br />
consciente <strong>de</strong> que el día menos pensado amaneceré apuñalado en la cama. Pero aún me<br />
queda algo con lo que lidiar la espera: aquella canción <strong>de</strong> cuando terminó esa serie que nos<br />
apasionaba a mi novia y a mí. cada vez que la silbo, o que cierro los ojos y la oigo en mi mente<br />
vuelvo a besarla, a oírla en susurros <strong>de</strong>cirme que me quiere, vuelvo a celebrar con mi padre un<br />
gol <strong>de</strong> nuestro equipo, a comer con mi madre sus macarrones <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar la mañana<br />
haciéndole recados.<br />
Porque soy libre, y no hay razón para tener miedo cuando uno es libre.<br />
108