10.05.2013 Views

Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V

Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V

Conviccion y Convictos. La historia de Enrique Perez.V

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Convicción y <strong>Convictos</strong>.<br />

<strong>La</strong> <strong>historia</strong> <strong>de</strong> <strong>Enrique</strong><br />

Pérez.<br />

No te da tiempo a elegir…es puro instinto<br />

Teodoro Balmaseda


A mi Sonne, que siempre está dándome fuerzas.<br />

2


CAPITULO I.<br />

Me llamo <strong>Enrique</strong> Pérez, y acabo <strong>de</strong> cumplir 28 años. Todo el mundo me conoce por el<br />

sobrenombre <strong>de</strong> Harvey, por lo visto por el razonable parecido que guardo con el actor Harvey<br />

Keitel. Cuando rodó la <strong>de</strong> Malas Calles con Martin Scorsese, Harvey Keitel <strong>de</strong>bía tener la edad<br />

que tengo yo ahora. No he conocido a nadie que haya visto la película recientemente y no me<br />

diga que soy su viva imagen. En realidad cualquiera que haya visto una peli <strong>de</strong> Harvey Keitel<br />

enseguida saca un “ostia, si sois clavados”, o “¿Seguro que no sois familia?”<br />

¿Has visto “el cabo <strong>de</strong>l miedo “? ¿Y Jackie Brown? También sacan parecido a Robert <strong>de</strong><br />

Niro en esas pelis. Pero, en palabras <strong>de</strong> una vieja amiga: “Es más en la actitud. Reflejáis el aura<br />

<strong>de</strong> un hombre cansado.”<br />

Si, eso es cierto. Estoy muy cansado, y muy triste. Es como si ya estuviese muerto y mi<br />

corazón siguiese latiendo por error, sólo por inercia.<br />

Y es que mi vida no es nada común. Si reuniese a todas las personas que han tenido<br />

experiencias cercanas a la mía a mi edad, en el último siglo no saldrían mil. Con <strong>de</strong>cir que el<br />

último acontecimiento relativamente alegre fue cuando proyectaron “Smoke”. Todo el mundo<br />

se volvió loco al ver salir a Harvey Keitel, y cuando una mujer, vecina <strong>de</strong> la tienda que<br />

regentaba el personaje <strong>de</strong> Keitel, salió enseñando las tetas, la ovación fue tan sentida como si<br />

<strong>de</strong> verdad le hubiese tocado yo las perolas. Aún me gastan bromas con el busto <strong>de</strong> aquella<br />

mujer.<br />

Sí. Acabo <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> la cárcel. Entró un niñato que no había cumplido los 25 y no sabía<br />

nada <strong>de</strong> la vida y salió un pedazo <strong>de</strong> mierda <strong>de</strong> 28, medio loco, medio muerto y resabiado por<br />

completo. <strong>La</strong> vida casi nunca es tan bonita como la planeamos.<br />

El sistema penitenciario se basa en el principio <strong>de</strong> que un hombre pue<strong>de</strong> cambiar.<br />

Todo el sistema judicial está pensado <strong>de</strong> manera que se reconoce que has cometido un error,<br />

pagas el precio y sales reformado, listo para continuar tu vida y no mirar atrás. Pero eso no es<br />

así. Es sólo un principio. Un puñado <strong>de</strong> letras en libros polvorientos o en manuscritos<br />

andrajosos. Otra cosa es la realidad, caso por caso, más allá <strong>de</strong>l número, <strong>de</strong>l expediente <strong>de</strong>l<br />

caso. Ahí el sistema toma la forma <strong>de</strong> una apisonadora. Pasa por encima <strong>de</strong> cualquiera sin<br />

percatarse <strong>de</strong> si comenten una injusticia o no.<br />

Pero volvamos al origen. Vamos a explicar las cosas bien. Todo esto comenzó el 4 <strong>de</strong><br />

julio <strong>de</strong> 2009, teniendo yo 24 años y 205 días. Acababa <strong>de</strong> empezar a salir con una chica a la<br />

que había conocido unos meses atrás en un curso <strong>de</strong> lenguaje <strong>de</strong> signos. Aquel día creo que<br />

era nuestra cuarta cita. Después <strong>de</strong> haberla invitado a un café, a un concierto, y a una cena en<br />

el restaurante <strong>de</strong> un viejo amigo, aquel sábado planeé ver la última película <strong>de</strong>l actor favorito<br />

<strong>de</strong> mi chica y luego una copa en el bar <strong>de</strong> unos amigos -los únicos conocidos en común que<br />

teníamos antes <strong>de</strong> conocernos-. Reconozco que aquellas semanas estaba un poco…como<br />

<strong>de</strong>cirlo, distraído. Más que distraído, enamorado. Mi chica era realmente maravillosa. Bueno,<br />

3


no quiero entrar en un carrusel <strong>de</strong> piropos relamidos, así que lo <strong>de</strong>jaremos en que estaba<br />

enamorado.<br />

El caso es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la película, un tostón nauseabundo <strong>de</strong> casi 3 horas sobre<br />

una <strong>historia</strong> <strong>de</strong> amor en una jungla en medio <strong>de</strong> Asia, con mi novia encantada <strong>de</strong> la vida,<br />

contando las alabanzas <strong>de</strong> aquel “actorazo”, cuyos “ojos son realmente expresivos”, entonces<br />

empezaba mi noche. El bar <strong>de</strong> nuestros conocidos estaba en la otra punta <strong>de</strong> la ciudad, así que<br />

tendríamos que dar un paseo <strong>de</strong> unos cuarenta minutos, a las 2 <strong>de</strong> la madrugada <strong>de</strong> una noche<br />

<strong>de</strong> verano. Aquella tar<strong>de</strong> se habían alcanzado las temperaturas mas altas el año, llegado a los<br />

39º C a las 15:40 horas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Por lo tanto, a 10ºC a las 2 <strong>de</strong> la mañana el alivio térmico<br />

animaba a caminar.<br />

Nuestra ruta por la ciudad nos hacia cruzar gran<strong>de</strong>s avenidas y pequeñas calles, barrios<br />

financieros y barrios resi<strong>de</strong>nciales, el centro histórico <strong>de</strong> la ciudad y el extrarradio más reciente<br />

en el tiempo.<br />

Cuando llegamos al barrio que peor fama levaba, pasamos acelerando el paso,<br />

cesamos la conversación inmediatamente y ella me cogió <strong>de</strong> la mano con fuerza.<br />

Y las calles más tenebrosas quedaron atrás. Excusándose en el frío, mi chica se<br />

acurrucó bajo mi brazo y caminamos el resto <strong>de</strong>l camino, abrazados. O así <strong>de</strong>bió haber sido.<br />

Apenas a tres manzanas <strong>de</strong>l bar <strong>de</strong> nuestros amigos, recorríamos una calle<br />

completamente vacía. Es un fenómeno curioso el que se produce en esta ciudad. <strong>La</strong> zona <strong>de</strong><br />

copas esta muy concentrada, tanto que apenas a un par <strong>de</strong> manzanas <strong>de</strong> la mentada zona, la<br />

ciudad parece fantasma, mientras a poca distancia se concentran cientos <strong>de</strong> personas ávidas<br />

<strong>de</strong> divertimento.<br />

Bueno, el caso es que ahí estamos, la noche <strong>de</strong> un sábado ,<strong>de</strong> principios <strong>de</strong> Julio, a una<br />

mas que intempestiva, caminando abrazados, con mi corazón a punto <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> mi pecho,<br />

consciente <strong>de</strong> que era el momento en que más cerca he estado <strong>de</strong>l cielo.<br />

De repente, las luces <strong>de</strong> la calle se apagan. Nuestro entorno se sumerge <strong>de</strong> pronto en<br />

las tinieblas. Mi chica da un pequeño respingo y me abraza con más fuerza. Yo sonrío confiado.<br />

Es la ocasión i<strong>de</strong>al para utilizar mi pequeño mechero -linterna y salir <strong>de</strong> ahí convertido en un<br />

héroe gracias a mi aplomo.<br />

Un par <strong>de</strong> manzanas más a<strong>de</strong>lante la calle está iluminada, e inmersa en el bullicio <strong>de</strong><br />

grupos <strong>de</strong> personas que se ríen a carcajadas o entonan sus canciones favoritas a voz en grito.<br />

-Genial -pienso-. Ni siquiera voy a necesitar la linterna. Con un poco <strong>de</strong> suerte saldré<br />

<strong>de</strong> aquí convertido en un súper héroe que ve en la oscuridad. Como Dare<strong>de</strong>vil…<br />

Mi novia se libera <strong>de</strong>l abrazo y se aleja un poco <strong>de</strong> mí, no obstante sin soltarme la<br />

mano en ningún momento.<br />

-¡Eh, tú! –suena a mi espalda.<br />

-¡Mierda!-pienso-. Si no contesto voy a quedar como un cobar<strong>de</strong> y si contesto es<br />

posible que tengamos problemas. Debo <strong>de</strong>cidir rápido.<br />

Un tío aparece <strong>de</strong> la nada y se planta ante nosotros en una postura muy poco<br />

amistosa.<br />

4


-¿Qué pasa, que no oyes? -dice en un tono chulesco. Mi chica me aprieta la mano con<br />

más fuerza.<br />

-¿Me llamabas a mi? -respondo en un a<strong>de</strong>mán tan farruco como el suyo. Un par <strong>de</strong><br />

apretones dan a enten<strong>de</strong>r que mi chica no está cómoda.<br />

-¿A quién voy a llamar sino? -farfulla ese individuo entre carcajadas-. ¿Ves a alguien<br />

más...?<br />

- No veo nada. Pero la voz que me ha llamado ha salido <strong>de</strong> mi espalda.<br />

-¡Efectivamente! -dice otro tío, que <strong>de</strong> un salto se pone junto al primero.<br />

-¡Vaya! -dice irónicamente el primero-. Eres una chica con suerte, tu novio es todo un<br />

boy scout<br />

Mi chica los sigue mirando entre atemorizada y furiosa. No mueve un sólo músculo <strong>de</strong><br />

su rostro.<br />

-¡Uy, que ricura! -dice el segundo individuo-. ¡Mira cómo la gatita aguarda para<br />

enseñarnos las uñas!<br />

-Venga chavales -intervengo forzado por la situación-. Se acabó la fiesta. Nosotros<br />

seguimos nuestro camino.<br />

-¡Es maravilloso! -se dicen el uno al otro con voz afectada-. ¡Su novio sale a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a<br />

la <strong>de</strong>sprotegida señorita!<br />

-Si, soy un héroe -respondo apáticamente les retiro con un pequeño empujón.<br />

-¡Eh, tío! ¡Tú estás loco! -gritan a coro. Corretean y vuelven a formar una barrera<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí. Me <strong>de</strong>tengo, pero ya prevenido. Va a haber pelea. Son dos, es difícil que gane, y<br />

prácticamente imposible que salga sin cicatrices o sin algún diente <strong>de</strong> menos. Des<strong>de</strong> luego, la<br />

estrategia está clara. Mi novia sale por pies, yo tumbo a uno y ya veremos qué pasa con el<br />

otro.<br />

Mi chica sabe algo <strong>de</strong> Morse. Mediante signos intento mandarle un mensaje. Pero solo<br />

se <strong>de</strong>cir, SOS, GOL, SMS y poco más. Mientras los dos vacilan entre ellos, trato <strong>de</strong> pasarle algo.<br />

C..O...R...R...No recuerdo la E...¡Mierda! CORRU, Bueno algo es algo. Y... cuando estoy<br />

a punto <strong>de</strong> enviar la A, uno <strong>de</strong> ellos saca una faca. Una siete muelles <strong>de</strong> casi treinta<br />

centímetros abierta. Esto cambia todo por completo. No puedo arriesgarme a que la pinchen.<br />

Es mejor per<strong>de</strong>r la cartera.<br />

-Verás...-dice uno <strong>de</strong> los idiotas-, a mí me caes bien, en serio.<br />

-No queremos problemas -respondo tratando <strong>de</strong> mantener la compostura-. Seguid<br />

vuestro camino, nosotros el nuestro, y aquí no ha pasado nada.<br />

-Por mí lo haría, pero llevo casi veinte horas sin comer, y necesito algo <strong>de</strong> dinero.<br />

-De acuerdo, toma -saco la pasta <strong>de</strong> la cartera-. No tengo más, ni tarjetas ni nada. Sólo<br />

fotos <strong>de</strong> la familia, carnets, papeles, cosas así...<br />

Uno <strong>de</strong> ellos registra el billetero.<br />

5


-¡Un listo! ¡Esto son billetes! -grita. El otro me amenaza con la navaja.<br />

-Espera, son <strong>de</strong> Cuba. ¿No ves al Ché? No valen nada.<br />

-Tu turno, princesa.<br />

Mi chica les da la cartera. Por la tensión quizás no pue<strong>de</strong> reprimir un sollozo. Los dos<br />

imbéciles sonríen. <strong>La</strong> ira me consume.<br />

-Ahora vamos a hacer lo siguiente. Os vais a quedar aquí quietecitos hasta que vuelva<br />

la luz. Luego os largáis y ya veréis como el sol mañana volverá a brillar.<br />

El otro imbécil está a menos <strong>de</strong> un centímetro <strong>de</strong> mí. Su aliento apesta.<br />

-¡Oh! sino... -grita para poner el colofón. Mueve la navaja <strong>de</strong> un lado a otro, como si<br />

fuese a cortarme el cuello.<br />

De pronto, sin yo haberme percatado <strong>de</strong> nada, un géiser <strong>de</strong> sangre me cubre por<br />

completo. Tengo suerte <strong>de</strong> tener los ojos cerrados en el momento preciso o la sangre me<br />

hubiese entrado en los ojos.<br />

Me vuelvo hacia mi chica y ésta yace <strong>de</strong>splomada en el suelo. Sangra profusamente<br />

por el cuello. Pongo las manos en su cuello. No hay pulso. Los dos imbéciles están paralizados.<br />

-¡Soy médico! -grita un hombre que aparece también <strong>de</strong> entre las sombras- llama a<br />

una ambulancia y déjame tu camisa.<br />

Los dos imbéciles siguen frente a mí, sin saber qué <strong>de</strong>cir o hacer. Me pongo en pie,<br />

completamente ciego <strong>de</strong> rabia. Uno <strong>de</strong> ellos suelta la navaja y los dos tratan <strong>de</strong> huir.<br />

Recojo la navaja y salgo corriendo tras ellos. No es fácil correr en la oscuridad, y<br />

continuamente suenan pequeños golpes contra coches aparcados, farolas, papeleras...<strong>La</strong><br />

suerte ha querido que un par <strong>de</strong> piedras <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rable tamaño yacieran junto a la navaja.<br />

<strong>La</strong>s he recogido y las llevo en la otra mano.<br />

Los dos giran en el primer callejón. Mi persecución se dificulta consi<strong>de</strong>rablemente, ya<br />

que ahora me muevo en plenas tinieblas. <strong>La</strong> casualidad -o el <strong>de</strong>stino o alguna divinidad- hacen<br />

que un coche pase por el cruce más próximo. Una combinación irrepetible <strong>de</strong> reflejos en los<br />

cristales <strong>de</strong> los escaparates revela la posición <strong>de</strong> los asesinos. Al sentirse <strong>de</strong>scubiertos, salen a<br />

la carretera y corren tan rápido como se lo permiten las piernas.<br />

Agarro la primera piedra, me encomiendo a la suerte y la lanzo sin mucha fe. El<br />

proyectil traza una parábola e impacta en pleno cogote <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos, que entre lloros y<br />

quejidos cae al suelo. El otro continúa su avance sin <strong>de</strong>tenerse a socorrer a su compañero.<br />

Salgo a la mitad <strong>de</strong> la calle. Mi objetivo corre en línea recta, pero va a doblar la<br />

primera curva. Vuelvo a encomendarme a la suerte. <strong>La</strong>nzo la otra piedra, esa vez en un vuelo<br />

rasante que impacta directamente con su columna vertebral, arrojándole con violencia al<br />

suelo.<br />

Llego don<strong>de</strong> ha caído el primer atracador. Me mira con pavor, no retira las manos <strong>de</strong>l<br />

cogote, por don<strong>de</strong> sangra abundantemente.<br />

-Por favor, no -suplica-. Ha sido un acci<strong>de</strong>nte. Sólo queríamos asustaros.<br />

6


-Mi chica estaba llorando -respondo impertérrito-. Creo que estaba asustada <strong>de</strong> sobra<br />

-¡Por Dios, que tengo mujer!<br />

-Y yo.<br />

Clavo la navaja en el cuello. En un lado, más o menos don<strong>de</strong> tiene la herida mi novia.<br />

Sangra profusamente. Igual que mi novia. Avanzo hasta el siguiente cruce, don<strong>de</strong> el otro se<br />

arrastra entre estertores y ja<strong>de</strong>os.<br />

-¡No siento las piernas! -grita aterrorizado-. ¡No puedo moverme!<br />

Al percatarse <strong>de</strong> que no vengo precisamente a auxiliarle y que esto todavía no ha<br />

terminado, suplica.<br />

-Escucha, yo sólo...<br />

-Querías asustarnos. Ya...<br />

-En serio, se me fue la mano.<br />

-Ya...<br />

Clavo la navaja en el mismo punto. Sangra tan copiosamente como su compañero.<br />

A toda prisa, vuelvo con mi novia.<br />

-Ven, ayú<strong>de</strong>me, presione aquí -dice el hombre.<br />

Como si <strong>de</strong> repente hubiera vuelto a la realidad, mi corazón empieza a latir <strong>de</strong>sbocado,<br />

mis nervios oprimen mi estómago y mis ojos se llenan <strong>de</strong> lágrimas.<br />

-¿No está....? –murmuro compungido.<br />

-No, solo inconsciente. Es posible que te oiga, así que háblale.<br />

<strong>La</strong> ambulancia esta al caer.<br />

-Nena, mi amor, por favor, no te vayas-farfullo al inexpresivo rostro <strong>de</strong> mi chica.<br />

<strong>La</strong>s sirenas <strong>de</strong> la ambulancia irrumpen en las silenciosas calles. Aún suenan lejos.<br />

-Por favor, pelea -el médico corre a orientar a los servicios <strong>de</strong> urgencias, yo sólo<br />

presiono sobre la herida. No puedo ni pensar. Sus ojos siguen cerrados, y cada vez está más<br />

pálida.<br />

-¡Aquí! -grita el médico <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la lejanía-. ¡Por aquí!<br />

-Ya están aquí, mi amor -murmuro entre lágrimas.<br />

Los ATS me apartan <strong>de</strong> un empujón.<br />

-Ya nos encargamos nosotros.<br />

-¡Vamos, esta necesita una transfusión!<br />

-¿Puedo ir con vosotros?<br />

7


-No. ¿Sabes su tipo <strong>de</strong> sangre?<br />

-Si, A positivo, como yo.<br />

El médico está con los dos imbéciles y las ambulancias que han venido a auxiliarles. Un<br />

coche <strong>de</strong> policía aparece con las luces encendidas y da un frenazo propio <strong>de</strong> una película.<br />

-Vamos, quedas <strong>de</strong>tenido.<br />

-¿Yo? ¿Por qué?<br />

-Intento <strong>de</strong> homicidio.<br />

-¿Y mi novia? Llevadme con ella y <strong>de</strong>spués me entregaré voluntariamente.<br />

-¿Has oído? -pregunta uno al otro-. Tenemos al chulo.<br />

-Si, hombre, lo que necesites -me dice el otro-. Si te apetece te traemos el periódico.<br />

- O te arreglamos el bidé.<br />

Uno <strong>de</strong> ellos se me acerca.<br />

-Hala, majestad, acompáñenos, si tiene la bondad.<br />

-Pero hombre, digo yo que...<br />

-Y yo digo que te vienes a comisaría ya -me respon<strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos con un gesto tajante<br />

con el brazo.<br />

Antes <strong>de</strong> que pueda elucubrar una respuesta uno <strong>de</strong> los policías me aborda por la<br />

espalda y, con un solo gesto, me pone el brazo en la espalda, obligándome a reclinarme sobre<br />

el capó <strong>de</strong>l coche, don<strong>de</strong> me esposa y me leen los <strong>de</strong>rechos.<br />

-¿Has entendido tus <strong>de</strong>rechos?<br />

-Sí.<br />

-Pues nada. Vámonos que verás qué bien te lo vas a pasar.<br />

- Y la cantidad <strong>de</strong> amigos que vas a hacer -corrobora su compañero.<br />

<strong>La</strong>s horas en comisaría se me hacen eternas. Estoy tan angustiado por mi chica que el<br />

estómago se me revuelve y estoy a punto <strong>de</strong> vomitar en dos ocasiones. Los compañeros <strong>de</strong><br />

calabozo -sólo dos aquella noche- lo entien<strong>de</strong>n y afortunadamente no tengo problemas con<br />

ellos.<br />

Me paso casi hasta el amanecer llamando al guardia para que me <strong>de</strong>je hacer la<br />

llamada. A las 6:41 a. m. me dan la oportunidad. Marco. El teléfono empieza a dar señal. Una,<br />

dos, tres. Mi corazón late <strong>de</strong>sbocado. A la quinta saltará el contestador y mi oportunidad se<br />

habrá ido por el sumi<strong>de</strong>ro. El cuarto tono me hace ahogar un resoplido con una leve tos. Y, por<br />

fin, justo antes <strong>de</strong> que suene el quinto tono, la voz somnolienta <strong>de</strong> mi madre aparece al otro<br />

lado <strong>de</strong>l auricular.<br />

-Mamá.<br />

8


-¿Qué pasa? Nos has sacado <strong>de</strong> la cama.<br />

-Escucha. Estoy en la comisaría, en la que está al lado <strong>de</strong>l tanatorio.<br />

-¿Qué? ¿Qué ha pasado?<br />

-Da igual ahora. El caso es que ésta está en el hospital. Por favor, baja...<br />

<strong>La</strong> policía que hay <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí cuelga el teléfono con una sonrisa <strong>de</strong> oreja a oreja.<br />

-Lo siento. Sólo un minuto.<br />

Tiro el auricular al suelo. Estoy <strong>de</strong>seando encararme con esa cuadrilla <strong>de</strong> cerdos. Pero<br />

su sonrisa les <strong>de</strong>lata. Están buscando la más mínima confrontación para darme una tunda.<br />

culo.<br />

Me <strong>de</strong>vuelven al calabozo no sin <strong>de</strong>saprovechar la ocasión <strong>de</strong> darme una patada en el<br />

-¿Qué tal te ha ido? -pregunta uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>l calabozo, tumbado en lo que era mi<br />

asiento. Hace a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> levantarse.<br />

-No, tranquilo, quédate tumbado. No tengo ganas <strong>de</strong> sentarme.<br />

-Siéntate, relájate y cuéntamelo -aun así se pone en pie.<br />

-Mal. Apenas he dicho nada y...<br />

-Te han cortado.<br />

-Si, ¿Como lo sabes?<br />

-¿Es tu primera vez?<br />

Asiento cabizbajo.<br />

-Los muy cabrones siempre lo hacen. A<strong>de</strong>más es mentira.<br />

-¿Qué?<br />

-Hay que ponerse cara al reloj y contar cada segundo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>de</strong>scuelgan. Sino, los<br />

cabrones te cuentan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que marcas.<br />

-¿Pero se han enterado <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estás?<br />

-Sí.<br />

-Pues tienes suerte. Yo la primera vez dije: “Hola nena. No te lo vas a creer. Estoy...”Y<br />

me colgaron. Menos mal que estaba conmigo un primo mío y con su llamada aprovechamos<br />

los dos, que sino....<br />

El tiempo pasa angustiosamente lento ahí <strong>de</strong>ntro. Mis padres llegan a los cuarenta<br />

minutos más o menos. Están aterrorizados y no hacen más que preguntarme si estoy bien. Mi<br />

mensaje es claro: cómo está mi niña. El resto me da igual.<br />

9


De una forma tal vez <strong>de</strong>masiado tajante, rozando lo grosero, les digo que sólo se<br />

molesten en llamar al centro <strong>de</strong> protección <strong>de</strong> conductores o, en su <strong>de</strong>fecto, a Amnistía<br />

Internacional-soy socio <strong>de</strong> ambos- para que me consigan representación legal.<br />

-Han dicho que mañana por la mañana pasaré a disposición judicial. Con tener<br />

abogado entonces es suficiente. Ahora id a verla. Si no os <strong>de</strong>jan entrar la ventana <strong>de</strong>l calabozo<br />

da justo al callejón ese con el tanatorio. No puedo veros, pero si oíros.<br />

-Tranquilo. Todo se solucionará.<br />

-Gracias por todo.<br />

-Vamos. Se acabó la visita.<br />

Mi madre me estruja y besa la mano como si me llevasen a Auschwitz. Sonrío con<br />

ternura. Esa imagen me está partiendo el corazón. Levanto la mirada e involuntariamente la<br />

fijo en los ojos <strong>de</strong> mi padre. Están vidriosos y su mentón tiembla. Pero no va a llorar. No allí.<br />

No les dará ese gusto.<br />

-Señores, esto es un favor. No me hagan arrepentirme.<br />

-¿Un favor? -respon<strong>de</strong> mi madre completamente fuera <strong>de</strong> sí-. ¿Cómo pue<strong>de</strong> ser un<br />

favor permitir a una madre que vea a su hijo?<br />

-Pues cuando el hijo es un criminal, señora.<br />

-Presunto -<strong>de</strong>cido intervenir antes <strong>de</strong> que mi madre haga una fregona <strong>de</strong> ese patán<br />

Aún no me han juzgado. Así que <strong>de</strong> momento soy un presunto criminal.<br />

-Exacto. Un presunto doble homicida.<br />

-Aún estoy investigando, pero diría que eres una presunta hija <strong>de</strong> puta-salta mi padre<br />

sin previo aviso.<br />

-¿Quiere pasar el fin <strong>de</strong> semana aquí, señor? -pregunta la policía, sin la reacción<br />

visceral que esperábamos mi padre y yo.<br />

-¿Eso es una amenaza? -contestan mis padres a coro. Estoy tratando <strong>de</strong> poner paz,<br />

pero la verdad es que por <strong>de</strong>ntro me regocijo <strong>de</strong> orgullo.<br />

-¡Por favor, ya está bien! -grito-. ¡Iros, por favor!<br />

<strong>La</strong>s horas pasan. Otro compañero <strong>de</strong>l calabozo es trasladado sin más explicaciones.<br />

Nos quedamos sólo dos, tumbados, viendo pasar el día. Estoy <strong>de</strong>masiado cansado. Según me<br />

tumbo caigo rendido. Tal es así que me <strong>de</strong>spierta el compañero.<br />

-¡Oye! -dice agitándome.<br />

Doy un respingo un poco <strong>de</strong>sorientado.<br />

-¡Que te <strong>de</strong> llaman <strong>de</strong> la calle! -grita en carcajadas.<br />

-¡Quique! ¡Quique! -mi madre se <strong>de</strong>sgañita.<br />

-¡Dime!<br />

10


Un guardia llega corriendo.<br />

-Prohibido gritar -dice golpeando los barrotes con la porra.<br />

-¡Estable! -llega <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle un alarido <strong>de</strong> mi padre.<br />

-¿Cuánto pesas? -le susurro a mi compañero.<br />

-70 kilos, ¿por?<br />

-Apóyate -digo poniendo mis manos en forma <strong>de</strong> estribo-. Saca la mano así (con el<br />

pulgar hacia arriba) para que sepan que lo he oído.<br />

Me ayuda al instante.<br />

-¡Adiós! -gritan-. ¡Volvemos en un par <strong>de</strong> horas!<br />

-¡Se recupera! -vocifera-. ¡De ésta sale!<br />

-Enhorabuena, muchacho -me dice mi compañero. No puedo evitar el llanto. Me<br />

<strong>de</strong>rrumbo mientras me siento en la cama. <strong>La</strong> angustia que se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> mis entrañas<br />

se retira al momento. El fin <strong>de</strong> aquel día horrible parece tener una salida.<br />

Pasamos el resto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> conversando mi compañero y yo. Resulta que es perro<br />

viejo en asuntos judiciales. Me siento afortunado <strong>de</strong> compartir celda con él.<br />

Resulta que es un estraperlista. Se <strong>de</strong>dica al contrabando, a dar sobornos aquí y allá, a<br />

ven<strong>de</strong>r algo <strong>de</strong> costo...<strong>de</strong>litos menores pero numerosos. Es posible que la tensión por mi<br />

situación o mi inexperiencia en esas li<strong>de</strong>s me estuviese jugando una mala pasada pero mi<br />

compañero me inspira confianza enseguida.<br />

Aquel lunes apareció mi madre a las 5:30 <strong>de</strong> la mañana con una bolsa <strong>de</strong> <strong>de</strong>porte<br />

repleta <strong>de</strong> ropa, un neceser con diversos artículos <strong>de</strong> aseo y algo <strong>de</strong> comida. Barritas <strong>de</strong><br />

cereales y esa especie <strong>de</strong> chocolatinas que toman los <strong>de</strong>portistas para recuperar energía.<br />

A las 8:00 un porrazo en los barrotes nos sacó a todos <strong>de</strong> la tierra <strong>de</strong> Morfeo.<br />

-Vamos cenicientos. Hoy es el gran día -berreó uno <strong>de</strong> los guardias.<br />

-Prepárate -dijo mi compañero posando un a mano en mi hombro-. Apostaría a que<br />

vas tú primero.<br />

Después <strong>de</strong> una ducha fría en la que casi me quedo sin aclarar, nos trasladaron a los<br />

dos, justo con otros seis u ocho al juzgado. Eran vistas preliminares. Lo único que se <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> es<br />

si pue<strong>de</strong>s irte a casa hasta el juicio rápido o si te espera unas cuantas noches como la que<br />

había pasado yo. Esperábamos los acusados en unos bancos junto a la puerta <strong>de</strong> la sala<br />

número 2. Todos los que pasaban por el pasillo entraban por la misma puerta, menos dos tíos,<br />

un calvo y un viejo -este <strong>de</strong>bía ser el alguacil o algo así- que charlaban amigablemente. Entre<br />

las carcajadas sólo entendí en un farfullo “Se van a enterar”.<br />

Pasó un rato interminable <strong>de</strong> espera, con los dos policías a los lados y otros dos<br />

<strong>de</strong>lante. Uno <strong>de</strong> los acusados, que <strong>de</strong>bía tener al menos sesenta años, susurró que se meaba.<br />

Después <strong>de</strong> discutir irremediablemente con los policías, dos <strong>de</strong> ellos se fueron con él al baño.<br />

-Ni que fuese a fugarse por el váter -le susurré a mi compañero.<br />

11


-Te sorpren<strong>de</strong>ría la gente que lo intenta.<br />

-¿Esposado? ¿Salir <strong>de</strong> un juzgado?<br />

-Cuando sientes que si corres tal vez seas libre, te dan igual las apariencias o<br />

posibilida<strong>de</strong>s. Te lo digo por experiencia.<br />

-¿Lo intentaste?<br />

-Sí-asiente sonriendo-. <strong>La</strong> primera vez.<br />

-Lo siento. No quería ofen<strong>de</strong>rte.<br />

-No pasa nada.<br />

-Espero que ninguno intente alguna tontería -farfulló uno <strong>de</strong> los guardas como si fuese<br />

Wyatt Earp. Ni le miro.<br />

El calvo y el supuesto alguacil se <strong>de</strong>spidieron. El alguacil entra por don<strong>de</strong> todo el<br />

mundo pero el calvo se va al final <strong>de</strong>l pasillo y entra por la otra puerta.<br />

-¿Ese es (no sería es ese? –susurré a mi compañero.<br />

-Sí, el <strong>de</strong> “se van a enterar”. Estamos jodidos.<br />

Nos hacen pasar a la sala. El alguacil berrea mi nombre y la signatura <strong>de</strong>l caso. Hace<br />

tanto que todos me llaman Harvey que casi no respondo a mi nombre. El juicio empieza mal.<br />

Mi abogado tiene muchas ganas, entre otras cosas porque me ha dicho que normalmente no<br />

es en absoluto reprochable lo que hice, y tiene una buena base teórica, pero su inexperiencia<br />

se ha ganado la antipatía <strong>de</strong>l juez, y nos está arrastrando por el suelo. Faltan minutos para que<br />

se pronuncie y no ha aceptado ni un solo argumento en mi favor. Ni la <strong>de</strong>fensa propia, ni los<br />

atenuantes –hay gente que se cabrea al ver a la novia medio muerta por un navajazo-, ni mi<br />

ausencia <strong>de</strong> antece<strong>de</strong>ntes. Todo obviado.<br />

Lo más importante era saber <strong>de</strong> qué se me acusa. Si es <strong>de</strong> agresión, con o sin<br />

atenuantes, a dormir a casa.<br />

“Este tribunal falla que el acusado permanezca en prisión preventiva hasta que se<br />

celebre la vista, don<strong>de</strong> se le juzgará por doble intento <strong>de</strong> homicidio”.<br />

-Por favor –me susurra mi abogado-, no te enfa<strong>de</strong>s. Esto se pue<strong>de</strong> recurrir y si no<br />

montas una escena a lo mejor esta noche duermes en casa.<br />

Mis padres se ponen en pie encolerizados.<br />

-¡Vamos, no me jodas! –grita mi padre.<br />

-¡Este tribunal es un chiste! –vocifera mi madre.<br />

-¡Mantengan la compostura! –exclama el juez. Ante las protestas <strong>de</strong> mis padres, que<br />

se han convertido en un par <strong>de</strong> hooligans furiosos, actúan los alguaciles.<br />

He tratado <strong>de</strong> calmarles, pero los tres acabamos en los calabozos. Mis guardas se<br />

apresuran en mi traslado. Podría haber estado unas horas con ellos, pero… la ley es así.<br />

12


CAPITULO II<br />

Llegamos a la prisión sin que apenas me haya percatado <strong>de</strong>l viaje. Trato <strong>de</strong><br />

concentrarme en las palabras <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong> mis padres, o en los recursos que va a presentar mi<br />

abogado, que me sacarán <strong>de</strong> este infierno.<br />

El par <strong>de</strong> imbéciles con placa que me trasladan no paran <strong>de</strong> hacer chistes crueles a mi<br />

costa. “Cuidado con el jabón”. “¿Vas al gimnasio?”. “¿Alguna vez te han hecho una inspección<br />

<strong>de</strong> próstata?”. “¿Qué es lo más gran<strong>de</strong> que te has metido en la boca?”<br />

A cada frase le sigue un carrusel <strong>de</strong> risotadas guturales, más propias <strong>de</strong> una hiena o un<br />

caballo que <strong>de</strong> humanos. Esa es su estrategia. Tratar <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrumbarme. Que me venga abajo.<br />

Que me sienta culpable. Que me arrepienta. Pero aquí está mi batalla. Éste es mi camino.<br />

Mantenerme firme. Reírme más fuerte que ellos. Emitir carcajadas tan estri<strong>de</strong>ntes como me lo<br />

permita la garganta. Que no sientan cuando me hacen daño o cuando me atenaza el miedo.<br />

Entramos en prisión. Una enorme puerta metálica <strong>de</strong> gran grosor se abre ante<br />

nosotros. Es como la empalizada <strong>de</strong> un castillo medieval. Me sacan <strong>de</strong>l coche agarrado por los<br />

brazos y esposado. <strong>La</strong> puerta hace un terrible sonido metálico al cerrarse. Como si hubiese<br />

caído un rayo, o hubiese habido una explosión cerca. Mis guardias me escoltan hasta la<br />

recepción. No se por qué se empeñan en empujarme <strong>de</strong> los codos. ¿Dón<strong>de</strong> podría ir?<br />

-Aquí te traemos una joyita –dice uno <strong>de</strong> mis guardias con su mejor mirada <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sprecio.<br />

-¿Sí? –respon<strong>de</strong> el otro en un fingido gesto paternal-. ¿Qué has hecho, criatura?<br />

-Nada, un doble homicidio.<br />

Estoy a punto <strong>de</strong> contestar a ese imbécil, o directamente conectarle un cabezazo que<br />

tengan que sacarle el tabique nasal <strong>de</strong>l cerebro con unos alicates. Pero me lo pienso mejor.<br />

Con un doble homicidio ningún idiota me va a buscar las cosquillas. Cuando <strong>de</strong>scubran que se<br />

han quedado en intentos, o en agresiones quizá sí que tendré alguna que otra confrontación. Y<br />

es difícil.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r –exclama al otro lado <strong>de</strong>l mostrador-, con la cara <strong>de</strong> tonto que tiene!<br />

-Pues ya ves –dice el que está a mi lado mirándome con chulería y sintiéndose<br />

superior-. Una joya.<br />

Por fin, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato <strong>de</strong> inútil cháchara, me llevan al pabellón Sur, una especie<br />

<strong>de</strong> cobertizo mal reformado don<strong>de</strong> colocan a los que estamos en prisión preventiva a la espera<br />

<strong>de</strong> juicio. El organigrama <strong>de</strong> la penitenciaria se ha configurado <strong>de</strong> tal manera que los presos <strong>de</strong><br />

un pabellón cualquiera no coinci<strong>de</strong>n nunca con el resto <strong>de</strong> prisioneros.<br />

Bueno, nunca tampoco. Sólo en la hora <strong>de</strong> comer. <strong>La</strong> teoría era que este tipo <strong>de</strong><br />

divisiones, según la experiencia <strong>de</strong> otras cárceles por todo el mundo, resultaba bastante<br />

13


efectiva a la hora <strong>de</strong> atajar problemas como el tráfico <strong>de</strong> drogas o las agresiones entre internos<br />

–los violadores no tenían muy buena prensa por ejemplo, y los novatos suelen (solemos) tener<br />

problemas con los veteranos-. En la práctica era todo lo contrario. <strong>La</strong> incomunicación <strong>de</strong> los<br />

pabellones era el caldo <strong>de</strong> cultivo idóneo para establecer una compleja red <strong>de</strong> tráfico no sólo<br />

<strong>de</strong> sustancias, sino <strong>de</strong> cualquier cosa que pueda uno imaginar. Revistas sucias –cuanto más<br />

hardcore, mejor-, cualquier tipo <strong>de</strong> ropa –la moda eran las camisetas <strong>de</strong> la NBA-, naipes,<br />

dados, e incluso enseres <strong>de</strong> higiene personal. Sólo necesitas saber quién mueve las tetas o a<br />

quién se le da bien conseguir cosas. Paga una parte –normalmente entre el 40% y el 60%- y<br />

espera, que verás cómo en unos pocos días algo aparece <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> tu almohada.<br />

En el fondo es una idiotez, y normalmente ninguno <strong>de</strong> los presos usaría ninguno <strong>de</strong><br />

estos servicios, pero tiene algo encantador, hay que reconocerlo. Ejemplo:<br />

No recuerdo haber comprado una revista porno en años, quizá <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los 14. ¿Para<br />

qué? Podría dármelas <strong>de</strong> intelectual, y <strong>de</strong>cir que es alienante para las mujeres, estúpido <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

su concepción o que da una mala imagen y, por lo tanto, una maña influencia para los jóvenes,<br />

lo que es escrupulosamente cierto, pero mi caso es diferente. Nunca he sido alguien muy<br />

fogoso en mis instintos… ¡Qué va! Lo que pasa es que <strong>de</strong>scubrí el porno en Internet. Acceso<br />

inmediato y gratuito <strong>de</strong> todos los salidos <strong>de</strong>l mundo a las mejores tías en pelotas. Lo que te<br />

ahorra no sólo en dinero, sino la eternidad que hay que esperar en el quiosco, buscando el<br />

momento <strong>de</strong> soledad total, soportar la sonrisa irónica <strong>de</strong>l <strong>de</strong>pendiente, y el viaje a casa con la<br />

revista escondida en la manga <strong>de</strong> la cazadora –no sé cómo se haría en un verano sin cocerte-.<br />

Pero cuando estás <strong>de</strong>ntro –los convictos utilizamos este eufemismo- es diferente. Un precio<br />

algo más caro pero tampoco excesivo, la espera y, a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

cenar, una sorpresa te espera bajo la almohada. Como el Ratoncito Pérez o los Reyes Magos. Y<br />

es esa ilusión, la sorpresa, la primera lectura, la erección incontrolable y la reventa al<br />

compañero a cambio <strong>de</strong> algún postre el proceso que hace que merezca la pena leer la<br />

“Hardcore Magazine”, la “Lobas” o la “X-Zeitschrift” –la última con la mejor selección <strong>de</strong>l<br />

porno alemán.<br />

Creo que divago. El caso es que estaba recién entrado en la cárcel. Aunque que<strong>de</strong> feo<br />

reconocerlo y teniendo la oportunidad <strong>de</strong> quedar como un machote, he <strong>de</strong> confesar que<br />

cuando la puerta <strong>de</strong> la celda se cierra <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi estoy muerto <strong>de</strong> miedo. Mis conocimientos<br />

sobre la vida en prisión. Miento. Conocí a uno, pero no creo haber hablado con él ni cuatro<br />

veces en mi vida.<br />

Un hombre <strong>de</strong> por lo menos la edad <strong>de</strong> mi padre me observa sentado en la litera <strong>de</strong><br />

abajo. Entro con una sábana raída y una manta como las <strong>de</strong>l ejército –es posible que estuviera<br />

en Stalingrado- en una mano, sujetándolas como un libro, con el brazo completamente<br />

estirado y la mano en forma <strong>de</strong> garfio.<br />

-Hola, muchacho –dice mientras se incorpora-. Me llamo Faustino.<br />

-Encantado –respondo con una media sonrisa mientras estrecho su mano. Soy<br />

enrique, pero todo el mundo me llama Harvey.<br />

-¿Por Harvey Keitel?<br />

-Sí –su respuesta me coge <strong>de</strong> sorpresa-. Exacto.<br />

-El parecido es más que razonable. ¡Vaya, un buen apretón, sí señor!<br />

Me quedo un poco parado, expectante.<br />

14


-¡Vamos, instálate! –dice entusiasmado-. Espera, ¿prefieres la litera <strong>de</strong> abajo?<br />

-Nunca he dormido en una cosa <strong>de</strong> esas.<br />

-Es que yo tengo la espalda mal…<br />

-No –me siento aliviado. No parece muy peligroso-, tranquilo, quédate ahí.<br />

Hago la cama <strong>de</strong> una forma inaceptable y me tumbo.<br />

-Aprovecha estos momentos –dice Faustino-. Aquí lo que sobran son horas para<br />

dormir.<br />

-Lo siento –me percato <strong>de</strong> lo maleducado <strong>de</strong> mi actitud-. Es que ha sido una noche<br />

muy larga.<br />

-Lo entiendo, la noche antes <strong>de</strong> venir aquí normalmente suele ser muy larga. Pero si<br />

duermes ahora no podrás esta noche, y no veas lo tontitos que se ponen con que<br />

cuchicheemos a <strong>de</strong>shoras.<br />

Pese a mis esfuerzos por mantenerme <strong>de</strong>spierto, el cansancio va ganando terreno por<br />

momentos.<br />

-¡Vaya! –exclama mi compañero entre carcajadas-. ¡Pues sí que estás cansado!<br />

-Lo siento, <strong>de</strong> verdad, es que no es sólo la noche en vela, sino…<br />

-Los acontecimientos, ¿verdad?<br />

-Exacto.<br />

-¿Tú estás <strong>de</strong> acuerdo en que nos contemos el uno al otro qué ha pasado?<br />

-No entiendo.<br />

-Teóricamente si me cuentas algo comprometedor podría <strong>de</strong>clarar en tu contra y<br />

viceversa.<br />

-¡Oh!<br />

-Pero yo necesito hablar con alguien.<br />

-Y yo. Necesito soltarlo.<br />

-¿Entonces <strong>de</strong> acuerdo?<br />

-Esta conversación no va a tener lugar.<br />

No puedo creerlo. De un cajón saca un termo con café y me acerca una taza.<br />

-Esto te <strong>de</strong>spejará.<br />

-Gracias, Faustino. Pensaba que no se podían tener este tipo <strong>de</strong> cosas.<br />

-No sé <strong>de</strong> qué cosas me hablas, sabiendo los dos lo prohibido que está tener comida o<br />

bebida en la celda –respon<strong>de</strong>. Ambos sonreímos. Consi<strong>de</strong>rando que estoy preparado, Faustino<br />

comienza a relatar.<br />

15


-Yo soy camionero…<br />

-¡Hostias! –interrumpo inmisericor<strong>de</strong>mente-. ¡Yo también!<br />

-¿Qué sí? –me alivia saber que no se ha irritado por mi interrupción-. ¿Dón<strong>de</strong> trabajas?<br />

-En una empresa que hace piezas <strong>de</strong> coches. Yo las llevo <strong>de</strong> aquí para allá. Bueno, las<br />

llevaba.<br />

-El caso –retoma educadamente-, es que trabajaba para una empresa <strong>de</strong> construcción.<br />

Llevaba un tres ejes <strong>de</strong> estos <strong>de</strong> obra, más viejo que Dios.<br />

-¿Aquí trabajabas?<br />

-¡Sí! –dice, como si hubiese preguntado una obviedad-. Seguro que has visto el camión.<br />

Tiene la cabina toda <strong>de</strong> amarillo, la caja azul y una foto <strong>de</strong> Frankenstein en la puerta.<br />

-¡Claro! ¡El camión más famoso <strong>de</strong> la ciudad! Hiciste la excavación <strong>de</strong> mi casa.<br />

-¡No jodas! ¿Cuándo?<br />

-A principios <strong>de</strong>l 96.<br />

-Mmm –queda un instante meditabundo-. ¿Por la zona sur?<br />

-Sí.<br />

-¿Una casa <strong>de</strong> ladrillos color salmón?<br />

-¡Exacto! Yo tendría unos once años y mi padre iba todos los días a ver la obra. Me<br />

acuerdo que flipaba cada vez que te veía tirarte <strong>de</strong> culo rampa abajo, con la imagen esa en la<br />

puerta.<br />

Faustino sonríe.<br />

-¿Por qué la pusiste? –indago-. ¿Te gusta Boris Karloff?<br />

-No, no especialmente. Era nada más por tocarle las narices a la empresa. Yo era <strong>de</strong> los<br />

conductores más veteranos y llevaba el peor pedazo <strong>de</strong> chatarra. Una ironía no muy sutil.<br />

Como a Frankenstein, habían construido ese camión a partir <strong>de</strong> cadáveres <strong>de</strong> otros trastos<br />

viejos.<br />

Me carcajeo a gusto. Parece que no me haya reído en años.<br />

-El caso es que yo era el doctor Frankenstein. El trabajo era bastante cansado: en<br />

invierno te atascabas por el barro, y en verano te achicharrabas, pero era fácil <strong>de</strong> la hostia:<br />

sigue a tu compañero. Y como siempre coincidíamos por lo menos tres en cada obra, tenias<br />

tiempo <strong>de</strong> sobra para hablar, mear o comerte los mocos.<br />

Faustino toma un sorbo <strong>de</strong> café y sigue hablando.<br />

-El caso es que en cinco años la empresa había multiplicado la plantilla por dos y medio<br />

al menos. El margen <strong>de</strong> beneficios tenía que ser terrible.<br />

-Me imagino.<br />

16


-Resulta que no habíamos empezado todavía a hablar <strong>de</strong> crisis y ya nos tocaron el<br />

sueldo. <strong>La</strong>s horas extra a mitad <strong>de</strong> precio. Más o menos un treinta por ciento <strong>de</strong>l sueldo al<br />

carajo.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r! –exclamo sorprendido.<br />

-Como la crisis estaba recién empezada y fuimos <strong>de</strong> los poco que empezamos con<br />

gaitas, mucha gente pidió la cuenta y se fue a buscar por ahí. A mí me daba igual. Seguía<br />

viviendo bien, y a mi edad tampoco me iban a contratar en cualquier lado.<br />

Asiento sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

Pero la empresa sigue su política. En cuatro meses más <strong>de</strong> media plantilla al paro, y<br />

vendía cualquier camión por el que se le ofreciera algo.<br />

-Todos hacen lo mismo. Siempre el mismo camino.<br />

-Por supuesto, todo fuera. El sueldo rapado al máximo. Ni horas, ni primas, ni nada.<br />

Nos <strong>de</strong>jó diez euros por encima <strong>de</strong>l salario mínimo interprofesional. A mí –dice mirándome a<br />

los ojos- me seguía dando los mismo. Pasaba el mes con menos <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l sueldo, por<br />

más que me lo había <strong>de</strong>jado sin extras, así que yo tan tranquilo. Pero, claro, esto no podía ser<br />

así, tenía que hacernos partícipes <strong>de</strong> su sufrimiento. El que un día no tenía trabajo y se tenía<br />

que quedar en el hangar ya se podía ir preparando. Todo el santo día cambiándole las ruedas a<br />

los pedazos <strong>de</strong> chatarra que andaban <strong>de</strong>sperdigados por la campa <strong>de</strong> fuera. Hubo a uno que lo<br />

tuvo dos semanas arreglando una pared <strong>de</strong>l pabellón y levantando otra.<br />

-Sí –me veo en la obligación <strong>de</strong> intervenir en la conversación-, a<strong>de</strong>más sin po<strong>de</strong>r<br />

negarte, ¿no?<br />

-Exacto. Pues la empresa siguió en la misma línea hasta que un día me llega un burofax<br />

a casa. Que estaba <strong>de</strong>spedido.<br />

-¡No jodas! –espeto perplejo.<br />

-No, espera. Que lo bueno viene ahora. Que el día no sé qué (un par <strong>de</strong> días antes) se<br />

me había visto robando “diversos objetos relacionados con la mecánica: recambios y<br />

componentes” –hace un gesto para dar a enten<strong>de</strong>r las comillas, es <strong>de</strong>cir, que cita<br />

textualmente-, y, por lo tanto, estaba inmediata e irrevocablemente <strong>de</strong>spedido.<br />

-¡No pue<strong>de</strong> ser!<br />

-Por supuesto, el <strong>de</strong>spido disciplinario me <strong>de</strong>jaba sin <strong>de</strong>recho a finiquito ni <strong>de</strong>sempleo.<br />

-Tendrán que <strong>de</strong>mostrarlo, ¿no?<br />

Faustino asiente, expectante para dar una respuesta.<br />

-Aunque claro –continúo argumentando sin <strong>de</strong>jarle respon<strong>de</strong>r-, con un compañero que<br />

sea un samaritano que <strong>de</strong>clare que tú mataste a Kennedy, estás jodido.<br />

-No se dio ese caso. Claro, yo les <strong>de</strong>mando alegando que el <strong>de</strong>spido es improce<strong>de</strong>nte y<br />

que me paguen el finiquito. ¿Para qué seguir ahí?<br />

-Claro.<br />

17


-Llega el juicio <strong>de</strong> conciliación. El abogado <strong>de</strong> la empresa presenta una cinta <strong>de</strong> una<br />

cámara <strong>de</strong> seguridad en la que se me ve hurgando en el motor <strong>de</strong> un camión. Saco un par <strong>de</strong><br />

tornillos, me los meto en el bolsillo y me largo. Por or<strong>de</strong>n mía, que recordaba perfectamente<br />

ese momento, mi abogado solicita que se vea el minuto siguiente en la cámara que hay en la<br />

oficina.<br />

-Me estoy imaginando lo que vas a <strong>de</strong>cir.<br />

-Aparezco yo dándole esos mismos tornillos al jefe. Y el tío sentado a menos <strong>de</strong> dos<br />

metros <strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaba yo.<br />

-¡Qué huevos!<br />

-Como el jefe había intentado engañar al tribunal, el juez me da dos opciones: o me<br />

in<strong>de</strong>mnizan o me readmiten, corriendo el jefe (<strong>de</strong> su bolsillo por falsear las pruebas) con las<br />

costas <strong>de</strong>l juicio.<br />

-¿Qué elegiste? –pregunto intrigado.<br />

-<strong>La</strong> in<strong>de</strong>mnización sin duda. Sólo quería irme.<br />

-Es lo más lógico –respondo. Como si Faustino necesitase mi aprobación.<br />

-El caso es que me quedo en el paro. Con el finiquito y el paro pedo pasar al menos<br />

tres años antes <strong>de</strong> tocar los ahorrillos. Como la cosa está como está, me <strong>de</strong>dico a pasear, a<br />

gorronear la prensa y los libros <strong>de</strong> la biblioteca, a ir a cursos y conferencias <strong>de</strong> asociaciones<br />

que organizan activida<strong>de</strong>s gratis para los mayores <strong>de</strong> cuarenta.<br />

-¡<strong>La</strong> buena vida! –no puedo reprimir una sonrisa-. Yo estuve así un par <strong>de</strong> años antes<br />

<strong>de</strong> empezar a trabajar.<br />

-Bastante menos me duró a mí la alegría. No llevaría ni tres meses así cuando me<br />

llaman a casa por teléfono. Que vaya a la consulta <strong>de</strong>l ginecólogo <strong>de</strong> mi mujer. Un tumor<br />

maligno.<br />

Me quedo helado.<br />

-Lo siento mucho –es lo único que puedo balbucear.<br />

-En una <strong>de</strong> las… estas don<strong>de</strong> van los óvulos.<br />

-¿Trompas <strong>de</strong> Falopio?<br />

-Sí. Eso. Que hay que ligarlas y sacarlo <strong>de</strong> ahí a todo meter. Que no parece que haya<br />

metáfisis –no tengo valor a corregirle. A medida que lo cuenta, está más y más afectado-.<br />

Vamos, que no se reproduce en otros lados, y que si lo quitamos igual no hay que radiarla<br />

siquiera. Pero claro, con la Seguridad Social hemos topado. Tres años y medio <strong>de</strong> listar <strong>de</strong><br />

espera. Le enseño los papeles a un conocido, que es médico, y me dice que sin la operación,<br />

aunque la radien, lo tiene jodido para sobrevivir (<strong>de</strong> las condiciones ni hablamos)<br />

-¡Vaya situación! ¿Qué pasó entonces?<br />

-A pedir presupuestos como todo hijo <strong>de</strong> vecino. Había un médico en Bilbao, un<br />

oncólogo que <strong>de</strong>bía ser un fuera <strong>de</strong> serie. Cuarenta y cinco mil euros para que hubiese<br />

operación.<br />

18


¿eh?<br />

-¿Tanto te pidió el tío?<br />

-No, entre el hospital, pruebas, post-operatorio… pero la pasta encima <strong>de</strong> la mesa,<br />

-Es una vergüenza.<br />

-El caso es que nos habíamos quitado hace poco la hipoteca <strong>de</strong> encima, y yo andaba <strong>de</strong><br />

sueldo como andaba, mi mujer llevaba más <strong>de</strong> un año sin trabajar…<br />

-No, que esa pasta no la tiene cualquiera.<br />

-Pss… yo tenía unos quince, máximo veinte mil. Así que recurrí a mi familia.<br />

-¿Por qué me imagino lo que me vas a <strong>de</strong>cir?<br />

-Efectivamente –dice Faustino con una sonrisa cínica-. Entre todos (dos padres, una<br />

suegra, dos hermanos con una cuñada y dos hermanas con dos cuñados) juntaron dos mil<br />

euros.<br />

-¿Estás <strong>de</strong> broma? ¿Qué te dieron, lo que les sobraba <strong>de</strong>l pan?<br />

-Mi cuñada (la mujer <strong>de</strong> mi hermano) acababa <strong>de</strong> heredar más <strong>de</strong> sesenta mil euros <strong>de</strong><br />

un tío-abuelo solterón.<br />

-Pero para ti no hay. ¡Qué asco <strong>de</strong> familias! –digo indignado-. <strong>La</strong> mía es igual.<br />

-El caso es que le pido la pasta al banco. Me pi<strong>de</strong>n avales. Como <strong>de</strong> esta familia no se<br />

pue<strong>de</strong> uno fiar, ofrezco el piso. Y me viene el tío con que la inflación, o la <strong>de</strong>flación, el Euribor,<br />

el índice Nikkei o su puta madre… que no me financian.<br />

-¿Cómo? ¿Tienes el primer piso en cien kilómetros a la redonda que vale menos <strong>de</strong><br />

setenta mil?<br />

-No, que como ha caído la <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> pisos, ya nos les interesan estos tejemanejes.<br />

¡Ah! Lo mejor, agárrate, que igual te caes <strong>de</strong> culo: que no es una buena inversión lo que les<br />

propongo.<br />

-¿Qué?<br />

-Que no es económicamente viable salvar a mi mujer. Yo le dije: “entonces, ¿qué<br />

hago? ¿Dejo que se muera y monto un bar <strong>de</strong> copas?”<br />

-¡Increíble!<br />

-Aún falta lo mejor. Mi mujer estaba metida en cofradías, grupos <strong>de</strong> oración… yo qué<br />

sé, no creo en esas monsergas.<br />

-Ya, yo casi tampoco.<br />

Me mira un poco intrigado por mi respuesta.<br />

-Bueno, eso, que mi mujer andaba con mierdas en la iglesia <strong>de</strong>l barrio. Qué mejor<br />

ocasión entonces para ir a hablar con el cura <strong>de</strong> la parroquia. De mi mujer era íntimo, pero yo<br />

lo conocía <strong>de</strong> vista. Total, que le cuento la <strong>historia</strong>. Anda que no tuve que tragar yo orgullo ni<br />

nada.<br />

19


-Pero era por ella.<br />

-Por eso fui. Si es por mí, no me molesto ni en acercarme. ¿Qué te crees que me<br />

contesta el tío?<br />

-Ojalá no sea lo que me estoy imaginando.<br />

-Que recemos. Que <strong>de</strong>bía aprovechar la ocasión para congraciarme con Dios. Yo le<br />

contesté dos cosas: lo primero, que no tenía nada en contra <strong>de</strong> Dios ni <strong>de</strong> las personas<br />

religiosas. Simplemente no creía. Nunca había sentido ese impulso. Y la segunda, que esta no<br />

era ocasión <strong>de</strong> rezar, había que poner dinero y operarla. Y, ¿qué te crees que me contesta el<br />

notas?<br />

-Hasta en alguna película ha salido.<br />

-¿Te lo figuras? –indaga <strong>de</strong>sconcertado.<br />

-Dime.<br />

-Me trae cuatro o cinco estampitas, una <strong>de</strong> ellas el <strong>de</strong> los imposibles. ¿Cómo se llama?<br />

-San Judas Ta<strong>de</strong>o.<br />

-¡Ese!<br />

-Me sé la <strong>historia</strong>. Si quieres te la cuento.<br />

-Luego. Me da las estampitas y me dice que precisamente por eso ésta es la ocasión <strong>de</strong><br />

rezar con más fuerzas. Hay que rogarle a Dios un milagro.<br />

-¿Y <strong>de</strong> pasta?<br />

-Ni las monedillas.<br />

Disimulando un par <strong>de</strong> maldiciones entre dientes y farfullando un “¡increíble!”<br />

doloroso, no soy capaz <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r.<br />

-Lo jodido –prosigue Faustino- es que lo que le pasaba a mi mujer. Su estado se<br />

<strong>de</strong>terioró la hostia en poco tiempo. Cada semana parecía envejecer varios años. Se empezó a<br />

quedar escuálida a un ritmo cada vez mayor y cada vez permanecía más y más horas en la<br />

cama echada, gruñendo y gimiendo medio dormida. <strong>La</strong> inflaban a calmantes, con eso sí que no<br />

se andaban rácanos, pero por lo <strong>de</strong>más mi mujer se apagaba, atontada a base <strong>de</strong> químicos, y<br />

yo no podía hacer nada.<br />

-¡Vaya experiencia! –me siento en la obligación <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo-. Lo siento, amigo.<br />

-Así que un buen día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasarme toda la santa noche en urgencias, me <strong>de</strong>cidí.<br />

En el hospital me explicaron que es normal tener hemorragias copiosas por la vagina en casos<br />

tan avanzados, y que sin operación… la situación se complicaba. Si no podía conseguir el<br />

dinero legalmente, habría que adaptar la ley.<br />

Estoy completamente fascinado por su relato. Faustino esboza una pequeña sonrisa al<br />

sentirse el centro <strong>de</strong> atención.<br />

20


-Aquel mismo día bajo a comprar algo <strong>de</strong> comer mientras mi chica está en la cama<br />

(atiborrada a pastillas), y veo que en el banco <strong>de</strong> mi barrio (los que me habían mandado al<br />

carajo) un furgón estaba recogiendo la pasta.<br />

-Permanezco atento, absorto al relato, mientras Faustino se toma un respiro,<br />

escrutándome con una sonrisa cómplice.<br />

-¡Tres sacas –continúa un instante <strong>de</strong>spués- llevaban los muy cabrones! Resulta que si<br />

querías sacar dinero <strong>de</strong> tu cuenta, un diez por ciento <strong>de</strong> lo que saques para ellos, mientras hay<br />

cuatro millones <strong>de</strong> imputados en pequeños robos en supermercados, todos sobre objetos <strong>de</strong><br />

primera necesidad.<br />

-Gente que roba para comer porque no pue<strong>de</strong> comprar –interrumpo-. A una tía mía la<br />

pillaron así.<br />

-Bueno, pues la gente jodida para comer y estos cabrones hinchándose.<br />

-Mis viejos sacaron lo que pudieron porque a base <strong>de</strong> comisiones iban a acabar en<br />

números rojos.<br />

-Ellos y todos.<br />

-Bueno, sigue, por favor, que no hago más que interrumpir.<br />

-Pues a partir <strong>de</strong> ese día me daba garbeítos por el banco, a ver cuándo venían, por<br />

dón<strong>de</strong> se iban, cuánto les costaba… en un par <strong>de</strong> semanas con la ayuda <strong>de</strong> una Webcams<br />

oportunamente situada, pu<strong>de</strong> pre<strong>de</strong>cir la próxima visita <strong>de</strong>l furgón.<br />

Faustino toma un sorbo <strong>de</strong> café y se muer<strong>de</strong> los labios. Reconozco que estoy intrigado.<br />

-Le cambio la matrícula a mi coche por unas falsas (las <strong>de</strong> un coche que hace veinte<br />

años que mi padre llevó al <strong>de</strong>sguace), lo <strong>de</strong>ja <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la sucursal con el motor en marcha y<br />

entro. Me pongo a holgazanear, actualizando la libreta, sacando algo <strong>de</strong> pasta… cuando<br />

aparecen. Llevan por lo menos tres minutos <strong>de</strong> retraso. Han parado un par <strong>de</strong> metros <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong> mi coche. Entran dos tipejos, perdonándonos la vida y andando como en una película <strong>de</strong>l<br />

oeste <strong>de</strong> las malas.<br />

-¡Pero qué idiotas son!<br />

-El caso es que <strong>de</strong>jo caer la funda <strong>de</strong> la cartilla, me agacho, y justo cuando han pasado<br />

por mi lado, les doy una <strong>de</strong>scarga con la porra eléctrica.<br />

-¿Con qué?<br />

-Ese trasto que parece una Y gibosa, lo acercas y cuando te pones entre los sensores, le<br />

das al botón.<br />

-¿De dón<strong>de</strong> sacaste ese chisme? Están penados.<br />

-No puedo <strong>de</strong>círtelo, y no están tan penados, al menos en mi caso. Estando agachado<br />

noqueé a los dos, cogí las sacas y salí disparado al coche. Para cuando el que quedaba en el<br />

furgón se dio cuenta, ya volaba avenida abajo. Pero la mala suerte se interpuso en mi camino.<br />

Por lo visto dieron el aviso entonces mismo, y un par <strong>de</strong> kilómetros <strong>de</strong> autovía más a<strong>de</strong>lante,<br />

empezaron a darme avisos y <strong>de</strong>cidí parar. Lo único que habría conseguido continuando sería<br />

provocar un acci<strong>de</strong>nte o que me hubiesen interceptado por la fuerza.<br />

21


-Jo<strong>de</strong>r, pues sí que estuviste cerca.<br />

-¡Y que lo digas! Durante unos instantes, mientras <strong>de</strong>jaba la avenida y entraba en la<br />

autovía, pensé que era mío.<br />

-¿Qué paso entonces? ¿Te zurraron?<br />

-¡Qué va! Tiré ese trasto, me entregué y acabé aquí. Me tomaron <strong>de</strong>claración y, como<br />

no tenía antece<strong>de</strong>ntes, a casa. En días salió el juicio. Mi abogado era un lince. Hizo una<br />

exposición <strong>de</strong> los hechos en los que culpaba a la empresa por echarme, al banco por no<br />

financiarme y al cáncer <strong>de</strong> mi mujer por mi <strong>de</strong>lito.<br />

-¿Qué salió?<br />

-¡Dos años <strong>de</strong> libertad condicional y cuatro meses <strong>de</strong> servicios a la comunidad! –<br />

exclama entre carcajadas. Sube los brazos en una pobre imitación <strong>de</strong> un danzador <strong>de</strong>jotas y<br />

chasquea frenéticamente los <strong>de</strong>dos-. ¡Los muy tontos <strong>de</strong>l culo me <strong>de</strong>jaron libre! ¡Como si no<br />

supieran lo que iba a pasar!<br />

Sonrío, más por resultar simpático que por empatía. Faustino me produce lástima. Es<br />

un pobre <strong>de</strong>sgraciado.<br />

-¿Lo que iba a ocurrir tiene algo que ver con que estés hoy aquí?<br />

-Eres un lince, chaval –sonríe Faustino-. Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> semanas <strong>de</strong> niño bueno,<br />

me eché un socio y atracamos otro furgón, que curiosamente el conducía. Yo en el coche<br />

esperando, llega, salimos disparados, con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir al punto <strong>de</strong> encuentro, dividir el botín a<br />

partes iguales y separar nuestros caminos. Yo a contratar a un cirujano que te cagas, él a vivir<br />

la vida en un paraíso tropical.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r, Faustino, cómo te las gastas!<br />

-Pero la jodimos. A él lo ligaron según pisó el aeropuerto, y a mí nada más volver a la<br />

ciudad. Y aquí estoy. Sospecho que en esta ocasión no serán tan benevolentes.<br />

-Aún tienes atenuantes.<br />

-Pero soy reinci<strong>de</strong>nte. <strong>La</strong> palabra mágica que multiplica las con<strong>de</strong>nas por dos, y que no<br />

mira por qué, sólo <strong>de</strong>ja caer todo el peso <strong>de</strong> la ley.<br />

-Tú tranquilo, amigo –me veo obligado a <strong>de</strong>cir-. Verás como te vas <strong>de</strong> rositas –trato <strong>de</strong><br />

imitar su pequeño baile.<br />

-Gracias, chico –por un momento parece emocionarse. Me tien<strong>de</strong> la mano-. Cuando<br />

alguien pasa por estos tragos, es muy difícil encontrar a alguien como tú –masculla<br />

compartiendo un buen apretón <strong>de</strong> manos. No sé qué <strong>de</strong>cir. Sólo sonrío como un idiota.<br />

-…<br />

-¡Oye! –interrumpe Faustino antes <strong>de</strong> que haya articulado una palabra-. ¿Tú por qué<br />

estás aquí?<br />

22


Mi <strong>historia</strong> es intensa, pero nada en comparación con la que la ha precedido. Trato <strong>de</strong><br />

resumir al máximo –quiero echar una pequeña siesta, un par <strong>de</strong> horas al menos- los<br />

acontecimientos y respondo con las mínimas palabras posibles a las frecuentes preguntas <strong>de</strong><br />

Faustino.<br />

-¡Qué hijos <strong>de</strong> puta! –concluye mi compañero -. Espera un momento.<br />

-¡Jefe! –berrea al guarda que mero<strong>de</strong>a nuestra zona-. ¡Jefe!<br />

-¡Qué! –grita una cavernosa voz al otro lado <strong>de</strong>l pasillo.<br />

-¡Ven aquí un momento!<br />

-¡Estoy hasta los huevos <strong>de</strong> todos estos novatos! –más allá mientras se coloca al otro<br />

lado <strong>de</strong> los barrotes-. Habéis visto <strong>de</strong>masiadas películas, niñatos. Aquí estáis única y<br />

exclusivamente para esperar. O sea que chitón.<br />

-¿Pero sabéis qué cabronadas le habéis hecho a este chaval? –dice señalándome.<br />

Apoyo la espalda en la pared, y hundo la cara entre las rodillas.<br />

-¡Venga ya, viejo, déjame en paz!<br />

-Escucha. Un minuto sólo.<br />

-Mira, momia…<br />

-Un poquito <strong>de</strong> respeto, ¡macarra! –<strong>de</strong> repente mi cuerpo acaba <strong>de</strong> entrar en reacción.<br />

Siento la adrenalina recorrer mis venas. Quiero pela, qué hostias.<br />

-¡Otro listo! –el tipo saca la porra y golpea los barrotes-. Aquí mando yo, y ponte tonto<br />

que te endiño.<br />

Media docena <strong>de</strong> carceleros se nos quedan mirando como perros <strong>de</strong> caza. Faustino<br />

baja la cabeza.<br />

-No ha pasado nada –digo cogiendo <strong>de</strong>l brazo a Faustino. Nos van a partir la boca-.<br />

Venga, siéntate. Ya está.<br />

23


CAPITULO III<br />

El tiempo vuelve a pasar <strong>de</strong>spacio, y el sueño me vuelve a ganar terreno. Estoy hecho<br />

polvo. <strong>La</strong> carita <strong>de</strong> mi niña aparece bajo mis párpados. Aquel día, nuestro primer día, nuestro<br />

primer beso. Por un instante estamos en mi habitación, con ella tumbada sobre mí,<br />

moviéndose con extrema <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, pensando que igual me hace daño. Casi puedo olerla. Su<br />

piel sedosa entre mis <strong>de</strong>dos…<br />

-¡Chico! –el grito <strong>de</strong> Faustino casi me hace caer <strong>de</strong> la litera-. ¡No te duermas!<br />

En un instante los recuerdos me asaltan. Los atracadores, verla caer, la sangre, las<br />

esposas. <strong>La</strong>s lágrimas se <strong>de</strong>scuelgan por mis mejillas sin que pueda hacer nada por evitarlo.<br />

Faustino me abraza. Es como un padre en este momento. Qué asco ser tan vulnerable.<br />

-Tranquilo, Harvey. Se va a arreglar. Mañana estarás tocándole el culo a tu niña y<br />

riéndote <strong>de</strong> todo esto. Tengo que pedirte un favor.<br />

-¿Qué quieres? –farfullo entre sollozos.<br />

-Tráeme tabaco a la trena, ¿vale? –se ríe-. Es que tendré que mover algo, ¿sabes?<br />

-¡Idiota! –me siento otra vez en la cama.<br />

El silencio pesa más que los ladrillos en una celda. Faustino esta completamente ido,<br />

absorto en sus pensamientos.<br />

-Faustino.<br />

-¿Qué?<br />

-¿Cómo está tu mujer?<br />

-No tengo muchas noticias <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que estoy aquí <strong>de</strong>ntro. Pero <strong>de</strong> antes <strong>de</strong> ayer te<br />

puedo <strong>de</strong>cir que iba cuesta abajo.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, y… ¿qué piensas hacer?<br />

-Psss –Faustino eleva la mirada, como si viese a través <strong>de</strong>l techo-. No lo sé. Depen<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> lo que pase aquí.<br />

-¿Has hablado con tu abogado?<br />

-Antes <strong>de</strong> venir aquí.<br />

24


gratis.<br />

-¿Y qué panorama tienes?<br />

-Que no hay quien me libre <strong>de</strong> esta.<br />

-¿Cuánto te pue<strong>de</strong> caer?<br />

-Quince años.<br />

-¿Qué? –casi escupo el café.<br />

-Sí –dice con media sonrisa-. Esto es como los camellos, que sólo la primera vez es<br />

Es un chiste pésimo, pero nos carcajeamos a gusto.<br />

-¿Cómo está lo tuyo?<br />

-Según mi abogado, inmejorable, pero es el mismo que dijo que, dado el contexto <strong>de</strong><br />

lo que pasó, no iba a entrar aquí.<br />

-¡Qué lince! –mi compañero se <strong>de</strong>sternilla.<br />

Es un fenómeno curioso, el tiempo en la cárcel. Miras el reloj, o ves el trayecto que le<br />

queda al Sol <strong>de</strong>s<strong>de</strong> primera hora <strong>de</strong> la mañana –mi celda se inunda <strong>de</strong> luz según amanece,<br />

<strong>de</strong>svelándome-, hasta la hora <strong>de</strong> comer, cuando más o menos habría alcanzado la vertical, y<br />

parece que es como la caída <strong>de</strong> granos en un reloj <strong>de</strong> arena. Pero miras atrás y te das cuenta<br />

<strong>de</strong> que el tiempo se te ha escapado como agua entre las manos.<br />

Para cuando he querido darme cuenta, la hora <strong>de</strong> comer, una siesta <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas<br />

que me ha <strong>de</strong>jado como nuevo y ya es media tar<strong>de</strong>. Al menos he encontrado –o eso parece a<br />

primera vista- un pequeño rincón en el penal. He hecho un buen amigo y la mayoría <strong>de</strong> los<br />

presos son bastante más viejos que yo. No creo que nadie venga a tocarme las pelotas.<br />

-¡Qué no, Harvey, convéncete! –respon<strong>de</strong> Faustino cuando lo <strong>de</strong>jo caer-. Aquí los<br />

únicos cabrones que dan problemas son esos –señala con la cabeza a un carcelero, que pasea<br />

como si fuera Charles Bronson-. Mira, si hubieses entrado por algún crimen sexual, por violar,<br />

follar con muertos, o con animales… lo tendrías más jodido. Pero esos cabrones pasan<br />

<strong>de</strong>rechitos a aislamiento, para que el resto no se los coman. Aquí estamos los idiotas, los<br />

pringados.<br />

-Hola, Faustino.<br />

-¡Hombre, Alfredo! –se fun<strong>de</strong>n en un abrazo mientras me hago a un lado.<br />

-Mira, te quiero presentar. Harvey, este es Alfredo. Un gran muchacho.<br />

-Encantado.<br />

-¿Lo <strong>de</strong> Harvey es por el <strong>de</strong> Pulp Fiction? –dice nada más verme.<br />

-Sí, Harvey Keitel.<br />

-No caía en el apellido. ¿Por qué estás aquí, chico?<br />

25


-El juez –Faustino se me anticipa-, que era un hijo <strong>de</strong> puta.<br />

-¡No la líes! –Alfredo coloca su <strong>de</strong>do índice sobre la boca.<br />

-¿Y tú?<br />

-Estafé a un par <strong>de</strong> abogados, me pillaron y ya sabes cómo se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n entre ellos.<br />

-¡Otros cabrones! –dice Faustino en un susurro. Ambos sonreímos.<br />

-Mira, Harvey –Alfredo me coge <strong>de</strong>l hombro y me orienta hacia la multitud dispersa<br />

por el patio-, si quieres sobrevivir aquí no hagas el idiota. ¿Ves a todos esos? Se han hartado <strong>de</strong><br />

ver películas y series <strong>de</strong> cárceles y se piensan que están en San Quintín. Todos haciendo pesas<br />

como locos, o jugando al baloncesto como si fuesen pandilleros <strong>de</strong> Harlem. Eso es hacer el<br />

tonto. Aquí estamos los <strong>de</strong> prisión preventiva y las con<strong>de</strong>nas más cortas. No hay asesinos, ni<br />

violadores, ni guerras <strong>de</strong> mafias ni todas esas gilipolleces.<br />

-¿Ves a ese? –señala a un tío increíblemente obeso, con pelo y bigote pelirrojos. Es<br />

como Obélix sin menhir y sin trenzas-. Es asesor y le hizo un chanchullo a un cliente suyo para<br />

robarle la pasta que acababa <strong>de</strong> pillar con una quiniela. El cliente lo <strong>de</strong>bió pescar en el<br />

aeropuerto, con un billete para brasil en una mano y una mulata buenorra en la otra. Cuando<br />

lo vio su mujer, casi lo mara.<br />

Faustino y yo nos carcajeamos. Alfredo no pue<strong>de</strong> reprimir la risa ante lo que va a<br />

contar.<br />

-Espera, espera –le dice a Faustino, que se seca las lágrimas <strong>de</strong> los ojos. Imagínatelo –<br />

se vuelve hacia mí- con la mulatita, dándole besitos y tocándole el culo, susurrándole la vidorra<br />

que se van a pegar con los cuatro millones <strong>de</strong> euros –silbo sorprendido- que le han tangado a<br />

un pelado, cuando su mujer entra en la zona <strong>de</strong> embarque. Debió recorrer al galope la zona <strong>de</strong><br />

pasillos y se le tiró al cuello. Porque los <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> estaban al loro, que sino lo <strong>de</strong>golla. Pero lo<br />

bueno –yo aún estoy expectante. Faustino se muere <strong>de</strong> risa-, es que dos guardias civiles<br />

luchando por contenerla, la mulata diciendo “¿Quién es ésta vieja, mi amol?” –imita un acento<br />

latino- y éste –con una pobre imitación-: “Cariño, que es un malentendido. Te lo puedo<br />

explicar. Todo tiene su lógica”.<br />

Los tres nos partimos. Una anécdota floja, pero magistralmente relatada. <strong>La</strong> situación<br />

tenía que ser esperpéntica.<br />

-Y la mujer –continúa Alfredo- que no pesaría ni cuarenta kilos, gritando: “¡Soltadme!<br />

¡Cabrón! ¡Te mato! ¡Yo que te mantuve mientras te sacabas la carrera!”<br />

-Para, por Dios –farfulla un Faustino ja<strong>de</strong>ante.<br />

-Y la mulata: “Si no cogemos el avión no hasemo el amol, chico”.<br />

A Faustino le va a dar algo. Todo el patio nos mira. ¡Menudo cachon<strong>de</strong>o!<br />

-En fin –Alfredo parece ponerse más serio-. Moraleja, chico: si vas a hacer algo ilegal –<br />

hace una pausa dramática-… ¡hazlo rápido!<br />

Huelga <strong>de</strong>cir que nuestras carcajadas sumergen el patio en la curiosidad.<br />

Los días –dos, tres a lo sumo- pasan rápidamente en buena compañía. El noventa por<br />

ciento <strong>de</strong> nuestras conversaciones versan en torno a la vida y obra <strong>de</strong> quienes comparten<br />

26


nuestra suerte. Al menos tenemos algo <strong>de</strong> qué hablar. Algo con lo que olvidar lo que nos ha<br />

traído hasta aquí.<br />

Un día unos <strong>de</strong> los carceleros me trae una certificación.<br />

-Esto es para ti, princesa –masculla mientras me lo entrega.<br />

Firmo con una X. Él se queda <strong>de</strong> piedra.<br />

-¿No sabes firmar o qué?<br />

-No. Harvey tonto como carcelero. Harvey no sabe.<br />

Cuando pensaba que me iba a partir la boca, y estaba preparando mi gancho <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>recha para anticiparme, se da media vuelta y se aleja musitando maldiciones.<br />

-¿Qué haces, tío? –pregunta Faustino, irritado.<br />

-Reírme <strong>de</strong> ese canelo.<br />

-No vuelvas a hacerlo. Ése es el único <strong>de</strong> estos gualdrapas que nos respeta un poco.<br />

-¡Anda ya! –exclamo con un gesto <strong>de</strong> indignación-. Estos no respetan ni a su madre.<br />

-No voy a discutir contigo. ¿Qué hay en la carta?<br />

-Una notificación <strong>de</strong>l juzgado. Mañana a las nueve. Juzgado número dos.<br />

-Llama al abogado.<br />

-Me dijo que no me preocupara. Él se encarga.<br />

-¿Te fías <strong>de</strong> estos inútiles?<br />

-No es un abogado <strong>de</strong> oficio. Es <strong>de</strong> Amnistía Internacional. Me <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> porque cree<br />

en mi caso.<br />

-Colega, suerte.<br />

Nos damos un abrazo.<br />

-Oye –una duda asalta mi mente-, ¿tú no tenías que haber recibido una <strong>de</strong> éstas?<br />

-Soy reinci<strong>de</strong>nte. Harvey. Todo eso <strong>de</strong> los juicios rápidos ya no es para mí.<br />

-¿Costará mucho?<br />

-Semanas. Aunque ya llevo tiempo. Así que ya falta menos.<br />

27


CAPITULO IV<br />

Esa es la noche más larga <strong>de</strong> mi vida. En mi mente resuena una y otra vez la canción <strong>de</strong><br />

fondo <strong>de</strong>l último capítulo <strong>de</strong> mi serie favorita. Mi novia y yo nos enganchamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

capítulo piloto. Siempre me han gustado las series y las películas ambientadas en prisiones<br />

don<strong>de</strong> los buenos no son los carceleros. O don<strong>de</strong> al menos presos y carceleros no son tan<br />

buenos o tan malos como se presupone.<br />

En fin. El caso es que mi novia y yo quedamos con el corazón encogido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer<br />

al último episodio. <strong>La</strong> verdad es que el argumento <strong>de</strong> la serie daba para una temporada como<br />

mucho, y le sacaron cuatro, por lo que, como es lógico, perdió intensidad. Pese a ello, supieron<br />

diseñar los capítulos <strong>de</strong> manera casi adictiva para la legión <strong>de</strong> fans que <strong>de</strong>vorábamos con<br />

avi<strong>de</strong>z hasta el último fotograma y que mal<strong>de</strong>cíamos cuando una musiquilla daba paso a los<br />

títulos <strong>de</strong> crédito.<br />

Tres años <strong>de</strong>spués, cuatro temporadas más tar<strong>de</strong>, nos encontramos con una secuencia<br />

<strong>de</strong> imágenes don<strong>de</strong> se veía el fin <strong>de</strong> cada personaje. Los protagonistas –convertidos en héroes-<br />

y los secundarios mostraban en unos segundos un par <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles significativos <strong>de</strong> su <strong>de</strong>venir<br />

mientras sonidos <strong>de</strong> teclado y una voz quebrada, susurrante, casi afónica, entonaba cada<br />

estrofa pausadamente, con entereza, como si fuesen sus últimas palabras.<br />

Nunca olvidaré el rostro <strong>de</strong> mi niña cuando <strong>de</strong>scubrió que uno <strong>de</strong> los protagonistas<br />

había muerto. Un sinfín <strong>de</strong> viernes quedándonos hasta las tres <strong>de</strong> la mañana, cogiéndonos <strong>de</strong><br />

la mano o abrazándonos cada vez que los protagonistas sufrían algún contratiempo para ver el<br />

nombre <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos esculpido en una lápida que el otro iba a visitar.<br />

-¿Ha muerto? –masculló mi novia reprimiendo el llanto, en un tono que no sabría <strong>de</strong>cir<br />

si era un llanto o una exclamación.<br />

Cuando los títulos <strong>de</strong> crédito dieron por finalizado el capitulo, y con él la serie, volví el<br />

rostro hacia ella y dos enormes lagrimones resbalaban por sus mejillas. Aquel abrazo siempre<br />

estará en mi memoria.<br />

-¡Qué triste! –farfulló entre sollozos.<br />

-No veo por qué. Su vida ha tenido un sentido, y ha <strong>de</strong>jado una huella.<br />

Los actores se dispersaron al poco <strong>de</strong> haber terminado la serie, pero ninguno llegó a<br />

alcanzar ni por asomo el éxito anteriormente cosechado, salvo uno, uno <strong>de</strong> los secundarios,<br />

que interpretaba a un antagonista, era el que más matices ponía a su interpretación, llegó a<br />

ganar un Óscar como mejor actor <strong>de</strong> reparto.<br />

Aquella última canción, aquella sonata que ambientaba las últimas imágenes <strong>de</strong> la<br />

serie, se me quedó grabada. El final <strong>de</strong>l camino. Cada vez que me sentía <strong>de</strong>caído, que<br />

28


necesitaba pensar o que echaba <strong>de</strong> menos a alguien cerraba los ojos y aquella voz ronca<br />

sonaba para mí una vez más.<br />

Esa noche la imagen <strong>de</strong> mi novia llorando con estos acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> fondo se dibuja en mi<br />

mente con tal intensidad que me he dormido haciendo lo posible por reprimir el llanto.<br />

Dormido <strong>de</strong> puro agotamiento.<br />

El día empieza con Faustino <strong>de</strong>spertándome con cuidado. Me extraña mucho no haber<br />

tenido noticias <strong>de</strong> mi familia ni <strong>de</strong> mi abogado en todo este tiempo.<br />

-Es normal –dice Faustino-. Lo utilizan como arma. Al que nos cae mal lo puteamos.<br />

No sé cómo lo hace, pero sus palabras siempre me reconfortan. Nos espera un día<br />

igual que el anterior. Es la base <strong>de</strong> la cárcel. Una rutina tan absorbente que no seas capaz <strong>de</strong><br />

distinguir un día <strong>de</strong> otro.<br />

Pasamos la mañana, la mayoría en el patio. Yo no. Prefiero quedarme tumbado en la<br />

cama, contando las manchas y los <strong>de</strong>sconchones que tiene el techo. Entro en una especie <strong>de</strong><br />

duermevela don<strong>de</strong> no puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver el rostro <strong>de</strong> mi novia, aquella mueca <strong>de</strong> terror entre<br />

convulsiones. <strong>La</strong>s salpicaduras <strong>de</strong> un líquido tibio que resultó ser sangre…<br />

Sin darme cuenta, los ojos se me anegan en lágrimas. <strong>La</strong> primera vez en mi vida que<br />

una sensación tan <strong>de</strong>sagradable me atora la garganta. Sólo se me ocurre un símil con una<br />

cámara vacía o con estar hueco por <strong>de</strong>ntro. <strong>La</strong>s únicas palabras que me vienen a la mente son<br />

“vacuidad existencial”.<br />

Alfredo y Faustino llegan a la celda y me dan palmadas en los hombros. Ante mis<br />

reticencias empiezan a contarme chistes y a tirar <strong>de</strong> mis manos, con tal vehemencia que a<br />

punto estoy <strong>de</strong> dar con mis huesos en el duro suelo.<br />

Salgo al patio. Vamos a los bancos. Apenas apoyo una pierna, con el otro pie en el<br />

suelo, y una incómoda postura que me hace encogerme como si fuese a adoptar una especie<br />

<strong>de</strong> posición fetal.<br />

Alfredo y Faustino cotorrean como dos porteras <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l verano. Al principio me<br />

esfuerzo un poco por seguir la conversación, pero el tema –si mal no recuerdo, motos-, no me<br />

atrae lo más mínimo, así que observo distraídamente el partido <strong>de</strong> baloncesto. <strong>La</strong> mayoría son<br />

unos mantas –hay una abundante presencia <strong>de</strong> barrigas más o menos dotadas, y casi nadie<br />

supera el metro ochenta-, pero hay uno que brilla como un diamante en un cenagal.<br />

-¡Chico! –grita Alfredo empujándome para tirarme <strong>de</strong>l banco, pero sujetándome<br />

inmediatamente-. ¡Estás amodorrado!<br />

-¡Me cago en el copón! –protesto soltando sus manos <strong>de</strong> mi brazo-. ¡Vaya susto!<br />

-Perdona, hombre.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r, si me la sudan las motos, no me toques las pelotas!<br />

-Venga –intermedia Faustino-, no ha pasado nada.<br />

Al mirar alre<strong>de</strong>dor casi todo el patio nos observa. Alfredo me tien<strong>de</strong> la mano. Apretón.<br />

-¡Así me gusta! –grita Faustino pasándome la mano por los hombros-. ¿Qué te <strong>de</strong>cía,<br />

Alfredo?<br />

29


Vuelven a la cháchara, y yo al partido.<br />

Dos minutos <strong>de</strong>spués Faustino se me acerca mientras Alfredo habla con un preso que<br />

ha venido a saludarlo.<br />

-No vuelvas a hacer eso –susurra Faustino.<br />

-¿El qué?<br />

-Recriminar a alguien a gritos, y a<strong>de</strong>más en público.<br />

Me quedo en silencio.<br />

-Verás –prosigue Faustino-, aquí los gritos son casi un <strong>de</strong>safío. Portándose así, Alfredo<br />

pue<strong>de</strong> tener problemas en el futuro.<br />

-¡Oh!<br />

-Aquí hay muchos idiotas que si no te ven plantar cara no tardan en buscarte la boca.<br />

El extraño se marcha y Alfredo se gira hacia nosotros.<br />

-¿Qué cuchicheáis? ¿Os estáis conchabando en mi contra? –dice sonriendo.<br />

-Alfredo –me siento obligado a <strong>de</strong>cir-, lo siento.<br />

-¿Por qué?<br />

-Lo <strong>de</strong> antes, yo…<br />

-¡Bah! No tiene importancia.<br />

-Es que me has asustado, pero aun así no tenia por qué hacer contestado <strong>de</strong> esa<br />

manera.<br />

-Tú tranquilo.<br />

-Si alguno te viene a buscar la boca…<br />

-Soy gitano. Nadie tiene huevos a buscarnos la boca.<br />

Con un gesto con la mano, Alfredo solicita un sitio entre Faustino y yo. Palmea mi<br />

espalda.<br />

-Oye.<br />

-Dime, compañero.<br />

-¿Ves ese tipo, en el partido <strong>de</strong> baloncesto?<br />

-¿Qué tipo?<br />

-El que lleva el balón –me quedo maravillado ante un mate estratosférico-. ¡Madre <strong>de</strong><br />

Dios! ¡Increíble! –tengo que reprimirme para no ponerme en pie y aplaudir.<br />

-¿El negro?<br />

30


-Sí, el <strong>de</strong>l mate.<br />

-Creo que se llama Valdés o Val<strong>de</strong>z, no estoy seguro. Nunca he hablado con él.<br />

-¿Lleva mucho?<br />

-¿A la sombra? Por lo menos un par <strong>de</strong> años.<br />

-¿Y por qué está aquí?<br />

-Si mal no recuerdo es panameño. No <strong>de</strong>l servicio secreto, es más bien un mercenario.<br />

-¡No jodas! –susurra Faustino interesándose.<br />

-Sí –Alfredo baja consi<strong>de</strong>rablemente el tono <strong>de</strong> voz-, y mercenario <strong>de</strong> pura raza.<br />

Bueno, ahora que lo pienso –dice tras permanecer unos instantes en silencio-, es más bien un<br />

sicario, pero sicario con todas las letras.<br />

-¿Sabéis <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> viene lo <strong>de</strong> sicario?<br />

-No, pero nos lo cuentas <strong>de</strong>spués –interrumpe Faustino-. Quiero oír la <strong>historia</strong> <strong>de</strong>l tal<br />

Valdés.<br />

-Si tampoco hay mucho que contar. Algo tuvo que ver con el gobierno, el servicio<br />

secreto o el ejército <strong>de</strong> allá. Se ve que lo capturaron para que le diese matarile a algún objetivo<br />

político. Y se lo dio. Con la única pega <strong>de</strong> que él pensaba que lo iban a sacar con algún<br />

salvoconducto diplomático y resulta que lo <strong>de</strong>jaron tirado.<br />

<strong>de</strong>do.<br />

aplica.<br />

-¿Tirado?<br />

-Jo<strong>de</strong>r, lo entregaron ellos.<br />

-¿A la bofia?<br />

Alfredo asiente.<br />

-¿Y cuánto le cayó?<br />

-Homicidio con premeditación y alevosía, tú me dirás…<br />

-Jo<strong>de</strong>r, homicidio sin antece<strong>de</strong>ntes, seis años.<br />

-Sin antece<strong>de</strong>ntes, ni atenuantes –Alfredo hace hincapié con un leve gesto con el<br />

-¿Cuánto le ha podido caer?<br />

-Veinte años. Tal vez veinticinco.<br />

-¡No jodas! –exclamo sin po<strong>de</strong>r contenerme-. ¿Y la extradición?<br />

-No sé si hay acuerdo con Panamá, pero aunque lo haya, con <strong>de</strong>litos <strong>de</strong> sangre no se<br />

-Salvo que tengas un buen padrino –interviene Faustino.<br />

31


-En este caso, permíteme que lo du<strong>de</strong> –replica Alfredo mesándose la barba-. Ya sabes<br />

qué les pasa a tipos así, ¿no?<br />

-Ilumíname.<br />

-Normalmente hay que esperar a que le que<strong>de</strong> poco para cumplir la con<strong>de</strong>na –aunque<br />

en casos así el tercer grado tampoco es aplicable-. Cuando le falta una semana tendrá una<br />

visita no programada que le explicará educadamente –con disimulo, Alfredo simula una pistola<br />

con sus <strong>de</strong>dos y finge colocarla en su sien- que se plantee si quiere volver o prefiere coger a la<br />

familia más cercana y rehacer su vida en otro país.<br />

-¡Vaya tela! –digo distraídamente-. Aun a riesgo <strong>de</strong> quedar como un idiota, ¿y si <strong>de</strong>ci<strong>de</strong><br />

volver a cualquier precio?<br />

-Tiene un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico. Normalmente en el viaje <strong>de</strong>l hotel a casa.<br />

-Y nadie vuelve a saber <strong>de</strong> él, ¿no?<br />

-Archivado como acci<strong>de</strong>nte mortal por fallo mecánico, y si te pones chulo el cadáver<br />

incinerado y olvidado.<br />

-¿Qué más querías contar, Harvey?<br />

-¡Ah! Nada, una tontería.<br />

-No, cuenta, estoy <strong>de</strong>seando oírlo –dice Alfredo.<br />

-¿De dón<strong>de</strong> viene la palabra sicario?<br />

-Ni i<strong>de</strong>a –respon<strong>de</strong>mos los dos a coro.<br />

-Ahora significa asesino a sueldo, pero esta acepción es completamente nueva. El<br />

verda<strong>de</strong>ro origen viene <strong>de</strong> los tiempos <strong>de</strong> Cristo. Entonces llamaban sicarii a los que usaban la<br />

sica. En pocas palabras, eran un grupo in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ntista que luchaba por la expulsión <strong>de</strong> los<br />

romanos <strong>de</strong> Tierra Santa y se caracterizaba porque ejecutaban a sus enemigos únicamente con<br />

la sica, una especie <strong>de</strong> puñal cuya hoja dibujaba una especie <strong>de</strong> C.<br />

-¿Y qué fue <strong>de</strong> ellos?<br />

-¿De los sicarii? Ni puta i<strong>de</strong>a. Supongo que los romanos los aplastarían. Al que pillaban<br />

le cortaban la cabeza, o lo crucificaban si querían sacarle información.<br />

-¡A comer! –grita uno <strong>de</strong> los guardas. <strong>La</strong> muchedumbre va alineándose poco a poco.<br />

Durante la comida, con Alfredo al lado y Faustino enfrente, una pelea estalla mientras<br />

cedo gustosamente –odio el arroz- mi primer plato a Alfredo. Dos tíos –si mal no recuerdo uno<br />

<strong>de</strong> ellos es un hooligan racista y el otro un rapero nacido en Ghana- se están dando la paliza <strong>de</strong><br />

su vida mientras una carcelera –medirá un metro sesenta y pesará sesenta y cinco kilos-<br />

intenta por todos sus limitados medios <strong>de</strong>tenerlos. Alfredo, Faustino y yo adoptamos una<br />

actitud más que nada pasiva, pero no po<strong>de</strong>mos reprimir un aplauso y un carrusel <strong>de</strong> miradas y<br />

sonrisas cómplices cuando el africano se zafa <strong>de</strong> la llave que le había realizado su oponente y<br />

conecta un increíble directo que se estrella contra la nariz <strong>de</strong>l hooligan, <strong>de</strong>strozando su rostro,<br />

partiendo su tabique nasal, y haciéndolo caer completamente noqueado al suelo. Antes <strong>de</strong> que<br />

los carceleros vengan a <strong>de</strong>tenerlos y a recoger los pedazos <strong>de</strong>l otro imbécil, un amigo se acerca<br />

32


a abrazar al ganador y a levantar su brazo como si <strong>de</strong>l ganador <strong>de</strong>l cinturón <strong>de</strong> los pesos<br />

pesados se tratase.<br />

En plena euforia <strong>de</strong> la celebración, otro imbécil –probablemente amigo <strong>de</strong>l que ha<br />

quedado tendido en el suelo-, al grito <strong>de</strong>: “¡Puto negro!” realiza un placaje al ghanés,<br />

arrojándolo sobre la carcelera que andaba tratando <strong>de</strong> mediar en la pelea.<br />

-¡Qué idiotas son, jo<strong>de</strong>r! –se lamenta Alfredo.<br />

-¡Mierda! –exclama Faustino-. ¡Harvey, por Dios, agáchate! –susurra ansioso mientras<br />

se tumba en el suelo entre la mesa y la banqueta cara abajo.<br />

-¿Qué pasa? –pregunto mientras obe<strong>de</strong>zco.<br />

El comedor entero se queda en un silencio que da miedo. Todos han hecho lo mismo<br />

que Faustino en un tiempo récord.<br />

-Tú sólo escucha –dice Alfredo en voz baja.<br />

<strong>La</strong> carcelera, la única que se ha puesto <strong>de</strong> pie, se lleva una mano constantemente a la<br />

nariz. Entre las mesas y reflejada en el mostrador, veo como la aparta. Tiene la nariz rota y un<br />

ojo medio cerrado por la hinchazón.<br />

-¡Bah, cagada total! –susurra Alfredo.<br />

<strong>La</strong> guardia herida comunica algo por radio en un murmullo ininteligible. En un tiempo<br />

peligrosamente corto –diría que no supera los cuarenta y cinco segundos- al menos veinte<br />

tipos vestidos como antidisturbios se presentan en la puerta, amén <strong>de</strong> otros tantos carceleros<br />

pistola en mano. Mesa por mesa, nos van mandando a las celdas. Al menos quince con una<br />

estancia a todo tren con todos los gastos pagados al agujero, y en la pelea que yo sepa había<br />

tres implicados, cinco como mucho.<br />

A los <strong>de</strong>más nos llevan al bloque –nos hacen la gracia <strong>de</strong> que los <strong>de</strong> preventiva y los <strong>de</strong><br />

comunes compartamos espacio, para estrechar lazos- y or<strong>de</strong>nan un encierro hasta primera<br />

hora <strong>de</strong> mañana.<br />

-¿Qué? –digo según oigo el mensaje por megafonía-. ¡Que yo mañana tengo la vista!<br />

-¡Ya pue<strong>de</strong>s rezar!<br />

-Hombre, si no voy por el encierro, se suspen<strong>de</strong>rá el juicio, ¿no?<br />

-Sí, y vas a hacer per<strong>de</strong>r el tiempo a un juez.<br />

-¡Coño, no he ido porque estos no me <strong>de</strong>jan!<br />

-<strong>La</strong> burocracia es como predicaba Jesucristo: “que tu mano <strong>de</strong>recha no sepa lo que<br />

hace tu mano izquierda”.<br />

-¿Y no se pue<strong>de</strong> presentar ningún recurso?<br />

-Sí, pero tu abogado va a tener que ser un lince o estar <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> trabajar para que<br />

no te comas otro mes <strong>de</strong> preventiva.<br />

-¡Mierda, tío! Lo que me faltaba.<br />

33


<strong>La</strong>s horas pasan muy <strong>de</strong>spacio aquella tar<strong>de</strong>. Al contrario <strong>de</strong> lo que podía pensar en un<br />

principio, la mayor parte <strong>de</strong> los presos conversan en pequeños grupos apoyados en las vallas<br />

frente a las celdas, mirando hacia abajo como si estuvieran en un parque, observando<br />

distraídamente a los niños jugar. Todas, incluido yo, que estoy sentado con la espalda apoyada<br />

en una pared <strong>de</strong> la celda y las rejas a mano <strong>de</strong>recha, don<strong>de</strong> apoyo el codo que me sirve para<br />

sujetar el libro, miramos a ratos hacia la entrada <strong>de</strong>l pabellón, don<strong>de</strong>, al otro lado <strong>de</strong> unos<br />

barrotes cinco veces más gordos que los <strong>de</strong> cualquier celda y con una altura <strong>de</strong> al menos seis<br />

metros, aguardan los <strong>de</strong> CM (Control <strong>de</strong> Masas –básicamente como antidisturbios pero con<br />

menos remilgos).<br />

Hasta la hora <strong>de</strong> la cena permanecemos todas –a uno y otro lado <strong>de</strong> los barrotes- en<br />

una situación parecida: fingiendo tranquilidad, relajados, en ocasiones incluso risueñas, pero<br />

sin per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista al rival, conocedores <strong>de</strong> que un enfrentamiento es la situación más<br />

<strong>de</strong>sagradable posible.<br />

Ante mi agobio –a pesar <strong>de</strong> mis esfuerzos por disimular-, Faustino se siente obligado a<br />

animarme.<br />

-Buena señal.<br />

-¿Qué?<br />

-Aquí teóricamente no hay ley pero la gente está muy tranquila.<br />

-Más que <strong>de</strong> costumbre incluso –afirma Alfredo, que ha venido a hacernos compañía.<br />

-Si la cosa sigue así <strong>de</strong> tranquila –prosigue Faustino-, es posible que a la hora <strong>de</strong> cenar<br />

hagan un intento y mañana volvamos a la normalidad.<br />

-¿Un experimento?<br />

Como si el <strong>de</strong>stino nos estuviese gustando una broma pesada, la alarma vuelve a<br />

tronar en la prisión.<br />

-“¡Atención! –dice una voz a través <strong>de</strong>l altavoz, que la sumerge en un sonido gutural,<br />

parecido al <strong>de</strong> una radio que no sintoniza bien-. Un grupo <strong>de</strong> trabajadores <strong>de</strong> la prisión<br />

a<strong>de</strong>cuadamente respaldado por nuestras fuerzas <strong>de</strong> seguridad, van a entrar al pabellón <strong>de</strong><br />

comunes. Permanecerán en la zona más próxima a la entrada <strong>de</strong> dicha sección, y servirán la<br />

cena <strong>de</strong> los ocupantes <strong>de</strong> las celdas que previamente anunciaremos a través <strong>de</strong> la megafonía.<br />

Al más mínimo indicio <strong>de</strong> motín o <strong>de</strong> violencia, sea con el personal <strong>de</strong> la prisión, sea entre<br />

internos, se proce<strong>de</strong>rá a sofocar la revuelta con todos los efectivos posibles, y la sanción irá <strong>de</strong><br />

la semana <strong>de</strong> encierro a la <strong>de</strong>legación en el ejército para controlar la situación”.<br />

-¿Lo ves? –dice Faustino chocándome las cinco-. Nadie es tan tonto como para liarla<br />

ahora. Todo controlado.<br />

-“Por favor, vuelvan a sus celdas, y esperen su turno para recoger una comida”.<br />

-Bueno, chicos –dice Alfredo, levantándose un poco achacosamente-. Nos vemos<br />

luego, o mañana a más tardar. ¡Suerte mañana, socio! –exclama dándome la mano.<br />

Un par <strong>de</strong> minutos más tar<strong>de</strong> las puertas <strong>de</strong> las celdas se cierran con cada preso en su<br />

lugar. <strong>La</strong> puerta <strong>de</strong> barrotes que bloquea el acceso a nuestra sección se abre, dando paso a un<br />

34


mostrador móvil y a tres trabajadores <strong>de</strong> la cocina, acompañados <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong><br />

“gorilas” –apelativo cariñoso a los CM.<br />

Des<strong>de</strong> cada celda, con la cara y los codos apoyados en los barrotes y las manos<br />

suspendidas fuera <strong>de</strong> ésta, todos y cada uno <strong>de</strong> los presos asistimos a este proceso como si<br />

fuese el mayor espectáculo <strong>de</strong>l mando. <strong>La</strong>s puertas <strong>de</strong> las celdas van abriéndose <strong>de</strong> forma<br />

progresiva, <strong>de</strong> manera que <strong>de</strong>jan el paso libre a un grupo <strong>de</strong> unos veinte presos, y hasta que<br />

éstos no están cenando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda con las puertas cerradas, el siguiente grupo no<br />

pue<strong>de</strong> acce<strong>de</strong>r a comer.<br />

A pesar <strong>de</strong> la buena voluntad <strong>de</strong> la población reclusa –este proceso ocurre en el<br />

silencio más absoluto-, nosotros, unos quince que estamos en preventiva, somos el último<br />

grupo, y para cuando la puerta se cierra a nuestras espaldas y damos el primer bocado, más <strong>de</strong><br />

la mitad <strong>de</strong> la prisión ha cenado.<br />

-“Vamos a proce<strong>de</strong>r a la vuelta a la normalidad –anuncia la megafonía mientras<br />

repudio mi cena-. <strong>La</strong> guardia esta noche será la programada. Como medida <strong>de</strong> precaución,<br />

duplicaremos los efectivos <strong>de</strong> seguridad para sofocar cualquier conato <strong>de</strong> revuelta”.<br />

-¿Ves? –dice Faustino-. Se acabó. Algún recuento nocturno y mañana todos tan felices.<br />

-¿Seguro?<br />

-Lo que yo te diga.<br />

35


CAPITULO V<br />

Cuando pensaba que la noche anterior sería insuperable, llegó ésta. Ni dos horas <strong>de</strong><br />

sueño en toda la noche. Dormir en la litera <strong>de</strong> arriba tiene sus ventajas, sobre todo cuando<br />

estás rendido, ya que la cama se hun<strong>de</strong> y te <strong>de</strong>ja encajado, favoreciendo la somnolencia. Pero<br />

en una noche así, don<strong>de</strong> los latidos <strong>de</strong> tu corazón se hacen tan repetitivos y perturbadores<br />

como odiosos, es un infierno. Quieres moverte, cada tres minutos <strong>de</strong>seas con toda tu alma<br />

ponerte a un lado o a otro, tumbarte boca abajo, meter la cabeza bajo la almohada o cortarme<br />

quince centímetros <strong>de</strong> pierna, porque me veo obligado a dormir con los pies <strong>de</strong>stapados o a<br />

adoptar una especie <strong>de</strong> posición fetal, ridícula con mi metro ochenta y mis ochenta y cinco<br />

kilos.<br />

A las tres <strong>de</strong> la mañana, más o menos, una luz cegadora me <strong>de</strong>slumbra. Una voz<br />

atronadora dice:<br />

-Pérez, <strong>Enrique</strong>.<br />

-¿Qué mierda quieres? –respondo <strong>de</strong> mala gana-. ¡Estaba dormido, anormal!<br />

El carcelero se va, como si no hubiese oído una palabra.<br />

-Es un castigo subliminal –susurra Faustino-. Y no te quejes. Te pue<strong>de</strong>n hacer salir al<br />

pasillo cada hora en cada recuento.<br />

-¿Para formar el motín?<br />

-No, para reafirmar su autoridad. Auto-convencerse <strong>de</strong> que aquí mandan ellos.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, me voy a pegar la noche en blanco.<br />

-Tienes que controlar la tensión, socio.<br />

-Voy a intentarlo.<br />

Bajo al suelo <strong>de</strong> un salto y echo la mejor <strong>de</strong> las meadas. Cojo el colchón y las mantas y<br />

las tiro en el suelo, tan lejos como puedo <strong>de</strong> la taza, aunque cerca, dado lo angosto <strong>de</strong> mi<br />

celda.<br />

-¿Qué haces, loco?<br />

-No hay quien se mueva ahí. Ya noto alivio, y acabo <strong>de</strong> tumbarme.<br />

Un rayo <strong>de</strong> sol asesino me <strong>de</strong>spierta violentamente. He pegado la espalda contra los<br />

barrotes y el amanecer me ha <strong>de</strong>svelado. Faustino está sentado en la cama, con la espalda<br />

apoyada en la almohada para hacer más agradable el contacto con la irregular pared,<br />

afanándose en escribir algo, aunque no sé qué. Cuando me mira, sonríe.<br />

36


-¡Cómo has roncado, hermano!<br />

-¡No jodas! Lo siento mucho.<br />

-Tranquilo, he sacado un rato bueno para or<strong>de</strong>nar mis i<strong>de</strong>as.<br />

-¿Escribes una novela?<br />

-¿Estás loco? ¡Qué va!<br />

-Tu biografía sería genial. Se ven<strong>de</strong>ría como churros.<br />

-No. Le escribo una carta a mi reina.<br />

-Ojalá a mí no me toque tener que hacerlo. Si salgo se acabó, y si no que al menos me<br />

<strong>de</strong>jen visitarla, o que la <strong>de</strong>jen venir.<br />

-¿Sabes? <strong>La</strong> primera vez que pedí lápiz y papel y empecé a redactar fue cuando asimilé<br />

que estaba en el trullo.<br />

-Que tu vida ha cambiado.<br />

-¿Puedo pedirte un favor?<br />

-¡Cómo no!<br />

-¿Quieres escribirle algo? Le hablo sobre ti y me gustaría que le dijeses algo. Tampoco<br />

entres en <strong>de</strong>talles escabrosos y procura ser optimista, y no hables sobre su enfermedad o <strong>de</strong>s<br />

a enten<strong>de</strong>r que te da pena.<br />

-Vale, con una condición.<br />

-¿Cuál?<br />

-Que tú no leas nada, que vaya directo <strong>de</strong> mi mano a sus ojos.<br />

-De acuerdo. Coge.<br />

Me tien<strong>de</strong> una cuartilla y un lápiz.<br />

-Si necesitas más, dilo.<br />

-Intentaré ser breve.<br />

Me coloco <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l papel en blanco. Siempre me ha agobiado comenzar a escribir,<br />

las pocas veces contadas que me he atrevido a escribir algún poema a mi niña y poco más-. <strong>La</strong>s<br />

palabras empiezan a acudir a mi cabeza <strong>de</strong> repente, y yo concentro mis energías en que mi<br />

mano siga a mi mente.<br />

“Hola –ni siquiera me acuerdo <strong>de</strong> su nombre, y me da vergüenza preguntárselo a<br />

Faustino a estas alturas-. Me llamo <strong>Enrique</strong>, pero todo el mundo me llama Harvey, y soy el<br />

compañero <strong>de</strong> celda <strong>de</strong> tu marido. En este sitio te encuentras a mucha gente que ha visto el<br />

lado oscuro <strong>de</strong> la vida –también hay gente que se ha buscado su propia suerte, no te voy a<br />

mentir, pero experiencias así te cambian la perspectiva.<br />

37


No voy a aburrirte con mi <strong>historia</strong>, ni voy a dármelas <strong>de</strong> sabiondo, pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber conocido a tu marido puedo <strong>de</strong>cir con absoluta seguridad que eres una mujer<br />

afortunada. Mi vida aquí podría ser un infierno, pero estoy sobreviviendo gracias a Faustino.<br />

Los dos echamos <strong>de</strong> menos a nuestras “reinas” –te llamas así-, pero algún día todo esto no<br />

será más que una pesadilla.<br />

Encantado <strong>de</strong> conocerte.<br />

<strong>Enrique</strong>.”<br />

-Ya he terminado, colega.<br />

-¿Ya? Poco habrás escrito.<br />

-Breve pero intenso.<br />

-No, no, que te lo agra<strong>de</strong>zco. Trae.<br />

Unos minutos <strong>de</strong>spués, que he aprovechado para dormitar, suena la alarma y se abren<br />

las celdas.<br />

-¡Recuento! –Vocifera un guarda que pasea como Wyatt Earp carpeta en mano.<br />

-¡Faustino, sal! –exclamo mientras citan los nombres <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> internos.<br />

-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>!<br />

-¡Yo! –berreo-. ¡Que salgas! –susurro hacia Faustino.<br />

-Cuando el guarda vocea su nombre y la respuesta llega <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> la celda, todos<br />

los guardas quedan en silencio.<br />

-¡Falta al recuento, un día a aislamiento!<br />

-¡Vamos!<br />

-¡Calla! –dice Faustino palmeándome la espalda-. Has <strong>de</strong> venir conmigo por bocas.<br />

Dos carceleros se acercan a Faustino, lo cogen por los antebrazos y se lo llevan.<br />

-Lo siento.<br />

-No pasa nada, hermano –respon<strong>de</strong> a voces-. ¡Suerte!<br />

El recuento acaba y por fin volvemos al comedor a <strong>de</strong>sayunar. Decir que es<br />

nauseabundo es hablar en su favor. El zumo <strong>de</strong> naranja es marrón. ¡Marrón! Como una<br />

mancha <strong>de</strong> sangre <strong>de</strong>l día anterior.<br />

-¿Has visto? –pregunto a Alfredo, que se ha sentado a mi lado.<br />

-Pues haber pedido leche con cacao –y hace el gesto <strong>de</strong> masturbarse.<br />

-Vale, toma mis galletas.<br />

Nuestras risas son las únicas que suenan en el comedor, ya que el ambiente entre<br />

racistas y antifascistas está tenso a más no po<strong>de</strong>r.<br />

38


-¡Aun va a haber hostias!<br />

-No jodas, que me piro ya. Cuando me marche, os dais.<br />

-Que hoy es el gran día, ¿no?<br />

Asiento.<br />

-¡Buena suerte!<br />

-Espera, toma –me tien<strong>de</strong> un chicle <strong>de</strong> menta-. Lávate la cara un poco, y come algo.<br />

-¿Tan mal estoy?<br />

-Como si no hubieses dormido ni comido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que has entrado.<br />

-¿Y eso es malo?<br />

-Para el juicio posiblemente- a ver, que esto no es Estados Unidos. No hace falta que<br />

aparezcas en el juzgado con traje y corbata como si fueras a casarte, pero ir <strong>de</strong>macrado…<br />

-Jo<strong>de</strong>r, pues no tengo más ropa que ésta –la verdad es que mi vestimenta apesta<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dos días sudando.<br />

-¿Y <strong>de</strong> recambio?<br />

-<strong>La</strong> <strong>de</strong>l trullo. Pero esa no pienso ni estrenarla.<br />

-¡Y cómo lo dices ahora! –reprocha Alfredo enojado-. ¡Vamos!<br />

Nos dirigimos casi corriendo a la lavan<strong>de</strong>ría. El vaho casi no <strong>de</strong>ja ver, y el calor es tan<br />

intenso que apenas he entrado en la sala –la lavan<strong>de</strong>ría es enorme- y empiezo a sudar a mares.<br />

Después <strong>de</strong> preguntar a un par <strong>de</strong> tipos, el segundo <strong>de</strong> los cuales se ha convertido en un<br />

museo andante <strong>de</strong> tatuajes, damos con el que parece el jefe.<br />

-¿Cómo estás, amico?<br />

-Tutto bene. Mi può aiutare?<br />

-Necesito algo para éste –Alfredo señala a su espalda sin mirame siquiera.<br />

-¿Algo especial? –indaga clavándome la mirada.<br />

-Tengo un juicio.<br />

-¡Uh! –murmura-. Necesitaré algo elegante –se vuelve hacia Alfredo-. Como siempre,<br />

dos horas.<br />

-Se lo van a llevar <strong>de</strong> un momento a otro, y tiene que ducharse.<br />

-¿Talla?<br />

-XL.<br />

-Señala mis pantalones.<br />

-50.<br />

39


-¡Imposible! –mira indignado a mi compañero.<br />

-Vete a la ducha –se vuelve Alfredo-, que en seguida te llevo algo.<br />

Me ducho en cinco minutos y cuarenta y seis segundos, y me paso una eternidad<br />

esperando, tapando mis vergüenzas con la ropa sucia.<br />

-¡Qué potra! –dice Alfredo nada más entrar-. ¿Ya estás?<br />

-¡Congelado estoy! ¡Dios, qué fría está el agua!<br />

-Un capullo <strong>de</strong>l pabellón <strong>de</strong> vigilancia especial usa tu misma talla.<br />

-¿Vigilancia especial?<br />

-Por la numeración diría que es un violado. O amenazado. Es igual.<br />

-Tampoco quiero putear a un <strong>de</strong>sgraciado.<br />

-Ni se va a enterar.<br />

-A ver qué tal.<br />

-Alfredo, se te ha olvidado algo.<br />

-¿Qué?<br />

-No tengo calzoncillos <strong>de</strong> repuesto.<br />

-¿No? –está visiblemente molesto-. ¡Mierda! Ahora vengo.<br />

-Gracias, colega.<br />

-De nada –sonríe-. Mierda <strong>de</strong> novatos…<br />

Dos minutos más tar<strong>de</strong> aparece con unos gayumbos que podrían tapar Madagascar.<br />

-¿A su gusto, majestad?<br />

Me visto a toda velocidad. Un vaquero azul y una camisa negra que me van como un<br />

guante. Mis botas harán un buen papel si las limpio un poco.<br />

-¿Qué tal?<br />

-Bien, échate un poco.<br />

-No, que yo…<br />

-Vamos, que vas a ser peor que mi hijo –me rocía por la fuerza-. Siempre se lo digo: un<br />

hombre honrado huele bien.<br />

-Escucha –susurro. Él se acerca para po<strong>de</strong>r enterarse bien-. Muchas gracias. Has sido<br />

<strong>de</strong> mucha ayuda.<br />

-Nada, hombre. Cualquier amigo <strong>de</strong> Faustino es amigo mío.<br />

40


-No, déjame compensarte. ¿Hay algo que pueda pedir que me traigan mis padres?<br />

¿Algo <strong>de</strong> fuera que te haga falta?<br />

-No especialmente, pero hay algo que pue<strong>de</strong>s hacer por mí.<br />

-Lo que sea.<br />

-No, céntrate en lo tuyo. Ya te lo diré cuando que<strong>de</strong>s libre y vengas a visitar a los<br />

amigos.<br />

-Gracias por todo.<br />

<strong>La</strong> megafonía retumba.<br />

-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>! Preséntese en el control para traslado.<br />

-¡Ánimo, chico!<br />

-Gracias, amigo.<br />

Salgo corriendo al control- ¡Qué casualidad! El par <strong>de</strong> idiotas que me trajeron son los<br />

mismos que me van a trasladar.<br />

-¡Hombre! –dice irónicamente uno <strong>de</strong> ellos-. ¡Si ha llegado nuestro recluso favorito!<br />

-¿Qué, listo para chuparte seis años? –dice su compañero.<br />

-Si todo lo que chupase fueran años –aña<strong>de</strong> el otro.<br />

Ambos se carcajean.<br />

-No os riáis <strong>de</strong>l pobre chico –sentencia el <strong>de</strong>l control-. Acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle un favor a<br />

<strong>de</strong>ber al gitano.<br />

-¿No me digas?<br />

-Hombre, lo estaban esperando en pelotas en la ducha. ¿De dón<strong>de</strong> te crees que saca<br />

esa ropa tan elegante?<br />

-Si huele bien –dice uno <strong>de</strong> ellos acercándoseme.<br />

-Prepárate, chaval. Para cuando vuelvas, una peluca rubia y una colonia <strong>de</strong> la Barbie te<br />

van a estar esperando.<br />

-¿Nos vamos o no?<br />

-¡Mira que ricura! ¡Si enseña los dientes!<br />

El camino hasta el coche lo hacen tan <strong>de</strong>spacio como pue<strong>de</strong>n. Quieren que me ponga<br />

nervioso. Pero puedo conce<strong>de</strong>rles esa ventaja. Aún ralentizo más la marcha.<br />

-¡Vamos! –exclama uno <strong>de</strong> ellos-. Parece que tuvieses miedo.<br />

-Cuidado al subir –dice su compañero mientras abre la puerta. Me empuja <strong>de</strong>l cogote<br />

hasta que mi ceja <strong>de</strong>recha impacta con la parte superior <strong>de</strong>l marco <strong>de</strong> la puerta trasera.<br />

41


Iniciamos el camino. El compañero se ha sentado a mi izquierda, haciéndome cambiar<br />

<strong>de</strong> sitio una vez que me había subido. Me molesta el ojo <strong>de</strong>recho. No es dolor, es como un<br />

picor molesto. Parpa<strong>de</strong>o frenéticamente, pero no me alivia. Ojalá alguien me soplara un poco,<br />

o me acariciara la zona. Pero no pue<strong>de</strong> ser. Tengo que aguantar. ¡Dios, es insoportable! No,<br />

hay que aguantar.<br />

-¿Qué te pasa? –pregunta el conductor-. ¿Me guiñas un ojo?<br />

-Hombre –aña<strong>de</strong> su compañero mientras tira <strong>de</strong> mí para que le dé la cara-, tiene que ir<br />

haciendo prácticas para cuando sea Margarita la zorrita.<br />

Vencido totalmente por el maldito picor, trato <strong>de</strong> frotar la zona afectada con el<br />

cabecero <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong> al lado. Lo consigo, pero una explosión <strong>de</strong> dolor implosiona <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong><br />

mi ceja. El imbécil sentado a mi lado me propina un puñetazo sorpren<strong>de</strong>ntemente doloroso<br />

para lo poco que ha cargado el puño.<br />

-Cuidadito, recluso –hace énfasis en ésta palabra-. Ni un movimiento en falso.<br />

Sigo notando una molestia en el ojo. Me cuesta más tenerlo abierto que utilizar sólo el<br />

izquierdo. Cuando llegamos a la ciudad –en pocos minutos- y comenzamos a transitar por la<br />

enmarañada red <strong>de</strong> estrechas callejuelas que se entrecruzan por el centro me fijo en mi reflejo<br />

a través <strong>de</strong> los escaparates <strong>de</strong> las tiendas. El ojo se me ha hinchado –más que el ojo, el<br />

párpado superior- y al <strong>de</strong>tenerlo abierto el líquido acumulado forma una pequeña bolsa sobre<br />

las pestañas. Sonrío, pensando en que si se me cruzan los cables igual los <strong>de</strong>nuncio por abuso<br />

<strong>de</strong> autoridad.<br />

-¿Qué te hace gracia, Margarita?<br />

Por supuesto, no contesto, sólo mantengo una sonrisa bobalicona en mi rostro.<br />

-Trae acá –dice el que se sienta a mi lado cogiéndome por la mandíbula y haciéndome<br />

volverme hacia él por la fuerza-. ¡Jo<strong>de</strong>r!<br />

-¿Qué pasa? –pregunta el conductor.<br />

-¿Has visto cómo se le está poniendo el ojo a este mameluco?<br />

-¡No jodas! –al parecer, la imagen <strong>de</strong>l retrovisor le <strong>de</strong>sconcierta.<br />

-Sabes que va a pasar, ¿no? –dice el otro mientras suelta mi barbilla con un a<strong>de</strong>mán<br />

<strong>de</strong>spectivo.<br />

-Pues que tenemos a un idiota que se va a comer un puro por resistencia a la<br />

autoridad.<br />

¡Qué ganas tengo <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r! Decirles que no tienen pruebas, o <strong>de</strong> mandarlos al<br />

carajo. Pero me callo. Tengo que callarme. Me concentro en el nuevo aroma que emana <strong>de</strong> mí,<br />

en que voy a ver a mis padres, quizá a mi novia… la clave es no tener miedo. Fijar la vista en el<br />

infinito y <strong>de</strong>jar que la mente vuele.<br />

El juzgado se yergue majestuoso ante nosotros. Nos ha costado llegar una barbaridad.<br />

-¡Concéntrate! –pienso-. Su juego es ese. Impresionar, acobardar. Pero un hombre<br />

inocente con la mente fría saldrá airoso.<br />

42


-¡No te resistas! –grita el que me ha acompañado durante el viaje-. ¡No hagas el tonto!<br />

El conductor y el tipo que vigila la puerta <strong>de</strong>l juzgado vienen corriendo. ¿Cómo va a<br />

resistirse alguien esposado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la parte trasera <strong>de</strong> un coche <strong>de</strong> policía? Más aún cuando<br />

el que viajaba a mi lado ya se ha apeado. No puedo ni bajarme solo, ¿qué voy a hacer para<br />

resistirme? ¿Mirarlo mal?<br />

El conductor me da un cachete y me coge por las esposas.<br />

-¿Qué has conseguido con esto? –dice dándome palmaditas en el hombro. Mira cómo<br />

se te ha puesto el ojo.<br />

-Des<strong>de</strong> luego –dice el <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>l juzgado con una mirada paternalista <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>saprobación-, estos chicos…<br />

-Dínoslo a nosotros. Lleva todo el camino enfurecido.<br />

Por fin, me mandan al calabozo <strong>de</strong>l juzgado. Nunca pensé que “por fin” y “calabozo”<br />

saldrían <strong>de</strong> mi boca en la misma frase. Mi abogado aparece a los pocos minutos. Es poco más<br />

mayor que yo, con un traje que parece haber cogido prestado <strong>de</strong>l armario <strong>de</strong> su padre. Tiene<br />

un semblante serio. Tras un breve apretón <strong>de</strong> manos, sin apartar la vista <strong>de</strong> su carpeta, saca un<br />

Boli y se dispone a preguntarme.<br />

-No hay mucho tiempo –afirma.<br />

-¿Cómo está mi novia?<br />

-En el juicio.<br />

-En el juicio, ¿qué?<br />

-sabrás todo eso. Ahora contesta rápido.<br />

-¿Y mis padres?<br />

-Aquí sólo puedo verte yo. Escucha.<br />

Al levantar la mirada se percata <strong>de</strong> mi ojo.<br />

-¿Qué te ha pasado?<br />

-Oficialmente, que me he resistido. Extraoficialmente, un souvenir contra el coche.<br />

-Habrá que <strong>de</strong>nunciar.<br />

-Acaban <strong>de</strong> ponerse <strong>de</strong> acuerdo con el <strong>de</strong>l control <strong>de</strong> la puerta.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, todos los días con lo mismo… Retomemos, ¿qué pasó?<br />

-Nos atracaron, pincharon a mi novia y yo me <strong>de</strong>fendí.<br />

-¿Llegaron por sorpresa?<br />

-Sí, en un tramo <strong>de</strong> calle sin iluminación. ¿Es normal que el juicio sea tan rápido?<br />

-No. ¿Primero pidieron dinero o sacaron el arma?<br />

43


-Se chulearon al ver que nos daban miedo y se pavonearon aún más. ¿Es bueno o malo<br />

que el juicio sea tan pronto?<br />

-¿No sabes nada?<br />

-¿De qué?<br />

-Es la comidilla. El caso más controvertido en mucho tiempo. Al parecer los que te<br />

atracaron no eran rateros <strong>de</strong> tres al cuarto. Tienen buenos amigos, y se masca que preten<strong>de</strong>n<br />

dar una sanción ejemplar contigo. ¿Qué hiciste cuando la atacaron?<br />

-Apareció un tipo que dijo que era médico y salí tras los atracadores.<br />

-Malo –masculla-. ¿Cómo los heriste?<br />

-Tiraron la navaja.<br />

-¿No habían salido corriendo?<br />

-<strong>La</strong>ncé un par <strong>de</strong> piedras que los tumbó.<br />

-¿Acertaste a la primera?<br />

-Pura suerte.<br />

-Malo.<br />

-Pero las circunstancias…<br />

-<strong>La</strong>s circunstancias son lo único que tenemos a favor. Todo lo <strong>de</strong>más, argumentos para<br />

empapelarnos.<br />

-Después <strong>de</strong> unas cuantas preguntas más o menos comprometidas con respecto a ese<br />

día, el abogado vuelve a estrecharme la mano.<br />

-Ten mucho cuidado –dice mirándome a los ojos mientras se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>-. Cada palabra es<br />

muy importante.<br />

Según el letrado se pier<strong>de</strong> <strong>de</strong> vista, mi madre baja correteando. Pese a los gruesos<br />

barrotes que nos separan, me abraza con todas sus fuerzas.<br />

-¿Qué te ha pasado en el ojo?<br />

-Nada.<br />

-¿Te están pegando?<br />

-Sí, vete a hablar con los profesores.<br />

Me mira con mala cara. Me arrepiento al momento <strong>de</strong> lo que he dicho.<br />

-No merece la pena pensar en eso –trato <strong>de</strong> calmarla un poco-. Es lo que quieren.<br />

¿Cómo estáis?<br />

-No lo sé. Después <strong>de</strong> ir a comisaría a contarte cómo estaba sus padres prohibieron la<br />

entrada a su habitación, y al llamar sólo nos dicen que el pronóstico es reservado.<br />

44


Mi padre aparece entonces y me da un fuerte apretón <strong>de</strong> manos a través <strong>de</strong> los<br />

barrotes. Le sonrío mientras le miro a los ojos. Trata <strong>de</strong> mostrar entereza, pero está a punto <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>rrumbarse. Apostaría a que lleva varios días <strong>de</strong> insomnio. Al ver sus semblantes tan<br />

afectados <strong>de</strong>seo no haber nacido. ¡<strong>La</strong> cantidad <strong>de</strong> dolor que he generado indirectamente en<br />

poco tiempo! Si no hubiese nacido, mi chica mantendría el record <strong>de</strong> cero visitas al hospital y<br />

mis padres planearían un crucero lujoso por el treinta aniversario <strong>de</strong> bodas.<br />

-¿Necesitas algo? –pregunta mi madre sin soltarme la mano.<br />

-No –respondo prolongando la “o” para dar énfasis-. Bueno, sí. En el juicio, tranquilos,<br />

¿vale? Pase lo que pase.<br />

-Se acabó la visita –dice el guarda.<br />

-Un momento, por favor.<br />

-Ni un momento ni nada. Señora, estoy trabajando.<br />

-¿Trabajar tú, pedazo <strong>de</strong>…?<br />

-¡Eh! –intervengo-. ¿Qué acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir?<br />

-Menos mal –dice el guarda- que alguien…<br />

-No hablaba contigo.<br />

Mis padres sonríen y compartimos un abrazo a tres bandas con las rejas <strong>de</strong> por medio.<br />

Cuando vuelvo a quedarme solo intento no pensar. Si el rostro <strong>de</strong> mi novia aparece en mi<br />

mente, me partiré en dos. Tengo que ser fuerte.<br />

Una eternidad- no sabría <strong>de</strong>cir cuánto tiempo- <strong>de</strong>spués uno <strong>de</strong> los alguaciles me<br />

esposa y me saca <strong>de</strong>l calabozo.<br />

-¿No irás a hacer alguna tontería?<br />

Mantengo silencio. “Si quisiera hacer alguna tontería –pienso- ya estarías muerto”.<br />

Llegamos a la puerta <strong>de</strong>l juzgado y el alguacil me indica que me siente y espere.<br />

-Estas cosas llevan su protocolo –son sus palabras.<br />

El padre <strong>de</strong> mi novia se coloca frente a mí. Deberíamos haber presentado a nuestros<br />

padres. Hubiese facilitado mucho esta situación. Ni siquiera habíamos hablado nunca, pero<br />

resulta que nos conocemos. Era vecino <strong>de</strong> la calle en que un excompañero <strong>de</strong> colegio tiene un<br />

bar <strong>de</strong> copas. ¡Claro! No llegué a ver a mi novia en esa calle porque en aquella época estaba<br />

viviendo fuera. El mundo es un pañuelo. Me pongo <strong>de</strong> pie para hablar con él.<br />

El hombre me clava la mirada. Intento <strong>de</strong>cir algo, pero no me viene una sola palabra a<br />

la mente.<br />

-¿Cómo está? –es la única i<strong>de</strong>a clara.<br />

Sin mediar palabra y sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mirarme directamente a los ojos, conecta un terrible<br />

puñetazo que impacta en el pómulo, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo hinchado. Temporalmente tuerto,<br />

caigo abatido por el golpe.<br />

45


El guarda, haciendo gala <strong>de</strong> unos reflejos felinos, placa a mi agresor y lo esposa. Llama<br />

por radio para pedir ayuda.<br />

-Piense lo que quiera –digo sin tutearlo-, pero su hija y yo nos queremos, y estoy aquí<br />

por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rla, no por hacerle nada malo.<br />

El tipo sigue en silencio, emitiendo una especie <strong>de</strong> gruñido gutural, y <strong>de</strong>jando que su<br />

mirada se pierda en el vacío.<br />

Dos compañeros <strong>de</strong>l alguacil se presentan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nosotros en menos <strong>de</strong> un<br />

minuto.<br />

-Lleváoslo <strong>de</strong> aquí. Acaba <strong>de</strong> agredir a un acusado.<br />

Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> preguntas <strong>de</strong> rigor: “¿Está tranquilo, señor?”, y “No va a hacer<br />

ninguna tontería, ¿verdad?” se lo llevan escalinatas abajo.<br />

Mi abogado aparece al instante.<br />

-¿Qué ha pasado?<br />

Giro la cara, don<strong>de</strong> la inflamación <strong>de</strong>l ojo y la <strong>de</strong>l pómulo están a punto <strong>de</strong> fusionarse<br />

en un súper hematoma que ocupa casi una cuarta parte <strong>de</strong> mi rostro.<br />

-¿Quién te ha hecho eso? Es igual. ¿Has entrado al trapo?<br />

-No.<br />

-Soy tu único amigo aquí. Te conviene explayarte más.<br />

-Ha venido, se ha plantado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí frente a frente, me ha soltado un puñetazo y<br />

ése –señalo con la cabeza al alguacil- lo ha <strong>de</strong>tenido. Le he dicho que no sé a qué ha venía su<br />

puñetazo, que he hecho nada malo, ha rugido y dos <strong>de</strong> esos –vuelvo a indicar al alguacil- se lo<br />

han llevado.<br />

-¿Para qué hablas? no vuelvas a hacerlo. Como si te matan a patadas. Tú no digas<br />

nada. Vamos, el juicio va a empezar.<br />

El abogado entra en la sala. El alguacil me hace un gesto con la mano, indicándome<br />

que me <strong>de</strong>tenga.<br />

-Tú entras <strong>de</strong>spués.<br />

Unas treinta personas pasan a la sala. Mis padres han sido <strong>de</strong> los primeros.<br />

Me hacen entrar. Esposado, como un criminal. Por más que trato <strong>de</strong> controlarlo, sudo<br />

a kilotones. Camino con la mayor dignidad posible dadas las circunstancias, entre las miradas<br />

inquisitivas. Casi puedo tocar su odio. Creo que podría mol<strong>de</strong>arlo, como arcilla, y hacer una<br />

escultura al rechazo.<br />

Me siento don<strong>de</strong> me indica el abogado. Me liberan <strong>de</strong> las esposas. Mi abogado<br />

empieza a cuchichear conmigo. Básicamente que no hable sin consultarle antes, que bajo<br />

ningún concepto suba la voz, y que me lo piense dos veces antes <strong>de</strong> utilizar una palabra u otra.<br />

-Te pue<strong>de</strong>n buscar la ruina por una expresión poco acertada.<br />

46


Lo único que percibo es un murmullo general <strong>de</strong> expectación, una especie <strong>de</strong><br />

respiración contenida colectiva, antes <strong>de</strong> recibir un puñetazo terrible por la espalda.<br />

-¡Hijo <strong>de</strong> puta! –una voz femenina fuera <strong>de</strong> sí retumba, mientras el revuelo que se<br />

organiza a mi espalda estalla y yo caigo <strong>de</strong> cara al suelo, <strong>de</strong>teniendo la caída a pocos<br />

centímetros <strong>de</strong> que mi nariz impacte contra el suelo-. ¡Está muerta por tu culpa! ¡Por tu culpa!<br />

<strong>La</strong> sacan <strong>de</strong> la habitación por la fuerza. Recupero mi asiento con ayuda <strong>de</strong> mi abogado.<br />

-¿Es cierto?<br />

-<strong>La</strong> última información que tengo es que sigue estable <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la gravedad.<br />

-Haz el favor…<br />

-Perdón –dice un tipo que acaba <strong>de</strong> entrar en la sala y se apoya en mi hombro-.<br />

Confirmado. Ha muerto. <strong>La</strong> hemorragia provocó un fallo en varios órganos internos.<br />

-Es mi informador –susurra el abogado-. Lo siento, <strong>Enrique</strong>.<br />

<strong>La</strong> noticia es como un mazazo en la cara. Ni siquiera puedo reaccionar. En mi mente<br />

aparece su carita y no puedo asumir que no voy a volver a verla. No es que el juicio sigue su<br />

<strong>de</strong>venir normal, que así ocurre, sino que el tribunal parece examinarme más <strong>de</strong>tenidamente,<br />

parece mirarme con peores ojos. Susurro a mi abogado.<br />

fondo.<br />

-¿Por qué me miran así?<br />

-No lo sé.<br />

-¿No será porque no lloro?<br />

-No creo.<br />

En mi mente esa respuesta se interpreta como un sí. El fiscal se está empleando a<br />

-Jo<strong>de</strong>r –susurra mi abogado-. Viene a por nosotros.<br />

No entiendo muy bien qué ocurre. Es como si mi cociente intelectual se hubiese ido<br />

por el váter. Todo parece ocurrir a una velocidad increíble, no puedo asimilarlo.<br />

Me llaman a <strong>de</strong>clarar. Estoy nervioso. Cuando oigo la voz <strong>de</strong> mi abogado me relajo un<br />

poco. Se centra en qué ocurrió antes, en la cita, el cine, el paseo… me hace ser específico,<br />

tengo que explicar con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles por dón<strong>de</strong> paseamos si la llevaba <strong>de</strong> la mano o<br />

íbamos abrazados… su estrategia es clara: quiere <strong>de</strong>mostrar que la quería, y que lo que pasó<br />

fue por <strong>de</strong>fensa propia o, en el peor <strong>de</strong> los casos, enajenación mental.<br />

veces.<br />

Estoy tan hecho polvo que algunas preguntas tiene que formularlas dos e incluso tres<br />

-“Señoría –dice con un toque <strong>de</strong> indignación en la voz-, el acusado está en estado <strong>de</strong><br />

shock. Acaba <strong>de</strong> ser informado <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> su novia. Solicito con la venia <strong>de</strong>l tribunal un<br />

receso”.<br />

47


-“Ningún receso será concedido. Letrado, prosiga”.<br />

Vuelve a hacerme una pregunta, pero es como si no asimilase las palabras. le obligo a<br />

repetir un número abusivo <strong>de</strong> veces.<br />

-¿Qué pasa contigo, iluminado? –grita mi padre <strong>de</strong> repente-. ¿No ves que está para el<br />

arrastre?<br />

-Caballero, mantenga la compostura o será expulsado <strong>de</strong> la sala.<br />

-¡Tongo! ¡Sois unos hijos <strong>de</strong> puta! ¡Fascistas! –mis padres se han vuelto<br />

<strong>de</strong>finitivamente locos.<br />

-Alguacil, proceda –dice el juez con soberbia.<br />

Justo cuando el hombre se dispone a indicar a la pareja el camino <strong>de</strong> salida, mi padre<br />

le conecta un terrible uppercut en pleno mentón, por el que el hombre cae al suelo como si lo<br />

hubiera abatido un francotirador. Ante el estupor general, salvo yo, que creo estar soñando y<br />

lo veo todo como una película, mi padre corre hacia el tribunal, y <strong>de</strong> no ser por la intervención<br />

<strong>de</strong> la pareja <strong>de</strong> policías que me han “escoltado” hasta el tribunal, el juez podía haber dado por<br />

perdidas varias piezas <strong>de</strong>ntales.<br />

-¡Ya lo han conseguido, letrado! –dice el juez entre el jaleo-. ¡Receso <strong>de</strong> una hora!<br />

Todos los que forman el tribunal salen por piernas, correteando y agazapados como si<br />

lo que oyeran fuesen disparos y no gritos.<br />

Me trasladan <strong>de</strong> nuevo a los calabozos, a una celda enfrente <strong>de</strong> los <strong>de</strong> mis padres.<br />

-¡Huy! ¿Cómo estás? –preguntan casi a coro.<br />

Ni contesto. Me siento en el catre y <strong>de</strong>jo que mi visita se pierda en la inmensidad<br />

monocromática que forma el suelo. Mis padres sollozan mientras no me pier<strong>de</strong>n <strong>de</strong> vista. Mi<br />

abogado aparece a los pocos minutos.<br />

-¿Cómo vamos? –pregunta mi madre, visiblemente preocupada.<br />

-¿Todavía preguntáis? ¡El juez se pensaba que cobraba!<br />

-Pero eso es cosa mía, no suya…<br />

-Aquí influye todo –ahora se dirige a mí exclusivamente-. ¿Y tú qué? Tienes que<br />

concentrarte.<br />

-¿Cómo fue?<br />

-¿Cómo fue qué?<br />

-¿Cómo murió?<br />

-¿Para qué quieres saber cómo…?<br />

-¿Cómo murió? –mi voz parece un gruñido, como esos perros que dicen “I love you” en<br />

internet.<br />

48


El letrado trata <strong>de</strong> resultar lo más ligero y menos grafico posible, pero la cascada <strong>de</strong><br />

imágenes que se generan <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi cerebro me <strong>de</strong>ja fuera <strong>de</strong> combate.<br />

-Vamos, hay que centrarse –dice al terminar-. Posiblemente testificarán. Lo mejor –<br />

señala a mis padres- sería una recogida <strong>de</strong> firmas o reclutar a alguien influyente para que<br />

hablase en su favor.<br />

Pasado un tiempo in<strong>de</strong>terminado, estoy <strong>de</strong> nuevo en la sala.<br />

-Hago una advertencia a todos los presentes en esta sala –dice el juez-. Al próximo<br />

inci<strong>de</strong>nte esta vista se continúa a puerta cerrada con el personal imprescindible.<br />

<strong>La</strong> verdad es que no me entero <strong>de</strong> mucho. Tengo continuamente la sensación <strong>de</strong> que<br />

en mi cerebro hubiera reventado una presa, provocando una riada que asola todo a su paso.<br />

<strong>La</strong> sensación <strong>de</strong> que ir por la calla paralela hubiese ahorrado todo este sufrimiento a tanta<br />

gente me hace sentir culpable y a la vez furioso. No puedo pensar con claridad, sólo tengo<br />

ganas <strong>de</strong> partirle la cara a alguien.<br />

Por lo visto, cada juicio lleva su sistema. Primero presentan los hechos, luego los<br />

sospechosos, a mí, y las pruebas que indican por qué se me ha acusado. Después –en este caso<br />

la pregunta no es si lo hice o no, sino en qué contexto o por qué razón lo hice-, fiscal y abogado<br />

<strong>de</strong>fensor prueban y <strong>de</strong>sacreditan respectivamente mis implicaciones con este caso, punto a<br />

punto, exponen una conclusión y el tribunal se retira a <strong>de</strong>liberar.<br />

Llevo una hora y media sentado junto a mi abogado, clavándole los ojos a la letrada <strong>de</strong><br />

la fiscalía, una pelirroja cincuentona amargada. No hay más que echarle una ojeada para saber<br />

que es un loro reseco, una solterona amargada que odia a los hombres, que nos ve como a un<br />

atajo <strong>de</strong> cavernícolas incapaces <strong>de</strong> existir sin intentar matarse a cada momento.<br />

No he abierto la boca, <strong>de</strong> vez en cuando yo y mi <strong>de</strong>fensor –suena a héroe <strong>de</strong> cómic o a<br />

leyenda <strong>de</strong> la edad media- cuchicheamos, pero siempre dice que no sabe cómo va a terminar<br />

esto, que hay que esperar.<br />

El tribunal se retira a <strong>de</strong>liberar, y yo vuelvo al calabozo. Van a saltar a mis padres.<br />

Estaban nerviosos, y van a <strong>de</strong>jarlo pasar por ser la primera vez.<br />

-¿Cómo ha ido? –pregunta mi madre cogiéndome <strong>de</strong> las manos a través <strong>de</strong> los<br />

barrotes.<br />

-Hay que esperar.<br />

-Señora, pue<strong>de</strong>n irse. Hablen con mi compañero a la salida para recuperar sus efectos<br />

personales.<br />

Pasa un buen rato en el que me relajo un poco. Es como si la riada <strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi<br />

cabeza se hubiese encauzado. Me quedo dormido sin mayor problema según me tumbo en el<br />

catre.<br />

Un golpe a la puerta <strong>de</strong> la celda me <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> golpe.<br />

-Levántate, ya hay un veredicto –dice mi abogado.<br />

-¿Tan rápido?<br />

-Esto es malo, muy malo –está histérico, ni que fuese a entrar él en la cárcel.<br />

49


-“Por la presente con<strong>de</strong>namos al acusado a permanecer en un penal estatal durante<br />

un periodo <strong>de</strong> veintiséis meses y un día, no aplicándose el tercer grado sin haber cumplido al<br />

menos un tercio <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>na”.<br />

-¿Qué? –he vuelto a sentir la riada. Una rabia malsana estruja mi estómago y no puedo<br />

contenerme-. ¿Acabo yo en la trena? ¿Matan a mi novia y encima yo pago los platos rotos?<br />

-Señor Pérez, no empeore su situación.<br />

-¡Soberbio! ¡Ser juez no te convierte en inmortal!<br />

-¿Me está usted amenazando?<br />

-¿Eh? –acabo <strong>de</strong> darme cuenta <strong>de</strong> que la he liado.<br />

-Señoría, comprenda que mi <strong>de</strong>fendido –mi abogado trata <strong>de</strong> arreglarlo. Me llama<br />

“<strong>de</strong>fendido”, no “cliente”-…<br />

-¡Estoy hasta los huevos! ¿Creéis que podéis hacerme daño? ¿Pensáis que per<strong>de</strong>r la<br />

libertad es peor que per<strong>de</strong>r a mi novia?<br />

-Caballero –susurra el alguacil mientras trata <strong>de</strong> esposarme.<br />

-¡Me dais pena! ¡Os creéis dioses y sois tan miedosos que con<strong>de</strong>náis a quienes os<br />

damos miedo! ¡Sois patéticos!<br />

Me sacan a empellones <strong>de</strong> la sala. A punto estoy <strong>de</strong> partirle la cara al alguacil, pero en<br />

el último segundo me contengo. Mi traslado ya está listo cuando no llevo ni diez minutos en el<br />

calabozo.<br />

-¡Mira, pero si es nuestra princesa! –tenían que ser ellos.<br />

-Me han dicho que en el juicio te has puesto un poco nervioso.<br />

-¡<strong>La</strong> gatita enseña las uñas!<br />

-¿Sois así <strong>de</strong> subnormales <strong>de</strong> forma espontánea o ensayáis por las noches?<br />

Un puñetazo en el abdomen una vez que he sido esposado me hace toser como un<br />

enfermo <strong>de</strong> cáncer <strong>de</strong> pulmón.<br />

-Otro chiste y te <strong>de</strong>jo los ojos iguales, mamón.<br />

Todo el viaje a la penitenciaria transcurre en silencio. Bueno, a <strong>de</strong>cir verdad, yo estoy<br />

en silencio mientras el par <strong>de</strong> imbécil es que me llevan no <strong>de</strong>jan sus chistes ni un momento. Si<br />

tuviese las manos libres, sólo necesitaría recordar a mi novia en el suelo –esa imagen me está<br />

matando- y mandar a este par <strong>de</strong> sacos <strong>de</strong> abono al otro barrio.<br />

50


CAPITULO VI<br />

Otra vez en la cárcel. Entramos. Otra vez el tipo <strong>de</strong>l registro. Otra vez con el tipo que<br />

no hace más que echar cuños en papeles mirándome como si tuviese un alienígena <strong>de</strong>lante.<br />

-Adiós, preciosa. A lo mejor no nos vemos en una temporada.<br />

-Verás que <strong>de</strong> amiguitos haces.<br />

Un par <strong>de</strong> guardas me llevan a comunes. Me indican una celda.<br />

-Es aquí. Quédate aquí quieto en los recuentos y no toques los cojones.<br />

Un tipo enorme está en la pared apoyado, mirándome <strong>de</strong> arriba abajo.<br />

-¡Vaya, eres el <strong>de</strong> la tele!<br />

-Me confun<strong>de</strong>s con otro. ¿Dón<strong>de</strong>…? –señalo las camas.<br />

-Yo prefiero este lado –la estancia está virtualmente partida en dos.<br />

-Vale –comienzo a hacer mi cama. Hacía años que no hacía una.<br />

-¿Tú no eres el que mató a esos dos?<br />

-No.<br />

-El <strong>de</strong> las pedradas. Luego los acuchillaste.<br />

-Habían matado a mi novia.<br />

-¡Sabía que era tú! Bienvenido, me llamo Teodoro.<br />

-<strong>Enrique</strong>, pero me llaman…<br />

-…Harvey. Por Harvey Keitel –ante mi asombro aña<strong>de</strong>-. <strong>La</strong> tele.<br />

-Oye- me arrincona-. ¡Caramba! Es enorme. Medirá más <strong>de</strong> dos metros y es puro<br />

músculo. Lo tengo jodido. Aunque al menos no tiene ninguna cruz gamada tatuada en el<br />

cogote-. ¿Te gustan los chicos?<br />

-Si me violas te <strong>de</strong>spertarás <strong>de</strong>stripado.<br />

-¡Oh! No era… -se aleja a la otra punta <strong>de</strong> la celda-. Verás, me has hecho un poco <strong>de</strong><br />

tilín y pensaba…<br />

-¿Eres gay?<br />

-¿Algún problema?<br />

51


-No, pero ¿fuera también lo eras?<br />

-Esto no es Alcatraz, novato.<br />

-Discúlpame, Teodoro. No quería ofen<strong>de</strong>rte. Es que ha pasado todo tan rápido… no,<br />

me gustan las chicas, pero tú y yo po<strong>de</strong>mos ser colegas.<br />

Se acerca en un salto y vuelve a arrinconarme.<br />

-¿No puedo usar tu culo pero <strong>de</strong>bo protegerlo?<br />

-No te he pedido nada.<br />

-¡Era broma! Claro, instálate, voy a hacer unas pesas. Ven y te presentaré a alguien.<br />

Me quedo en el camastro. Lloro y duermo. Ojalá estuviese muerto. Algo impacta<br />

contra mi cuerpo. Es una bolsa.<br />

-Pérez, tus cosas – dice un carcelero cuando ya me ha golpeado.<br />

En una bolsa <strong>de</strong> basura. Al fin y al cabo, eso es lo que somos para ellos, ¿no? Está mi<br />

ropa y un libro que me ha traído mi madre. No tengo ninguna gana <strong>de</strong> leer, pero ojeo páginas<br />

al azar. Al fin, una sorpresa agradable.<br />

A modo <strong>de</strong> marca páginas, una foto <strong>de</strong> mi chica, <strong>de</strong> un día que me dio por jugar con la<br />

cámara. ¡Qué sonrisa!<br />

El recuento suena un rato <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estar llorando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la flota.<br />

-¿Qué miras…? ¡Vaya! Es preciosa.<br />

-Gracias.<br />

Mientras bajamos en fila hacia el comedor, cuchicheos con mi nuevo compañero.<br />

-Oye, ¿sabes <strong>de</strong> algún tatuador?<br />

-¿Aquí? Olvídate. Vas a acabar sidoso.<br />

-¡Eh! –grita alguien <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos-. ¡Harvey!<br />

Me giro. Es Alfredo. Le saludo. Nuestras filas se acercan.<br />

-¿Qué?<br />

-Veintiséis meses y un día. Revisión para el tercer grado en un tercio.<br />

-¡Mierda! Lo siento, chico.<br />

-Teodoro, Alfredo. Alfredo, Teodoro.<br />

-Siéntate con nosotros. Faustino se va a chupar lo que queda <strong>de</strong> día, por lo menos.<br />

-Vale, ¿quieres venir? –le pregunto a Teodoro.<br />

-Si no os importa…<br />

52


-¿Qué ha pasado con ese tal Faustino? –pregunta Teodoro nada más sentarse.<br />

-Llegó tar<strong>de</strong> a un recuento. Estaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la celda y se <strong>de</strong>spistó.<br />

-Jo<strong>de</strong>r. ¿Qué le ha caído? ¿Un día?<br />

-Sí.<br />

-Alfredo, échame una mano para convencer a éste <strong>de</strong> que no se tatúe.<br />

-¿Estás loco? Has <strong>de</strong> coger algo.<br />

Guardo silencio y finjo centrarme en comer.<br />

-De todas formas –dice Alfredo un instante <strong>de</strong>spués-, si <strong>de</strong> verdad vas a hacerlo,<br />

dímelo y te presento a alguien, ¿vale?<br />

-Vale. Preséntame a alguien.<br />

-Mañana lo mando a tu celda.<br />

Teodoro niega con la cabeza. Después <strong>de</strong> comer volvemos a las celdas. Me siento en el<br />

suelo, con los barrotes clavándoseme en el hombro. Después <strong>de</strong>l recuento abren las celdas y la<br />

gente pasea por el pabellón. Una música que no había oído nunca llega a mis oídos.<br />

Viene <strong>de</strong>l piso <strong>de</strong> abajo. Valdés y un par <strong>de</strong> tíos fuman, conversan y se ríen con esa<br />

canción <strong>de</strong> fondo. Sin pensarlo dos veces, bajo con ellos.<br />

-Buenas tar<strong>de</strong>s –los tres se me quedan mirando <strong>de</strong>safiantes-. Perdonad que os<br />

moleste.<br />

-¿Qué quieres, novato?<br />

-¿Me podéis <strong>de</strong>cir qué estáis escuchando? Me gusta mucho esta canción.<br />

Valdés se me acerca y trata <strong>de</strong> arrinconarme. Los otros dos le guardan las espaldas. Se<br />

me empieza a hacer <strong>de</strong> noche.<br />

-¿Quién te envía?<br />

-Nadie.<br />

-No me hagas enfadar.<br />

-Te juro por lo que más quieras que sólo quiero saber el grupo y el disco para<br />

bajármelo <strong>de</strong> internet.<br />

-Como tengas un as en la manda te machaco, papi.<br />

Se separa y me señala el aparato <strong>de</strong> música. “Calle 13-No hay nadie como tú-Los <strong>de</strong><br />

atrás vienen conmigo-Reproduciendo”.<br />

Una vez leído salgo <strong>de</strong> la celda.<br />

-Gracias. Y perdón por haberos molestado.<br />

53


Los tres se miran con incredulidad mientras vuelvo a la celda. Teodoro y yo nos<br />

pasamos parloteando el resto <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

Valdés y sus compadres se pasean <strong>de</strong> vez en cuando por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> nuestra celda.<br />

Como siempre, me percato <strong>de</strong> mi error <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>. Estos tres se piensan que Teodoro o<br />

yo hemos venido a enviar algún aviso.<br />

-Mierda, la hemos liado –le digo a Teodoro cuando uno <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> Valdés sube a<br />

nuestra planta y se coloca al otro extremo, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una celda, apoyado en la barandilla, sin<br />

quitarnos la vista <strong>de</strong> encima.<br />

-No, la HAS liado –contesta Teodoro-. A mí no me metas.<br />

-¿Debería hablar con ellos? No, me acabaría <strong>de</strong> enterrar vivo.<br />

-No digo nada. Bueno, sí. Que es cosa tuya.<br />

Gracias al cielo, la hora <strong>de</strong> cenar llega enseguida, y Alfredo con ella.<br />

-Creo que la he cagado –le espeto antes <strong>de</strong> saludar siquiera.<br />

-¿Qué ha pasado?<br />

-Ha ido –interviene Teodoro- a la celda <strong>de</strong> Valdés a que le dijera qué música<br />

escuchaba.<br />

-¿Qué?<br />

Asiento.<br />

-¿Eres idiota o qué? Los putos novatos, siempre cagándola…<br />

-Alfredo, por favor, ayúdame.<br />

-…se lo tengo dicho a Faustino –continúa con su soliloquio-, nada <strong>de</strong> novatos…<br />

Me siento como si tuviese catorce años y hubiese llegado a casa a las tantas oliendo a<br />

tabaco.<br />

-Bueno, igual tienes suerte y todo. Tengo un negociete a medias con uno <strong>de</strong> sus<br />

amigos. Quizás pueda hablar con él y contarle que no eres más que un idiota.<br />

-Gracias, Alfredo, muchas gracias.<br />

-Pero eso implica que tendré que respon<strong>de</strong>r por ti, así que como la vuelvas a liar…<br />

-Ni un problema, palabra.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, y eso que estoy en preventiva.<br />

-Alfredo, estoy en <strong>de</strong>uda contigo.<br />

-Sí, ahora pon cara <strong>de</strong> bueno, idiota.<br />

Cenamos la bazofia que nos ponen en ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> plástico –la mayor parte <strong>de</strong> la mía<br />

se la doy a Teodoro- y nos vamos a dormir.<br />

54


lado.<br />

Nada más sonar la alarma salimos al recuento. Uno <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> Valdés viene a mi<br />

-No vuelvas a pasar por esa celda, ni a mirarnos a la cara, si quieres que tus tripas sigan<br />

<strong>de</strong>ntro, ¿vale?<br />

-De acuerdo, no quiero problemas.<br />

-Pues no los busques.<br />

A media mañana, mientras Teodoro ha bajado a las pesas, a hacer unos ejercicios <strong>de</strong><br />

mantenimiento, yo me quedo leyendo.<br />

En un momento <strong>de</strong> la mañana que no sabría precisar, un tipo entra en mi celda. Me he<br />

quedado dormido. Otra vez.<br />

-Oye, papi –me doy la vuelta <strong>de</strong> un respingo. Es Valdés.<br />

-Hola –mascullo. Me incorporo-. Siéntate.<br />

Se coloca frente a mí, mirándome a los ojos. Muy cerca.<br />

-¿Tú por qué acabaste en este mier<strong>de</strong>ro?<br />

-Un par <strong>de</strong> tipos mataron a mi novia y yo hice ven<strong>de</strong>tta.<br />

-Doble intento <strong>de</strong> homicidio.<br />

-Creo que al final se quedó en dos cargos <strong>de</strong> agresión con agravantes. Es igual. ¿Por<br />

qué me preguntas?<br />

-¿Has estado alguna vez en Panamá?<br />

-No. Ni siquiera tengo pasaporte.<br />

-¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?<br />

-Veintiséis meses, aunque a lo mejor me dan el tercer grado.<br />

-Escúchame, y escúchame muy bien. No has muerto en la ducha porque alguien ha<br />

parlamentado por ti –Alfredo, imagino-. A menos que te dirija la palabra, no quiero ni que<br />

vuelvas a mirarme a la cara.<br />

Asiento sin saber que <strong>de</strong>cir.<br />

Cuando, unas horas <strong>de</strong>spués, bajo al comedor, lo primero que hago es darle la mano a<br />

Alfredo.<br />

-Gracias, tío.<br />

-No es nada, chico.<br />

-Estoy en <strong>de</strong>uda contigo.<br />

-Me conformo con que lo la vuelva a cagar.<br />

-¡Eh!<br />

55


-¡Faustino!<br />

-Siento verte, chico.<br />

-Si sólo fuera estar aquí…<br />

-De eso también me he enterado. Te acompaño en el sentimiento.<br />

-Y yo –dice Alfredo.<br />

-Y yo –Teodoro me da una palmada por la espalda.<br />

Después <strong>de</strong> un rato <strong>de</strong> cola, nos encontramos con un plato <strong>de</strong> bazofia <strong>de</strong>lante.<br />

-Si lo queréis, vuestro –digo quedándome sólo con la naranja.<br />

-¡Ah! Faustino, convéncelo tú –balbucea Alfredo con la boca llena.<br />

-¿De qué?<br />

-De que no se tatúe.<br />

-¿Te vas a tatuar?<br />

-Eso pensaba.<br />

-¿Qué te vas a tatuar?<br />

-<strong>La</strong> foto <strong>de</strong> mi chica.<br />

-¿Dón<strong>de</strong>?<br />

-En el antebrazo –señalo la zona interior <strong>de</strong> mi antebrazo izquierdo.<br />

-No, jo<strong>de</strong>r, que si te lo va a tatuar aquí.<br />

-Cuanto antes mejor. ¿Hay alguien aquí que sea bueno?<br />

-Jazzman –respon<strong>de</strong>n ambos a coro.<br />

-¿Quién?<br />

-Última mesa, el <strong>de</strong> los tatuajes en los brazos.<br />

-¿Y es bueno?<br />

-Todos los <strong>de</strong> sus brazos son diseños suyos –comenta Alfredo.<br />

-Al menos es limpio.<br />

-Me lo tenéis que presentar.<br />

-Da trescientos euros por perdidos.<br />

-Mi novia bien los vale.<br />

-Tú mismo, pero no me parece bien.<br />

56


-Ni caso. Ole tus huevos, chaval –exclama Faustino dando una palmada sobre la mesa.<br />

-¡Estáis todos locos! –masculla Alfredo.<br />

Después <strong>de</strong> comer volvemos a la celda y hacen recuento. Vuelvo a mi libro y a mi foto.<br />

Teodoro se larga a jugar a las cartas con unos amigos suyos. Parecía dispuesto a invitarme,<br />

hasta que juega unas manos conmigo.<br />

Me pongo cara a la pared para que nadie me vea llorar. No puedo dominarme. Pensar<br />

que nos ojos <strong>de</strong> mi niña no están me corta la respiración. Se había cambiado el peinado hace<br />

poco. Ahora lucia un flequillo que le enmarcaba la cara cuando llevaba el pelo suelto y una<br />

melena con las puntas rectas.<br />

-¿Tú eres Harvey?<br />

Me levanto y doy la vuelta <strong>de</strong> un salto, secándome las lágrimas con las palmas <strong>de</strong> las<br />

manos.<br />

-Sí, soy yo.<br />

-Te pillo en mal momento, luego…<br />

-No, habla.<br />

-Me han dicho que querías tatuarte.<br />

-¡Ah! Jazzman, supongo.<br />

-El mismo.<br />

-Encantado <strong>de</strong> conocerte.<br />

-Lo mismo digo… -se queda mirándome pensativo-. Espera… ¡Tú eres el <strong>de</strong> la tele!<br />

-¿Quién?<br />

-Te mataron a la novia.<br />

Asiento incrédulo.<br />

-¿Dos tipejos que te <strong>de</strong>nunciaron por intento <strong>de</strong> homicidio?<br />

-Creo que se quedo en agresión.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r, macho! ¡Qué cabronada! Lo siento mucho.<br />

-Gracias.<br />

-¿Y qué habías pensado hacerte?<br />

-Esto –le enseño la foto <strong>de</strong> mi novia. Está empezando a ajarse.<br />

-Buh, nada más para los colores…<br />

-No, lo quiero sólo dibujado.<br />

-Necesitaré la foto un par <strong>de</strong> días.<br />

57


-Vale, pero ten cuidado.<br />

-¿Algo más?<br />

-¿Para el tatuaje? Sí, que <strong>de</strong>bajo vayan las palabras “Nadie como tú” con forma <strong>de</strong> U,<br />

como enmarcando la imagen.<br />

-Ya.<br />

-No tengo claro qué tipo <strong>de</strong> letra…<br />

-Luego te traigo el libro con los estilos.<br />

-¿Cómo andará esto <strong>de</strong> precio?<br />

-Hasta que no lo tenga diseñado, no te sé <strong>de</strong>cir, igual lo tienes ya en el brazo y no sé<br />

qué <strong>de</strong>cirte –sonríe confiado.<br />

-Te lo digo porque no tengo un presupuesto ilimitado. No me puedo gastar mil euros<br />

en un tatuaje.<br />

Con un semblante <strong>de</strong> asombro que no le cabe en la cara, Jazzman me hace darme la<br />

vuelta y me coge por el hombro.<br />

-¿Tú crees que alguno aquí paga mil euros por un tatuaje? ¿O quinientos? ¿O<br />

trescientos? Pues hay unos cuantos tatuados.<br />

-Vale. Yo era por no tener problemas. Por cierto, ¿hay muchas pegas por tatuarse?<br />

-No, no les importa lo que haga yo, que para eso soy profesional. De todas maneras, si<br />

te ponen algún problema, solicítaselo al alcai<strong>de</strong>. Yo lo hago con guantes, agujas esterilizadas…<br />

si le <strong>de</strong>jan caer que lo harás <strong>de</strong> cualquier forma y riesgo, dará permiso. Imagínate un<br />

seropositivo más por culpa <strong>de</strong> la dirección…<br />

-Claro.<br />

-¿Tienes alguna pregunta más?<br />

-¿Cómo lo vas a diseñar?<br />

-Un programa informático <strong>de</strong> tratamiento <strong>de</strong> imágenes. Luego se imprime en papel<br />

especial, parecido a los tatuajes que salen en los chicles, estos que se van en un día, o al<br />

primer lavado.<br />

-Sí.<br />

-Eso es la guía. Luego sacamos la aguja y a casa.<br />

-Ya. ¿Duele mucho?<br />

-Eso es relativo. Hasta que no lo pruebas no podrás <strong>de</strong>cir si pue<strong>de</strong>s soportarlo o no.<br />

-¿Tiene efectos secundarios?<br />

-Si se hace bien no, aunque es posible que los primeros días tengo fiebre.<br />

58


-Gracias, Jazzman –no quiero molestarle más, y le tiendo la mano.<br />

-De nada, hermano –no sólo me coge la mano, sino que me abraza-. En serio, tío,<br />

simpatizo con tu causa. Tú y yo no vamos a tener ningún problema y si necesitas algo me lo<br />

dices.<br />

casa.<br />

-Agra<strong>de</strong>zco tus palabras. No es fácil adaptarse a este sitio.<br />

-Llevo siete años y aún no me he adaptado.<br />

-¿Por qué estas aquí?<br />

-Mala praxis. Los <strong>de</strong> Sanidad me jodieron sin razón.<br />

-¿Siete años caen por eso?<br />

-Y quince. A mi me han convencido un tercer grado, y <strong>de</strong> vez en cuando paso el día en<br />

-¿Cómo es lo <strong>de</strong>l tercer grado?<br />

-Arbitrario. Ponen en una balanza a la gente que caes bien y a la que caes mal y según<br />

lo que pesa más te lo dan o no.<br />

Jazzman –su nombre real es Jonathan, y su mote se lo <strong>de</strong>be a los cientos <strong>de</strong> horas que<br />

ha pasado escuchando a Marcus Miller- me trae el libro <strong>de</strong> tipografías. Es una especia <strong>de</strong><br />

álbum <strong>de</strong> fotos <strong>de</strong>l grosor <strong>de</strong> una enciclopedia.<br />

-¿Todos estos tatuajes los has hecho tú? –pregunto antes <strong>de</strong> que se vaya, sorprendido<br />

por la ingente cantidad <strong>de</strong> formatos disponibles.<br />

-Ahí están sólo los mejores –respon<strong>de</strong> sin arrogancia-. Muchos años y muchos<br />

tatuajes.<br />

Me paso ojeándolos hasta que apagan la luz. Teodoro no me dirige la palabra. Le pido<br />

su opinión con un par <strong>de</strong> tipografías que me gustan, y respon<strong>de</strong> en pocas palabras que es mi<br />

brazo y que me busque la vida.<br />

Después <strong>de</strong> que apaguen las luces me paso horas divagando y llorando cada vez que<br />

los ojos <strong>de</strong> mi niña se dibujan en mi imaginación. Acabo <strong>de</strong> percatarme <strong>de</strong> lo útil que me ha<br />

resultado el ojear los diseños para mantenerme ocupado.<br />

A la mañana siguiente estoy para el arrastre. No he dormido ni cuatro horas, entrando<br />

en fase REM por puro agotamiento y pese a una sensación <strong>de</strong> angustia que me oprime la boca<br />

<strong>de</strong>l estómago.<br />

Salgo <strong>de</strong> la celda en calzoncillos, dando tumbos con los ojos aún cerrados. El <strong>de</strong>sayuno<br />

es nauseabundo.<br />

-¿No comes nada? –dice Alfredo, que no me quita el ojo <strong>de</strong> encima.<br />

-Mi vaso huele a mierda.<br />

-¡Hala!<br />

-Huele –según acerca un poco la nariz, se retira con un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> repulsión.<br />

59


-¡Su puta madre!<br />

-Me toca <strong>de</strong>sayunar en la taza… <strong>de</strong>l váter.<br />

Los tres nos partimos, pese a que ninguno estamos muy animados. Esa misma mañana<br />

Faustino y Alfredo <strong>de</strong>ben acudir al juzgado, don<strong>de</strong> se celebrarán sendos juicios.<br />

-¿Cómo estáis?<br />

-Jodidos –dice Faustino con voz queda-. No nos libra ni el <strong>de</strong> “Algunos hombres<br />

buenos” –al parecer, una <strong>de</strong> sus películas favoritas.<br />

-<strong>La</strong> verdad es que lo tenemos mal –confirma Alfredo-. A mí porque no hay pena <strong>de</strong><br />

muerte, que si no…<br />

-Es que estafando a un abogado –respon<strong>de</strong> resignado Faustino.<br />

-¡Para cabrones ellos!<br />

-Precisamente por eso lo digo-<br />

-Vosotros –irrumpe un guarda antes <strong>de</strong> volver a las celdas-. Os esperan para el<br />

traslado.<br />

Nos damos un buen apretón <strong>de</strong> manos.<br />

-Mucha suerte, amigos.<br />

-Gracias, chico.<br />

-Que al menos tengáis más suerte que yo.<br />

-Tampoco va a ser difícil.<br />

-¡Calla! –interrumpe Alfredo-. Que llamas a la mala suerte…<br />

60


CAPITULO VII<br />

Mientras termino <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar –me guardo las galletas en un bolsillo y miro el vaso<br />

con repugnancia-, observo a mi alre<strong>de</strong>dor. Teodoro no se ha sentado con nosotros. Venía<br />

<strong>de</strong>trás mío en la cola y no tengo muy claro cuándo <strong>de</strong>sapareció. Está a un par <strong>de</strong> mesas –unos<br />

treinta internos- <strong>de</strong> distancia, en el margen opuesto al mío.<br />

Pese a ser una buena manera <strong>de</strong> meterse en problemas, me quedo observándole. Está<br />

discutiendo con el tipo que hay a su lado. Muy interesante, al parecer. Apenas mueven la boca<br />

o gesticulan, pero hay gestos que los <strong>de</strong>latan: los puños cerrados, murmurar entre dientes, el<br />

aparente intercambio <strong>de</strong> hostilida<strong>de</strong>s…<br />

De repente, cuando vuelvo la vista a mi <strong>de</strong>sayuno y pensaba en las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

que hubiese pelea, Teodoro se ha levantado cogiendo al otro tipo por el cuello mientras éste,<br />

mucho menos corpulento que mi compañero <strong>de</strong> celda, lucha por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse sin mucho éxito.<br />

Una vez <strong>de</strong> pie, Teodoro conecta un <strong>de</strong>moledor uppercut <strong>de</strong> izquierda –su mano mala-<br />

que arroja a su contrincante al suelo. Al momento se forma un corro alre<strong>de</strong>dor. Incluso hay<br />

apuestas. Yo me juego diez euros por Teodoro. No hay ningún especialista para caer en la<br />

cuenta <strong>de</strong> que el otro tipo va a terminar hecho puré.<br />

Un par <strong>de</strong> minutos más tar<strong>de</strong>, cuando han formado un grupo <strong>de</strong> unos ocho, los<br />

agentes intervienen. Se abren paso hasta el centro <strong>de</strong> la acción, don<strong>de</strong> ya no hay nada que ver.<br />

Después <strong>de</strong> un <strong>de</strong>moledor gancho que para Teodoro era tan sólo la carta <strong>de</strong> presentación, su<br />

oponente ha cometido la temeridad <strong>de</strong> levantarse, tambaleándose, pero se ha puesto en pie.<br />

Después <strong>de</strong> unos amagos, Teodoro ha respondido con un leve <strong>de</strong>rechazo, preludio <strong>de</strong><br />

su uppercut asesino –apodado así por los testigos <strong>de</strong> anteriores proezas pugilísticas- que ha<br />

<strong>de</strong>jado a su rival completamente fuera <strong>de</strong> combate, ante la euforia y los vítores <strong>de</strong>l gentío.<br />

Los guardas se lo llevan y mientras camina me dirige una furtiva mirada. Está muy<br />

triste, o al menos esa impresión me da. Esos diez euros me dan otro <strong>de</strong> beneficio.<br />

-¿Cash o tabaco?<br />

-Págame mañana y así me lo pienso.<br />

-Tal vez olvi<strong>de</strong> la apuesta –sonríe.<br />

-Ya te lo recordaré.<br />

<strong>La</strong> megafonía vuelve a retumbar: “Encierro todo el día”.<br />

-¿Qué? –por un segundo todos somos una voz. Miro a uno <strong>de</strong> los guardias, que vigilaba<br />

a menos <strong>de</strong> dos metros <strong>de</strong> mi espalda.<br />

61


-¡Jo<strong>de</strong>r, han sido tres puñetazos! ¿Qué culpa tengo yo?<br />

-¿Quieres ir tú también?<br />

-Putos engreídos –murmuro al darme la vuelta.<br />

Para mí ese día <strong>de</strong> encierro, ahora en soledad, es una buena oportunidad para elegir la<br />

tipografía <strong>de</strong> las letras <strong>de</strong> mi futuro tatuaje.<br />

Es mentira, ahora las letras también me recuerdan a ella. Me paso horas llorando, con<br />

la sábana apelotonada presionándome la cara para que nadie escuche mis sollozos, y vuelto<br />

cara a la pared, para que nadie me vea llorar.<br />

Después <strong>de</strong> una cantidad ingente <strong>de</strong> recuentos –especialmente <strong>de</strong> noche, cada hora-,<br />

llega el <strong>de</strong>sayuno. Veo a Faustino en una celda al otro lado <strong>de</strong>l pasillo. Los saludo con la cabeza<br />

y les sonrío.<br />

Nos encontramos en la celda.<br />

-¿Cómo os ha ido?<br />

-De pena –respon<strong>de</strong> Faustino.<br />

-¿Pero cómo <strong>de</strong> mal? –indago <strong>de</strong> nuevo ante el silencio.<br />

-Doce años <strong>de</strong> mal –sentencia cabizbajo Faustino.<br />

-¡Mierda!<br />

-Yo gano –interviene Alfredo, que sonríe cínicamente-. Veinte años.<br />

-¡Hala!<br />

-Te lo dije, chico. Con<strong>de</strong>na máxima. Se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n entre ellos. Todo un paripé. Mi<br />

abogado estaba lobotomizado.<br />

-Piensa en positivo –afirma Faustino-. Al menos estaremos juntos.<br />

-Quién sabe, quizá nos casemos.<br />

Nos reímos.<br />

-Yo seré el padrino <strong>de</strong> bodas.<br />

Nos partimos.<br />

El <strong>de</strong>sayuno es incomestible. Vamos, como siempre. Es un premio a la regularidad, y<br />

eso que me muero <strong>de</strong> hambre.<br />

-¿Tu compañero? –susurra Alfredo en la mesa.<br />

-¿Teodoro? Es la causa <strong>de</strong>l encierro.<br />

-¿Es el que noqueo a su novio?<br />

-Ni puta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién es, pero Teodoro lo <strong>de</strong>jó para el arrastre en tres viajes.<br />

62


-¡Qué tío!<br />

Salgo al patio con mis amigos. No tengo muchas ganas, pero todos estamos<br />

<strong>de</strong>sanimados, <strong>de</strong>bemos ayudarnos.<br />

<strong>La</strong> megafonía retumba en el patio: “<strong>Enrique</strong> Pérez. A la sala <strong>de</strong> psicología”<br />

-¡Coño! –sonríe Alfredo-. ¡Te llevan con los locos!<br />

-Jo<strong>de</strong>r –me ha irritado bastante-. Verás qué cabronada, y las idioteces que tendré que<br />

aguantar. ¿Os ha tocado…?<br />

-Nunca.<br />

-Quizá –dice Faustino cínico- es una psicóloga-stripper que te va a quitar las penas.<br />

-A golpe <strong>de</strong> látigo –aña<strong>de</strong> Alfredo.<br />

Los <strong>de</strong>jo bromeando mientras un carcelero me lleva a mi <strong>de</strong>stino, que ni siquiera sé<br />

dón<strong>de</strong> está.<br />

-Hola, Hernando.<br />

-<strong>Enrique</strong>.<br />

-¿<strong>Enrique</strong>? A ver… -registra en un archivador-. ¡Oh! Sí, aquí. <strong>Enrique</strong> Pérez. Es que hay<br />

un tal Hernando Pérez… ¿lo conoces?<br />

-¿A quién?<br />

-A Hernando Pérez.<br />

-No, ¿<strong>de</strong>bería?<br />

-No lo sé. Lo <strong>de</strong>cía porque como estáis los dos aquí…<br />

-Sí, como somos veinte nos conocemos entre todos.<br />

Ha notado mi impertinencia y se ha puesto visiblemente tensa. No quiero que se<br />

encuentre cómoda.<br />

-¿En qué piensas, <strong>Enrique</strong>?<br />

-¿Qué?<br />

-Sí, ¿en qué piensas? ¿Cómo te sientes?<br />

-En que ojalá no lleves ropa interior, y me siento triste porque mi boca nunca pasará<br />

por ahí –me muerdo el labio inferior en un gesto amenazante.<br />

-No vas a lograr incomodarme –respon<strong>de</strong>, pero su lenguaje corporal da a enten<strong>de</strong>r<br />

todo lo contrario-. Cualquier ruido extraño y entrará el guarda.<br />

-¿Y la confi<strong>de</strong>ncialidad médico-paciente?<br />

-No implica que esté <strong>de</strong>sprotegida.<br />

63


-Sí, voy a ponerme a llorar para que el tonto <strong>de</strong>l culo que está al otro lado <strong>de</strong> la puerta<br />

como un pasmarote en la puerta fisgue y cuchichee.<br />

-¿Sabes que puedo enviarte a aislamiento?<br />

-¿Me amenazas?<br />

-No, yo…<br />

-Lo primero: mi respuesta a todas tus preguntas es “no tengo nada que <strong>de</strong>clarar”, y lo<br />

segundo: aquí serás una diosa, pero fuera no eres nadie. Cuidado con tus amenazas.<br />

-Espera, siéntate, por favor. Me han asignado para asistir a los que cumplís lustra<br />

primera con<strong>de</strong>na, para ayudaros a adaptaros a la vida en prisión. Pero necesito tu ayuda.<br />

Su entereza es admirable, lo reconozco, pero mi participación aquí ha terminado.<br />

-Háblame <strong>de</strong> tu experiencia aquí.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-Te llamaré todos los días hasta que hables.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-¡Guarda! –alza la voz. El carcelero entra-. Llévatelo, y trae a Hernando Pérez.<br />

En el patio sólo hay caras <strong>de</strong> asombro.<br />

-¿Qué ha pasado? –Alfredo está un poco ansioso-. ¿Qué quería?<br />

-Ayudar. Y lo primero que me suelta es que pue<strong>de</strong> mandarme a aislamiento. Y<br />

teniendo un carcelero <strong>de</strong>trás escuchando.<br />

-¿Y en qué quería ayudarte la tipa esa? –indaga Faustino.<br />

-En mi adaptación a la vida aquí.<br />

-¡Ah! –Alfredo se rasca la cabeza-. Por eso acaban <strong>de</strong> llamar al novato ese.<br />

-Sí.<br />

Jazzman se pasa por mi celda <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, mientras ojeo un libro <strong>de</strong> la<br />

biblioteca <strong>de</strong> la cárcel. Apenas entiendo la primera línea cuando ya he pasado página. Trata<br />

sobre dos londinenses –chico y chica- que se encuentran en Nueva Delhi en un tren y se pasan<br />

todo el trayecto parloteando. Mientras se enamoran, no faltan salves a la reina y <strong>de</strong>sprecios a<br />

las excolonias y a sus gentes. Como por lo visto el autor se había quedado con ganas <strong>de</strong><br />

complacer a todo el mundo, la pareja viaja a Pakistán, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribe a los musulmanes como<br />

una panda <strong>de</strong> Nean<strong>de</strong>rtales iracundos que sólo saben pronunciar alabanzas a Alá y lapidar<br />

mujeres. Era un reto, pero lo ha conseguido. En cincuenta páginas estoy Haro. Cuando estoy<br />

incorporándome para bajar <strong>de</strong> nuevo a la biblioteca y <strong>de</strong>scambiarlo, Jazzman golpea los<br />

barrotes <strong>de</strong> la celda.<br />

-¿Molesto?<br />

-No, pasa.<br />

64


Un breve apretón <strong>de</strong> manos y una oferta para sentarse.<br />

-Te ofrecería algo, pero… -me excuso.<br />

-No pasa nada. A<strong>de</strong>más ú y yo somos presos mo<strong>de</strong>lo que saben que tener comida en la<br />

celda está prohibido.<br />

Compartimos una sonrisa cómplice mientras el carcelero que hace la ronda pasa por<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la celda y nos fulmina con la mirada.<br />

-Llevaba un rato siguiéndome –susurra-. ¿Has visto el catálogo?<br />

-Sí.<br />

-¿Ves algo bueno?<br />

-Sí, estos dos –valiéndome <strong>de</strong> una pequeña chuleta, busco las páginas-. Pero…<br />

¿podrían ser con la letra más redon<strong>de</strong>ada?<br />

-Creo que sé a lo que te refieres. Vamos a la sala <strong>de</strong> informática.<br />

Bajamos. <strong>La</strong> sala <strong>de</strong> informática es un cuartucho <strong>de</strong> unos doce metros cuadrados con<br />

seis or<strong>de</strong>nadores dispuestos en un mueble circular y una papelera. Sin ventanas.<br />

-A ver –dice Jazzman mientras el or<strong>de</strong>nador carga-. Supongo que así puedo <strong>de</strong>jarlo<br />

bien. Si no te flipa el diseño dilo, ¿vale? Una vez que esté hecho no se borra.<br />

Asiento.<br />

-Este es el diseño. Espera –saca una memoria USB y la conecta al or<strong>de</strong>nador-. ¡Ahí va!<br />

Se me olvidaba.<br />

Me extien<strong>de</strong> la foto <strong>de</strong> mi novia. Está doblada, pero no han quedado gran<strong>de</strong>s marcas.<br />

-Si quieres una sin doblez, me avisas, que ha sido culpa mía doblarla.<br />

Abre un archivo <strong>de</strong> la memoria.<br />

-Mira, la foto escaneada. Y aquí, la i<strong>de</strong>a –otro archivo que muestra la misma foto, pero<br />

como si el rostro <strong>de</strong> mi novia hubiese sido dibujado a lápiz.<br />

-¡Qué chulo! Parece que <strong>de</strong> verdad lo hubieses dibujado.<br />

-Gracias. Soy un profesional. ¿Cuál era el mensaje?<br />

-Nadie como tú.<br />

-Mira, el diseño que <strong>de</strong>cías tú –dice tras teclear enfebrecidamente-. ¿Cómo lo quieres?<br />

-Con la letra como más redon<strong>de</strong>ada.<br />

-A ver –abre otro programa. Importa el texto y el formato <strong>de</strong> la tipografía. Empieza a<br />

enredar con el ratón. <strong>La</strong>s letras van cambiando <strong>de</strong> forma, pero no acaban <strong>de</strong> ajustarse a mi<br />

i<strong>de</strong>a. Imprime una <strong>de</strong> las pruebas con el rostro <strong>de</strong> mi novia encima. Con un lápiz indico lo que<br />

quiero.<br />

65


Después <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas, el diseño perfecto emerge <strong>de</strong> la impresora.<br />

-¡Vaya! Es impresionante.<br />

-Gracias. Mañana conseguiré algo <strong>de</strong> papel especial y te pondré la calcamunía.<br />

Dúchate antes <strong>de</strong> que te la ponga porque si se moja el diseño sin estar acabado se borrará.<br />

-Se pone otro.<br />

-Lo malo es si el tatuaje está a medio hacer.<br />

-Ya.<br />

-¿Mañana por la mañana primera sesión?<br />

-Como quieras.<br />

-Pásate por mi celda.<br />

Lo proximidad <strong>de</strong> la aguja y la tinta me ha puesto nervioso, así que me bajo al patio, a<br />

ver si algún amigo tiene ganas <strong>de</strong> hablar. Sólo veo a Alfredo –el juez ha aprobado un traslado al<br />

hospital para que vea a su mujer.<br />

-<strong>La</strong> verdad es que en eso se han portado –admite Alfredo fijando la vista en la lejanía-.<br />

Tiene visitas, y eso no es fácil ni teniendo a la familia en la puerta.<br />

-¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

-Para las tías prefiero el tanga a las bragas.<br />

-¿Tienes familia?<br />

-¡Coño, pues claro! ¿Qué piensas, que estoy recién salido <strong>de</strong>l orfanato?<br />

-No, jo<strong>de</strong>r, que si estás casado o tienes hijos.<br />

-Sí, casado y dos churumbeles.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r!<br />

-Y otros uno en camino.<br />

-¡Vaya! Enhorabuena.<br />

-Tú no tienes, ¿no?<br />

-No. Mi única familia son mis padres prácticamente.<br />

-¿No tienes tíos, abuelos…?<br />

-Sí, pero como si no.<br />

-¡Cómo sois los payos! Cada uno por su lado. Una familia es para estar unidos.<br />

-Si tu padre o tu hermano en vez <strong>de</strong> respaldarte y quererte te odian y hacen lo posible<br />

por hundirte, ya no son familia. Vosotros os apoyáis, en mi familia por parte <strong>de</strong> padre y <strong>de</strong><br />

66


madre, sólo piensan qué po<strong>de</strong>mos hacer por ellos o qué pue<strong>de</strong>n robar. Y el resto <strong>de</strong> tiempo ni<br />

te cogen el teléfono.<br />

-Eso es duro.<br />

-Oye, y ¿cómo ves a tus hijos?<br />

-Mi abogado está solicitando que vengan tar<strong>de</strong> sí tar<strong>de</strong> no para pasar un par <strong>de</strong> horas<br />

conmigo.<br />

-Me alegra saberlo. Uno <strong>de</strong>be tener acceso a su gente.<br />

Jazzman pasa cerca <strong>de</strong> nosotros y me saluda con un gesto con la cabeza. Devuelvo el<br />

saludo.<br />

-¿Sois colegas? –indaga Alfredo.<br />

-Parece que le he caído en gracia, pero sólo hemos tropezado por lo <strong>de</strong>l tatuaje.<br />

-Haz lo que quieras, pero no me parece bien. Es peligroso.<br />

-Agra<strong>de</strong>zco tu preocupación, pero si me hubiesen dado a elegir entre per<strong>de</strong>r el brazo o<br />

a mi novia mi coche estaría adaptado.<br />

-Pero nadie te pone entre la espada y la pared, y pue<strong>de</strong>s pasarlo muy mal –se sube la<br />

camiseta. Un “Estefanía” en forma <strong>de</strong> U invertida se dibuja en su abdomen, justo <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

costillas-. Me pareció algo genial, tierno con mi mujer y chungo <strong>de</strong> cara a los <strong>de</strong>más. Lo que<br />

nadie me dijo eran los nueve días <strong>de</strong> fiebre que me esperaba. Pensaba que me iba a morir.<br />

Estoy absolutamente estupefacto, incapaz <strong>de</strong> articular palabra.<br />

-No te sirve <strong>de</strong> nada, ¿verdad? Vas a hacértelo <strong>de</strong> todas maneras, ¿a qué sí?<br />

Asiento con una tímida sonrisa. Se vuelve a colocar la camiseta y se sienta a mi lado,<br />

don<strong>de</strong> estaba.<br />

-Pues te digo una cosa, como te pase algo parecido, fiebre o algo así por hacerte el<br />

dichoso tatuaje –su voz ha tomado un cariz <strong>de</strong> reproche, amenazante. Creo que es un<br />

ultimátum- …aquí estoy si necesitas algo. Conozco unas pastillas que te harán la vida más fácil.<br />

-¿Ves? A eso me refiero. Me apostaría el brazo <strong>de</strong>l tatuaje a que más <strong>de</strong> un miembro<br />

<strong>de</strong> mi familia biológica se está riendo pensando que me estás violando en las duchas y voy<br />

paliza tras paliza.<br />

-Los payos sois muy raros.<br />

-No todos los payos somos iguales. Hay payos para todo.<br />

67


CAPITULO VIII<br />

<strong>La</strong> sirena indica la hora <strong>de</strong> cenar. Otra comida insoportable y <strong>de</strong> vuelta a la celda.<br />

Segunda noche que estoy solo. Divago sobre el futuro reciente <strong>de</strong> Teodoro antes <strong>de</strong> quedarme<br />

dormido.<br />

<strong>La</strong>s pesadillas con aquel día me hacen <strong>de</strong>spertarme empapado en sudor, temblando –a<br />

punto <strong>de</strong> convulsionar- con el corazón que parece que me va a estallar y los ojos anegados en<br />

lágrimas.<br />

No he podido dormir mucho, todavía hacen la ronda los guardas <strong>de</strong>l primer turno sin<br />

que hayan cambiado <strong>de</strong> ala, y yo estoy secándome con algo <strong>de</strong> papel higiénico y lavándome la<br />

cara. Me siento en la cama –no tengo valor para tumbarme- y observo la foto <strong>de</strong> mi chica.<br />

¡Qué ojos! Y su flequillo nuevo –andaba bromeando con ella por eso-, y su sonrisa que daba<br />

ganas <strong>de</strong> sonreír y era el preludio para que me dijese que me quería.<br />

Mis recuerdos parecen <strong>de</strong>l siglo pasado, y a la vez me siento como si me hubiesen<br />

cortado una pierna. Incompleto. Incapaz.<br />

Como viene siendo habitual, me duermo tardísimo, <strong>de</strong> puro agotamiento, con la foto<br />

asida con fuerza sobre mi pecho, el lugar <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nunca saldrá mi novia.<br />

Al día siguiente el mismo <strong>de</strong>sayuno vomitivo. Jazzman, al verme <strong>de</strong> lejos, me hace una<br />

seña por si había olvidado nuestra cita. Como si pudiese olvidarme.<br />

-¿Cómo te fue con la mujer? –le pregunto a Faustino.<br />

-Mal.<br />

-Oye –me percato <strong>de</strong> lo erróneo <strong>de</strong> mi actitud-, si no quieres hablar…<br />

Alfredo se ha quedado callado, expectante, mirándome con una expresión<br />

recriminatoria. He hablado lo que no <strong>de</strong>bía, no hay duda.<br />

-No, tranquilo. Está muy serena –prosigue Faustino con voz queda-, pero es por los<br />

calmantes. Se ha extendido a la vejiga, y parece que hay tramos <strong>de</strong> intestino afectados.<br />

-¡Mierda, tío! –mi voz se ha quedado en un susurro-. Lo siento mucho, <strong>de</strong> verdad.<br />

-Gracias, chico –se inclina sobre la mesa, apoyándose en los codos, con la mano<br />

contraria apoyada sobre ellos, y baja la cabeza.<br />

Yo también me quedo un poco tocado. Hoy no va a ser un día muy alegre. Parece<br />

mentira cómo po<strong>de</strong>mos estar recluidos, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> bazofia, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo<br />

que ha pasado.<br />

68


-Ahora va a ir a hacerse el tatuaje –dice Alfredo dirigiéndose a Faustino.<br />

-¡Vaya! ¿Estás nervioso?<br />

-Un poco inquieto.<br />

-Creo que haces bien. Si no te va a llegar el dinero o algo, dinos, porque nosotros… -<br />

enmu<strong>de</strong>ce, como si se le hubiese olvidado qué iba a <strong>de</strong>cir.<br />

-Parece que le he caído en gracia a Jazzman –me veo obligado a intervenir-, no creo<br />

que me cobre gran cosa, ni que se ponga quisquilloso con los pagos.<br />

-Cuidado con las <strong>de</strong>udas –anuncia Faustino mirando hacia otra parte, distraído-. Aquí<br />

son la causa número uno <strong>de</strong> conflictos.<br />

-Gracias por el consejo, amigo.<br />

El <strong>de</strong>sayuno termina y hacen el recuento una vez que hemos vuelto a las celdas.<br />

Después bajo a la celda <strong>de</strong> Jazzman.<br />

-Bienvenido a mi humil<strong>de</strong> morada.<br />

-Gracias –respon<strong>de</strong> obnubilado-. No tan humil<strong>de</strong>, y muy bien <strong>de</strong>corada, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego –<br />

las pare<strong>de</strong>s están empapeladas con mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong>snudas.<br />

-Hay que escoger bien las compañías. ¿Nos ponemos a ello? –asiento-. Siéntate aquí.<br />

Me pasa una toallita con alcohol por el antebrazo. Saca un par <strong>de</strong> agujas esterilizadas<br />

<strong>de</strong> su funda y las acopla al instrumento <strong>de</strong> tatuaje, una mezcla entre una pluma estilográfica y<br />

un martillo neumático.<br />

Pasa el brazo por aquí –hay unas correas unidas a la silla-. A veces un pinchazo, o el<br />

dolorcillo <strong>de</strong> la piel irritada provocan espasmos que nos pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>strozar el diseño.<br />

-Como quieras.<br />

Lo primero extien<strong>de</strong> sobre el brazo la calcamunía.<br />

-¿Aquí? –la coloca con los ojos cerca <strong>de</strong>l codo y el mensaje cerca <strong>de</strong> la muñeca.<br />

-Del revés.<br />

-¿Así?<br />

-Claro. Lo quiero para po<strong>de</strong>r mirarlo yo, no para lucirlo con los <strong>de</strong>más.<br />

-Tú mandas.<br />

Una vez en la ubicación elegida, Jazzman lo fija y seca la zona, que aún quedaban<br />

restos <strong>de</strong> alcohol.<br />

-Es la hora. Fíjate bien el brazo. ¿Seguro que quieren hacerlo? Si damos marcha atrás<br />

ahora ni siquiera te cobraré.<br />

-No. Estoy seguro.<br />

69


-Quizá te duela.<br />

No. Quizá no. El dolor es intenso. Cada dos minutos o así nos tomamos unos segundos,<br />

él para <strong>de</strong>scansar la mano, yo para recuperar el aliento.<br />

-Tranquilo –me consuela Jazzman <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un buen rato <strong>de</strong> tortura. Hemos acabado<br />

lo primero con la parte <strong>de</strong> aquí, que era la <strong>de</strong>l tendón éste, la más dolorosa. Ahora <strong>de</strong>bería ser<br />

más lleva<strong>de</strong>ro.<br />

<strong>La</strong> sirena <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> comer coge a Jazzman en plena labor, conmigo un poco más<br />

relajado.<br />

-¡Mierda! –exclama entre dientes-. Ojalá pudiésemos faltar.<br />

-Yo no tengo hambre –contesto instintivamente.<br />

-Ya, ni yo, pero, ¿y los recuentos?<br />

-¡Mierda!<br />

-Espera. Ponte esto. Hay que protegerlo.<br />

Me coloca una gasa con esparadrapo empapada con algún ungüento sobre la zona<br />

afectada.<br />

Esto <strong>de</strong>bería aliviar la irritación. Procura no rascarte y que nada toque el vendaje.<br />

En el comedor Jazzman viene <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí, mientras veo a Alfredo muy por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

nosotros, a punto <strong>de</strong> dirigirse a mesa con su ban<strong>de</strong>ja.<br />

-Oye –digo a Jazzman sin acabar <strong>de</strong> mirarme y, por lo tanto, sin mirarle-, ¿te apetece<br />

comer con nosotros?<br />

-¿Por qué no? –balbucea sin mucha convicción.<br />

-No, que era sólo una oferta, si no te apetece.<br />

-No, claro que me apetece. Me vendrá bien cambiar <strong>de</strong> aires. ¿Con quién sueles<br />

comer?<br />

-Con Alfredo y con Faustino. ¿Los conoces?<br />

-A Alfredo <strong>de</strong> vista. Faustino ni i<strong>de</strong>a.<br />

-Te van a caer bien. Conmigo se han portado genial.<br />

-Normalmente los que entráis aquí por alguna paranoia <strong>de</strong>l juez si no os metéis con<br />

nadie no os suelen tocar las pelotas.<br />

Después <strong>de</strong> un buen tato, llegamos a la mesa, don<strong>de</strong> Alfredo parece discutir con la<br />

comida en vez <strong>de</strong> comer.<br />

-¡Puaj! Ni se os ocurra comer carne aquí <strong>de</strong>ntro.<br />

-Demasiado tar<strong>de</strong> –respon<strong>de</strong>mos a coro. A los dos nos ha seducido la presunta ternera<br />

presuntamente estofada.<br />

70


-He traído un invitado, no te importa, ¿no?<br />

-En el caso <strong>de</strong> Jazzman no, pero si me hubiese importado, ¿qué tendría que haber<br />

hecho? ¿Echarlo?<br />

Me quedo un poco cortado.<br />

-¡Que es broma! Yo no tengo enemigos aquí, y si los tuviese te hubiera avisado para<br />

que no la cagaras.<br />

-Que por lo que he oído, no es la primera vez –corrobora Jazzman.<br />

Mi rostro entero se vuelve una interrogante.<br />

-Lo <strong>de</strong> Valdés –explica bajando el tono <strong>de</strong> voz-. Es uno <strong>de</strong> los tíos más peligrosos aquí,<br />

las noticias que tienen que ver con él aún viajan más rápido.<br />

-¿Dón<strong>de</strong> está Faustino?<br />

-En la enfermería.<br />

-¿Y eso?<br />

-Se ha empezado a encontrar mal cuando estábamos en el patio charlando<br />

tranquilamente.<br />

-¡No jodas!<br />

-Que le dolía la tripa. Él dice que el <strong>de</strong>sayuno le ha sentado mal, pero para mí que son<br />

los nervios. Duerme muy mal, lleva días que vomita según llega a la celda. Tiene mucha presión<br />

encima.<br />

-Oye, para ir a verlo…<br />

-Tienes que presentar una solicitud al carcelero…<br />

-Déjalo. Paso. No voy a pedir favores. ¿Tienes previsto ir a verlo?<br />

-Tengo previsto hablar con un amigo que está en la enfermería trabajando.<br />

-¿Le pue<strong>de</strong>s hacer llegar un mensaje?<br />

-Creo.<br />

-Dile que si necesita algo para que me avise.<br />

-Era lo que iba a <strong>de</strong>cirle yo.<br />

-Entonces dile que no está solo. Que otros pasamos por situaciones tan peliagudas, o<br />

más y no tiene por qué pasar por esto sólo.<br />

-Vale.<br />

Alfredo saca un papel y anota algo con un lápiz diminuto y roñoso.<br />

-¿Notas picor? –Jazzman cambia radicalmente <strong>de</strong> tema, señalando los vendajes.<br />

71


-No.<br />

-¿Alguno molestia?<br />

-No, no siento más que alivio <strong>de</strong> que estés con la aguja.<br />

Ambos sonríen.<br />

-¡Es verdad! –dice Alfredo-. ¿Qué tal va?<br />

-Pregúntale al experto.<br />

-Va bien, llevaremos una tercera parte, tal vez algo más, y nos hemos quitado lo más<br />

complicado. Es difícil que terminemos esta tar<strong>de</strong>, pero a lo mejor con un poco <strong>de</strong> suerte para<br />

mañana por la mañana lo finiquitamos.<br />

-¿Duele? –pregunta Alfredo con una sonrisa maliciosa.<br />

-Un poco.<br />

-No –interviene Jazzman-, la verdad es que el tío está ocupado. El tramo <strong>de</strong> esta<br />

mañana era lo más jodido y ha aguantado bien.<br />

-Hombre, que las he pasado putas –tampoco quiero quedar como invulnerable.<br />

-¿Lo enseñarás? –dice Alfredo.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, a la fuerza, ¿has visto dón<strong>de</strong> me lo he hecho? –levanto el brazo, hasta ponerlo<br />

perpendicular al tronco. <strong>La</strong>s gasas y el vendaje no me <strong>de</strong>jan doblar el codo con comodidad.<br />

-No, igual empiezas a usar camisetas <strong>de</strong> manga larga.<br />

-Demasiado calor. Hasta en invierno me molestan.<br />

<strong>La</strong> comida termina y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l recuento volvemos al tatuaje. Jazzman es muy<br />

puntilloso con eso. No <strong>de</strong>ja que me quite las vendas ni las gasas, e incluso me da un carrusel <strong>de</strong><br />

indicaciones para colocar el brazo en las correas <strong>de</strong> la silla, como si no acabase <strong>de</strong> hacerlo.<br />

Tenía razón. No me duele casi nada esta parte <strong>de</strong>l tatuaje. Es más, casi ni siento la aguja, es<br />

como si me rascasen con un palillo.<br />

<strong>La</strong>s horas pasan veloces y el rostro <strong>de</strong> mi chica va tomando forma pese a que el tono<br />

enrojecidísimo <strong>de</strong> mi piel le está <strong>de</strong>jando una expresión un tanto rara.<br />

<strong>La</strong> sirena suena cuando ha acabado <strong>de</strong> esbozar la N. ya sólo queda la leyenda. El rostro<br />

ha sido terminado.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r! –dice Jazzman <strong>de</strong>jando la aguja-. ¿Quieres venir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar o para<br />

mañana?<br />

-Como digas tú.<br />

-Vente entonces.<br />

En la cena Alfredo está muy callado. No pronuncia palabra y apenas prueba la comida.<br />

-¿Te pasa algo, compadre? –murmuro un poco cohibido.<br />

72


-¡Qué esto es una mierda me pasa! –da una palmada en la mesa.<br />

-Dinos algo que no sepamos.<br />

Uno <strong>de</strong> los carceleros se acerca a la espalda <strong>de</strong> Alfredo y se queda ahí, oído avizor.<br />

Hago una señal a Alfredo para que guar<strong>de</strong> silencio, mientras el tipejo se me queda mirando, y<br />

también a Jazzman, <strong>de</strong>safiante.<br />

Cuando por fin <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> largarse, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un rato más largo <strong>de</strong> lo que esperaba, le<br />

hago otra señal a mi amigo, que retoma su relato.<br />

-Pues que he llamado a casa hace un par <strong>de</strong> horas con i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hablar un rato con mi<br />

mujer y tal, y me cuenta que mi hijo pequeño está en la cama llorando.<br />

-¿Pues? –Jazzman y yo volvemos a intervenir a coro.<br />

-En el colegio, que <strong>de</strong>be haber un niñato <strong>de</strong> mierda que se ha reído <strong>de</strong> él.<br />

-¿Y eso? –pregunto. Como si no supiera que para tener problemas en el colegio no<br />

hace falta una razón concreta.<br />

-Es que en el colegio les han preguntado los oficios <strong>de</strong> sus padres, y cuando han<br />

llegado a él, y ha dicho que estoy aquí, algún hijo <strong>de</strong> perra se ha reído <strong>de</strong> él, se han pegado a la<br />

salida y cuando su hermano ha ido a separarlos, un grupo <strong>de</strong> madres han salido en la <strong>de</strong>fensa<br />

<strong>de</strong> esos cabrones.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r!<br />

-¿Le ha pasado algo a tu hijo?<br />

-El pequeño <strong>de</strong>be tener los <strong>de</strong>dos marcados por un bofetón, que por lo visto ha<br />

<strong>de</strong>vuelto con intereses, el otro idiota con un ojo morado y mi hijo mayor se va a comer una<br />

semana <strong>de</strong> expulsión, y todo por salir a la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> su hermano.<br />

-¿Tan pronto ha tomado cartas en el colegio? –me extraña ese <strong>de</strong>talle.<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r! le han con<strong>de</strong>nado antes que a ti.<br />

-Dile a tu mujer que baje al Ministerio <strong>de</strong> Educación y presente una queja.<br />

-¿Por qué?<br />

-Porque tu hijo mayor no ha podido ni dar explicaciones.<br />

-Bah, se pasarán todo por el forro.<br />

-Pronuncia la palabra mágica –ante su gesto <strong>de</strong> incredulidad, completo mi explicación-:<br />

racismo.<br />

-El hermano <strong>de</strong> mi novia y su mujer adoptaron a un guineano.<br />

-¿Cómo? –dice Alfredo, y Jazzman tampoco parece muy enterado.<br />

-Si esto es África –hago un dibujo en la natilla-, Guinea está más o menos aquí.<br />

-¡Ah, vale!<br />

73


-Bueno, eso. Adoptaron un niño guineano y el segundo o tercer día que fue al cole le<br />

pegaron, y encima <strong>de</strong> apaleado llamaron a sus padres para expulsarlo… ¡En segundo <strong>de</strong><br />

primaria! Y qué convencidos estaban <strong>de</strong> que lo iban a expulsar… hasta que el hermano <strong>de</strong> mi<br />

novia dijo que recurriría al ministerio y que los iba a meter en el juzgado, porque aquello<br />

sonaba a racismo. ¡Oye, mano <strong>de</strong> santo! Adiós investigación y todo se quedó en “son cosas <strong>de</strong><br />

niños”.<br />

-¿Tú crees que harán caso?<br />

-Mi novia me contaba esta <strong>historia</strong> cada poco. Su sobrino es… era su ojito <strong>de</strong>recho.<br />

-Gracias, Harvey.<br />

-De todas maneras –interviene Jazzman-, hay niños crueles, ¿eh?<br />

-Crueles no –intervengo impulsivamente-, hijos <strong>de</strong> puta.<br />

El carcelero nos perdona la vida con la mirada mientras Alfredo asiente con<br />

vehemencia.<br />

-Hay gente –corrobora- que hace mal por puro placer, aun sabiendo que no van a<br />

obtener ningún beneficio. ¿Qué gana ese chaval que se ha pegado con mi hijo? Pues que con<br />

un poco <strong>de</strong> suerte el par <strong>de</strong> ostias que se merece, y aún así provoca la pelea.<br />

-Hombre, en segundo <strong>de</strong> primaria, con siete u ocho años los niños son muy<br />

impresionables. A lo mejor viene aleccionado <strong>de</strong> casa.<br />

-Jo<strong>de</strong>r, peor me lo pones –intervengo solapando la respuesta <strong>de</strong> Alfredo-. El chaval no<br />

tiene culpa, pero a los padres habría que darles ese par <strong>de</strong> hostias.<br />

Los tres acabamos <strong>de</strong> cenar en silencio –yo sólo como una manzana y una naranja. <strong>La</strong><br />

fruta fresca es lo único comestible en esa cocina.<br />

-De todas maneras –digo tratando <strong>de</strong> consolar a Alfredo-, estate tranquilo. ¿Te digo<br />

cual va a ser el proceso a seguir?<br />

Levanta la vista con curiosidad.<br />

-Algún crío –prosigo- irá con la <strong>historia</strong> a los padres, posiblemente se cagarán <strong>de</strong> miedo<br />

y les llenarán la cabeza <strong>de</strong> mierda. Convertirán a sus hijos en marginados, y cuando se <strong>de</strong>n<br />

cuenta <strong>de</strong> que son hijos <strong>de</strong> “un auténtico presidiario” y que los convictos molamos, serán los<br />

nuevos héroes <strong>de</strong>l colegio, admirados y temidos al mismo tiempo. Si tienen la cabeza bien<br />

amueblada, sobrevivirán.<br />

Después <strong>de</strong>l recuento, volvemos a la celda <strong>de</strong> Jazzman. Cuelga las sábanas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

la celda como si las hubiese <strong>de</strong>jado a secar –una medida <strong>de</strong> precaución para preservar la<br />

intimidad- y vuelve a quitarme las gasas y a colocarme en la silla con cuidado.<br />

-A ver si hay tiempo.<br />

74


CAPITULO IX<br />

Queda una hora y media hasta que la sirena nos man<strong>de</strong> a la cama. El tiempo pasa<br />

rápido, pero la aguja <strong>de</strong> Jazzman aún corre más. Queda el tiempo justo para que me recoloque<br />

las gasas y el vendaje y vaya a mi celda antes <strong>de</strong> que empiece el último recuento antes <strong>de</strong><br />

apagar las luces.<br />

-Procura no echarle peso –me ha aconsejado mientras me vendaba-. Duerme sobre el<br />

otro brazo y procura no rozar la zona.<br />

-Qué rápido, ¿no?<br />

-Sí, la verdad es que se ha dado bien.<br />

-¿Cuánto te <strong>de</strong>bo?<br />

-Ajustamos cuentas mañana.<br />

-Gracias, Jazzman.<br />

-Mañana en el <strong>de</strong>sayuno ven y te quito los vendajes.<br />

Al día siguiente me <strong>de</strong>spierto con la sirena, empapado en sudor. Me duele todo el<br />

cuerpo y casi no puedo ver nada. Mi vista está como nublada. De los vendajes llaman la<br />

atención pequeñas zonas enrojecidas. Ha supurado sangre durante la noche. Un carcelero<br />

entra en la celda.<br />

-¡Pérez, <strong>Enrique</strong>! –grita a mi lado. Me va a estallar la cabeza-. ¿Qué pasa, que los<br />

recuentos no van contigo?<br />

Al verme da un salto hacia atrás.<br />

-¡Llama a la doctora! –grita volviendo a salir <strong>de</strong> la celda-. ¡Este idiota está que ar<strong>de</strong>!<br />

-¡Este es tu momento, chúpasela! –respon<strong>de</strong> alguien al parecer bastante lejos. <strong>La</strong>s<br />

carcajadas recorren los pasillos.<br />

-¡Ese listo, dos días <strong>de</strong> aislamiento!<br />

-¿Quieres intimidad para chupármela a mí también? –más risas recorriendo el<br />

pabellón.<br />

-¡Una semana a aislamiento, y el que se ría lo sigue!<br />

Se hace un frágil silencio. Hasta yo puedo oír los cuchicheos y las risitas reprimidas. <strong>La</strong><br />

doctora llega y me <strong>de</strong>ja al instante en calzoncillos.<br />

-Hay que llevarlo a una bañera con agua bien fría.<br />

-<strong>La</strong> seguridad –replica el carcelero- no nos permite…<br />

75


-Si su temperatura sigue subiendo se producirá un colapso interno y es posible que su<br />

corazón se pare. ¿Quieres correr ese riesgo?<br />

El hombre guarda silencio.<br />

-daré un informe en el que <strong>de</strong>tallaré cómo lo <strong>de</strong>jaste morir sin ninguna necesidad.<br />

-Hace falta algo más que la opinión <strong>de</strong> una matasanos <strong>de</strong> tres al cuarto para echarme.<br />

-¿Tú crees que con una muerte y un par <strong>de</strong> juicios por negligencia, aunque salgas<br />

limpio, van a ayudarte? ¿Mantendrás el trabajo? ¿Te contratarán en otra parte?<br />

-Bah, estoy hasta los huevos –murmura mientras sale-… ¡Eh! ¡Traed una camilla! ¡Hay<br />

que llevarlo a la enfermería!<br />

solos.<br />

Una vez hemos llegado a la enfermería, los guardas que me han trasladado nos <strong>de</strong>jan<br />

-¿Sabes a qué me viene la fiebre?<br />

Casi no puedo hablar, pero muevo el brazo izquierdo con sus vendajes.<br />

-¿Es un tatuaje?<br />

-Sí –susurro.<br />

-¡Mierda! ¿Por qué no venís antes <strong>de</strong> hacer locuras? –protesta resignada mientras me<br />

quita los vendajes-. Como seas alérgico a la tinta no voy a po<strong>de</strong>r hacer otra cosa que mostrarte<br />

mo<strong>de</strong>los <strong>de</strong> ataúd.<br />

Cuando levanta las grasas y la zona afectada queda al aire, un dolor intenso colapsa mi<br />

cerebro.<br />

-Bueno, no está muy hinchado. ¿Duele?<br />

Asiento con insistencia.<br />

-Parece un poco <strong>de</strong> reacción, sólo eso. Quizá un antibiótico en condiciones…<br />

Una vez que he tomado la pastilla, el alivio es casi inmediato. El sudor cesa, la fiebre<br />

remite y el dolor ce<strong>de</strong>. Al cabo <strong>de</strong> una hora viene.<br />

-¿Cómo estás?<br />

-Recuperado, gracias. Me gustaría volver a mi celda.<br />

-No. Hay que esperar al menos hasta mañana. Déjame ver –señala el tatuaje.<br />

Lo explora y palpa pulgada a pulgada.<br />

-Ha mejorado mucho. ¿Te duele?<br />

-Noto algo <strong>de</strong> irritación.<br />

-Es normal, con la aguja –simula el gesto-… ¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

-Dispara.<br />

76


-¿Quién te ha hecho el tatuaje?<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-Te protege la confi<strong>de</strong>ncialidad médico-paciente.<br />

-Tuve esa misma discusión con la psicóloga. Y, como sabrás, no acabó muy bien.<br />

-No me compares con esa frígida.<br />

-No te comparo con nadie, pero mi opinión no ha cambiado.<br />

-Es que va a venir… -en ese momento se abre la puerta y aparece un tipo encorbatado<br />

franqueado por dos carceleros-… el director.<br />

-¿Tú eres el tatuado? –formula la pregunta <strong>de</strong> un modo insolente.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-Es <strong>Enrique</strong> Pérez –aña<strong>de</strong> la doctora.<br />

-Escucha, <strong>Enrique</strong>…<br />

-Lo llaman Harvey –corrige uno <strong>de</strong> los escoltas, sonriente-. Por Harvey Keitel.<br />

-¿Quién? –pregunta asombrado mientras se acerca a mi camilla-. Es igual. Escucha,<br />

llegamos a algunos acuerdos oficiosos ciertos presos y yo para prevenir enfermeda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong><br />

forma que cuando alguien va a tatuarse le proporcionamos los materiales gratis a cambio <strong>de</strong><br />

aprobarlos. Tú y tu tatuador habéis infringido ese acuerdo y quería discutirlo con vosotros. Así<br />

que necesito saber quién te tatuó.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-¿Te arriesgarás a no po<strong>de</strong>r acogerte al tercer grado?<br />

--Nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

-Un listo. Ya verás cuando cojamos a tus amigos y les digamos que has <strong>de</strong>latado a todo<br />

el mundo las ganas que vas a tener <strong>de</strong> volver a la celda.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

El hombre se vuelve hacia la doctora.<br />

-Éste coge el alta para la hora <strong>de</strong> comer.<br />

-No se meta en mi trabajo.<br />

Sonrío.<br />

-Cuando vengas llorando con el culo hecho trizas, ya me reiré.<br />

Sigo sonriendo.<br />

-Te vas a arrepentir.<br />

-No tengo nada que <strong>de</strong>clarar.<br />

77


-No iba a pasar nada –protesta la doctora una vez que nos hemos quedado solos-. Un<br />

aviso como mucho.<br />

-Me es igual.<br />

-Te has enterrado vivo.<br />

-Te propongo un trato –le hago un gesto para que se acerque una vez que se ha<br />

mostrado receptiva-. Tú –susurro –le haces llegar un mensaje a Alfredo y yo te digo quién lo<br />

hizo, siempre que no salga <strong>de</strong> aquí.<br />

-Es justo.<br />

-Dile que no he dicho nada y es todo una estrategia <strong>de</strong>l alcai<strong>de</strong>, y cuando vuelva<br />

tranquilamente a mi celda te lo diré.<br />

-A ver qué puedo hacer.<br />

<strong>La</strong>s horas en la enfermería son insoportables. No hay nada que hacer, sólo dormitar y<br />

esperar las atenciones. Ni siquiera las ventanas <strong>de</strong>jan ver el exterior, el cielo, el patio, lo que<br />

sea. Así que me paso las horas muertas mirando el rostro <strong>de</strong> la mujer más increíble que he<br />

conocido plasmado en el brazo y rememorando los momentos más imborrables a su lado, con<br />

lágrimas en los ojos y un par <strong>de</strong> canciones –que habíamos bautizado como nuestras- en el<br />

corazón.<br />

A primera hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> comer, Alfredo llega a la enfermería.<br />

-Tenéis dos minutos –dice la doctora.<br />

-¿Qué haces aquí?<br />

-Tenía una revisión.<br />

-¡Qué tío! Oye, que no he dicho nada.<br />

-Ya lo sé. El alcai<strong>de</strong> hace siempre lo mismo. ¿Cómo estás?<br />

-Bien. Algo <strong>de</strong> fiebre. Lo típico.<br />

-Tenías razón.<br />

-¿En qué?<br />

-Mi mujer esta mañana con la directora <strong>de</strong>l colegio. Racismo y sanción suspendida. Mi<br />

hijo ha perdido un día <strong>de</strong> clase. Tampoco es para tanto.<br />

-Me alegro, amigo.<br />

-¿Quieres algo?<br />

-No.<br />

-¿Qué tal una revistita? –saca una revista con una morenaza luciendo sus colosales<br />

pechos y la coloca <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi almohada-. En concepto <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

78


él.<br />

-Gracias a ti. Oye, dile a Jazzman –susurro el nombre- que no tiene nada que ver con<br />

-Ya lo sabe, aunque en el <strong>de</strong>sayuno se ha quedado preocupado al verte salir en la<br />

camilla. Por cierto… ¿me <strong>de</strong>jas verlo?<br />

-Que tengo que llevar las gasas y la pomada con antibiótico, pero cuando me la quiten<br />

serás el primero.<br />

-Venga, adiós, Alfredo –dice la doctora.<br />

-Nos vemos –me ofrece la mano.<br />

-Hasta luego, colega.<br />

Una sonrisa bobalicona se me queda durante el resto <strong>de</strong>l día en la camilla.<br />

<strong>La</strong> enfermera viene a última hora <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, ya vestida <strong>de</strong> calle. Lleva una camiseta <strong>de</strong><br />

los Calle 13.<br />

-¡Eh! –digo sorprendido-. Yo conozco a esos tíos. Casi me cuestan la vida.<br />

-¿Cómo?<br />

-Nada, una larga <strong>historia</strong>.<br />

-¿Qué tal la fiebre?<br />

-Ni sudo ni tengo frío y me encuentro fantástico, así que bien.<br />

Me pone la mano en la frente y no utiliza el termómetro. Los enfermeros que hay a<br />

nuestro alre<strong>de</strong>dor comienzan a hacer comentarios.<br />

-Teníamos un acuerdo.<br />

-Te <strong>de</strong>bo algo, es cierto. Pero esta conversación nunca se produjo, ¿verdad?<br />

-Cierto.<br />

-No te amenazo, sólo te pido por lo que más quieras que esto no salga <strong>de</strong> aquí.<br />

El alboroto que hay alre<strong>de</strong>dor nos ayuda a tener intimidad.<br />

-Tranquilo.<br />

<strong>La</strong> acerco a mí tapo el estrecho espacio que separa su oreja <strong>de</strong> mis labios con ambas<br />

manos y susurra: “Jazzman”<br />

Ella se incorpora sonriente y asiente en señal <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento.<br />

-¿Te lo han mirado?<br />

-Sí, el enfermero hace un rato.<br />

-Mañana te lo miro y, si pasas la noche bien, te mando <strong>de</strong> vuelta.<br />

79


-¡Doctora, estoy malito! –grita alguien al final <strong>de</strong> la sala. Por lo visto ha habido que<br />

operarle <strong>de</strong> una enfermedad bastante seria. Es admirable que saque fuerzas para bromear-.<br />

¡Tengo un calor aquí abajo…!<br />

-Doctora, me ha dado un tirón muscular en la entrepierna que no me llega la sangre<br />

al… eso <strong>de</strong> pensar.<br />

Después <strong>de</strong> cada comentario, don<strong>de</strong> parece hacerse un breve silencio, las carcajadas<br />

presi<strong>de</strong>n el ambiente.<br />

Uno <strong>de</strong> los pacientes más cercanos a mí, que queda casi frente a frente <strong>de</strong> mi camilla,<br />

me señala con gesto <strong>de</strong>sencajado.<br />

-Si haces que enseñe las tetas te incluiré en mi testamento.<br />

Me carcajeo casi instintivamente, mientras la doctora, no tengo muy claro si cohibido<br />

o atemorizado, sale <strong>de</strong> la estancia.<br />

-Si te la tiras lo grabo y vamos a medias.<br />

Después <strong>de</strong> un momento <strong>de</strong> distensión en los que he abandonado el silencio<br />

meditabundo o la auto-exclusión <strong>de</strong> alguna conversación banal, los pacientes volvemos a<br />

ensimismarnos. Mi mente vuelve a vagar por esa senda oscura que hace que se me forme un<br />

nudo en la garganta y no pegue ojo en toda la noche. Necesito una distracción.<br />

Con tan buena suerte que al cambiar <strong>de</strong> posición en el catre la revista cruje.<br />

-¡Anda! –exclamo sin querer. El resto, que están tan asqueados como yo, observan<br />

expectantes-. Mira lo que tengo… -una vez que he llamado la atención, <strong>de</strong> perdidos al río. Al<br />

ver la revista todos alucinan.<br />

-Si te pillan con ella, duermes en aislamiento.<br />

-¡Uh! –exclama el que me prometía su testamento-. No me digas que es la morena <strong>de</strong>l<br />

programa ese <strong>de</strong> los famosos.<br />

-Exacto. ¿<strong>La</strong> conoces? –pregunto sonriente. Es una <strong>de</strong> las mujeres más <strong>de</strong>seadas.<br />

-Sólo <strong>de</strong> vista –los dos nos reímos-. ¿Me la <strong>de</strong>jas cuando acabes?<br />

-Bien.<br />

-No las enseña, ¿no? –dice el tipo a mi lado-. <strong>La</strong>s insinúa como en la portada.<br />

-Seguro –respondo convencido-. Ha salido en un montón <strong>de</strong> revistas y no las ha<br />

enseñado.<br />

-Odio a esas tías –dice mientras paso las páginas con rapi<strong>de</strong>z-. Mucho provocar y poco<br />

enseñar.<br />

-<strong>La</strong> clásica calientabraguetas –aña<strong>de</strong> otro tipo-. Cuando tenía quince años o así tenía<br />

una novia que le encantaba hacerme volver a casa encorvado porque esa cosa no me cabía en<br />

los pantalones.<br />

Todos nos reímos.<br />

80


-Una vez que me enseñó las tetas me puse tan cachondo que me corrí sin sacármela<br />

<strong>de</strong> los pantalones. Y la hija <strong>de</strong> puta rompió conmigo porque dice que la presionaba para hacer<br />

lo que ella no quería. Y la pregunta es: ¿Para qué me enseñas las tetas y me <strong>de</strong>jas meterte<br />

mano?<br />

Mientras los <strong>de</strong>más forman un murmullo amorfo que da la razón al último<br />

participante, paso una página que se ha convertido en las puertas <strong>de</strong>l cierto. <strong>La</strong> muchacha<br />

muestra orgullosa y sonriente un busto cuando menos privilegiado.<br />

-¡<strong>La</strong> madre que me parió!<br />

-¿Qué?<br />

-¿Qué?<br />

-¡No me digas que las enseña!<br />

-Tío, que los puntos <strong>de</strong>l abdomen me están matando. Mi apéndice, que estará en un<br />

frasco, tiene que ser el más triste <strong>de</strong>l mundo.<br />

-¡Agarraos!<br />

Al volver la revista con las fotos, se <strong>de</strong>sata una ovación. Yo apenas ojeo la revista y la<br />

voy pasando, para disfrute <strong>de</strong> mis compañeros <strong>de</strong> infortunio.<br />

Aquella noche por fin duermo bien. En esa enfermería al menos hasta el amanecer,<br />

todos cierran los ojos y sonríen. Al fin hemos recuperado algo que dábamos por hecho: la<br />

libertad. <strong>La</strong> generosa <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> la muchacha y su atractiva sonrisa ha hecho que nos<br />

evadamos <strong>de</strong> ese tugurio. Es más que probable que su carrera caiga en picado y <strong>de</strong>saparezca<br />

en el olvido pero alguien <strong>de</strong>bería contarle el favor que nos ha hecho. A veces las cosas más<br />

increíbles se presentan <strong>de</strong> la forma más inverosímil.<br />

A la mañana siguiente me <strong>de</strong>spierta el <strong>de</strong> la camilla <strong>de</strong> al lado, <strong>de</strong> un zapatillazo.<br />

-¡Mierda, tío! –digo sin casi abrir los ojos.<br />

Oigo al carcelero haciendo recuento a grito pelado.<br />

-¡Si tenéis algún problema, os jodéis! –grita sin casi mirarme-. No haber hecho el idiota<br />

y no estaríais aquí.<br />

El tipo <strong>de</strong> la camilla <strong>de</strong> al lado señala al suelo. <strong>La</strong> revista se me ha <strong>de</strong>bido caer.<br />

-Dile al <strong>de</strong>l fondo que la líe –hago gestos al <strong>de</strong>l testamento para que colabore.<br />

-¡Ah! ¡Ah! ¡Doctora! ¡Ah!<br />

El carcelero se vuelve con cara <strong>de</strong> pocos amigos. Con todos dándome la espalda me<br />

levanto y <strong>de</strong>jo la revista bajo la almohada. Es difícil que cruja el papel y aún más que se caiga,<br />

ya que la afianzo con mi propio peso. Hago señas para indicar que ya vale.<br />

-Muchas gracias, doctora –dice el tipo <strong>de</strong>l apéndice.<br />

-¡Si no te he tocado!<br />

-Pues ya se ha pasado.<br />

81


-Va a haber que hacerte unas pruebas.<br />

-Comience con una colonoscopía a dos manos –dice el carcelero. Nadie se ríe a pesar<br />

<strong>de</strong> que la expresión es graciosa.<br />

El carcelero sigue a lo suyo y pronto se larga –esta enfermería tiene una pésima fama<br />

en lo que a contagios se refiere.<br />

Cuando el tipo <strong>de</strong> apéndice pasa por mi lado –trasladado-, le tiendo la mano y pongo<br />

un gesto muy sentido. Agra<strong>de</strong>zco ese tipo <strong>de</strong> compañerismo.<br />

Vuelven a traerlo un buen rato <strong>de</strong>spués. Antes ha aparecido alguien <strong>de</strong> la lavan<strong>de</strong>ría<br />

que se ha extraviado. Le trae algo <strong>de</strong> chocolate –<strong>de</strong> comer- y tabaco a un tipo que aún no ha<br />

abierto la boca, y que tampoco ha hecho la más mínima mueca en el tiempo que lleva ahí. al<br />

salir me guiña un ojo.<br />

-Estarás nervioso, ¿no?<br />

-¿Por qué?<br />

-¡Jo<strong>de</strong>r, el juicio!<br />

-¿Qué juicio?<br />

-¿No eres tú el <strong>de</strong> la novia?<br />

No sé qué respon<strong>de</strong>r, no salgo <strong>de</strong> mi asombro.<br />

-Perdona, tío. Te habré confundido.<br />

<strong>La</strong> doctora aparece acarreando la camilla <strong>de</strong>l tipo con apendicitis. Se ha alisado el pelo.<br />

Sus rizos lo han estado ocultando pero tiene una preciosa melena castaña, a tramos incluso<br />

rojiza, que enmarca su rostro y cae hasta la cintura casi.<br />

-¡Uh! –dice el <strong>de</strong>l testamento-. A estas le gustas, chico. Una mujer que se cambia el<br />

peinado nada más conocer a alguien es que quiere jugar a los médicos.<br />

Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la camilla en su lugar, la doctora se acerca.<br />

-¿Qué tal te has levantado?<br />

-Yo cachondo perdido, doctora –dice el tipo <strong>de</strong> mi izquierda-. ¿Tiene algo para eso?<br />

-¡Que te mires al espejo, ballenato! –respon<strong>de</strong> un tipo un par <strong>de</strong> camillas más allá.<br />

Todos nos reímos.<br />

-Bien. Ya me pue<strong>de</strong>s dar el alta.<br />

-¡Venga ya, chico! –exclama <strong>de</strong>cepcionante el tío <strong>de</strong>l testamento-. Soy <strong>de</strong>masiado viejo<br />

como para no verlo. ¿No ves cómo te acaricia al ver el tatuaje? ¡Hasta se ha cambiado el<br />

peinado!<br />

-Vamos a echar un vistazo –dice la doctora ignorando los últimos comentarios.<br />

82


Me retira los vendajes con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za. <strong>La</strong> irritación ha <strong>de</strong>saparecido y el rostro <strong>de</strong> mi<br />

novia se revela angelical sobre mi piel.<br />

-Ya ha curado. ¡Ahí va! –dice acariciando el “nadie como tú”-. ¿Por eso <strong>de</strong>cías que Calle<br />

13 casi te cuesta la vida?<br />

Asiento sonriendo.<br />

-¡Oh! –exclama <strong>de</strong> repente.<br />

-¿Qué?<br />

-¿Ésta es tu novia?<br />

-Sí.<br />

-¿Muerta en un atraco contigo <strong>de</strong>lante?<br />

Asiento.<br />

-¡Claro! Bien, no me hace falta ver más. ¡Guarda! Pue<strong>de</strong>s volver a tu celda.<br />

-¡Idiota! –dice el <strong>de</strong>l testamento-. Me cortaría un brazo por chupar esas tetas, y tú que<br />

las tienes a tiro las <strong>de</strong>sperdicias.<br />

-¡Ha sido un placer! –Exclamo en voz alta al gentío-. ¡Ojalá pudiese <strong>de</strong>jaros algo con lo<br />

que soñar! –señalo la almohada y hago un gesto.<br />

Todos se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n <strong>de</strong> una manera no muy efusiva y el guarda me <strong>de</strong>ja en mi celda no<br />

tengo ganas <strong>de</strong> hacer nada. Bueno, me pondría un rato a escuchar música, pero no tengo un<br />

puñetero disco, ni un dispositivo con el que escucharlo. Ni siquiera unos cascos.<br />

83


CAPITULO X<br />

Un escalofrío me recorre la médula espinal como un relámpago. Acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir<br />

algo importante. Echo <strong>de</strong> menos las horas muertas mirando al infinito o haciendo el holgazán<br />

mientras la mejor música <strong>de</strong>l mundo me bombar<strong>de</strong>a el cerebro. Debo olvidar. Me esperan al<br />

menos ocho meses y medio en este verte<strong>de</strong>ro. Si alguien, en especial los carceleros, <strong>de</strong>scubren<br />

esa <strong>de</strong>bilidad, si se me ocurriera pedirles a mis padres que me enviaran algunos discos o le<br />

dijese a algún amigo que me pasase algo <strong>de</strong> música, no dudarían en <strong>de</strong>strozar mi celda en<br />

algún registro cuando les viniese en gana, o en utilizarlo como arma contra mí. Así que <strong>de</strong>bo<br />

olvidar todo eso. <strong>La</strong> música que no esté en mi cabeza queda <strong>de</strong>scartada. Habrá ratos en que<br />

silbar o tararear me será <strong>de</strong> ayuda, y si no, si lo único que consigo es echarlo más <strong>de</strong> menos,<br />

tendré que <strong>de</strong>jar la música <strong>de</strong> lado por completo, al menos hasta que salga.<br />

Después <strong>de</strong> un rato abstraído, meditando sobre la música, que tantos momentos <strong>de</strong><br />

placer me ha dado, <strong>de</strong>cido escribir una carta. A mis padres. Sé que revisan hasta la última letra<br />

<strong>de</strong> cada envío postal que sale <strong>de</strong> la prisión. Que las cartas que hablan mal <strong>de</strong>l penal o <strong>de</strong> su<br />

plantilla no llegan, o llegan censuradas y mutiladas brutalmente, que con los mails, pese al<br />

espionaje que hay en la red, la comunicación es más segura, pero mis padres son –al menos<br />

eso dicen ellos- muy mayores para apren<strong>de</strong>r todo eso, y prefieren las cartas, si están escritas<br />

en papiro y con una pluma <strong>de</strong> ganso, mejor.<br />

Empiezo a garabatear en un par <strong>de</strong> hojas <strong>de</strong> papel llenas <strong>de</strong> lamparones con la mente<br />

en otra parte. El tatuaje <strong>de</strong> mi brazo –que he visto <strong>de</strong> reojo al colocarme en el escritorio y<br />

buscar las hojas, me ha hecho remontarme a cuando conocí a mi novia.<br />

Ella estudiaba con una ex amiga mía, en la universidad. Yo, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> bien joven tenía<br />

claro que no tenía la fuerza <strong>de</strong> voluntad necesaria para estudiar una carrera, ni la paz interior<br />

precisa para soportar los contratos <strong>de</strong> prácticas y los salarios vergonzosos, me <strong>de</strong>dicaba<br />

entonces a sacarme los carnets –tenía el <strong>de</strong> camión, me faltaba el <strong>de</strong> trailer- pero con<br />

tranquilidad. En la primera semana mi ex amiga fue abandonada por su novio, en pos <strong>de</strong> una<br />

muchachita –el <strong>de</strong>venir <strong>de</strong> la vida hizo que nuestros caminos se cruzaran-, lo que la había<br />

sumido en una <strong>de</strong>presión. Como dos o tres semanas <strong>de</strong> retraso en el carnet <strong>de</strong> trailer no me<br />

iban a suponer problema alguno, <strong>de</strong>cidí aplazar mis estudios en pos <strong>de</strong> una buena amiga que<br />

me necesitaba.<br />

Así que me <strong>de</strong>diqué prácticamente aquel mes a <strong>de</strong>cirle lo especial que era, a animarla,<br />

a comportarme como su novio si era menester. Por lo visto el novio <strong>de</strong> mi ex amiga –por<br />

entonces ya ex novio- había sido más listo <strong>de</strong> lo que podía parecer en un principio. No había<br />

cortado con ella tras quedar absolutamente prendado <strong>de</strong> la encantadora muchachita, sino que<br />

había pasado semanas jugando a dos barajas.<br />

Si la memoria no me traiciona sólo recuerdo haber hablado con ese tío en una ocasión,<br />

cuando mi ex amiga nos lo presentó –en aquella época éramos un grupo <strong>de</strong> ocho o nueve-. <strong>La</strong>s<br />

84


chicas se fueron a preparar una fiesta –celebrábamos algo y no recuerdo qué-. Nuestra misión<br />

era aprovisionar el festejo <strong>de</strong> comida y bebida, mientras que ellas a<strong>de</strong>centarían el lugar y<br />

elegirían la música –la mayor parte pegajosas baladas pop y monsergas electrónicas que me<br />

repateaban.<br />

Mientras dábamos una vuelta por la ciudad en el coche <strong>de</strong> un amigo –el único que en<br />

un momento como éste se ha acordado <strong>de</strong> mí-, el tipo empezó a hablar <strong>de</strong> una manera<br />

compulsiva, a hacer chistes infumables que reíamos por compromiso y a rematar sus bromas<br />

con numerosos e intensos puñetazos en los hombros.<br />

Tomamos algo en un par <strong>de</strong> bares para hacer tiempo. En ambos la presencia femenina<br />

era notable, tanto en cantidad como en calidad, así que, valiéndonos <strong>de</strong> las habilida<strong>de</strong>s con el<br />

sexo opuesto – y el propio- <strong>de</strong> Johny Bragas –apodado así por la colosal colección que poseía,<br />

fruto <strong>de</strong> sus numerosas conquistas, extendimos una caballerosa invitación a algunas<br />

muchachas que nos interesaban. El procedimiento funcionaba como la seda: Johny repartía<br />

unos cuantos teléfonos, estratégicamente elegidos, nos largamos <strong>de</strong>jando en el iré una<br />

incertidumbre que según Johny “nunca fallaba”, y a esperar a que en la fiesta hubiese una<br />

proporción <strong>de</strong> tres y hasta cuatro mujeres por cada hombre –hasta que el recién llegado tomó<br />

parte.<br />

Cuando se percató se percató <strong>de</strong> la bisexualidad <strong>de</strong> Johny, le atizó tres collejas<br />

seguidas al grito <strong>de</strong> “nenaza”, para acabar con un “es broma” y carcajearse a grito pelado. Más<br />

tar<strong>de</strong> en el segundo bar, cuando Johny <strong>de</strong>scartó a cinco muchachas que cuchicheaban,<br />

sonreían y miraban <strong>de</strong> soslayo porque al menos tres tenían novio, el tipo, argumentando:<br />

“¿Qué sabrá un marica <strong>de</strong> pibas?”, se acercó al grupo. No sé cómo lo logró, pero no fue sólo<br />

que las chicas no le hicieron ni caso, si no que, mientras se rascaba la entrepierna a la altura <strong>de</strong><br />

la cara <strong>de</strong> las chicas, le susurró algo al oído a una <strong>de</strong> ellas que <strong>de</strong>sembocó en un bofetón<br />

tremendo. Todo el bar se quedó paralizado. Todo el bar menos tres tipos <strong>de</strong> más <strong>de</strong> dos<br />

metros que salían <strong>de</strong>l baño y fueron junto a las chicas.<br />

-Tres con novio –dijo Johny ante nuestro estupor.<br />

Uno <strong>de</strong> ellos, el más gran<strong>de</strong>, que parecía el novio <strong>de</strong> la muchacha ofendida, cogió al<br />

no-amigo con el que <strong>de</strong>bíamos cargar por la pechera y lo levantó <strong>de</strong>l suelo. Sus brazos eran<br />

como los <strong>de</strong> una excavadora. Cuando reclamó explicaciones con un escueto: “¿Tú, qué?” y un<br />

ligero zaran<strong>de</strong>o, el otro tipo balbuceó un mensaje inteligible que comenzaba con un “mis<br />

colegas y yo…” y <strong>de</strong>spués me señaló.<br />

Los dos escoltas <strong>de</strong> aquella mole humana vinieron a nuestro sitio. Nuestro amigo<br />

Johny, que siempre sabía como solventar estas situaciones, nos sacó <strong>de</strong>l apuro sin aparente<br />

dificultad, incluso al idiota que se nos había acoplado.<br />

De camino a la fiesta –ninguno teníamos más ganas <strong>de</strong> aventura- culminó su gran<br />

actuación con su pensamiento más profundo:<br />

-Si la fiesta es un muermo nos vamos <strong>de</strong> putas, ¿vale?<br />

Razonar con el era en vano.<br />

Mi ex amiga –lo había contado en más <strong>de</strong> una ocasión- había conocido a una<br />

muchacha muy legal en clase. Aquel mes que tanto tiempo compartimos, también nos sirvió<br />

para que su amiga se incluyese en aquellos cafés y aquellas tar<strong>de</strong>s en casa <strong>de</strong> mi ex amiga <strong>de</strong><br />

relax.<br />

85


Suena cursi, pero nada más verla supe que era para mí. El caso es que, sin tampoco<br />

mostrarme muy interesado, le tiré <strong>de</strong> la lengua a mi ex amiga -¿Quién era?, ¿tenía novio?,<br />

¿Qué aficiones tenía?… cada <strong>de</strong>talle se me grababa en la mente como a fuego. Finalmente,<br />

ante mi insistencia –mi máscara se vino abajo-, me prometió hablarle <strong>de</strong> mí y, si estaba por la<br />

labor, organizarnos una cita.<br />

Pero todo cambió. Un día nos emplazó al café habitual porque “tenía una sorpresa”.<br />

Yo pensaba que era la excusa que había puesto para <strong>de</strong>jarnos solos. Llego cinco minutos más<br />

tar<strong>de</strong> que nosotros y fue directa al baño.<br />

-Ahora os cuento –dijo entusiasmada.<br />

Mientras nos tomábamos algo caliente –aquel día hacía mucho frío en la calle-,<br />

apareció su ex novio.<br />

-¿Cómo te va? –me preguntó sin mirarme siquiera.<br />

-Bien, no me quejo, ¿y a ti?<br />

-¡Vaya, qué tenemos aquí! –exclamó al ver a la que posteriormente sería mi novia.<br />

Tuve que respirar hondo y contar hasta diez para no reventarle la cara contra la mesa.<br />

Se presentó emitiendo una especie <strong>de</strong> ronroneo gutural y el segundo beso se lo dio<br />

prácticamente en la comisura <strong>de</strong> los labios. Hubiese cogido un palo –el billar estaba al alcance<br />

<strong>de</strong> mi mano-, o el billar entero si fuese menester, y se lo hubiese partido en la espalda<br />

riéndome y gritando blasfemias. Aún recuerdo su expresión <strong>de</strong> asombro.<br />

-Perdonad, chicos –dijo mi ex amiga-. Es que he tenido que ir un segundo al servicio.<br />

Al percatarme <strong>de</strong> que según tomó siento, mi ex amiga asió <strong>de</strong> la mano al imbécil ese,<br />

la sorpresa estaba clara. <strong>La</strong> amiga <strong>de</strong> mi ex amiga y yo compartimos una mirada cómplice.<br />

-¿Le has dicho a tu conejito que lo he echado mucho <strong>de</strong> menos? –me pareció enten<strong>de</strong>r<br />

que le susurraba al oído.<br />

-Nena –dije levantándome como un resorte-, os <strong>de</strong>seo lo mejor, pero tengo que irme.<br />

Mi padre quiere cambiarle el aceite al coche.<br />

-¿Ni un café vas a tomar?<br />

-Ya he tomado. Págamelo, preciosa –señalé a la otra chica-. Mañana te lo pago yo.<br />

Automáticamente, volví a mis clases. Mi ex amiga sólo me había enviado algún sms<br />

dando largas para quedar en la últimas semanas, y yo respondía <strong>de</strong> una manera tan apática<br />

como ella. Lo sentía por su amiga. Me gustaba, bastante, y ahora ya no me quedaba ninguna<br />

opción <strong>de</strong> verla siquiera.<br />

Dos meses y medio <strong>de</strong>spués, estando inmerso en los exámenes prácticos <strong>de</strong>l carnet <strong>de</strong><br />

trailer, mi ex amigo me llamó con tono serio, pidiéndome quedar esa misma tar<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

siempre –lo que era don<strong>de</strong> siempre-, y añadiendo que le llevara sus cosas –libros y música que<br />

habíamos compartido con el tiempo-. Ya lo veía venir, pero aun así traté <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme<br />

sorpren<strong>de</strong>. Cuando entré en el bar ella miraba al infinito con gesto serio mientras apuraba un<br />

cigarro –había vuelto al vicio-. Al observar una bolsa <strong>de</strong> plástico en la silla <strong>de</strong> al lado tuve claro<br />

que a la que hasta entonces había sido amiga estaba a punto <strong>de</strong> convertirse en ex.<br />

86


-Hola, nena.<br />

-No me llames así –llevaba llamándola así <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pocas semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> conocerla.<br />

Vi su taza, ya vacía.<br />

-¿Quieres algo? –pregunté.<br />

-No, me voy a ir ya. Toma –me tendió la bolsa-. Creo que está todo.<br />

Observé el interior. Hasta un par <strong>de</strong> revistas que le había comprado cuando la<br />

operaron yacían en su interior. Una amistad embolsada.<br />

-¿Qué es esto? –pregunté aunque ya sabia la respuesta-. ¿Por qué…?<br />

-Son tus cosas. No quiero ser amiga tuya nunca más.<br />

-¿Puedo preguntar por qué?<br />

-No sé cómo no se te cae la cara <strong>de</strong> vergüenza, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que has hecho.<br />

Mi cara <strong>de</strong> asombro aún la enfureció más.<br />

-Tú y mi novio –prosiguió-… en el coche con éstos… estabais rayados… y no se te<br />

ocurre otra cosa que sugerir que os fueseis <strong>de</strong> putas.<br />

-¿Qué? ¡Eso es mentira!<br />

-Ningún putero lo reconoce.<br />

-Por favor, no me llames eso.<br />

-¿El qué, putero? ¡Si es lo que eres!<br />

-Primero, nosotros no hemos ido nunca a un puticlub. Al menos juntos. Yo ni con estos<br />

ni con nadie.<br />

Sonrío <strong>de</strong> una manera cruel.<br />

-Segundo, fue él quien lo propuso.<br />

-¡Anda ya!<br />

-Pregunta a cualquiera <strong>de</strong> los que fuimos aquel día.<br />

-No pierdas la dignidad.<br />

-Bueno, pues tercero y <strong>de</strong>finitivo: luego nos enteramos <strong>de</strong> que por aquel entonces tu<br />

novio jugaba a dos bandas –era un recurso ruin, un golpe bajo, pero me sentí obligado a<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme.<br />

-¡Eres un miserable! Me dijo que respon<strong>de</strong>rías exactamente lo que has dicho.<br />

-¡Ah, claro! Ya lo entiendo. Vienes aleccionada.<br />

Su rostro mudó.<br />

87


-En fin –concluí-. Has elegido tu camino. Que te vaya bonito. Pero acuérdate que la<br />

próxima vez que necesites algo yo ya no estaré aquí.<br />

Y me fui sin mirar atrás.<br />

El tiempo pasó. De mi ex amiga y su novio las únicas noticias que me llegaron a los<br />

oídos es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarla embarazada, se dio a la fuga –Tailandia, parece-. Mi ex amiga<br />

abortó <strong>de</strong> forma natural y se fue a Budapest con su tío, que era dueño <strong>de</strong> una gran compañía<br />

<strong>de</strong> potabilización <strong>de</strong> aguas.<br />

Un día, un cartel interrumpió mi paseo. Informaban <strong>de</strong> unos cursos <strong>de</strong> lengua <strong>de</strong><br />

signos, y anunciaban la apertura <strong>de</strong>l plazo <strong>de</strong> matrículas.<br />

Sin pensarlo dos veces, me apunté.<br />

¡Quién me iba a <strong>de</strong>cir que me encontraría con la amiga <strong>de</strong> mi ex amiga! Mi ex amiga,<br />

unos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverme mis cosas e insultarme, la había sacado <strong>de</strong> clase llamándola<br />

“puta” a gritos, pues, según ella, había tratado <strong>de</strong> seducir a su novio.<br />

<strong>La</strong> escucho sonriendo cínicamente, sin saber qué respon<strong>de</strong>r.<br />

Después <strong>de</strong> clase acostumbramos a tomar café en el bar que había en la misma<br />

manzana <strong>de</strong>l aula don<strong>de</strong> aprendíamos. Poco a poco fue surgiendo algo bonito, hasta que le<br />

pedí una cita. Y aceptó. Y me besó. Y hubo una segunda cita. Y una tercera. Y una cuarta…<br />

¡Vaya una ensoñación! Para cuando me he dado cuenta tengo cuatro páginas<br />

garabateadas, con alguna anécdota infantil, un montón <strong>de</strong> “os quiero” y una foto <strong>de</strong>l tatuaje,<br />

pese a que mi padre no va a aprobarlo.<br />

Pliego las hojas, escribo la dirección y lo <strong>de</strong>jo en envíos, con el sobre abierto para que<br />

alguna mente privilegiada pueda mutilarlo.<br />

mano.<br />

Para cuando llego a la celda, Teodoro me sonríe, tumbado en su cama. Me tien<strong>de</strong> la<br />

-Bienvenido –saluda.<br />

-Gracias, ¿cómo lo llevas?<br />

-Bien, ahí andamos, ¿y tú?<br />

-Deseando venir.<br />

-¿Te acaban <strong>de</strong> sacar <strong>de</strong>l agujero?<br />

-Sí. ¿Y tú, <strong>de</strong> paseo?<br />

-No, <strong>de</strong> escribirle a los viejos, que lo andan pasando mal los pobres…<br />

-¡Ah! –afirma-. Por lo <strong>de</strong>l juicio, ¿no?<br />

-¿Qué juicio? Eres el segundo que me lo comenta hoy.<br />

-¿No te has enterado? ¡Jo<strong>de</strong>r, hoy juzgan a los que mataron a tu novia!<br />

-Primera noticia. Algo ha dicho uno en la enfermería esta mañana…<br />

88


-¿En la enfermería?<br />

-¡Oh! ¡Que tú no estabas! Me ha dado fiebre –le enseño el tatuaje.<br />

-¡Hostias! Para un par <strong>de</strong> días que no estoy, mira lo que me pierdo.<br />

-¿Te gusta?<br />

-Mucho. ¿Lo ha hecho Jazzman?<br />

Miro a los lados y asiento.<br />

-Ni palabra. Por lo visto no tenía permiso y el alcai<strong>de</strong> está que bufa.<br />

-¿Damos una vuelta?<br />

-Bien.<br />

Según aparecemos en el patio Alfredo y Faustino nos silban.<br />

-¡Eh! –dice Alfredo tendiéndome la mano-. ¡El hombre <strong>de</strong>l momento!<br />

-¿Cómo estás, chico? –el tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> Faustino es mucho más discreto que el <strong>de</strong><br />

Alfredo.<br />

-Me alegro <strong>de</strong> veros, amigos.<br />

-Voy a hacerme unas pesas antes <strong>de</strong> comer –explica Teodoro. Se larga al instante.<br />

-¡Pensábamos que no volverías! –exclama Alfredo bromeando.<br />

-Eso es lo que tú quisieras. No, sólo era algo <strong>de</strong> fiebre. ¿Y tú? ¿No estabas en la<br />

enfermería? –me dirijo a Faustino.<br />

-Sí estaba. Por lo visto nos cruzamos.<br />

-¿Todo bien?<br />

-Sí. Un componente <strong>de</strong> la bazofia que nos echan en el plato me sienta mal.<br />

-¡Serás el primero! –exclamo.<br />

-¿Has oído lo <strong>de</strong>l juicio? –Alfredo cambia el tercio.<br />

-Me lo acaba <strong>de</strong> contar Teodoro.<br />

-Tú tranquilo, que según se sepa algo, te digo.<br />

-¿Los han llevado a otra cárcel?<br />

-¡Vaya mierda! –espeta Alfredo, resignado-. Han alegado que prefieren quedar en<br />

libertad porque tú estás aquí <strong>de</strong>ntro.<br />

-¿Cómo?<br />

-Sí, que como tú estás aquí y no tienen por garantizada su seguridad, mejor libres.<br />

89


-Jo<strong>de</strong>r, en otro caso los trasladarán a otra trena.<br />

-¿Es que estos son más guapos?<br />

-O sea, que si voy a ver al alcai<strong>de</strong> y le digo que me has amenazado, esta noche duermo<br />

en casa.<br />

-Seguro -dice Faustino entre carcajadas-. O cenas con los <strong>de</strong> <strong>de</strong>litos sexuales o en el<br />

agujero.<br />

<strong>La</strong> sirena nos sorpren<strong>de</strong>. A Faustino le entregan un menú especial que da grima.<br />

-Si no fuese porque te pondrías malo, te daba mi comida.<br />

Por la tar<strong>de</strong> me quedo en la celda, con una replica <strong>de</strong> la foto <strong>de</strong> mi novia que ha<br />

impreso Jazzman y que he puesto cerca <strong>de</strong> la cama. Cada vez que me giro contra la pared, la<br />

veo, con su espectacular sonrisa.<br />

Teodoro no aparece por la celda en toda la tar<strong>de</strong>. A la hora <strong>de</strong> la cena, se presenta al<br />

recuento con un ojo casi cerrado por la hinchazón y un tremendo morado en la mandíbula.<br />

Parece muy enfadado, así que ni siquiera le pregunto qué le ha pasado.<br />

Una vez en el comedor, la misma bazofia en el plato, pero al menos la misma<br />

compañía. Alfredo parece mucho más animado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se solucionó la expulsión <strong>de</strong> su hijo.<br />

Faustino anda disperso. Se esfuerza en participar en la conversación, se ríe con nuestras<br />

bromas, pero su mente no está ahí. No me atrevo a preguntarle por su mujer. Apostaría a que<br />

está empeorando.<br />

-Oye –dice Alfredo bajando la voz-, a ver qué va a pasar con tu compañero.<br />

-¿Qué pasa con él?<br />

-¿No has visto qué cara le han <strong>de</strong>jado?<br />

-¿Cómo ha sido?<br />

-En las pesas –interviene Faustino-. Según lo he visto bajar sabía que iba a haber pelea.<br />

Les ha partido la cara a dos tíos que estaban en los aparatos. Ni éstos –indica a un carcelero- se<br />

han atrevido a meterse. Han hecho como si no pasase nada y el mundo ha seguido girando.<br />

Mientras Alfredo nos <strong>de</strong>leita con todo lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la pelea, un carcelero se<br />

acerca sonriente. Mediante un gesto con las cejas aviso a mis amigos, que guardan silencio al<br />

instante.<br />

-Estarás contento –anuncia sonriente. Miro a Alfredo y a Faustino. Ellos tampoco<br />

saben nada. Odio eso.<br />

-Se acaba <strong>de</strong> confirmar –prosigue con su mejor sonrisa. Tiene los dientes llenos <strong>de</strong><br />

sarro-. Los que casi matas a navajazos, han quedado libres.<br />

Casi puedo pala<strong>de</strong>ar mi propia bilis, más al observar la cara <strong>de</strong>l cretino <strong>de</strong>l carcelero.<br />

-¡Eh! –grita-. ¡A nuestro amigo le han dado una mala noticia, así que tendréis que ser<br />

tan encantadores como podáis con él!<br />

90


-Ni siquiera te odio –la expresión <strong>de</strong> su rostro cambia con mis palabras-. Me das pena.<br />

¿A que esto ha sido lo mejor <strong>de</strong> este mes <strong>de</strong>scontando el polvo <strong>de</strong> cuatro minutos <strong>de</strong> la<br />

semana pasada y el gatillazo <strong>de</strong> la anterior?<br />

-Se acabó –<strong>de</strong>senvaina la porra-. A aislamiento.<br />

-Comeos mi postre –les digo a mis amigos antes <strong>de</strong> irme.<br />

Nunca había estado en aislamiento. Lo pintaban como el reino <strong>de</strong>l terror y la verdad es<br />

que no es para tanto. Es una celda como las <strong>de</strong>más. Miento, bastante más sucia. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s<br />

tienen los ladrillos al aire, y la puerta es un mazacote <strong>de</strong> acero. No hay ni un solo barrote, y la<br />

única luz viene <strong>de</strong> una pequeña bombilla que pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> un cochambroso cable. Cuatro<br />

pare<strong>de</strong>s, un catre, una bombilla y un caga<strong>de</strong>ro inmundo. Y yo en medio <strong>de</strong> todo eso.<br />

<strong>La</strong> puerta tiene dos rendijas. Una a la altura <strong>de</strong> los ojos, para que estos cerdos vean<br />

qué hago y otro a un metro <strong>de</strong>l suelo, me imagino que para que pasen la bazofia cuando sea<br />

menester. Pensaba que la puerta no haría apenas ruido cuando se accionasen las rendijas,<br />

pero el chirrido es terrible, como un camión frenando salvajemente.<br />

-Buenas noches, tesoro –dice una voz femenina-. Que sueñes con los angelitos. Si<br />

quieres que te haga compañía, me lo dices.<br />

-No, aún me gustan las mujeres –murmuro.<br />

-¿Qué has dicho?<br />

Permanezco en absoluto silencio. He <strong>de</strong>bido murmurar a gritos. Mientras nuestras<br />

miradas siguen clavadas trato <strong>de</strong> hacer memoria, reconstruir mentalmente la celda. Mi única<br />

opción si entra es tratar <strong>de</strong> arrojarla contra el váter. Me voy a llevar un repaso en condiciones.<br />

Puedo con ésta, pero no con los cuatro o cinco que entrarán tras ella.<br />

-Bueno –prosigue-, si por la noche tienes frío dímelo y te caliento.<br />

Permanezco inmóvil, <strong>de</strong>safiante. Ser la parte débil no me con<strong>de</strong>na necesariamente a la<br />

servidumbre. Cuando la rendija se cierra le muestro mi <strong>de</strong>do corazón en toda su gloria. Es un<br />

recurso patético, lo sé.<br />

<strong>La</strong> luz se apaga al momento. Tengo que hacer la cama a oscuras. Ahora entiendo por<br />

qué odia todo el mundo tanto el aislamiento. <strong>La</strong> celda es una mierda, apesta a humanidad, y a<br />

váter, tienes que compartirla con alguien que no dudaría en asesinarte mientras duermes, y <strong>de</strong><br />

vez en cuando hay un registro que te arrebata tus mínimas posesiones, pero al menos ves la<br />

luz <strong>de</strong>l sol, hablas con gente, pue<strong>de</strong>s incluso ver la tele a veces…<br />

91


CAPITULO XI<br />

En aislamiento, encima <strong>de</strong> la cama, es como si el tiempo <strong>de</strong> hubiese <strong>de</strong>tenido. <strong>La</strong><br />

oscuridad total, el silencio, que hace lo único presente en tus oídos sea el eco <strong>de</strong> tu propio<br />

corazón… es un <strong>de</strong>scenso al mundo <strong>de</strong> la locura.<br />

<strong>La</strong>s cosas que te imaginas o sobre las que meditas dan la impresión <strong>de</strong> estar <strong>de</strong>lante.<br />

Mi novia se presenta ante mí, junto a la cama. Vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> abajo siempre ha parecido una<br />

diosa. Me pongo en pie, la abrazo, la beso. <strong>La</strong>s lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Su<br />

piel está fría.<br />

-Lo siento. Prometo no volver a soltarte. Te amo, nena.<br />

Me <strong>de</strong>spierto <strong>de</strong> un respingo. Estoy a todo sudar y tengo los ojos llenos <strong>de</strong> lágrimas –<br />

me doy cuenta al llevarme las manos a los ojos, pues sigo en oscuridad total-. Mi corazón<br />

bombea <strong>de</strong>sbocado y tiemblo <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />

Me pongo <strong>de</strong> pie ja<strong>de</strong>ando. Me mareo un poco. Meo a ojo don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bería estar la taza.<br />

Hace muchísimo calor, así que utilizo la sábana para secarme el sudor y me <strong>de</strong>jo caer sobre el<br />

camastro, que cruje salvajemente.<br />

No tengo muy claro si estoy <strong>de</strong>spierto o dormido. Sólo sé que no veo nada ni oigo<br />

nada. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s –las que estoy tocando con las manos- parecen moverse a medida que<br />

respiro.<br />

Mis padres se personan también en la estancia. Están muy <strong>de</strong>cepcionados, les he<br />

fallado, les he traicionado. Mi madre se tapa la cara para ocultar sus llantos, mi padre me da la<br />

espalda.<br />

-Yo hice… yo… -lucho por encontrar las palabras, pero no consigo pronunciar nada.<br />

-Por favor, mamá, abrázame.<br />

Mi padre da un paso atrás al acercarme, mi madre no pone nada <strong>de</strong> su parte para que<br />

la abrace.<br />

Vuelvo a <strong>de</strong>spertarme en un respingo. Estoy abrazando la almohada con todas mis<br />

fuerzas a todo llorar. Sudando, temblando. El aire es cálido y pegajoso, casi irrespirable.<br />

-¿Cómo está mi tesorito en su primera noche? –pregunta la carcelera con irónico tono<br />

maternal. <strong>La</strong> ráfaga <strong>de</strong> luz da la impresión <strong>de</strong> calcinar mis córneas.<br />

Me pongo <strong>de</strong> pie, pero con la mano en los ojos.<br />

-¡Qué encanto! Si le hace pupa la luz en los ojitos…<br />

92


Me voy al rincón que ella no pue<strong>de</strong> ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la rendija <strong>de</strong> la puerta.<br />

-¿No quieres luz? –ese tono me enerva por momentos. De pronto, la bombilla se<br />

encien<strong>de</strong>.<br />

Es tan intensa que hasta con los ojos cerrados molesta. Con las palmas <strong>de</strong> las manos<br />

hundidas en las cuencas oculares y aún noto el calor –más todavía- en la piel.<br />

Mis ojos necesitan un par <strong>de</strong> minutos para hacerse a la luminiscencia. Me tumbo <strong>de</strong><br />

nuevo en la cama. Arrugo la sábana y la coloco sobre mis ojos a modo <strong>de</strong> antifaz. El mero tacto<br />

<strong>de</strong> la tela fresquita sobre mis párpados ya es un alivio.<br />

Parece que consigo conciliar el sueño <strong>de</strong> nuevo, o que, con los ojos cerrados y<br />

empleando todas mis fuerzas en <strong>de</strong>jar la mente en blanco, pierdo la conciencia o la memoria<br />

en algunos momentos.<br />

De repente, comienzan a oírse golpes en la puerta. El corazón se me <strong>de</strong>sboca<br />

pensando en que la carcelera va a hacerme una visita. Posiblemente, encima <strong>de</strong> estar armada,<br />

habrá avisado a tres o cuatro amigos suyos, y a<strong>de</strong>más, si opto por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme, me<br />

<strong>de</strong>nunciará.<br />

Con una energía proveniente <strong>de</strong> la adrenalina que segrego a raudales, arranco un<br />

muelle <strong>de</strong>l camastro. Si lo uso como navaja me voy a pasar lo que me queda <strong>de</strong> vida en prisión,<br />

y me van a saltar los dientes a puñetazos, pero si lo pongo en mis nudillos y lo envuelvo con<br />

algo <strong>de</strong> tela mis ataques serán terribles y ni siquiera les <strong>de</strong>jaría marcas.<br />

<strong>La</strong> ranura a la altura <strong>de</strong> los ojos se abre mientras aguardo al intruso, preparado para<br />

llevarme una mandíbula por <strong>de</strong>lante. En el momento que se abre, una fuerte discusión<br />

retumba en la celda, proveniente <strong>de</strong>l pasillo.<br />

-No, han cometido una ilegalidad… -la voz suena distorsionada.<br />

-Señorita –ésa es la carcelera-, yo cumplía ór<strong>de</strong>nes.<br />

-Doctora, si no le importa. Usted tiene por qué conocer el expediente <strong>de</strong> los presos<br />

que trasladan a su zona. ¡Abra esta puerta, ya!<br />

Se escucha un tintineo <strong>de</strong> llaves. Encasqueto el muelle en un resquicio que hay <strong>de</strong>trás<br />

<strong>de</strong>l váter. A lo mejor al que venga <strong>de</strong>spués le es <strong>de</strong> más utilidad que a mí. Tiro la sábana sobre<br />

la cama y aún está en el aire cuando suenan los candados y la puerta se abre.<br />

-¿Cómo estás, Harvey? –la doctora se me acerca y me palmea la espalda.<br />

-¡Así que te llamas Harvey! –dice la carcelera.<br />

-Señor Pérez, para ti.<br />

-Vamos. Vuelves a tu celda. Ponte la camiseta y recoge tus cosas –la doctora mira a la<br />

carcelera-. En cuanto a usted tendrá noticias en la junta.<br />

Vuelvo cuando están en pleno recuento. Paso entre mis compañeros <strong>de</strong> infortunio con<br />

la más amplia <strong>de</strong> mis sonrisas. Ha sido una <strong>de</strong> las victorias más gran<strong>de</strong>s que voy a tener sobre<br />

estos cabrones, hay que disfrutarla.<br />

93


En los meses siguientes el tiempo pasa rutinario, lento cuando miro el reloj pero<br />

rápido si vuelvo la vista atrás. Tengo que hablar muy en serio con mis padres para que coman e<br />

intenten seguir con sus vidas –mi madre ha perdido quince kilos y mi padre ha envejecido<br />

veinte años en pocos meses-. <strong>La</strong> vida en prisión sigue igual. <strong>La</strong> comida sigue siendo una<br />

bazofia, hay que ducharse con botas <strong>de</strong> goma –por lo menos, cuatro pares <strong>de</strong> hongos- y me<br />

sigo durmiendo observando la foto <strong>de</strong> mi chica entre lágrimas. Teodoro sale con el tercer<br />

grado y mi nuevo compañero es familia lejana <strong>de</strong> Alfredo. Con diecisiete años y cuatro meses<br />

tiene ocho cargos por robo <strong>de</strong> vehículo y dos por atraco. Lo han juzgado como adulto y le han<br />

caído once años. Es un muchacho muy humil<strong>de</strong> que me respeta como si fuese su padre. <strong>La</strong><br />

mujer <strong>de</strong> Faustino fallece y éste casi le pone fin a todo. En mis pesadillas aún retumban los<br />

gritos <strong>de</strong> Alfredo al <strong>de</strong>scubrir a nuestro amigo.<br />

Al final, Faustino es trasladado al psiquiátrico <strong>de</strong> Santa Martina, a diez kilómetros <strong>de</strong>l<br />

penal. Se convierte en un tema tabú entre Alfredo, mi compañero <strong>de</strong> celda y yo. Los temas que<br />

nos ponen tristes acaban ignorados. Su nuevo compañero es un macarra cuya coletilla favorita<br />

es: “que saco la siete muelles y te meto”. Un día amanece con tres dientes menos y los ojos<br />

como un sapo con alergia al polen. Deja <strong>de</strong> hablar y se vuelve –ya apuntaba maneras-<br />

toxicómano. Aspirar disolvente le <strong>de</strong>ja las neuronas para el arrastre.<br />

Mis vistas para el tercer grado se convierten en un chiste y acabo cumpliendo la<br />

con<strong>de</strong>na íntegra. Mi último día lo paso con Alfredo y mi compañero <strong>de</strong> celda. A Alfredo le<br />

regalo una foto que nos hicimos en la final <strong>de</strong> la Liga <strong>de</strong> Campeones y a mi compañero una<br />

biografía <strong>de</strong> Man<strong>de</strong>la. El abrazo con ellos, pese a las bromas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, es enternecedor.<br />

-Nos veremos fuera, ¿no? –pregunta Alfredo.<br />

-No lo du<strong>de</strong>s, hermano.<br />

-No hagas el idiota. No quiero verte por aquí.<br />

-Tranquilo, la próxima vez que nos veamos será en una barbacoa, con las dos familias<br />

reunidas.<br />

Mis padres esperan en la puerta. Me abrazan entre sollozos como si acabásemos <strong>de</strong><br />

marcar el gol <strong>de</strong> la victoria. Mi i<strong>de</strong>a era caminar hasta casa, pero en el transcurso <strong>de</strong> mi<br />

con<strong>de</strong>na mis progenitores se han convertido en un par <strong>de</strong> ancianos con achaques.<br />

94


CAPITULO XII<br />

Los primeros días en casa todo es maravilloso. <strong>La</strong> tele es una mierda, pero me harto <strong>de</strong><br />

ver películas. Ni recordaba lo que me gustaba el cine. Un amigo –es casi un <strong>de</strong>sconocido pese a<br />

nuestros esfuerzos por mantener el contacto- me pasa música, y su novia –ni la conocía. Tengo<br />

la impresión <strong>de</strong> que le doy miedo- se ofrece para hacer <strong>de</strong> celestina con alguna amiga suya.<br />

Retomo el mp3. Me doy duchas <strong>de</strong> media hora, aclarándome dos veces. Como<br />

chucherías. Adoro los macarrones <strong>de</strong> mi madre. Mis padres parecen recuperar los años<br />

perdidos. En nuestras primeras navida<strong>de</strong>s juntos, el resto <strong>de</strong> mi familia hacen su aparición. Los<br />

mando a la mierda. A algunos llego a amenazarles –al ser ex convicto, se cagan <strong>de</strong> miedo- para<br />

que <strong>de</strong>sparezcan <strong>de</strong> mi vida.<br />

Al menos en estas fiestas se lo pasan bien. Casi había olvidado lo que era estar en<br />

familia.<br />

Tengo muchísimas pesadillas, duermo poco, casi siempre agotado <strong>de</strong> llorar. Mis padres<br />

lo entien<strong>de</strong>s, y me <strong>de</strong>jan mi espacio. Mis llantos les hacen sufrir, así que trato <strong>de</strong> reprimirlos o<br />

llorar a solas. Me toca un pellizquito en la lotería y les pago un crucero por las islas griegas. En<br />

su treinta aniversario no hicieron nada especial porque yo aún cumplía con<strong>de</strong>na.<br />

El barco tiene un acci<strong>de</strong>nte y fallecen ambos. Se me parte el alma en dos. Un día los<br />

cabrones que mataron a mi novia salen en televisión. Al parecer, son los propietarios <strong>de</strong> un<br />

macro bur<strong>de</strong>l y han sido encausados por trata <strong>de</strong> mujeres y por suministrarles todo tipo <strong>de</strong><br />

sustancias para incrementar su rendimiento. <strong>La</strong> acusación pier<strong>de</strong> las pruebas y los testigos se<br />

retractan. Otra vez salen <strong>de</strong> rositas.<br />

Mi vida está terminada. En mi mano está que sea <strong>de</strong> una forma honorable o no. Mis<br />

padres me han legado un piso, un poco <strong>de</strong> dinero, un coche y unos fondos que me aseguran no<br />

tener que trabajar en años.<br />

<strong>La</strong> mejor i<strong>de</strong>a que se me ocurre es hacerme un cambio <strong>de</strong> imagen. Me tiño <strong>de</strong> rubio y<br />

me <strong>de</strong>jo el pelo corto, <strong>de</strong> punta. Me <strong>de</strong>jo una especie <strong>de</strong> perilla. Mi barba no ha sido nunca<br />

muy <strong>de</strong>nsa, pero, sin embargo, en unas pocas semanas, la zona <strong>de</strong>l mentón se ve <strong>de</strong>nsamente<br />

poblada. Mientras tanto, me <strong>de</strong>dico a investigar. Teodoro me vendió un contacto. Es un<br />

investigador privado muy reputado y que, sobre todo, no hace preguntas.<br />

-¿Tú eres el amigo <strong>de</strong> Teodoro? –me pregunta nada más entrar en su oficina. Hasta el<br />

momento sólo hemos hablado un par <strong>de</strong> veces por teléfono.<br />

-Sí, me llamo <strong>Enrique</strong>.<br />

-Te llaman Harvey, ¿no?<br />

Asiento.<br />

95


-Ya me dijo Teodoro… ¿prefieres <strong>Enrique</strong> o Harvey?<br />

-Me da igual.<br />

-Harvey entonces. Creo que esto te será <strong>de</strong> utilidad.<br />

Me extien<strong>de</strong> unas carpetas. Contienen los informes médicos <strong>de</strong> los dos tipejos que nos<br />

atracaron a mi novia y a mí cuando llegaron a Urgencias. También está toda la convalecencia y<br />

las revisiones que hicieron posteriormente. Contienen toda clase <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles, no sólo <strong>de</strong> las<br />

lesiones sino <strong>de</strong> su estado <strong>de</strong> salud en general. Uno <strong>de</strong> ellos es alérgico al polen, y al otro lo<br />

operaron <strong>de</strong> apendicitis a los quince.<br />

Después <strong>de</strong> un pequeño vistazo le entrego un sobre con su paga. Lo mete en un cajón<br />

sin ojear su contenido siquiera.<br />

-¿Necesitas algo más? –pregunta sin quitarme ojo <strong>de</strong> encima.<br />

-Un par <strong>de</strong> direcciones. Sus bares favoritos. Itinerarios.<br />

Asiente receloso. Quiere aconsejarme algo, o preguntar, pero se limita a buscar en su<br />

escritorio una libreta y tomar notas.<br />

-¿Para cuándo lo pue<strong>de</strong>s tener?<br />

-Depen<strong>de</strong> <strong>de</strong>l sujeto a investigar. Unas dos semanas, un mes…<br />

-Llámame cuando lo tengas.<br />

Pasan los días mientras me sumerjo en los informes. También tengo información sobre<br />

los encausamientos judiciales que han tenido. Memorizo cada palabra. El fallo <strong>de</strong>l juez en el<br />

proceso por lo <strong>de</strong> mi novia. ¿Cómo pue<strong>de</strong> dictarse semejante sentencia? Es obvio que éstos no<br />

con cualquiera. Más allá <strong>de</strong> que el juez pretendiese llamar la atención, a otro en el segundo<br />

juicio le hubiesen buscado las cosquillas por trata <strong>de</strong> mujeres y se habría podrido en la cárcel.<br />

Pasados diez días, salgo a dar un paseo. Tantas horas cerrado a cal y canto en casa me<br />

dan terribles dolores <strong>de</strong> cabeza. Al salir veo un sobre gigante en el buzón.<br />

“Es un regalo”, reza la tarjeta. En unos folios, redactado a mano con excelente<br />

caligrafía, se <strong>de</strong>talla la vida <strong>de</strong> los dos sujetos. Básicamente se pasan el día en el club. No<br />

frecuentan ningún otro bar, ni siquiera un cine o algo así. Tampoco tienen una pandilla <strong>de</strong><br />

amigos ni nada parecido. Sólo viajan una vez por semana –los viernes o sábados según la<br />

semana- al club <strong>de</strong> un colega suyo, al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la N-1, en uno <strong>de</strong> los bur<strong>de</strong>les más conocidos<br />

<strong>de</strong> la zona norte. El <strong>de</strong>l otro club parece ser el que suministra al resto <strong>de</strong> señoritas.<br />

Un mapa trae especificada la ruta a seguir por el tipejo. Siempre, en el camino <strong>de</strong><br />

vuelta, en vez <strong>de</strong> seguir la carretera nacional que lo llevaría <strong>de</strong> un club a otro, da un ro<strong>de</strong>o por<br />

carreteras comarcales. Una leyenda a pie <strong>de</strong> página especifica los tiempos. Son unos<br />

doscientos kilómetros. El viaje <strong>de</strong> ida se hace en unas tres horas –el tramo final <strong>de</strong> la carretera<br />

atraviesa cinco pueblos y la media <strong>de</strong> velocidad baja-, pero el <strong>de</strong> vuelta lleva algo más <strong>de</strong> tres y<br />

media.<br />

¿Por qué per<strong>de</strong>r una hora atravesando carreteras comarcales –en muy mal estado a<br />

juzgar por la <strong>de</strong>mora- pudiendo atajar por una carretera mejor? Tal vez busca privacidad. Si<br />

lleva a las chicas, no querrá que un control <strong>de</strong> carretera o un corte <strong>de</strong> tráfico lo <strong>de</strong>laten.<br />

96


Planeo mentalmente un paseo por esa zona cuando, en la página siguiente, hallo la<br />

explicación. Busca privacidad, y acceso a un <strong>de</strong>scampado “romántico” don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r probar a<br />

las chicas. Ese viaje es imprescindible. Hay una nota unida con un clip al informe. El <strong>de</strong>tective<br />

se <strong>de</strong>fine así mismo como un viudo que no aprueba lo que estoy haciendo, pero que conoce mi<br />

caso y lo respeta. Detalla una dirección don<strong>de</strong> adquirir armas a buen precio y sin preguntas, un<br />

buen sitio don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer prácticas <strong>de</strong> tiro, maneras <strong>de</strong> fingir la propia muerte y un tipo<br />

que pueda conseguir la documentación nueva en poco tiempo.<br />

Me <strong>de</strong>shago <strong>de</strong> todo –no quiero que lo relacionen conmigo- y urdo mi plan. Vendo el<br />

piso <strong>de</strong> mis padres y consigo bastante efectivo. En las notas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>tective veo una pequeña<br />

reseña: una dirección Web con los datos para entrar como usuario registrado.<br />

Adquiero un or<strong>de</strong>nador portátil <strong>de</strong> gama y precio medio, con un router USB en modo<br />

prepago sin que nadie registre mi nombre por ninguna parte.<br />

Una vez en la tienda <strong>de</strong> electrónica, tengo poco menos que rogar a la <strong>de</strong>pendienta que<br />

no me cosa a preguntas para ver “qué oferta se ajusta más a mi personalidad”<br />

-<strong>La</strong> que me permita –espeto tratando <strong>de</strong> no ser excesivamente bor<strong>de</strong>- largarme <strong>de</strong><br />

aquí con mi or<strong>de</strong>nador. No quiero ser socio <strong>de</strong> Club <strong>de</strong> Clientes Amigos, me da igual el viaje a<br />

<strong>La</strong>s Vegas, no voy a rellenar ningún test sobre las atenciones recibidas… sólo quiero comprar y<br />

largarme, ¿vale?<br />

Después <strong>de</strong> murmurar un “gilipollas” bastante audible, envuelve <strong>de</strong> mala gana el<br />

or<strong>de</strong>nador y me cobra tres euros <strong>de</strong> más. Debe ser la pequeña comisión por cabrear a la<br />

encargada. Le tiendo un billete <strong>de</strong> cinco euros. Lo acepta y me sonríe, aunque estoy<br />

convencido <strong>de</strong> que me está <strong>de</strong>seando una almorrana por <strong>de</strong>ntro.<br />

Llego a casa y estreno el aparato. Entro en la Web. Soy el único usuario registrado y no<br />

permite registrarse a nadie más. No entiendo mucho <strong>de</strong> esas cosas, pero la página parece<br />

segura. Es una buena i<strong>de</strong>a. Una especie <strong>de</strong> foro don<strong>de</strong> publicar algo privado sólo para ojos <strong>de</strong><br />

quien elijas, y si <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> convencerte <strong>de</strong>jas la página en blanco y se acabó.<br />

Leo el único apartado <strong>de</strong>l foro. Hay unas quince páginas. Una contraseña y una<br />

dirección, la <strong>de</strong> un forense que podrá firmar mi <strong>de</strong>función. Debajo hay un inventario con las<br />

cosas que voy a precisar.<br />

El primer paso es ir a hablar con el forense. Me <strong>de</strong>senmaraña un poco más el plan.<br />

Tengo que sacarme medio litro <strong>de</strong> sangre día sí día no hasta reunir cinco litros. Al no estar<br />

seguro <strong>de</strong> si voy a ser capaz <strong>de</strong> practicar las extracciones quedamos en un lugar seguro para<br />

que se encargue él.<br />

Una vez tenga los cinco litros <strong>de</strong> sangre, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>jar el coche abandonado y<br />

<strong>de</strong>sparramar la sangre por su interior. Dado que nadie podría sobrevivir con una hemorragia<br />

que le hiciese per<strong>de</strong>r tal cantidad <strong>de</strong> sangre, el forense que venga a investigar lo sucedido se<br />

vera obligado a <strong>de</strong>clarar mi muerte. Para eso el coche es mío y me habré encargado <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />

mis efectos personales en su interior.<br />

Yo ya <strong>de</strong>bería tener para entonces una nueva documentación. Un pasaporte, DNI,<br />

carnet <strong>de</strong> conducir, <strong>de</strong> la Seguridad Social… cualquier documento que pudiese hacer falta.<br />

97


Un encargado <strong>de</strong> pompas fúnebres me ayudará en mi siguiente etapa. Cogerá las<br />

cenizas <strong>de</strong> alguien sin i<strong>de</strong>ntificar y les pondrá mis datos. El forense lo respaldará en su informe.<br />

Siempre podrá aducir un traspapeleo o un error humano.<br />

Y será oficial. <strong>Enrique</strong> Pérez habrá muerto.<br />

El plan sale a las mil maravillas. Es más, como no se conserva ninguna foto mía con el<br />

nuevo aspecto, tan sólo con mudarme a un pueblo treinta kilómetros <strong>de</strong> la ciudad es<br />

prácticamente imposible que nadie me reconozca.<br />

Ahora me llamo Lucio. Lucio Gómez. Al ver los documentos sonrío y comento que<br />

tengo nombre <strong>de</strong> futbolista. El tipo <strong>de</strong> los documentos me arranca el dinero <strong>de</strong> las manos y me<br />

advierte –amenaza- que si me pillan y se me ocurre <strong>de</strong>latarle ya me puedo <strong>de</strong>spedir. Vuelvo a<br />

mi nuevo hogar <strong>de</strong>cepcionado conmigo mismo por ser tan susceptible a una mala pasada <strong>de</strong><br />

los nervios.<br />

En cuanto al resto <strong>de</strong>l camino, la web sólo me aconseja vehementemente que “no me<br />

a<strong>de</strong>ntre por caminos <strong>de</strong> los que no podré regresar”. Eso sería correcto si quisiera volver, pero<br />

esta vida ya no es para mí.<br />

Comienzo a frecuentar el bur<strong>de</strong>l <strong>de</strong> los dos tipejos. A veces me quedo cerca <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>scampado. Lo observo “probar el género”. Por un momento pienso en acercarme al coche,<br />

sacarlo en volandas y acuchillarlo hay mismo. Pero no es el plan, <strong>de</strong>bo contenerme. Haga lo<br />

que haga tengo que cogerlos a los dos a la vez. Arriesgarme a que uno <strong>de</strong> los dos huya hundiría<br />

el plan por completo.<br />

Me sirvo <strong>de</strong> una cámara que no sólo registra estos encuentros, sino que está provista<br />

<strong>de</strong> un zoom que me permite guardar una distancia pru<strong>de</strong>nte. Normalmente el proceso es el<br />

mismo: él hace un par <strong>de</strong> gestos obscenos, toquetea a fondo a la muchacha en cuestión, ésta<br />

<strong>de</strong>vuelve sonrisas provocadoras y caricias sensuales y comienza el show. Pero hoy es diferente.<br />

<strong>La</strong> acompañante en esta ocasión es una chica rubia, <strong>de</strong>lgada. Da impresión <strong>de</strong> ser una <strong>de</strong>licada<br />

muñeca proveniente <strong>de</strong> Europa <strong>de</strong>l este.<br />

Cuando el tipejo empieza a meterle mano, ella respon<strong>de</strong> con manotazos. Él la coge <strong>de</strong>l<br />

cuello y masculla lo que parece una amenaza. Ella llora <strong>de</strong> terror mientras él comienza su<br />

propio espectáculo. <strong>La</strong> está violado y no puedo hacer nada. Se me pasa por la cabeza<br />

<strong>de</strong>nunciarle a la policía, pero no serviría <strong>de</strong> nada. Seguro que la ha convencido <strong>de</strong> que acabará<br />

en la cárcel por no tener papeles, como en Italia, así que ella no <strong>de</strong>nunciará y el justificará que<br />

era un jueguecito sexual, y yo acabaré en la trena por no intervenir.<br />

Los gritos y sollozos <strong>de</strong> la muchacha llegan hasta mi coche, reprimidos por sus<br />

amenazas entre dientes y sus bofetadas. Me largo <strong>de</strong> ahí sin que él se percate <strong>de</strong>l movimiento<br />

<strong>de</strong> mi recién estrenado coche <strong>de</strong> alquiler y me encierro en casa. No puedo ni respirar <strong>de</strong> pura<br />

rabia.<br />

<strong>La</strong> mejor estrategia es empezar a aparecer por el bur<strong>de</strong>l. Necesito saber si son o no<br />

capaces <strong>de</strong> reconocerme. Así que al día siguiente me presento en el club. Paso por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

ellos en mi camino hacia la barra, y pido una cerveza sin alcohol. Uno <strong>de</strong> ellos me aborda. Me<br />

coge <strong>de</strong>l hombro y le dice a la camarera que saque dos chupitos <strong>de</strong> whisky.<br />

-¡Amigo! –exclama el tipejo-. ¡Que se note que somos hombres! ¡Tómate un chupito!<br />

-Es que tengo que conducir.<br />

98


-Los <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> no te van a <strong>de</strong>cir nada. E invita la casa.<br />

-No, yo…<br />

-¿Vas a <strong>de</strong>spreciarme?<br />

Bebemos un trago. Ese whisky es como beber gasoil. Un ardor emerge <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi<br />

estómago.<br />

-Escucha –dice el dueño <strong>de</strong>l local-. ¿Por qué no pruebas a alguna <strong>de</strong> nuestras chicas a<br />

mitad <strong>de</strong> precio?<br />

Sin darme tiempo a respon<strong>de</strong>r, me coge <strong>de</strong>l hombro –más bien se cuelga por la<br />

diferencia <strong>de</strong> estatura- y me arrastra a la sala contigua.<br />

pose.<br />

Un carrusel <strong>de</strong> muchachas pasan ante mí en fila india. Se <strong>de</strong>tienen y adoptan su mejor<br />

-Te recomiendo a cualquiera <strong>de</strong> nuestras cinco mejores chicas. <strong>La</strong>s que están más a la<br />

izquierda. Son cariñosas y no tienen remilgos a la hora <strong>de</strong> complacer a un hombre –tengo que<br />

compartir una carcajada cómplice.<br />

Me viene a la cabeza uno <strong>de</strong> los informes médicos que me consiguió el investigador.<br />

Decía que habían sufrido amnesia y no podían recordar ningún <strong>de</strong>talle. Sabían que habían<br />

participado en una confrontación, pero no recordaban ni el atraco, ni al médico, ni a mi novia<br />

ni a mí. Pensaba que todo habría sido una estrategia –efectiva- para salirse por la tangente,<br />

pero, mirándonos a los ojos soy consciente <strong>de</strong> que este tipo no tiene ni i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién soy.<br />

-Prefiero ésa –he reconocido a la rubia a la que violó fríamente en el coche.<br />

-No es una buena elección. Acaba <strong>de</strong> llegar y aún está un poco…<br />

-¿Salvaje?<br />

El tipo asiente.<br />

-Mejor.<br />

-Eres un viciosillo… ¡Irina! Habitación cuatro –eleva cuatro <strong>de</strong>dos.<br />

<strong>La</strong> chica me coge la mano y me conduce a la estancia.<br />

-¡Le has gustado!<br />

-Me pasa a menudo –ambos nos carcajeamos.<br />

Entramos en la habitación que nos han asignado y la muchacha me explica mediante<br />

signos que no pue<strong>de</strong> practicar sexo vaginal porque tiene la regla. Que me practicará sexo oral<br />

con la consiguiente rebaja en la tarifa. Apenas ha dicho tres palabras en su explicación.<br />

-¿Hablas mi idioma?<br />

Niega con la cabeza.<br />

-Can you speak English?<br />

99


Misma respuesta.<br />

-Sprechen Sie Deutsch?<br />

Su rostro se ilumina y sonríe.<br />

-¡Claro! –me respon<strong>de</strong> en alemán-. Mis padres son <strong>de</strong> Berlín Este, pero se mudaron a<br />

Moscú cuando tenía dos años.<br />

-Escucha –sentencio-. No quiero follar contigo.<br />

Se queda patidifusa, por lo que prosigo mi explicación.<br />

-Tus jefes no son buenas personas. Yo quiero…<br />

-¿Puedo ayudare? –asiente. De pronto, baja la cabeza y comienza a llorar.<br />

-¿Por qué lloras?<br />

-Uno <strong>de</strong> ellos –creo que se refiere al que me ha invitado a una copa- me violó la<br />

semana pasada –es cierto, yo fui testigo-. Le dije que estaba enferma, pero le dio igual y me<br />

folló.<br />

Decidimos que la mejor <strong>de</strong>cisión es <strong>de</strong>snudarnos y meternos en la cama –dice que<br />

suele vigilar con cámaras por si algo va mas con las chicas. Me cuenta cosas sobre sus padres,<br />

muertos en un acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico. Le cuento cómo fallecieron los míos. Me abraza. <strong>La</strong> cali<strong>de</strong>z<br />

<strong>de</strong> su cuerpo y la sorpren<strong>de</strong>nte y <strong>de</strong>licada suavidad <strong>de</strong> su piel me resulta muy agradables. Me<br />

besa en la mejilla. Me pregunta por mi <strong>historia</strong>. Le cuento a gran<strong>de</strong>s rasgos mi experiencia<br />

carcelaria y la muerte <strong>de</strong> mi novia. Se echa a llorar.<br />

daño.<br />

De repente, el tipo entra.<br />

-¿Qué, la estás <strong>de</strong>jando seca? –al verla llorando, se enoja-. ¿Qué está pasando aquí?<br />

-Es culpa mía, perdona. Se me ha ido la olla mientras le daba por <strong>de</strong>trás y le he hecho<br />

-¡Pagarás por horas, y a precio normal!<br />

-No hay problema. Es que tiene un culo…<br />

-Cinco minutos para largarte.<br />

-De acuerdo.<br />

Comienzo a vestirme. Le susurro que me llama Lucio y por qué se supone que llora.<br />

Ella sonríe.<br />

-Nosotros paz –dice en voz alta para el dueño <strong>de</strong>l club-. Paz –me estrecha la mano-.<br />

Sólo uno error.<br />

-¡Mira, si habla! Si vosotros paz, yo feliz.<br />

-Siento el malentendido –digo vistiéndome.<br />

100


-Nada, tranquilo –dice el dueño, sonriente y visiblemente más tranquilo-. Nos pasa<br />

todos los días. Dame treinta euros y en paz.<br />

Le tiendo los billetes mientras me acompaña al coche.<br />

-¿Sabes una cosa? Me caes bien. Me gustaría verte por aquí a menudo.<br />

-Tratándome así, tienes cliente para rato.<br />

-Me alegra oírlo. Nos vemos –ya estamos <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mi coche.<br />

Voy a días alternos. Me hago amigo <strong>de</strong> Irina. Sonríe cada vez que me ve y me besa<br />

como si <strong>de</strong> verdad me amase. Tiene los mismos ojos y besa igual que mi novia. A veces me<br />

acuerdo tanto <strong>de</strong> ella…<br />

Le pregunto por qué ha terminado en un tugurio así. Sus padres <strong>de</strong> mudaron a<br />

Transnistria teniendo ella doce años, cuando su madre se quedó embarazada <strong>de</strong> su hermano<br />

pequeño. Su hermano nació con un <strong>de</strong>fecto congénito en los pulmones, inoperable y que<br />

supone un dineral en medicinas. Una vez sus padres hubieron fallecido, la herencia unida al<br />

escuálido sueldo <strong>de</strong> Irina como camarera y gogó sufragaron los gastos. Pero la herencia se<br />

acabó y las medicinas seguían siendo imprescindibles.<br />

-Ellos malos, pero mucho euros –se esfuerza por expresarse.<br />

El tiempo pasa y los dueños <strong>de</strong>l club suben cada vez más los precios para tener un rato<br />

<strong>de</strong> intimidad con Irina.<br />

Un día, teniendo el plan más o menos elucubrado, voy a ver a un amigo <strong>de</strong>l<br />

investigador. Ven<strong>de</strong> armas limpias a buen precio y sin preguntas. Le compro una Smith &<br />

Wetson por doscientos euros, que se quedan en ciento ochenta y munición gratis al <strong>de</strong>cir<br />

quién me envía. Me enseña el manejo básico y me recomienda un sitio don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hacer<br />

prácticas <strong>de</strong> tiro.<br />

-Hoy es el día –digo nada más levantarme. Meto en una especia <strong>de</strong> bandolera la pistola<br />

y una foto <strong>de</strong> mi novia. Hago acopio <strong>de</strong> todo el dinero que me queda. Cincuenta mil cien euros<br />

exactos, menos lo que me cueste llenarle el <strong>de</strong>pósito al coche.<br />

Mi nueva casa ha quedado completamente vacía. Es como si nunca hubiese estado ahí.<br />

Respiro hondo y arranco. En la gasolinera una chica <strong>de</strong> mi edad más o menos me sonríe y me<br />

<strong>de</strong>sea que tenga un buen día <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recogerle una libreta que se le había caído al suelo.<br />

Apareció junto a la puerta <strong>de</strong>l club. Pongo la pistola en el bolsillo <strong>de</strong>l jersey. Ocho balas<br />

en el cargador. Deberían sobrarme. Por si acaso, meto en el bolsillo junto a la rodilla izquierda<br />

–llevo unos pantalones anchos y con seis bolsillos, tipo rapero-, unas cuantas balas.<br />

En el club no hay apenas nadie. <strong>La</strong> mayor parte <strong>de</strong> las chicas <strong>de</strong>scansan en el edificio<br />

contiguo, parecido a un barracón. Sólo están los jefes e Irina. Y la camarera.<br />

-¡Hombre! –dice el tipejo-. Nena, ponle un chispazo. He grabado lo <strong>de</strong> ayer <strong>de</strong> la Sexta,<br />

¿quieres verlo?<br />

-Claro.<br />

-¿Tienes prisa?<br />

101


-No.<br />

El programa es un repaso <strong>de</strong> la actualidad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un punto <strong>de</strong> vista irónico y divertido.<br />

Hacía una eternidad que no lo veía. Me sorpren<strong>de</strong> que aún permanezca en la parrilla. Aparece<br />

una <strong>de</strong> las colaboradoras, que ha hecho un encuentro a pie <strong>de</strong> calle para saber cuánta gente se<br />

tatúa y por qué. <strong>La</strong> segunda entrevista es la mía.<br />

-¡Si eres tú! –exclama el dueño sorprendido. El otro se muer<strong>de</strong> el labio inferior.<br />

-Me abordó antes <strong>de</strong> ayer por la calle y no pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle que no.<br />

-¿Es tan guapa en persona?<br />

-Sí, y más. Y qué bien huele.<br />

-A mí que me da morbo esa mujer…<br />

-Es que da morbo.<br />

Rebobina hasta don<strong>de</strong> aparezco y sube el volumen.<br />

-¿Tú cuántos tatuajes llevas? –me pregunta la reportera.<br />

-Uno.<br />

-¿Dón<strong>de</strong>?<br />

-En el brazo.<br />

-¿En el brazo? –dice el dueño <strong>de</strong>l local-. No te lo he visto…<br />

-¿Me lo enseñas? –prosigue la entrevista.<br />

-Vale –el cámara coge una toma perfecta <strong>de</strong>l rostro <strong>de</strong> mi chica-. ¿Lo ves bien?<br />

-Sí. Nadie como tú… ¿Por qué?<br />

-Por la canción <strong>de</strong> Calle 13, y porque son las palabras que mejor <strong>de</strong>finen mis<br />

sentimientos por ella.<br />

-Tu novia encantada por el <strong>de</strong>talle, imagino.<br />

-No lo vio. Murió. El mundo sin ella es una puta mierda.<br />

-¡Oh! –la reportera se queda muda-. Lo siento mucho.<br />

-No te preocupes. No lo sabías.<br />

Me sorpren<strong>de</strong> que lo hayan emitido íntegramente. El otro dueño <strong>de</strong>l lupanar se<br />

levanta <strong>de</strong> golpe.<br />

-¡Eres tú! ¡Lo sabía! –se dirige a su socio-. Del día <strong>de</strong> esto –se quita su perenne pañuelo<br />

<strong>de</strong>l cuello y muestra la cicatriz-. ¡Nos lo hizo él! Herimos a su novia sin querer e intento<br />

matarnos.<br />

-No la heristeis –me levanto apuntándoles con el arma-. <strong>La</strong> matasteis.<br />

102


<strong>La</strong> camarera sale corriendo.<br />

-¡Irina! –voceo-. Hay bastante dinero y las llaves <strong>de</strong> mi coche. Cógelo y huye ahora –le<br />

explico en alemán.<br />

Me besa en la mejilla y al momento oído el coche salir <strong>de</strong>rrapando.<br />

Cierro la sala principal <strong>de</strong>l bur<strong>de</strong>l a cal y canto, mientras los dueños no se han movido<br />

<strong>de</strong>l sitio. Uno <strong>de</strong> ellos ha <strong>de</strong>cidido tomárselo con calma, mientras que el otro no para <strong>de</strong> llorar<br />

y <strong>de</strong> implorar clemencia.<br />

-¡Cállate! –or<strong>de</strong>no apuntándole con el arma.<br />

-Por favor, no –implora-. Me vas a matar por algo que ni siquiera recuerdo.<br />

Me siento en la mesa <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante. Me <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong>l jersey. Me da un calor incómodo y<br />

no necesito ocultar el tatuaje por más tiempo. Cojo una servilleta y un boli –lo tenía en el<br />

bolsillo-, mientras sigo apuntando a mis rehenes con la otra mano.<br />

En el GPS le he programado a Irina la ruta más rápida a la frontera. He incluido una <strong>de</strong><br />

las herramientas <strong>de</strong>l aparato, por el cual pita cuando estas a punto <strong>de</strong> rebasar la velocidad<br />

máxima permitida. Una nota en el volante: “acelera hasta que pite” le hará mantener una<br />

buena velocidad.<br />

Estamos a unos seiscientos cincuenta kilómetro <strong>de</strong> la frontera. El bur<strong>de</strong>l está en una<br />

salida <strong>de</strong> la autopista, luego toda la carretera hasta la frontera va a transcurrir por vías rápidas<br />

<strong>de</strong> primer nivel. Si Irina mantiene una media <strong>de</strong> velocidad <strong>de</strong> unos noventa kilómetros por<br />

hora, en algo más <strong>de</strong> siete horas <strong>de</strong>bería aparecer por la frontera.<br />

Los dos rehenes han permanecido expectantes, uno frío como el hielo, el otro<br />

conteniéndose como pue<strong>de</strong>.<br />

-¿Cuál es el plan? –pregunta el serio fulminándome con la mirada.<br />

-Esperar hasta que yo diga.<br />

-¿Por qué nos haces esto? –dice el otro, sin parar <strong>de</strong> sollozar-. ¿Qué quieres <strong>de</strong><br />

nosotros?<br />

-Cállate y espera.<br />

Los tres nos miramos en silencio, apenas roto por los sollozos. Miro el reloj. Han<br />

pasado veinte minutos. Itina estará a unos treinta kilómetros. Debo darle más ventaja.<br />

Estoy a punto <strong>de</strong> estallar por <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> pura tensión, pero lucho por mantener una<br />

apariencia más o menos estoica. Miro el reloj. Treinta minutos. Cuarenta.<br />

hablo?<br />

El teléfono <strong>de</strong>l bar suena <strong>de</strong> repente. Alborotándonos. Descuelgo.<br />

-¿Sí?<br />

-Hola. Aquí el sargento Hernán<strong>de</strong>z, jefe <strong>de</strong> negociadores <strong>de</strong> la Policía. ¿Con quién<br />

-Llámame Moisés.<br />

103


-Está bien, Moisés. Dime, ¿estáis todos bien ahí <strong>de</strong>ntro?<br />

-Perfectamente.<br />

-¿Cuántos sois?<br />

-Quieres saber <strong>de</strong>masiado, pero como muestra <strong>de</strong> buena fe, te lo voy a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong>cir: dos<br />

rehenes y yo.<br />

Irina.<br />

-Gracias. Déjame mostrar a mí también buena fe. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?<br />

-Una pregunta difícil. ¿Puedo llamarte en unos minutos? No me gustaría equivocarme.<br />

Cuelgo el reloj. Cuarenta y seis minutos. Respiro hondo. <strong>La</strong> ventaja es gran<strong>de</strong> para<br />

El teléfono suena a los tres minutos.<br />

-Moisés, ¿cómo puedo ayudarte?<br />

-Quiero un Hammer aparcado en la puerta <strong>de</strong>l club. Con el <strong>de</strong>pósito lleno y las ruedas<br />

esas que no se pue<strong>de</strong>n pinchar.<br />

-Bueno, eso va a ser difícil <strong>de</strong> conseguir. Va a llevarnos un buen rato.<br />

-No tengo prisa. ¿Cómo <strong>de</strong>bo llamarte?<br />

-Jaime.<br />

-Jaime, te he mostrado mis cartas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Nada <strong>de</strong> golpes bajos, ¿vale?<br />

-¿A qué te refieres?<br />

-Ni entrar a lo bestia, ni gases lacrimógenos ni nada <strong>de</strong> eso. Sólo quiero huir.<br />

-De acuerdo.<br />

-¿Me das tu palabra?<br />

-Sí.<br />

-Somos caballeros, Jaime. Sin palabra no tenemos nada. ¿Estás <strong>de</strong> acuerdo?<br />

-Claro.<br />

Hay un pequeño lapso en silencio.<br />

-Oye Moisés, ¿puedo hacerte una pregunta?<br />

-Claro.<br />

-¿Cómo termina alguien como tú en esta situación?<br />

-¿Alguien como yo?<br />

-Sí. Tienes valores, no pareces un mal tipo. No es el típico caso <strong>de</strong> un yonqui que se ha<br />

puesto hasta arriba, se le tuerce el asalto y acaba en un secuestro.<br />

104


-Creo que entiendo lo que dices. No tengo una respuesta concreta, la verdad. Supongo<br />

que una serie <strong>de</strong> experiencias personales.<br />

club?<br />

-Quiero <strong>de</strong>cir, ¿por qué secuestrar precisamente a esos dos y precisamente en este<br />

-¿Sabes quiénes son?<br />

-No.<br />

-¿No? ¿No sabes sus nombres, sus fotos, sus datos…?<br />

-Sí, pero tampoco es significativo.<br />

-Sabrás que han estado a punto <strong>de</strong> entrar en la cárcel en dos ocasiones, ¿no?<br />

-Sí. Trata <strong>de</strong> mujeres y explotación sexual.<br />

-Sí, las obligaban a tomar hormonas para mejorar su rendimiento. Casi todas están<br />

enfermas por el abuso <strong>de</strong> esas sustancias. ¿Sabes por qué no están en la cárcel? Porque la<br />

acusación perdió la documentación.<br />

-Y claro, eso te ha mosqueado.<br />

-¿Piensas que quiero a alguna <strong>de</strong> las chicas? Te equivocas. ¿Has leído el resto <strong>de</strong> sus<br />

antece<strong>de</strong>ntes?<br />

nada.<br />

-Sí. Homicidio involuntario. También absueltos.<br />

-¿No te resulta extraño? Bueno, repasa los <strong>de</strong>talles a fondo y luego me llamas.<br />

El bar se queda en silencio.<br />

-No sé qué le hice a tu novia. Por favor… -implora uno <strong>de</strong> ellos-. Vas a ejecutarme por<br />

-¿Por nada? –sonrío irónicamente.<br />

-¿Qué he hecho que te ofen<strong>de</strong> tanto?<br />

-No lo sé. Haz examen <strong>de</strong> conciencia.<br />

Tras unos minutos en silencio en los que parece meditar, niega con la cabeza.<br />

-Venga, te doy una pista.<br />

Al lado <strong>de</strong>l reloj en un pequeño espacio que <strong>de</strong>jan las filas <strong>de</strong> botellas <strong>de</strong> los diferentes<br />

licores cuelga un calendario con una foto enorme <strong>de</strong>l club. Pongo el <strong>de</strong>do sobre un día<br />

concreto.<br />

-¿Haz memoria?<br />

-No me viene nada.<br />

-Vale. Otra pista. Estabas en el <strong>de</strong>scampado que usas <strong>de</strong> pica<strong>de</strong>ro, ese que se queda en<br />

la comarcal que cruza a unos quince kilómetros <strong>de</strong> aquí.<br />

105


-¿Lo ves? –interviene el otro rehén-. Nunca <strong>de</strong>jes a un cliente más <strong>de</strong> tres veces con la<br />

misma chica. Hay tontos <strong>de</strong>l culo que vienen a buscar novia.<br />

-¿Es por eso? –dice el otro-. Entién<strong>de</strong>lo, tengo que probarlos para saber qué precio he<br />

<strong>de</strong> pedir por ellas.<br />

violes.<br />

-No, si yo lo entiendo. Lo que no entiendo es que te digo que se encuentra mal y la<br />

-Vamos –se carcajea su compañero-, si cada vez que nos dicen que están malas no<br />

trabajaran… iba a tener que ir yo con los clientes.<br />

-Mira, no te ofendas, comprendo que te guste la rubia –dice el otro rehén, el que ha<br />

estado implorando, ahora algo más tranquilo-, pero tienes que enten<strong>de</strong>r que las putas son así.<br />

-<strong>La</strong> camarera –interviene el serio- lleva follando conmigo menos <strong>de</strong> un mes. Como<br />

trabaja algo menos y servir copas parece que le gusta, se ha imaginado que somos novios, que<br />

la quiero y que la voy a convertir en una especie <strong>de</strong> encargada <strong>de</strong> las chicas.<br />

-¿No has pensado que si tienen tanta imaginación es porque las enterráis en una vida<br />

<strong>de</strong> mierda?<br />

-¡Aquí no obligamos a nadie! –exclama el otro, aún con lágrimas en los ojos.<br />

-¿Cómo calificas entonces lo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scampado? –bramo airado.<br />

-Danos lecciones <strong>de</strong> moral –dice <strong>de</strong>sesperado el otro-, pero bien que te la follabas.<br />

-No es cierto. Sólo hablamos. A lo mejor por eso estaba tan bien visto entre las chicas.<br />

¿Cuántas veces os ha saludado con un beso?<br />

-Sabiendo dón<strong>de</strong> ponen la boca –dice el serio con sorna-, casi mejor así.<br />

-Pero merecéis morir.<br />

-Si vas a hacerlo ten dos huevos y hazlo ahora.<br />

El teléfono retumba <strong>de</strong> repente.<br />

-Hola, Moisés. ¿Sigue todo bien ahí <strong>de</strong>ntro?<br />

-Todo bien. Gracias, Jaime.<br />

-Hemos oído unas voces, no sé si habrá algún problema…<br />

-No, qué va. Todo bien.<br />

-Me alegra saberlo. Escucha, ya tenemos el coche. Un Hammer. Es violeta, pero es<br />

todo lo que hemos podido encontrar con estas prisas.<br />

-No, servirá. Quiero que lo <strong>de</strong>jes mirando a la carretera, con la puerta <strong>de</strong>l conductor<br />

abierta y el motor en marcha. Nada <strong>de</strong> cosas raras. Despejad la entrada <strong>de</strong>l club. Saldré,<br />

liberaré a los rehenes y huiré por carretera. Y <strong>de</strong> aquí a unos años recordaremos esto y nos<br />

reiremos. ¿Estás <strong>de</strong> acuerdo?<br />

106


-Es justo.<br />

-¿Puedo hacerte una pregunta?<br />

-Claro.<br />

-¿Quién os ha dado el aviso?<br />

-<strong>La</strong> camarera.<br />

-¡Ah! –subo la voz consi<strong>de</strong>rablemente para que puedan oírme-, ¡la camarera os ha<br />

avisado! De acuerdo. En un minuto empezamos a salir. Prepara a tu gente.<br />

Me acerco a los rehenes.<br />

-¿Me habéis oído? Fue la camarera quien llamó a la policía.<br />

-¿Y? –respon<strong>de</strong> el serio-. No lo hace por nosotros, lo hace por ella misma. Por ese<br />

trabajo tan espectacular que se supone que vamos a darle.<br />

Miro el reloj. Han pasado algo menos <strong>de</strong> dos horas. Irina <strong>de</strong>bería llegar a la frontera<br />

antes <strong>de</strong> que le <strong>de</strong>n alcance. Descuelgo el teléfono.<br />

-¿Jaime?<br />

-Estoy aquí.<br />

-¿Estás preparado? Vamos a salir.<br />

-Estamos listos.<br />

-Nada <strong>de</strong> tonterías, ¿vale? Ser unos caballeros ha funcionado hasta ahora.<br />

-Sí, está claro.<br />

-Poneos en pie –digo una vez he colgado-. Vamos a salir.<br />

-Gracias, gracias… -balbucea uno <strong>de</strong> ellos.<br />

Cuando se dan la vuelta para caminar hacia la puerta disparo a ambos en plena nuca.<br />

Una muerte rápida e indolora, sin pánico por el <strong>de</strong>sangramiento ni comas profundos.<br />

Dirijo el cañón <strong>de</strong>l arma a mi propia sien, pero se encasquilla. Intento por todos los<br />

medios hacerla funcionar, pero el atasco es total. El arma está inservible, al menos a manos <strong>de</strong><br />

alguien inexperto como yo.<br />

Un pelotazo <strong>de</strong> goma impacta en la boca <strong>de</strong> mi estómago, haciendo que vomite al<br />

instante, cortándome la respiración y haciéndome clavar las rodillas en el suelo.<br />

En un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos otra vez en el juzgado y otra vez en la cárcel, aunque está<br />

vez a un penal <strong>de</strong> máxima seguridad, uno <strong>de</strong> los cuatro <strong>de</strong>l país, a más <strong>de</strong> quinientos<br />

kilómetros <strong>de</strong> mi ciudad. Mejor dicho, <strong>de</strong> la que era mi ciudad o la que aún lo sería si alguien<br />

que me importase siguiera vivo.<br />

Atesoro cientos <strong>de</strong> amenazas –se <strong>de</strong>sveló mi verda<strong>de</strong>ra i<strong>de</strong>ntidad y cayeron el<br />

investigador, el forense y los dueños <strong>de</strong> la funeraria, amén <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> polis y un médico que<br />

107


colaboraron con el <strong>de</strong>tective y el investigador. Ahora todos ellos quieren matarme-, y soy<br />

consciente <strong>de</strong> que el día menos pensado amaneceré apuñalado en la cama. Pero aún me<br />

queda algo con lo que lidiar la espera: aquella canción <strong>de</strong> cuando terminó esa serie que nos<br />

apasionaba a mi novia y a mí. cada vez que la silbo, o que cierro los ojos y la oigo en mi mente<br />

vuelvo a besarla, a oírla en susurros <strong>de</strong>cirme que me quiere, vuelvo a celebrar con mi padre un<br />

gol <strong>de</strong> nuestro equipo, a comer con mi madre sus macarrones <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pasar la mañana<br />

haciéndole recados.<br />

Porque soy libre, y no hay razón para tener miedo cuando uno es libre.<br />

108

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!