Deseo sombrio - Autoras en la sombra
Deseo sombrio - Autoras en la sombra Deseo sombrio - Autoras en la sombra
Deseo sombrío Rita Herron Traducción de Cecilia Pérez Riestra
- Page 2 and 3: Título original: Insatiable Desire
- Page 4 and 5: Agradecimientos Quiero dar las grac
- Page 6 and 7: Tinieblas, un lugar en el que no ha
- Page 8 and 9: en el brazo. La sangre empezó a br
- Page 10 and 11: La Tierra se estremeció como si to
- Page 12 and 13: Fuera, las nubes se movían y la lu
- Page 14 and 15: En el exterior, la luna se había m
- Page 16 and 17: de muerte. Y en aquel enclave era d
- Page 18 and 19: Pero tenía que hablar con él de t
- Page 20 and 21: 2 Vincent cogió el teléfono, dán
- Page 22 and 23: sido más que dos desgraciados acci
- Page 24 and 25: Fuera, las nubes corrían a esconde
- Page 26 and 27: Cinco días para el despertar 3 Vin
- Page 28 and 29: Hacía tiempo que había dejado de
- Page 30 and 31: Vincent rechinó los dientes. Joder
<strong>Deseo</strong> sombrío<br />
Rita Herron<br />
Traducción de Cecilia Pérez Riestra
Título original: Insatiable Desire<br />
Primera edición<br />
© Rita Herron, 2008<br />
Ilustración de portada: © Calderón Studio<br />
Diseño de colección: Alonso Esteban y Dinamic Duo<br />
Derechos exclusivos de <strong>la</strong> edición <strong>en</strong> español:<br />
© 2013, La Factoría de Ideas. C/Pico Mulhacén, 24. Pol. Industrial «El Alquitón».<br />
28500 Arganda del Rey. Madrid. Teléfono: 91 870 45 85<br />
© Pandora Romántica es un sello de La Factoría de Ideas<br />
informacion@<strong>la</strong>factoriadeideas.es<br />
www.<strong>la</strong>factoriadeideas.es<br />
ISBN: 978-84-9018-092-1 Depósito Legal: M-7283-2013<br />
Impreso por B<strong>la</strong>ckprint CPI<br />
Libros publicados de Rita Herron<br />
DESEOS PROHIBIDOS<br />
1. <strong>Deseo</strong> sombrío<br />
Próximam<strong>en</strong>te:<br />
2. Dark hunger<br />
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra<br />
solo puede ser realizada con <strong>la</strong> autorización de sus titu<strong>la</strong>res, salvo excepción prevista por <strong>la</strong> ley. Diríjase<br />
a CEDRO (C<strong>en</strong>tro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o<br />
hacer copias digitales de algún fragm<strong>en</strong>to de esta obra. 5
A mi ag<strong>en</strong>te J<strong>en</strong>ny B<strong>en</strong>t, que es increíble,<br />
por confiar <strong>en</strong> esta trilogía y<br />
<strong>en</strong> mi m<strong>en</strong>te retorcida, y a mi fabulosa<br />
editora Michele Bidelspach por su gran<br />
perspicacia y por unirse a nosotras <strong>en</strong><br />
el <strong>la</strong>do oscuro…
Agradecimi<strong>en</strong>tos<br />
Quiero dar <strong>la</strong>s gracias a mi compañera Stephanie Bond por<br />
su apoyo incondicional y por sus críticas. Gracias a J<strong>en</strong>, a<br />
J<strong>en</strong>ni, a Susa y a Deb por aportar su granito de ar<strong>en</strong>a. Y<br />
a mi marido, por quererme y apoyarme durante todo el<br />
desquiciante proceso de escritura.
Prólogo<br />
En <strong>la</strong>s profundas <strong>sombra</strong>s de <strong>la</strong>s montañas T<strong>en</strong>ebrosas se escondían<br />
monstruos. En aquel lugar se ocultaban <strong>la</strong>s bestias del mal, que se alim<strong>en</strong>taban<br />
de los débiles; criaturas no humanas.<br />
Vinc<strong>en</strong>t Valtrez lo supo a los diez años. Su padre era uno de ellos.<br />
Ahora Vinc<strong>en</strong>t lo estaba persigui<strong>en</strong>do. Se estaba ad<strong>en</strong>trando <strong>en</strong> el<br />
d<strong>en</strong>so bosque, t<strong>en</strong>ía que salvar a su madre, y el feroz vi<strong>en</strong>to le abofeteaba<br />
<strong>la</strong> cara y le cortaba <strong>la</strong>s manos.<br />
Su madre era un ángel de Luz, una vez oyó a su padre l<strong>la</strong>mar<strong>la</strong> así.<br />
Pero eso fue antes de que el <strong>la</strong>do oscuro se apoderase de él y lo poseyese<br />
por completo.<br />
Ojos amarillos y p<strong>en</strong>etrantes acechaban a Vinc<strong>en</strong>t a cada paso que daba<br />
<strong>en</strong> el bosque. Se quedó sin ali<strong>en</strong>to al tropezar con un tronco astil<strong>la</strong>do<br />
y cayó <strong>en</strong>tre zarzas y troncos cubiertos de hielo. Las agujas de pino se<br />
le c<strong>la</strong>varon <strong>en</strong> <strong>la</strong>s palmas de <strong>la</strong>s manos y <strong>la</strong>s yemas de los dedos se le<br />
ll<strong>en</strong>aron de espinas. Se puso de rodil<strong>la</strong>s y se hurgó <strong>en</strong> los bolsillos para<br />
int<strong>en</strong>tar vaciarlos de hojas y hierbajos; sabía que su padre podía estar<br />
vigilándolo y que probablem<strong>en</strong>te estaría preparado para saltar sobre él<br />
<strong>en</strong> cualquier mom<strong>en</strong>to.<br />
Un oso negro gruñó <strong>en</strong> algún lugar cercano y un lobo aulló <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />
distancia. Antes esas señales de peligro inmin<strong>en</strong>te, Vinc<strong>en</strong>t se quedó<br />
paralizado. De rep<strong>en</strong>te, una sacudida le hizo dar un brinco y salir corri<strong>en</strong>do,<br />
a pesar de que se le hundían los pies y <strong>la</strong> nieve le aprisionaba<br />
los tobillos y hacía que se redujese su velocidad. El vi<strong>en</strong>to arremolinaba<br />
los copos que se perdían <strong>en</strong> una nieb<strong>la</strong> cegadora y el torbellino<br />
le anu<strong>la</strong>ba por completo <strong>la</strong> visión. Avanzaba con dificultad. Sudaba al<br />
esca<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s escarpadas colinas y al apartar a manotazos <strong>la</strong>s ramas que le<br />
golpeaban <strong>la</strong> cara.<br />
Quería darse prisa. Buscaba <strong>la</strong> caverna que su padre le había mostrado<br />
hacía tiempo. Estaba <strong>en</strong> algún lugar <strong>en</strong> el corazón del bosque de <strong>la</strong>s<br />
9
Tinieb<strong>la</strong>s, un lugar <strong>en</strong> el que no había ni una so<strong>la</strong> luz. Era <strong>la</strong> tierra de <strong>la</strong><br />
muerte y allí solo habitaban criaturas no humanas.<br />
Era un refugio de demonios donde su padre era v<strong>en</strong>erado.<br />
Aquel era el infierno al que se había llevado a su madre para torturar<strong>la</strong>.<br />
Las emociones am<strong>en</strong>azaron con desestabilizar a Vinc<strong>en</strong>t <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to<br />
<strong>en</strong> el que el eco de los lloros de su madre retumbó <strong>en</strong> su cabeza. El<strong>la</strong><br />
había int<strong>en</strong>tado protegerlo y esa era <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> que su padre había<br />
decidido hacer<strong>la</strong> desaparecer.<br />
Vinc<strong>en</strong>t t<strong>en</strong>ía que det<strong>en</strong>erlo.<br />
Las nubes de torm<strong>en</strong>ta se desp<strong>la</strong>zaban de forma inquietante por un<br />
cielo cada vez más oscuro. El d<strong>en</strong>so y corrosivo olor a sangre y muerte<br />
aum<strong>en</strong>taba a medida que se acercaba a los á<strong>la</strong>mos negros que delimitaban<br />
el camino al bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s. Vinc<strong>en</strong>t había probado <strong>la</strong><br />
amargura de su propio miedo mi<strong>en</strong>tras avanzaba; <strong>la</strong>s <strong>en</strong>redaderas se<br />
mecían pesadam<strong>en</strong>te, tratando de atraparlo cada vez que se det<strong>en</strong>ía bajo<br />
<strong>la</strong> nube negra.<br />
De pronto, el suelo se revolvió bajo sus p<strong>la</strong>ntas, g<strong>en</strong>erando un silbido.<br />
Enseguida, miles de serpi<strong>en</strong>tes aparecieron a sus pies y com<strong>en</strong>zaron a<br />
mordisquearle los talones y a <strong>en</strong>roscarse <strong>en</strong> sus piernas. Empezó a darles<br />
patadas y a <strong>la</strong> vez, de un manotazo, cogió el cuchillo que llevaba <strong>en</strong> el<br />
bolsillo. Todo esto no hizo sino alterar<strong>la</strong>s todavía más.<br />
Las serpi<strong>en</strong>tes no dejaban de succionarle <strong>la</strong> piel para amedr<strong>en</strong>tarlo,<br />
querían hacerle sucumbir ante su miedo. Pero él no retrocedía. En vez de<br />
eso gruñó con furia y, con una cuchil<strong>la</strong>da, consiguió quitarse de <strong>en</strong>cima<br />
una doc<strong>en</strong>a de malignas criaturas que desaparecieron <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad.<br />
Surgieron más <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s ramas y lo atacaron; otros bichos parecidos a<br />
los murcié<strong>la</strong>gos también arremetieron contra él, pero estos chil<strong>la</strong>ban y<br />
se le <strong>la</strong>nzaban a los ojos.<br />
Luchó contra ellos y se zambulló <strong>en</strong> un mar de criaturas demoniacas.<br />
Avanzó y por fin <strong>en</strong>contró <strong>la</strong> caverna: era un agujero del tamaño de un<br />
elefante <strong>en</strong> una h<strong>en</strong>didura <strong>la</strong>teral de <strong>la</strong> montaña.<br />
La <strong>en</strong>trada se lo tragó como si de un agujero negro se tratase. El vacío<br />
del interior devolvía el eco de unos espantosos sonidos. El odio y <strong>la</strong> ira<br />
se hicieron un hueco <strong>en</strong>tre sus s<strong>en</strong>saciones, afianzando su coraje.<br />
—Sabía que v<strong>en</strong>drías, hijo.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se detuvo ante el tono am<strong>en</strong>azador de su padre.<br />
—Padre, por favor, deja marchar a madre. El<strong>la</strong> te quiere.<br />
—¡Vinc<strong>en</strong>t, corre! —gritó su madre—. Es una trampa.<br />
10
Hubo un chillido agudo y desgarrador que cortó el aire cuando su<br />
padre giró <strong>la</strong> mano para iniciar una circunfer<strong>en</strong>cia de fuego alrededor<br />
del lugar <strong>en</strong> el que su madre se <strong>en</strong>contraba. Vinc<strong>en</strong>t <strong>la</strong> localizó <strong>en</strong> ese<br />
mom<strong>en</strong>to y vio que no llevaba puesto más que un camisón b<strong>la</strong>nco de<br />
algodón y que estaba manchada de sangre. Esas manchas eran <strong>la</strong> confirmación<br />
de que había sido torturada, t<strong>en</strong>ía marcas <strong>en</strong> <strong>la</strong> cara, <strong>en</strong> <strong>la</strong>s manos,<br />
<strong>en</strong> los brazos y <strong>en</strong> <strong>la</strong>s piernas.<br />
Le costaba respirar ante semejante situación. Cuando era pequeño,<br />
su madre lo mecía, lo cuidaba si se ponía <strong>en</strong>fermo, le leía historias de <strong>la</strong><br />
Biblia y le cantaba cuando lo asustaba <strong>la</strong> oscuridad.<br />
Ahora había sido golpeada y estaba atada a una viga de madera como<br />
si fuera un animal listo para ser sacrificado.<br />
—¡Corre, hijo mío, sálvate! —gritó—. No te dejes arrastrar por el<br />
<strong>la</strong>do oscuro o te convertirás <strong>en</strong> algui<strong>en</strong> como él.<br />
El padre de Vinc<strong>en</strong>t se rió al saberse ganador. Vinc<strong>en</strong>t no iba a permitir<br />
que su madre muriese de aquel<strong>la</strong> manera, aunque eso significase morir<br />
con el<strong>la</strong> o abandonarse al <strong>la</strong>do oscuro para siempre.<br />
Las l<strong>la</strong>mas habían creado una aureo<strong>la</strong> angelical alrededor de <strong>la</strong> cara<br />
de <strong>la</strong> mujer. El amuleto que siempre llevaba <strong>en</strong> el cuello para protegerse<br />
resp<strong>la</strong>ndecía y contrastaba con su pálida piel. El fuego <strong>la</strong> rodeaba,<br />
formando un circuito, y bai<strong>la</strong>ba con <strong>la</strong>s <strong>sombra</strong>s, asediando sus pies<br />
descalzos. Vinc<strong>en</strong>t se <strong>la</strong>nzó hacia de<strong>la</strong>nte y saltó a través de <strong>la</strong>s brasas<br />
con su cuchillo. Pero justo cuando iba a cortar <strong>la</strong>s cuerdas que <strong>la</strong> ret<strong>en</strong>ían,<br />
su padre se atravesó <strong>en</strong> su camino. Int<strong>en</strong>tó llegar a el<strong>la</strong> de nuevo<br />
y se <strong>la</strong>s arregló para alcanzar el amuleto. El medallón de oro con <strong>la</strong>s<br />
a<strong>la</strong>s de un ángel grabadas le quemó <strong>la</strong> palma de una mano durante un<br />
segundo, pero inmediatam<strong>en</strong>te su padre se lo arrebató y lo devolvió<br />
a <strong>la</strong> hoguera.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se agitó y gritó a su padre, pero este lo derribó, dejándolo<br />
<strong>en</strong> el suelo.<br />
—Pelea conmigo, hijo. Pelea conmigo y tal vez así te permita salvar<strong>la</strong>.<br />
Su madre gritó ahogadam<strong>en</strong>te:<br />
—¡No, Vinc<strong>en</strong>t, no sucumbas ante él!<br />
La ira le recorrió <strong>la</strong>s v<strong>en</strong>as y elevó el cuchillo poniéndolo <strong>en</strong> movimi<strong>en</strong>to.<br />
Fuera el vi<strong>en</strong>to rugía y un remolino de aire he<strong>la</strong>do se formó <strong>en</strong><br />
el exterior de <strong>la</strong> cueva. Vinc<strong>en</strong>t trató de c<strong>la</strong>varle el cuchillo a su padre,<br />
pero este estiró <strong>la</strong> mano con una ferocidad inusitada y le arrebató el<br />
arma; se recompuso y, de un golpe seco, le asestó una puña<strong>la</strong>da a Vinc<strong>en</strong>t<br />
11
<strong>en</strong> el brazo. La sangre empezó a brotar a borbotones y aquel<strong>la</strong> imag<strong>en</strong><br />
desató <strong>la</strong>s carcajadas de su opon<strong>en</strong>te.<br />
Vinc<strong>en</strong>t dejó que el dolor se apoderara de él y eso le dio fuerzas para<br />
aba<strong>la</strong>nzarse contra su padre de nuevo y golpearlo con todas su fuerzas.<br />
Consiguió derribarlo y ambos rodaron y pelearon sobre <strong>la</strong> superficie<br />
empedrada. El cuchillo le fue haci<strong>en</strong>do cortes <strong>en</strong> los muslos, <strong>en</strong> <strong>la</strong>s nalgas,<br />
<strong>en</strong> <strong>la</strong>s manos y, finalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> <strong>la</strong> barriga. Vinc<strong>en</strong>t empezó a escupir<br />
sangre mi<strong>en</strong>tras se <strong>en</strong>cogía, agarrándose el estómago e int<strong>en</strong>tando<br />
esquivar otro golpe.<br />
Su madre gritó y él giró <strong>la</strong> cabeza <strong>en</strong> esa dirección: <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas <strong>la</strong> estaban<br />
consumi<strong>en</strong>do. Los ojos le bril<strong>la</strong>ban con terror y pesadumbre y <strong>en</strong><br />
ellos se desve<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> certeza de <strong>la</strong> muerte. Sabía que su hijo se quedaría<br />
solo con ese monstruo.<br />
La cólera y <strong>la</strong> rabia agitaron <strong>la</strong> sangre de Vinc<strong>en</strong>t. Su cuerpo se<br />
sacudía a medida que el fuego se <strong>la</strong> iba comi<strong>en</strong>do, su cabello se arremolinaba<br />
hasta que fue también alcanzado. Vinc<strong>en</strong>t gritó horrorizado<br />
e int<strong>en</strong>tó reptar hacia su madre; el<strong>la</strong> tomó ali<strong>en</strong>to por última vez y el<br />
fuego <strong>la</strong> consumió. El palo al que permanecía atada se resquebrajó al<br />
caer <strong>en</strong> <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas, se rompió y miles de chispas saltaron sobre el suelo<br />
quemado. Vinc<strong>en</strong>t agarró uno de esos maderos astil<strong>la</strong>dos y lo alzó a<br />
modo de antorcha.<br />
Los malignos ojos de su padre volvieron a retarlo y otra vez se <strong>la</strong>nzó a<br />
por él con el cuchillo. El hijo empuñó <strong>la</strong> estaca como si fuese una espada,<br />
<strong>la</strong> levantó y <strong>la</strong> apuntó firme hacia el impávido corazón de su padre.<br />
La cara de este reflejó sorpresa, pero <strong>en</strong>seguida mutó para dar paso a<br />
una perversa carcajada que zumbó <strong>en</strong> <strong>la</strong>s oscuras paredes.<br />
La bilis alcanzó <strong>la</strong> garganta de Vinc<strong>en</strong>t. Incluso muerto, su padre<br />
había triunfado.<br />
—Eres igual que yo, chico, ti<strong>en</strong>es ma<strong>la</strong> sangre —susurró con <strong>la</strong> fuerza<br />
del último ali<strong>en</strong>to.<br />
El mundo se revolvió asquerosam<strong>en</strong>te y Vinc<strong>en</strong>t reptó hacia <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas.<br />
A<strong>la</strong>rgó los dedos hasta hacerse con el amuleto. El metal ardi<strong>en</strong>te<br />
le chamuscó <strong>la</strong> mano, pero se negó a soltarlo. Agotado, Vinc<strong>en</strong>t se desplomó<br />
<strong>en</strong>tre <strong>la</strong> mugre y se apagó <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad. Las pa<strong>la</strong>bras que su<br />
padre había pronunciado antes de morir hacían eco <strong>en</strong> su cabeza. Ma<strong>la</strong><br />
sangre, ma<strong>la</strong> sangre, ma<strong>la</strong> sangre…<br />
Deseó morir <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to también. No quería crecer y convertirse<br />
<strong>en</strong> un monstruo siniestro como él.<br />
12
Ya había perdido una parte de su alma, pues había matado a algui<strong>en</strong><br />
por primera vez.<br />
Lo que significaba que el mal ya había <strong>en</strong>terrado sus t<strong>en</strong>táculos <strong>en</strong> lo<br />
más profundo de su ser.<br />
Helzebar, el líder de los demonios del inframundo, se mantuvo al marg<strong>en</strong><br />
y ap<strong>la</strong>udió cuando <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas consumieron al hombre y a <strong>la</strong> mujer<br />
y cuando el niño se ahogó <strong>en</strong> su propia sangre.<br />
Zion había superado su exam<strong>en</strong> más difícil al matar a su mujer, al<br />
matar a un ángel. Un bi<strong>en</strong>hechor m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> <strong>la</strong> Tierra que ya no podría<br />
inmiscuirse <strong>en</strong> sus p<strong>la</strong>nes.<br />
La victoria era dulce. En una misma tarde, no solo había capturado<br />
un alma, sino dos: <strong>la</strong> del padre y <strong>la</strong> del hijo.<br />
Esta noche habría una celebración <strong>en</strong> el inframundo.<br />
Pero ¿había captado ya el alma del hijo para el mal?<br />
Echó una mirada a su subordinado, uno de los muchos recaudadores<br />
de almas, pero sus ojos vacíos y saltones permanecieron <strong>en</strong> b<strong>la</strong>nco.<br />
—El chico no es completam<strong>en</strong>te nuestro todavía —concluyó el recaudador<br />
de almas—. Ha matado para salvar a otro, no por el mero p<strong>la</strong>cer<br />
de hacerlo.<br />
Helzebar se estremeció. Le repelía <strong>la</strong> idea de que el bi<strong>en</strong> existiese. Vinc<strong>en</strong>t<br />
era un señor de <strong>la</strong> Oscuridad, un ser especial educado <strong>en</strong> <strong>la</strong> bondad<br />
y <strong>la</strong> maldad. Su madre había sido un ángel de Luz: bondad. Su padre,<br />
Zion, había sido un señor de <strong>la</strong> Oscuridad antes de que lo convirtieran.<br />
Sin embargo, Zion había fracasado porque no había logrado adscribir<br />
a Vinc<strong>en</strong>t al <strong>la</strong>do oscuro.<br />
Si Vinc<strong>en</strong>t eligiese el camino del bi<strong>en</strong>, podría convertirse <strong>en</strong> el líder<br />
más temido por los señores de <strong>la</strong> Oscuridad el día de mañana.<br />
¿Pasaría el exam<strong>en</strong> Vinc<strong>en</strong>t cuando llegase el mom<strong>en</strong>to?<br />
Helzebar agitó <strong>en</strong>fadado su abrasadora espada.<br />
—Necesitamos su fuerza. D<strong>en</strong>tro de veinte años, Zion resurgirá de<br />
su tumba para asumir el liderazgo del inframundo. Para derrotar a su<br />
hijo, el señor de <strong>la</strong> Oscuridad multiplicará por diez su fuerza.<br />
Si todo saliese según lo previsto, Vinc<strong>en</strong>t traería a otros con él para<br />
glorificar el reino de Zion. Un ejército de soldados del mal.<br />
Helzebar dejó caer un trocito de roca negra al <strong>la</strong>do del chico, como prueba<br />
de su pres<strong>en</strong>cia, como símbolo fundacional de su pa<strong>la</strong>cio <strong>en</strong> <strong>la</strong> Tierra.<br />
13
La Tierra se estremeció como si todos los dioses hubies<strong>en</strong> aunado sus<br />
fuerzas y <strong>la</strong>s Parcas se carcajearon y empezaron a des<strong>en</strong>rol<strong>la</strong>r hilos de<br />
lino para medir <strong>la</strong>s vidas de cada mortal. Ares provocaría <strong>la</strong>s guerras a<br />
lo <strong>la</strong>rgo y ancho del mundo, llevándose miles de vidas. Afrodita y Eros<br />
perderían y el amor moriría. Finalm<strong>en</strong>te todo el bi<strong>en</strong> sería quemado y<br />
reducido a escombros.<br />
Solo el mal y el caos sobrevivirían, tal y como Satán había predicho.<br />
14
Veinte años después: seis días para el despertar<br />
1<br />
El primer polvo era siempre el mejor.<br />
Esto no quiere decir que el ag<strong>en</strong>te especial Vinc<strong>en</strong>t Valtrez nunca se<br />
hubiese llevado a <strong>la</strong> cama a <strong>la</strong> misma mujer dos veces.<br />
No era eso, pero <strong>la</strong> verdad es que él s<strong>en</strong>tía que el hecho de repetir<br />
con una mujer quizá condujese a que sus int<strong>en</strong>ciones fues<strong>en</strong> malinterpretadas.<br />
Algui<strong>en</strong> podría darle importancia. Algui<strong>en</strong> podría llegar a esperar<br />
algo de él.<br />
Y él no t<strong>en</strong>ía nada que ofrecer.<br />
El sexo era sexo. Una necesidad animal primaria. Una necesidad que<br />
el satisfacía de bu<strong>en</strong> grado.<br />
No como <strong>la</strong> del demonio que bullía <strong>en</strong> su interior, contra el que debía<br />
luchar a diario.<br />
Los muelles de <strong>la</strong> cama de <strong>la</strong> habitación de aquel motel chirriaban<br />
mi<strong>en</strong>tras él trataba de abrirle <strong>la</strong> blusa a aquel<strong>la</strong> mujer. No podía apartar<br />
<strong>la</strong> vista de sus pechos, admiraba cómo sobresalían por <strong>en</strong>cima del <strong>en</strong>caje.<br />
Una oleada de calor le subió por <strong>la</strong> espalda cuando los pezones de<br />
<strong>la</strong> jov<strong>en</strong> se arrugaron y solicitaron una dosis de at<strong>en</strong>ción. Un Martini<br />
a medianoche había sido sufici<strong>en</strong>te para que <strong>la</strong> chica se derritiese <strong>en</strong>tre<br />
sus manos ansiosas de lujuria.<br />
Se s<strong>en</strong>tó a horcajadas sobre el<strong>la</strong> y le desabrochó el cierre de<strong>la</strong>ntero<br />
del sujetador; su pol<strong>la</strong> se movió nerviosam<strong>en</strong>te cuando aquel<strong>la</strong>s grandes<br />
tetas le ll<strong>en</strong>aron <strong>la</strong>s manos. La chica empezó a gemir y dibujó una línea<br />
con un dedo alrededor de su mandíbu<strong>la</strong>. Lo cogió por <strong>la</strong> cabeza y <strong>la</strong><br />
arrastró hacia <strong>la</strong> suya mordisqueándole los <strong>la</strong>bios. Sus l<strong>en</strong>guas bai<strong>la</strong>ron<br />
juntas y el<strong>la</strong> deslizó un pie hacia <strong>la</strong> parte trasera de <strong>la</strong> pantorril<strong>la</strong> de él,<br />
haciéndolo <strong>en</strong>loquecer de deseo.<br />
15
Fuera, <strong>la</strong>s nubes se movían y <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> luna iluminaba <strong>la</strong> habitación,<br />
ll<strong>en</strong>ándo<strong>la</strong> de c<strong>la</strong>ridad y aportando luminosidad a <strong>la</strong> sonrosada cara de <strong>la</strong><br />
chica, que <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to le arrancaba <strong>la</strong> camisa y le acariciaba el pecho.<br />
Vinc<strong>en</strong>t llevaba años sinti<strong>en</strong>do el mal <strong>en</strong> su interior, desde el mom<strong>en</strong>to<br />
<strong>en</strong> que sus padres habían desaparecido. Todo había cambiado <strong>la</strong> noche <strong>en</strong><br />
que lo habían <strong>en</strong>contrado <strong>en</strong> el borde del bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s, magul<strong>la</strong>do,<br />
golpeado y tan traumatizado que había perdido <strong>la</strong> memoria.<br />
Aun así, temía que su padre hubiese matado a su madre…<br />
Aquel<strong>la</strong> mujer, con <strong>la</strong>s uñas pintadas del color de <strong>la</strong> sangre, le arañó <strong>la</strong><br />
piel. Una gota de sangre se derramó y se mezcló con el sudor. Eso lo puso<br />
incluso más cachondo, y <strong>en</strong> su m<strong>en</strong>te se desdibujó <strong>la</strong> línea que lo difer<strong>en</strong>ciaba<br />
de todos los asesinos a los que trataba de capturar <strong>en</strong> su día a día.<br />
Durante un instante <strong>la</strong> bestia de su interior alzó <strong>la</strong> cabeza y se imaginó cómo<br />
sería deslizar <strong>la</strong>s manos alrededor de aquel esbelto cuello fem<strong>en</strong>ino: primero<br />
le hundiría los dedos hacia el interior de <strong>la</strong> <strong>la</strong>ringe y cuando tuviese los ojos<br />
desorbitados, observaría cómo <strong>la</strong> vida abandonaba su cuerpo l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te.<br />
Al suspirar, el aire que salió <strong>en</strong>tre los di<strong>en</strong>tes apretados se convirtió <strong>en</strong><br />
un silbido que lo devolvió a <strong>la</strong> realidad. El <strong>la</strong>do oscuro, los agujeros negros,<br />
trataban de absorberlo para hacerse con el control de su ser…<br />
No podía sucumbir a <strong>la</strong> oscuridad. Era un ag<strong>en</strong>te del FBI. Había jurado<br />
que salvaría vidas, no que <strong>la</strong>s robaría.<br />
El<strong>la</strong>, completam<strong>en</strong>te aj<strong>en</strong>a a <strong>la</strong> confusión que él vivía, lo atrajo bruscam<strong>en</strong>te<br />
hacia sí y le cogió <strong>la</strong>s manos para colocar<strong>la</strong>s <strong>en</strong> sus muslos. Se<br />
s<strong>en</strong>tía muy cali<strong>en</strong>te. Mojada. Preparada.<br />
La crudeza del asunto hizo que volviese <strong>en</strong> sí. Con un gruñido, hundió <strong>la</strong><br />
oscuridad <strong>en</strong> sus profundidades y se agachó para chupar un arrugado pezón.<br />
El<strong>la</strong> ronroneaba como un gatito hambri<strong>en</strong>to. Abrió los muslos y lo invitó<br />
a <strong>en</strong>trar, acariciando su erección. Elevó el pubis, se bajó <strong>la</strong>s bragas y le llevó<br />
los dedos hasta su húmeda vagina. Su gemido de p<strong>la</strong>cer rompió <strong>la</strong> barrera<br />
de resist<strong>en</strong>cia que Vinc<strong>en</strong>t había levantado e hizo que se descontro<strong>la</strong>ra, que<br />
le arrancase el sujetador y <strong>la</strong>s bragas, y le levantase <strong>la</strong> falda hasta <strong>la</strong> cintura.<br />
Aquel<strong>la</strong> falda ajustada era <strong>la</strong> culpable de que sus ojos se hubies<strong>en</strong> fijado <strong>en</strong><br />
ese culo y se hubiese excitado tanto cuando <strong>la</strong> vio <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> el bar.<br />
Los pantalones y los calzoncillos cayeron al suelo, los calcetines los<br />
siguieron y después sacó un condón. Siempre lo hacía con protección,<br />
no podía permitirse que un niño continuase <strong>la</strong> estirpe Valtrez.<br />
Gruñ<strong>en</strong>do con anhelo, le cogió <strong>la</strong>s manos y se <strong>la</strong>s colocó a <strong>la</strong> altura de <strong>la</strong><br />
cabeza, sujetándo<strong>la</strong> como si fuese una prisionera a merced de sus deseos.<br />
16
Se resistió medio <strong>en</strong> broma, pero sus ojos bril<strong>la</strong>ban con <strong>la</strong> locura del<br />
des<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>o mi<strong>en</strong>tras él frotaba su cuerpo palpitante contra el de el<strong>la</strong>. Esta<br />
se mojó los <strong>la</strong>bios y luego le mordió el cuello. El ag<strong>en</strong>te volvió a gruñir y<br />
<strong>la</strong> puso de espaldas, bajándole <strong>la</strong> cabeza hasta el estómago. No le gustaba<br />
verles <strong>la</strong>s caras, no quería que existiese ninguna conexión afectiva.<br />
Le pasó <strong>la</strong>s manos por los hombros desnudos, desc<strong>en</strong>dió para masajearle<br />
el culo y luego <strong>la</strong> levantó para poner<strong>la</strong> de rodil<strong>la</strong>s. El<strong>la</strong> preparó sus<br />
manos y gimió, meciéndose hacia de<strong>la</strong>nte, <strong>la</strong>nzándose hacia él.<br />
—Quiero que estés d<strong>en</strong>tro de mí, Vinc<strong>en</strong>t —le suplicó—. Tómame ya.<br />
Las l<strong>la</strong>mas de <strong>la</strong> lujuria se <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dieron todavía más cuando su pol<strong>la</strong><br />
le golpeó el trasero y <strong>la</strong> punta de su sexo estimu<strong>la</strong>ba el de el<strong>la</strong>. Se deslizó<br />
hacia el interior de su húmedo cauce unos dos c<strong>en</strong>tímetros, luego<br />
se retiró, volvió otra vez hacia d<strong>en</strong>tro y mantuvo <strong>la</strong> presión de ambos.<br />
—Dios mío, cariño, por favor…<br />
Le <strong>en</strong>cantaba cuando <strong>la</strong>s chicas le suplicaban…<br />
Se abrió para él y lo hizo <strong>en</strong>loquecer, <strong>la</strong> imag<strong>en</strong> de el<strong>la</strong> ofreciéndose hizo<br />
que su cuerpo ardiera <strong>en</strong> l<strong>la</strong>mas. Al c<strong>la</strong>várse<strong>la</strong>, <strong>la</strong> embistió tan fuerte que<br />
el<strong>la</strong> gritó su nombre y agarró <strong>la</strong>s sábanas, retorciéndo<strong>la</strong>s <strong>en</strong>tre sus uñas<br />
pintadas del color de <strong>la</strong> sangre. Él <strong>la</strong> agarró por <strong>la</strong>s caderas y com<strong>en</strong>zó a<br />
hundírse<strong>la</strong> cada vez más profundam<strong>en</strong>te, cada vez más rápido; notaba cómo<br />
el sudor recorría su cuerpo y <strong>la</strong> sangre fluía por su p<strong>en</strong>e. El<strong>la</strong> utilizaba su<br />
propio cuerpo para plegarse al de su amante, t<strong>en</strong>sándolo y chupándolo,<br />
produciéndole una deliciosa s<strong>en</strong>sación. Con los jadeos, se iba acelerando<br />
el ritmo. Él cerró los ojos y escuchó su respiración áspera, su propio pecho<br />
cada vez más pesado mi<strong>en</strong>tras int<strong>en</strong>taba retrasar su orgasmo. El p<strong>la</strong>cer<br />
era int<strong>en</strong>so, y <strong>la</strong> culminación, inmin<strong>en</strong>te.<br />
Una estocada más y se inclinó, apretó <strong>la</strong> espalda contra su pecho a<br />
<strong>la</strong> vez que acariciaba sus pezones con los dedos. Eso hizo que alcanzase<br />
<strong>en</strong>seguida el orgasmo, y su cuerpo se agitó y se contrajo aferrado al del<br />
hombre. Sin interrumpir el movimi<strong>en</strong>to, <strong>la</strong> volvió a p<strong>en</strong>etrar mi<strong>en</strong>tras<br />
el sudor le resba<strong>la</strong>ba por <strong>la</strong>s cejas y el sonido de sus cuerpos desnudos<br />
chocando se mezcló con el que producía el vi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el exterior.<br />
Vinc<strong>en</strong>t no perdió el control <strong>en</strong> ningún mom<strong>en</strong>to.<br />
Estuvo a punto <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to del clímax, pero incluso <strong>en</strong> ese instante<br />
de turbación, mantuvo a raya sus emociones. Un sonido gutural surgió de lo<br />
más profundo de sus <strong>en</strong>trañas, y lo que hizo fue <strong>en</strong>terrarlo aún más hondo<br />
con <strong>la</strong> fuerza del grito que liberó <strong>en</strong> el mismo mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que su orgasmo<br />
<strong>la</strong> inundó.<br />
17
En el exterior, <strong>la</strong> luna se había movido hasta que quedó oculta tras<br />
<strong>la</strong>s nubes y desapareció por completo. Un vacío oscuro y premonitorio<br />
ocupó <strong>la</strong> habitación. El vi<strong>en</strong>to rugió de rep<strong>en</strong>te y <strong>la</strong>s paredes vibraron.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se a<strong>la</strong>rmó, sus s<strong>en</strong>tidos se afinaron y lo alertaron de que el<br />
demonio se había despertado y estaba preparado para sembrar el caos.<br />
Un segundo más tarde, el teléfono móvil sonó desde <strong>la</strong> mesil<strong>la</strong> de noche,<br />
y lo liberó de antemano de <strong>la</strong> situación inevitablem<strong>en</strong>te incómoda<br />
que se avecinaba.<br />
Soltó bruscam<strong>en</strong>te a <strong>la</strong> mujer y esta se desplomó hacia de<strong>la</strong>nte,<br />
todavía temb<strong>la</strong>ndo tras su reci<strong>en</strong>te culminación. Él se quitó el condón<br />
y se separó de el<strong>la</strong>, <strong>en</strong> ese mismo instante sintió asco de sí mismo.<br />
Pero, Dios mío, ¿qué acababa de pasar? Había imaginado cómo sería<br />
matar<strong>la</strong>.<br />
El<strong>la</strong> lo agarró del brazo y trató de ret<strong>en</strong>erlo.<br />
—No contestes al teléfono.<br />
T<strong>en</strong>ía que irse. Era <strong>la</strong> única forma de mant<strong>en</strong>er<strong>la</strong> a salvo.<br />
—El deber me l<strong>la</strong>ma.<br />
El<strong>la</strong> parpadeó con <strong>la</strong>scivia y le tocó el miembro con un dedo; recogió<br />
un resto de sem<strong>en</strong> de <strong>la</strong> punta de su p<strong>en</strong>e y se lo llevó a <strong>la</strong> boca.<br />
—Pero yo ya t<strong>en</strong>go ganas de repetir.<br />
—Para poder comp<strong>la</strong>certe, t<strong>en</strong>drías que conv<strong>en</strong>cer a los delincu<strong>en</strong>tes<br />
de que se tom<strong>en</strong> una noche libre —respondió.<br />
El<strong>la</strong> suspiró, pero él ignoró con destreza <strong>la</strong> clásica mirada de decepción,<br />
esa mirada necesitada que sugería que lo que el<strong>la</strong> buscaba<br />
no era solo echar un polvo, sino también algo de cariño, un poco de<br />
conversación.<br />
Hizo caso omiso y se <strong>la</strong>nzó a por el teléfono, dando a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der lo que<br />
no le gustaría t<strong>en</strong>er que decir <strong>en</strong> voz alta. Aquel<strong>la</strong> chica era una bu<strong>en</strong>a<br />
candidata para fol<strong>la</strong>r, pero no había ninguna posibilidad de llegar a ser<br />
algo más. No t<strong>en</strong>ía s<strong>en</strong>tido m<strong>en</strong>tirle. Había sido simplem<strong>en</strong>te un polvo<br />
sin compromiso <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to de descanso <strong>en</strong>tre dos casos.<br />
El<strong>la</strong> se mordió los <strong>la</strong>bios y mostró una sonrisa de decepción antes de<br />
recoger <strong>la</strong> seductora falda. Sin embargo, él no se disculpó, simplem<strong>en</strong>te<br />
no podía ofrecer lo que no t<strong>en</strong>ía: corazón.<br />
La silueta del cuerpo de <strong>la</strong> mujer aún se ba<strong>la</strong>nceaba <strong>en</strong> el árbol Diabólico<br />
del jardín de<strong>la</strong>ntero de C<strong>la</strong>rissa King.<br />
18
El<strong>la</strong> se estremecía y se peleaba con <strong>la</strong> urg<strong>en</strong>cia de hacerse con un<br />
hacha para cortar una rama y bajar aquello de allí. Ya lo había int<strong>en</strong>tado<br />
antes, pero el árbol estaba petrificado y <strong>en</strong>cantado con algún tipo<br />
de <strong>en</strong>ergía sobr<strong>en</strong>atural. Cada vez que le cortaba un vástago, volvía a<br />
nacer y sin embargo, <strong>la</strong> hierba no crecía a sus pies. Además, <strong>en</strong> invierno,<br />
cuanto <strong>la</strong> nieve tocaba sus ramas, se derretía inmediatam<strong>en</strong>te. Entre<br />
sus ramas se escuchaban gritos lejanos que tal vez no fues<strong>en</strong> otra cosa<br />
que los a<strong>la</strong>ridos mortales de todos los que, desde hace siglos, habían<br />
perdido <strong>en</strong> él su vida.<br />
Los gritos de <strong>la</strong> madre de C<strong>la</strong>rissa, los sollozos previos a su muerte,<br />
se distinguían <strong>en</strong>tre los de otras personas <strong>en</strong> aquel mismo lugar.<br />
Hizo un esfuerzo por mant<strong>en</strong>erse alejada de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>tana, t<strong>en</strong>ía los brazos<br />
cruzados y se abrazaba por <strong>la</strong> cintura. Int<strong>en</strong>taba no perder <strong>la</strong> compostura.<br />
Hacía mucho tiempo que <strong>la</strong> noche le había robado al cielo de T<strong>en</strong>nessee<br />
los últimos destellos de luz so<strong>la</strong>r y había teñido con un halo fatídico <strong>la</strong>s<br />
d<strong>en</strong>tadas cimas de <strong>la</strong>s montañas T<strong>en</strong>ebrosas. El vi<strong>en</strong>to silbaba a través de<br />
los pinos y esparcía astil<strong>la</strong>s secas y quebradizas. El incesante y abrasador<br />
aire cali<strong>en</strong>te secaba los ríos y arroyos, dejando a su paso peces muertos<br />
que flotaban <strong>en</strong> <strong>la</strong> superficie de camas de piedras de pozos turbios y<br />
abrevaderos.<br />
La hierba y los árboles estaban sedi<strong>en</strong>tos, se habían teñido de marrón,<br />
estaban <strong>en</strong>debles y sufrían. Los animales vagaban y aul<strong>la</strong>ban; buscaban<br />
algo para alim<strong>en</strong>tarse d<strong>en</strong>tro de los ext<strong>en</strong>sos límites de bosques incomunicados.<br />
Había algunas zonas <strong>en</strong> <strong>la</strong>s que C<strong>la</strong>rissa, alertada por infames ley<strong>en</strong>das,<br />
jamás había estado. El bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s era una de el<strong>la</strong>s. Las historias<br />
afirmaban que <strong>en</strong> el bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s reinaban los sonidos<br />
de criaturas inhumanas, <strong>en</strong>g<strong>en</strong>dros mitad animales y mitad humanos,<br />
mandriles con cabeza de persona, metamorfos y otros seres desconocidos.<br />
Los pocos que se av<strong>en</strong>turaron a acercarse vieron depredadores sin<br />
rostro, ojos flotando <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad, criaturas de otro mundo. En ese<br />
bosque no existía ni <strong>la</strong> luz ni el color. Cualquiera que se ad<strong>en</strong>trase <strong>en</strong><br />
él sufriría una espeluznante y dolorosa muerte provocada por p<strong>la</strong>ntas<br />
v<strong>en</strong><strong>en</strong>osas o criaturas mutantes que comían humanos.<br />
Los susurros de los fantasmas que resonaban <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra eran cantos<br />
y lloros por sus difuntos. Allí al <strong>la</strong>do se <strong>en</strong>contraba el cem<strong>en</strong>terio de<br />
los indios americanos, <strong>en</strong> el que retumban los l<strong>la</strong>ntos de los guerreros<br />
perdidos y los golpes de los tambores de guerra <strong>en</strong> un aire impregnado<br />
19
de muerte. Y <strong>en</strong> aquel <strong>en</strong>c<strong>la</strong>ve era donde el suelo temb<strong>la</strong>ba desde hacía<br />
décadas por <strong>la</strong>s estampidas y <strong>la</strong>s remotas batal<strong>la</strong>s que allí tuvieron lugar.<br />
C<strong>la</strong>rissa se estremeció y se apresuró a cerrar con pestillo <strong>la</strong> puerta<br />
metálica de su cabaña, que se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> un sali<strong>en</strong>te de un <strong>la</strong>teral<br />
de <strong>la</strong> montaña. Tal precaución era probablem<strong>en</strong>te inútil. Ni <strong>la</strong> modesta<br />
mosquitera ni <strong>la</strong> fina puerta de madera podrían proteger<strong>la</strong> si los demonios<br />
decidies<strong>en</strong> atacar<strong>la</strong>.<br />
El año del eclipse, el año de <strong>la</strong> muerte, acechaba.<br />
La noche y <strong>la</strong> luna ll<strong>en</strong>a habían despertado al demonio de los infiernos,<br />
a <strong>la</strong>s serpi<strong>en</strong>tes de <strong>la</strong>s colinas y a <strong>la</strong> muerte de <strong>la</strong>s tumbas. La abue<strong>la</strong> King,<br />
o <strong>la</strong> Loca Mazie, como algunos <strong>la</strong> habían l<strong>la</strong>mado, que <strong>en</strong> paz descanse, le<br />
había <strong>en</strong>señado a interpretar <strong>la</strong>s señales: el calor insoportable, como si el<br />
propio Hades hubiese <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido bajo <strong>la</strong> tierra una hoguera lo bastante<br />
grande como para hacer honor a su reino; <strong>la</strong> luna color sangre que p<strong>en</strong>día<br />
del cielo y anunciaba que los depredadores acechaban; el aullido de<br />
Satán, que anunciaba que <strong>la</strong> hora de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ganza había llegado.<br />
Sí, su pueblo natal, que un día fue seguro, estaba ahora constantem<strong>en</strong>te<br />
am<strong>en</strong>azado por el mal, y nadie podía evitarlo, no hasta que los demonios<br />
logras<strong>en</strong> alim<strong>en</strong>tar sus almas hambri<strong>en</strong>tas con otras inoc<strong>en</strong>tes.<br />
Además, los lloros y ruegos de <strong>la</strong>s mujeres que habían fallecido esa<br />
semana reverberaban <strong>en</strong> su cabeza. El<strong>la</strong> ya le había contado al sheriff<br />
local sus sospechas: todas esas muertes estaban re<strong>la</strong>cionadas.<br />
Las habían asesinado.<br />
El sheriff había querido saber por qué p<strong>en</strong>saba el<strong>la</strong> que <strong>la</strong>s muertes<br />
estaban conectadas y C<strong>la</strong>rissa había sido sincera: <strong>la</strong>s víctimas se lo habían<br />
dicho. Si no el<strong>la</strong>s mismas, por lo m<strong>en</strong>os sus espíritus se lo habían<br />
contado cuando <strong>la</strong> visitaron.<br />
M<strong>en</strong>os mal que el sheriff Waller conocía a su familia y no se había reído<br />
de el<strong>la</strong>, al contrario, había escuchado lo que t<strong>en</strong>ía que decirle. Su abue<strong>la</strong> y su<br />
madre también poseían el don de comunicarse con los muertos. La abue<strong>la</strong><br />
King solía leer <strong>la</strong>s necrológicas todos los días por <strong>la</strong>s mañanas y mi<strong>en</strong>tras<br />
se tomaba el té mant<strong>en</strong>ía <strong>la</strong>rgas conversaciones con los difuntos como si<br />
fues<strong>en</strong> amigos de toda <strong>la</strong> vida. Todo el pueblo p<strong>en</strong>saba que estaba mal de<br />
<strong>la</strong> cabeza, pero los hechos le habían dado <strong>la</strong> razón <strong>en</strong> muchas ocasiones y<br />
había conseguido que mucha g<strong>en</strong>te acabase crey<strong>en</strong>do <strong>en</strong> el<strong>la</strong>.<br />
Y los que no, le t<strong>en</strong>ían pánico.<br />
La madre de C<strong>la</strong>rissa también era médium y émpata, solo que a el<strong>la</strong>,<br />
el constante aluvión de almas necesitadas le había hecho perder <strong>la</strong> cor-<br />
20
dura. Tanto <strong>la</strong> asediaron que finalm<strong>en</strong>te decidió unirse a el<strong>la</strong>s <strong>en</strong> el otro<br />
mundo… <strong>en</strong> lugar de vivir y criar a su hija.<br />
La amargura por su pérdida se apoderó de C<strong>la</strong>rissa como un virus. Se<br />
había quedado so<strong>la</strong>, había sido rechazada y criticada, incluso le habían<br />
puesto motes horribles y varias familias <strong>la</strong> habían repudiado porque<br />
p<strong>en</strong>saban que estaba <strong>en</strong>demoniada.<br />
Una vez su madre <strong>la</strong> visitó después de morir y le ord<strong>en</strong>ó que reprimiese<br />
sus poderes. Y eso fue lo que hizo <strong>la</strong> mayor parte de su vida: trató<br />
de ser normal.<br />
Pero si algo no era C<strong>la</strong>rissa era normal.<br />
Así que volvió al único sitio <strong>en</strong> el que había algunas personas que <strong>la</strong><br />
aceptarían. Volvió a Quebranto.<br />
Al insta<strong>la</strong>rse <strong>en</strong> <strong>la</strong> casa de su abue<strong>la</strong> fue como si abriese <strong>la</strong> puerta de<br />
par <strong>en</strong> par a los espíritus, que por otro <strong>la</strong>do, parecía que se habían pasado<br />
todos estos años esperando el regreso de su amiga. Así que, c<strong>la</strong>ro, ahora<br />
no podía negarse a at<strong>en</strong>derlos.<br />
El vi<strong>en</strong>to rugía <strong>en</strong> el exterior, una rama de un árbol rompió el cristal de<br />
<strong>la</strong> v<strong>en</strong>tana y unas nubes turbul<strong>en</strong>tas de mal agüero p<strong>la</strong>nearon por el cielo,<br />
<strong>en</strong>sombreciéndolo hasta apagar <strong>la</strong> luz. Incluso con el v<strong>en</strong>ti<strong>la</strong>dor de techo<br />
<strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido, el calor estival resultaba asfixiante y consumía todo el aire,<br />
revolvía <strong>la</strong>s te<strong>la</strong>s de araña y el polvo que bril<strong>la</strong>ba <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad como si<br />
de c<strong>en</strong>izas b<strong>la</strong>ncas se tratase.<br />
Lobo, el pastor alemán que había rescatado el año pasado después de que<br />
resultara herido <strong>en</strong> el desplome de una mina, <strong>la</strong>dró de rep<strong>en</strong>te de una forma<br />
grave y profunda, como si él también pudiese s<strong>en</strong>tir <strong>la</strong> am<strong>en</strong>aza. Trotó<br />
hacia <strong>la</strong> v<strong>en</strong>tana y miró hacia fuera como si estuviese buscando un intruso.<br />
La ansiedad acució a C<strong>la</strong>rissa cuando empezó a p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> <strong>la</strong> reunión a<br />
<strong>la</strong> que t<strong>en</strong>ía que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse al día sigui<strong>en</strong>te.<br />
Vinc<strong>en</strong>t Valtrez v<strong>en</strong>ía a <strong>la</strong> ciudad.<br />
Había estado p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> él durante los últimos años y se había<br />
preguntado qué le habría pasado. Los dos eran unos marginados, el<strong>la</strong><br />
por causa de su don, y él por haber t<strong>en</strong>ido un padre viol<strong>en</strong>to. Por eso<br />
habían mant<strong>en</strong>ido una extraña amistad cuando eran niños.<br />
Pero cuando el<strong>la</strong> se ofreció a comprobar si su madre había cruzado al<br />
otro <strong>la</strong>do, revelándole que podía hab<strong>la</strong>r con los difuntos, él <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó loca<br />
y <strong>la</strong> echó de su casa. Le dijo que no quería volver a ver<strong>la</strong> nunca.<br />
C<strong>la</strong>rissa no podía creer que ahora se hubiese convertido <strong>en</strong> un ag<strong>en</strong>te<br />
del FBI. Era probable que todavía fuese retic<strong>en</strong>te a los poderes psíquicos.<br />
21
Pero t<strong>en</strong>ía que hab<strong>la</strong>r con él de todas formas. T<strong>en</strong>ía que conv<strong>en</strong>cerlo<br />
para que <strong>la</strong> escuchase. El<strong>la</strong> no había pedido poseer ese don, pero tampoco<br />
podía r<strong>en</strong>egar de él. Justo ahora que había vidas inoc<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> juego.<br />
Este asesino no había terminado. Y el<strong>la</strong> no quería que pesas<strong>en</strong> <strong>en</strong> su<br />
conci<strong>en</strong>cia <strong>la</strong>s almas perdidas de esas mujeres.<br />
Pan, el dios del miedo, había estudiado <strong>la</strong> ciudad de Quebranto y su p<strong>la</strong>n<br />
ya estaba tomando forma <strong>en</strong> su demoniaca cabeza.<br />
Faltaban seis días para que Zion resurgiera de sus c<strong>en</strong>izas y fuese<br />
coronado. Seis días para que el nuevo líder asumiera el control.<br />
El submundo era un hervidero de emoción y proyectos. La ley<strong>en</strong>da<br />
decía que Zion sería el líder más malvado que se hubiese conocido nunca,<br />
que no t<strong>en</strong>dría piedad con ningún alma.<br />
Igual que no <strong>la</strong> había t<strong>en</strong>ido ni con su mujer ni con su hijo.<br />
Como anticipo a su reaparición, los demonios se juntaron para conspirar,<br />
desesperados por caerle <strong>en</strong> gracia al nuevo amo y señor y lograr<br />
asc<strong>en</strong>der desde los bajos fondos <strong>en</strong> los que se hal<strong>la</strong>ban, hasta reinos<br />
más altos d<strong>en</strong>tro del submundo. Otros forjaron p<strong>la</strong>nes secretos con los<br />
que competir para destacar más que los demás y lograr un lugar a <strong>la</strong><br />
diestra de Zion.<br />
Pan había revuelto cielo y tierra y había aceptado el reto. Tal y como<br />
era, un mero subordinado, relegado a <strong>la</strong>s fieras l<strong>la</strong>maradas del más bajo<br />
nivel, se había propuesto capturar sufici<strong>en</strong>tes almas como para impresionar<br />
al nuevo líder.<br />
Con siete almas se ganaría un gran respeto.<br />
Hacía ap<strong>en</strong>as unos días que unos demonios colegas se habían <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tado<br />
a los Guardianes del Crepúsculo, aquellos que vigi<strong>la</strong>n el reino <strong>en</strong>te<br />
los mortales y el mundo sobr<strong>en</strong>atural, y habían abierto <strong>la</strong> puerta a los<br />
demonios. Pan había viajado a través de los p<strong>la</strong>nos del tiempo y el espacio,<br />
había cruzado los límites y había vagado por <strong>la</strong> ciudad de Quebranto.<br />
Allí había observado a los mortales y había elegido <strong>la</strong> cara de uno de<br />
ellos para utilizar<strong>la</strong> <strong>en</strong> su estratagema. Nadie sospecharía que bajo ese<br />
rostro pudiese esconderse un demonio.<br />
Ya había matado a dos mujeres.<br />
Al primer contacto con el<strong>la</strong>s percibía el terror que suscitaba.<br />
Y de esa manera, el miedo se convertía <strong>en</strong> el arma que utilizaba para<br />
matar<strong>la</strong>s.<br />
22
Una carcajada estalló <strong>en</strong> su seca garganta. Matar a aquel<strong>la</strong>s mujeres y<br />
robarles su alma era solo una pequeña parte del p<strong>la</strong>n global. Había elegido<br />
el pueblo <strong>en</strong> el que Vinc<strong>en</strong>t Valtrez había crecido porque sabía que<br />
el sheriff local no dudaría <strong>en</strong> l<strong>la</strong>marlo para que se hiciese cargo del caso.<br />
En cuanto a C<strong>la</strong>rissa King, <strong>la</strong> había escogido porque, por un <strong>la</strong>do, el<strong>la</strong><br />
repres<strong>en</strong>taba el talón de Aquiles de Valtrez, y por otro, lo único que debía<br />
conseguir era que los muertos <strong>la</strong> atorm<strong>en</strong>tas<strong>en</strong> sin tregua.<br />
Cuando era niño, Valtrez <strong>la</strong> había protegido fr<strong>en</strong>te a su padre. El<strong>la</strong><br />
sería el cebo perfecto para atrapar a Vinc<strong>en</strong>t.<br />
Pan ya había tocado su mano y había averiguado su mayor miedo:<br />
temía que los muertos a los que ayudaba <strong>la</strong> hicies<strong>en</strong> caer <strong>en</strong> <strong>la</strong> locura.<br />
Por lo tanto, debía c<strong>en</strong>trarse <strong>en</strong> asesinar a sus amigos y así sus voces<br />
acabarían angustiándo<strong>la</strong> irremediablem<strong>en</strong>te.<br />
Levantó su negra palma de <strong>la</strong> mano y com<strong>en</strong>zó a cantar y a convocar<br />
a los demonios para torturar<strong>la</strong>:<br />
Yo os convoco,<br />
espíritus de tierras remotas,<br />
de <strong>la</strong> muerte debéis huir<br />
y hacia <strong>la</strong> vid<strong>en</strong>te debéis partir.<br />
Su cabeza debéis ll<strong>en</strong>ar<br />
de <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos y quejidos,<br />
pues a vosotros ha de unirse<br />
y abandonar para siempre el mundo de los vivos.<br />
Si Valtrez todavía t<strong>en</strong>ía debilidad por esa mujer, cuando el<strong>la</strong> se viniese<br />
abajo, él int<strong>en</strong>taría salvar<strong>la</strong>.<br />
En ese mom<strong>en</strong>to, Pan atraparía al señor de <strong>la</strong> Oscuridad y lo pres<strong>en</strong>taría<br />
ante el nuevo amo.<br />
23
2<br />
Vinc<strong>en</strong>t cogió el teléfono, dándole <strong>la</strong> espalda a <strong>la</strong> mujer que se vestía<br />
para marcharse.<br />
—Valtrez.<br />
—Soy McLaughlin. Si<strong>en</strong>to molestarte, tío, pero ti<strong>en</strong>es trabajo.<br />
—¿En dónde?<br />
—Un pequeño pueblo <strong>en</strong> <strong>la</strong>s montañas T<strong>en</strong>ebrosas, se l<strong>la</strong>ma Quebranto,<br />
<strong>en</strong> T<strong>en</strong>nessee. El sheriff local se está recuperando de un leve ataque al<br />
corazón y solicita nuestra ayuda, <strong>la</strong> tuya, <strong>en</strong> concreto. Cree que hay un<br />
asesino <strong>en</strong> serie <strong>en</strong> <strong>la</strong>s colinas y el jefe te quiere allí mañana a primera<br />
hora de <strong>la</strong> mañana.<br />
Las montañas de T<strong>en</strong>nessee. Mierda. Era el último sitio al que le<br />
gustaría volver.<br />
—¿Por qué yo?<br />
—Porque creciste allí. Te moverás bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> el pueblo, ya conoces <strong>la</strong> zona<br />
y a <strong>la</strong> g<strong>en</strong>te. —McLaughlin tosió—. Dijeron algo sobre ti, algo como<br />
que estuviste <strong>en</strong> el bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s y que saliste de allí con vida.<br />
Cosa que nadie más ha logrado nunca.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se pasó <strong>la</strong> mano por los ojos legañosos. Joder, sí, había sobrevivido,<br />
pero también había olvidado todo lo que había pasado allí d<strong>en</strong>tro.<br />
En cualquier caso, sí sabía que el mal vivía <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong>s montañas y<br />
que su padre había sido un hombre peligroso.<br />
Tal vez había llegado el mom<strong>en</strong>to de volver, de dejar atrás su pasado.<br />
T<strong>en</strong>ía un mal pres<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to con los desmayos que había estado sufri<strong>en</strong>do<br />
últimam<strong>en</strong>te y sospechaba que podían guardar re<strong>la</strong>ción con el<br />
infierno <strong>en</strong> el que había crecido y con todos sus recuerdos reprimidos.<br />
—¿Valtrez? ¿Me estás escuchando?<br />
—Sí. —Se ac<strong>la</strong>ró <strong>la</strong> garganta—. ¿Cuántos asesinatos hay hasta ahora?<br />
—Dos —titubeó McLaughlin—. Aunque el modus operandi es distinto<br />
<strong>en</strong> cada uno. A primera vista no parece que estén re<strong>la</strong>cionados. La pri-<br />
24
mera víctima murió ahogada y <strong>la</strong> segunda, a consecu<strong>en</strong>cia de múltiples<br />
picaduras de araña.<br />
—¿Por qué cre<strong>en</strong> que lo de <strong>la</strong>s picaduras de araña es un asesinato?<br />
—Hay muchas mordeduras —dudó McLaughlin—. Doc<strong>en</strong>as y doc<strong>en</strong>as,<br />
parece como si algui<strong>en</strong> le hubiese metido <strong>la</strong>s arañas <strong>en</strong> <strong>la</strong> cama<br />
a esa mujer.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se mordió el carrillo por d<strong>en</strong>tro, aceptando que eso sí que<br />
era sospechoso.<br />
—¿Y qué le hace p<strong>en</strong>sar al sheriff que <strong>la</strong>s muertes estén re<strong>la</strong>cionadas?<br />
McLaughlin volvió a dudar.<br />
—Escúpelo de una vez, McLaughlin. ¿Con qué me voy a <strong>en</strong>contrar?<br />
¿Con unos estúpidos pueblerinos?<br />
Una risita irónica sonó al otro <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> línea.<br />
—Tal vez… Este tipo dice que <strong>la</strong> vid<strong>en</strong>te del pueblo asegura que <strong>la</strong>s<br />
mujeres han sido asesinadas.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se rascó <strong>la</strong> nuca.<br />
—No me digas más, <strong>la</strong> vid<strong>en</strong>te se l<strong>la</strong>ma C<strong>la</strong>rissa King.<br />
—¿Cómo lo sabes?<br />
Mierda.<br />
—Su familia es muy conocida por esa zona.<br />
Un recuerdo de infancia lo asaltó. C<strong>la</strong>rissa parecía minúscu<strong>la</strong> y frágil<br />
con aquel vestido de cuadros de confección casera. Habían forjado una<br />
amistad algo torpe y extraña.<br />
Un día, los chicos habían estado metiéndose con él <strong>en</strong> el colegio y el<strong>la</strong><br />
lo había def<strong>en</strong>dido. Él le había dicho que no necesitaba su ayuda y que lo<br />
dejase tranquilo, pero aquel<strong>la</strong> niña era una auténtica testaruda y lo había<br />
seguido hasta casa.<br />
Se s<strong>en</strong>tía absolutam<strong>en</strong>te humil<strong>la</strong>do. Su padre había descubierto<br />
que él se ponía aquel amuleto que t<strong>en</strong>ía un ángel dibujado y le había<br />
gritado que eso era de chicas. Se lo había arrancado del cuello de un<br />
tirón. En pl<strong>en</strong>a bronca, su padre descubrió a C<strong>la</strong>rissa espiando por <strong>la</strong><br />
v<strong>en</strong>tana y se <strong>la</strong>nzó a por el<strong>la</strong> ferozm<strong>en</strong>te. Vinc<strong>en</strong>t se interpuso para<br />
proteger<strong>la</strong>. Aquello le resultó muy gracioso a su padre y al final<br />
echó a C<strong>la</strong>rissa a empujones y le gritó que no volviera por allí. Para<br />
terminar, le había propinado una bu<strong>en</strong>a paliza a Vinc<strong>en</strong>t sin razón<br />
apar<strong>en</strong>te.<br />
—Míralo de esta manera —dijo McLaughlin, interrumpi<strong>en</strong>do sus<br />
p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos—. Puedes quedar con el sheriff, hacerle ver que no han<br />
25
sido más que dos desgraciados accid<strong>en</strong>tes, y pasarte un fin de semana<br />
de descanso <strong>en</strong> <strong>la</strong>s montañas. Hasta podrías ir a pescar.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se rió de forma sarcástica. No quería descansar. Joder. No<br />
podía. Y el único pasatiempo que t<strong>en</strong>ía, aparte de trabajar, era tirarse<br />
tías.<br />
Se fijó <strong>en</strong> que t<strong>en</strong>ía sangre. Salía de un corte <strong>en</strong> el brazo, se lo había<br />
hecho aquel<strong>la</strong> chica mi<strong>en</strong>tras fol<strong>la</strong>ban.<br />
Ma<strong>la</strong> sangre, ma<strong>la</strong> sangre, ma<strong>la</strong> sangre… Lo había heredado de su<br />
padre.<br />
No podía cambiar lo que era. Era un cabronazo malo hasta <strong>la</strong> médu<strong>la</strong>.<br />
No t<strong>en</strong>ía excusas para esto tampoco.<br />
Lo primero que haría mañana, antes de dirigirse a T<strong>en</strong>nessee, sería<br />
pasar por el c<strong>en</strong>tro de analíticas BloodCore y se haría análisis. Estaban<br />
investigando <strong>la</strong>s conductas anormales y viol<strong>en</strong>tas. Buscaban indicadores<br />
g<strong>en</strong>éticos para localizar y predecir <strong>la</strong>s t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias a <strong>la</strong> agresividad, <strong>la</strong><br />
viol<strong>en</strong>cia, y el comportami<strong>en</strong>to criminal. En definitiva, para analizar<br />
<strong>la</strong>s conductas sociópatas propias de asesinos <strong>en</strong> serie.<br />
El objetivo del proyecto era <strong>en</strong>contrar una cura, que los médicos pudieran<br />
cambiar <strong>la</strong> composición g<strong>en</strong>ética de una persona para modificar<br />
tal actitud.<br />
Deseaba con todas sus fuerzas que dies<strong>en</strong> con el<strong>la</strong>. Vinc<strong>en</strong>t sería el<br />
primero <strong>en</strong> hacer co<strong>la</strong> para someterse a ese tratami<strong>en</strong>to. Esta podría ser<br />
su única forma de salvación.<br />
Una brisa he<strong>la</strong>da asaltó a C<strong>la</strong>rissa. Esa mañana había oído otros <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos.<br />
El espíritu de esa mujer no t<strong>en</strong>ía sufici<strong>en</strong>te <strong>en</strong>ergía para materializarse<br />
todavía, pero a <strong>la</strong> vid<strong>en</strong>te le había atorm<strong>en</strong>tado su inconfundible l<strong>la</strong>nto<br />
de terror <strong>en</strong> <strong>la</strong>s horas previas al amanecer. Lobo también lo había oído<br />
y había aul<strong>la</strong>do al reconocerlo.<br />
L<strong>la</strong>mó al sheriff Waller inmediatam<strong>en</strong>te y le preguntó si algui<strong>en</strong> <strong>en</strong><br />
<strong>la</strong> ciudad había d<strong>en</strong>unciado una desaparición. No. Hasta el mom<strong>en</strong>to.<br />
Pero lo harían. Sus premoniciones raram<strong>en</strong>te fal<strong>la</strong>ban.<br />
Parecía como si C<strong>la</strong>rissa hubiese convocado a los espíritus cuando<br />
un vi<strong>en</strong>to arremolinado <strong>la</strong> rodeó y dejó un leve aroma a jazmín <strong>en</strong>tre<br />
el olor a humedad.<br />
Del umbrío bosque, colindante con su casa, salió una imag<strong>en</strong> fantasmal<br />
que se arrastró <strong>en</strong> su busca hasta traspasar <strong>la</strong>s nudosas paredes de<br />
26
madera de pino de su vivi<strong>en</strong>da. Esa masa atorm<strong>en</strong>tada ll<strong>en</strong>ó el sil<strong>en</strong>cio<br />
con el miedo y el trauma de haber sido tomada.<br />
Reconoció el espíritu al mom<strong>en</strong>to. Billie Jo Rivers, una cajera del banco.<br />
Se había ahogado <strong>en</strong> el arroyo de <strong>la</strong> Co<strong>la</strong> Roja hacía tres días.<br />
Ahora estaba allí, <strong>en</strong> pie, pálida, un cadáver b<strong>la</strong>nco con <strong>la</strong> ropa empapada,<br />
el pelo chorreando y <strong>en</strong>redado, <strong>la</strong>s extremidades ll<strong>en</strong>as de barro<br />
y unos rasgos distorsionados, perdida <strong>en</strong> su propio mar de los horrores.<br />
C<strong>la</strong>rissa quiso acercarse y abrazar<strong>la</strong> para brindarle su consuelo, pero<br />
fue imposible. Lo único que podía hacer por el<strong>la</strong> era ayudar para <strong>en</strong>contrar<br />
al asesino y así Billie Jo podría cruzar hacia <strong>la</strong> luz.<br />
Además de Billie Jo, apareció otro espíritu que resp<strong>la</strong>ndecía <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />
oscuridad. Era el de <strong>la</strong> directora de <strong>la</strong> comunidad de feligreses, t<strong>en</strong>ía<br />
unos veinticinco años y se l<strong>la</strong>maba Jamie Lackey. Sus ojos de color verde<br />
c<strong>la</strong>ro miraron hacia atrás, estaban marcados por el dolor y el terror que<br />
habitaba <strong>en</strong> su carcasa. Su cuerpo estaba ll<strong>en</strong>o de ronchas hinchadas y<br />
descoloridas, una media doc<strong>en</strong>a de arañas reclusas marrones trepaban<br />
por su pelo y otras tejían te<strong>la</strong>rañas <strong>en</strong> sus brazos y piernas.<br />
C<strong>la</strong>rissa se estremeció. T<strong>en</strong>ía que ayudar a <strong>la</strong>s chicas. T<strong>en</strong>ía que conv<strong>en</strong>cer<br />
a Vinc<strong>en</strong>t de que estaba dici<strong>en</strong>do <strong>la</strong> verdad. T<strong>en</strong>ía que hacerle<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que <strong>la</strong> g<strong>en</strong>te de Quebranto necesitaba ayuda. Había un monstruo<br />
ahí fuera, asaltando mujeres. Pero ¿cómo lograría atraerlo?<br />
—Necesito que me deis algo más —suplicaba <strong>en</strong> <strong>la</strong> oscuridad—. Una<br />
pista, algo que le aporte a <strong>la</strong> policía información para ayudar<strong>la</strong> a averiguar<br />
qué fue lo que os sucedió.<br />
Pero los espíritus de <strong>la</strong>s mujeres trataban de alcanzar<strong>la</strong> con sus dedos<br />
quebradizos y estirados y, cuando int<strong>en</strong>taban hab<strong>la</strong>r, lo único que lograban<br />
producir era un hilo de voz estrangu<strong>la</strong>do por <strong>la</strong> agonía que cortaba<br />
el aire. Era demasiado pronto. Necesitaban más tiempo para aclimatarse<br />
a sus espíritus astrales y ser capaces de comunicarse.<br />
Agotada y sabi<strong>en</strong>do que necesitaría toda su <strong>en</strong>ergía para el día sigui<strong>en</strong>te,<br />
C<strong>la</strong>rissa se tumbó <strong>en</strong> <strong>la</strong> cama, cerró los ojos y <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio deseó<br />
que los espíritus descansas<strong>en</strong> y <strong>la</strong> dejas<strong>en</strong> dormir. No quería verlos más<br />
esta noche. No quería oír más sus a<strong>la</strong>ridos aterrados.<br />
Pero una carcajada histérica golpeó su pecho cuando sintió que los<br />
espíritus le susurraban cerca de <strong>la</strong> nuca. Sus cacareos agónicos astil<strong>la</strong>ron<br />
el sil<strong>en</strong>cio. Nunca podría librarse de ellos. No importaba lo que hubiese<br />
vivido los últimos años ni el empeño que pusiese <strong>en</strong> escapar, los espíritus<br />
siempre le suplicaban que los escuchase.<br />
27
Fuera, <strong>la</strong>s nubes corrían a esconder a <strong>la</strong> luna. Un mar de oscuridad<br />
sepultó <strong>la</strong> habitación y el rumor de muchas respiraciones <strong>en</strong>trecortadas<br />
recorrió el aire.<br />
En m<strong>en</strong>os de un mes se produciría un eclipse. El mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el que<br />
los demonios sal<strong>en</strong> de sus agujeros para sembrar el caos.<br />
La g<strong>en</strong>te de Quebranto t<strong>en</strong>ía que prepararse. El<strong>la</strong> estaba destinada a<br />
auxiliar a todos aquellos que pudieran necesitar<strong>la</strong>.<br />
Incluso si eso significaba quedarse so<strong>la</strong> para siempre.<br />
O incluso si significaba terminar colgada del árbol Diabólico, como<br />
su madre.<br />
El miedo se apoderó de Tracy Canton. Iba a morir allí, <strong>en</strong> el bosque, so<strong>la</strong>,<br />
donde nadie podría <strong>en</strong>contrar<strong>la</strong>.<br />
Los insectos mordisqueaban su piel y <strong>la</strong>s lágrimas le caían por <strong>la</strong>s<br />
mejil<strong>la</strong>s, mezclándose con el sudor y <strong>la</strong> sangre que le chorreaba por<br />
<strong>la</strong> cara. El monstruo que <strong>la</strong> atacó <strong>la</strong> había bañado <strong>en</strong> su propia sangre<br />
después de haberle cortado <strong>la</strong>s v<strong>en</strong>as con un cuchillo.<br />
Había int<strong>en</strong>tado gritar y pedir ayuda, pero ningún sonido había salido<br />
de su garganta, era como si su voz y su cuerpo se hubies<strong>en</strong> paralizado.<br />
En cuanto <strong>la</strong> había tocado se había quedado paralizada por el terror.<br />
¿Cómo había hecho eso? ¿Por qué? Dios, ¿por qué? Era demasiado<br />
jov<strong>en</strong> para morir.<br />
Se frotó los ojos, los cerró, y trató de recordar por qué se había subido<br />
al coche con él. Su coche se había estropeado… Necesitaba que <strong>la</strong><br />
llevas<strong>en</strong>. Lo conocía. Había confiado <strong>en</strong> él. T<strong>en</strong>ía ojos amables.<br />
Nada que ver con <strong>la</strong> malvada y espantosa criatura que <strong>la</strong> agredía ahora.<br />
Las agujas de los pinos se le c<strong>la</strong>varon <strong>en</strong> <strong>la</strong> espalda y <strong>en</strong> <strong>la</strong> cabeza<br />
cuando él hincó <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong> <strong>en</strong> su cuerpo, descargando todo su peso sobre<br />
el<strong>la</strong> y dirigi<strong>en</strong>do el cuchillo hacia su muslo. Emitió un grito ahogado,<br />
aspiró su rancio ali<strong>en</strong>to cuando el dolor explotó <strong>en</strong> su pierna. Fue incapaz<br />
de gritar más, se sacudió <strong>en</strong>tre sollozos y trató desesperadam<strong>en</strong>te<br />
de hacerle fr<strong>en</strong>te, pero sus miembros no respondían. En lugar de eso,<br />
permaneció allí, como una muñeca sin vida, bajo su cuerpo, incapaz de<br />
impedir que <strong>la</strong> cortase <strong>en</strong> pedazos.<br />
Él agitó el cuchillo fr<strong>en</strong>te a el<strong>la</strong>, el filo bril<strong>la</strong>ba con gotas carmesíes.<br />
Sus músculos se contrajeron y sintió náuseas. Entre <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong>, los ojos de<br />
aquel ser se volvieron amarillos, de un color macabro, y <strong>la</strong> atravesaron.<br />
28
A continuación, aquel monstruo recogió una gota de sangre con el dedo<br />
y le pintó los <strong>la</strong>bios con <strong>la</strong> pegajosa sustancia.<br />
A el<strong>la</strong> le dieron arcadas y se atragantó con el asqueroso sabor a óxido.<br />
Sabía que iba a desmayarse, así que cerró los ojos otra vez y rezó para<br />
que terminase aquel<strong>la</strong> tortura.<br />
La desesperación y <strong>la</strong> tristeza <strong>la</strong> inundaron. El día anterior t<strong>en</strong>ía<br />
toda <strong>la</strong> vida por de<strong>la</strong>nte. Le hubiera gustado casarse, t<strong>en</strong>er hijos, ir a <strong>la</strong><br />
universidad.<br />
Nada de eso iba a pasar.<br />
Le c<strong>la</strong>vó el puñal <strong>en</strong> el hombro y su cuerpo se retorció a causa del<br />
sufrimi<strong>en</strong>to. En un último esfuerzo desesperado por salvar su vida, rezó<br />
para sus ad<strong>en</strong>tros pidi<strong>en</strong>do que <strong>la</strong> dejase marchar. Pero una carcajada<br />
vil retumbó <strong>en</strong> <strong>la</strong>s montañas y aquel ser una vez más levantó el puñal,<br />
del que resba<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> sangre, para rebanarle <strong>la</strong> garganta. La sangre salió<br />
a borbotones y un chillido ahogado y moribundo se perdió <strong>en</strong> el aire.<br />
Finalm<strong>en</strong>te, el agujero negro de <strong>la</strong> muerte se <strong>la</strong> tragó.<br />
29
Cinco días para el despertar<br />
3<br />
Vinc<strong>en</strong>t estaba ley<strong>en</strong>do <strong>la</strong> <strong>en</strong>cuesta del c<strong>en</strong>tro BloodCore mi<strong>en</strong>tras se<br />
cuestionaba cuánta información personal podría reve<strong>la</strong>r. Si <strong>en</strong> su departam<strong>en</strong>to<br />
descubrían que estaba allí, le harían muchas preguntas.<br />
Preguntas que no quería responder.<br />
Tal vez había sido un error ir hasta allí.<br />
—¿Señor Valtrez? —Una doctora delgada de unos treinta y tantos se<br />
acercó—. Ho<strong>la</strong>, soy <strong>la</strong> doctora Marl<strong>en</strong>a B<strong>en</strong>der. V<strong>en</strong>ga por aquí.<br />
Con <strong>la</strong> espalda muy rígida, <strong>la</strong> siguió hasta un pequeño <strong>la</strong>boratorio<br />
donde el<strong>la</strong> procedió a explicarle <strong>en</strong> profundidad el proceso al que se iba<br />
a someter.<br />
—Esta investigación se lleva a cabo con fondos privados y es uno de<br />
mis proyectos personales favoritos —le dijo—. El eterno debate, ¿se hace<br />
o se nace? A mí me preocupa especialm<strong>en</strong>te, ya que yo misma soy el<br />
resultado de una vio<strong>la</strong>ción y siempre he temido que mi padre biológico<br />
me haya transmitido sus t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias viol<strong>en</strong>tas. Siempre he luchado contra<br />
ese miedo hasta el punto de decidir convertirlo <strong>en</strong> mi proyecto de vida.<br />
Vinc<strong>en</strong>t se re<strong>la</strong>jó ligeram<strong>en</strong>te.<br />
—Comparto mi historia porque muchos de los paci<strong>en</strong>tes de este<br />
estudio se muestran retic<strong>en</strong>tes a reve<strong>la</strong>r sus casos. Pero no se preocupe,<br />
sus resultados y sus análisis serán estrictam<strong>en</strong>te confid<strong>en</strong>ciales.<br />
Le explicó que usaría códigos <strong>en</strong>criptados para evitar que los piratas<br />
informáticos pudieran acceder a los datos. Esto le hizo s<strong>en</strong>tirse mejor y<br />
admitió que su padre había sido un mal hombre y que había asesinado<br />
a su madre.<br />
—Es digno de admiración que haya elegido convertirse <strong>en</strong> un ag<strong>en</strong>te<br />
federal —le dijo—. Parece que los dos estamos luchando contra nuestro<br />
pasado. Piénselo un mom<strong>en</strong>to, si pudiésemos localizar los indicadores<br />
30
g<strong>en</strong>éticos que id<strong>en</strong>tifican <strong>la</strong> agresión, o <strong>la</strong>s pautas de comportami<strong>en</strong>to<br />
viol<strong>en</strong>to, <strong>la</strong>s <strong>en</strong>fermedades m<strong>en</strong>tales, podríamos analizar fetos o recién<br />
nacidos y tratarlos antes de que sea tarde, y probablem<strong>en</strong>te podríamos<br />
erradicar el comportami<strong>en</strong>to criminal.<br />
Su <strong>en</strong>tusiasmo parecía sincero, sin embargo, Vinc<strong>en</strong>t dudaba de que<br />
algún día pudiera prev<strong>en</strong>irse el comportami<strong>en</strong>to criminal por completo.<br />
Había demasiados factores.<br />
—Mi departam<strong>en</strong>to no sabe que voy a formar parte de esto —le dijo—.<br />
Mi anonimato debe mant<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> todo mom<strong>en</strong>to.<br />
—Por supuesto.<br />
Preparó unos tubos de <strong>en</strong>sayo que había <strong>en</strong> el mostrador, le ató el<br />
torniquete <strong>en</strong> el brazo y le c<strong>la</strong>vó <strong>la</strong> aguja. Él miró cómo <strong>la</strong> sangre fluía<br />
hacia el tubo y su ansiedad se despertó.<br />
¿Era g<strong>en</strong>ética <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia? ¿Había heredado <strong>la</strong>s t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias viol<strong>en</strong>tas<br />
de su padre?<br />
Peor todavía, ¿sucumbiría algún día a <strong>la</strong> oscuridad y dejaría que lo<br />
consumiese, como había hecho él?<br />
El cem<strong>en</strong>terio siempre atraía a los fantasmas.<br />
C<strong>la</strong>rissa trataba de evitarlo, pero como su familia estaba allí, se forzaba<br />
a ir de visita y llevar flores por lo m<strong>en</strong>os una vez a <strong>la</strong> semana.<br />
Se había pasado despierta <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> noche, asediada por los quejidos<br />
de Billie Jo y Jamie. No le había quedado espacio <strong>en</strong> su abarrotada<br />
cabeza para que otros espíritus contactas<strong>en</strong> con el<strong>la</strong> desde sus tumbas,<br />
llorando y deseando ser escuchados.<br />
Un sonido metálico <strong>la</strong> sobresaltó. Al girarse sobre sus talones se<br />
<strong>en</strong>contró con que Hadley Crane estaba cavando una tumba para un<br />
<strong>en</strong>tierro. Probablem<strong>en</strong>te para el de Jamie Lackey.<br />
Como si detectase que estaba si<strong>en</strong>do observado, Hadley levantó <strong>la</strong><br />
mirada y <strong>la</strong>deó su gorra de béisbol. El<strong>la</strong> levantó <strong>la</strong> mano y lo saludó.<br />
Aunque era un chico guapo, siempre le había parecido un tanto raro:<br />
se pasaba el día hab<strong>la</strong>ndo solo.<br />
Obviam<strong>en</strong>te, el resto del pueblo también lo consideraba algo<br />
extraño.<br />
Se sacudió ese p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to y se arrodilló. Con suavidad colocó <strong>la</strong>s<br />
flores <strong>en</strong> sus respectivos jarrones. Necesitaba consuelo de algui<strong>en</strong> que<br />
<strong>la</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>diese, así que convocó al espíritu de su abue<strong>la</strong>.<br />
31
Hacía tiempo que había dejado de l<strong>la</strong>mar a su madre. La noche <strong>en</strong><br />
que se quitó <strong>la</strong> vida se le había aparecido y le había susurrado que <strong>la</strong><br />
quería y que siempre <strong>la</strong>m<strong>en</strong>taría haber<strong>la</strong> abandonado, pero que nunca<br />
<strong>la</strong> visitaría desde <strong>la</strong> tumba porque quería que reprimiese su habilidad y<br />
llevase una vida normal, libre de voces. Desde <strong>en</strong>tonces, había sido fiel<br />
a su pa<strong>la</strong>bra: nunca <strong>la</strong> había vuelto a visitar.<br />
—Abue<strong>la</strong> —dijo dulcem<strong>en</strong>te—. Estoy aquí.<br />
—Ya lo sé, cariño. —La voz de su abue<strong>la</strong> sonaba distante y grave,<br />
como una brisa marina alborotando el agua—. Ya sabía que v<strong>en</strong>drías.<br />
—Entonces ¿sabes lo de Billie Jo y Jamie? Necesito ayudar<strong>la</strong>s para<br />
cruzar hacia <strong>la</strong> luz.<br />
—Sí, mi vida. Y me temo que habrá más víctimas del mal. —Su<br />
voz trinó—. Hay un rumor sobre el despertar de un nuevo líder del<br />
submundo. Una banda de recaudadores de almas se ha organizado <strong>en</strong><br />
el <strong>la</strong>do de los vivos y rec<strong>la</strong>man almas para ofrecer<strong>la</strong>s <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to<br />
de <strong>la</strong> coronación.<br />
—¿Reconoceré al asesino?<br />
—Tal vez sí. Tal vez no. Algunos demonios son metamorfos y pued<strong>en</strong><br />
poseer un cuerpo humano y caminar <strong>en</strong>tre vosotros.<br />
C<strong>la</strong>rissa tragó saliva.<br />
—¿Qué puedo hacer para det<strong>en</strong>erlo, abue<strong>la</strong>?<br />
—Confía <strong>en</strong> tus instintos y ayuda a los perdidos a cruzar —contestó.<br />
C<strong>la</strong>rissa asintió. Había aceptado su destino hacía ya años.<br />
—Va a v<strong>en</strong>ir algui<strong>en</strong> al pueblo —continuó su abue<strong>la</strong>—. Algui<strong>en</strong> con<br />
qui<strong>en</strong> debes t<strong>en</strong>er cuidado.<br />
C<strong>la</strong>rissa se retorció <strong>la</strong>s manos.<br />
—Estás hab<strong>la</strong>ndo de Vinc<strong>en</strong>t Valtrez, ¿verdad, abue<strong>la</strong>?<br />
Su abue<strong>la</strong> suspiró.<br />
—Sí. Es peligroso, <strong>en</strong> su interior habita <strong>la</strong> oscuridad que vivía <strong>en</strong> su padre.<br />
C<strong>la</strong>rissa esperó a que siguiese hab<strong>la</strong>ndo, pero <strong>la</strong> voz y <strong>la</strong> imag<strong>en</strong> de<br />
su abue<strong>la</strong> ya se habían apagado. El miedo se apoderó de el<strong>la</strong> cuando <strong>la</strong><br />
nieb<strong>la</strong> de <strong>la</strong> mañana espolvoreó los picos de <strong>la</strong>s montañas. La vida animal<br />
ya se había refugiado <strong>en</strong> los bosques.<br />
Se asustó.<br />
Ya no era una niña ni una adolesc<strong>en</strong>te con <strong>la</strong> cabeza ll<strong>en</strong>a de pájaros. Esta<br />
vez debía prestar at<strong>en</strong>ción al consejo de su abue<strong>la</strong> y protegerse de Vinc<strong>en</strong>t.<br />
32
P<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos negativos machacaban a Vinc<strong>en</strong>t mi<strong>en</strong>tras conducía hacia<br />
<strong>la</strong>s T<strong>en</strong>ebrosas, hacia Quebranto, T<strong>en</strong>nessee. Los picos de <strong>la</strong>s montañas<br />
sobresalían alrededor de <strong>la</strong> ciudad fantasma como soldados que vigi<strong>la</strong>n<br />
una tumba antigua, una tumba de almas perdidas y malvadas.<br />
Las pa<strong>la</strong>bras de McLaughlin sobre descansar mi<strong>en</strong>tras estuviese allí le<br />
vinieron a <strong>la</strong> cabeza. Aquel no era un lugar para descansar, era un lugar<br />
que atraía los problemas.<br />
Las nubes de torm<strong>en</strong>ta rugían sobre <strong>la</strong> cad<strong>en</strong>a montañosa, los precipicios<br />
escarpados eran el escondite perfecto para cualquier perturbado.<br />
Recuerdos de su infancia sobre esca<strong>la</strong>das por sitios simi<strong>la</strong>res se des<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>aron<br />
y com<strong>en</strong>zó a sudar.<br />
Un calor insoportable se apoderó de él, los sonidos que hacían <strong>la</strong>s hojas<br />
al crujir o los animales corri<strong>en</strong>do para refugiarse <strong>en</strong> un escondrijo seguro<br />
retumbaron <strong>en</strong> su cabeza. Cogió aire y un olor a arcil<strong>la</strong> impregnó su<br />
pituitaria. Olía a tierra, a vegetación <strong>en</strong> descomposición, apestaba a <strong>la</strong><br />
sangre de un animal que había sido devorado por los buitres, un animal<br />
cuyos huesos estaban tan deformados que resultaba imposible adivinar<br />
a qué especie había pert<strong>en</strong>ecido. Escuchó <strong>la</strong> voz de su padre tratando<br />
de conv<strong>en</strong>cerlo, llevándolo hacia el interior del bosque, <strong>en</strong>señándole a<br />
elegir una presa, animándolo a disparar.<br />
Matar o morir.<br />
Había <strong>en</strong>terrado sus recuerdos. El pasado ya no importaba.<br />
Estaba aquí para trabajar y t<strong>en</strong>ía que hacerlo, <strong>en</strong> cuanto lo resolviese<br />
volvería a su casa y pasaría al sigui<strong>en</strong>te caso.<br />
Pero un escalofrío le recorrió el cuerpo y <strong>la</strong> ansiedad inundó su ser. Había<br />
reconocido aquel paraje, <strong>la</strong> zona exacta <strong>en</strong> <strong>la</strong>s montañas de Quebranto donde<br />
vivió de niño. Si<strong>en</strong>do ya un adolesc<strong>en</strong>te se había mudado y había vivido <strong>en</strong><br />
un c<strong>en</strong>tro de acogida juv<strong>en</strong>il al otro <strong>la</strong>do del bosque de <strong>la</strong>s Tinieb<strong>la</strong>s. ¿Lo<br />
recordarían <strong>la</strong>s personas que residían allí? Rezó para que no fuese así.<br />
Se dirigió a <strong>la</strong> comisaría y aparcó. Sus botas levantaban una humareda<br />
de polvo con cada paso. Se ad<strong>en</strong>tró <strong>en</strong> aquel edificio salpicado de fango.<br />
Aquel<strong>la</strong> reunión iba a ser una pérdida de tiempo. Un tiempo que<br />
jamás podría recuperar. Tiempo que podría haber invertido <strong>en</strong> un caso<br />
de verdad y no <strong>en</strong> <strong>la</strong>s especu<strong>la</strong>ciones de una vid<strong>en</strong>te.<br />
Un hombre bajito y fornido, de pelo hirsuto y canoso, surgió desde<br />
detrás de un escritorio metálico, con una taza de café <strong>en</strong> su mano regordeta.<br />
—Soy el sheriff Dwayne Waller. Gracias por v<strong>en</strong>ir. ¿Se acuerda de<br />
mí, Valtrez?<br />
33
Vinc<strong>en</strong>t rechinó los di<strong>en</strong>tes. Joder, sí. Lo recordaba. No hacía muchos<br />
años que Waller había sido un tipo jov<strong>en</strong> y atractivo. En varias ocasiones<br />
se había acercado hasta su casa <strong>en</strong> respuesta a alguna l<strong>la</strong>mada que<br />
avisaba de sus problemas domésticos.<br />
—Sí. Pero aquello fue hace mucho tiempo.<br />
Y yo no soy mi padre.<br />
Se dieron <strong>la</strong> mano y el sheriff le hizo a Vinc<strong>en</strong>t un gesto para que lo<br />
siguiera hasta una oficina sofocante, abarrotada de cosas. Aquel cuarto<br />
estaba ll<strong>en</strong>o de papeles, de tazas sucias de café y de objetos con <strong>la</strong> cara<br />
o el nombre de Dolly Parton. El olor a beicon y a achicoria co<strong>la</strong>psaba<br />
el aire.<br />
Vinc<strong>en</strong>t p<strong>en</strong>só <strong>en</strong> soltar un com<strong>en</strong>tario mordaz, pero <strong>la</strong> int<strong>en</strong>ción<br />
murió <strong>en</strong> su boca <strong>en</strong> cuanto levantó <strong>la</strong> vista y <strong>en</strong>contró a una mujer<br />
s<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> una de <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s de mimbre que había <strong>en</strong> un <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> habitación.<br />
Mierda.<br />
C<strong>la</strong>rissa.<br />
Ya no t<strong>en</strong>ía aquel<strong>la</strong> mirada de niña delicada.<br />
Aunque esos ojos… todavía conservaba algo que los hacía especiales:<br />
eran <strong>en</strong>ormes e iluminaban su cara <strong>en</strong> forma de corazón. Eran dulces.<br />
Problemáticos. Misteriosos. Del color del cobre quemado.<br />
El<strong>la</strong> le dedicó una mirada y una fiera expresión bravucona, como lo<br />
hubiera hecho un guerrero <strong>en</strong>emigo.<br />
C<strong>la</strong>ro que <strong>en</strong> este caso, su <strong>en</strong>emigo t<strong>en</strong>ía el pelo rizado, castaño rojizo<br />
y le caía sobre los hombros. Su piel era como <strong>la</strong> miel cali<strong>en</strong>te. Y su<br />
cuerpo, pecaminosam<strong>en</strong>te escultural.<br />
A él se le hizo <strong>la</strong> boca agua cuando se imaginó a C<strong>la</strong>rissa, ya toda una<br />
mujer, tumbada bajo su cuerpo, desnuda, suplicándole que <strong>la</strong> p<strong>en</strong>etrase.<br />
T<strong>en</strong>ía por costumbre imaginarse desnudas a <strong>la</strong>s mujeres que veía por<br />
primera vez. Le gustaba tratar de adivinar de qué color serían sus pezones.<br />
C<strong>la</strong>rissa t<strong>en</strong>dría <strong>la</strong>s areo<strong>la</strong>s grandes, de un marrón dorado salpicado de<br />
bronce. Casi podía ver cómo se le <strong>en</strong>durecían los pezones ante su mirada<br />
y fantaseaba con cómo sería chupárselos.<br />
Cuando era jov<strong>en</strong> jamás había creído que el<strong>la</strong> pudiese hab<strong>la</strong>r con espíritus.<br />
Luego, <strong>la</strong> vez que le propuso contactar con estos para ver si su<br />
madre estaba con ellos, había conseguido sacarlo de quicio.<br />
Ya era hora de que este <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro se produjese y se lo quitara de<br />
<strong>en</strong>cima definitivam<strong>en</strong>te. Se ac<strong>la</strong>ró <strong>la</strong> garganta:<br />
—¿C<strong>la</strong>rissa?<br />
34
Su mirada permaneció fija, conmovedora, como <strong>la</strong> de una gitana<br />
exótica, cuando le ext<strong>en</strong>dió su delicada mano.<br />
—Ag<strong>en</strong>te especial Valtrez.<br />
Apretó los di<strong>en</strong>tes y aceptó el saludo. La mano de <strong>la</strong> vid<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong><br />
mitad del tamaño que <strong>la</strong> suya y resultaba suave <strong>en</strong> contraste con <strong>la</strong> de<br />
él. Al tocar<strong>la</strong>, notó que <strong>la</strong> suya ardía y que su cuerpo se <strong>en</strong>durecía. ¿Lo<br />
habría s<strong>en</strong>tido C<strong>la</strong>rissa también?<br />
Una fría mirada se instaló <strong>en</strong> <strong>la</strong> cara de <strong>la</strong> mujer. Camufló con el<strong>la</strong> sus<br />
emociones y el ag<strong>en</strong>te sintió que ahí estaba <strong>la</strong> respuesta.<br />
Contra su voluntad y a pesar de todo, esa actitud distante hizo que se<br />
excitase. Le hubiese gustado tirárse<strong>la</strong> <strong>en</strong> aquel lugar, <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong> oficina,<br />
contra <strong>la</strong> pared, con Dolly Parton mirando.<br />
Pero <strong>la</strong> misteriosa y casi fantasmagórica mirada inicial volvió a ocupar<br />
sus ojos de nuevo y fue para él un golpe bajo el darse cu<strong>en</strong>ta de que<br />
quizás acostarse una so<strong>la</strong> vez con el<strong>la</strong> no sería sufici<strong>en</strong>te. El<strong>la</strong> querría<br />
más. Podría destrozarle el alma a cualquier hombre con aquellos ojos<br />
profundos y perspicaces. El efecto de aquel<strong>la</strong> mirada, de aquel<strong>la</strong> mirada<br />
dulce y seductora, era como el de un conjuro infalible.<br />
Vinc<strong>en</strong>t seguía apretando <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong> cuando decidió colocarse<br />
su careta profesional, recomponerse y recordar qué era lo que estaba<br />
haci<strong>en</strong>do allí.<br />
Estaba allí porque t<strong>en</strong>ía que averiguar si había un asesino <strong>en</strong> serie<br />
actuando <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong> zona. Nada más.<br />
35