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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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404 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,<br />

porque <strong>para</strong> él son locura, y no las puede entender, porque se han<br />

de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas<br />

las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció<br />

la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la<br />

mente de Cristo”.<br />

Leed también el tercer capítulo de ese libro; estudiad esas palabras<br />

y orad mientras lo hacéis. Como pueblo, nuestra fe y nuestros<br />

procedimientos necesitan ser fortalecidos por el Espíritu Santo. No<br />

debiera ejercerse ningún tipo de poderío que obligue a <strong>los</strong> hombres a<br />

obedecer <strong>los</strong> dictados de una mente finita. “Dejaos del hombre, cuyo<br />

aliento está en su nariz”, ordena el Señor. Al desviar las mentes de<br />

<strong>los</strong> hombres <strong>para</strong> que se apoyen en la sabiduría humana, ponemos<br />

un velo entre Dios y el hombre, de manera que no haya una visión<br />

del Invisible.<br />

En nuestra experiencia individual debemos ser enseñados por<br />

Dios. Cuando lo busquemos con corazón sincero, le confesaremos<br />

nuestros defectos de carácter; y él ha prometido recibir a todos <strong>los</strong><br />

que acudan a él en actitud de humilde dependencia. El que se somete<br />

a <strong>los</strong> requerimientos de Dios, gozará de la permanente presencia de<br />

Cristo, y esa compañía será <strong>para</strong> él sumamente preciosa. Al hacer<br />

suya la sabiduría divina, huirá de la corrupción que hay en el mundo<br />

a causa de la concupiscencia. Día tras día aprenderá más plenamente<br />

cómo llevar sus debilidades a Aquel que ha prometido ser pronto<br />

auxilio en todo momento de necesidad.<br />

Este mensaje está destinado a nuestras iglesias en todo lugar.<br />

En la falsa experiencia que se ha estado introduciendo, opera una<br />

decidida influencia tendiente a exaltar <strong>los</strong> instrumentos humanos y a<br />

inducir a algunos a depender del juicio de <strong>los</strong> hombres y a responder<br />

al dominio de sus mentes. Esta influencia está apartando la mente<br />

de Dios. No permita el Señor que una experiencia semejante se<br />

profundice y progrese en las filas de <strong>los</strong> adventistas del séptimo día.<br />

Nuestras peticiones deben ascender por encima del hombre falible:<br />

Deben llegar hasta Dios. El Señor no se limita a un solo lugar o a<br />

una sola persona. Observa desde el cielo a <strong>los</strong> hijos de <strong>los</strong> hombres;<br />

ve sus perplejidades y está familiarizado con las circunstancias de<br />

toda situación de la vida. Conoce la tarea que él mismo lleva a cabo

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