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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Capítulo 17—Exhortación y amonestación<br />

La necesidad del mundo *<br />

En este siglo que se jacta de sus luces, la iglesia cristiana enfrenta<br />

un mundo que yace en las tinieblas de la medianoche, casi<br />

totalmente entregado a la idolatría. Un desprecio casi universal por la<br />

ley de Jehová está asemejando rápidamente al mundo a las ciudades<br />

de Sodoma y Gomorra. Como en <strong>los</strong> días anteriores al diluvio, la<br />

violencia llena la tierra. Los juegos de azar y el robo están llegando a<br />

ser males comunes. El uso de licores embriagantes está aumentando.<br />

Muchos que han seguido su propia voluntad no santificada tratarán<br />

de poner fin a su vida por el suicidio. La iniquidad y el crimen<br />

de toda clase se hallan en las altas esferas de la tierra, y <strong>los</strong> que<br />

consienten en estos errores están tratando de proteger del castigo<br />

a <strong>los</strong> culpables. Ni la centésima parte de la corrupción que existe<br />

es expuesta al mundo. Poco se conoce de la crueldad que hay en la<br />

tierra. La maldad de <strong>los</strong> hombres casi ha alcanzado su límite.<br />

De muchas maneras Satanás está revelando que él gobierna el<br />

mundo. Está influyendo en <strong>los</strong> corazones de <strong>los</strong> hombres y corrompiendo<br />

sus mentes. Los hombres que ocupan altos puestos dan<br />

evidencia de que sus pensamientos son de continuo el mal. Muchos<br />

buscan riquezas y no tienen escrúpu<strong>los</strong> en acrecentar sus fortunas<br />

por medio de transacciones fraudulentas. El Señor permite que estos<br />

hombres se expongan el uno al otro en sus malas acciones. Algunos<br />

de sus inicuos procedimientos están siendo expuestos ante el mundo<br />

<strong>para</strong> que <strong>los</strong> hombres reflexivos que todavía tienen el íntimo deseo<br />

de ser honrados y justos con sus semejantes entiendan por qué Dios<br />

está comenzando a enviar sus juicios sobre la tierra. El Señor casti- [458]<br />

gará seguramente al mundo por su iniquidad; “la tierra descubrirá la<br />

sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos”. .<br />

.<br />

* [The Review and Herald, 31 de marzo de 1910.]<br />

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