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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Elevad la norma 373<br />

ésta, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol hasta que <strong>los</strong> siervos<br />

de Dios sean sellados en sus frentes. Al ángel poderoso se lo ve<br />

subiendo del este (o de donde sale el sol). El más poderoso de <strong>los</strong><br />

ángeles tiene en su mano el sello del Dios vivo, el único que puede<br />

dar vida, que puede poner la señal o inscripción sobre las frentes de [445]<br />

aquel<strong>los</strong> a quienes se les concederá la inmortalidad, la vida eterna.<br />

Es la voz de este ángel encumbrado la que tiene autoridad <strong>para</strong><br />

ordenar a <strong>los</strong> cuatro ángeles que mantengan en jaque <strong>los</strong> cuatro<br />

vientos hasta que esa obra sea realizada, y hasta que él ordene que<br />

sean soltados.<br />

Los que venzan el mundo, la carne y el diablo, serán <strong>los</strong> favorecidos<br />

que recibirán el sello del Dios vivo. Los que no sean limpios de<br />

manos, cuyos corazones no sean puros, no tendrán el sello del Dios<br />

vivo. Los que estén premeditando el pecado y ejecutándolo, serán<br />

pasados por alto. Sólo <strong>los</strong> que, en su actitud ante Dios, ocupan el<br />

lugar de <strong>los</strong> que se arrepienten y confiesan sus pecados en el grande<br />

y verdadero día de expiación, serán reconocidos y señalados como<br />

dignos de la protección de Dios. Los nombres de <strong>los</strong> que firmemente<br />

esperan y anhelan vigilantes la aparición de su Salvador—más ferviente<br />

y anhe<strong>los</strong>amente que <strong>los</strong> que esperan la mañana—se contarán<br />

entre <strong>los</strong> sellados. Los que, por disponer de toda la luz de la verdad<br />

que brilla sobre sus almas, debieran obrar de acuerdo con la fe que<br />

profesan, pero son hechizados por el pecado, albergan ído<strong>los</strong> en su<br />

corazón, corrompen sus almas delante de Dios y mancillan a <strong>los</strong> que<br />

se unen con el<strong>los</strong> en el pecado, sus nombres serán borrados del libro<br />

de la vida y serán dejados en la oscuridad de la medianoche, sin<br />

aceite en sus vasijas juntamente con sus lám<strong>para</strong>s. “A vosotros <strong>los</strong><br />

que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia y en sus alas traerá<br />

salvación”.<br />

Este sellamiento de <strong>los</strong> siervos de Dios es el mismo que se<br />

le mostró a Ezequiel en visión. Juan también fue testigo de esta<br />

notable revelación. Vio el mar y las ondas rugientes, y <strong>los</strong> corazones<br />

de <strong>los</strong> hombres desfalleciendo de temor. Observó la tierra que se<br />

sacudía, las montañas transportadas al medio del mar (lo que ocurre [446]<br />

literalmente), las aguas que rugían agitadas y las montañas sacudidas<br />

por las olas. Se le mostraron las plagas, las pestilencias, el hambre y<br />

la muerte mientras llevaban a cabo su terrible misión.

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