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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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362 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

vuestros labios a entonar sus alabanzas y a ofrecer oraciones como<br />

incienso santo.<br />

Pregunto de nuevo: ¿Cómo puede alguien que ha tenido el mensaje<br />

precioso y solemne <strong>para</strong> este tiempo permitirse pensamientos<br />

impuros y hechos impíos cuando sabe que Aquel que nunca duerme<br />

ni dormita ve todo acto y lee todo pensamiento de la mente? ¡Oh,<br />

debido a que hay iniquidad en el profeso pueblo de Dios, él puede<br />

hacer tan poco por sus hijos!<br />

La verdad santifica el corazón<br />

La verdad, recibida en el corazón, santifica al que la recibe;<br />

cuando se la aparta de la vida y de <strong>los</strong> procedimientos, está muerta<br />

y es inútil <strong>para</strong> el que la recibe. ¿Cómo podéis vosotros, oh, como<br />

podéis agraviar a vuestro Redentor? ¿Cómo podéis deshonrarlo ante<br />

sus ángeles y ante <strong>los</strong> hombres? ¿Cómo podéis contristar el Espíritu<br />

Santo de Dios? ¿Cómo podéis crucificar de nuevo al Señor de gloria<br />

exponiéndole a vituperio? ¿Cómo podéis dar ocasión a Satanás y<br />

sus ángeles <strong>para</strong> que se alegren y triunfen sobre <strong>los</strong> que pretenden<br />

ser súbditos leales de Jesucristo?<br />

Todos <strong>los</strong> fornicarios estarán fuera de la ciudad de Dios. Los<br />

ángeles de Dios ya están actuando en el juicio y el Espíritu de Dios<br />

se está retirando gradualmente del mundo. El triunfo de la iglesia<br />

está muy cercano, la recompensa que ha de ser conferida está casi a<br />

nuestro alcance, y sin embargo hay iniquidad entre <strong>los</strong> que pretenden<br />

disponer del resplandor pleno de la luz del cielo.<br />

El que preside sobre su iglesia y <strong>los</strong> destinos de las naciones,<br />

está llevando a cabo la última obra que debe realizarse en favor<br />

de este mundo. A sus ángeles encarga que ejecuten sus juicios.<br />

Despierten <strong>los</strong> ministros, háganse cargo de la situación. La obra<br />

del juicio comienza en el santuario. “Y he aquí que seis varones<br />

venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte,<br />

y cada uno traía en su mano su instrumento <strong>para</strong> destruir. Y entre<br />

el<strong>los</strong> había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un<br />

tintero de escribano; y entrados, se <strong>para</strong>ron junto al altar de bronce”.<br />

Leed Ezequiel 9:2-7. El mandato es: “Matad a viejos, jóvenes y<br />

vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo<br />

aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis

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