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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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A <strong>los</strong> obreros de Dios 353<br />

acuerdo con su supuesto buen juicio sin la sabiduría celestial, hasta<br />

que este texto (Isaías 28:13) se cumpla. No habéis de decir: Seguiré<br />

la dirección del Señor hasta un cierto punto que esté de acuerdo con<br />

mi juicio, aferrándoos entonces a vuestras propias ideas, negándoos<br />

a ser modelados a la semejanza del Señor. Hágase la pregunta: ¿Es<br />

ésta la voluntad del Señor? y no, ¿es ésta la opinión o el juicio de<br />

-----?<br />

La norma del señor<br />

Todas las cosas deben ser vistas a la luz del ejemplo de Cristo.<br />

El es la verdad. El es la luz verdadera que alumbra a todo hombre<br />

que viene a este mundo. Escuchad sus palabras, imitad su ejemplo<br />

de abnegación y sacrificio y mirad a <strong>los</strong> méritos de Cristo <strong>para</strong> que<br />

se os conceda la gloria de carácter que él posee. Los que siguen a<br />

Cristo no viven <strong>para</strong> agradarse a sí mismos. Las normas humanas<br />

son como débiles cañas. La norma del Señor es la perfección de<br />

carácter. [420]<br />

“Porque Jehová se levantará como en el monte Perazim, como<br />

en el valle de Gabaón se enojará; <strong>para</strong> hacer su obra, su extraña<br />

obra, y <strong>para</strong> hacer su operación, su extraña operación. Ahora, pues,<br />

no os burléis, porque no se aprieten más vuestras ataduras; porque<br />

destrucción ya determinada sobre toda la tierra he oído del Señor,<br />

Jehová de <strong>los</strong> ejércitos”. Leed Deuteronomio 7:6. Leed todo el capítulo;<br />

también <strong>los</strong> capítu<strong>los</strong> 1 y 8. Estos me fueron presentados como<br />

palabras del Señor. Estas cosas son escritas <strong>para</strong> nuestra admonición,<br />

en quienes <strong>los</strong> fines de <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> han <strong>para</strong>do.<br />

En relación con nuestras instituciones debemos tener solamente<br />

a personas que escuchen la palabra del Señor y aprecien y obedezcan<br />

su voz. Cuando un hombre pide y exige que su punto de vista y su<br />

juicio sean supremos en cualquiera de nuestras instituciones, no<br />

podéis tener mayor evidencia de que ese hombre no se conoce a<br />

sí mismo y que no está calificado <strong>para</strong> dirigir. Cometerá errores y<br />

dañará en lugar de restaurar. No sabe qué responsabilidades implican<br />

su relación con Dios o con sus semejantes.<br />

“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no<br />

debéis vosotros andar!” Los que andan humildemente con Dios no<br />

estarán luchando <strong>para</strong> obtener mayores responsabilidades, sino que

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