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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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344 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

que procede del trono de Dios se hará sentir sobre un cristianismo<br />

degenerado, sobre un mundo corrompido, listo <strong>para</strong> ser consumido<br />

por <strong>los</strong> juicios largamente postergados de un Dios ofendido.<br />

Odio hacia la reprensión<br />

Existe ahora el peligro de que <strong>los</strong> hombres pierdan de vista<br />

las importantes verdades <strong>para</strong> este tiempo y de que busquen cosas<br />

nuevas, extrañas y fascinadoras. Muchos, cuando son reprobados<br />

por el Espíritu de Dios por medio de sus agentes señalados, rechazan<br />

la corrección y se desarrolla en sus corazones una raíz de amargura<br />

contra <strong>los</strong> siervos de Dios que llevan responsabilidades pesadas y<br />

desagradables. Hay hombres que enseñan la verdad pero que no<br />

están perfeccionando sus caminos delante de Dios, que tratan de<br />

ocultar sus apostasías y alejan a la gente de Dios. No tienen valor<br />

moral <strong>para</strong> hacer las cosas que <strong>los</strong> beneficiarían especialmente. No<br />

ven necesidad de reformarse, y así rechazan las palabras del Señor y<br />

odian al que <strong>los</strong> reprende en la puerta.<br />

Esta misma negativa a prestar oídos a las amonestaciones que el<br />

Señor envía, le da a Satanás todas las ventajas <strong>para</strong> hacer de el<strong>los</strong><br />

<strong>los</strong> peores enemigos de <strong>los</strong> que les han dicho la verdad. Llegan a<br />

calumniar a aquel<strong>los</strong> que les han traído el mensaje del Señor.<br />

El hombre que rechaza la Palabra del Señor, que trata de imponer<br />

su propio camino y voluntad, despedaza al mensajero y al mensaje<br />

que Dios envía <strong>para</strong> revelarle su pecado. Sus propias inclinaciones<br />

han ejercido influencia sobre su conducta, y se ha confirmado en el<br />

error. La regla divina es: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra<br />

cosa, hacedlo todo <strong>para</strong> la gloria de Dios”. Pero él no quiere hacer<br />

esto. Cual es el pensamiento de un hombre, tal es él. De adentro, del<br />

corazón, proceden <strong>los</strong> ma<strong>los</strong> pensamientos inspirados por Satanás.<br />

Comienza a argumentar acerca de tecnicismos y procedimientos. El<br />

espíritu de Satanás lo une con el enemigo <strong>para</strong> presentar una palabra<br />

de crítica sobre asuntos poco importantes. La verdad llega a ser<br />

cada vez de menos valor <strong>para</strong> él. Se convierte en acusador de sus<br />

hermanos, etc., y cambia de dirigente. El mundo exterior pesa mas<br />

<strong>para</strong> él que el diluvio de luz que Dios ha derramado sobre el mundo<br />

en <strong>los</strong> mensajes que él mismo dio y en <strong>los</strong> cuales una vez se gozó.

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