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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Exhortaciones a la verdad y la lealtad 307<br />

suscitará obreros que se darán cuenta de que sin la ayuda especial<br />

de Dios no son nada.<br />

Siglo tras siglo, Jesús ha estado entregando sus bienes a su iglesia.<br />

En el tiempo del primer advenimiento de Cristo a nuestro mundo,<br />

<strong>los</strong> hombres que componían el Sanedrín ejercían su autoridad <strong>para</strong><br />

controlar a <strong>los</strong> hombres de acuerdo con su voluntad. De este modo<br />

las almas que Jesús había venido a salvar de la esclavitud de<br />

Satanás por medio de su vida, eran sometidas de otra manera a la<br />

servidumbre del enemigo.<br />

¿Nos damos cuenta individualmente de nuestra verdadera posición,<br />

de que como siervos contratados por Dios no podemos negociar<br />

nuestra mayordomía? Somos responsables individualmente ante el<br />

universo * celestial de administrar lo que Dios nos ha confiado. Nues- [362]<br />

tros propios corazones han de ser conmovidos. Nuestras manos han<br />

de tener algo que impartir de las ganancias que Dios nos confía. Los<br />

más humildes de entre nosotros pueden ser instrumentos de Dios,<br />

que usen sus dones <strong>para</strong> la gloria de su nombre. El que aprovecha<br />

al máximo sus talentos puede presentar a Dios su ofrenda como un<br />

don consagrado que será como fragante incienso delante de él. Es<br />

el deber de cada cual velar <strong>para</strong> que sus talentos logren ganancia,<br />

como un don que se debe devolver, habiendo hecho lo mejor posible<br />

<strong>para</strong> acrecentarlo.<br />

El espíritu de dominio se extiende a <strong>los</strong> presidentes de nuestras<br />

asociaciones. Si un hombre confía en sus propias facultades y trata<br />

de ejercer dominio sobre sus hermanos, creyendo que está investido<br />

de autoridad <strong>para</strong> hacer de su voluntad el poder dominante, el procedimiento<br />

mejor y el único seguro consiste en quitarle el puesto <strong>para</strong><br />

que no se haga un gran daño y él mismo pierda su propia alma y<br />

ponga en peligro el alma de otros. “Todos vosotros sois hermanos”.<br />

Esta disposición a dominar sobre la heredad de Dios causará una<br />

reacción a menos que estos hombres cambien su conducta. Los que<br />

ocupan puestos de autoridad deben manifestar el espíritu de Cristo.<br />

Deben tratar como él lo haría con cada caso que requiera atención.<br />

Deben estar imbuidos del Espíritu Santo. El cargo no engrandece a<br />

un hombre ni en una jota o una tilde a la vista de Dios; sólo valora<br />

el carácter.<br />

* [13—T. M.]

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