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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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298 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

desconsiderada, dejadas <strong>para</strong> luchar bajo la tentación, y colocadas a<br />

la fuerza en el campo de batalla de Satanás.<br />

Los que decían ser amigos de Job fueron consoladores miserables<br />

que hicieron su caso más amargo e insoportable, y Job no<br />

era culpable como el<strong>los</strong> suponían. Los que están bajo el dolor y la<br />

angustia a causa de su propia conducta errónea, mientras Satanás<br />

está tratando de inducir<strong>los</strong> a la desesperación, son precisamente <strong>los</strong><br />

que necesitan la máxima ayuda. La intensa agonía del alma derrotada<br />

por Satanás, y que se siente vencida e indefensa, ¡cuán poco<br />

es comprendida por aquel<strong>los</strong> que deben ir con tierna compasión al<br />

encuentro del que yerra!<br />

Es sumamente lamentable la condición del que sufre bajo el<br />

remordimiento; es como una persona aturdida, que se tambalea,<br />

humillada en el polvo. Y muchos que se creen justos, llegan a ser<br />

consoladores exasperantes; tratan rudamente a esas almas. Al mani-<br />

festar esta dureza de corazón, al herir y oprimir a esas almas, están<br />

haciendo la misma obra que Satanás se deleita en realizar. El alma<br />

que sufre bajo la prueba y la tentación no puede ver nada claro. La<br />

mente está confundida; no sabe qué pasos dar. ¡Oh, no habléis una<br />

sola palabra que pueda producirles mayor dolor!<br />

Cómo tratar con <strong>los</strong> que yerran<br />

Nuestro Salvador dijo: “Cualquiera que haga tropezar a alguno<br />

de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase<br />

al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en<br />

lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por <strong>los</strong> tropiezos! porque es<br />

necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien<br />

viene el tropiezo!... Mirad, que no menospreciéis a uno de estos<br />

pequeños; porque os digo que sus ángeles en <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> ven siempre<br />

el rostro de mi Padre que está en <strong>los</strong> cie<strong>los</strong>. Porque el Hijo del<br />

Hombre ha venido <strong>para</strong> salvar lo que se había perdido. ¿Qué os<br />

parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas,<br />

¿no deja las noventa y nueve y va por <strong>los</strong> montes a buscar la que se<br />

había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo<br />

que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no<br />

se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en<br />

<strong>los</strong> cie<strong>los</strong>, que se pierda uno de estos pequeños”.

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