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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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288 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

Debemos hacer frente al mortal conflicto. ¿Estamos pre<strong>para</strong>dos <strong>para</strong><br />

ello? Dios todavía habla a <strong>los</strong> hijos de <strong>los</strong> hombres. Está hablando de<br />

muchas formas distintas. ¿Oiremos su voz? ¿Colocaremos nuestras<br />

manos con toda confianza en las suyas, y diremos: “Condúceme,<br />

guíame”?<br />

Existe religión barata en abundancia, pero no existe un cristianismo<br />

barato. El yo puede figurar mayormente en una falsa religión,<br />

pero no puede aparecer en la experiencia cristiana. Sois colaboradores<br />

de Dios. “Se<strong>para</strong>dos de mí—dijo Cristo—, nada podéis hacer”.<br />

No podemos ser pastores del rebaño a menos que seamos despojados<br />

de nuestros propios hábitos, modales y costumbres peculiares y<br />

seamos transformados a la semejanza de Cristo. Cuando comemos<br />

su carne y bebemos su sangre, <strong>los</strong> elementos de la vida eterna se<br />

encuentran en el ministerio. No habrá un acopio de ideas añejas<br />

repetidas a menudo. Habrá una nueva percepción de la verdad.<br />

Algunos de <strong>los</strong> que se presentan en el púlpito avergüenzan a<br />

<strong>los</strong> mensajeros celestiales que se hallan en el auditorio. El precioso<br />

Evangelio, que ha costado tanto traer al mundo, es profanado. El<br />

lenguaje es común y barato; hay actitudes y muecas grotescas. Algunos<br />

hablan en forma muy rápida; otros tienen una enunciación<br />

pesada y confusa. Todo el que ministra a la gente debe sentir que<br />

tiene el solemne deber de examinarse a sí mismo. Debe entregarse<br />

primeramente él mismo al Señor en una completa renuncia propia,<br />

determinado a no tener nada del yo, sino la totalidad de Jesús.<br />

La palabra es la luz del predicador, y a medida que el aceite áureo<br />

fluye del olivo celestial al vaso, permite que la lám<strong>para</strong> de la vida<br />

brille con una claridad y un poder que todos discernirán. Los que<br />

tienen el privilegio de aprender de un ministerio tal, si sus corazones<br />

son sensibles a la influencia del Espíritu Santo, sentirán surgir la<br />

vida en su interior. El fuego del amor de Dios será encendido dentro<br />

de el<strong>los</strong>. La Biblia, la Palabra de Dios, es el pan de vida. El que<br />

alimenta al rebaño de Dios, debe comer él mismo primero del pan<br />

que vino del cielo. Verá la verdad en todos sus aspectos. No se<br />

aventurará a presentarse delante de la gente hasta que no haya tenido<br />

primeramente comunión con Dios. Entonces es inducido a trabajar<br />

como Cristo trabajó. Respeta las variadas mentes que componen su<br />

auditorio. Tiene una palabra que se aplica al caso de todos, y no ideas

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