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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Medios y métodos 265<br />

Hay corazones en este mundo que claman en voz alta por el Dios<br />

vivo. Pero la desvalida naturaleza humana ha recibido alimento sin<br />

sabor; se han dado discursos en las iglesias que no satisfacen a las<br />

almas hambrientas. No hay en el<strong>los</strong> la presencia divina que toca la<br />

mente y rodea el alma de una aureola. Los oyentes no pueden decir:<br />

“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el<br />

camino, y cuando nos abría las Escrituras?” La gente recibe paja en<br />

abundancia, pero ésta no puede despertar al transgresor ni convencer<br />

a las almas de pecado. Las almas que vienen a escuchar necesitan<br />

una presentación clara y directa de la verdad. Los que han probado<br />

la Palabra de Dios han vivido por mucho tiempo en una atmósfera<br />

sin Dios y anhelan la presencia divina.<br />

Ciña <strong>los</strong> lomos de su entendimiento <strong>para</strong> que pueda presentar en<br />

forma aceptable la verdad de Dios. Predique la verdad con sencillez,<br />

pero que sus discursos sean cortos. Espáciese definidamente en unos<br />

pocos puntos importantes. Comprenda a cada momento que debe<br />

contar con la presencia del Espíritu Santo, porque él puede realizar la<br />

obra que usted no puede hacer por sí mismo. Si alguna preocupación<br />

desagradable embarga su mente, líbrese de ella mediante esfuerzo<br />

personal o por medio de la oración fervorosa, antes de presentarse<br />

delante de la gente. Ruegue con sinceridad a Dios <strong>para</strong> que le quite<br />

esa preocupación. Limítese definidamente a unos pocos puntos. Dé<br />

a la gente trigo puro, debidamente aventado de todo el tamo. No<br />

permita que sus discursos abarquen tanto que se vea debilidad donde<br />

debieran verse argumentos sólidos. Presente la verdad tal cual es en<br />

Jesús, <strong>para</strong> que <strong>los</strong> oyentes reciban la mejor impresión. [311]<br />

Los sermones largos<br />

Hable brevemente. Sus discursos duran por lo general el doble de<br />

lo que debieran durar. Es posible tratar de tal manera algo bueno que<br />

pierda su sabor. Cuando un discurso es demasiado largo, la última<br />

parte de la predicación debilita lo precedente y disminuye el interés<br />

en ello. No divague; vaya directamente al grano. Dé a la gente el<br />

verdadero maná del cielo, y el Espíritu Santo dará testimonio a su<br />

espíritu de que no es usted el que habla, sino que el Espíritu Santo<br />

habla por medio de usted. El maestro de la Palabra de Dios debe<br />

hablar primeramente con Dios, y entonces puede presentarse ante la

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