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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Métodos, principios y motivos correctos 211<br />

árboles darán fruto el próximo año, y <strong>los</strong> durazneros producirán una<br />

buena cosecha de aquí a dos años. El Sr.-----, de quien compramos<br />

<strong>los</strong> árboles, vive a unos treinta kilómetros de aquí. Tiene una quinta<br />

hermosa y grande. Dice que disponemos de una espléndida tierra<br />

<strong>para</strong> frutales.<br />

Bien, el colegio ha hecho un excelente comienzo. Los alumnos<br />

están aprendiendo a plantar árboles, frutillas, etc. Deben mantener<br />

se<strong>para</strong>dos cada brote y cada raicilla <strong>para</strong> darles oportunidad de<br />

crecer. ¿No es ésta acaso una lección muy preciosa sobre cómo<br />

tratar con la mente humana y también con el cuerpo? No hay que<br />

oprimir ningún órgano del cuerpo sino darles amplia libertad <strong>para</strong><br />

funcionar. Hay que exigir la mente; hay que someter a esfuerzos<br />

sus energías. Necesitamos hombres y mujeres a quienes el Espíritu<br />

de Dios pueda fortalecer <strong>para</strong> que hagan una obra completa bajo<br />

la dirección del Espíritu. Pero esas mentes deben cultivarse, deben [243]<br />

actuar; no deben permanecer inactivas ni empequeñecerse por causa<br />

de la inactividad. También se necesitan hombres, mujeres y niños<br />

que estén dispuestos a trabajar la tierra, y que usen buen criterio<br />

y habilidad, no con la idea de que son sirvientes, sino que están<br />

llevando a cabo precisamente la noble obra que Dios les asignó en<br />

el Edén a Adán y Eva, quienes se deleitaban al ver <strong>los</strong> milagros que<br />

hacía el divino Labrador. El instrumento humano planta la simiente,<br />

y Dios la riega y manda a su sol que brille sobre ella, y así aparece<br />

la tierna hoja. Aquí encontramos la lección que Dios nos da con<br />

respecto a la resurrección del cuerpo y la renovación del corazón.<br />

Tenemos que aprender lecciones espirituales de las cosas terrenales.<br />

El cultivo de la tierra educa<br />

No tenemos que abatirnos y desanimarnos por las cosas temporales<br />

y <strong>los</strong> aparentes fracasos, ni descorazonarnos por la demora.<br />

Debemos trabajar la tierra con alegría, esperanza y gratitud, convencidos<br />

de que posee en su seno abundantes provisiones, más ricas que<br />

el oro o la plata, que puede acopiar el obrero fiel. La mezquindad que<br />

se le atribuye a la tierra es una calumnia. Si se la cultiva adecuada<br />

e inteligentemente, la tierra entregará sus tesoros en beneficio del<br />

hombre.

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