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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Métodos, principios y motivos correctos 209<br />

intercesión descendió sobre mí, y todos tuvimos la seguridad de que<br />

el Señor escuchaba nuestras oraciones. Entonces hablé unos treinta<br />

minutos, y el Señor me dio palabras <strong>para</strong> <strong>los</strong> presentes. Fueron<br />

reuniones muy provechosas; <strong>los</strong> testimonios de <strong>los</strong> alumnos dieron<br />

evidencia de que el Espíritu Santo estaba proporcionándoles a todos<br />

vislumbres de las cosas de Dios.<br />

Las impresiones espirituales fueron más evidentes a medida que<br />

avanzaban las reuniones. La presencia divina estaba con nosotros.<br />

Las simpatías y <strong>los</strong> sentimientos de <strong>los</strong> presentes se inspiraron con<br />

poder y con favor. Los corazones se rendían a la influencia del Espíritu<br />

Santo, y se produjeron cambios definidos en mentes y caracteres.<br />

El Espíritu de Dios obraba en <strong>los</strong> instrumentos humanos. Alabo a<br />

Dios por la estimulante influencia de su Espíritu sobre mi propio corazón.<br />

Todos sentimos que el Señor estaba cooperando con nosotros<br />

<strong>para</strong> inducirnos a querer, decidir y obrar.<br />

El Señor no se propone realizar el querer o el hacer en lugar<br />

de nosotros. Esto es tarea nuestra. Al entrar fervientemente en la<br />

obra, se da la gracia de Dios <strong>para</strong> producir en nosotros el querer y<br />

el hacer, pero nunca como sustituto de nuestros esfuerzos. Nuestras<br />

almas tienen que despertar <strong>para</strong> cooperar. El Espíritu Santo obra en<br />

el instrumento humano <strong>para</strong> que nos ocupemos de nuestra propia<br />

salvación. Esta es la lección práctica que el Espíritu Santo está<br />

tratando de enseñarnos. “Porque Dios es el que en vosotros produce<br />

así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.<br />

Nunca tuve una convicción más profunda respecto de la verdad<br />

preciosa y de su poder sobre la mente humana, como cuando me<br />

dirigía a esos alumnos en las reuniones de la madrugada. Mañana<br />

tras mañana, me sentía llena de un mensaje de Dios. También gocé [241]<br />

de libertad especial <strong>para</strong> hablar dos veces durante el sábado. A<br />

cada reunión asistieron varias personas no creyentes, y se sintieron<br />

muy impresionadas por la presentación de la verdad. Si tuviéramos<br />

un lugar adecuado <strong>para</strong> celebrar reuniones, podríamos invitar a <strong>los</strong><br />

vecinos. Pero nuestro largo y estrecho comedor, atestado de gente,<br />

no es un lugar muy adecuado <strong>para</strong> el culto. Dispongo de un pequeño<br />

espacio en un ángulo de la habitación, y me encuentro arrinconada.<br />

Sin embargo, el Señor Jesús está presente en la reunión; lo sabemos.<br />

Algunas almas meditan seriamente ahora acerca de la verdad.

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