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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Colaboradores de Dios 169<br />

no se les permite a <strong>los</strong> hombres tomar la obra de la naturaleza en sus<br />

propias manos. Dios obra por medio de la acción tranquila y regular<br />

de las leyes que estableciera. Así ocurre en las cosas espirituales.<br />

Satanás trata constantemente de producir efectos por medio de rudas<br />

y violentas arremetidas; pero Jesús hallaba acceso a la mente por<br />

la senda de las asociaciones de ideas que le son más familiares. El<br />

perturbaba en lo mínimo posible su acostumbrada cadena de pensamientos<br />

por acciones abruptas o reglas prescriptas. Honraba con su<br />

confianza al hombre dándole así la oportunidad de demostrar que era<br />

digno de esa confianza. Presentaba antiguas verdades iluminadas por<br />

una nueva y preciosa luz. A <strong>los</strong> doce años maravilló a <strong>los</strong> doctores<br />

de la ley por sus preguntas en el templo.<br />

Jesús se revistió de humanidad <strong>para</strong> poder encontrarse con la<br />

humanidad. El coloca a <strong>los</strong> hombres bajo el poder transformador de<br />

la verdad encontrándo<strong>los</strong> donde están. Obtiene acceso al corazón<br />

conquistando la simpatía y la confianza, logrando que todos sientan<br />

que él está plenamente identificado con la naturaleza humana y <strong>los</strong><br />

intereses de <strong>los</strong> hombres. La verdad salía de sus labios hermosa<br />

en su sencillez, y sin embargo revestida de dignidad y poder. ¡Qué<br />

maestro era nuestro Señor Jesucristo! ¡Cuán tiernamente trató a cada<br />

honrado investigador de la verdad, <strong>para</strong> ganar su simpatía, y hallar<br />

lugar en su corazón!<br />

Debo deciros, hermanos, que estáis lejos de lo que el Señor quisiera<br />

que fuerais. Los atributos del enemigo de Dios y del hombre<br />

demasiado a menudo hallan expresión en vuestro espíritu y en vuestra<br />

actitud mutua. Os herís mutuamente porque no sois participantes<br />

de la naturaleza divina. Obráis en contra de la perfección de vuestro<br />

propio carácter, os acarreáis dificultades, hacéis vuestra labor dura y [191]<br />

cansadora, porque consideráis vuestro propio espíritu y vuestros defectos<br />

de carácter como preciosas virtudes dignas de ser atesoradas<br />

y fomentadas.<br />

Jesús les señala a las mentes más elevadas, así como a las más<br />

humildes, el lirio bañado por el rocío matutino, y nos pide: “Considerad<br />

<strong>los</strong> lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero<br />

os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como<br />

uno de el<strong>los</strong>”. Y aplica esta lección: “Si la hierba del campo que hoy<br />

es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho<br />

más a vosotros, hombres de poca fe?”

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