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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Necesidades humanas y provisión divina 151<br />

perseverante paciencia, invencible caridad y omnipotente fe. El yo<br />

no debe prevalecer. Debe ejercerse la sabiduría de Cristo al tratar<br />

con las mentes humanas.<br />

Todo obrero que trata con éxito con las almas debe entrar en<br />

el trabajo despojado del yo. No puede haber rezongos o irritación,<br />

ejercicio arbitrario de la autoridad, el dedo amenazador y el hablar<br />

vanidad; antes bien empréndase la obra con el corazón ardiente de<br />

amor hacia Jesús y las preciosas almas por las cuales murió. Los que [169]<br />

tienen suficiencia propia no pueden esconder su debilidad. Afrontarán<br />

la prueba con arrogante confianza en sí mismos, manifestando<br />

así que Jesús no está con el<strong>los</strong>. Estas almas con suficiencia propia no<br />

son pocas, y tienen lecciones que aprender por la dura experiencia<br />

del desconcierto y la derrota. Pocos tienen el acierto de dar la bienvenida<br />

a una experiencia tal, y muchos se descarrían bajo la prueba.<br />

Echan la culpa de su derrota a las circunstancias, y piensan que su<br />

talento no es apreciado por <strong>los</strong> otros. Si se humillaran a sí mismos<br />

bajo la mano de Dios, él les enseñaría.<br />

Factores esenciales en el servicio<br />

Los que no aprenden todos <strong>los</strong> días en la escuela de Cristo, <strong>los</strong><br />

que no pasan mucho tiempo en ferviente oración, no están en condiciones<br />

de manejar la obra de Dios en ninguna de sus ramas, pues<br />

si lo hicieran, la depravación humana <strong>los</strong> vencería ciertamente y<br />

elevarían sus almas a cosas vanas. Los que llegan a ser colaboradores<br />

de Jesucristo, y tienen espiritualidad <strong>para</strong> discernir las cosas<br />

espirituales, sentirán su necesidad de la virtud y de la sabiduría del<br />

Cielo <strong>para</strong> manejar la obra del Señor. Hay algunos que ni arden ni<br />

brillan, y sin embargo están contentos. Se encuentran en una condición<br />

desastrosamente fría e indiferente, y muchos que conocen<br />

la verdad manifiestamente descuidan el deber, por lo cual Dios les<br />

pedirá cuentas.<br />

Dios nos ha dado a Jesús, y en él está la revelación de Dios.<br />

Nuestro Redentor dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi<br />

Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. “Lo<br />

que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo<br />

que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también<br />

vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Si conocemos

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