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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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144 <strong>Testimonios</strong> <strong>para</strong> <strong>los</strong> <strong>Ministros</strong><br />

la luz de la verdad, ¿qué ocurre entonces? El espíritu está luchando<br />

contra la carne, y la carne contra el espíritu, y uno de <strong>los</strong> dos tiene<br />

que vencer. Si el alma es santificada por la verdad, odia y resiste el<br />

pecado, porque acepta a Cristo como huésped honrado. Pero Cristo<br />

no puede compartir un corazón dividido; el pecado y Jesús nunca<br />

están en sociedad. El que acepta la verdad con sinceridad, el que<br />

come la carne y bebe la sangre del Hijo de Dios, tiene vida eterna.<br />

“Las palabras que yo os he hablado—dijo Jesús—, son espíritu y<br />

son vida”. Cuando el que recibe la verdad coopera con el Espíritu<br />

Santo, se sentirá cargado con la preocupación de impartir el mensaje<br />

a las almas; nunca será un mero sermoneador. Entrará de corazón<br />

y de alma en la gran obra de buscar y salvar lo que se ha perdido.<br />

Al practicar la religión de Cristo, realizará una buena obra en la<br />

ganancia de almas.<br />

Una obligación ante Dios<br />

Todo creyente tiene la obligación ante Dios de ser espiritual y de<br />

mantenerse en el camino de la luz, <strong>para</strong> permitir que su luz brille ante<br />

el mundo. Cuando todos <strong>los</strong> que se hallan empeñados en la sagrada<br />

obra del ministerio crezcan en la gracia y en el conocimiento de<br />

nuestro Señor y Salvador, odiarán el pecado y el egoísmo. En el<strong>los</strong><br />

se efectúa una constante renovación moral; al continuar mirando a<br />

Jesús, se conforman a su imagen, y son hallados completos en él,<br />

no teniendo su propia justicia, sino la justicia que es en Cristo Jesús<br />

Señor nuestro.<br />

La gran ventaja de las asambleas ministeriales [veasé el Apéndice.]<br />

no es apreciada siquiera en la mitad de su valor. Son ricas<br />

en oportunidades, pero no realizan ni la mitad de lo que debieran,<br />

porque <strong>los</strong> que asisten a ellas no practican la verdad que les es<br />

presentada con claros contornos. Muchos que están explicando las<br />

Escrituras a otros, no han rendido consciente y cabalmente su inteligencia,<br />

su corazón y su vida al dominio del Espíritu Santo. Aman<br />

el pecado y se aferran a él. Se me ha mostrado que las prácticas<br />

impuras, el orgullo, el egoísmo y la glorificación propia han cerrado<br />

la puerta del corazón aun de aquel<strong>los</strong> que enseñan la verdad a otros,<br />

de manera que la desaprobación de Dios está sobre el<strong>los</strong>. ¿No será<br />

posible que algún poder renovador se posesione de el<strong>los</strong>? ¿Han caído

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