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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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Un llamamiento solemne a <strong>los</strong> ministros 139<br />

que el hombre no recibiera el honor debido sólo a Dios, sino que<br />

Dios recibiera toda la gloria. El embajador no ha de felicitarse a<br />

sí mismo y atribuirse el honor del éxito, o aun compartir el honor<br />

con Dios, como si por su propio poder hubiera realizado la tarea.<br />

El razonamiento elaborado o las demostraciones argumentativas de<br />

las doctrinas, rara vez hacen que el oyente advierta su necesidad<br />

y su peligro. Las declaraciones sencillas y breves, que salen de un<br />

corazón lleno de simpatía, enternecido por el amor de Cristo, serán<br />

como el grano de mostaza, al cual Cristo asemejó sus palabras de<br />

verdad divina. El siembra en el alma la energía vital de su Espíritu,<br />

<strong>para</strong> que la semilla de la verdad germine y lleve fruto.<br />

¿Tendrán cuidado mis hermanos de que ninguna gloria sea dada<br />

a <strong>los</strong> hombres? ¿Reconocerán que es Cristo quien realiza la obra [155]<br />

en el corazón humano y no el<strong>los</strong> mismos? ¿Rogarán mis hermanos<br />

ministros, so<strong>los</strong> en presencia de Dios, en oración secreta, que su<br />

presencia y poder <strong>los</strong> acompañe? No os atreváis a predicar un solo<br />

sermón más a menos que sepáis, por vuestra propia experiencia, lo<br />

que Cristo es <strong>para</strong> vosotros. Con corazones santificados por la fe en<br />

la justicia de Cristo, podéis predicar a Jesús, podéis exaltar al resucitado<br />

Salvador ante vuestros oyentes; con corazones subyugados y<br />

enternecidos por el amor de Jesús podéis decir: “He aquí el Cordero<br />

de Dios, que quita el pecado del mundo”.<br />

Cultivad la fe y el amor<br />

Habéis descuidado tristemente leer las Escrituras e investigarlas<br />

con corazón humilde por vosotros mismos. No os conforméis con la<br />

explicación que ningún hombre haga de las Escrituras, cualquiera<br />

sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad por vosotros<br />

mismos. Después de escuchar a Jesús, <strong>los</strong> samaritanos dijeron: “Ya<br />

no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y<br />

sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el<br />

Cristo”. Allí está la mina de la verdad. Cavad un pozo profundo y<br />

poseeréis el conocimiento que es de más valor <strong>para</strong> vosotros. Muchos<br />

se han vuelto perezosos y han caído en un criminal descuido del<br />

escudriñamiento de las Escrituras, y están tan destituidos del Espíritu<br />

de Dios como del conocimiento de su Palabra. En el Apocalipsis,<br />

la revelación que fue dada a Juan, leemos acerca de algunos que

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