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Testimonios para los Ministros (1979) - Ellen G. White Writings

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La alta norma de Dios 115<br />

Todo el culto de Israel de antaño era una promesa, en figuras y<br />

símbo<strong>los</strong>, de Cristo; y no era una mera promesa, sino una verdadera<br />

provisión, destinada por Dios a ayudar a millones de personas elevando<br />

sus pensamientos hacia Aquel que había de manifestarse a<br />

nuestro mundo.<br />

Cristo, la revelación de Dios<br />

En Cristo el mundo contempló al Dios invisible. “Yo soy en el<br />

Padre—dijo él—, y el Padre en mí”. “El que me ha visto a mí ha<br />

visto al Padre”. “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais [124]<br />

y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. En todos nuestros actos<br />

de verdadera devoción fijamos <strong>los</strong> ojos de nuestra fe en nuestro<br />

Abogado, que intercede entre el hombre y el trono eterno, y quien<br />

espera <strong>para</strong> tomar nota de todo esfuerzo nuestro y <strong>para</strong> ayudarnos<br />

por su Espíritu a lograr un conocimiento más perfecto de Dios.<br />

El Cordero de Dios nos es presentado como quien está “en<br />

medio del trono” de Dios. El es la gran provisión por la cual Dios y<br />

el hombre están unidos y tienen comunión el uno con el otro. Por eso<br />

se describe a <strong>los</strong> hombres como sentados en <strong>los</strong> lugares celestiales<br />

en Cristo Jesús, quien es el punto designado de reunión entre Dios y<br />

la humanidad.<br />

“Y por el<strong>los</strong> yo me santifico a mí mismo, <strong>para</strong> que también el<strong>los</strong><br />

sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos,<br />

sino también por <strong>los</strong> que han de creer en mí por la palabra de el<strong>los</strong>,<br />

<strong>para</strong> que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que<br />

también el<strong>los</strong> sean uno en nosotros; <strong>para</strong> que el mundo crea que tú<br />

me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, <strong>para</strong> que sean<br />

uno, así como nosotros somos uno. Yo en el<strong>los</strong>, y tú en mí, <strong>para</strong><br />

que sean perfectos en unidad, <strong>para</strong> que el mundo conozca que tú me<br />

enviaste, y que <strong>los</strong> has amado a el<strong>los</strong> como también a mí me has<br />

amado”. Cristo llevó a la naturaleza humana a la relación personal<br />

con su propia divinidad. Así ha proporcionado un centro al cual<br />

puede aferrarse la fe del universo.<br />

Dios quiere que su ley sea obedecida por todos <strong>los</strong> que creen en<br />

Cristo. Satanás sabía que si la familia humana podía ser inducida a<br />

creer que Dios había abolido su norma moral del carácter, el hombre

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