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contexto, como parte de una España que ocurre largamente fuera de España y que aquí se ignora con minuciosa estupidez). Vino luego, 1945, también en Buenos Aires y también por Margarita, el estreno de La casa de Bernalda Alba. Federico ya no pudo verla, arrebatado por la crueldad gratuita y la demencia patriótica de los salvadores de la cultura occidental. (Tampoco está de más recordar aquí, incluso como paralelismo histórico, que el estreno de Yerma estuvo a punto de ser frustrado por los mismos salvadores. Apenas levantado el telón, una panda de mozalbetes falangistas, que se estrenaban en las tácticas y modales del gamberrismo imperial, se pusieron a patear y a berrear heroicamente. Se detuvo un instante la representación y hubo que ir «a por ellos» -era su lenguaje- y echarlos con la dialéctica de las patadas, que era la única que entendían, mientras no maduraba la de las pistolas). La última vez que estuve con Federico fue en diciembre de 1935 272 , para despedirnos y también para hablar de su segundo viaje a Argentina, ya que tanto había aconsejado el primero. Marchaba él a Barcelona para asistir al estreno de Doña Rosita la soltera, también con Margarita Xirgu, que cuatro años después, había de reponerla en Buenos Aires, en el teatro Avenida. (Nota también indispensable: En el Avenida –la avenida de Mayo era la calle extraterritorial de los españoles emigrantes, como luego lo fue de los exiliados– ocurrió todo el teatro español de los últimos setenta años: estrenos absolutos y conferencias de Benavente y luego de Federico García Lorca. Estando allí don Jacinto, llegó la noticia del premio Nobel. A pedido de Manolo Silva, administrador del teatro –que fue el primero que lo supo por ser también dibujante del diario Crítica–, tuve el honor de redactar el telegrama enviado a medio camino del tren que le llevaba a Mendoza... En el Avenida fue, asimismo, el estreno americano de todas las zarzuelas en tan largo plazo, muchas de ellas dirigidas por sus autores: Moreno Torroba, Guerrero, Amadeo Vives, etcétera. Lola Membrives cubrió allí numerosas temporadas. Por allí desfilaron los grandes flamencos y cupletistas de la época. Era visita anual la insigne Conchita Piquer, de quien se dijo que acompañó a Eva Duarte a levantar los sindicatos para liberar a Perón, prisionero 272 Tivo que ocorrer no mes de outubro ou nos dous primeiros días do mes de novembro, como describe a súa axenda, pois en decembro xa se atopaba en Buenos Aires. 318

de unos generales golpistas en la isla de Martín García, la dramática noche del 16 de octubre. Al día siguiente, el famoso 17 de octubre, estaba Perón hablándoles desde el balcón de la Casa de Gobierno a 200.000 obreros que se apretujaron toda la noche en la plaza de Mayo para esperarle). Volviendo a lo que íbamos (uno no tiene manera de desembrollarse metódicamente de tantos recuerdos). En agosto, creo, de aquel mismo año, Federico nos había leído, en Granada, a Pepe García Carrillo, amigo de niñez y de familia y a mí, Doña Rosita, ya terminada. Aquella misma noche escribí un extenso artículo: «Nueva obra teatral de García Lorca», que salió en La Nación de Buenos Aires. Me parece que fue el primer análisis de la pieza que se publicó. Como no recuerdo la fecha exacta, tengo una copia, por si algún investigador la necesita. La obra como clave autobiográfica Volviendo a Así que pasen cinco años, lo que hay de decir en estas, nada improbables aproximaciones es, por lo pronto, esto: Con su apariencia de ejercicio literario de intención surrealista, y de su estructura sobresaltada, aunque nada caprichosa como no lo es nunca la lógica de lo abstracto en autenticidad, la pieza propone y esconde una severa línea interior en la que, a través de las astucias literarias, se concreta y deslíe a cada escena, y a cargo de unos protagonistas verosímiles en sí, una realidad transfundida, que es la propia del autor en su vertiente existencial dicotómica, entre lo negado y, empero, deseado. Se trata de un forcejeo, tantas veces aniquilante, entre la raigal verdad del ser y su espectro en el parecer impuesto por la externa presión. Estamos, pues, ante una autobiografía vicaria, aunque esencial, desarrollada en supuestos intencionadamente oblicuos, en juegos entre la realidad como imposible y sus viceversas; en una lucha entre la autenticidad aherrojada y el aceptado disimulo como precio de la integración en lo conveniente; es decir, el ser en perenne conflicto que se estrella y se recompone a cada paso -a veces no se recomponeflanqueado por los monstruos de la permisividad hipócrita o de la radical prohibición: la sociedad, la familia, los extraamigos, sin hondura, sin ternura; los comprensivos siempre acreedores en potencia con la última carta en la manga; las broncas nominaciones populacheras asumidas ad hoc por el hablante culto y, en fin, la ley escrita o no, que demora el «problema» confinándolo en el vi- 319

contexto, como parte de una España que ocurre largamente fuera<br />

de España y que aquí se ignora con minuciosa estupidez).<br />

Vino luego, 1945, también en Buenos Aires y también por<br />

Margarita, el estreno de La casa de Bernal<strong>da</strong> Alba. Federico ya<br />

no pudo verla, arrebatado por la cruel<strong>da</strong>d gratuita y la demencia<br />

patriótica de los salvadores de la cultura occidental. (Tampoco está<br />

de más recor<strong>da</strong>r aquí, incluso como paralelismo histórico, que el<br />

estreno de Yerma estuvo a punto de ser frustrado por los mismos<br />

salvadores. Apenas levantado el telón, una pan<strong>da</strong> de mozalbetes<br />

falangistas, que se estrenaban en las tácticas y mo<strong>da</strong>les del<br />

gamberrismo imperial, se pusieron a patear y a berrear<br />

heroicamente. Se detuvo un instante la representación y hubo que<br />

ir «a por ellos» -era su lenguaje- y echarlos con la dialéctica de las<br />

pata<strong>da</strong>s, que era la única que entendían, mientras no maduraba la<br />

de las pistolas).<br />

La última vez que estuve con Federico fue en diciembre de<br />

1935 272 , para despedirnos y también para hablar de su segundo<br />

viaje a Argentina, ya que tanto había aconsejado el primero. Marchaba<br />

él a Barcelona para asistir al estreno de Doña Rosita la soltera,<br />

también con Margarita Xirgu, que cuatro años después, había<br />

de reponerla en Buenos Aires, en el teatro Aveni<strong>da</strong>. (Nota también<br />

indispensable: En el Aveni<strong>da</strong> –la aveni<strong>da</strong> de Mayo era la calle<br />

extraterritorial de los españoles emigrantes, como luego lo fue<br />

de los exiliados– ocurrió todo el teatro español de los últimos setenta<br />

años: estrenos absolutos y conferencias de Benavente y luego<br />

de Federico García Lorca. Estando allí don Jacinto, llegó la<br />

noticia del premio Nobel. A pedido de Manolo Silva, administrador<br />

del teatro –que fue el primero que lo supo por ser también<br />

dibujante del diario Crítica–, tuve el honor de re<strong>da</strong>ctar el telegrama<br />

enviado a medio camino del tren que le llevaba a Mendoza...<br />

En el Aveni<strong>da</strong> fue, asimismo, el estreno americano de to<strong>da</strong>s las<br />

zarzuelas en tan largo plazo, muchas de ellas dirigi<strong>da</strong>s por sus<br />

autores: Moreno Torroba, Guerrero, Amadeo Vives, etcétera. Lola<br />

Membrives cubrió allí numerosas tempora<strong>da</strong>s. Por allí desfilaron<br />

los grandes flamencos y cupletistas de la época. Era visita anual la<br />

insigne Conchita Piquer, de quien se dijo que acompañó a Eva<br />

Duarte a levantar los sindicatos para liberar a Perón, prisionero<br />

272 Tivo que ocorrer no mes de outubro ou nos dous primeiros días do mes de novembro,<br />

como describe a súa axen<strong>da</strong>, pois en decembro xa se atopaba en Buenos Aires.<br />

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