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10.05.2013 Views

el arado, el delfín, la nebulosa, y la, sin eco, injuria de esa fosa que proclama el silencio granadino. Transitado de sangre y de alegría, dócil de eternidad y de regreso, te siento, arcángel mudo, a mi costado. Me ampara tu celeste cetrería, de cada ardiente afán tórnasme ileso: Guardián arquero, dulce hermano alado. (Copia mecanografada, escrita para ser lida na universidade de La Plata -Arxentina-, 1961. Biblioteca Blanco-Amor, arquivos da Deputación Provincial de Ourense). 8.1.10. Federico otra vez; la misma vez 271 Tengo siempre ganas y miedo de escribir sobre García Lorca. La persistencia de su imagen -para mi igual que para todos los que le hemos tratado de cerca- no acaba de dejarnos en paz, verdaderamente es un «rayo que no cesa»-. Sigue vigente el croquis de Neruda, trazado como primera reacción a su asesinato: «Era un relámpago vivo, una ternura totalmente sobrehumana. Su persona era mágica y morena y traía la felicidad». Al evocarlo, al convocarlo, todo un contexto existencial, se me viene en avalancha, como viviéndolo juntos, con muchos otros, y del cual dependíamos; y él, del modo más incisivo, porque Federico era el diálogo perpetuo y quienes conocemos sus muchas soledades no podemos imaginarlo, quieto y callado, en la definitiva soledad de la muerte. Cuando ya iban pasados veinticinco años, compuse un soneto, que empezaba así: 271 Artigo, con dúas fotografías sacadas polo propio Blanco-Amor, no verán de 1935. Federico con súa nai, coa dedicatoria: «Para Eduardo, con lo que más amo del mundo»; na outra fotografía García Lorca está acompañado dos seus sobriños, fillos de Concha e Fernández Montesinos. Neste artigo, Blanco-Amor publica tamén a parte autógrafa de García Lorca do poema «Danza da lúa en Santiago». 314

«No haya mención para tu falso sino, lo cierto es tu vivir en cada cosa: la tierra en ti, el pájaro, la rosa, la espiga exacta y el celado vino». Todo aquel bullicio implacable, multánime, se me aparece al ponerme a escribir y no hay manera de ordenarlo, pues es hilo del que sale un ovillo, que es no tener fin. Las presentes evocaciones y sus cavilaciones fueron intentadas para el programa de estreno de Así que pasen cinco años, que ya habrá ocurrido cuando estas líneas aparezcan y que no sé siquiera si las habrán incluido, ojalá que no. Se me fijaban dos folios para meter en ellos cosas tan largamente pensadas o intuidas, y con ahínco mayor esta pieza. Extiendo y detallo aquí lo que allí falta, con la intención de ponerla a salvo de la fortuita circunstancia de que guste o no a esa esfinge sin cabeza, sólo con manos o pies, que es siempre el público y mayormente el de estrenos. Y también para ayudar a entenderla, siendo como es tan de símbolos como un auto sacramental, sólo que de carne y sangre comprobables, por ser los propios del poeta, con su vida real puesta entre el ser y el no ser. Y ya que de teatro se habla, tratemos de cercarlo en tal entorno, renovando unas noticias y matizando otras, en esta decisiva existencia de la obra que es su puesta en escena. * * * La tentación teatral es casi congénita en Federico. De muy niño, contrahace el oficio de la misa, exigiendo la mayor seriedad en sus «fieles», la familia y algunos vecinos. Viste de tarasconas a las criadas y las obliga a improvisar pantomimas... Vienen luego, entre adolescencia y juventud, sus comedietas y retablillos -en algunos colaboró el maestro Falla-, que le acompañarán hasta la madurez... Siendo de veinte años, 1919, presenta en Madrid, ya en teatro profesional, El maleficio de la mariposa. La dirige Martínez Sierra, protagonizada por Catalina Bárcena, mi querida y admirada Catalina de los años veinte en Buenos Aires. Catalina fue una de las mejores, por culta, por singular, por extensamente dotada, en un tiempo de grandes actrices: María Guerrero, Loreto Prado, Leocadia Alba, Rosario Pino, Irene López Heredia, Hortensia 315

«No haya mención para tu falso sino,<br />

lo cierto es tu vivir en ca<strong>da</strong> cosa:<br />

la tierra en ti, el pájaro, la rosa,<br />

la espiga exacta y el celado vino».<br />

Todo aquel bullicio implacable, multánime, se me aparece al<br />

ponerme a escribir y no hay manera de ordenarlo, pues es hilo<br />

del que sale un ovillo, que es no tener fin. Las presentes evocaciones<br />

y sus cavilaciones fueron intenta<strong>da</strong>s para el programa de<br />

estreno de Así que pasen cinco años, que ya habrá ocurrido cuando<br />

estas líneas aparezcan y que no sé siquiera si las habrán incluido,<br />

ojalá que no. Se me fijaban dos folios para meter en ellos cosas<br />

tan largamente pensa<strong>da</strong>s o intui<strong>da</strong>s, y con ahínco mayor esta pieza.<br />

Extiendo y detallo aquí lo que allí falta, con la intención de<br />

ponerla a salvo de la fortuita circunstancia de que guste o no a<br />

esa esfinge sin cabeza, sólo con manos o pies, que es siempre el<br />

público y mayormente el de estrenos. Y también para ayu<strong>da</strong>r a<br />

entenderla, siendo como es tan de símbolos como un auto<br />

sacramental, sólo que de carne y sangre comprobables, por ser<br />

los propios del poeta, con su vi<strong>da</strong> real puesta entre el ser y el no<br />

ser. Y ya que de teatro se habla, tratemos de cercarlo en tal entorno,<br />

renovando unas noticias y matizando otras, en esta decisiva<br />

existencia de la obra que es su puesta en escena.<br />

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La tentación teatral es casi congénita en Federico. De muy<br />

niño, contrahace el oficio de la misa, exigiendo la mayor serie<strong>da</strong>d<br />

en sus «fieles», la familia y algunos vecinos. Viste de tarasconas a<br />

las cria<strong>da</strong>s y las obliga a improvisar pantomimas... Vienen luego,<br />

entre adolescencia y juventud, sus comedietas y retablillos -en algunos<br />

colaboró el maestro Falla-, que le acompañarán hasta la<br />

madurez...<br />

Siendo de veinte años, 1919, presenta en Madrid, ya en teatro<br />

profesional, El maleficio de la mariposa. La dirige Martínez<br />

Sierra, protagoniza<strong>da</strong> por Catalina Bárcena, mi queri<strong>da</strong> y admira<strong>da</strong><br />

Catalina de los años veinte en Buenos Aires. Catalina fue una<br />

de las mejores, por culta, por singular, por extensamente dota<strong>da</strong>,<br />

en un tiempo de grandes actrices: María Guerrero, Loreto Prado,<br />

Leocadia Alba, Rosario Pino, Irene López Heredia, Hortensia<br />

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