seis poemas galegos - Consello da Cultura Galega
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amigos para siempre. Como yo no tenía tiempo de gastarlas, salté<br />
las que pude..». «Pienso volver porque este viaje me llenó de cosas,<br />
no tenéis idea hasta qué punto...». «La mujer argentina es el<br />
ver<strong>da</strong>dero amigo, tal vez porque está más libera<strong>da</strong>, porque du<strong>da</strong><br />
menos, porque espera menos de sí o porque le importa menos el<br />
juicio ajeno. Son grandes amigas repentinas...».<br />
En Grana<strong>da</strong>, «en su Grana<strong>da</strong>», en su ámbito infantil, entre sus<br />
amigos, no forzosamente literatos o artistas, se le descubrían otras<br />
zonas más intactas y últimas del carácter: una continui<strong>da</strong>d más<br />
sosega<strong>da</strong>, una fideli<strong>da</strong>d más tierna, otro encanto menos tenso y<br />
espectacular, aunque dentro de una misma naturali<strong>da</strong>d y consecuencia<br />
consigo mismo. Allí, en el huerto de San Vicente, en los<br />
callejones de Gracia –un luminoso arrabal, ya con un pie en la<br />
vega–, entre sus hermanas: Isabel permanente y Conchita en visita<br />
diaria con sus hijos –hijos del fusilado alcalde de Grana<strong>da</strong>,<br />
Montesinos–. Federico, vestido de overall, trabajaba durante los<br />
veranos en letras y músicas, inventaba todo el tiempo fábulas<br />
moriscas sobre el paraje, decía cosas magnas sobre las flores pequeñas,<br />
trazaba caricaturas sobre las gentes de la ciu<strong>da</strong>d de irresistible<br />
gracia, y mezclaba su alegría a los lampos de luz que venía<br />
por las alame<strong>da</strong>s misteriosas» o que solemnizaba su incendio<br />
crepuscular en las cimas bicornes de la Sierra Elvira... La familia<br />
se aglutinaba en uni<strong>da</strong>d más coherente que en la vi<strong>da</strong>, un poco<br />
desplaza<strong>da</strong> e impropia, de la Capital. Allí he gozado de la ver<strong>da</strong>dera<br />
presencia de sus padres ya «reconstruidos» de la mimética desfiguración,<br />
de la uniformi<strong>da</strong>d burguesa, de la convencional postura<br />
de visita de la universal vi<strong>da</strong> madrileña: doña Vicenta, menu<strong>da</strong>,<br />
graciosa, armoniosa, vesti<strong>da</strong> de claro, cosiendo en el ro<strong>da</strong>pié<br />
de unos cerezos acristalados de fruto, al borde de una acequia<br />
persegui<strong>da</strong>, en todo su caz, por las adelfas mironas, y don Federico,<br />
«hombre emprendedor y buen caballista», según el croquis<br />
filial, llevándome, a pie, por entre sus trigos de pelambrera<br />
amorena<strong>da</strong> en los bancales de Fuentevaqueros, aquel<br />
Fuentevaqueros de la niñez y adolescencia de Federico, donde el<br />
poeta aún no revelado a si mismo en obra, pero ya existente en<br />
actitud, ponía a Granados y a Chopin en el atril de las vela<strong>da</strong>s<br />
nocturnas, para deleite de los jornaleros de su padre, que leían el<br />
Quijote ¡y a Bakunin!, y para la amistad de sus infinitos primos<br />
rurales, gallardos, de buen decir y elegante cintura.<br />
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