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Los Rios 232.pdf - Misiones Diocesanas Vascas

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El 17 de julio de 1972, desde Quito, en carta a<br />

sus “aitatxos” de Bilbao (mi familia), Rutilio les<br />

decía: “Queridos aitatxos, siempre me he sentido<br />

llamado a la gran obra del Seminario. Desde aquí<br />

en los últimos años comencé a establecer contactos<br />

cada vez más estrechos con el clero de la<br />

Arquidiócesis, clero joven e inquieto, con profundo<br />

sentido crítico del momento actual; y de un modo<br />

particular muy sensible a la problemática social de<br />

mi país, donde una minoría feudal lo tiene todo,<br />

mientras la gran mayoría está en condiciones lamentables<br />

de opresión y coloniaje”.<br />

Su opción ya estaba tomada: trabajar con otros<br />

compañeros en una zona marginada de San Salvador,<br />

en la línea de concienciación cristiana para<br />

una promoción integral de la comunidad. En Quito<br />

permaneció por un tiempo junto a Mons. Proaño;<br />

y también fue a Medellín, “para beber en directo<br />

de los manantiales frescos de la Teología de la<br />

Liberación”.<br />

A su regreso, pudo ver realizado su proyecto. Un<br />

equipo de varios sacerdotes atendía a toda una<br />

zona rural, deprimida, en donde las gentes malvivían<br />

de la recogida de la caña de azúcar al servicio<br />

de los terratenientes de turno. El centro se<br />

ubicaba en Aguilares, cerca de El Paisnal, pueblo<br />

natal de Rutilio.<br />

Sorpresas de la vida… y de la muerte. Aquella<br />

tarde fatídica del sábado 12 de marzo Rutilio se<br />

dirigía a de El Paisnal, donde iba a celebrar la Eucaristía.<br />

De pronto, cuando se iban acercando a<br />

El Paisnal, los tres niños que iban detrás vieron<br />

cómo Manuel y Nelson, sentados a la derecha de<br />

Rutilio, se inclinaban sobre él como si fuera a suceder<br />

algo grave… Una lluvia de balas cayó sobre<br />

el Safari y sus ocupantes. <strong>Los</strong> tres niños pudieron<br />

escapar indemnes.<br />

A las 7 de la tarde el presidente Molina llamó a<br />

Mons. Romero para presentarle sus condolencias<br />

y prometerle una exhaustiva investigación que<br />

nunca se llevó a cabo.<br />

Rutilio, no obstante, iba a seguir estando presente,<br />

¡vivo!, en las Comunidades cristianas de Aguilares,<br />

El Paisnal y otras, dentro del espíritu de aquellas<br />

palabras suyas, toda una profecía: “Habrá un<br />

día una mesa grande, con manteles largos, en la<br />

que cada salvadoreño tendrá su taburete y el con<br />

qué”.<br />

Rutiliok, bere heriotzaren<br />

ondoren, kristau elkarteetan<br />

presente, bizirik jarraitu behar<br />

zuen.<br />

Palabras de las que más tarde el pueblo haría un<br />

canto, toda una profesión de esperanza. Cantoesperanza<br />

con el que hoy todavía siguen dando<br />

comienzo muchas de sus celebraciones:<br />

Vamos juntos al banquete<br />

a la mesa de la creación.<br />

Cada cual con su taburete<br />

tiene un puesto y una misión.<br />

Dios invita a todos los pobres<br />

a esta mesa común por la fe<br />

donde no hay acaparadores<br />

y a nadie le falta el con qué.<br />

Dios nos manda hacer de este mundo<br />

una mesa donde haya igualdad<br />

trabajando y luchando juntos,<br />

compartiendo la propiedad.<br />

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