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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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ácaros, unos seres minúsculos armados con pinchos y antenas, pelos y ganchos, que emigran en<br />

rebaños en busca de lugares polvorientos. La 103.683 se siente divertida con esta visión. ¡Y pensar que<br />

hay seres tan pequeños como los ácaros y otros tan grandes como las <strong>hormigas</strong> en el mismo planeta!<br />

La 4.000 se detiene ante una flor. De repente se siente muy mal. En su viejo cuerpo, que las ha<br />

pasado muy duras este día, las jóvenes larvas icneumón han acabado por despertar. Sin duda han<br />

empezado a comer, lanzándose alegremente con tenedor y cuchillo sobre los órganos internos de la<br />

pobre hormiga.<br />

La 103.683, para acudir en su auxilio, busca en el fondo de su buche social algunas moléculas de<br />

melado de lomechuse. Al final de la pelea en los subterráneos de Bel-o-kan había recogido una<br />

cantidad ínfima de esa sustancia, para utilizarla como analgésico. La había manipulado con mucha<br />

prudencia y no había quedado contaminada por el delicioso veneno.<br />

Los dolores de la 4.000 se calman con la ingestión de este licor. Pero pide más. La 103.683 trata de<br />

nacerla entrar en razón, pero la 4.000 insiste, está dispuesta a pelear para vaciar las entrañas de su<br />

amiga de la preciosa droga. Y cuando va a saltar a golpearla, cae en una especie de cráter arenoso.<br />

¡Una trampa de hormiga-león!<br />

Este animal, o con más exactitud su larva, tiene una cabeza con forma de pala que le permite<br />

excavar esos cráteres. A continuación se entierra en ellos y ya no tiene más que hacer que esperar a las<br />

visitas.<br />

Aunque un poco tarde ya, la 4.000 comprende lo que le está pasando. En principio, cualquier<br />

hormiga es lo suficientemente ligera como para salir con bien del mal trago. Sólo que, antes incluso de<br />

que haya empezado a ascender, dos grandes mandíbulas bordeadas de pinchos salen del fondo de la<br />

cavidad y la rocían con arena.<br />

¡Socorro!<br />

Olvida el dolor que le provocan sus huéspedes forzosos y la carencia derivada de su contacto con el<br />

melado de la lomechuse. Tiene miedo. No quiere morir así.<br />

Se debate con todas sus fuerzas. Pero la trampa de la hormiga-león, como la telaraña, está pensada<br />

precisamente para funcionar a partir del pánico de sus víctimas. Cuanto más gesticula la 4.000 para<br />

salir del cráter, más se inclina la pendiente y más la arrastra hacia el fondo, desde donde la hormigaleón<br />

sigue rociándola con arena fina.<br />

La 103.683 ha comprendido en seguida que inclinarse para tenderle una pata supone un grave riesgo<br />

de caer ella también. Se aleja en busca de una brizna lo bastante larga y sólida.<br />

A la vieja hormiga el tiempo se le hace largo, exhala un grito oloroso y patalea a más y mejor en la<br />

arena casi líquida. Su caída se ve aún más acelerada. Sólo está a cinco cabezas de las tenazas. Vistas<br />

de cerca, son verdaderamente terroríficas. Cada mandíbula está bordeada por centenares de<br />

dientecillos acerados, que a su vez muestran largos pinchos curvos. Y, en cuanto al extremo, éste<br />

acaba en un punzón capaz de perforar sin gran dificultad cualquier caparazón mirmeceano.<br />

La 103.683 reaparece por fin al borde de la depresión, desde donde le tiende a su compañera una<br />

vellorita. ¡Rápido! Ésta levanta las patas para aferrar el tallo. Pero la hormiga-león no está dispuesta a<br />

renunciar a su presa. Lanza arena, frenética, contra las dos <strong>hormigas</strong>. Éstas no ven ni oyen nada. La<br />

hormiga-león lanza ahora piedras que caen sobre la quitina con un ruido siniestro. La 4.000, medio<br />

enterrada, sigue deslizándose hacia abajo.<br />

La 103.683 se apuntala, con el tallo apretado entre sus mandíbulas. Espera vanamente un tirón. Y<br />

justo en el momento en que ya va a renunciar, una pata aparece sobre la arena. ¡Salvada! La 4.000<br />

salta por fin fuera del mortal agujero.<br />

Abajo, las ávidas pinzas chasquean con rabia y decepción. La hormiga-león necesita proteínas para<br />

metamorfosearse en adulta. ¿Cuánto tiempo tendrá que esperar hasta que otra presa resbale hasta ella?<br />

La 4.000 y la 103.683 se lavan y se entregan a numerosas trofalaxias. Pero esta vez el melado de<br />

lomechuse no se encuentra en el menú.<br />

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