Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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un erotismo enloquecedor. Uno de los príncipes pretende haber intercambiado una trofalaxia con una hembra. Su melado tenia el sabor de la savia del abedul, sus hormonas sexuales emitían efluvios comparables a los de los junquillos recién cortados. Los demás le envidian en silencio. El 327, que sí ha probado el melado de una hembra (¡y de qué hembra!) sabe que éste no se diferencia en nada del melado de las obreras o de las hormigas-receptáculo. Pero, en cualquier caso, no interviene en la conversación. Una idea picara corretea por su ánimo. Le gustaría mucho entregarle a la hembra 56 los espermatozoides necesarios para la creación de una futura Ciudad. Si pudiese dar con ella... Lástima que no hayan pensado en crear una feromona de reconocimiento para encontrarse entre la multitud. Cuando la hembra 56 llega a la sala de los machos, la sorpresa es general. Venir a este lugar quebranta todas las regías. Los machos y las hembras no deben verse por primera vez hasta el momento del vuelo nupcial. Éste no es el lugar de las enanas. No se copula en los pasillos. Los príncipes que estaban tan deseosos de saber lo que era una hembra se muestran rígidos. Emiten en conjunto perfumes hostiles que dan a entender que ella debe abandonar aquella estancia. A pesar de todo, ella continúa avanzando entre el tumulto de los preparativos. Ella atropella a todo el mundo, dispersando sus feromonas. –¡327! ¡327! ¿Dónde estás, 327? Los príncipes no se molestan en decirle que no se elige así como así al macho copulador. Ella debe ser paciente, confiar en el azar. Un poco de pudor... La hembra 56 acaba por encontrar a su compañero, a pesar de todo. Él está muerto. Tiene la cabeza cortada por las mandíbulas de un compañero. TOTALITARISMO: Las hormigas interesan a los hombres porque éstos creen que han conseguido crear un sistema totalitario que funciona. Es cierto que, visto desde el exterior, parece que en el hormiguero todo el mundo trabaja, todo el mundo obedece, está dispuesto a sacrificarse todo el mundo es igual. Y hasta el presente todos los sistemas totalitarios humanos han fracasado... Entonces consideramos copiar al insecto social (¿no era la abeja el emblema de Napoleón?) Las feromonas que inundan el hormiguero con una información global no son más que la televisión global de hoy en día. El hombre cree que al darte a todo el mundo lo que considera lo mejor, llegará un día a conseguir una Humanidad perfecta. Pero no es ése el sentido de las cosas. La Naturaleza, mal que le pese a Darwin, no evoluciona hacia la primacía de los mejores (¿mejores según qué criterio, por otra parte?) La Naturaleza basa su energía en la diversidad. Necesita que unos sean buenos y otros malos, locos, desesperados, deportistas, enfermizos, jorobados, con labio leporino, alegres, tristes, inteligentes, idiotas, egoístas, generosos, pequeños, grandes, negros, amarillos, rojos, blancos... Aprovecha todas las religiones, todas las filosofías, todos los fanatismos, todas las corduras... El único peligro es que una cualquiera de estas especies sea eliminada por otra. Ya se ha visto que los campos más artificialmente concebidos por el hombre, y compuestos por hermanos gemelos de la mejor cepa (la que necesita menos agua, la que resiste mejor el hielo, la que da el grano más hermoso), morían todos a la vez a la menor enfermedad. Mientras que los campos de maíz silvestres, compuestos por muchas cepas diferentes y cada una de ellas con su propia especificidad, y sus debilidades, y sus anomalías, conseguían encontrar siempre un antídoto para las epidemias. La Naturaleza odia la uniformidad y ama la diversidad. Quizás ahí sea donde radica su genio. 78 EDMOND WELLS Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

La hembra regresa a la cúpula dando cortos pasos agobiados. En un corredor próximo al gineceo, sus ocelos infrarrojos hacen que distinga dos siluetas. ¡Son las asesinas con olor a rocas! ¡Ahí están la grande y la pequeña que cojea! Mientras las dos se dirigen rectamente hacia ella, la 56 zumba sus alas y le salta al cuello a la coja. Pero pronto la inmovilizan entre las dos. Sin embargo, en lugar de acabar con ella, le imponen un contacto antenar. La hembra está furiosa. Les pregunta por qué han matado al macho 327, ya que de todos modos iba a morir después del vuelo. ¡Por qué le han asesinado! Las dos asesinas tratan de razonar con ella. Por lo que dicen, algunas cosas no pueden esperar. Y eso cueste lo que cueste. Hay tareas mal consideradas y gestos que se consideran mal, y que sin embargo han de llevarse a cabo si se quiere que el Nido siga funcionando con normalidad. No hay que ser ingenuo... Y la unidad de Bel-o-kan bien lo merece. Y si la necesidad se plantea, ¡se hace! Entonces, ¿es que no son espías? No, no son espías. Incluso pretenden ser las principales guardianas de la seguridad y la integridad del Nido. La princesa lanza feromonas de indignación, ¿Por qué el macho 327 era peligroso para la seguridad del Nido? Pues sí, lo era, responden las dos asesinas. Un día lo comprendería, ahora era aún demasiado joven... Comprender. Comprender ¿qué? Que hay asesinos super-organizados en el seno mismo de la Ciudad, y que éstos pretenden salvarla eliminando a unos machos que han visto «cosas cruciales para la supervivencia del Nido» La coja consiente en explicarse. Y de lo que dice se desprende que las guerreras con aroma de rocas son «soldados antimala fatiga» Hay buenas fatigas que hacen que el Nido progrese y luche. Y hay malas fatigas que hacen que el Nido se autodestruya. No toda información debe conocerse. Hay algún tipo de información que provoca angustias «metafísicas», que aún no tienen solución. Y entonces el Nido se intranquiliza, pero se encuentra inhibido, incapaz de reaccionar... Eso es muy malo para todos, el nido empieza a producir toxinas que lo envenenan. La supervivencia del Nido «a largo plazo» es más importante que el conocimiento de la realidad «a corto plazo» Si unos ojos han visto algo y el cerebro sabe que eso es peligroso para todo el resto del organismo, más vale que el cerebro acabe con esos ojos... La hormiga corpulenta se une a la coja para resumir de esta manera consideraciones tan sabias: Hemos cerrado el ojo, Hemos cortado el estímulo nervioso, Hemos contenido la angustia. Las antenas insisten, precisando que todos los organismos están provistos de ese mecanismo de seguridad paralela. Los que no lo tienen mueren de miedo o se suicidan para no hacer frente a la angustiosa realidad. 56 queda bastante sorprendida aunque no se descompone. ¡Gran feromona en verdad! Si quieren ocultar la existencia del arma secreta, ya es demasiado tarde para ello. Todo el mundo sabe que Lachola-kan fue víctima suya, aunque el misterio se mantenga por entero desde un punto de vista tecnológico... Las dos soldados, siempre tan flemáticas, no relajan la presa. En cuanto a La-chola-kan, todo el mundo se ha olvidado ya de eso; la victoria ha acabado con la curiosidad. Y, por otra parte, basta con olfatear por los corredores, no queda el más mínimo olor de toxinas. Todos están tranquilos en estas vísperas de la celebración del Renacimiento. Pues entonces, ¿qué quieren de ella? ¿Por qué siguen teniéndola atrapada por la cabeza? Durante la persecución por los niveles inferiores, la coja ha descubierto una tercera hormiga. Una 79

un erotismo enloquecedor. Uno de los príncipes pretende haber intercambiado una trofalaxia con una<br />

hembra. Su melado tenia el sabor de la savia del abedul, sus hormonas sexuales emitían efluvios comparables<br />

a los de los junquillos recién cortados. Los demás le envidian en silencio.<br />

El 327, que sí ha probado el melado de una hembra (¡y de qué hembra!) sabe que éste no se<br />

diferencia en nada del melado de las obreras o de las <strong>hormigas</strong>-receptáculo. Pero, en cualquier caso, no<br />

interviene en la conversación.<br />

Una idea picara corretea por su ánimo. Le gustaría mucho entregarle a la hembra 56 los<br />

espermatozoides necesarios para la creación de una futura Ciudad. Si pudiese dar con ella... Lástima<br />

que no hayan pensado en crear una feromona de reconocimiento para encontrarse entre la multitud.<br />

Cuando la hembra 56 llega a la sala de los machos, la sorpresa es general. Venir a este lugar<br />

quebranta todas las regías. Los machos y las hembras no deben verse por primera vez hasta el<br />

momento del vuelo nupcial. Éste no es el lugar de las enanas. No se copula en los pasillos.<br />

Los príncipes que estaban tan deseosos de saber lo que era una hembra se muestran rígidos. Emiten<br />

en conjunto perfumes hostiles que dan a entender que ella debe abandonar aquella estancia. A pesar de<br />

todo, ella continúa avanzando entre el tumulto de los preparativos. Ella atropella a todo el mundo,<br />

dispersando sus feromonas.<br />

–¡327! ¡327! ¿Dónde estás, 327?<br />

Los príncipes no se molestan en decirle que no se elige así como así al macho copulador. Ella debe<br />

ser paciente, confiar en el azar. Un poco de pudor...<br />

La hembra 56 acaba por encontrar a su compañero, a pesar de todo. Él está muerto. Tiene la cabeza<br />

cortada por las mandíbulas de un compañero.<br />

TOTALITARISMO: <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> interesan a los hombres porque éstos creen que han<br />

conseguido crear un sistema totalitario que funciona. Es cierto que, visto desde el exterior,<br />

parece que en el hormiguero todo el mundo trabaja, todo el mundo obedece, está dispuesto a<br />

sacrificarse todo el mundo es igual. Y hasta el presente todos los sistemas totalitarios humanos<br />

han fracasado...<br />

Entonces consideramos copiar al insecto social (¿no era la abeja el emblema de Napoleón?)<br />

<strong>Las</strong> feromonas que inundan el hormiguero con una información global no son más que la<br />

televisión global de hoy en día. El hombre cree que al darte a todo el mundo lo que considera lo<br />

mejor, llegará un día a conseguir una Humanidad perfecta.<br />

Pero no es ése el sentido de las cosas.<br />

La Naturaleza, mal que le pese a Darwin, no evoluciona hacia la primacía de los mejores<br />

(¿mejores según qué criterio, por otra parte?) La Naturaleza basa su energía en la diversidad.<br />

Necesita que unos sean buenos y otros malos, locos, desesperados, deportistas, enfermizos,<br />

jorobados, con labio leporino, alegres, tristes, inteligentes, idiotas, egoístas, generosos,<br />

pequeños, grandes, negros, amarillos, rojos, blancos... Aprovecha todas las religiones, todas las<br />

filosofías, todos los fanatismos, todas las corduras... El único peligro es que una cualquiera de<br />

estas especies sea eliminada por otra.<br />

Ya se ha visto que los campos más artificialmente concebidos por el hombre, y compuestos por<br />

hermanos gemelos de la mejor cepa (la que necesita menos agua, la que resiste mejor el hielo, la<br />

que da el grano más hermoso), morían todos a la vez a la menor enfermedad. Mientras que los<br />

campos de maíz silvestres, compuestos por muchas cepas diferentes y cada una de ellas con su<br />

propia especificidad, y sus debilidades, y sus anomalías, conseguían encontrar siempre un<br />

antídoto para las epidemias. La Naturaleza odia la uniformidad y ama la diversidad. Quizás ahí<br />

sea donde radica su genio.<br />

78<br />

EDMOND WELLS<br />

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