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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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llegada de unos cosmonautas a un planeta habitado por <strong>hormigas</strong> gigantes.<br />

–Buenos días, somos terrícolas.<br />

–Buenos días, nosotras somos las <strong>hormigas</strong> gigantes del planeta Zgu.<br />

Por otra parte, el guión era relativamente baladí: las <strong>hormigas</strong> gigantes eran telépatas. Enviaban<br />

mensajes a los terrícolas dándoles orden de que se matasen entre ellos. Pero el último superviviente lo<br />

comprendía todo e incendiaba la ciudad enemiga...<br />

Satisfechos con este final, los chicos decidieron ir a comer unas cuantas <strong>hormigas</strong> azucaradas. Pero,<br />

curiosamente, las que atraparon no tenían el sabor a bombón de las primeras. Eran más pequeñas y su<br />

sabor era ácido. Como de limón concentrado. ¡Puah!<br />

Todo ha de ocurrir hacia el mediodía en el punto más alto de la Ciudad.<br />

Con las primeras tibiezas de la aurora, las artilleras se instalan en los nichos de protección que<br />

forman una especie de corona alrededor de la cima. Con el ano apuntando al cielo, lanzan una salva<br />

antiaérea contra los pájaros, que no tardan en repicar al fuego. Algunas apoyan el abdomen entre las<br />

ramitas para atenuar el efecto del retroceso. De este modo, creen que podrán lanzar dos o tres salvas en<br />

la misma dirección sin desviarse demasiado.<br />

La hembra 56 está en su estancia. Unas asistentas asexuadas untan sus alas con saliva protectora.<br />

¿Habéis salido ya al gran Exterior? <strong>Las</strong> obreras no contestan. Es evidente que ya han salido, pero<br />

¿para qué decirle que fuera está lleno de árboles y hierba? Dentro de unos minutos, la potencial reina<br />

se dará cuenta de ello por si misma. Querer saber por contacto antenar lo que es el mundo no es más<br />

que un capricho de sexuado.<br />

<strong>Las</strong> obreras no dejan por eso de acicalarla. Le tiran de las patas para darles elasticidad. La fuerzan a<br />

contorsionarse para hacer que crujan sus articulaciones torácicas y abdominales. Comprueban que su<br />

buche social está rebosante de melado y lo presionan para que deje escapar una gota. Ese jarabe ha de<br />

permitirle mantenerse en vuelo continuo durante unas horas.<br />

Listo. La 56 ya está dispuesta. Ahora, la siguiente.<br />

La princesa, con todos sus ornamentos y todos sus perfumes, abandona el gineceo. El macho 327 no<br />

se había equivocado, es verdaderamente una gran belleza.<br />

Se esfuerza por levantar las alas. Es tremendo lo que han crecido en los últimos días. Ahora son tan<br />

largas y pesadas que se arrastran por el suelo... como un velo nupcial.<br />

Otras hembras aparecen por los corredores. Junto con un centenar de esas vírgenes, la 56 anda ya<br />

sobre las ramitas de la cúpula. Algunas exaltadas se pegan a las ramitas: sus cuatro alas aparecen<br />

rayadas, agujereadas y decididamente arrancadas. <strong>Las</strong> desdichadas no llegan más allá, y en todo caso<br />

no podrían remontar el vuelo. Despechadas, bajan al quinto nivel. Como las princesas enanas, no<br />

conocerán el arrebato amoroso. Se reproducirán tontamente en una sala cerrada, e incluso en el suelo.<br />

La hembra 56 está aún intacta, Salta de una ramita a otra, teniendo mucho cuidado de no caerse y de<br />

no estropear sus delicadas alas.<br />

Una hermana que anda a su lado le pide un contacto antenar. Se pregunta qué deben ser esos<br />

famosos machos reproductores. ¿Falsos abejorros o moscas?<br />

La hembra 56 no contesta. Piensa otra vez en el macho 327, en el enigma del «arma secreta» Pero<br />

todo eso se ha acabado. Ya no hay célula de trabajo. Por lo menos para los dos sexuados. Todo el<br />

asunto está ahora en manos de la 103.683.<br />

Rememora con nostalgia los acontecimientos.<br />

El macho fugitivo que aparece en sus aposentos... ¡y sin pasaportes!<br />

La primera comunicación absoluta.<br />

Su encuentro con la 103.683.<br />

<strong>Las</strong> asesinas con aroma de rocas.<br />

La carrera por los niveles más bajos de la Ciudad.<br />

El escondrijo lleno con los cadáveres de la que hubiese podido ser su «legión»<br />

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