Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Pero esta idea es falsa. Ya que la hormiga decapitada emite un olor particular. El olor del<br />
dolor. Así pues, algo ocurre. La hormiga no tiene un flujo nervioso eléctrico, pero tiene un flujo<br />
químico. Sabe cuándo le falta un trozo de su cuerpo, y sufre. Sufre a su manera, que es seguramente<br />
muy diferente de la nuestra, pero sufre.<br />
69<br />
EDMOND WELLS<br />
Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />
La lucha se reanuda a las 11.47 h. Una línea larga y compacta de soldados enanas sube lentamente<br />
al asalto de la colina de las Ampolas.<br />
Los tanques aparecen entre las flores. A una señal, se lanzan por la pendiente abajo. <strong>Las</strong> legiones de<br />
las <strong>hormigas</strong> rojas y de sus mercenarias van a sus flancos, dispuestas a acabar el trabajo de los<br />
mastodontes.<br />
Los dos ejércitos están ya sólo a cien cabezas de distancia... Cincuenta... Veinte... ¡Diez! Apenas la<br />
primera rompegranos establece contacto ocurre algo absolutamente inesperado. La densa línea de las<br />
shigaepuyanas se abre de repente en amplias franjas. <strong>Las</strong> soldados forman en cuadros. Cada tanque ve<br />
cómo su adversario se evapora y ante si sólo encuentra un pasillo desierto. Ninguno de ellos tiene el<br />
reflejo de zigzaguear para atacar a las enanas. <strong>Las</strong> mandíbulas se cierran en el vacío, las treinta y seis<br />
patas corren estúpidamente.<br />
Se extiende un efluvio acre;<br />
¡Cortadles las patas!<br />
Unas enanas saltan de inmediato sobre los tanques y matan a las portadoras. Se retiran luego con<br />
rapidez para que no las aplaste la masa de rompegranos al caer.<br />
Otras se arrojan osadamente entre la doble fila de las portadoras y perforan con una sola mandíbula<br />
el vientre descubierto. Cae un líquido, la reserva vital de la rompegranos se derrama por el suelo.<br />
Otras escalan sobre las mastodontes, les cortan las antenas y saltan en marcha.<br />
Los tanques caen uno tras otro.<br />
<strong>Las</strong> rompegranos sin portadoras se arrastran como enfermas y mueren sin crear problemas.<br />
¡Una visión terrorífica! Algunos cadáveres de rompegranos siguen moviéndose transportados por<br />
sus seis obreras que aún no se han dado cuenta de nada. <strong>Las</strong> rompegranos privadas de antenas ven<br />
cómo sus ruedas van cada uno por su lado...<br />
Esta catástrofe es el fiasco de la tecnología de los tanques. ¡Cuántos grandes inventos han<br />
desaparecido así de la historia de las <strong>hormigas</strong> porque se encontró demasiado de prisa cómo<br />
contrarrestarlos!<br />
<strong>Las</strong> legiones de las rojas y de sus mercenarias que flanqueaban a los tanques se encuentran<br />
absolutamente desprotegidas. <strong>Las</strong> habían colocado allí para recoger los restos y se ven obligadas a<br />
cargar a la desesperada. Pero los cuadros de las enanas ya se han cerrado, hasta tal punto ha sido un rotundo<br />
éxito la matanza de las rompegranos. En cuanto las belokanianas rozan uno de los bordes del<br />
cuadro se ven aspiradas y descuartizadas por miles de glotonas mandíbulas.<br />
<strong>Las</strong> rojas y sus reitres 1 no pueden hacer más que batirse en retirada. Se reagrupan en la cima y<br />
observan a las enanas, que suben lentamente al asalto, manteniendo sus compactos cuadros. ¡Es una<br />
visión enloquecedora!<br />
Con la esperanza de ganar tiempo, las soldados más corpulentas cargan con guijarros que echan a<br />
rodar desde lo alto de la colina. La avalancha no hace que el avance de las enanas sea más lento. Éstas,<br />
vigilantes, se apartan al paso de los guijarros y vuelven inmediatamente a sus lugares. Pocas de ellas<br />
mueren aplastadas.<br />
1 Soldados alemanes del siglo XVI, (N. del T.)